Internacional

Escrito Por: H. N. - 5.319 veces

 

Internacional

 

Parte I

GuadalajaraInmigración. Bien y mal de este sigloLa Alemania de Angela MerkelEuropa. La verdad de las falsas ideasChina, palabras más, palabras menosEuropa. Democracia laicaImperio y Jarana. Ellos y nosotrosHugo Chávez en Venezuela ‘saudita’Por el sur: con Chile y BoliviaPicotazosEn el nombre de Dios, el Misericordioso –  Bombay, Davos, La Paz, Miami-Castro Castro –  Cuando pa’ Chile me voy cruzando la cordillera
En el hoyo de Saddam. Crónica

 

Parte II

¿Indios? Ni apocalípticos ni integrados – Bolivia la brava – 11 de setiembre – Madrid.  Se necesita Embajador – Bajándose a Saddam (simbólicamente) – En el nombre de Dios – Guerra de Irak. ¿El fin de las soberanías? – Pánico y altruismo – Comprensión de Venezuela – Venezuela: ni esto ni aquello

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Sabatina, 10 de diciembre del 2005

Guadalajara

 

Hugo Neira

¡Qué bien lo de la Feria de Guadalajara! Lo de la Feria Internacional del Libro. Bien para el Perú, corazón del evento. Para la delegación peruana, numerosa. Para todos los invitados, aunque parezca embuste. Raúl Vargas, con quien me crucé en el aeropuerto de México DF, él que se volvía y yo que corría por un pasillo (el internacional del DF es muy enredado) me anuncia el ambiente. “Te va a encantar. La Feria. La atención de los mexicanos. Exquisita.” Se despedía, lamentando no quedarse para la mesa de la culinaria. Guadalajara, 400 kms de la capital y a una hora más de vuelo. 

En la primera mañana, a Teresina Muñoz-Nájar y a mí, Fernando Vivas nos hace saber que justo al ladito, hay un paseo excepcional. Y que sería mejor, Hugo, que lo vieses ahora, antes que te devore la tentacular Feria. Salimos, pues, los tres, a caminar. Tiene un clima tipo cusqueño Guadalajara, frío por la mañana y el mediodía solar. “Coronado de sí el día extiende sus plumas”, Octavio Paz. Y oh maravilla, lo que llaman el centro histórico, un paseo resplandeciente y calmo en medio de una ciudad hipermoderna. Gracias, Fernando. No espera, el viajero, enormes plazas separadas por templos, cruz inmensa más que de calles, de espacios públicos. Como si alguien hubiese alineado –digo, para darme a entender– nuestra Plaza de Armas, más la San Martín y otras más; entre unas y otras, iglesias antiguas, bellas, como las del Cusco o de Ayacucho. Y a los lados, calles peatonales que los mexicanos llaman andaderos, a  escala del Paseo de la República por lo anchas. Esa zona urbana es conjunto equilibrado, sereno, de otros tiempos, de ir a pie  y sin temor, no asaltan, pero a lo que voy, en el contorno está la urbe actual, Guadalajara, de altos edificios y rápidas avenidas. Un Buenos Aires con una nuez renacentista. Y durante 7 días, ni un claxonazo de taxi que te rompa los oídos.

Lo del contexto urbanístico de la civilizada Guadalajara que a grandes rasgos describo, sirve para explicar de dónde salieron los visitantes de la Feria. La asombrosa muchedumbre de lectores/compradores. Vimos gente comprando libros por bolsas, a chorros. Además, me cuentan que el salón culinario preparó unos 50 cubiertos, llevados por la experiencia con la cocina catalana, el año anterior. Pero el segundo día, para chupes y guisos de nuestra cocina, fueron 600 cubiertos. El cuarto día, hubo que mandar traer condimentos, se agotaron. Por lo demás, en la noche tapatía, hubo música y teatro peruanos. En la explanada de la Feria se lucieron Yuyacchkani, y rock del grupo Milenio. Una de esas noches me fui a escuchar a Tinku, “música fusión”, y Rafael Tapia, que lo sabe todo sobre los creadores peruanos, me explica con paciencia ese conjunto y su historia. No dejaron de surgir problemas, pero Nancy Elmore y el embajador Carrión estuvieron al pie del cañón resolviendo, justo es decirlo.

Fue un paréntesis, un asueto, la sorpresa de encontrarnos los unos y los otros, ya que en Lima no hay tiempo. Y si bien la Feria nos dispersó en tareas (y por mi parte un doble programa, académico y el de escritores, de lo que, por pudor, no hablaré aquí) lo cierto es que la Feria también nos juntaba. Acaso ese fue el mejor regalo. Como pude repartí mis curiosidades. Pude apreciar una tarde de esas el homenaje a Arguedas, con público pleno, un público mexicano, cordial, ecuánime. Y como muchos otros, no solo diserté sino que escuché, es decir, nos escuchamos, como cuando el padre Gutiérrez, que reveló su conocimiento y quereres por Vallejo; en el homenaje a Blanca Varela, o cuando disertara Quijano, Sinesio López, Toño Cisneros; cuando Rivera Martínez sobre Arguedas, cuando Julio Ortega; y en el recital de poesía peruana, o de joven narrativa cuando Santiago Roncagliolo, Alonso Cueto, Luis Nieto, y Fernando Iwasaki venido de España. Cuando Mario Vargas Llosa o Bryce llenaron salas, lo que no sorprende a nadie. Pero la verdad, les fue bien a todos. De la poesía al pensamiento. El placer de la lectura. Me dije, hay que contarlo. Me impresionaron favorablemente diversas cosas en Guadalajara, lo que lleva a reflexionar sobre nosotros, sobre la vida peruana.

Por una parte, ese orden y salud colectiva que se respira desde que se aborda un taxista, no hay manejo combi. Me asombró el nivel de cultura popular. Guadalajara confirma que la educación de masas es fecunda. Y que es bueno difundir el arte. En un lugar extraordinario, una iglesia pintada por Orozco en 1939, un álbum-libro que mostraré en el programa de Ernesto Hermoza en Canal 7, me costó 220 pesos. Es imposible, debe valer y al costo, unos 800. ¿Quién paga la diferencia? El Estado. Es decir, hay políticas públicas. Hace decenios que en México se invierte en la educación de los mexicanos, no sólo en la escuela sino en museos, eventos e instituciones, y claro, la cultura ha entrado en las costumbres generales, a diferencia de nosotros. Feria o no, se lee menos en Perú que nunca. En cambio, esas familias de mexicanos que desaparecieron nuestros libros de las estanterías, son la consecuencia de una deliberada política de abaratamiento de medios de cultura practicada por todos los gobiernos de ese país durante los últimos setenta años. Los mexicanos no ven ese gasto del Estado como “populismo”. Progreso a la mexicana, “Estado social”, en la Feria estuve hojeando textos escolares, abordan la actualidad, en sus escuelas, hasta las guerras de Irak. En el Perú, la historia contemporánea salió de las currículas. En fin, el mexicano medio, me decía un editor de allá, “sólo” compra de l0 a 15 libros por año. Menos mal que llegó alguien y cambiamos de tema, aquí la media es de menos de uno. ¿Cómo decirle, que en el país invitado, el Perú, a autores tan apreciados, el ciudadano de a pie los ignora? O espera que se mueran o se vayan para el reconocimiento. Lo cierto es que los peruanos no compran libros masivamente ni ese consumo les parece necesario. Libros que son la conciencia viva de este país. En cambio, para chifas y casinos sí hay. Por eso votan mal, cada vez peor.

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Sabatina, 15 de octubre del 2005

Inmigración. Bien y mal de este siglo

 

Hugo Neira

“¿Acaso España no acaba de legalizar nada menos que 500 mil inmigrantes?”

 

Esta mañana al retomar mis crónicas, aunque el desorden de mi mudanza se prolonga, la verdad es que mi alma pajarea, como diría el poeta, entre lugares en apariencia diversa. Solo en apariencia. Una noticia, que rueda en la prensa internacional sobre una masacre en Melilla, el África española, de pobres inmigrantes. Y otro tanto por los kioscos de Lima,  esa historia sórdida, acaso necesaria, de audios verdaderos o trucados, o en parte trucados y otras partes auténticas, vaya uno a saber. Lo de los audios quiere decir lo difícil que es que algo camine bien en nuestro país. Lo de Melilla quiere decir lo difícil que se ponen las fronteras en los países ricos. Crónica sobre desorden interno e inmigraciones. Hay nexo, como se verá.

Melilla está lejos. ¿Usted se cree eso? La otra noche, en “Rueda de prensa”, que por cierto está cada vez mejor, no recuerdo bien como vino la cosa, pero Mirko Lauer recordaba que es algo como 250 mil peruanos, tirando por lo bajo, los que cada año se van de este país, por más que la cocina de Gastón Acurio sea todo lo sabrosa que parece ser. Ni el pisco, ni los encantos de los cócteles y piqueos convencen de quedarse cuando no se tiene trabajo, o al revés, se le tiene pero mediocre, y con bajos  salarios y tristes posibilidades. Mejorar puede llevar algunas generaciones, y los jóvenes no esperan.  

