Anticipaciones

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Nacional

Sabatina, 26 de noviembre del 2005

De los carismas líbranos, señor

Hugo Neira

Me hallo en el pasillo de una universidad, cuestión de fumar un habano y despejar la cabeza antes del curso. A mi lado un grupo de estudiantes comenta tal o cual candidatura presidencial en torno al asunto de si fulano o mengano tiene más o menos carisma que sus rivales. Alguien me pide opinión, pero se hace tarde, con el grupo nos encaminamos al aula, y la conversación se queda para las calendas griegas. Esa noche paso a explicar lo que toca según el sílabo, guerras de religión, Hobbes, el Leviatán, y la emergencia, a raíz  de los múltiples trastornos del siglo XVI al XVII, del Estado moderno. Pero me queda en el lado límbico del cerebro la espinosa cuestión de los carismas.

El término fue popularizado por Max Weber. Tomó entonces el sentido técnico-descriptivo que le asignaban los historiadores de la religión, vale decir, “el que lleva consigo la gracia”, un don de profecía, un mandato inexplicable. El poder carismático, después de Weber, y en su sociología de la comprensión, permite describir el carácter extraordinario de un conductor de masas. El carisma, si se posee, sobrepasa la simple simpatía o la popularidad. Weber no se detuvo ahí. El fenómeno carismático es una de sus tres formas de dominación. La primera, la tradicional, tiene como fundamento usos y costumbres. La segunda, la legal, tiene como base la creencia en la validez de la ley, y una cierta rutina administrativa (de la que carecemos). Pero su tercera legitimidad establece una forma de dominación temible y fascinante a la vez. La carismática reposa sobre la entrega de los partidarios a un jefe excepcional, o pretendido tal. Si fuese eso solo, Weber habría sido olvidado. Pero sus tres legitimidades (que son tipos de Estados) van lejos. No razonaba ni como jurista ni como moralista. El análisis del líder carismático se acompaña de la estratificación social y, a lo que voy, de una sociología de los afectos. En efecto, ¿quién determina quién es líder? Son los otros, no el que se proclama. Es la voz popular, lo digo con sorna, pensando en esos charlatanes que pululan en nuestro medio, componedores de imagen. El caso del líder carismático es un caso agravado, la confianza masiva suele volverse pasión intransigente. Tras todo líder carismático hay “una comunidad emocional” (R. Aron). El carisma moviliza no sólo la razón sino sentimientos, esperanzas. La dominación carismática es adhesión apasionada, colectiva, “una intensa proyección de los dominados”. El don carismático, desde luego, no se inventa. Hay, entonces, carismas y carismas, quienes buscan la salvación por la ley, otros mediante una dictadura. Carismas bondadosos, Madre Teresa. Y asesinos, Pol Pot. Nuestro recordado Alfonso Barrantes era carismático. Y lo fue Salvador Allende. Dime qué carisma buscas y te diré quién eres.

La reversión de la conceptualidad weberiana que aquí se propone no es inocente. Dice que el político carismático convence a los que ya están convencidos. La verdad monda y lironda es que los pueblos sólo se entusiasman si el líder no guía sino que es guiado por profundos deseos y anhelos de muchedumbre. Ahora bien, algunas de esas aspiraciones pueden  ser inconfesables, arreglos de cuenta, viejas heridas. En el fenómeno carismático hay adherencias emocionales. Ellas cambian con arreglo al tiempo, a circunstancias y clases. Hitler fue un hombre corriente, un soldado, un parado, un don nadie hasta su ascenso fulgurante, las que las masas brutales alemanas después de la derrota y la crisis económica necesitaban para entrar a matar al enemigo interno. Revisen a Hannah Arendt, la semejanza con el malestar de las masas peruanas es estremecedora. Perón fue el líder de los que se habían quedado fuera del banquete de la falaz prosperidad exportadora argentina, obreros a los que sindicaliza. En ambos casos, masas alemanas y argentinas tras políticas de distribución de tipo socialista, llegando de la mano de derechas compulsivas, una confusión. ¿Y qué fue Haya, su carisma? El concedido por obreros urbanos, cañeros norteños y estudiantes e intelectuales de clase media ante un sistema de partidos o clubes sociales que no les dejaban sitio. El aprismo, en sus orígenes, fue un movimiento antisistema, Dios me guarde de decirlo o de callarlo. ¿Y cuál es el mecanismo de identificación con Fujimori? En 1992, 1993 y 1995, el jefe necesario ante el acoso del senderismo. Pero identificarse con un estilo autoritario en plena guerra civil es una cosa. Otra cosa es hoy, después de la fuga y de que se sabe robos y crímenes, un bolsón de simpatizantes. En fin, no todo carisma es autoritario, en ocasiones es democrático, el de Gandhi, el de Churchill. Ahora bien, los Humala, ¿significa que tras veinte años de guerra civil queda lugar para un carisma violentista? ¿No han bastado 70 mil muertos?

Por mi parte soy candidato a nada, o sea libre, por eso puedo afirmar: no  hay uno sino dos autoritarismos rondando las urnas y ambos pudriendo cálculos electorales. Ollanta y un Fujimori ahora en apuros son distintos pero no por ello diferentes. “Fuhrer” gemelos, salidos de la impaciencia y la ausencia de política, no de su exceso. Vienen de ahí, de donde no ha llegado el presente Estado de técnicos un tanto ingenuo de estos años. O del deseo abierto de autoritarismo. La intención del voto por Ollanta, según las encuestas, lleva consigo masivamente militares y policías. Y de nuevo, los mismos equívocos en la blanda Lima. Arropan a Ollanta (no se trata de excluir, pero sí de profundas firmes) con la misma ternura suicida que años atrás, abrieron las doradas puertas de Palacio a un “chinito” aventurero y sinuoso. Ollanta, si no se aclara, es un nuevo salto a lo desconocido. ¡Pero por eso mismo es opción! Si las urnas lo confirman, no lloremos. Expertos somos en producir nuestras desgracias. Como esa necesidad de carisma, de jefe, de brutal conducción, a la que he dedicado estas líneas hostiles a la tentación del rebaño de la que hablaba Nietzsche.

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Sabatina, 19 de noviembre del 2005

Ollanta. Bonito, todo me parece bonito

 

Hugo Neira

"¿Andahuaylas, entonces, escena de asesinato y luego de mitin de campaña? Dos veces teatralidad. Opereta bárbara de quien luego se reclama presidenciable".

 

Ahora resulta que Ollanta Humala no es etno-cacerista. ¿No se ha enterado usted? No, ya no lo es. Tampoco tiene que ver con Antauro, su hermano en prisión. En el reparto de roles, a Ollanta le toca ahora el papel del que toma distancias y hace “deslindes”. En efecto, en el reportaje de Zenaida Solís (Caretas, 27 de octubre) dice todo eso y más. Resulta que ahora Ollanta tampoco tiene que ver con el periódico Ollanta. “No es mi vocero”. ¿Qué les parece? Ollanta Humala no es Ollanta Humala. ¿Qué es entonces?

¿Nacionalista? Para comenzar, presentarse como campeón del “patriotismo” resulta corto y abusivo, en materia de amor a la patria no se puede dar lecciones a nadie. ¿Como apóstol del antichilenismo? De nuevo fácil y ahora complicado, dado que en el tema extradición de Fujimori, el legalismo de Lagos resulta el mejor aliado del Perú. En fin, si por nacionalismo se entiende draconianas medidas anti-capitales extranjeros, idea que se asocia a esa propuesta, pues tengo entendido que Humala no. De muy buenas fuentes, Ollanta habría ido, y no por calles y plazas (y menos en Cusco) pero sí a un par de importantes embajadas, y en “reuniones cerradas”, todo lo cerradas que son esas cosas en Lima la chismosa, a decir nada que ver. Caballero nomás, no se preocupen.

Queda lo de etno-cacerista. Cabe recordar que cuando la toma de la comisaría de Andahuaylas, la opinión de Ollanta fue bastante incongruente: “Respaldo la toma pero deploro la violencia”. Pero hay otra razón para dudar. Ahora bien, si nada tiene que ver con la  sangrienta toma de esa pobre comisaría, ¿qué necesidad tuvo de abrir su campaña en el mismo puente de Andahuaylas donde fueron ajusticiados con alevosía y ensañamiento, según dicen los testigos, los policías, y eso, de manos de los soldados del humalismo? ¿Asesinados por esas botas que buscan votos, y que para eso, matan?

El hombre nuevo de masas de los totalitarismos, dice Hannah Arendt, cree en el crimen y en el delito como virtud política, y eso espera de los jefes. La atracción que ejerce el mal y el crimen en las muchedumbres –dice la mejor intérprete del mal hitleriano– es enorme. “El éxito de los hitleristas es haberlo entendido”. Cabe agregar a ese caudal de saber histórico la contribución vernácula. Fujimori enseña que el robo da frutos y el crimen paga. Los Humala nos vienen a recordar que las masas descompuestas y anómicas, “cuanto más informes” dice Arendt,  “más furiosas”  agradecen ese simulacro de justicia, la “ejecución”. ¿Andahuaylas, entonces, escena de asesinato y luego de mitin de campaña? Dos veces teatralidad. Opereta bárbara de quien luego se reclama presidenciable. Para los que se ponen a soñar que “masa rencorosa” es igual a revolucionaria cabe recordar que cuando son nazis, son violentas, pero en sustancia antirrevolucionarias.

Pero ¿qué puede anticipar por el instante Ollanta? No va a ponerse, pues, ahora a reiterar la promesa hecha de ejecuciones sumarias. Ni que en cuanto tome el poder, con urnas y movilizaciones, si eso ocurre, y un Congreso por entonces ya incendiado como el Reichstag alemán, con “Bowensiepen” de seguridad humalista, entonces, se ocuparán de vencidos y opositores. Tampoco Hitler dijo gran cosa hasta sentarse. Armó sus SA. Un poco de plata a los Humala, y tendremos reclutas por millares. Por el momento los “etno-guerreros” van de gorrita, chompa negra de asalto, ropa caqui y para que nada falte, botas. Esos muchachos, tan democráticos y tolerantes como se sabe, por Las Bambas, por mineras, ellos, en todo caso, ¿de qué protecciones gozan puesto que nadie los ha incomodado por andar vestidos de soldados? Creía, ingenuo de mí, que no puede haber dos ejércitos en un país. Los he visto en Ilave, en Juliaca, Ayacucho. Por todo lado esa secta armada, los “Freikorps” de Ollanta. ¿Quién en los altos rangos de la jerarquía militar protege a esas “secciones de asalto”? Tema turbio, y hubiera sido muy saludable que Ollanta acudiese al debate al que lo retó el joven Salinas, pero ni se dignó contestar. Sobre el proceso formativo del hitleriano-andinismo trataré en otra ocasión, ahora vayamos al hombre.

Ollanta, para la educación que ha recibido (Franco-peruano, etc) no es muy interesante que se diga. La verdad sea dicha, sin ánimo de ofensa, nada del otro jueves, anuda uno que otro tópico, no más allá de lo que diría cualquier hijo de vecino. Hitler era un orador sin par, no es el caso. Pero ¿esa debilidad no resulta su fuerte? A nuestro lumpenproletariado le agrada aquellos que no hablan bien, como el Chino sin ir más lejos. Por eso voy a otros méritos, no a los personales. Cuenta en su caso la percepción colectiva. Y Ollanta resulta entonces, más que un personaje, un síntoma. O si se quiere, por ser síntoma es personaje. No por lo que es sino por lo que la gente espera. Freud lo llamaba “desplazamiento”. Así, unos creen que encarna el magma de protesta, me falta espacio para explicar que no (los emergentes se apropian, sin Humala, de muchos y diversos espacios públicos). ¿Y que lo cree una parte de la arrinconada izquierda? Luego de internalizar el sentimiento de su propia incompetencia en materia de arrastre popular, lo ven como tabla de salvación. Una suerte de Sánchez Cerro de izquierda para el 2006. Entre tanto, Ollanta deja venir el pandemonio. Y avanza un poco como el cantante español Pau Donés de “Jarabe de palo”, “bonito, todo me parece bonito”, y cambian los extras, niños de colegio, una señora en silla de ruedas. Y hay quien aplaude. Ya tenemos al puro, al salvador. ¿Usted se lo cree? Yo no. El mal autoritario no tiene en Perú una punta sino dos, quienes quieren volver a Fujimori, gente no muy distinta de la que congrega –no tanto como se dice pero no poco como algunos creen– el disimulo de Ollanta. Los distingue la variedad del espectáculo. Con los Humala hay desfile. Con el Chino, tecnocumbia. Los reúne la  teoría del pueblo como víctima voluntaria.

