Internacional Parte II

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Sabatina, 22 de noviembre del 2003
 

¿Indios? Ni apocalípticos ni integrados

 

Hugo Neira

Vuelven los llamados "indios". Como movimientos de mucha fuerza. Como temor y desconcierto en el plano de lo simbólico. Se desvirtúa así, en el miedo, la ocasión de comprender qué es lo que realmente está pasando. Vuelven como descrédito. "Fundamentalismo indigenista" dice Andrés Oppenheimer desde Washington, columnista por lo general bien intencionado. Y Juan Carlos Tafur, por lo general cuerdo, especula si lo de Bolivia no sería una revuelta antimoderna. Mario Vargas Llosa (lo siento, Mario) vuelve a la carga con su idea de "lo arcaico". No creo que esté en marcha un movimiento apocalíptico indigenista y racial antimoderno desde Cochabamba a Colombia, y conectado con el fondo de Chile con los mapuches. La cosa es más compleja, más enredada y ambivalente. He aquí un rápido análisis. Y los necesarios matices.

Se conoce a la CONAIE de Ecuador, el movimiento indígena de Bolivia, el Consejo nacional indígena de Venezuela. Y a los zapatistas mexicanos. Para comenzar, esos movimientos son diversos. El movimiento indígena más estructurado está en Ecuador, la CONAIE, el partido Pachacuti, este último formado no en estos días sino hace 20 años y que ha entrado en el juego político "a la manera de los partidos políticos de cualquier democracia occidental", dice Rodolfo Stavenhagen, acaso la primera autoridad mundial en la materia, mexicano, profesor en Stanford y relator para Naciones Unidas de temas indígenas.

En cuanto a Evo Morales, es percepción equivocada verlo líder de campesinos cocaleros y olvidar su movimiento, el MAS. Movimiento hacia el Socialismo. Evo Morales ha obtenido el 21 por ciento de los sufragios en el 2002. Es un importante dirigente que aspira a llegar legalmente al poder. Un Barrantes con cocaleros, digamos. Unos son irruptistas, otros fuerzas electorales organizadas, según y conforme el formato nacional en el que actúan. Sin embargo, tienen ciertos rasgos en común. Exigen una demanda a la vez de reconocimiento identitario y de modernidad. Piden no menos sino más servicios, más Estado, leyes. Son esencialmente movimientos democráticos y pacíficos que se oponen radicalmente a la lucha armada.

Yvon Le Bot, director de investigaciones en el CNRS francés, amigo y colega, en quien tengo confianza por conocer el rigor de sus trabajos de campo y su apertura de espíritu, sostiene, además, lo siguiente: tienen un nuevo liderato, emergido de las comunidades indígenas. Lo cual a su vez es resultado de ¡cambios globalizantes! La serpiente se muerde la cola. Esos nuevos "indios" contradicen cierta antropología que los consideraba estáticos. Y por lo que vienen diciendo de ellos, idiotas. Parecen una amenaza, y lo son. Rechazan a ciertas empresas. Pero ¿acaso no es verdad que les han deteriorado el medio ambiente, el suelo, las aguas, los bosques? Son en realidad víctimas de la globalización agresiva. Pero de este ángulo, están tan en contra del capitalismo salvaje como los ambientalistas de la juventud occidental que protesta en todas las capitales mundiales.

Y a esos, dudo que alguien les llame arcaicos. Sus reivindicaciones en materia de agro, tierras, justicia, acceso a servicios de educación, de jíbaros a aimaras, ¿son innegociables? ¿No será que atendiéndolos, entraríamos en la modernidad? ¿No la constituye Estado y pacto social? Ni apocalípticos ni integrados. Son minorías que viniendo de la marginación, se auto-organizan. Han irrumpido. Están unos fuera de los partidos. Otros, no les interesa ese camino. Pero de ahí a denigrarlos "a priori" por violentos o ilegítimos, es un paso que por mi parte no espero dar.

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Sabatina, 18 de octubre del 2003

Bolivia la brava

 

Hugo Neira

 

Con Bolivia nunca se sabe si sus agitaciones son una revuelta, una rebelión, una insurrección o una revolución. Las plazas y las calles de la Paz, las calzadas como dicen ellos en buen castellano, han conocido todas estas variables históricas de un mismo dolor secular. Que el pueblo de Bolivia se indigne y levante barricadas no es novedad. Que lo ametrallen a mansalva, tampoco.

Bolivia-sociedad es 550 mil hogares indígenas de economía de auto-subsistencia, 770 mil establecimientos comerciales y artesanales de informalidad y unas 500 empresas capitalistas. Bolivia es el Perú, todavía en peor. Pero carne de nuestra carne. No sé qué idea de los problemas bolivianos se hacen hoy en el mundo. Con dar la noticia de que las masas indias se oponen a que el gas sea exportado a los Estados Unidos, la información internacional deja pensar que Bolivia gira contra la sacrosanta globalización. Menos son los que añaden que no quieren que salga por Chile. Todavía menos los que recogen una de las demandas multitudinarias: que se industrialice Bolivia misma.