Esta mañana, en el editorial del parisino Le Nouvel Observateur, un hombre al que respeto por su integridad moral y lo bien que escribe, Jean Daniel sostiene lo siguiente: “la mayoría de nuestros contemporáneos estarán un día de estos condenados a emigrar”. Y lo dice comentando los incidentes fronterizos de Melilla. Y lo dice desde el país que acoge, no el que se le vacían las venas. La inmigración es un albur, un salto en el vacío, un riesgo. Emigran siempre los más fuertes. Los más decididos. Pero lo que dice Jean Daniel, dice ante la balacera de Melilla, que nadie, ni los residentes en país ricos y estables, ni los del Sur, están libres de esa experiencia traumática. De alguna manera, todos somos negros o musulmanes inmigrantes, para decirlo así, metafóricamente, pero ya se sabe, nada más cruel que una metáfora acertada. Te involucra, aunque no te guste.

Pienso en este instante en la inmensa comunidad de peruanos que viven en el extranjero, sus razones de expatriarse son diversas, no se pliega maletas como si tal cosa. La cosa duele. Y sé que nos leen. Déjenme contarles lo siguiente, sin vanagloria. Una tarde, cuando terminaba una de mis conferencias, se me acerca un señor, un hombre maduro. Se identifica como norteamericano y me explica. Tiene el hombre una página web en California. Me hace saber que estas “sabatinas” (corría el año 2001) las levanta y las publica en su periódico virtual. Me hace saber que me leen en directo unos 35 mil norteamericanos en español, y ya traducidas, otros 800 mil. Pero añade, muy tranquilo, que me cuenta nomás, nada de pagos, Internet todavía no tiene obligación en la materia. Vaya, ni un cobre.

Lo de que se nos lee  fuera, es algo que desde entonces tomo en cuenta. También yo consulté en el exterior diarios peruanos. También viví largos años fuera, media vida. Por eso esta mañana, lo de Melilla, el tema de la inmigración y el punzante recuerdo. Y no es sufrir por las puras lo mío, no es mi costumbre, no creo ser precisamente un peruano melancólico, quiero decir que los largos y muchos años que pasé en el extranjero, ora en España, ora en Francia, no fueron para mí un calvario.  Pero, la verdad es que al lado del recuerdo de los días dichosos, la memoria  del peor de los días, realmente el peor, es de aquel nefasto en que inevitablemente tenía que “apersonarme” a alguna dependencia policial para el trámite de regularizar mis papeles. Era entonces, aun si fuese por unas horas, cuando asumía la triste situación del inmigrante, un numerito en la mano, en un mar de humanidad africana, sudamericana, asiática, la dolida grey que por tantas razones se expatria. Días después, recobraba la condición –sin duda privilegiada– de profesor visitante, pero no podía olvidar esos clandestinos, esos “sin papeles”. Mis hermanos.

Esta mañana, la gente de la alambrada que se vino a abajo en Melilla y los balazos de la policía, y esas víctimas, negros senegaleses, nigerianos, están a la vuelta de mi esquina. De verlos, los veo, para eso está el cable. Y creo también los entiendo. Qué viaje más terrible el suyo, de sus países africanos a Marruecos, por esa ruta al enclave español de Ceuta, y por esa vía, si logran vencer las barreras (que no son solo de papeles sino físicas) entonces entran a Europa. ¿Acaso España no acaba de legalizar nada menos que 500 mil inmigrantes? Se lo reprocha Europa, que así entran al espacio Schengen. O sea por todo lado. ¿Cómo hará un Occidente rico, viejo y potente para detener ese océano de desesperados? Sin duda, ayudando a mejorar el desarrollo de los países de los que huyen olas de inmigrantes. Pero, ¡qué difícil tarea! ¡Qué empresa gigantesca! Miro a Melilla y sus muertos, y miro los titulares de nuestros diarios limeños. ¿Cómo ignorar, por ejemplo, el contradictorio Perú de estos días? Por un lado el diario El Comercio señala que el indicador económico, compuesto por los índices bancarios, la mayor recaudación y la disminución del riesgo país, son los más altos de su historia. ¿Pero por otro lado, en este mismo momento, un oscuro e intrincado problema de “audios”, ciertos o fraguados, ocupa el interés público? ¿Cómo se puede en lo económico y tan poco en la seriedad de los directivos públicos o privados? ¿Qué país es este en que la economía se dispara mientras los índices de analfabetismo y esperanza de vida siguen estando entre los más precarios de la América del Sur? Y después no pregunten por qué se van centenares de miles de compatriotas. Del país de “audios” con privados que traman negocios con lo público y cancilleres por diez horas.

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Sabatina, 17 de setiembre del 2005

La Alemania de Angela Merkel

 

Hugo Neira

"En suma, le falta a los alemanes un Tony Blair, un hombre de la tercera vía, una sabia combinación de proteccionismo y liberalismo. Pero las terceras vías no abundan, ni siquiera en Alemania"

 

La caja de Pandora es un mito griego, la trágica primera mujer puesta en la Tierra por los dioses, abrió lo que no debería abrir, lo que llevaba sellos sacros, y todos los males del mundo se esparcieron sobre los humanos. Pero nos dejó de consuelo la esperanza. Más allá de la discusión entre eruditos de que no era una caja sino una jarra –el estetismo griego– y que Afrodita la había marcado en la frente con “la gracia y el doloroso deseo”, la caja de sorpresas de nuestro tiempo son las urnas electorales. Se vota por todas partes. En Bagdad, Afganistán, el Cairo. Mañana domingo, en Berlín. La campaña alemana ha sido feroz. A Schröder, mal que bien, “un socialdemócrata de derechas” dicen las malas lenguas, lo conocemos. Cabe preguntarse, en cambio ¿quién es su rival, esa mujer llamada Angela Merkel?

Hay una manera de contar la historia de la ciudadana que puede convertirse en la primera Cancillera en la historia de la República Federal Alemana. Como en los cuentos de hadas, “había una vez una niña”. Nacida en Hamburgo, es decir, del lado Este de Alemania, muy pequeña, el padre, pastor protestante, la lleva a vivir a Brandenburgo, donde lleva adelante sus estudios, y pasa calmamente sus exámenes, y elige una profesión. Son los días de la RDA, la aburrida y superorganizada República Democrática, la Alemania comunista y soviética si usted quiere. Si la hada del cuento se le hubiese aparecido a la joven Merkel, ésta se hubiera sorprendido que le anunciaran un destino político. La Merkel pasa un doctorado de física, nada menos, y consigue un trabajo sobre las reacciones físico-químicas elementales en los hidrocarburos simples. Iba muy tranquila a formar parte de esa capa especial de sabios que al Este de Europa llamaban la “inteligenstia”. Una existencia recta como rieles de una vía férrea. Iba para la Academia de Ciencias (en el estilo soviético) cuando aquel organizado y conformista mundo alemán, se desplomó. Es muy difícil explicar qué era la “inteligenstia” en las sociedades industriales del comunismo, la idea de una alta tecnocracia no alcanza. En mis trotes por el mundo, alguna vez conocí a algunos de sus miembros, no a la doctora Merkel, pero sí a una encantadora profesora rusa que andaba de paso por Madrid. Cuando conoció la triste idea que me hacía del comunismo ruso, se animó a  confiarse. Era una imbatible especialista en Cervantes y en El Quijote. Respondiendo a mi cuestión, ¿por qué el castellano y encima el del siglo de Oro? no pudo ser más sincera. Quiso una especialización lo más alejada de los dogmas del partido y de sus comisarios, algo que no la metiera en líos, y se buscó el castellano y del siglo XVII. Tenía en cambio un buen departamento, una renta, facilidades para viajar y la vida asegurada.

Las sociedades llamadas comunistas, donde la candidata Merkel ha crecido, eran medularmente conservadoras. Un régimen totalitario es uno mediante el cual se acaba la vida política, no hay más partidos, ni elecciones, ni sorpresas. La vida es gris y el conformismo reinante. Merkel, no es que ha pasado del comunismo al capitalismo sino de un conservadurismo a otro. Y no lo digo solamente porque sea la presidente de los demócratas-cristianos, la CDU. Con todo, su camino de mujer política, a la Caída del Muro, resulta fulgurante. Fue la protegida, durante la unificación, del Canciller Helmut Kohl, que la llamaba “la pequeña”. Fue elegida diputada, luego ministra de la Mujer, la pequeña siguió creciendo, subió en las jerarquías del CDU, y cuando Kohl tuvo problemas por sus métodos de financiación partidaria, ¿quién creen que encabezó la tendencia a dejarlo de lado? Pues la pequeña. Es una luchadora. No entra en vainas. Ha puesto de lado a otros conservadores como Edmund Stoiber. Y ahora es la que puede arrebatarle los votos a Schröder, un hueso duro de roer. Cuando cierro esta crónica, están codo a codo en las encuestas.