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Sabatina, 16 de abril del 2005

¿Preparando el desorden? Voto en contra

 

Hugo Neira

"Mal votar y llevar al poder a sujetos que no lo merecen, pone a mucha gente a pensar, y en consecuencia, aumenta la capacidad crítica"

 

La política se ha convertido en un ejercicio de evasión.  Ahora se la quiere estrechar más. Está en marcha un procedimiento legal para convertirla en algo que se desconecte por completo del país real. Me refiero al proyecto constitucional de reducir al máximo el número de interesados, vale decir, de votantes. Pero esta finalidad no se propone de frente, a las claras, que va. El truco consiste en decir que no votar nos hará más libres. Son hábiles los partidarios del suicidio. La maniobra es sutil: el descontento de los encuestados sirve para que estos mismos se autoeliminen como votantes. El no-voto no es la libertad sino su contrario.

Se prepara un alegre desastre. ¿A qué me refiero? Ya Ántero Flores-Aráoz lo ha dicho con todas sus letras, cuando el voto deje de ser obligatorio, todos los sufragios serán un 7 por ciento. Ya me dirán  cómo se podrá manejar este país con mandatarios desprovistos de legitimidad. Presidentes del tres por ciento. Si el lector está a favor de que el virtual votante se quede en casa durmiendo la siesta el día de elecciones, y camarillas con camiones llenen lo que costó sangre y dolor conquistar, las urnas, pues adelante.

Es cierto que muchos no quieren volver a ir a votar. Sufragar suele ser el instante de un desacierto ¿y qué? Se sufre pero se aprende. La desilusión de estos últimos veinte años es la mejor escuela de civismo en un país que era electoralmente ingenuo. El actual voto obligatorio liga a millones de peruanos, quiéranlo o no, a los malos gobiernos que ellos mismos no cesan de elegir. Desengaños, desilusión colectiva, que hoy provocan un resultado paradojal y en nada negativo. Mal votar y llevar al poder a  sujetos que no lo merecen, pone a mucha gente a pensar, y en consecuencia, aumenta la capacidad crítica. Hay un ensanche de la conciencia colectiva. Todo menos que indiferencia, dice el vals. Pero no, ahora quieren librarnos de esa sana angustia. Vienen cuatro cubileteros de cuidado y le dicen a la gente, no voten, vayan a la playa el día de elecciones, no sufran ni se atormenten. Y como en este país si a los parroquianos se les da la ocasión, prefieren escapar que encarar, se explica el asentimiento. Encima con la huachafería de creernos ya norteamericanos. Ya he explicado que en Norteamérica votan 17 veces más que nosotros. También he dicho que no todo lo que es mandato o coerción, por serlo, es malo. La coerción es parte de toda ley y la norma.

No me hablen, pues, de las encuestas. Los individuos interrogados en ellas, tienen el desparpajo de responder que sí irán a votar cuando ya no medie la sanción de una multa. ¡Quién les cree! Y así, vuelvo a preguntar: ¿qué Estado peruano será éste sin sus poblaciones? Por lo demás, hay visiones del mundo y valores expresados como verdades a “priori”  tras esa aceptación. Una fe como teológica que asigna al mercado totalmente las decisiones. Olvidan que sin Estados fuertes y naciones ordenadas por leyes, no hay inversiones foráneas. Lo digo porque hay una opinión que no quiere ni Cámaras, ni Estado y ahora ni votos; se aspira al progreso material y el institucional los trae sin cuidado. Ahora bien, hay decisiones que las encuestas rechazan y son convenientes. El bicameralismo es una de ellas. En fin, estoy entre los que piensan que el voto, aun contrariado, es un recurso para criticar las ineficiencias, y que  derogarlo es privar, en el estado actual de cosas, a las poblaciones de ese medio.

Quiero concluir: el potencial de destrucción radical de esa reforma es extremo. Escinde de raíz país real y formal. Nadie quiere obedecer, y sin embargo vamos a ahondar la anomia y la esquizofrenia. En efecto, si la característica más destacada de nuestra situación es el estado de inestabilidad, ¿cómo a algunos puede ocurrírseles pensar que lo mejor es eludir, esquivar, zafarse de la representatividad masiva? Qué error. Las gigantescas placas movedizas, esa tectónica de placas de los movimientos populares espontáneos, que de Ilave a Andahuaylas reemplazan las urnas por la llanta quemada y el paro indefinido, va a proseguir. ¿Qué autoridad le dejan, para negociar, a quienes provengan de urnas vacías y desoladas salas de sufragio? El disparate es colosal. El atractivo del no-voto no pertenece a la razón.

PD. Escribí este artículo antes del voto contra la bicameralidad. Se ha cedido, la opinión suele equivocarse, es el caso, pero ha faltado coraje democrático para enmendar el error colectivo. Lo que la calle quiere no es este sino ningún tipo de congresismo. Las encuestas son la dictadura del lumpenproletariado. Los Humala seguirán avanzando sobre el fondo del ruido político de la República de Weimar, del desorden, que es lo que ahora somos.

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Sabatina, 04 de diciembre del 2004

De indios y batallas

 

"A Eliane Karp de Toledo, por dimes y diretes con la prensa,
era probable que el cuarto poder le pasase la factura"

Hugo Neira

Tiempo sin tiempo del Perú, realidad inmóvil como el jinete de una novela de Scorza que igual galopaba y se quedaba en el mismo sitio. Sin embargo, dos libros tocan el Perú de manera estremecedora. Son lectura y debate de urgencia. De toda urgencia. Quiero comentarlos, me parecen obras vinculadas aunque vengan de personas y motivaciones diversas. La primera es de la doctora Eliana Karp de Toledo (1). La segunda de José Luis Rénique (2) profesor en el Lehman College y la Universidad de Nueva York quien vendrá a Lima para la presentación. Los dos en la PUCP, en Camino Real. En fechas distintas, obviamente. La una es propuesta de inclusión social de "los pueblos originarios" hasta el momento desatendida por el Congreso. Es decir, el yo escindido de los peruanos se prolonga peligrosamente. La otra es historia político-social hasta ahora ignorada, de cómo Sendero no entró al Altiplano. Entre ambos trabajos hay lazos, más allá de la voluntad de sus autores.

Rénique ha consagrado años y pesquisas a esa obra densa, documentada. La ha llamado La batalla por Puno pero es mucho más que eso. Su temática desborda la historia interna del Altiplano de la que, sin embargo, trata. Es modelo de análisis y a la vez excelente informe. Por lo primero, ojalá hubiera una historia social de esta calidad y franqueza para cada uno de los grandes valles conflictivos de nuestra desvertebrada nación. Para el Mantaro. Para Cajamarca. Por lo segundo, es vademécum, inapreciable guía de viaje. Confieso llanamente que La batalla por Puno de Rénique es consulta que me la llevo en cada viaje a Puno y a otros lugares de conflicto en los Andes. Vaya por delante esta personal confesión.

La batalla por Puno es historia en sístoles y diástoles, como las del corazón. Desde los primeros indios e indigenistas del XIX a las leyes sobre comunidades con Leguía. Y luego, de un tiempo de ‘impasse’ dice el autor, unos cincuenta años, así somos, nos dormimos. Y luego de Juliaca y su política chola (p. 157) a las reformas de Velasco. Lo que sigue en el relato es lo mejor, los Andes rojos posvelasquistas: comunidades aimaras que deshacen las SAIS y las recuperan para sus campesinos. Es decir, "tomas de tierra", hablando sin tapujos. La parte III y IV es culminante: el Altiplano no fue un segundo Ayacucho. En efecto ¿por qué Puno escapó a la cuarta espada desenvainada? Si alguien se hace el que no sabe, ahí está el inmenso expediente de las luchas sociales en Rénique. Lo digo con mala leche: hay gentecita de televisión que se hacen los locos y que quieren meter hoy en el mismo saco a los senderistas y la izquierda que los combatió. Rénique y el testimonio de "la izquierda legal". Es decir, gente del PUM, y de VR. No sólo ellos, claro está. La voz de eclesiásticos, comuneros, hacendados. Libro de etno-historia. Nada menos que 55 entrevistas. Y un recurso clásico, las notas de campo.

A Eliane Karp de Toledo, por dimes y diretes con la prensa, era probable que el cuarto poder le pasase la factura encogiéndonos de hombros sobre sus trabajos. Y es lo que ha ocurrido. De la presentación sólo se ha comentado con chistecitos. Lástima. Su último libro trata de un tema para el Perú sencillamente capital. Lo dije, de viva voz, el martes pasado. Son 19 textos, nacionales e internacionales, que majan incansablemente en un punto: hay que incluir y no excluir a los pueblos indígenas. Majar: machacar. No digo que sólo se hable de eso, tiene muchas otras ideas (megadiversidad, ecoturismo) pero lo central que regresa una y otra vez es los derechos de los indígenas. Karp es testaruda, tanto como la realidad institucional que se le resiste. Que yo sepa, la propuesta de una reforma de la Constitución para incluir los derechos de los pueblos, arrastra los pies. No parecen estar poseídos por la premura, los congresistas, pese al incendio andino.

En resumidas cuentas, la batalla de Puno se ganó ayer políticamente. Comunidades aimaras y las izquierdas no-senderistas, se opusieron (José Luis Rénique). Por otro lado, hay urgencia de legislar (Eliane Karp). Por mi parte y libremente añadiré: el tema indígena, o como lo llamen, lo resolvemos entre todos o este país que es el Perú se parte en dos o más partes. Los Estados pueden fraccionarse, dividirse, quebrarse. El asunto de lo que llama Eliane Karp los "pueblos originarios" es perentorio reclamo de ciudadanía. Y como los aimaras están en la frontera sur, se vuelve geopolítica. Ay del Perú, ay de esta patria inconclusa con vecinos poderosos. Si los que llamamos indios no se hacen peruanos —incluidos y a la vez en su propia cultura— adiós futuro. ¿Quién ha dicho que las naciones son inmortales? Diez o quince años a lo sumo, acaso menos, antes de la gran implosión. Castigo a nuestra desidia.

PD.
(1) Eliane Karp de Toledo, La diversidad cultural y los ciudadanos del sol y la luna, Despacho de la Primera Dama de la Nación, noviembre del 2004,  231 p.
(2) José Luis Rénique, La batalla por Puno, conflicto agrario y nación en los Andes peruanos,  IEP y Sur, Casa de Estudios del Socialismo, julio del 2004, 457 p.

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Sabatina, 18 de diciembre del 2004

¿Inviabilidad de países pequeños?


INTEGRACIÓN. Los pueblos de Juliaca, Puno, Chucuito, Ilave y Pomata se mueven de un punto a otro con extrema facilidad. Una meseta donde no hay obstáculo ni relieve, sino más bien rápidas carreteras que los unen.

 

Hugo Neira

Un rumor atroz recorre tertulias y conversaciones, un fantasma, una temática futurista y angustiante, está en los comentarios de graves politólogos y ahora invade las redacciones, se vuelve pregunta a este cronista. ¿El Perú es inviable? ¿Realmente, seremos por azar los peruanos los que confirmarían la profecía desesperada de Simón Bolívar para el conjunto de la América ex española? "Son los pueblos los que arrastran a los gobiernos a la tiranía. El hábito de la dominación los hace insensibles a los encantos de la libertad. De América sólo se puede hacer una cosa, emigrar". Bolívar dixit. Hoy parece que en Washington ya no somos tratados como países subdesarrollados o en vía de desarrollo. Resulta ahora que somos "inviables". El tema de nuestro futuro se devalúa. El porvenir ya no tiene ranking.