Pero la protesta boliviana sí tiene sentido. Desdichada nación que ha visto fugar hacia fuera su riqueza desde siglos sin dejarles casi nada. Cuando Bolívar le dio su nombre y arrancó ese país galáctico de nuestras propias entrañas, las áridas mesetas andinas ya tenían siglos de regalar riqueza a extraños. Del cerro de Potosí salió las montañas de plata que permitieron la grandeza del reino de los Hasburgos europeos y la sólida moneda empleada en guerras interminables como inútiles contra el Turco y los Príncipes alemanes protestantes. La Bolivia señorial que se emancipa tenía graduados en Sucre, excelentes dómines y doctores que no fueron muy hábiles a la hora de la fusión confederada con el Perú, ni cuando la ambición chilena se apoderó, bajo la complicidad de los monopolios ingleses, de su litoral y del salitre, ni ante el Brasil que se apoderó del territorio amazónico del Acre. A Bolivia lo han expoliado vecinos y lugareños en el siglo XX, no tuvieron con el estaño ni siquiera una oligarquía sino "rosca minera", o sea un puñado de aventureros que puso y quitó generales, asesinó líderes obreros y persiguió demócratas como si fueran bestias de los montes. La "rosca" gobernó, antes de dejar el país, sobre un pueblo de mineros con silicosis. Los bolivianos fueron, sin embargo, a pelear por la patria a la guerra del Chaco donde perdieron 250 mil kilómetros cuadrados. En 1952 hubo una revolución con las armas en la mano.

Fue una mínima revolución mexicana en los Andes. Milicias obreras saturadas de indios trotskistas vencieron a un ejército fundado en preceptos prusianos. Pero ni entonces, ni más tarde, Paz Estenssoro, de vuelta al poder en 1985, alcanzó "la gran transformación". Ni el dictador Banzer ni el demócrata Jaime Paz Zamora. Hoy, los bolivianos no quieren que el gas se les vaya de las manos como se les fue en cuenta regresiva el estaño, las minas, la plata y hasta el mismo mar. Los gobierna un hombre blanco de apellido compuesto, Gonzalo Sánchez de Lozada, que habla mejor inglés que castellano. Están en escena también otros actores. Evo Morales. Los del movimiento indigenista Pachacuti, el MAS, la gente de la Nación Camba. La Nación Kolla. Todo lo que la comunidad internacional les recomienda es que no se alejen de la democracia. Como si no lo supieran. En el momento en que se redacta esta nota, se habla de la renuncia del presidente. Ya ha habido 86 muertos. Lo menos que esperamos es que renuncie.

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Jupiterina, 11 de setiembre del 2003

11 de setiembre

 

Hugo Neira
 

1973 fue el año de la primera alza del petróleo, de la guerra de Yom Kipur en el Sinaí, un año antes del escándalo de las escuchas ilegales organizadas por la administración Nixon en el local de los demócratas. Para nosotros latinoamericanos, hubo un signo no menos sombrío que los mencionados. Un ejército chileno que no tenía tradición golpista (acaso una lejana en los días del general Ibáñez) se levantaba en armas.

No, no era Allende "un marxista elegido en urnas". Era un líder respetado y popular de tradición socialista chilena, vale decir, democrática, que había intentado varias veces la victoria electoral sin jamás intentar lo que la ley no le permitiera. Hoy, en el aniversario de los 30 años de esa barbarie, algunos ya pierden la conciencia de esos hechos. Un diario limeño titula, "el golpe que sepultó el sueño del socialismo". No. Más bien del socialismo por el camino de la democracia. Ese quiebre sólo es superado con la victoria de Lula en el Brasil, octava potencia industrial. El otro, el totalitario, en Moscú, lo desmontaron sus propios jefes.

Se puede disertar, al infinito, sobre el 11 de setiembre que no es sólo chileno. Nunca sabremos si nuestros vecinos, por sí mismos, la beligerante izquierda y derecha de esos años, habrían podido llegar a superar sus conflictos. No los dejaron solos. Algo está claro, actuó la CIA. Cuestión de consultar los documentos desclasificados del Pentágono. Los americanos metieron la mano a fondo en ese crimen contra una idea de democracia no globalizada pero de transformaciones profundas. Aquel presidente Allende que muere con el fusil en la mano acaso ha servido para provocar ciertos gestos del Imperio. Devuelven el canal de Panamá. No vuelven a intervenir militarmente contra ninguna democracia. Quién sabe. La paradójica victoria moral e histórica de Salvador Allende.

Fue en setiembre y en 1972 que un comando terrorista de origen palestino asesina a seis atletas israelíes durante los Juegos Olímpicos de Munich. Ese setiembre negro desacredita la causa palestina por muchos años e inclina la balanza hacia los violentos. En octubre de 1973, sin que establezcamos una relación de causa efecto, la guerra del Yom Kipur (jornada judía de la expiación y el perdón). La cuarta guerra, exitosa, en 12 días rodean al III ejército egipcio en el Sinaí. Pero comienza esa interminable guerra civil entre palestinos e israelíes, hasta nuestros días. Es el 12 de setiembre del 92, día de la captura de Abimael Guzmán. Esa es nuestra cruz, esa guerra y sus secuelas.

En fin, el 11 de setiembre del 2001. El doble atentado, el derrumbe de las torres gemelas del World Trade Center. Lo presencian 8 millones de neoyorkinos, 274 millones de americanos, el planeta entero. Una nueva guerra, esta vez caliente y real, una jihad americana. ¿Contra una red internacional llamada Al Qaída? ¿Red o fantasma? El caso es que apenas dos meses después de que partieran en humo las torres de New York, en un Afganistán ocupado y barrido de talibanes, un comando de 300 miembros del Delta Force buscan en las montañas, junto con los SAS ingleses, el refugio del inubicable Ben Laden. Un tiempo después, Irak segunda guerra. Esta vez hasta Bagdad. Todavía están allá.