Ahora bien, gane quien gane, el problema del capitalismo alemán es grave. Y no por lo que dice la prensa corriente. Alemania no se ha dedicado solamente a producir buenos objetos industriales sino a la producción de hombres y mujeres de alto rendimiento. Y cuando la mano de obra es alta, ella cuesta. Un obrero alemán, cuyo rendimiento es superior al del norteamericano promedio, gana 40 euros por hora (según el diario Bild de Hamburgo) y nadie duda de su calidad, pero a solamente 50 kilómetros, en Polonia, en el mismo oficio un polaco cuesta 5 euros. Y por el mismo precio se hace trabajar a veinticinco chinos. El tema es crucial. ¿Cómo hacer compatible el sistema de protección social europeo con la competitividad propia a países neoindustriales cuyos obreros cobran poco y viven mal, como en el Asia? La cosa es clara, si se hace una cosa, se deja de hacer la otra. La Sozialdemokratische de Schröder promete una “reforma estructural”, pero sin convencer. Por su lado la candidata conservadora causa pavor: despidos masivos, fin de los privilegios obreros.

En suma, le falta a los alemanes un Tony Blair, un hombre de la tercera vía, una sabia combinación de proteccionismo y liberalismo. Pero las terceras vías no abundan, ni siquiera en Alemania. Para decidirse, cada ciudadano alemán, “de 18 años de edad y en posesión de sus facultades mentales”, dispone de dos votos, en los 329 distritos electorales, y elegirá diputados al Bundestag, el Parlamento, y representantes a su Lander o región. Una sabia regla, la valla del 5 por ciento, impide las pequeñas agrupaciones y obliga a los partidos grandes a coaliciones y alianzas. Si hay lección política alemana es esa. Y la de la sencillez de sus representantes. Si el padre de Angela Merkel fue un modesto pastor protestante, la madre del enérgico socialdemócrata Schröder, fue empleada doméstica. Allá los políticos vienen de abajo, pero no por eso son juerguistas. La democracia no es sólo un sistema de elecciones sino una forma de vida. A ver si se me entiende.

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Sabatina, 04 de junio del 2005

Europa. La verdad de las falsas ideas

 

Hugo Neira

Hace una semana, en este mismo espacio, me ocupé de algunos recelos y aprensiones que explicarían el “non” de los franceses en el referendo. Acerté, a despecho de mis íntimas convicciones. No es que quería esos resultados, me anticipaba porque los temía. Pero de una radio local me llaman “Usted, que es partidario del no”. ¡Qué malentendido! Comprender no es aprobar. No es que aplauda lo que pasa en Europa sino que trato de entender. Así, ante la actual crisis de los referendos, que se amplía, cabe hacerse la buena y pertinente pregunta: ¿Por qué pueblos democráticos como el francés y el holandés votan contra el texto de la Constitución? ¿Por qué se vota, y con voto masivo que no lo constituyen solamente cavernícolas ultranacionalistas sino vastos movimientos de opinión, contra un buen texto?

Siempre me han intrigado las falsas ideas. Me han intrigado porque nada más humano y más frecuente que el error. Y postulo que puede haber verdad en los contenidos de falsas ideas. Y en el caso presente examino tres de ellas, en el corazón del voto del no. A saber, el rechazo a la ampliación de la Unión Europea, o sea, contra Turquía y Croacia. Luego, el aborrecimiento de los tecnócratas de Bruselas. En fin, la cuestión social. No quieren una Europa a la manera anglosajona.

La primera, acaso la más fuerte convicción: se ha ido muy rápido en la construcción europea. Demasiado rápido. Es conveniente tomar en cuenta que la Unión Europea es un club de países ricos. Y como todo club, puede pensarse que el ingreso de esos nuevos socios no la enriquece, al contrario. Al margen de los neofascistas franceses y holandeses que de todos modos votan contra toda idea de Europa, hay muchos que siendo demócratas no pueden dejar de notar que los recién llegados del deprimido Este europeo vienen para aprovecharse de los estupendos servicios sociales del Estado providencia, por ejemplo en salud, gravando enormemente el gasto público. Nadie se queda moribundo en la puerta de un hospital europeo, como puede ocurrir en la privaticidad a la americana. Pero no deja de ser verdad que el club Europa no está listo para ampliación de servicios, como no lo está el Estado de California para recibir mexicanos. En el voto por el “no” hay, pues, una combinación de sensatez y de egoísmo social. Les ha costado mucho llegar a donde han llegado. Y se lo piensan.  

La segunda falsa idea con contenido de verdad reúne a soberanistas y nacionalistas. Para ellos la patria existe, el pequeño país, aun cuando muchos en la población europea hablen varios idiomas, el lugar de origen, gustos y costumbres. Los apegos, ciertamente. No seré yo quien la combata: permanecí peruano aun si la vida madrileña, parisina o tahitiana me acomodaba. En fin, la presente crisis europea no es sólo política sino civilizatoria. Se trata de pasar del afecto nacional a una entidad mayor, más vasta. Algunos piensan que es quimera la supranacionalidad, y votan en contra. Concedo que no se consiga de inmediato. Para los cambios de mentalidad, de eso se trata, el historiador francés el gran Fernand Braudel  ha hablado, y no por azar, “del tiempo largo”. Así son esos inmensos animales bíblicos que llamamos civilizaciones. Por el momento, Europa y la cultura italiana, inglesa, alemana, portuguesa. Dos velocidades. Hay europeos, pero entre cuadros financieros, intelectuales y profesores universitarios, los pueblos siguen pegados a sus tradiciones, es normal. El mayor europeo que he conocido era el argentino Jorge Luis Borges. 

La tercera razón de rechazo se enmascara bajo la primera. No quieren un modelo neoliberal para la Europa construida sobre otro tipo de capitalismo. Europa no es América. En fin, hay una parte del “no”, contra Bruselas, contra “los tecnócratas”. La verdad –pero es apenas mi verdad– no lo han hecho tan mal en Bruselas.  Europa camina desde hace decenios. Pero hay, cómo no admitirlo, una enorme distancia entre ciudadanos y las malqueridas tecnocracias. Así es la vida, hay allá también crisis de representación. “Sería arrogante no escuchar la suma de estos temores”, dice un político conservador. Un hombre del Parlamento europeo. En fin, creo haberme explicado. Sostengo que existe una carga de sentido común, y no sólo de fanatismo nacionalista o de arcaísmo cultural, en el fecundo error del “no” de estos días. Y agrego: era muy buena la Constitución rechazada. La tengo ante los ojos, en mi mesa de trabajo. He recorrido sus VII títulos, sus 114 artículos, sus claras 72 páginas. En ella están las instituciones que podían apacentar el legítimo temor de los pueblos. No será ese el camino de la historia. Y esa, y no otra, es la terrible paradoja de estas horas.

Nota. Apacentar: figurado, dar enseñanza, instruir (Diccionario Ideológico de la Lengua Española)

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Sabatina, 02 de abril del 2005

China, palabras más, palabras menos

 

Hugo Neira

Lo que pasa es que hablamos de China como si fuese un país como los otros. Como si las diversas poblaciones que ocupan el territorio que fueran del Imperio Manchú fuesen lo mismo. Tienen etnias diversas, y por algo la bandera nacional lleva cinco estrellas. No todos son Han, hay grupos inmensos que son no-Han. ¿Cómo es que parecen obedecer a una misma voluntad? ¿Cómo es que han pasado por diferentes modelos de dominación, europeos, japoneses, soviéticos? ¿De la descolectivización a la aparición de varios millones de empresas privadas? ¿Y todo ello, sin cambiar de régimen?

China es una continuidad histórica de cinco mil años. Dentro de la cual ha ido formándose desde fines del siglo XIX un Estado-nación moderno. Continuidad quiere decir lengua, religión, costumbres. Si los egipcios de hoy no leen los jeroglíficos ni adoran los dioses del Faraón, en cambio nada se ha roto entre los chinos contemporáneos y un maestro como Confucio, 500 años antes de Cristo. En China no hubo las grandes interrupciones que conocen todas las otras civilizaciones, y políticamente, fueron avasallados no dominados: la penetración occidental ocupó puertos y ciudades costeras. Visité China hace ya algunos años y me detuve en los lugares de la rebelión de los “Boxers”, nacionalistas chinos (antes de Sun Yat-sen, antes de Mao). 