¿Será así? Los españoles tienen una frase para tan negros augurios, "irse a criar malvas", o sea, irse al cementerio, de una vez morirse. Los franceses, "poner la llave de casa bajo el felpudo". Los argentinos solían decir, con un gran cartel en el aeropuerto de Ezeiza, "el último que se vaya, que apague la luz". El rumor, con todo, me parece una continuidad de una de esas discusiones aéreas que visten tanto en nuestros seminarios de ciencia política, "fin del Estado-nación y globalización". Gente con muy poco peso y menos sesos disertan hasta el hartazgo, sin reparar, ilusos o despistados, que en el centro del sistema capitalista mundial, vale decir, la Unión Europea y los Estados Unidos (a lo que cabe agregar China, India, China y Brasil), nadie arría bandera ni desarma Estado ni licencia funcionarios públicos ni envía ejércitos a su casa, al contrario.

Muy bien, ¿qué es lo que debemos hacer de inmediato? Bajar la bicolor ¿y qué ponemos? ¿Una nueva bandera, algo así como las siglas de la Multinacional minera más platuda y un símbolo local al lado, el guanaco o la yuca, de grata recordación por lo acaecido en el decenio anterior? ¿Instalamos el "spanglish" como lengua neo-nacional, y declaramos, como lo pretende ya un nuevo partido político peruano, nuestra candidatura al 51° estado de la Unión? Y no porque nos vendamos por tan poco estemos seguros que nos admitan. ¿En qué suerte de nueva Dakota (por lo de los indios) nos quieren volver los apresurados partidarios del fin de las patrias y las naciones? ¿Los que difunden la ideología sin alma del liberalismo transnacional sí tienen patria, la Unión, cuya bandera adoran, y los periféricos "inviables" no tienen derecho a una?

Si esta misma pregunta –es viable el Perú– se me hubiera hecho hace unos pocos meses, acaso, lo confieso, esta crónica estaría cargada solo de tintas negras, y hasta rojas (porque una inviabilidad futura implica la implosión con sangre del país). Pero he estado viajando. Haciendo lo que sabemos hacer antropólogos y sociólogos, examinar escenarios de conflictos.

Esto ni siquiera es ciencia, es sentido común. Estuve en Puno, en Ilave. No develaré ni en esta crónica ni en subsiguientes el grueso de mis pesquisas, no antes de librarlas a quienes les pertenecen, un fondo de investigación universitario. Que se tomen, pues, como lo que son, "impresiones". La que me dio Puno, sus ciudades en torno al lago y su intensa vida comercial y política, no es la de un lado arcaico del país. En efecto, la palabra Altiplano evoca un circo de montañas, ellas existen, pero están lejos. Más descriptivo sería decir mesa, meseta, o como los mexicanos, hablar de llanos. Eso es Puno, una gigantesca planicie, y sus millares de comunidades, un llano mexicano en lo alto del Perú. No hay obstáculo ni relieve, rápidas carreteras. Juliaca, Puno, Chucuito, Ilave, Pomata. La gente a la que entrevisté, dirigentes campesinos, alcaldes, profesionales, maestros de escuela, ex diputados, se mueve de un punto a otro con extrema facilidad. El fin de semana muchos van a Tacna, a Moquegua. Donde los agricultores puneños han comprado tierra. En Puno se mueven más que en la enorme Lima.

Es sorpresa que Puno tenga más comunidades reconocidas, unas 1200 sobre 5,680 (en 2003). La comunidad, dice Víctor Caballero en un informado trabajo, "es la mejor forma de poseer un pedazo de tierra sin temor a perderlo". La sorpresa es que nuestras categorías corrientes que separan ciudad y campo dejen ahí de tener sentido. La sociedad rural se ha urbanizado. En las inmensas comunidades se han multiplicado "los centros poblados". La otra comprobación que ya llevaba en mis notas, gracias a la información de amigos como Fernando Eguren y Ernesto Sueiro, es que la agricultura ha perdido importancia, existe pero simultánea a la cría de ganado, el comercio, y la búsqueda de empleo urbano. En suma, las reivindicaciones desde el poder comunal, son por acceso a educación, a salud. Son modernas. Dejemos de soñar, dejemos de mentirnos. Lo dije en una entrevista para la revista Quehacer, la paradoja del Perú actual es que lo arcaico viene a ser ahora el Estado desorganizado. Arcaica la frivolidad del debate político en la Lima bizantina. En suma, la viabilidad del país pasa en que la clase política no vaya a ciegas como ahora va, y que acaso, desde alguna membresía saludable que le quede, surja otra clase dirigente, y otra lectura, y otra agenda, y otra voluntad, desde un Estado fuerte y democrático, la respuesta consensuada a esa revolución a cámara lenta que ya ha comenzado. Imparable.

La relojería del Departamento de Estado ya nos ha augurado en el pasado situaciones nunca cumplidas. En los sesenta, por ejemplo, los expertos americanos apostaron a que las clases medias iban a cambiar este mundo latinoamericano, y que eran democráticas. Fue un postulado empírico profundamente errado. De las clases medias salieron los extremismos, las masas chilenas pinochetistas, los guerrilleros tupamaros de uruguayos y argentinos. De moderados nada. Por lo demás, los americanos siguen a sus profesores con la misma credulidad que los musulmanes a sus profetas. No solo se equivocan, sino que se reciclan. Sin duda alguna, somos una sociedad particularmente difícil, conflictiva, pero los modelos explicativos que vienen del Norte, hace rato que no atinan. Los americanos ¿están preocupados por nosotros? Pues bien, también andamos en Latinoamérica preocupados por ellos. No es un buen síntoma que 52 millones hayan vuelto a elegir a Bush. Reiteran su confianza a quien ha faltado a todas las normas de verdad. Sí, en el mundo entero, nos preocupa la salud de la democracia americana: libertades civiles recortadas, controles policiales, mantenimiento artificial del terror, una situación denunciada por órganos de prensa como el Washington Post e intelectuales libres. La amenaza de Bin Laden sirve de pretexto. No sé quién es más inviable. Admiremos la gran nación americana, pero no como Imperio. "Que despierte el leñador", decía Neruda.

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Sabatina, 16 de octubre del 2004

CADE. Lo perverso nos parece normal

 

Hugo Neira

Una mañana muy de mañana, al teléfono Moisés Lemlij. "¿Has visto la convocatoria del próximo CADE? Invitan a Carlos Salinas de Gortari". Medio somnoliento le respondo que es un poco temprano para bromas, y un rato después, paso por su consultorio y me alcanza un recorte del diario El Comercio. La verdad es que me quedo pasmado. A toda página se anuncia a cuatro presidentes, Lagos de Chile, Uribe de Colombia y Toledo del Perú. El cuarto en la cita de Trujillo es nada menos que el mexicano Carlos Salinas de Gortari. Un postón dice "tienen en común".

El genio que ha concebido semejante publicidad para ese CADE se ha lucido. En Internet se puede leer: "Carlos Salinas de Gortari desapareció del país en medio de graves acusaciones de corrupción como el blanqueo de dinero, enriquecimiento inexplicable, fraude electoral y asesinatos". El mexicano se halla en una lista de ex presidentes corruptos latinoamericanos como el brasileño Fernando Collor de Mello, el venezolano Carlos Andrés Pérez, o el guatemalteco Jorge Serrano Elías. Ese descrédito no es ningún secreto: www.mapinc.org/drugnews.

La figura de Carlos Salinas de Gortari evoca dos cosas. Por un lado, su política de privatizaciones, unas 2’500 empresas públicas mexicanas, entre 1988 y 1994. Lo que también evoca es la prisión de su hermano Raúl Salinas vinculado al asesinato del líder Luis Donaldo Colosio, la enorme fortuna amasada, la fuga de México para ir y comprarse un castillo en Escocia. Los organizadores del CADE evaluaron, por lo visto, lo primero y desestimaron lo segundo. El mexicano es, sin duda, un globalizador. Pero también un delincuente. Esa invitación del CADE no es un desliz. Es un acto fallido.

Debe inquietarnos más que otros asuntos de estos días. Más que la interminable fuga de Schütz. Más que la impunidad del congresista Mufarech dada la alcahuetería de las otras bancadas. Más que el periodismo de "investigación" que a su vez se cree impune. Salinas de Gortari no pasará discretamente por el Perú, no. Será huésped de poderoso caballero, Don Dinero. Traerlo, y así, por todo lo alto, no es invitar únicamente a un ex presidente que fuera actor en un giro hacia la economía neoliberal. Este cronista no va por ahí. Tal vez al sobre-endeudado México no le quedaba otro remedio. Me escandaliza que traigan a un operador notorio del capitalismo mafioso. A un experto, y no de los improvisados, en la criminalización de la finanza. En otros lugares más sensatos a Salinas no se le invita, se le estudia. Su caso explica cómo la narcomafia entra en relación simbiótica con las estructuras políticas. El CADE puede, por cierto, agasajar a quien quiera. Y nosotros, libres de interpretar. Salinas de Gortari en Trujillo, con la flor y nata del empresariado quiere decir, sin tapujos, business is business. O en lenguaje más trafero, "así es la cosa", y "todo vale". México, por lo visto, a algunos les parecerá ejemplar, millones del Triángulo de Oro de la heroína de Tailandia en la compra de empresas públicas mexicanas. Pero la arrogante invitación de esa fiesta trujillana es un baldazo de agua fría.

En el momento en que, a duras penas, una cultura de la anticorrupción se pone de pie en este desmoralizado país, el próximo CADE viene a decir lo contrario: el crimen paga. Y a los cuatro vientos, con avisos de a página, queremos un Salinas de Gortari. Queremos un capitalismo a lo Putín, el ruso de sólidas mafias. Queremos un Fujimori. Se agradece tal franqueza, aunque estremezca. Todo esto nos ha vuelto un país con achorados de abajo, por hambre, y achorados de arriba, y de señorial cinismo. Y entre unos y otros, 27 millones de peruanos. Admito, en teoría, que no hay sistema capitalista moderno absolutamente honrado y que un cierto grado de inmoralismo acompaña a la elite del poder, pero –conviene subrayarlo– como una fracción de los negocios, no como regla dominante. El camino mafioso al desarrollo no existe.

Curiosa, con todo, la manera de comprender la globalización. Aquí no se ha leído y menos entendido a Max Weber y el lazo entre la ética puritana y el origen del capitalismo. En cambio se ha visto y revisto El padrino de Coppola. Sobre la presencia de Salinas de Gortari en el CADE, rompí los fuegos en la televisión, hubo un artículo de Alfredo Barnechea y una columna de Mirko Lauer. Pero los colegas de Caretas lo acaban de entrevistar centralmente, lástima. Corre el rumor que no vendrá Lagos. No somos pocos los que ante esa cita sentimos vergüenza ajena.

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Sabatina, 19 de junio del 2004

El entrampamiento

 

Hugo Neira

Transición fue la salida de un régimen autoritario. El fujimorismo más que una  dictadura abiertamente represiva fue una abiertamente corruptora. No digo que no debemos intentarla una segunda vez, una tercera, en esa transición permanente que es nuestro destino, desde Bolívar hasta nuestros días, pero al menos tengamos el coraje de mirar cara a cara el nombre de nuestra zozobra actual. Y es la siguiente: la sociedad peruana, en un lapso breve, intenso, ha sido envuelta en sendos proyectos totalitarios. El primero, el senderismo. El segundo, el fujimorismo. En el tiempo denso de unos cuantos años, el país ha librado dos veces batalla con la bestia apocalíptica, con el mal total.  Y por dos veces, sin que sepamos bien cómo, ha vencido. Ese es el tema central y no otro. Pero, "lo delectivo socialmente existente" ¿qué lo explica? ¿Solamente la sociedad desigual y empobrecida? ¿La desarticulación extrema del tejido social?  Ninguna de estas explicaciones me convence del todo.