¿Y este setiembre? Diría Cancún. La reunión de la OMC (Organización Mundial del Comercio, 146 estados). Las lúcidas declaraciones de Noam Chomsky en la OMC ante las iniciativas promovidas por los Estados Unidos para eliminar barreras comerciales "…si estas propuestas se hubieran aplicado durante los últimos 200 años, entonces los poderes industriales y comerciales del mundo hoy probablemente serían de India y China". Problemático Nuevo Mundo. Comercio mundial, pugnas. "Libertinaje proteccionista para países ricos y reglas para los más pobres", titula un diario mexicano.

Curiosamente, de los terribles setiembres de estos 30 años, mal que bien, algunos países salen adelante. Chile postpinochetista. Perú postfujimorista y postsenderista. Los que no caminan son los grandes. La tentación del poder mundial en los halcones de Bush y la caliente posguerra en Irak. Y en Israel-Palestina, la crisis interminable. Así va el mundo, de un setiembre a otro.

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Jupiterina, 17 de julio del 2003

Madrid.  Se necesita Embajador

 

Hugo Neira

Los que escribimos en diarios vemos la televisión un poco como todo el mundo y acaso un poquito más.  Prensa y “medios” se cruzan tanto como las “combis”, se anticipan e influyen, y todos, gente de prensa escrita y oral, vamos tras los acontecimientos, como juez supremo el lector, en todo caso el sentido común.  Todo este introito para decir que voy a comentar, libre y a mi aire, parte del programa de Jaime De Althaus, la noche del martes en que compareció Yehude Simon de retorno de un provechoso, al parecer, viaje a España.  Fue de invitado “por la Comunidad de Castilla la Mancha” se apresuró a decir el Presidente de región, no vaya a ser que se confundan.  No estuvo mucho tiempo Yehude Simon en la señal del N, pero dijo mucho, entre otras cosas, cómo le va buscando dineros a su región.  Y de su sorpresa al hallar una España sana y próspera.  Estaba admirado, se le notaba.  Pero dijo una cosa que por lo menos a mí me pareció enorme, algo que a Jaime De Althaus le suscitó la quinta esencia de la entrevista, la pregunta: ¿cómo, no han escuchado hablar del Señor de Sipán?  El entrevistado ratificó.  Ni noticia.

Yehude Simon ha contado que en España, en economía y en turismo, es Chile para arriba y Chile para abajo.  De eso no nos asombramos, sabemos cómo se la gastan nuestros diligentes vecinos, pero la cosa se pone un poco color de hormiga que ni se sepa de Sipán, niña de nuestros ojos.  Como noticia no es buena, suena a escándalo.  Nada de Sipán y esto en un país como el español de cultura turística no sólo para recibir 50 millones de turistas sino para enviar sus hijos a tierras guatemaltecas o chilenas.  Feliz nación, tan ricamente visitada.  Y pobre la nuestra, de tan público descuidos.

En algo no estoy de acuerdo con don Yehude Simon, y en otros puntos si.  Expresaré primero mi desacuerdo.  Es en la lectura de lo español y lo peruano, lectura penserosa la suya, dice estar “dolido”, se refiere a la distancia entre España y nuestro país, calcula un “siglo y medio”. No lo dudo, pero no son buenas esas comparaciones. No oculto nuestros retardos, pero son otros.  España estuvo enferma, si lo sabré, fue uno de mis hogares en mis andanzas.  A Franco combatí en diarios de oposición.  Valgan verdades, tampoco es para tanto, lo decía hace poco Fernando Savater, cierto, no había vida política, los partidos estaban prohibidos por Código Penal, pero bueno, podías comprar a Marx en las librerías de la Gran Vía.  No nos equivoquemos, vida privada sí (ya había comenzado el desmadre ibérico), mitin no.  El poder en la China de hoy es franquismo solapado.  Trabajen, háganse ricos, diviértanse. Y a lo que iba, España nunca fue subdesarrollada, fue pobre, que no es lo mismo. Fue un singular país europeo, no enganchó con la revolución industrial en el siglo XIX, no entró en la guerra de 1914-18, anduvo trágica, como perdida en sus guerras intestinas. E ingresó tarde, por vía autoritaria, a la sociedad de consumo masivo, hacia los sesenta, pero ingresó.  En suma, siempre tuvieron pueblo, nación, identidad y burguesía industriosa en el lado catalán y vasco.  Ahí no fugan los capitales como en Buenos Aires.  Saben ahora qué es Consenso, de ahí su lograda Transición.

Así, en lo que coincido con el invitado de Jaime De Althaus es en que Madrid es algo más que la capital de España.  Es urbe creativa de la nueva Europa.  Centro simbólico y cultural del orbe hispano, 600 millones de hispanoparlantes.  Capital juvenil de la “movida”.  Y donde hay peruanos que parecen van a encargarse de pasear al Señor de Sipán, ellos, que no están en planillas.  El caso es, y lo digo con franqueza, hace rato que no tenemos un buen representante, acaso desde los día de Allan Wagner.  No es cuestión de régimen sino de criterio, conocí uno, excelente, en tiempo de Fujimori, Santa Gadea.  Luego ha habido embajadores de carrera y también de trote.  Entiendo que los equilibrios interpartidarios obligan a enviar a Olivera, jefe del FIM, a un puesto exterior.  Pero que Sipán lo desconozcan da que pensar.  Sé que anda por la plaza de Alcalá alguien como Elmore, le deseo lo mejor.  En cuanto a nombramientos, acaso hay otros más cercanos a los verdaderos desvelos de nuestros políticos, que no es lo foráneo, por útil que sea, sino el manejo del clan partidario, la tentación del establo que decía Nietzsche.  El consulado en Cochabamba no es de desdeñar, buen sol, mujeres bellas, breve el trayecto a La Paz, luego en taxi hasta Puno, y de ahí a Lima. Una ruta en todo caso menos ostentosa que los viajes con Iberia.

