Un comentario de Julio Hevia sobre “la cuestión del otro”

Escrito Por: Hugo Neira 1.863 veces - Feb• 13•17

De Julio Hevia, se conoce varios trabajos, extremadamente interesantes. Uno de ellos es ¡Habla, jugador!, y su campo es el mundo popular. Es esencialmente un ensayista que toma en cuenta la voz popular y las categorías epistemológicas a la vez. Caso muy interesante y excepcional. (HN)

«Estimado Hugo:

Una pequeña contribución conceptual en torno a la noción de alteridad que, como se sabe, hace parte del aparato teórico con que Ricœur, nutriéndose de fuentes sajonas, explora el universo de la subjetividad. Lo señalo porque, no en vano, es el propio hermeneuta francés quien se erige en un abanderado de la construcción de las identidades como relatos. De ese encuadre se nutre, entre otros, en la tradición poscolonial, el conocido Homi Bhabha.

Igualmente la semiótica parisina más contemporánea (Silverberg, Landowski, entre otros) que ya se atreve a dialogar con la obra de Bourdieu, la de Foucault y la de Deleuze, se aferra a la noción de alteridad para explicarse, sobre todo, la problemática del migrante y la gama de estilos de vida que, en la tensión con la cultura de recibo, adoptan. O, en la clave de Goffman, a propósito de la dinámica que suele establecerse entre los guiones actualizados por el visitante y su inextricable vinculación con los auditorios a los que debe implicar, cautivar e improntar, o con los que se encuentra en la necesidad de distanciarse e incluso invisibilizarse (Gruzinski).

Sin embargo, apunto a otro tema, quizá más polémico. Se trata de la lectura levantada, tiempo atrás, por S. de Beauvoir respecto al asunto de la alteridad. Para ella habría, en la raíz misma de su uso, un tácito sometimiento al orden, fuese este patriarcal (en lo tocante al tema de los roles de género) o etnocéntrico (en el más amplio sentido antropológico que aquella referencia precipita). Dicho de otro modo, la alteridad se constituiría en una suerte de indicador, legitimado y naturalizado, o legitimado por naturalizado, de una jerarquía invariable entre los sexos.

No es gratuito que, décadas después, se impusiera a partir de las indagaciones feministas sobre el psicoanálisis y sus diálogos con Lacan, el llamado falocentrismo. Es sabido que la propia Beauvoir postuló que el único modo de que la mujer abandonara el nicho de la alteridad que la tradición le reservaba era tornándose independiente económicamente y sopesando los efectos que la maternidad ejercía sobre su destino.

Las reflexiones finales del artículo podrían ser refrendadas también tomando en cuenta la lectura desarrollada por Lacan en su seminario sobre «La Carta robada», dado que, entre otras conjeturas, el psicoanalista francés recupera la idea, encapsulada en el relato, que nos demuestra que, en el juego entre dos posiciones, siempre triunfa el  que cuenta con la habilidad, etnográfica se diría, cuando no comprensiva, de ponerse en el lugar del otro, en vez de someter al otro al lugar de uno, al lugar del propio yo.

Lo dejo allí.

Saludos y un fuerte abrazo

Julio Hevia»

 

 

 

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