Nadie fue tan lejos como Fujimori en vincular criminalidad y poder gubernamental. Eso no fue sólo neopopulismo ni simple autocratismo. Tampoco Sendero puede cotejarse con otros movimientos políticos. Hay en Perú, una originalidad en el mal. Así, está en marcha una República procesal.  Viviremos una Transición como traumatología, vasta sala de recuperaciones de instituciones lisiadas. Pan amargo de la información: cada mañana viviremos con la novedad de sucesivas ruindades. Lo peor que ahora puede ocurrirnos es tener una transición únicamente política. Sin que el descarnado análisis sin que lo que significa esa enfermedad del fujimorismo llegase a esclarecerse. Algo de eso pasó con Sendero, los estudios proliferaron mientras fuera amenaza. Sin embargo, el senderismo expresó un tipo de problemas en el campo y entre los jóvenes universitarios. Y el fujimorismo su faz contraria, la enfermedad del laxismo moral en las capas medias y altas. Es decir, en  el país moderno. Lo diré sin tapujos, necesidad de un guía curiosamente no excepcional, alguien como todo el mundo, como  somos o creemos que somos, es decir, un presidente que hable mal, que no sea culto e inclusive, secreta, de modo inconfesable, que sea un poco inmoral. Con tal que haga obras. (Carreteras y colegios que se caen luego a pedazos). Un presidente achorado. ¿Quién ha dicho que todo lo que viene de abajo, de lo popular, es necesariamente progresista o de izquierda?

Acaso ocurre que se rompieron con la des-reglamentación globalizada, los viejos lazos partidarios y sindicales, y las lealtades clasistas. Y se acabaron los sermones laicos de un Haya de la Torre. De un Belaunde. Hernando de Soto tuvo el talento de mostrarnos cuanto el informal era un productor. Pero nadie se ocupó, entre tanto, de formar  ciudadano. Así, se vota por un nuevo patrón.  Para vencer un mal, se cae en otro. Habrá elecciones en abril. Pero no se sabe por quién votará la tendencia "hay que hacer obras aunque roben". El partido inmenso, anónimo, que apoyó a Fujimori. Así, en esta Transición por colapso  o fuga (*) más allá del valor de la indignación, se trata de luchar contra el mal peruano, aquello que origina Sendero, que origina el fujimorismo, y lo que vendrá. Sería un error pensar que la Transición es solo un asunto de agenda de gobierno de unos o de otros. Es ocasión excepcional para pensar la política misma: nuestros usos y costumbres. La sociedad está tan descompuesta como el traumatizado orden jurídico que no alcanza a representarla.

(*) Este artículo, aunque más extenso, fue publicado por la extinta Debate. Cabe señalar: antes de las elecciones de abril del 2001. Tiempo inmóvil del Perú: el fondo de la cuestión no se ha movido. Ha empeorado.  Estado y sociedad, democracia y pueblo, lo de arriba y lo de abajo siguen sin encontrarse. Al contrario, se abren abismos: Ilave.

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Sabatina, 24 de enero del 2004

Colegio de México: Admirable e imposible (II)

 

Hugo Neira

¿Qué son esos Colegios que coronan una cultura? ¿El de Francia, el de México? ¿Acaso, el del Perú? ¿Qué hacen, para qué sirven? Comencé la semana anterior, y prosigo.

El Collège de France no otorga título alguno. No forma. Para eso está la arbolada frondosa de Altas Escuelas, Institutos Universitarios de Tecnología (¿qué es eso?) y las Universidades. Lo que imparte el Collège es una visión de frontera o discusión de los principios mismos o epistemes. Europa forma a la vez especialistas y lo que Savater llamaría "todistas". Uno de los libros del célebre Edgar Morin, aquí un desconocido (*) trata del uso de "conceptos operativos transversales" (Relier les connaissances, Seuil, 1999) ¿Transdisciplinaridad en la educación? En América Latina sería exceso y con razón: no se puede colocar las traviesas o maderas de las líneas férreas sin asentar los rieles. En eso estamos.

El que sí otorga títulos es el Colegio de México. En historia, lingüística, literatura, economía, demografía, sociología. Licenciaturas y doctorados muy apreciados y exigentes, pregunten a Osmar González qué tiempo le llevó el suyo. Pero de la misma manera que el Collège es un monumento institucional resultado de una singularidad histórica, la francesa —la idea de distribuir cultura y conocimiento viene del Despotismo absoluto, de sus Monarcas, no se esperó la República— el Colegio de México también tiene raíces y motivaciones que no existen en el Perú. En México, el Estado para legitimarse se ha apoyado en artistas e intelectuales, es decir, el revés del caso peruano, en donde el escritor, el sabio o el erudito fue tratado como potencial enemigo. Que lo diga Sánchez, a diez años de su muerte.

México es nuestro par contrario. ¿Por qué lo ignoramos? Porque, abrumados con nuestro retardo o deslumbrados por los Estados Unidos, ignoramos la historia de la América Latina. En mis clases, un silencio entre culposo y a veces estupefacto acoge la explicación sin trampas ideológicas de la historia contemporánea de México, a partir de esa revolución de 1910, que, según la comunidad de historiadores y no el capricho del docente, es la única verdaderamente popular en la historia de nuestro siglo XX. Ni Emiliano Zapata ni Pancho Villa salieron de alguna vanguardia o elite. No fueron al pueblo como nuestros revolucionarios, venían de él. Acaso eso explica, como insiste Octavio Paz, que, más que socialista, la revolución mexicana fuera libertaria. México construye en el siglo XX varios progresos que ignora el resto del continente: identidad, Estado, legitimidad y un desarrollo industrial que, si bien se detuvo en los ochenta, deja un país moderno capaz incluso de ser socio de los Estados Unidos, con todo lo discutible que ello sea. A lo que voy, escritores, maestros e investigadores mexicanos tienen posibilidades con las que ni soñamos. ¿Saben que en México existe un sistema de becas para gente grande que le llaman servicio nacional de investigación, o algo por el estilo, y reciben una buena renta unos dos mil mexicanos y mexicanas, para poder trabajar libremente en lo que les parezca? Un Colegio Nacional de México: con gente rentada, desde investigaciones en física hasta bellas artes.

El chileno Forch me preguntaba: – "Hugo, si no fueses peruano, como estudioso, ¿en qué país de América Latina te hubiese gustado nacer?" Me lo pensé no mucho: -"En México". Forch se echó a reír y, con todo lo chileno que es, me dijo: – "Yo también". Comprendan, pues, lo que quiero decir, el Colegio de México como modalidad es un lujo mexicano. Lo digo con admiración, no podemos imitarlo, un clamor se alzaría de nuestras universidades privadas y estatales. ¿Cómo gastar en una suprauniversidad cuando no hay plata ni para las actuales? ¿Entonces qué? La solución que propondré es otra, mucho más sencilla y acaso fructífera. Pero en la amplitud de otra sabatina.

(*) No se conoce ni a Morin ni a Kriegel, Stengers, Fitousi, Deleuze, Guattari, Lefort, Ozouf, Todorov, Hassner. Para las derechas intelectuales, "no son norteamericanos". No visten. Para las izquierdas intelectuales, "no son marxistas". El fantasma del revisionismo. Los que se conocen, Bobbio, Vattimo, llegaron, me temo, por vía de asimilación americana. Sin embargo, en los Estados Unidos devoran lo que llaman "el pensar continental". Aquí no. Es la no-lectura de cuarenta años. Acaso un Colegio del Perú podría rectificar esa pereza y tales prejuicios yendo a las fuentes mismas.

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Sabatina, 03 de enero del 2004

¿2004 ó 2006? ¡Dios santo!

 

Hugo Neira

Al nuevo año político no lo podemos recibir como en los viejos calendarios que saludaban al que se iba bajo la alegoría de un hombre viejísimo de lenguas barbas y ropa blanca, muy parecido al mago del Señor de los anillos de Tolkien. Viejo pero cumplido. No es el caso. Muchas cosas deja el 2003 sin empezar. La agenda política es un astillero en paro: reforma tributaria, regionalización, reforma constitucional, fuerzas armadas. Demasiado. Para muchos el año que entra, más que un bebé, tiene aire de mayorcito, un anticipado 2006. Comento un poderoso rumor, sin compartirlo.

No dejaremos por ello de mencionar la macroeconomía, que va bien, aunque, como dicen los especialistas, "tarda en chorrear". Ni se dejará aquí de decir bravo por "las salvaguardias de transición", o sea, las importaciones de confecciones chinas pagando un mayor impuesto. Por una vez nos portamos como un país adulto, igual que los grandes cuando cierran su mercado por un rato, como los americanos para darle tiempo a su industria de acero. Mucho de valioso tuvo el accionar del presidente Toledo, cito en desorden, la transferencia de macroproyectos a regiones, el reconocimiento a la CVR, la reposición de 25 mil despedidos por Fujimori, y, sin duda, los provechosos viajes por Asia y Europa, aunque los reventaran las declaraciones de su media naranja, que él mismo tuvo que corregir y enmendar. ¿Qué no va?

No va su partido. La lista de escándalos, de autogoles posibilistas llena el resumen del año 2003 de todos los diarios limeños. Y "En Rueda de Prensa", el domingo pasado planeaba un fantasma, la vacancia presidencial para este 2004. Ni los comentaristas la quieren, menos este cronista, ni nadie, pero es lo que puede ocurrir: un remezón social + varias regiones en paro, y adiós. Juan Paredes decía aquella noche una cosa tremenda: "El peor enemigo del presidente Toledo es Perú Posible". De memoria nuestra, y eso que uno peina ya sus canas, nunca ha pasado cosa tan estrambótica. Los odriístas no le movían el piso al General, ni los pradistas a Prado ni los belaundistas a Belaunde. ¿Qué pasa? ¿Saben muchos que en las próximas elecciones no les eligen ni los discapacitados, con perdón? Y entonces, ¿ahora o nunca? ¿Chamba o muerte, venceremos? ¿Causachu Waisman?

Otro problema, la agenda presidencial. ¿Conducir el Estado, gobernar con ministros y salvar su partido, donde precisamente tiene sus peores enemigos? Como decían las abuelas, no se puede perseguir tres liebres a la vez. Lo sensato sería un Presidente abocado a las grandes tareas. Al TLC, que sería una bendición. Que dejara que el Premier se ocupe de lo inmediato, para eso está. Y tomara sus distancias o, por último, mandara al diablo, sí al diablo, a ese partido aluvional que tanto daño le hace, la nación se lo va a agradecer. Gobernar para los peruanos. El inmenso caudal electoral y de simpatía, del que ahora nadie enteramente goza, se halla en la indeterminada masa sin lealtad partidaria. La misma que lo llevara hace dos años al poder. ¿Qué eso no se hace? Sí, hombre, se hace. Fujimori, con Cambio 90. Mitterrand con los socialistas franceses. Un estadista suele ser un egoísta trascendente que piensa en la nación.

En la sumaria historia de la presidencia toledista, fuerza es reconocer la paradoja de una impopularidad sin duda inmerecida, pero acaecida por actitudes que en Palacio juzgan "intranscendentes" y que desde el salario presidencial (rebajado varias veces) a la obstinación de echar la culpa de la mala imagen al complot de la mafia montesinista y a la oposición se exime de la propia fabricación de inestabilidad, de "chuponeos" en Palacio que quedan sin explicación, a pesar del "caiga quien caiga". Todo eso se acumula y resta. Sin duda, la baja en encuestas no es causal de vacancia. Pero la calle, señores, dice otra cosa. No comparto esa expectativa, pero eso no me impide reconocer que existe. Profecía autorrealizada si no hay las necesarias enmiendas.

Por lo demás, Palacio siempre ha sido algo más que oficina, también corte. Quiero ser enfático, el presidente Toledo no es un corrupto y no estamos en la época de Fujimori. Pero los problemas de Palacio son ahora otros, cierto aire, un estilo como descolgado y medio ido (a pesar de los buenos asesores), sin conexión ni intuición de lo que se siente realmente en este país de pobres de solemnidad. Ocurre que el país sufriente desaprueba a quienes viven a modo de expertos internacionales del Banco Mundial —altos salarios y balnearios en mares calientes— y no como gobernantes venidos del pacto del voto y de un vínculo no sólo de trabajo sino sentimental. Piden una manera de ser. Quiere el pueblo un Barrantes. No sólo el origen humilde sino el gasto modesto. De lo contrario, aunque trabajen para los "pobres", y juren cargos en su nombre, la corriente no pasa. Lo digo una vez más, aun si clamo en el desierto.