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Sabatina,  12 de abril del 2003

Bajándose a Saddam (simbólicamente)

 

Hugo Neira

Con esta guerra todos tenemos un Bagdad en la cabeza. Hay mucho que hilar para explicarse lo que está ocurriendo, mucha reflexión, coraje intelectual, sangre fría. ¿Qué se creen? Esto es Posguerra. Cuando era niño, recuerdo haberme asomado con mis mayores al escenario de la segunda guerra mundial. Hoy que soy mayorcito, cabe hacerse algunas preguntas. Puesto que ganó el Imperio americano ¿a qué nueva era ingresamos? ¿Cuál el reparto de la baraja del mundo? La voluntad de poder del gobierno de Bush envuelve, claro está, al Oriente Medio, pero también a China sin petróleo, y a Rusia que tiene armas, y a Europa. En cuanto a la Comunidad Europea, zona próspera y sosegada del mundo, gigantesca isla distraída en ese gran mecano que consiste en pasar de 15 a 24 países en paz, zona del euro, gigante económico pero enano bélico, lo cierto es que después de semanas de embriaguez pacifista se despierta en la más puta realidad, entre los perdedores de la guerra de Irak. Más claramente, los acuerdos (Rusia y Francia) para negocios petroleros con el Estado de Irak salen volando y entran las firmas americanas. Hombre, lo que muchos van ahora a descubrir es lo que tenemos claro los "del pensamiento crítico" desde hace rato, o sea, desde Marx y Adam Smith: el enemigo del mercado no es el Estado sino el Capitalismo. "Lejos de la zona de la oferta y la demanda, el capitalismo es la zona de la astucia y de la guerra. El capitalismo es el antimercado porque aspira al monopolio, porque aspira a maximizar los beneficios" (Braudel). Hoy, los neoconservadores americanos ocupando Irak (al que dejarán luego libre en lo institucional y político) casi se acercan a controlar las principales fuentes de energía del mundo. Van a compensar con poder militar y financiero su enorme desorden interior. O sea, Roma. Lo de un Imperio americano está pasando de hipótesis a cruda realidad. Las consecuencias serán gigantescas. Prefiero analizarlas en un especial. La Nueva Posguerra. Quien crea que esa guerra sólo concierne al Medio Oriente no ha entendido un palote de lo que es la aldea global.

Pero volvamos a Irak. A la caída de Bagdad. A una escena. A cómo se bajaron la efigie de Saddam. Una imagen acaso lo mejor de esa guerra, si alguna tiene algo de buena. Corta crónica de lo que vimos. Al comienzo un grupito de irakíes, muy pocos, luego se vuelven multitud, y le pasaron una cuerda a la inmensa estatua, y tiraron como locos, y luego con una comba le dan duro al pedestal, pero el Stalin de Irak resiste. En eso que se suma una tanqueta de guerra norteamericana. Al final, se bajaron entre todos la efigie de Sadam, no sin incidentes que cabe comentar. Al inicio la desacralización del tirano corría por cuenta de la multitud, digamos, era obra de lo que habríamos llamado en San Marcos "la espontaneidad de las masas". Pero claro, con escasos recursos, soguita y cuerda, y ahí es donde se suma la tanqueta (de los ocupantes). La cosa no era mala, casi un símbolo, tecnología extranjera y mano de obra local, pero a un soldado americano se le ocurre la peregrina idea de cubrir la cara de Saddam con una bandera made in USA. Vaya error, son tres décadas que les machacan la cabeza con propaganda del Líder sagrado. El culto de la personalidad identificó a Saddam con la nación misma, o sea, hay la herencia de una sentimentalidad política. Ahora bien, si le entendimos a la alerta corresponsal de la TV española, Angela Nutricio, la atmósfera cambió. Los espectadores irakíes, hasta ese momento entre curiosos y neutrales, cavilosos o entusiastas, pasaron a las lágrimas y a la cólera. Menos mal que otro de los guerreros invasores retiró la bandera (¿el llamado de un superior?). Y luego, igual, se bajaron a Saddam. Entre revuelta y orfandad.

Moraleja de esta estampa. Lo que comenzó como protesta popular ante el totalitarismo de Saddam y acaso arreglo de cuentas entre irakíes fue sustituido por el gesto arrogante del ocupante. No quiero sacar conclusiones excesivas, pero se ve la poca estima ya no sólo del gobierno americano sino del propio pueblo de los Estados Unidos para esas pasiones llamadas patria o nación. ¿Cosmopolita América, país de inmigrantes? ¿O potencia provinciana, incapaz de olvidar su particularismo y reconocer los ajenos? Y el soldadito americano va y pone su bandera, los del país protestan, los mismos que aplaudían la caída del tirano, del paterfamilias, del patriarca odiado y amado, así son los afectos populares, ambivalentes. La posguerra en Irak promete. En cuanto al icono de Saddam —a falta del de carne y hueso— ya por tierra, una muchedumbre la hizo pedazos. No sé si era furia contenida, treinta años de régimen de terror o cálculo comercial: los trozos del Muro de Berlín se vendieron estupendamente.