China es China. ¿Qué quiero decir con esta tautología? Que las grandes ideas confucianas, pese a la represión maoísta, no desaparecieron y se adaptaron al nuevo contexto social.  El confucionismo, que no es una religión sino una moral, es al desarrollo chino lo que el calvinismo al origen del capitalismo occidental, para retomar la tesis de Weber. Un nexo entre conducta ética y eficacia económica, aunque hoy parece también muerde a sus elites en parte la corrupción. Y de una y otra manera, algo excepcional, poseen una tradición legalista  que se remonta al siglo III antes de JC, es decir, un rasgo cultural capaz de generar el respeto al contrato como en Occidente y en consecuencia una economía mercantil en el pasado, y ahora capitalismo a gran escala. Fue siempre China, “el imperio del medio”, un territorio ordenado. Y como arte,  tanto como la poesía o la pintura, el arte de la administración. ¿El poder que reina en Pekín? Poco importa, existe un centro, siempre un eje estático y a la vez fluctuante, dinástico hasta 1911, autoritario y burocrático con Mao, hoy no menos fuerte pero “en repliegue para dejar respirar a la sociedad” dice uno de los mejores observadores de China. Sigue siendo un despotismo pero a sus déspotas no se les encuentra cuentas en dólares como a Pinochet.

Y  de ese centro o Estado, emprenden nada menos que su revolución industrial, comenzada en los años treinta, interrumpida por la guerra civil y la invasión japonesa, y tras las grandes reformas maoístas —algunas de ellas catastróficas como las gigantescas comunas populares y la hambruna de los años sesenta que costó millones de muertos— retomada ahora: industria masiva, electrónica y biotecnología. La discusión sobre China como economía de mercado carece de sentido, lo que hay es una revolución industrial tardía en las condiciones de la globalización. Revolución industrial que arrancó en Inglaterra en el siglo XVIII, que no ocurrió en ningún lugar de la América Latina, de la máquina y la técnica, y que por eso, se sale de nuestras categorías. El resto es accesorio. Conduce ese proceso un Estado-partido, que al revés de otros modos de producción, crea una burguesía, no obedece a ella.

Sin duda es una sociedad paradójica, emergen millares de millonarios a la vez que el poder controla con mano de hierro, 1,200 campos de concentración. No tienen una vía fácil, se les viene encima un problema demográfico, no por exceso de población sino lo contrario: la sociedad del hijo único por familia tendrá déficit de mano de obra en los próximos decenios. Nadie sabe cómo evolucionará la sociedad que guarda como símbolo a Mao, pese a sus terribles errores. Pero algo tienen, algo que falta en la América Latina, Estado y cohesión social. La envidiable lógica del poder que liga, pase lo que pase, de las viejas dinastías al día de hoy, gobernados y gobernantes. La población sabe obedecer, eso es parte de su sabiduría. A excepción de los años 30 y 40 (su período colombiano) siempre vivieron en  orden y dirigidos por una “intelligentzia”. Mandarines, elites maoístas y hoy posmaoístas. Y siempre nacionalistas acérrimos. Por eso son fuertes y progresan. 

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Sabatina, 06 de noviembre del 2004

Europa. Democracia laica

 

Hugo Neira

"En Europa los hombres pueden creer en el Dios que quieran, pero no imponérselo a los demás. El Estado de Derecho no engendra esclavos"

 

En Roma, los veinticinco países de la Comunidad Europea han firmado el texto de una Constitución. Se sabe que aún falta la ratificación por parte de cada pueblo, unos tras sus parlamentos, otros por referéndum. Una Carta para 430 millones de seres humanos, el mayor espacio democrático de países o sociedades industriales y postindustriales. Quisiera llamar la atención sobre el preámbulo que abre esa Carta, porque dice lo siguiente: "Nuestra Constitución… se llama democracia porque el poder no está en manos de unos pocos sino de la mayoría". La cita es de Tucídides, libro II, líneas 37. Una mención bíblica los habría dividido, por las contrarias interpretaciones. El claro texto de un ateniense de hace 2400 años en cambio los unifica.

¿Qué es lo que eso significa? Se está fundando Europa con una constitución laica. Laica no quiere decir atea, quiere decir neutral en materia precisamente de creencias o religiones. Quiere decir entonces un par de cosas. El camino está abierto para que las naciones europeas incorporen a la inmensa Turquía, dentro de 10 ó 15 años, que son los plazos que les ha dado la Comunidad a los dirigentes de ese país para que acomoden sus leyes internas a una serie de exigencias civilizadas, sobre el trato a los prisioneros, la pena de muerte está abolida en toda Europa. Sobre el trato a las ciudadanas turcas. Pero, claro, el que Europa integre a un gran país musulmán, cuando eso ocurra, es lo contrario de la América de Bush que les hace la guerra, y la prueba de la superioridad de los acuerdos políticos para pacificar las sociedades humanas. ¿Europa ha dejado de ser cristiana? Nada de eso, ha dejado de ser clerical. Y el substratum de valores cristianos, que dice todos los hombres son iguales puesto que hijos de Dios, se ha fundido, tras siglos, y no fácilmente, en la filosofía del individuo y la libertad.

En este diario se ha publicado una carta de un lector, el señor Wilfredo Córdova Mallqui, en la que llama utópica a la filósofa Pepi Patrón al referirse a un posible Estado laico. Pues bien, "el sueño utópico" es lo corriente para 430 millones de europeos. El argumento del número, si es que no el de una civilización científica y técnica y democrática, debería hacer reflexionar. En Europa los hombres pueden creer en el Dios que quieran, pero no imponérselo a los demás. El Estado de Derecho no engendra esclavos. Para ello sus ciudadanos renuncian al autoengaño: las Constituciones no bajan de ningún cielo, son obra de asambleas humanas.

Castoriadis, el gran Rogelio, filósofo y pensador disidente del socialismo bárbaro, vale decir totalitario, señalaba que la política de "la autonomía" era aquella fundada en la razón kantiana, en la libertad cartesiana, acaso en Sartre, y consistía en que individuos reflexivos y participativos eran parte de la opinión común, a la que luego se sometían. No a un texto revelado sino a una Carta, salida de hombres y mujeres de carne y hueso. La lógica de las sociedades contemporáneas no viene de algo exterior a ellas, de algo extradeterminado. Error o acierto, viene de los hombres mismos. Hasta la fecha, Dios y lo trascendente han tenido buenas espaldas. "La democracia no es sino el gobierno de la sociedad por la sociedad misma" (Castoriadis).

¿Llegará Turquía a integrarse? Ese es el paso decisivo, y no será fácil. La polémica será ardua, hay todavía protestantes intransigentes, católicos pre-Vaticano II. Pero la inmensidad de europeos han separado fe religiosa y civismo desde hace tiempo. La cuestión es si Europa sigue el camino de su vieja civilización. ¿Y cuál es ese camino? Una europea, Agnes Heller, lo define como una aventura abierta al aporte ajeno. "La figura mitológica que le dio nombre, Europa, era griega. Más tarde, los habitantes se identificaron como cristianos, luego católicos, en consecuencia universales, y su ‘urbs’ era un lugar llamado Jerusalén. Pero de la identidad europea no se puede hablar como de la identidad griega, romana o judía". Es inclusiva. "La idea misma, ‘todos los hombres’, es un concepto cristiano y griego". Es decir, de todos. Agnes Heller, húngara, alumna de Lúkacs, estuvo años atrás entre nosotros, en la Universidad Católica. La presentaron Marcial Rubio y Regalada de Hurtado. Sus obras están traducidas, Crítica de la Ilustración, 1984. El hombre del Renacimiento, 1980. En fin, vuelvo sobre esa Constitución, aún no aprobada por los pueblos. Europa es como Atenas, un lugar de áspero debate. "Sus habitantes, llegados en sucesivas oleadas, con la inspiración de las herencias culturales, religiosas y humanistas, y cuyos valores han hecho arraigar en la vida de la sociedad el lugar primordial de la persona y de sus derechos inviolables e inalienables, así como el respeto del Derecho…". ¿Utopía? 430 millones.

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Sabatina, 30 de octubre del 2004

Imperio y Jarana. Ellos y nosotros

 

Hugo Neira

Me tienta lo local, aunque haya elecciones en el corazón del Imperio. Por ejemplo comentar algo más sobre ese mundano CADE trujillano que al decir de Juan Sheput luce unas siglas "que son parte de la palabra decadencia" (El Comercio, miércoles 27, p. A6). A mi humilde entender, se refería a lo mismo que resaltan los medios de comunicación, es decir, al inaguantable aire de frivolidad del evento. Este diario propuso en su sección ofidio "un premio a la resistencia". No a la de quien más trabajó, o propuso proyectos o ideas. No. "A quien resistió mejor las horas de baile y juerga". Y yo, pobre idiota, explicando en maestría de universidades que el capitalismo está ligado en sus orígenes, según Max Weber, a un "espíritu", es decir, a una mentalidad de sobriedad, a una norma de autocontrol que los calvinistas llamaron Beruf, o "la santidad cotidiana". Tenemos, en cambio, capitalismo con bailongo, y noches trujillanas que se prestan al "ampay". Así, ni con 100 Camiseas. Relajo y frivolidad, mi abuela decía no hay que contar plata delante de pobres, pero es lo que hacen. Como clase, son suicidas, ya les contaré lo del país taciturno y exasperado que encontré en Ilave.