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Sabatina, 13 de diciembre del 2003

La tentación del fracaso

 

Hugo Neira

Reunión con expertos de los países andinos. Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia. Reunión cerrada. Exposiciones concisas. Cafés y cuarto intermedio. Discusiones. Un hotel miraflorino. Todo un sábado, mañana y tarde. De modo que en Ecuador el movimiento indígena (que no indigenista) está inserto. Incluso la Constitución le da espacio desde 1998. Alguien nos explica el caso boliviano. Otro caso de inserción de fuerzas sociales indígenas en el sistema de partidos. Así, Evo Morales no es ningún "outsider", las encarrila. Me digo in pectore, que David Oppenheimer en su columna en el The Miami Herald repite fantasías ¿"Mesianismo indianista"? No hay trazas. Los expertos de proximidad señalan otra cosa: turbulencia e inclusión.

Otro tipo de reunión, otra inmersión. Fuera de Lima, al centro del país. Atravesar montañas. Desde hace un tiempo, el diario El Comercio convoca unas Audiencias. Francisco Miró Quesada Rada me invita a la de Huancayo. Asisto a una asamblea abierta muy preparada desde hace meses. Una gran sala de la ciudad huancaína reúne unas 400 personas. Entre ellas, 18 Alcaldes, el Presidente de la Región, Manuel Duarte Velarde, y el Alcalde de la ciudad, y gente de las ONG, de la sociedad civil. Participación ciudadana. Una señora, llegada expresamente de Satipo, cuenta los problemas de su comunidad. Un clima de orden tenso, los graves problemas regionales son expuestos con claridad, sinceridad y fuerza, las autoridades toman nota aunque de paso reciban críticas. Por mi parte, me instalo en una butaca, y no en el estrado, y tomo notas. He venido a escuchar, a aprender. De todos los problemas el que más me impresiona es el ambientalista. El río Mantaro está muerto, biológicamente hablando. Los deslaves mineros. Desde hace decenios. Ausencia de Estado peruano que imponga la obligación de un trato especial con las aguas industriales, métodos sin duda caros pero posibles.

En la noche, casual encuentro con un muy informado amigo. Ocurren cosas en provincias. Proyectos en marcha que las regiones asumen. La descentralización, o sea, los gobiernos regionales, han acercado el tema del poder. Como quien diría, el techo del Estado está ya más bajo. El Estado no es ya una abstracción. La cosa, por cierto, tiene doble filo. Pienso en la asamblea de Huancayo de la región Junín, durante la "Audiencia" que Paco manejó con mano maestra. Cuando comenzaron los silbidos a un Alcalde —nunca faltan— intervino. "Esos sonidos están de más. Las ideas se exponen, no se imponen". Con todo, la queja de la gente, sería temerario si no se escuchara. A propósito, fueron invitados congresistas, ya van cuatro Audiencias, pero no asisten. "Muy ocupados". Error, está naciendo una clase política en provincias sin ellos, ni siquiera contra ellos.

Retorno trabajoso a la Capital. Como quince pequeños huaicos en la carretera central. Es feriado. El barrido de las piedras esperará. Riesgo. En el tramo de Ticlio no puede ser más niebla. Viajar en Perú sigue siendo una expedición. Llegada a Lima. Beatriz Merino y Solari en las primeras páginas. Una vergüenza. Toda esa crisis, que puede ser de régimen, se arreglaba si al primer chisme la señora Merino cogía el teléfono y se lo preguntaba directamente al congresista Solari. En vez de eso, mil misterios. Esa crisis, artificial por sus cuatro costados, no hubiera sino una en cualquier otro país, salvo en el nuestro. Por estos días navideños llega Mario Vargas Llosa. ¿Qué le diremos del destino de su recomendada? ¿Designada para introducir un poco de racionalidad en una caótica república sudamericana, sin imaginar que la esperaba un libreto digno de Stendhal, intrigas amorosas y políticas, incluyendo sotanas? La vida política limeña es de una frivolidad inaudita. Capital de un tenso país que no sabemos que prepara.

PD. La Tentación del Fracaso es libro de Julio Ramón Ribeyro. Aquí, metáfora global.

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Jupiterina,23 de octubre del 2003

Protestatarios

 

Hugo Neira

Lo protestatario es categoría que tentativamente puede aplicarse a movimientos de protesta masivos de un sistema político, también a rechazos de un hombre, un equipo, una política, un sistema. Electoralmente no hay partidos protestatarios pero sí cuenta el voto. Es el caso de los resultados recientes de Suiza, y de alguna manera, algo de lo que ocurre en diversos países de América Latina, y recientemente en Bolivia. Sí, un neologismo. Que el lector y la gramática me perdonen, pero no hay remedio. Podríamos llamarlo diciendo "protestativo", pero sonaría a añejo. Llamar a Bolivia protestante sería una majadería porque es católica, aunque hayan creyentes de las iglesias reformadas y separadas de Roma. El término señala una actitud ciudadana no confesional. El uso de un neologismo se justifica cuando la realidad se mueve.

En Europa el voto protestatario ha sido constante. Es el voto antisistema, el del descontento extremo. En el período entre guerras (1920-1940) se le atribuía a las formaciones de extrema izquierda y a los comunistas, pero también a los de extrema derecha. Admiradores de la Alemania nazi los hubo en todas partes. Los protestatarios desaparecieron con el éxito del capitalismo y el consumo de masas, pero volvieron en los años 80. Los reúnen cosas diversas, el retorno del paro, las nuevas formas de pobreza, el rechazo a la construcción europeísta. El deseo de no perder la pequeña patria, ante la gran nación europea en formación.

En Suiza, la derecha populista ha obtenido un 28% de votos en las últimas elecciones legislativas, cundiendo la alarma en Europa. Son de reflejos primarios, saben que es lo que rechazan. No hay misterio "quieren una Suiza segura y sin criminalidad, sin abuso del derecho de asilo". Traducción, ¡al diablo los extranjeros! Ese mismo reflejo "identitario" existe en otros países europeos. Y nadie sabe a ciencia cierta si decrecerá o crecerá. En Bolivia, por mi parte, quisiera observar la evolución del conglomerado de fuerzas sociales que han vencido. Cuanto de lo protestatario boliviano puede construir o no un sistema democrático. En el Perú también estamos sentados sobre una bomba protestataria. El politicólogo Albert O. Hirschman sostiene que ante los rápidos cambios que introduce, más mal que bien la globalización, se abren dos caminos para los descontentos. O la abstención o fuga (exit) o la toma del micro (voice). El protestatario está entre los dos.

Aquí en Perú, existen, son los movimientos antisistema. Los partidarios de la antipolítica. Con los bajísimos índices de aprobación del Presidente, el Congreso y los partidos políticos, todo el actual sistema "representativo", resulta un sistema flotante sobre el magma de descontento que proviene de una sociedad desvertebrada y malatendida. Encima, se prepara una ley de partidos que les cierra la puerta, por ejemplo, a los partidos regionales, tema que comentaré. ¿Qué va a hacer la clase política con el votante no incluido, desconfiado, disperso, irritado, molesto, decepcionado, bilioso, cachaciento, rajón, dispuesto a irse con el primero que se presente? ¿Tras un venturoso "outsider"? Voto bamba hay como para regalar. Todo ese pueblo, el "Soberano", a quien se deseducó en los años chicha del fujimorismo. Son nuestra versión protestataria de otros sistemas y lugares. Que no se diga que no hubo aviso.

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Sabatina, 25 de octubre del 2003

¿Internet es la voz? Carta de USA

 

Hugo Neira

Este diario y cronista tienen, modestamente, algunos lectores en USA.  Hace un rato que vengo diciendo que Internet por sí solo no resuelve nuestras inmensas carencias. ¿De qué? De bibliotecas municipales, de librerías llenas de libros y no de útiles escolares en ciudades provinciales que sin embargo albergan Universidades, de hábitos de lectura, de métodos de estudio. De hecho, no se enseña hoy a reflexionar. No se está formando peruanos y peruanas libres y cultos. La cultura ha quedado abandonada y desacreditada como algo inútil. En consecuencia, la carta que publicamos, proveniente del corazón de USA y de un peruano anónimo de la diáspora (alguien que acaso habla por los dos millones de nuestros hermanos que se fueron) viene como anillo al dedo. Pero que nadie se asombre que guardemos el nombre del corresponsal: es una carta casi privada, y en todo caso, sin ruego de publicación. Pero lúcida, indignada y muy clara. He aquí, extractos:

«Los golpes delincuenciales y la intolerable presión económica, me hizo emigrar a USA. Radico en una pequeña ciudad llamada Madison y que es a la sazón capital del estado de Wisconsin y sede de la Universidad del mismo nombre, Wisconsin. Al leer su comentario, me vienen a la memoria cuán distantes estamos de ser un pueblo educado y culto. Y no solo por la enfermiza comparación que a diario realizo con mis hijos sobre la brecha que se mantiene y extiende entre nuestro país y los países desarrollados, en este caso USA, sino por el completo abandono en que se encuentran nuestros pueblos andinos, costeños y selváticos. Antes de venir a USA, viajé por gran parte del territorio peruano, y sentía una gran pena de ver cómo se extendían los bingos y casinos en las esquinas de ciudades como Huánuco, Huancayo, Abancay. Bibliotecas, libros, salas de lectura … preguntaba por doquier… y la respuesta era la misma, Internet es la voz… En Huaraz, a raíz del boom minero, es triste ver cómo han proliferado las pollerías y los bares; y el alcalde no ha tenido la mejor idea que construir, con plata de la minera, un "boulevar", al estilo Lima, donde predomina el cemento y la loseta.

En esta ciudad, Madison, pequeña pero altamente educada y culta, las librerías y los bookstores son sitios, como diríamos en Lima la casa del jabonero, en los que el que no cae resbala. Son centros altamente concurridos y de una dinámica formidable. Las invitaciones para lecturas en grupo, los sectores para lectura infantil son, como Ud. conoce, un golpe brutal y triste cuando nos acordamos de nuestra realidad provinciana. En los colegios es normal observar chicos leyendo en los pasillos, padres leyendo en los cafés, y universitarios leyendo en los parques.

En el Perú se habla del Plan Huascarán como estrategia para desarrollar nuestra educación. Qué Huascarán ni ocho cuartos. Los que están haciendo ese plan no conocen nada sobre nuestra realidad. Pueden tener PCs, pero no como base fundamental de la educación y la cultura. La tecnología es un medio, no el fin "per se". Acá en Madison, la educación no se basa en tener PCs on line, ni Lap tops; la única estrategia es fomentar en exceso la lectura, el análisis, la comprensión y la libertad de expresión. Gracias por su artículo».

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Jupiterina, 04 de setiembre del 2003

Pajarito de Achuni

 

Hugo Neira

Lo que pasa es que han aparecido nuestros sentidos.  No son un invento del cronista ni una construcción del espíritu. Son percepciones, estados de ánimo, emociones generales que van de lo cotidiano a lo difusamente político. Son, como se verá, o reclamo o movimiento.  Y pena, cólera, impaciencia.

Un sentido nuevo de conocimiento y justicia ha emergido con el Informe de la Comisión de la Verdad.  Los sentidos son eso, el lugar donde lo íntimo se articula con lo político-social.  Aquí lo que se instala es un deseo de revelación de dos décadas de horror.  Las encuestas son abrumadoras ¿a favor de la CVR? A favor del querer saber.  Ante este Informe-historia que no está en los libros de la República de Jorge Basadre (quien se nos fue precisamente en 1980) el país, en especial de los jóvenes y las provincias, nos está imponiendo, quiérase o no, un nuevo deber de memoria.  Son 9000 páginas y sus 18 mil testimonios.  De la promoción de ese sentimiento, a no sé qué anclaje político resulte, pero ahí la tienen.  Haría mal la clase política en desatenderse.