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Sabatina,  29 de marzo del 2003

En el nombre de Dios

 

Hugo Neira
 

Tras una semana, y cuando se espera lo peor, es decir la batalla por Bagdad, la guerra del desierto desencadenada unilateralmente por los Estados Unidos pierde uno de sus principales mitos. No será breve, menos incruenta. No hay bombas inteligentes. Hay bombas y hay muertos. Muertos civiles y militares. Algo de excursión punitiva tuvo al inicio, entre campaña contra los indios cheyenes y juego electrónico de Nintendo, pero la guerra rápida y limpia no tendrá lugar. A pesar del arsenal de última generación, las cosas no están saliendo como se preveía. Las columnas de blindados anglonorteamericanos siguen avanzando, pero con parsimonia. Esperan que se abra el otro frente, el del norte. Finalmente esta guerra va pareciéndose a todas, o sea, se termina por asediar una ciudad, Bagdad. La similitud es temible, recuerda al cerco en torno a Stalingrado. Si a las tropas regulares irakíes se les suman fedayines y milicianos suicidas, ¿podrán los invasores seguir evitando bombardeos de exterminación? ¿No es lo que busca Saddam, desprestigiarlos? En esa guerra hay varias guerras. Los americanos van bajando lentamente sus cartas, armas secretas, criptonegociación. Por el lado de Saddam abundan también las tretas y astucias. Le reprochan que amase gente civil al lado de baterías antiaéreas, que incendie pozos petroleros, ¿pero cuando los conflictos bélicos no han recurrido al ardid, desde la noche de los tiempos, desde el caballo de Troya? Pende en el aire, como espada, más de una incógnita ¿Qué prepara Saddam? ¿Y hay o no hay armas bacteriológicas? Grave sería si las usa. Pero que vergüenza para América si no existen.

Otro mito que se derrumba: los tiranos son impopulares. Eso es cierto en unos casos, en otros no. Los rusos lloraron a Stalin en su muerte. Y los españoles —lo he visto con estos mis ojos— a Franco. Los terribles patriarcas de pueblos no siempre son detestados. En la defensa del Berlín hitlerista ante el rodillo ruso se inmolaron los pocos alemanes que podían levantar un arma, viejos y niños. No es que se batieran hasta el último aliento por un declinante dictador y sifilítico sino por orgullo nacional, por desesperación, qué sé yo, por nihilismo. El nazismo era eso, un pesimismo de la especie, había que mejorarla como un ganado.

Creo que esta guerra enfrenta particularismos y no el Islam ni la democracia occidental sino el orgullo de gran potencia herida en el caso de los Estados Unidos, a raíz del 11 de setiembre, y el nacionalismo exacerbado de Irak. El primero es de todos conocidos. Tras Bush, un sobresalto de hiperpatriotismo, aunque las bajas de guerra enfrían un tanto la aprobación inicial. Me permitiré explayarme sobre lo segundo. Sorprende el poco tiempo que le ha bastado a Irak para alcanzar una identidad nacional. Es un Estado artificial, sin duda. Apenas en los años veinte, tres provincias otomanas. Pero los pérfidos ingleses crearon de la nada un país tapón juntando gente distinta. Con árabes, judíos, cristianos y kurdos, pero a unos echó Saddam, a otros diezmó con armas químicas. Es tonto citar Babilonia como antecedente histórico, el Irak actual es una opción reciente, irritada, militarista, castrense de arriba a abajo, y Saddam la encarna de maravilla. Ninguna nación se explica por determinismos sólo étnicos, geográficos o lingüísticos, hay siempre un componente voluntarista. Y es el caso. En esa construcción nacional, caprichosa como todas, Occidente es responsable. Saddam fue su hombre contra los puritanos islámicos de Irán. Para que guerreara le vendieron armas (en realidad, también se las vendieron a Irán). Los americanos van a la guerra para destruir su creatura, como el doctor Frankenstein al monstruo. Las armas que hoy temen en manos de Hussein son aquellas que les vendieron. Pero a lo que vamos, los irakíes resisten. No sé si se van a sacrificar por Saddam o por esa patria inventada que tienen, más hija del cuartel que de la mezquita. El fondo de la cuestión es otro: las naciones no han muerto. Y quien dice nación dice identidad y también pasión y dolor. Hasta que no tengamos una y planetaria, las patrias exigen sus ritos sanguinarios.

La cultura americana, apasionada de tecnología, ha querido reducir la violencia inherente a la historia mediante un conflicto sin efectos colaterales. ¡Qué ingenuidad! Retorna lo trágico, el feroz destino. Lo que arrancó como jazz o blues acaba en sombría opera de Wagner. La toma de Bagdad va a ser terrible. Tres círculos de hierro. Una guerra de blindados e infantería, casa por casa. El infierno. La defensa de Bagdad va a ser numantina. Numancia española, para resistir a los romanos, sus habitantes optaron por incendiarla. Bagdad arderá porque el Imperio ha olvidado que el fervor patriótico también lo tienen otros, un valor que no se cotiza en bolsa. Los irakíes piensan que el Dios de los ejércitos combate a su lado. Los angloinvasores también. Esa es guerra entre nacionalismos religiosos. Que el Dios pacífico de los laicos nos ampare.

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Sabatina, 15 de marzo del 2003

Guerra de Irak. ¿El fin de las soberanías?