El tema da para largo, pero qué remedio, hay elecciones en el Imperio. Lo primero es lo primero, comprender qué pasa en la Roma americana, lo entendamos o no. Las elecciones para elegir al hombre que va a Washington, clave del sistema, ocurren a rajatabla en noviembre, en la primera semana y el martes. Todo el resto es, sin embargo, incierto, dado las reglas y tabús inconfesos. Así, de preferencia el Presidente debe ser de sexo masculino, de raza blanca y mejor si protestante. Kennedy hasta nuevo aviso, es el único católico que llegó a la Casa Blanca. No está de más que posea fortuna personal o familiar. En fin, debe proceder de uno de los dos grandes partidos que dominan la vida política americana, aunque en 1992, un "independiente", Ross Perot, alcanzó a reunir un 19 por ciento del electorado. Los outsiders son impensables. ¿Qué bueno, no? A diferencia de nuestra chirle democracia, donde en cualquier momento se nos vuelve a zampar otro desconocido.

Las 191 naciones que componen la ONU miran a las urnas americanas, lo que no quita que esos comicios sean muy específicos, muy de ellos. El día de las elecciones, eligen su representante, y a los grandes electores, o sea, a quienes elegirán Presidente y vicepresidente. El mismo día, se vota por dos senadores por Estado, por un listado de jueces, sheriffs o comisarios de policía, por legisladores del propio Estado, y, como si no fuese poco, las autoridades aprovechan la ocasión para solicitar opinión sobre otros temas. No se crea que con eso los americanos no vuelven a ver un ánfora hasta dentro de cuatro años. En el intervalo votan para gobernador, alcalde, administrador del condado, por otro representante, otra vez para Senador. Entre una y otra presidencial ¿saben cuántas veces se vota? Según el profesor André Kaspi, gran especialista de la vida americana, no menos que 17 veces (Kaspi, 1999). Cito mis fuentes, puesto que se ha puesto de moda el plagio intelectual en Lima: un artículo de Eloy Martínez publicado en estas páginas aparece en otro diario bajo la firma de un hijo de un ilustre peruano. En carta a La República, el susodicho dijo que de plagio nada, que el artículo lo había hecho uno de sus secretarios. ¡Él sólo lo firmó! La decadencia de las elites. Y pensar que Jorge Basadre padre escribió sobre la materia. Después se sorprenden del desprestigio de la clase política y empresarial. Los anabaptistas en el XVI aparecieron, me decía el otro día Héctor Béjar en los pasillos de una universidad, cuando los campesinos alemanes no soportaron más la arrogancia de los muy ricos: la guerra de treinta años. ¿A eso vamos?

Mientras intentamos salir de la Edad Media, podemos seguir comentando desde este finisterre peruano lo que pasa en la Roma americana. ¿Quién ganará, Kerry o Bush? Pronto lo sabremos. ¿El senador que estudió en Yale o el hijo de papá? "Stop Bush", dicen diversos manifestantes a lo largo y ancho del planeta. Si contaran como votos, ganaría, y de lejos, Kerry. Pero la ciudadanía dentro del imperio no lo ve así. Los analistas se asombran de que las revelaciones sobre las 380 toneladas de explosivos que acaban de robarse los terroristas en Irak –se supone que estaban bajo control– no alteran la opinión de quienes igual votarán por Bush. ¿La democracia es una ocasión para el desacierto? Como sistema es malo. Salvo que, se ha dicho, "los otros son mil veces peores" (Churchill).

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Sabatina, 21 de agosto del 2004
 

Hugo Chávez en Venezuela ‘saudita’

 

Hugo Neira

Los buildings caraqueños imitan las altísimas torres de las ciudades sauditas, pero el problema es que no se levantan en el Golfo Pérsico sino en Venezuela, donde cuelgan de los cerros los ‘ranchitos’ miserables.

Aun los emiratos, por obligación musulmana, suelen ser más distributivos. No es el caso de Venezuela ‘saudita’, el bipartidismo se desplomó no ahora sino en diciembre de 1998, cuando el llanero Hugo Chávez, un militar metido a conspirador y luego a candidato antisistema, fue elegido con el 60 por ciento. Un bipartidismo que durante 40 años había administrado la renta petrolera creando vastas clases medias, es verdad, pero sin atender el crecimiento fulgurante de la pobreza extrema.

Un nuevo actor, los desposeídos de los dividendos del oro negro, viene expresándose desde que destituyeron a Carlos Andrés Pérez por corrupto. Carlos Andrés fue el presidente de los años dorados, cuando en 1975 Venezuela expropia indemnizando a 22 compañías extranjeras, dándole al Estado rentas de maravilla. Los perdió la corrupción, y al sistema entero, arrastrando en su caída a los partidos democráticos del pasado. Un 70 por ciento de venezolanos sigue pobre, aunque desde 1923 los pozos petroleros enciendan la economía mundial.

Ha pesado en el resultado del último referéndum lo que unos llaman populismo y otros paternalismo de Estado destinado a corregir la feroz brecha entre ricos y muy pobres en Venezuela ‘saudita’. La oposición grita ahora que hay fraude, pero lo cierto es que ha pesado en esta nueva victoria electoral del llanero Chávez, menos que sus largos discursos o la boina colorada que se pone o las citas de la Biblia y de Bolívar (o la eventualidad de un truco en el conteo automatizado) los 3 mil millones de generoso gasto gracias a los precios de los crudos para escuelas, medicinas, viviendas y alimentos. "Al menos, algo de la renta petrolera nos quedará en los bolsillos", dicen los chavistas. La pobreza en los ‘ranchitos’ es aun peor que la más abandonada barriada peruana. "¿Cómo se regresa de esto?", le dicen a un corresponsal. "¿Cómo van a sacarle a la gente sus maestros? ¿Cómo van a cerrar los simoncitos, donde llevan a sus hijos pequeños los padres que trabajan, o cómo van a volver atrás las becas a los miles de jóvenes venezolanos incorporados a la educación en los últimos tiempos?" (Jornada, l6 de agosto).

La pregunta, entonces, es clara como el agua. ¿Por qué las reformas de Chávez, audaces o demagógicas, no se tomaron con anterioridad? Venezuela se había convertido en una república petrolera desde 1946. Es decir, con renta petrolera. Con recursos. Pero cuando se visita Caracas como me ha ocurrido, los amigos te muestran las huellas visibles de la locura y el abuso de poder. Héctor Malavé Mata, profesor de economía, me para, años atrás, ante un building caraqueño, del tipo de los que tenemos por el Golf. -"Mira Hugo, esto es lo que le regaló Carlos Andrés a una de sus queridas". Este cronista pregunta ingenuamente: -¿Cuál de los pisos? Malavé se pone enojado: -"No entiendes nada. ¡Todo el edificio!". Doce pisos a su secretaria.

Llegó el llanero, no tan solitario, y se va a quedar un buen rato, tiene apenas 50 años, y va a revertir los dividendos petroleros hacia abajo. El método puede no convencernos, pero es lo que ocurre en países rentistas, Venezuela hoy y Argentina ayer, cuando el egoísmo social deja crecer una masa enorme de excluidos. Otro corresponsal cuenta cómo en el aeropuerto se cruza con un señor de clase media que atropella la cola: "Me voy a Miami porque en Venezuela el whisky es carísimo".

En el patio trasero de los Estados Unidos no se aguanta ningún proceso igualitario, de los que suelen aplicarse los propios americanos tras cada victoria del partido demócrata. En cambio nos surgen esos personajes entre predestinados y oportunistas, los caudillos, porque les hacemos la cama, retardando impuestos y cualquier forma de redistribución racional. El populismo latinoamericano es el efecto de un mal mayor: el egoísmo de clase y la imprevisión de los que gobiernan. Tenemos lo que nos merecemos.

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Sabatina, 07 de agosto del 2004

Por el sur: con Chile y Bolivia

 

Hugo Neira

En los bancos de escuela aprendemos lo de los límites: por el sur con Bolivia. Su terrible historia. Y sin embargo, el sensato resultado de ese último referéndum. ¿De dónde viene ese acto de conciencia? De la investigación de la maldad nacional, un rubro intelectual boliviano muy asiduo. Uno de esos análisis despiadados de su propia barbarie tan similar a la nuestra, inspiran la presente crónica  (*). 

