Un problema de fondo, la ola de feminicidios

Escrito Por: Hugo Neira 1.131 veces - Oct• 11•18

A cada momento, los medios cumplen con ponernos al tanto de semejante horror. Las escenas de la violencia machista son abundantes. ¿Cómo olvidar a Arlette Contreras, de 25 años, que al huir de su novio, Adriano Pozo, en un hotel de Ayacucho, este la golpea, la ahorca a medias y termina por arrastrarla por los cabellos? La cámara de seguridad del hospedaje graba la feroz agresión. Esas imágenes se volvieron virales. Pero en los dominios del mal ¿cómo olvidar a Eyvi Ágreda, a quien Carlos Hualpa, un hombre de 37 años, le rocía combustible y le prende fuego al interior de un bus de transporte público? La joven sucumbe, semanas después, y muere tras varias operaciones. La agresión fue al rostro. No solo asesinato sino martirio. En cuanto a Hualpa, no es un arrebatado adolescente. El crimen lo comete a sus 37 años. Tampoco es un fracasado, es cocinero de profesión. En el primer caso citado, hay alcohol y anteriores delitos de violación. En el de Hualpa, una calculada barbarie.

El Poder Judicial informa que entre enero del 2017 y el enero del 2018, están en trámite 925 procesos por femenicidio, así como «24 mil 973 casos por violación de la libertad sexual» (El Comercio). Para colmo, los feminicidios han aumentado del 2017 al 2018. Es hora de preguntarnos de dónde viene el hábito de «pegar a la pareja». Y también se señala que un 60% de ataques a mujeres ocurre en los hogares. Y no tanto en calles o lugares públicos. Este dato agrava la problemática del femenicidio peruano. Ahora bien, los campesinos, tanto latinoamericanos como peruanos, abundantemente, han sido materia de estudio. El tema central: instituciones colectivas, ejidos mexicanos, comunidades de los Andes. El sistema de cargos, la organización aldeaña. «Dando la impresión de un mundo rural y estético, salvo insurrecciones y reformas agrarias» (Diccionario Bonte). Casi todo se ha estudiado, incluyendo el éxodo rural. Pero casi nada sobre vida conyugal, y menos el sexo. Es cierto que hay un estudio de Federico Kauffmann Doig, pero trata del Perú antiguo.

Sin embargo, hay un estudio sobre sexo en los Andes. Amor y violencia sexual, de Ward Stavig (IEP, 1996). El autor profesor en la University of South Florida. Una vez más, Julio Cotler, gran editor. Ocurre, pues, que ese riguroso trabajo se ocupa de la violación en la comunidad india, la homosexualidad, el incesto, la prostitución, el adulterio y la violencia. Nos importa porque las prácticas de vida del periodo colonial en comunidades y pueblos no se modificaron tras la Independencia. Las culturas andinas fueron lo que Lévi-Strauss llama «sociedades frías». De tiempo lento.

Stavig ha trabajado sobre archivos. Es cierto que Guamán Poma había dicho que las mujeres indígenas eran violadas por españoles, y «mujeres indias que eran desfloradas por yndios». En Quispicanchi y Canas, se había creado un fondo comunal de apoyo. Es significativo el aporte de Stavig. La sociedad posincaica tuvo hábitos sexuales diversos como otras sociedades. Se esfuma, pues, la idealización de lo indígena, literatura de los indigenistas. De esto nunca hablaron. Entonces, ante la mujer contemporánea y la negación de su libertad sexual, no es necesariamente un conflicto producido por la urbanidad actual. Tiene raíces profundas. El gran problema de la violencia sexual en nuestros días, ¿qué es? ¡Una crisis del varón peruano! El tema del feminicidio es qué le pasa al varón. Y de eso, hay mucho que decir.

En cuanto a la actual política del presidente Vizcarra, en el tema de la bicameralidad, simplemente es ininteligible.

Publicado en El Comercio, 11 de octubre de 2018

You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. Both comments and pings are currently closed.