 

Hugo Neira

Con la primera superbomba que los americanos larguen sobre Bagdad, acaban con Saddam y de paso con un orden legal internacional que a duras penas encarna la ONU. Este orden legal no es moco de pavo, proviene de los siglos XIX y XX, impidió mal que bien el mutuo exterminio entre el Este comunista y el Oeste capitalista. Entramos a un tiempo terrible, enigmático. ¿A un mundo sin soberanía? ¿Ya no valen los Estados pero tampoco hay leyes universales? La realidad, dice el filósofo C. Rosset, implica un elemento de crueldad. De natural, por mi parte, soy poco dado al pesimismo, pero debo admitir que lo más razonable es ponerse hoy en la lógica de lo peor.

Y lo peor no es que los americanos controlen una de las reservas más grandes de petróleo, ni que el precio del barril siga subiendo y nos estrangule, ni que se desate una recesión que se transmita al resto del mundo, ni que se afirmen las tendencias antinorteamericanas en el enardecido mundo islámico con grandes ventajas publicitarias para Ben Laden. No, el gran desastre, el mayor riesgo, es que la arrogancia de gran potencia de América con Bush liquide en el vientre de lo posible ese orden internacional sustitutivo al que aspiran las demás naciones civilizadas. Esa guerra acrecentará el desorden planetario.

La guerra de Irak asesina la idea de soberanía. Como saben los juristas y los historiadores, y debe saberlo el ciudadano-lector, la soberanía es un concepto complejo, a veces incierto, pero pese a excesos y perversiones de sentido, trascendente. Aparece en el tratado de Westfalia en 1648, ha sido la piedra angular del orden mundial del XVII al XX, y consagrado por la carta de Naciones Unidas, resulta imprescindible para que existan relaciones entre naciones, entre gobiernos. Más claramente, dice que sea cual fuese su tamaño, Luxemburgo o Canadá, todo Estado pesa lo mismo. A cada uno, un voto. Teóricamente, los Estados son iguales y no se les puede imponer principios que les son ajenos. O sea, si un país quiere no ser democrático, pues ni modo. No hay que ir a hacerle la guerra, acaso lamentar su mala opción. ¿Pero hoy los derechos humanos, la práctica de la libertad y la democracia, van a imponerse a punto de invasiones y cañonazos?

Ese es en el fondo del dilema de la hora. Max Weber decía a comienzos de siglo que lo peor es un conflicto en torno a valores. Aquí se enfrentan valores, de un lado, los derechos humanos como doctrina internacionalista y del otro la soberanía nacional. Digo dilema, pues nos dejan sin salida. Razonemos. Desaprobemos la intervención americana. Muy bien, entonces, ¿por qué aprobar el bombardeo en Serbia, la captura del tirano Milósevic? Si la soberanía es un valor absoluto, no deberíamos emprender nada contra Saddam por más tirano que sea, y aunque sus opositores estén en el exilio o en el cementerio. Llevada a su extremo, no debería haberse acosado a Pinochet con un juez español en Londres. Ni jamás los americanos debieron ir a combatir a Hitler, era un asunto de europeos. La tesis es absurda; tras la nación soberana se parapetan todos los tiranos. ¿Creen que lo contrario es muy razonable? Como es ambiguo el nacionalismo, también suele serlo la injerencia internacional. La injerencia, saludable cuando es ayuda humanitaria, se presta a la política de gran potencia. Es el caso. Qué nación del mundo no puede hoy preguntarse: ¿seré la siguiente? Con su guerra en Irak, América se pone del lado de lo arbitrario. ¿Quién decide quién es correcto y quién incorrecto? Barbarie doble, de la hiperpotencia y del extremismo nacionalista de Saddam. Por lo demás, la América de Bush rompe el orden internacional, e impide que se constituya alguno. Se retiran de los foros mundiales, no quieren una corte penal internacional. Se arman, van al extremo del mundo para combatir. No hay en lontananza un muñón de orden mundial. Por romper esa posibilidad de democracia internacional (concertada) es que se opone Rusia, China, y en Europa, Francia y Alemania. Y millones de habitantes de la aldea global, incluyendo americanos.

Los Estados Unidos no pueden ser el gendarme del mundo. No pueden estar en treinta escenarios de guerra distintos. Aunque quieran ser una nueva Roma (la idea es de Norman Mailer en un artículo que me han alcanzado amigos). En fin, esa guerra abre una época incierta, oscura. Así, ante la fatalidad, y una historia que se nos escapa, al menos intentemos comprender la realidad, su cruel novedad. No, la guerra de Irak no la motiva únicamente el barril de petróleo, basta con levantar sanciones a Libia y a Irán. No, no es suficiente invocar el marco internacional, como se hace por casa, hay que decir que está dañado. Hay que decirlo alto y fuerte, sin pizca de antiamericanismo ni de esquinada defensa de la actual tiranía en Irak. La hegemonía militar americana, de ejercerse, nos devuelve a la ley del más fuerte. Es cierto que el Derecho precisa de la fuerza, pero la fuerza por sí sola no constituye Derecho. Escuché a Scorsese decir que si filmaba gángsteres, es porque eso también es América, la tentación de "no hay límites". ¿La práctica del poder ilimitado pasa ahora del cine a la petroestrategia, de Hollywood a Washington? Cuando la vigilia se parece a los malos sueños, se vive un tiempo de delirio. Bienvenidos.