En 1904 el general Ismael Montes firmó un tratado con Chile de cesión del litoral marítimo a cambio de 300 mil libras esterlinas. En 1909, Arguedas escribió Pueblo enfermo donde despotrica de los "cholos" a los que considera degenerados pero también de los blancos, a su juicio: "una minoría ignorante y brutal que vive del presupuesto". El personaje del capitalismo minero en el siglo veinte se llama Simón L. Patiño, un improvisado empleado de mineros chilenos. Dicen que cuando en la mina la Salvadora, que compró por cuatro pesos,  uno de los obreros le gritó que en el socavón había una veta, Patiño se acercó rezando para que no fuese plata sino estaño, y acertó. La Patiño-Mines con sede en Delaware, Estados Unidos, se extendió por el mundo. Poco de los 3 mil millones de dólares del ciclo del estaño volvieron a Bolivia. Los otros dos fabulosos mineros fueron Aramayo y un emigrante alemán, Mauricio Hochschild, con unos 5000, llega a Bolivia y amasa una enorme fortuna.

Entre 1850 y 1950 hubo un golpe de Estado por año, y los dirigentes obreros fueron casi siempre trotskistas. La gran crisis del 29 arruina el estaño. No había dado a los bolivianos gran cosa: los impuestos por utilidades no iban más lejos de 5’400 pesos bolivianos.  En la guerra del Chaco, sacrificaron una generación. Roberto Prudencio escribió "una guerra colonial en nuestro propio territorio". De ella salió una moral de excombatientes, de las trincheras, del fango de la guerra.  En 1937, Busch, con el respaldo del ejército, dijo que tomaba el poder "en propiedad". Fueron decenios de la "Rosca": potentados mineros, militares, políticos, periodistas. Vinieron años feroces, un caudillo como Villaroel acabó colgado de un poste. Con la insurrección de abril de 1952,  se nacionalizaron las minas, hubo reforma agraria y la Confederación obrera boliviana (COB) fue asociada al poder. Era tarde,  las vetas mineras estaban a punto de agotarse. En cuanto a la tierra, de 1953 a 1978 se distribuyeron  23 millones de hectáreas. Pero de comer maíz pasaron a importar trigo, que les regala los USA (40 por ciento del alimento popular proviene de donaciones) De comer papa, a fideos y pan de trigo.  En fin, a comienzos de los ochenta, Paz Estenssoro, el aprista boliviano que había hecho la revolución de 1952, hizo el movimiento inverso: desmanteló a la Comibol, cerró muchas minas, privatizó el sector público y se puso a las órdenes del FMI. Los bolivianos comenzaron a dejar el altiplano para ir a trabajar y vivir en el Chapare, donde se ubican las grandes plantaciones de los barones cocaleros de Santa Cruz. Esa producción narco viaja a Argentina y Brasil. Corren vientos de Secesión. Bolivia o progresa o se rompe. Esas cosas pasan: Yugoslavia.

¿Será cierto lo que dijo Cuadros Quiroga, "La adversidad nos ha endurecido, nos ha enseñado a ver y resolver, sobre la marcha…"?  Bolivia en el corazón del continente. Entre tanto, se ha ido un millón de bolivianos, andan de Argentina a Suecia. En Bolivia, cada ciudadano es 15 veces más pobre que en los 80.  ¿Bolivia  revolucionaria? Otro mito, Merle Kling explica la inestabilidad política de la siguiente manera: en un contexto en el cual las fuentes de riqueza se hallan controladas por oligarquías locales vinculadas en mayor o menos grado a mercados extranjeros, adueñarse del gobierno es llegar a un bien escaso.  El escritor Franz Tamayo por eso habló "del banditismo gubernativo" y pidió una estatua para los tiranicidias. En el pasado los generales se volvían de golpe socialistas como Toro, estaba de moda. Los dirigentes de izquierda, como Gustavo Adolfo Navarro se hacía llamar Tristán Marof, sonaba a más ruso.  Si bien la escena política no la ocupan más ni militares ni caudillos sindicalistas, reemplazados por empresarios y marchas de indígenas y "pisacoca", lo cierto es que siguen siendo escasos sino raros los hombres sensatos como el actual presidente Carlos Mesa. Todo esto para decir que el desarrollo de sus corredores de exportación les resulta decisivo. Abrirse paso hacia el Pacífico. Y por la hidrovía hacia el Brasil. Hoy recorren el territorio boliviano cada año, 220 mil camiones brasileños sólo para transportar soya hacia los mercados asiáticos. No es Chile quien solamente se interesa por los recursos bolivianos. Es Brasil. La cosa no es pues política. Es geopolítica.

(*) El excelente libro de Mariano Baptista Gumucio Bolivia, historia contemporánea, Fondo de Cultura Económica, 1996. Diversas ediciones. No sean flojos, se consigue en Lima, en la librería del Fondo, en la calle Berlín, Miraflores.

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Jupiterina, 18 de marzo del 2004

Picotazos

 

Hugo Neira

A las víctimas del atentado de Atocha en Madrid se les ha sumado otra, inesperada, en la persona y cargo de José María Aznar. Es el voto sanción. Su pueblo le ha cobrado ora el error de enviar tropas españolas a Irak, ora haber querido soplarle la pluma a ETA. Lo prudente y cuerdo era decir, bueno, también pudo ser Al Qaeda. Nada de eso, se mandó, y ahí lo tenemos, en casita. Ahora en Madrid dicen que hasta hubo llamaditas por teléfonos a los medios. ¿Qué tendrá el poder que ciega a los poderosos? El tema es bíblico, y mejor lo dejamos.

Pero no vayan a pensar que el señor Aznar es cualquier cosa. Ha gobernado ocho años, con muchos éxitos, no me duelen prendas decirlo, y de no mediar los malhadados bombazos de Atocha, el pecado de mentirle a los españoles, y ese proamericanismo que le salía hasta por las orejas, ahí lo tendríamos. En una sabatina, decía lo siguiente: "El hombre es desconcertante. Bigotito recortado, un ligero aire a Chaplín y te recita muy tranquilo su doctrina de aquí estoy yo y tengo razón más grande que un templo.  En eso de la flema, se lleva de encuentro hasta a los ingleses. Ha ido con ellos a la guerra de Irak. Y hoy, caen españoles en Bagdad"  (06/12/03,  La República).

Me alegro que haya cambio de gobierno en las Españas por otras dos razones. La primera es que la Unión  Europea pasará de aquí a poco de 15 a 25 países. Además, se viene  un tiempo de arduas consultas para la Constitución Europea. Aznar no facilitaba esa integración política. Cuando me preguntan si creo todavía en utopías, señalo una, concreta, de estos días. El nacimiento de lo que llamara Víctor Hugo los Estados Unidos de Europa. Ahora bien, se habrá ido Aznar, el del bigotito, pero no el aznarismo. Es decir, una tendencia muy fuerte en la opinión española consistente en decirse que  el futuro está en acercarse todo lo posible a Washington y al diablo la construcción europeísta. ¡Cómo se ha americanizado el país post-franquista! Hace poco un humorista, que como se sabe dicen las puras verdades, recortó el mapa de España y lo puso en medio del Atlántico, lo más cerca de New York. Pero claro, una cosa son las costumbres y la economía y otra enviar tropas para seguir matando moros. No estaban de acuerdo, pero Aznar no quiso ceder.

Bueno, más allá de sus pugnas internas, democráticas, normales, no perdamos de vista que europeístas o atlantistas, son nuestros mejores aliados para la cosa de ligarnos, por donde se pueda, a la poderosa unión de naciones europeas.  Aquí va la otra razón. Don Rodríguez Zapatero, flamante Presidente de Gobierno, está hablando de ratificar como candidato a la dirección del FMI al economista español Rodrigo Rato, hombre de polendas, muy competente, que fue ministro de economía de Aznar, y que más da.  He dicho bien, en el Fondo.

Menos mal que en Madrid tenemos al Embajador adecuado. Como se sabe, la competencia en economía del señor Olivera es de todos conocida, tanto como su viva simpatía por los socialdemócratas. La idea de que tengamos en Madrid otro tipo de persona, por ejemplo,  Silva Ruete, uno del SODE de aquí y economista, seguro que a algunos les parecerá como propuesta —que ni me ha sugerido Javier— incongruente. La adecuada coincidencia entre personas y cargos es uno de nuestros fuertes, y entonces, no queda duda alguna de que una vez más estoy equivocado. Lástima, justo ahora que Kirchner y Lula quieren renegociar ante el FMI. Y  nosotros en la luna de Paita.

PD. Picotazos era una manera, una costumbre, un recurso del periodismo de los años veinte, bajo Leguía, cuando alguna de nuestras plumas, entre las que andaban satíricos y costumbristas, quería meterse con el poder en asunto que hoy llamaríamos puntual. Usaré del procedimiento, a ratos. Un poco de humor, de joda, qué diablos, aunque no todos tengamos el talento de Rafo León en su inmejorable "China Tudela".  En fin, se hace lo que se puede.