Otro sentido –de otro calibre– pero no menos fuerte, es el reclamo de patriotismo y nacionalismo.  En la materia, viene la mano medio confusa, porque viene con botas que difunden el tabloide del movimiento etnocacerista, la cosa esa de los Humala, mientras uno de ellos, Ollanta, anda estudiando en París, lo que de paso no hace nunca mal a nadie y el otro el hermano, Antauro, dice muy suelto de huesos en la televisión que “sí, pues, él es un subversivo”.  Mirko Lauer le dedicó al tema una columna doble el pasado domingo (Jihad indoamericana).  Me limitaré a añadir un par de cosas.  Un amigo me dice “el humanismo recupera cierto sentimiento que habitaba en Sendero”.  Recupera y aumenta, digo yo, etnicismo, militarismo, decimonónico en salsa antropo-culturalista, e impaciencia.  Si progresan, el venezolano Hugo Chávez va a aparecer como un reblandecido bizantino.  Pero en los Humala hay uno de esos sentidos sobre el que no caben bromas, el nacionalismo.  La gente quiere patria, no digo que una uniformada y con documentos de pureza de raza, pero alguna.  Este es un país hastiado de la juerga neoliberalista abrirista de mercados que se suponía nos iban a poner a niveles de Singapur, mire usted los resultados.  Ojo con los Humala y ese reclamo de nación, lamentablemente mezclado con otros ingredientes.  Una pócima un poco fuerte por lo del etnicismo, como esas bebidas amazónicas, “el pajarito de Achuni”, el buen licor al que le echan variados tipos de penes de mono y dicen que es bueno para todo.

Hay un tercer sentido, ya dicen muchos que lo de Toledo dura hasta el 2006.  No sé si es realismo institucional, resignación o el efecto Beatriz Merino.  Un cuarto sentido es Fujimori en las encuestas.  Me queda corta la jupiterina para desenvolver la madeja del fujimorismo que es un reclamo de obras y Estado de proximidad y no del susodicho, aunque claro, uno puede equivocarse.

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Sabatina, 20 de setiembre del 2003

No estén tan seguros

 

Hugo Neira

Años atrás, de preguntarme por mi héroe político preferido hubiera dicho Bolívar, Bonaparte o acaso Federico II por la obra gigantesca, amigo de Voltaire, creador de Prusia y autor de admirables piezas de música. Ya en la madurez, mi admiración se trocó por los capaces de desprendimiento, Lincoln, Guevara, Gandhi. Pero ahora en esta helada mañana limeña, pienso que también son grandes los que saben retirarse o poner condiciones para asumir el poder. El heroísmo reflexivo de nuestro tiempo.

Un sabio en "el saber irse" fue De Gaulle, provocó el plebiscito que perdió. Otro el francés Jospin. Pero quisiera detenerme sobre el caso del español Felipe González, no es que se fuera, es que dijo algo así como yo, con este programa arcaico, no asumo. Corría la Transición española, se avecinaba la pronta victoria de los socialistas españoles, la responsabilidad de gobernar una sociedad capitalista avanzada. Hubo preparativos, coloquios y un congreso partidario extraordinario, pero en pleno ambiente de vísperas sale Felipe con que ni loco va a la cabeza de un partido que ostentaba en sus propósitos programáticos "la dictadura del proletariado". O se modificaba o nada. Se armó la de Dios es Cristo. Felipe tieso, "yo me voy". Y se fue. A casa. Seis meses. Vino la protesta, la reacción, sacaron del programa ese punto digno de otros tiempos. Y González a la cabeza de una socialdemocracia ganó esa y otras elecciones. Hizo la Transición industrial. Ahí tienen la España de hoy. Y Felipe por ahí, gran Señor.

En el caso de Jospin, los socialistas franceses fueron excluidos desde la primera vuelta, abril del 2001. Muchos dieron por sentado que Jospin se la llevaba fácil, no fueron a urnas y por poco vence Le Pen. La noche misma de la derrota, ante un compungido auditorio, Jospin dijo asumir plenamente sus errores y anunció su retiro de la vida pública. Acaso pocos le creyeron, pero luego, con una obstinación que unos atribuyen a su moral de protestante y otros a su carácter, Lionel Jospin, el hombre que manejó el Estado francés a lo largo de un lustro, la alta y canosa figura que había ocupado el centro de la actualidad, hizo mutis por el foro y adiós. Un adiós que dura. El mensaje de Jospin es feroz y a la vez tácito, les está diciendo a sus desaprensivos electores, ahora se las arreglan sin mí.

Desde que dicto clases en la Gobernabilidad de San Martín de Porres (no menos que en otras universidades) muchos me preguntan si creo que Alan García ha cambiado y si pienso que ganará en el 2006. La verdad es que no soy sino un docente y no estoy en el secreto de los dioses. Pero aun así, creo que las preguntas son otras. Parece obvio que va a postular, pero, ¿realmente? En algún momento le ha dicho a una periodista "¿Por qué está Usted tan segura que quiera ser candidato? Podemos conjeturar, si uno se pone en los zapatos de García, como diría el elegante Cipriani, que cavile en torno a varios puntos. Uno: ya he perdido una vez, en el 2001. Dos: una postura de oposición siempre gasta y acaso aparezca a última hora, un "outsider". Y tres, la pregunta decisiva, que bien pueden hacerse Alan García, Alejandro Toledo, Usted lector y hasta Perico de los palotes, acaso es la siguiente: ¿Es realmente gobernable el Perú? Por lo que corre, los sentidos dominantes alimentan tres actitudes: la impopularidad de todo lo que gobierne, la espera autoritaria tipo fujimorismo social o aventurera estilo humalismo rampante. Así, el espacio para una corriente de reformas radicales y dentro del Estado de derecho es real pero no grande, lo cual afecta no sólo al aprismo sino a congéneres socialdemócratas. Una fuerte tendencia escéptico-conservadora, sino peor, domina el país. La que se acompaña en el exterior, en el Imperio, de un gran ciclo reaccionario desde los años Reagan y que no ha concluido, al contrario. En esas condiciones, cualquier voluntarismo por hacer algo desde el modesto Palacio de la plaza mayor de Lima es atrevimiento condenado no a los aplausos y la gloria sino vía crucis, ejercicio masoquista y muy mal recompensado. Que se descalifica desde que se hace explícito. Así están las cosas.

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Sabatina, 05 de julio del 2003

El acecho de la noche

 

Hugo Neira

¿Y si las fuertes demandas sociales que ahogan ahora el presupuesto no pueden ser satisfechas a partir de los partidos legales, ni del sistema democrático trabajosamente recuperado, siempre amenazado e incompleto? ¿Se abre una nueva era de la vida política? Y si es así, ¿por qué tendría que ser pacífica? Pienso en lo ocurrido estos meses, las piedras campesinas y cortes de carretera en 61 puntos, las masas de maestros a la vez insumisos y protestarios ¿sólo fueron reivindicaciones sectoriales? "Patria Roja" anduvo por ahí ¿lo explica eso todo? Que no se me malentienda, ni apología del terror ni histeria del complot, me interrogo. Es incierta la naturaleza de esos movimientos. ¿Es sólo el clásico desborde al que aludía Matos Mar por los setenta? ¿Qué está pasando?

Recurriré a unos conceptos, por lo demás de alguien bien conocido entre nosotros. Dice Touraine que la crisis de la representación política se define cuando se separa la categoría social representada (para el caso sectores C y D) del agente político que se supone los encarna. Esta disociación resulta a veces de una categoría social que se vuelve cada vez menos representable (El socialismo de después, Grasset, 1980). Nunca el enunciado de categorías convino mejor a nuestros males presentes. No me demoraré en demostrar que hubo crisis social y de fondo, hace apenas unas semanas. Puesto que se recurrió a obispos, está claro que el sistema de negociaciones andaba exhausto. Nadie me negará, por otra parte, que no hay agente político que llegue a esos sectores, realmente, ningún partido, ni aun el aprismo, y casi nada desde el aparato del Estado después que se desmontaron los mecanismos clientelistas que el fujimorismo erigió como correa de transmisión. Ha triunfado la firme creencia de que el mercado reflota las clases destruidas por el propio mercado ¡qué quimera! En fin, nadie sabe a ciencia cierta en qué consiste esa categoría social que seguimos llamando pobres o excluidos. La breve polémica sobre la clase media pone en claro que no sabemos qué sistema de clases nos habita, hace treinta o más años de los trabajos de Aníbal Quijano, sin embargo persistimos en lo que el profesor Rochabrún llamó, con coraje intelectual, "la soberbia de creer que la realidad ha sido ya entendida "(¿Arguedas, viviendo en vano? 1992).

No, el problema no es si Beatriz Merino se lleve bien con el presidencialismo del Presidente, ni si el gasto fiscal se cubra, hay otra cuestión. Otra. Más grave, más profunda. Involucra el conjunto de la clase política, gobierno como oposición, los mismos "medios", hablo de la brecha con un país que definitivamente no escucha, no cree, que no iría a votar si es que no fuese obligatorio. Descreído magma humano con un descontento de fondo, visceral. Lo escuchaba a Alfredo Barnechea ante Rosa María Palacios. Mi coincidencia es total. Las resumo, Alfredo, para que tus palabras no se las lleve el viento. El país político ya va por un lado y el real por otro. Claro, me digo, las megahuelgas que hemos padecido han permitido que se imponga aun entre los más recalcitrantes un par de ideas que hace muy poco hubieran sido tildadas de "populistas". A saber, es preciso servicios de Estado para educación, salud, seguridad. Lo cual lleva a un convenio entre la sociedad peruana que tributa y la autoridad que cobra. Los contribuyentes, que no son muchos, no querrán tolerar que quienes recauden sean ineptos y encima ladrones. Ese tema pasa por otros, Estado vigilado, ética y política, que sebrepasan esta nota.

¡Pero si sólo fuese eso! Se ha malbaratado en apenas dos años el capital simbólico de la salida del fujimorismo. Despilfarrado energía en insultos, talento en chistecitos. Nada tengo contra el humor, la ironía, ni obviamente la libertad, la de todos, en particular de los caricaturistas, los hay excelentes. Para comenzar en este mismo diario. Hablo de la Chacota, que es otra cosa. Al "baile del chinito" ha seguido el deporte de muchos, la demolición del cholo. La cuestión es que el poder siempre tiene algo de sacro (y en este caso, por encarnar la Soberanía del pueblo) o no, y entonces, tenemos la guerra de todos contra todos, Colombia por ejemplo. Al degradar a Toledo, aunque él haya colaborado con errores garrafales que no seré yo quien los oculte —y que él reconoce— se han cargado de paso la potestad de otras investiduras. No es sano lo que ocurre: partidos políticos casi inexistentes, poder sensual, frivolidad ambiente, y entre tanto, el acecho de la noche, el fantasma Humala (mientras permanece en París) o de algún outsider electoral para el lejano 2006. Hay un punto de quiebre, pero se sitúa entre clase política y país. La señal roja se ha encendido en algunos núcleos partidarios y en algunas cabezas despejadas. Más vale tarde que nunca.

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Sabatina, 31 de mayo del 2003

República del Weimar

 

Hugo Neira

Escribir sobre política es una apuesta imposible decía Pascal, es como intentar razonar en un hospital de locos. El filósofo llegaba a esa metáfora extrema al notar que unos y otros se tomaban por emperadores o reyes. En su contexto, es decir en 1742, eso quería decir gentes que no dudaban. Sin embargo, frente a nuestras enormes desgracias individuales y colectivas, muertos en Puno, sucesos en Barranca, el riesgo de los unos y la responsabilidad de los otros, ocurre que sí, que dudamos. La opinión pública, a juzgar por las encuestas, es matizada, a menudo encontrada, pero si no resulta muy lógica en cambio expresa la virtud de la incertidumbre. Por mi parte no he tenido empacho, a menudo, de ir a contracorriente, pero esta vez me inscribo en esos remolinos de dudas.