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Sabatina, 08 de marzo del 2003

Pánico y altruismo

 

Hugo Neira
 

El ataque a las torres gemelas del World Trade Center no sólo tuvo efectos en las doctrinas militares americanas, el nuevo contexto estratégico e Irak como inminente campo de guerra. Ha desatado una polémica en el austero dominio de las ciencias de la conducta humana. Pasado el primer estupor, diversas especialistas, y no necesariamente miembros de la CIA, se han volcado sobre las filmaciones en videos, muchas de aficionados, tomadas en el instante mismo de la tragedia. Todos vimos lo que pasó, ¿pero qué vimos? Aviones suicidas que se precipitaban sobre las torres, gente que huía. La cuestión sin embargo es: ¿fueron escenas de pánico?

Lee Clarke, sociólogo de la universidad de Rutgers, EE.UU. (1), observa que lo que ocurrió en el World Trade Center no tiene mucho que ver con la mayoría de películas de Hollywood del género gran catástrofe, la gente no salió necesariamente en estampida como en La Torre infernal (1974, con Steve McQeen y Paul Newman) ni las calles de New York se llenaron de multitudes que arrasaban todo presas del pánico como en Independence Day (1998). Ciertamente, la gente trató de alejarse, muchos se lanzaron por las ventanas, en fin, todos hemos visto esa multitud cubierta de polvo y de ceniza como si volviera del Juicio Final. En los hechos, las cosas fueron más matizadas. Las evacuaciones, y desde pisos elevados, se hicieron en la mayoría de los casos sin empellones, muchos volvieron para ofrecerse como voluntarios, otros ayudaron hasta que llegaron las ambulancias. Bajo las demolidas torres, lo que más impresiona de esos documentos visuales y sonoros es el silencio. La gente no habla casi, levanta cadáveres, recoge mutilados, más bien en calma. ¿Y el pánico?

 

Psicólogos, sociólogos y antropólogos han escudriñado en otros casos de incendios en discotecas hasta atentados terroristas. Un centro de investigación sobre desastres ha examinado unas 700 catástrofes en países y medios sociales diferentes. Cuando ocurre, unos corren, otros se lamentan y un porcentaje inmenso permanece inmóvil. El tema tiene una aplicación inmediata, es esa calma lo que permite organizar evacuaciones. Hay otra consecuencia: la teoría del pánico de las multitudes se viene abajo, y con ella ciertos criterios en la apreciación del comportamiento humano. La teoría del pánico está ligada con la psicología de las multitudes de Gustave Le Bon, de los años treinta, a una sociología pesimista que alimentó al fascismo. Es la tesis de la histeria colectiva, y lo que le sigue, las masas son hembras que se entregan al líder. La emotividad de la multitud explica los fascismos. Mariátegui discutió, bueno es recordarlo, a Le Bon. Pero en el análisis del World Trade Center hay otra teoría que queda afectada. ¿Qué hacer con la idea del hombre como esencialmente egoísta?

 Todo el mundo conoce el caso de los trescientos bomberos de New York, volvieron a entrar en los humeantes escombros sabiendo que no iban a salir nunca. ¿Cómo se llama a ese tipo de comportamiento que va al encuentro del natural instinto de conservación? Desde los filósofos de la antigüedad a nuestros días no hay otro nombre, se llama altruismo. La cuestión parece ociosa y no lo es. El capitalismo, desde la investigación sobre la causa de la riqueza en las naciones, o sea, hace siglos (Adam Smith) ha fundamentado el interés público como el resultado del libre juego de los móviles egoístas. Es la famosa paradoja "de la mano invisible": los egoísmos particulares conducen al bien común. La astucia de la razón, dirá Hegel. ¿Pero qué explica el sacrificio de los bomberos en el World Trade Center? Los casos de altruísmo son tan abundantes como su contrario. Esas madres que en las ruinas de Pompeya intentan preservar con su propio cuerpo a sus hijos de la lava. El ser humano es doble, héroe y traidor, ángel y bestia. Así, una investigación sobre el pánico acaba por dar valor a algo que quiere olvidar el individualismo contemporáneo: en las bases mismas de la especie está la cooperación como el enfrentamiento. Al debate vienen a sumarse los zoólogos: los animales suelen tener comportamientos altruistas. Y no se refieren a las abnegadas hormigas sino a nuestros parientes, los simios. Pero eso es otra sabatina.

(1) Panic: Myth or Reality? In Contexts, vol. 1,  n° 3,  2002

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 Jueves 06 de febrero del 2003

Comprensión de Venezuela

 

Hugo Neira

"A un cuero de los llanos bien secado por el sol de la tierra tórrida" se semeja el extensísimo territorio venezolano, al decir de uno de sus más grandes pensadores, Mariano Picón Salas. Venezuela es una geografía andina que se desploma en el mundo antillano, y la historia de unas gentes que entraron en los goces de la sociedad de consumo, la alta renta y la educación de calidad, siempre y cuando el precio del barril de petróleo fuera fiel a la esperanza. Suerte y tragedia venezolana, el maná petrolero, el oro negro. Cuando de vuelta de un viaje por los llanos les dije a amigos caraqueños lo excepcional que era su ancho y bello país, me respondieron: "Sí, Dios puso Venezuela, pero los veneros de petróleo el diablo". Venero: origen, manantial. Comprensión de Venezuela. Caiga o no Chávez, vayan o no al plebiscito. ¿Qué está pasando? Comprender algo es entender, es percibir su significado. Es operación racional más que emocional, porque pueda que nos pierda la cercanía y semejanza. Para comprender a Venezuela con la razón, además de los sentidos, he aquí dos propuestas sumarias. La primera, hubo un modelo de desarrollo a la venezolana. La segunda, la crisis del mismo. Concluiré con lo que envuelve el giro que representa Hugo Chávez, el inmenso riesgo. En los sesenta se establece en Venezuela un modelo de desarrollo con renta petrolera, juego democrático e intervención de Estado. Decir modelo, como en física, es decir combinación, una área sometida a varias fuerzas constantes. El primero de esos elementos fue la renta petrolera. Arrancó en 1935.