 

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Sabatina, 13 de marzo del 2004

En el nombre de Dios, el Misericordioso

 

Hugo Neira

No tengo palabras.  La estación de Atocha la conozco, he vivido en España, por sus naves se accede con los trenes que llaman de cercanía, al viejo Madrid. Lo que quiero decir es que Atocha es popular; soltar allí bombas es como hacerlo a lo largo del jirón de la Unión, acaso peor. Y lo primero que pienso y siento es en mis amigos españoles y en mis amigos peruanos.  Desde aquí, mi fraterno dolor.

En una de esas ciudades satélites a Madrid, en Alcalá de Henares, a 35 kilómetros, la policía ha hallado una furgoneta, detonantes, cinta de grabación y versículos del Corán.  Un diario árabe de Londres publica estas líneas que dan la vuelta al mundo: “El escuadrón de la muerte logró penetrar en el corazón de los cruzados europeos”.  Estos atentados conmueven y acaso robustecen a lo largo del planeta, me temo, a los duros, a las diversas barbaries, a los fundamentalismos.  Dos observaciones sumarias.  El tema de ETA.  El tema de Irak.  Y una pregunta sin respuesta: ¿los muertos de Madrid, favorecen al candidato Bush?

A ETA se le conoce.  Y no es que tenga o deje de tener relación con la red de Al Qaeda, ya se sabrá.  Viví en España, repito, y el tema lo abordo cuando trato de la Transición. Ahora bien, hoy lo digo alto y fuerte, para que no salga algún loquito irresponsable por aquí, de preferencia algún antropólogo ideologizador con algún artículo sobre “el explotado pueblo vasco igual que el pueblo quechua” o alguna otra paparruchada por el estilo.  Hace rato que ETA no tiene sino sus atentados.  Lo sabe cualquiera: el partido más representativo en las elecciones vascas es el PNV, o sea el Partido Nacionalista Vasco, que no pone bombas ni cobra cupos de guerra, con unos 300 mil votos, cuando en las mismas elecciones regionales o autonómicas como allá las llaman, HB (Herri Batasuna, el brazo legal de ETA), hoy prohibido y en plena negociación para volver a la legalidad, no llegaba a los 15 mil.

Hagan números, sobre 100 ciudadanos que viven en Alava, Guizpúzcoa y Vizcaya, sólo 5 son partidarios del partido ligado a ETA.  Además, ¿qué identidad?  No todos los que viven en el país vasco son vascos.  Un dato sencillo, los que hablan vasco.  Las cifras, aunque de 1990, son concluyentes.  Nativos vascoparlantes, 600 mil.  Nativos no vascoparlantes, un millón 400 mil.  Inmigrantes no vascoparlantes, 900 mil. Cifras cantadas, solamente un 20,6 por ciento.  Como toda organización terrorista, ETA concluye por representarse a sí mismo.  Ni todos los musulmanes, un millar en el mundo, son terroristas.  Ni todos los senderistas son ayacuchanos.  Cuidado con las espantosas amalgamas, hieren y son falsas.

Volvamos a los partidarios de la muerte, de la heroicidad de liquidar inocentes.  Suelen hablar en nombre de la historia, o en nombre de Dios.  Pretextos a la vanidad ideológica, al falso saber.  Comienza el manifiesto de Las Brigadas de Abu Hafs al Masri  “En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso, tienes que castigar”. ¿Cómo se puede matar en nombre de Dios?  Pero, ¿no es acaso verdad que los cruzados, en otras épocas, igual lo hacían? Llama la atención el lenguaje político de estos grupos.

Precisamente porque no hay política, hay religión.  No, no quiero sacarle puntada a esa masacre, buscar argumentos en medio de la sangre derramada, pero una vez más, qué peligroso es mezclar religión con política.  Allá y aquí.  Ya bastante complicadas son las cosas para matarnos por cosas indemostrables, de fe.  En fin, ¿qué se le perdió al gobierno de José María Aznar en Irak?  Hay una relación directa entre esa errada decisión y el terror.  Pero igual, no cabe la menor duda que grupos pequeños usan el Islam como metalenguaje para rechazar todo lo diverso y ajeno desde un libro susceptible de diversas interpretaciones, desde el Corán, para guerrear contra lo que creen que es Occidental.  O sea, contra la libertad de las mujeres, la posibilidad de que los pueblos musulmanes critiquen abiertamente a sus despóticos gobernantes.  Igual guerra, reaccionaria en el fondo.  Y esto, amigos, para rato, cuarta guerra mundial.  Lenta, feroz, intermitente.

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Jupiterina, 29 de enero del 2004

Bombay, Davos, La Paz, Miami-Castro Castro

 

Hugo Neira

Bombay. Se fueron los del fórum social mundial a la India, primera vez que dejan Puerto Alegre. Entrada a 5 rupias, o sea, en soles peruanos, menos de una china, 42 centavos. ¿Cuántas personas acudieron? Magnitud digna de ese país, unos 120 mil participantes. ¿Cómo se puede tener un fórum en esas condiciones? El de Bombay lo ahogaba su propio éxito, pese a todo se llevó a cabo, con una logística complicadísima. Unas 2500 panales. Público en su gran mayoría de hindúes, desde políticos y técnicos a intocables o parias, y mujeres y otros excluidos del sistema de castas. Y unos 20 mil visitantes de fuera, entre ellos Immanuel Wallerstein, de los Estados Unidos, honorable profesor y el mayor crítico del sistema capitalista mundial. Los de la antiglobalización no son estúpidos, se llaman a sí mismos "altermundistas", no quieren la de los grandes patrones de multinacionales. El fórum, cuando retorne Héctor Béjar, que nos lo cuente un poco.

Davos. No había calor sino nieve. Los ojos se iban tras los índices de Dow Jones o de Nikkei: las bolsas del mundo van bien, los negocios viento en popa. La expansión retorna en USA y muy fuerte en India, Rusia y China. Pero la opinión pública en los países ricos ve la cosa diferente de sus global leaders o empresarios. Un 45 por ciento de americanos piensan que sus hijos vivirán menos bien, un 69 por ciento de alemanes, un 61 por ciento de suizos. ¿Qué temen si los negocios van bien? Las guerras en el sur, los atentados terroristas, la ausencia de seguridad a nivel planetario. Cierto, en líneas generales se ha avanzado, en 2003 unos 80 países no son dictaduras, unos 2800 millones de personas, un 44 por ciento de la población mundial. En 1973, sólo 44 países, apenas un 29 por ciento de la humanidad. Pero, ¿cómo extender el capitalismo y las libertades si es que no se aborda el tema de la educación y el bienestar masivo? ¿Van siempre juntos, mercado y democracia? Esa es la materia del último libro Amy Chua, mujer de origen chino y hoy profesora en Yale, su World on Fire: la exportación de la democracia de mercado engendra el odio étnico y la inestabilidad mundial, 2003, Doubleday, USA, que comentaré otro día, en extenso.

La Paz. "Mario Vargas Llosa quiere darse un remojón en mar boliviano", señala ayer este diario, no sin dejar de indicar que "tuvo el escritor una feliz relación con Bolivia, en donde vivió". De acuerdo. Pero insisto, el problema está enterito. Bolivia es una bomba. Pronto se le acabará el apoyo masivo al presidente Mesa. Chile no va a ceder. Yo escribí una columna fundada en la desagradable "política real" y no en los buenos deseos. Si Bolivia se rompe (como se rompió Yugoslavia) será con República aimara entre los trozos. Y entonces me iré por ahí a ver la cosa de cerca.

Miami y Castro Castro. Même combat. Peleando por lo mismo, por adecuadas y puntuales cortinas de humo. Un audio, reaparición de Beto Ortiz + un ex asesor de Toledo tan cacaseno que va a conversar con un general corrupto y se deja grabar mandándose la parte y ocupando funciones —lo de colaboración con la Justicia solo compete a fiscales— y un "video explosivo que estalla en el punto clave del andamiaje oficialista" (Mirko Lauer). Esto es, en la alianza FIM-PP. Un destape con dos años de retardo aparece cuando juzgan a Montesinos. Brillante campaña, ya obtuvieron lo que buscaban, ruido político, sospecha. Por lo demás, nada falta en ese libreto, desde un operador, "vínculo sentimental" de la viuda, ex preparador de caballos + un periodista en Miami + un testigo perfecto puesto que muerto, el susodicho general. A propósito, ¿cuándo los ciudadanos de a pie escucharemos el audio? Cuestión de hacerse una opinión, sin manipuladores de conciencia. Pero insisto al borde de la admiración: qué bien saben hacer las cosas los cautivos de Castro Castro.

En Bombay y Davos se piensa. En La Paz se lucha. Y aquí chismeamos.