¿Quién está en el secreto de los dioses para saber a ciencia cierta lo que está pasando? Nadie, ni en la inteligencia militar ni en salas de redacción, y aunque los congresistas han escuchado el informe del ministro Loret de Mola con razón secreto, no creo que las tengan claras, ni siquiera los probables comandos de la sombra —no nos chupemos el dedo— que están tras las legítimas protestas de maestros pésimamente pagados, y agricultores y empleados de salud y personal de justicia. Esos sectores de Estado que sin ellos no hay Estado. Y no hablemos de una policía nacional que tiene que comprarse sus propios uniformes. El cuadro es patético, como si a todos se les escapase la situación, a Palacio y a los "lobbies" del terror, al gobierno que quiere gobernar y a la oposición política que calcula sus ganancias mientras el país se hace trizas. Decir que el clima es de suicidio tampoco nos avanza mucho, pero igual lo digo. Como si no bastara la amarga experiencia, los decenios de intis devaluados y el fujimorismo de tirano sonriente, con resignada dulzura mi país intenta volverse otra vez una suerte de sudamericana República del Weimar. El antecedente de una frívola Alemania que por los años veinte desperdició su democracia, tiene la ejemplaridad de los grandes malos ejemplos que se repiten. Paradigma de cómo los pueblos se sabotean a sí mismos. Ya ha pasado en otros lugares, ya nos ha pasado, y es así como nos veremos dentro de unos años, mirando hacia atrás con ira, percibiendo la tenacidad de nuestros prejuicios. De cómo volvemos tirano a todo gobierno.

Pero menos mal la incertidumbre no es parálisis. Una inmensa mayoría aprueba la protesta y, a la vez, por contradictorio que sea, las medidas de urgencia. Están por los reclamos y a la vez por el libre tránsito. Sin duda las respuestas de los encuestados no son muy coherentes, pero acaso expresan la complejidad de la situación pues mientras se escribe esta crónica, Loret de Mola dice que a los soldados los sitiaron en Puno y Javier Diez Canseco recoge otra versión, el Sutep multiplica las manifestaciones. No falta quien sostiene que no era urgente declarar el país en emergencia. ¿Así? ¿Y los 61 puntos de ruptura de vías de tránsito? Sin soldados y con policías en huelga ¿cómo habría evolucionado la cosa? Escucho la argumentación contraria, nada prueba que las tropas de urgencia calmen el juego. Nada en efecto. Pero ante situaciones de extremo, y la presente lo es, no hay sino dos lógicas. La de "la convicción" es una. En efecto ¿quién puede estar a favor de servirse de la violencia de Estado, por legítima que fuera? Pero desde Hans Jonas (1903-1993), a lo largo del siglo XX, cabe invocar otra, la del "principio de responsabilidad". O sea, aplicado a nuestros dolores presentes ¿qué pasaría sin el Estado de Emergencia? Las cosas se asemejan a algo nuevo, no a una revolución, sino a una situación de desplome interno, de implosión social. Entretanto, a Bedoya lo llevan al ex San Jorge, declaran contumaz al ex fiscal Aljovín, como si la aceleración de la lucha anticorrupción tuviera algo que ver con la actividad del enigmático "polo" que siembra las públicas desgracias que comentamos. Como si hubiera varias películas en una, un teatro de múltiples escenas. Por lo demás, Fujimori se llevó consigo el capital de confianza que une, en principio, gobernantes y gobernados y, así, el Estado de emergencia tarda en acatarse. Por cierto, el problema de fondo no se arregla con abrir carreteras o despejar escuelas vacías, no se necesita ser muy zahorí para afirmarlo. Pero ante al Estado enfermo, colapsado, lo urgente fue llevarlo a urgencias y no comenzar a recriminarlo si estaba obeso o fumaba en exceso. Después del marcapasos, vienen las dietas. Si hay después. Tendrá que haberlo, una aplastante mayoría de peruanos piensa, pese a todo, como un texto de Rousseau que nadie les enseñó "la democracia es una aventura, pero yo prefiero —decía— una libertad peligrosa a una esclavitud tranquila (El contrato social, libro I, III; capítulo IV).

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Internacional

 

Sabatina, 09 de julio del 2005

Controversias en “la tierra de nadie”

 

Hugo Neira

"En Europa no están dispuestos a perder décadas de derechos sociales, ni la calidad de vida que les envidian hasta los turistas estadounidenses".

 

Entre el Imperio americano y las multitudes empobrecidas del mundo, Europa viene a ser una suerte de “tierra media” del planeta, no por ello a salvo de la aceleración de la interdependencia. Comunidad próspera de 25 naciones democráticas, 430 millones de seres humanos, primera potencia comercial del mundo, si bien es cierto que la Unión Europea no acompaña al aventurerismo militar americano, tampoco se la puede separar del destino del capitalismo, es una variante singular, como lo es Japón. En fin, como se sabe, la construcción institucional se ha atascado. Tras los referendos de signo negativo, retornan los fantasmas nacionalistas y soberanistas sobre un fondo de apasionada discusión del orden económico-social.

Del Muro de Berlín han pasado quince años. Es hora de preguntarse, dice Jeremy Rifkin, en excelente texto en El País, lo logrado por el capitalismo vencedor. Y sus ojos se tornan no hacia un Imperio anquilosado como el de Brechnev o el de Gorbachov sino hacia una economía mundial y los Estados Unidos. El célebre Rifkin (1) señala que tras 15 años de globalización, “99 países se encuentran en peor situación económica que a principios de la década de 1990”. ¿La aldea global de los postmodernos? Rifkin se muere de risa. “Un tercio de los seres humanos carecen de acceso a la electricidad, y se hallan al margen de los intercambios mundiales”. Ahora bien, “la forma de capitalismo de mercado más pura de todo el mundo”, es decir los Estados Unidos, “ha bajado al puesto 24° de los países industrializados por disparidad de rentas, solo Rusia y México han obtenido peores clasificaciones”. O sea, en calidad de vida, están por debajo de casi todos los otros estados capitalistas.” Uno de cuatro niños estadounidenses vive ahora por debajo de la línea de pobreza”, señala Rifkin.

¿Qué va a pasar en Europa? La interrogación apunta a la carpintería institucional. En este instante muchos se preguntan si los actuales dirigentes europeos son los Gorbachov de Europa. Por temerario que parezca, la ruptura institucional soviética recuerda en su imprevisibilidad la escena de estos días. Pero Europa no está quebrada como la URSS moribunda, el parecido es más sutil, radica en la mecánica de descomposición, lo recuerda el editorialista de Izvestia, el ruso Maxime Sokolov, de 46 años, quien está lejos de ser un nostálgico del pasado. En su versión, la URSS se rompe el 12 de junio de 1990 cuando se adopta no el fin del comunismo (eso vino después) sino la salida de Rusia. O sea, cuando la nación fundadora del sistema se desprende del mismo. Algo así como si mañana –lo digo en ejercicio de política-ficción– el Estado de California  decidiera dejar los Estados Unidos. Algo así, o peor, fue que Rusia se mandara a mudar de la URSS. El “soberanismo” de Gorbachov, para salvar los muebles, abrió la puerta al soberanismo de los Estados bálticos, y de otros Estados no-rusos, y al hundimiento de ese mosaico de pueblos y naciones reunidos por los zares y que Lenin hereda. Sokolov halla una lógica semejante en la actual desintegración europea. Los más fuertes, se salen. “¿El euro para siempre?”, ironiza. Nada es para siempre.

La controversia que es doble, gira en torno al concepto tradicional de soberanía y sobre el modelo social. Los neoconservadores proponen el anglosajón de mercado. Pero lo que la gente conoce de América los desalienta: pobres cada vez más pobres, clases medias agobiadas por la trampa del crédito y enormes brechas sociales. En Europa no están dispuestos a perder décadas de derechos sociales ni la calidad de vida que les envidian los mismos turistas americanos, sus ciudades tranquilas sin temor a asaltos. Pero si bien no quieren vivir a la americana, por lo que yo recuerde de la mentalidad de mis ex alumnos, tampoco es que sueñen con alcanzar la jubilación y pasarse el resto de la vida jugando a las bochas y tomando “pastis” como sus mayores en las soleadas tardes del midi francés. En las manifestaciones por el “no”, muchos jóvenes intentaron deshacerse de Chirac y de una tecnocracia, una “nobleza de Estado” la llamó Bourdieu, selecta pero alejada de la vida cotidiana. En fin, el debate del referendo, en exceso técnico, fue poco político. Las ventajas económicas aunque ciertas, no alcanzaron para convencer. El pasaje de lealtad hacia una identidad europea requería de motores mayores, de imaginarios sociales. Qué diferencia con la era fundadora, cuando un puñado de estadistas llenos de coraje, Adenauer, Churchill, de Gasperi y Robert Schuman, supo persuadir a los pueblos. Hoy el voto protestatario envuelve una actitud conservadora y una renovadora. ¿Se necesita, de nuevo, de gigantes?

(1) Jeremy Rifkin, Presidente de la Foundation on Economic Trends, con sede en Washington. Entre otros libros suyos, El fin del trabajo (1995) ha sido traducido al castellano.

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Sabatina, 28 de mayo del 2005

Si gana el No. Una modesta explicación

 

Hugo Neira

No me extraña que el no, el “non” de los franceses, se imponga en el escrutinio de mañana.  Digo que no me extraña, no que lo apruebe. Por lo pronto va a la cabeza de los sondeos a pocas horas de que abran las urnas.  Se discute a la vez, sin quererlo, dos cosas.  Lo que puede ser Europa, que a muchos no les gusta, y a la vez, al gobierno actual, a Chirac.  Le reprochan diez años de marasmo.  Así, el “non” deriva en una sanción política, inmediata. Acaso inútilmente ha reaparecido Lionel Jospin, el excelente ex primer ministro socialista, pidiendo a sus bases no confundir votar contra Chirac y votar contra Europa.  Dudo que lo hayan escuchado.  La política no es solo razón, incluso en un pueblo cartesiano como el francés.  Es también pasión.  Indignación, cólera.  Y para bien o mal, inmediatez.

Contagiado por el debate, voy a abrir esta crónica con dos nones.  Se va a decir, por ejemplo, que Europa está hundida luego del referendo.  Palabrerías.  El “non” va a limitar, ciertamente, la integración política.  Pero hay que saber que ya un 60 por ciento del derecho de los franceses es derecho comunitario.  O sea, no pueden salirse de Europa.  Por otra parte, el “non”, en tanto que voto sanción a Chirac, no lo obliga a dimitir.  Esto ocurrió en 1969, cuando De Gaulle.  Pero Chirac no es De Gaulle.

 Hace apenas unas semanas atrás, el “oui” iba por delante. ¿Qué pasó?  El dedo índice acusatorio apunta a Chirac, a sus errores tácticos; regresó muy entusiasmado de España, cuando por referendo se aprobó el texto de la Constitución.  Entonces,  meses atrás, no pensó en términos de Estado sino de jefe de partido, de la derecha francesa.  Pensó en pequeño.  Se dijo que si un 64 por ciento de franceses estaba a favor,  él podía sacarle provecho al asunto.  Y optó por la consulta vía de referendo en vez de una prudente ratificación parlamentaria. ¡Qué error! Napoleón, como cuando el Emperador se metió a atacar a Rusia y sus inviernos.  Pensaba dividir a los socialistas.  Y a los ecologistas.  Lo ha conseguido.  Pero de paso se ha cargado a su propio campo.  El “non” debilita a Nicolás Sarkozy, líder de su partido, que ha hecho una valiente campaña por el sí.  No es su primer error. En el pasado disolvió las Cámaras, cosa que la Constitución de la V República le permite.  Creía poder obtener una mayoría.  Fue lo contrario.  Hoy ha rajado de arriba abajo el sistema.  Y de paso a los vecinos.  Ya en Alemania se lo pensaron, el canciller Schröder descartó la idea de un referendo.

¿Quiénes son los antieuropeístas? Gente muy diversa, por ejemplo el simpático pero extemporáneo Philippe de Villiers, vizconde de Le Jolis de Saintignon, católico (cercano al Opus Dei) y como él dice, “soberanista”.  Pero eso no hace ni el uno por ciento.  ¿De dónde salen los otros?  Agárrense bien, obreros comunistas de la CGT. ¡Claro, por razones diversas que el vizconde!  Y media derecha, y demás, media izquierda.  Entre ellos, Laurent Fabius, nada menos que el segundo de los socialistas (vaya lo plurales que son llamando a votar al lado de los “corporativistas” y ultrarreaccionarios.

¿Tienen razón los que sostienen que el texto del tratado Constitucional no es suficientemente democrático, ni suficientemente europeísta, ni suficientemente social?  Entonces los del no, estarían en el acierto. O por el contrario, “la Unión es un modelo de éxito, de paz, de prosperidad, cohesión y hay una demanda de Europa en el mundo, brotan candidaturas para formar parte de ella, le piden a la UE que intervenga en otras zonas del mundo”, como invoca en las páginas de El País, el español Xavier Vidal-Folch.  ¿Es una victoria contra Chirac el voto del no?  O no será una ilusión, como lo señala el director de Le Monde, Jean-Marie Colombani.  No hay otra Europa alternativa, exclama. “Francia ha hecho esa Constitución, la ha pedido, la ha negociado, en gran parte la ha escrito bajo la pluma de un hombre como el ex Presidente Valéry Giscard d´Estaing.  “Es un grito de cólera” admite.  Pero no hace sino retardar las grandes reformas.  No dice el francés-alemán Cohn-Bendit, quien fuera líder del mayo del 68.  Él está por el sí, pero observa desde la izquierda europea el lío interno francés.  “Aun si el no  pasa, el debate sobre el tema social va a estar en el escenario”.  En el fondo, nadie se juega, salvo los antieuropeos de extrema derecha, por un sí o un no rotundo.  Los primeros son por un “sí pero”.  Los del no, por un “no puesto que”.  Un referendo no expresa esos matices.  Pase lo que pase, va a seguir el debate de fondo.  Sobre la construcción de Europa y también sobre el destino del capitalismo. Siendo provincianamente francés, el referendo tiene lectura internacional, mundial.

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Sabatina, 07 de mayo del 2005

¿Europa es un sistema de autorreparación?

 

Hugo Neira

Después de la Segunda Guerra  Mundial, el francés Robert Schuman propone en 1950 la integración europea, para evitar se repitan matanzas y destrucciones. Un 9 de mayo. Por eso, el  día de la Unión Europea. Con 25 países europeos democráticos, hoy la UE es una realidad única. No se trata de un Estado destinado a sustituir a los  actuales. No es tampoco una organización internacional. Es un proceso singular. Han creado una serie de instituciones comunes a las que los Estados delegan una parte de su soberanía. Es el caso del euro, o moneda única. Hay otros pasos, menos conocidos.

 

Estoy preparando este texto cuando viene a verme mi primo arequipeño Jorge Damiani Churchill. Los Damiani Churchill vienen de una familia de italianos que se instalaron en Arequipa a fines del XIX, y una de nuestras bisabuelas, cásose con un aventurero inglés, que resultó noble, regresó a Gran Bretaña y no volvió más. Obligado a volver a recasarse en su país, el gentleman Churchill se acordó de su familia arequipeña y les dejó, al morir, una cuantiosa fortuna. Jorge, como otros de mis primos de ese lado, es medio rubio, tozudo y dado a los números, y mira por encima del hombro lo que estoy escribiendo.

—No me parece una buena entrada, Hugo. ¿ Europa, sólo como entidad política? Te olvidas de la ciencia, la técnica. ¿Por qué no les hablas mejor de las centrales nucleares, los trenes de alta velocidad? Mira, lo del último Airbus, el avión comercial más grande de todos los tiempos.

Le respondo que no estoy muy al tanto, y entonces, Damiani Churchill saca de una revista extranjera un enorme plano y despliega ante mis ojos el inmenso Airbus y me lo explica con entusiasmo. El prototipo acaba de hacer su primer vuelo, pese a que tiene como una cuadra de largo y de altura 24 metros, algo así como un edificio de ocho o nueve pisos. Un monstruo. Y esa cosa vuela. Con 800 pasajeros. Y en el aire, 560 toneladas. Me defiendo.

 —¿El nuevo Airbus, ¿qué tiene que ver con la idea de Europa?

Jorge me mira con un aire de indisimulado desdén.

—¿Y tú escribes en los periódicos? Es de ingenieros alemanes el diseño del tren delantero y los timones direccionales traseros; de ingenieros franceses el cuerpo central y los ingleses se han ocupado de los alerones en la fábrica Broughton en Gran Bretaña.

Debo poner cara de duda, porque añade:

    Estás pensando qué capitales andan tras de esto. Tengo entendido que un grupo europeo EADS, al 80 por ciento. Los británicos, al 20 por ciento. Y hay préstamos de Estados europeos. Hace una pausa y añade:

 — Para tus  lectores, que creen que solo existe el modelo americano.

Jorge es imparable. Por una hora me llena de datos, que si el Airbus 380 vuela con una autonomía de 15 mil kilómetros, que si cuesta la friolera de 286 millones de dólares por aparato y que ya han vendido 78, y que el rival  es el nuevo Boeing, más bien largo que alto.

—No sé cómo voy a poder conciliar el tema técnico y lo histórico-político, le digo. No me dejan mucho espacio. Dejo las cuartillas sobre la mesa y al día siguiente me cae otro primo. Andrés Richter, peruano de origen judío, el primer Richter se estableció en  Andahuaylas, huyendo de sabe Dios qué pogrom. Andrés, profesor de derecho, mira con escepticismo mis notas y me señala que me estoy olvidando de explicar lo jurídica que es Europa.

—Mira, en mis clases explico a Bodin, o si quieres, Juan Bodino, el inventor  de la idea de Soberanía. Ya se sabe, Bodin: Estado y Soberanía van juntos.

Bodin inventa el Estado moderno, las Monarquías desde el XVI crecen  contrariando el desorden feudal. El principio del poder no compartido (el Monarca) hizo posible la Ilustración, la ciencia, el maquinismo en el XIX,  todo. Incluso los imperios coloniales. El orden del Estado precede y prepara la Revolución Industrial.

—De acuerdo, le digo un poco mareado, pero no veo adónde vas.

—A que Bodin dice eso, en 1576, fecha de sus Seis libros de la República.

O sea, Bodino, abogado de los tribunales de París, tiene detrás suyo siete  siglos de tradición legal. De eso que no nos gusta, los reglamentos.

—No sé si puedo meter todo eso, Schuman, Airbus, Bodin, y el origen del Estado Soberano, del Progreso.

—Intenta, me dicen mis dos primos. Y no olvides de decir que lo andino se  vincula con los defectos de Europa, la plata de Potosí que sirvió para financiar las guerras de los Habsburgos contra el turco y el protestante; y la papa peruana que los salvó del hambre.

—No sé si La República lo publicará.

Pero mis primos ya se han disuelto en el aire.

PD. En el referéndum sobre la Constitución europea del próximo 29 de mayo,  el “no” es posible. Un voto negativo en Francia y luego en Holanda, pondría el conjunto europeo en cuestión. Sabatina próxima. Cabe señalar que el  debate es feroz, pero es debate público en Europa, a diferencia nuestra, donde el TLC, sea bueno o perverso para el país, no se discute sino entre técnicos.

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Sabatina, 08 de febrero del 2003

Irak, no tan simple

 

Hugo Neira

Con 85 mil hombres en tierra y una aviación de extrema precisión, la campaña será breve dice el experto en estrategia Edward Luttwak (Los Angeles Times).  De una guerra en Irak casi nadie duda, más bien se discute qué es lo que pasará después. En un diario de Beyrout, An Vahar, es decir de un país vecino (lo digo para que no se crea que el mundo árabe funciona como un bloque), se pregunta por la política en Bagdad "a la caída de Saddam Hussein". Pase lo que pase, dice Mohammad Roumaihi, la desaparición de Saddam no  arreglará de inmediato nada. Se refiere al vacío que dejaría, el típico problema de las transiciones después de regímenes expeditivos, y, en ese terreno, Saddam deja como niño de pecho al más feroz tirano sudamericano.  Se ha cargado las dirigencias culturales políticas, sociales y económicas, igual islámicas y árabes.  A fines del 2001, los cuñados, cuñadas y tíos de Saddam que le habían resistido fueron pasados por las armas.  El postsaddanismo se presenta difícil.  Después de la guerra, los americanos van a tener que dejar en el sitio unos 200 mil o 300 mil solados, o sea, la factura va a ser cara mientras improvisan demócratas de la nada.

Se viene esa guerra.  La situación es excepcional, América puede hacerla, y sola de lejos son la superpotencia militar, pero lo que no confiesa son los motivos. ¿Es preventiva? ¿Obedece a un proyecto tipo plan Marshall para el Medio Oriente como se rumorea? ¿O es preparativa como líneas abajo se explica?  Lo cierto es que no sólo este cronista, sino centenas de revistas y puestos de observación en la aldea global se interrogan, lo cual no quiere decir darle razón a una u otra de las formas de demencia que se enfrentarán en la guerra del desierto, por un lado la locura de grandeza de Saddam y del otro el proyecto hegemónico del Imperio.  Antes, los historiadores buscaban los orígenes de los conflictos cuestionando el pasado, ¿por qué Hitler atacó Polonia? ¿Qué motivó el pacto germanosoviético?  Hoy la historia es anticipación.

En fin, he aquí unas cuantas hipótesis.  ¿Los americanos van a la guerra por el petróleo?  Esa es la explicación más socorrida, David Frum del londinense The Dayly Telegraph, pero es un error.  La gente del lobby petrolero duda que se gane y preferían buenas relaciones con la familia real de Arabia Saudita.  Sí, dicen otros, es el petróleo, precisamente para no depender de los Emiratos.  Washington hace rato busca aumentar sus fuentes de aprovisionamiento en “petróleo amigo”.  Con el pie en Bagdad, los americanos controlarán la segunda reserva mundial y acabarán con los precios elevados (a los que recurre Saddam y Chávez).  El tema es enmarañado, no falta el astuto que dirá que un barril más barato traería como consecuencia el fin de la producción interna americana, a esos precios, no competitiva.  ¿Por qué los Estados Unidos harían una guerra para destruir su industria texana?  La segunda tesis es la psicológica-familiar: George W. Bush busca arreglar el error de su padre.  Cierto, fue una estupidez que tras la victoria en 1991 dejaran a Saddam en el poder.  ¿Pero, hoy, 371 miembros del Congreso en trance de salvar el honor de la familia Bush, autorizando otra vez la guerra?  Creerlo es no conocer a tan calculador areópago americano.  La tercera tesis es ideológica: hay quienes piensan que es hora de democratizar el mundo árabe.  Ciertos estrategas extrapolan lo ocurrido en 1945, vencida y ocupada Alemania y también Japón, las volvieron lo que son hoy, democracias conformistas y proamericanas.  ¿Irak: campo de experimento, de cara a otras sociedades árabes? Teoría de la vitrina social, lo que fue Berlín.  A quien inquieta esta posibilidad es a la familia real saudí, temen perder su concentrada riqueza, le temen más a Bush que al propio Oussama Ben Laden.  La cuarta tesis es de cuidado, la sostiene Aymerie Chauprade, no por nada, profesor de geopolítica en la escuela de guerra y en la Sorbona.  La guerra tiene como finalidad el petróleo, en efecto, pero no por razones financieras, sino para hundir a mediano plazo al verdadero rival de los Estados Unidos en la carrera por la hegemonía mundial.  ¿Quién creen ustedes que es esa nación?  El control de Irak es el paso previo para asfixiar a China, fuerte en todo, salvo en energía.  Los chinos, dice, tienen población, espacio, unidad, talento, pero no petróleo.  Bueno, ya saben por qué el Imperio irá a guerrear al desierto.  Lean  a Tucídides, las guerras del Peloponeso durante 25 años, fue paradojalmente un extraordinario tiempo de creatividad.  Como los que se vienen.

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