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Jupiterina, 22 de enero del 2004

Cuando pa’ Chile me voy cruzando la cordillera

 

Hugo Neira

Acabo de leer en el diario boliviano La Razón, "Chile está en estado de alerta porque prevé más apoyo a Bolivia y teme la reacción de algunos países de la Unión Europea y hasta de la Santa Sede". Al parecer estuvieron por La Paz tres legisladores europeos y les han dado esperanzas, "y se espera que el parlamento europeo, etc". Eso dicen. Me pellizco para saber que no sueño.

O una de dos. O los hermanos bolivianos no saben lo bizantina que puede ser la gente de ese mundo internacional al que piden adhesión -en realidad los están meciendo— o la capacidad para autoengañarse en los seres humanos a la que aludía Nietzsche no tiene límites. Qué más quisiéramos por estos lados del mundo, que más quisiera este cronista que la justa lucha de Bolivia por recuperar el mar se resolviera con buenas maneras y una de estas mañanas cediera Chile. Pero, pongámonos la mano en el pecho, ¿quién puede creer que ese Chile próspero y armado hasta los dientes vaya a ceder ni un solo metro de los 480 kilómetros de costa que incluían cuatro puertos mayores y siete caletas en el momento del despojo? Y no porque exista un Tratado, el de 1904, sino porque el que tiene la primera (y la última) palabra se llama Chile. No se compran, por gusto, y desde hace años, tanques M-51 a Israel, helicópteros Súper Puma a Francia y Enstrom a USA, y misiles Mapat. Chile y su doble raíz, vieja democracia con mucho de prusiana, nación sin metales preciosos que se hizo con las armas en la mano no con los indios sino contra ellos, desde el XVI. Pregunten a los mapuches.

La cuestión al sur es grave, grave. Con dos interlocutores intransigentes, amarrados a su opinión pública. Por un lado está Chile. Acaba de saberse que el presidente Lagos le habría dicho a Mesa en la cita presidencial "el tema de la soberanía es de alta sensibilidad para Chile". ¿Qué quiso decir? Lo de "la sensibilidad" es una elegante alusión al nacionalismo popular chileno, o acaso a ese otro poder, no tan invisible que se llama Fuerzas Armadas Chilenas. Las armas de la nación, en Chile, no son sólo como dicen algunos con eufemismo un "factor de poder". Son más que eso. Cogobiernan. Veo muy difícil que alguien se atreva a ceder ni medio metro de esos puertos, playas y ciudades marítimas que ya por herencia o hábito, los chilenos consideran, 123 años después del Conflicto del Pacífico, parte "del sagrado territorio de la patria". Las guerras y fronteras suelen dejar malentendidos inamovibles. A ver si Inglaterra devuelve Gibraltar o las islas Malvinas.

Por el otro lado está Bolivia. Además del lejano mar, sus otras guerras, por el agua, gas, petróleo, coca y hasta de religiones. La Iglesia Católica y los evangelistas disputándose el alma indígena. Más radical que Evo Morales del MAS es Felipe Quispe, líder aimara. Su mensaje es claro: en Bolivia la idea de la nación ha fracasado. Hay unas dentro de otras, la aimara, por ejemplo. ¿Crisis? En ella andamos todos en la América Latina. Pero en Bolivia se descompone el Estado nación más rápidamente que en todo otro lugar del continente. Ese es el tema, que deja de ser boliviano.

En este lío que consolidan los presidentes Mesa y Lagos perderán, a la corta o a la larga, los pueblos. Claro que existen propuestas y salidas inteligentes. Contaba la otra noche en televisión el ex embajador De la Puente acerca de un grupo de trabajo (donde estuvo Jorge Basadre) y la sesuda propuesta peruana en 1976 para un sistema tripartidario por esa zona costera, o algo así. Un almirante chileno la recibió, y ni respuesta. A buen entendedor pocas palabras. En La Paz el macrotema de la mediterraneidad otorga consenso al presidente Mesa, al menos por ahora. Y ya saben, es asunto emocional, todo o nada, mar o muerte. La respuesta chilena es la de siempre, esquividad o silencio. Hace bien nuestra Cancillería con soplarle la pluma a Chile. Salida al mar, asunto bilateral.

Si es por milagros territoriales, Bolivia puede esperar hasta que San Juan baje el dedo. Pero dada la intransigencia chilena y el ruido de una polifonía de diversas protestas que juegan a la política de lo peor, el desorden altiplánico puede contagiarse. No tendrán mar pero sí mucho pescador en río revuelto. Quien podría estar muy satisfecho es Washington, ver hundirse un Estado-nación al sur del Río Grande pronto dividido en naciones tribales, de eso conocen en Norteamérica, en dar territorios a indios dakotas y enviarles misiones protestantes, lo que ya hacen. Como siempre, parte de la izquierda trabaja ad gloriam del Imperio.

PD. Ad gloriam, contra los propios intereses. Por las puras. Otra cosa, la denuncia de la actividad evangelista proviene de los mismos líderes indígenas: "están volviendo locos a los aimaras", Felipe Quispe, en Página 12, Buenos Aires.

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Sabatina, 27 de diciembre del 2003

En el hoyo de Saddam. Crónica

 

Hugo Neira

De las muchas crónicas que recorren el mundo acerca de la guerra de Irak, recojo una, que me parece ejemplar como periodismo y como página directa de historia. R. Fisk, corresponsal inglés, cuenta cómo se metió en el búnker de Saddam. En el hoyo del tirano. Crónica que aquí se glosa, escrita en Al-Dwar, en el norte de Irak.

Con satisfacción, dice el periodista Fisk, me acosté adentro del último hoyo de Saddam en la tierra. "Siete meses atrás, me había sentado en su trono presidencial de terciopelo rojo en el mayor de todos sus palacios de mármol. Y ahora, ayer estaba aquí, descendiendo al interior húmedo, oscuro y de concreto gris de su refugio final, el búnker enano enterrado al lado del Tigris de dos metros y medio por uno y medio, tan parecido a una prisión subterránea como cualquiera de sus víctimas pudiera imaginar". Una choza en la superficie, y muy cerca, el hoyo bajo tierra con una rendija o respiradero.

Cuando llegaron los soldados americanos, Saddam habría estado arriba, y Fisk piensa que salió corriendo de la choza para meterse en el hoyo. Por el suelo quedó "un plato de porotos desparramados y de Turkish Delight (delicia turca)". "Cuando los estadounidenses buscaron en la choza, no encontraron nada sospechoso, excepto una planta en una maceta curiosamente puesta sobre unas palmas secas. Debajo encontraron la entrada al pozo".

Fisk se pone a buscar alimentos ya en el hoyo, y en efecto, no faltaban "latas de carne barata y fruta fresca". Se pregunta también si había libros en el refugio de Saddam, y los encuentra: "las obras filosóficas de Ibn Dhaldun y las doctrinas religiosas y prochiítas del teórico Iman al-Shafei y una pila de volúmenes de poesía árabe. Había casetes de canciones árabes y algunas pinturas baratas de ovejas al atardecer y el Arca de Noé atestado de animales". Pero añade, "esto no era ningún cuartel de resistencia, ningún lugar desde el cual dirigir una guerra o comenzar un levantamiento". Afuera, en efecto, la guerrilla irakiana y los atentados continuaron.

Fisk se pone a pensar en el búnker de Hitler en el Berlín vencido del 45, pero "éste no era un búnker-fuhrer con guardias SS y conmutadores y secretarias escribiendo cada palabra para la posteridad, me tuve que sentar en el tablón de madera de la apertura y voltear mis piernas hacia el angosto pozo y buscar el apoyo en cuatro escalones de tierra. Se usan los brazos para bajar a este último vestigio de historia iraquí baasista. Luego uno está sentado en el suelo.

No hay ni luz, ni agua, sólo las paredes de concreto, el respiradero y el techo de tablas de madera. Saddam podía —agrega Fisk— "usar un pequeño generador, que encontré cableado a una heladera en miniatura. La heladera estaba en una mitad de la choza, que está a sólo tres metros del pozo, y contenía botellas de agua y una botella de medicina con una etiqueta que decía Dropil. Había un tubo de crema para la piel encima, un tubo de crema humectante, unos pequeños costureros en una bolsa de celofán y una lata de Pif-paf, debe de haber estado acosado por los mosquitos. Y dos viejas camas y algunas frazadas sucias".

Por encima de esta sombría celda subterránea, concluye Fisk, había una especie de paraíso, "de palmeras y naranjos y el sonido de pájaros enterrados en la cima de los árboles. Hasta había un viejo bote pintado de azul guardado detrás de un muro de palmeras, la última oportunidad para escapar a través del (río) Tigris gris si los estadounidenses lo encerraban". Saddam no lo hizo y lo capturaron. El célebre y huraño topo de la historia no excavó esta vez a su favor.

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