Venezuela nunca fue una patria de antigua miseria, a lo más un país dormido hasta que las compañías fueron a tocar las puertas de Juan Vicente Gómez, tirano inteligente y un poco cansado de apenas regentar una añeja oligarquía del cacao, café y añil. Con el inusitado maná petrolero, en Venezuela comenzaron a aparecer como por encanto carreteras, créditos agrícolas. El Estado siguió ampliando su poder sobre los hidrocarburos. En 1971, nacionalizan el gas. En 1975, Carlos A. Pérez, aprovechando el choque petrolero, nacionaliza e indemniza a 22 compañías. No sé si resulta claro, aun hoy el petróleo venezolano es de Venezuela. Petróleo, Estado y sociedad quedaron ligados. Y, fuerza es reconocerlo, se aprovechó la renta. ¿Cómo negar el indudable progreso? En menos de dos generaciones, gracias a los "veneros del diablo", Venezuela se vuelve un país con la renta más elevada del continente, con salud, educación, créditos, polos de desarrollo, industrias, nuevas ciudades. Los venezolanos no conocerán la noche de las dictaduras. Rómulo Betancourt echa a tiros al último tirano en 1958 y luego monta ese milagro, la alternancia democrática, el acuerdo de "Punto Fijo".

Cuarenta años de estabilidad institucional exactos: en 1998 sube Chávez. Venezuela y su gente han tenido un destino singular. Tuve la ocasión en París de frecuentar a esos becarios cuyas pingües bolsas de estudio, por dos o tres años "y estudiar lo que quisieran", competían con mi salario de joven investigador. Durante decenios Venezuela envió millares de muchachos y muchachas a estudiar fuera, a las mejores universidades del primer mundo. Nadie hizo tal esfuerzo en la América Latina, y en la historia de "los desarrollos", sólo una nación, el Japón de la revolución Meiji. En Venezuela los centros de enseñanza superior pasaron a centenares. Y sí se elevaba el nivel de salud, de renta, de servicios públicos. La prosperidad atrajo a los inmigrantes. Fue frecuente hallar en Venezuela el plomero y el carpintero de Nápoles, o el obrero agrícola llegado de Andalucía a los Llanos. Hay que entender el actual malestar venezolano. Crisis quiere decir algo distinto en Caracas, una sociedad empobrecida por la baja inexorable de sus riquezas después de decenios de enriquecimiento. ¿Explica eso la polarización, la ferocidad del debate, la adrenalina?

El modelo venezolano de renta petrolera y democracia se agotó. ¿Por qué? Enuncio tres razones precisas. Una república petrolera tiene límites, la renta está sometida al vaivén de los grandes cambios en el mundo. El error es de base. La segunda es que se puede provocar un desarrollo contraproducente, y, es el caso, Venezuela ha vivido un estilo de alto consumo a la manera norteamericana, desalentando otras actividades. Hoy, si un 90% de su PIB depende del petróleo, los hidrocarburos dan trabajo apenas a unos miles. La última razón es la más grave: el descarado comportamiento de su clase política. Para nadie es un secreto que las empresas públicas fueron nido de extraordinarias prebendas. En 1993, por corrupto, echan a Carlos A. Pérez. Con esa bandera sube Chávez, "el poder moral", la anticorrupción, pero monta un régimen unilateral y personalista. No se sustituye una plaga con otra plaga. Puede que quiera otro uso de la renta petrolera, no la integración clasemediera sino juntar masas inorgánicas. Parece justicia social, pero es otra cosa, concentrando poder, movilizando a capas desfavorecidas, es un peronismo tropical. Sin sombra de conducta democrática. En un simulacro de gobierno de izquierda. Es una pena que un pueblo no aprenda de otro. Chávez es una paradoja extraordinaria, un retorno al personalismo del caudillo decimonónico más un planteo voluntarista ante las demandas radicalizadas. ¿Por qué me inquieta? Por saltarse el Estado de Derecho. Porque es un modelo tentador. Un fujimorismo con renta petrolera. El diablo suelto en plaza.

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Sabatina, 01 de febrero del 2003
 

Venezuela: ni esto ni aquello

 

Hugo Neira
 

Chávez ni se va ni alcanza a gobernar, la oposición hace lo imposible por bajarlo de la silla, y nada. Muchos comentaristas tratan la situación de "fluida"; me río suavemente, toda profesi6n tiene sus eufemismos, sus cobardías. Lo de fluido quiere decir que, de Washington al fondo del llano del Apure, nadie sabe a ciencia cierta lo que puede pasar no de un día para otro sino de la mañana para la tarde en Caracas. La vida venezolana anda rota en dos, no existen las mallas institucionales que permiten gestionar los conflictos. Hay varias Venezuelas en la misma sociedad. Mientras escribo esta crónica el conflicto se desplaza hacia las concesiones a las televisoras, y no sólo a las calles, o al control tan decisivo en un país que vive prácticamente del petróleo, del ente estatal llamado Petróleos de Venezuela (PDVSA). Acaban de despedir a 2 mil ejecutivos y técnicos. ¡Qué burocracia! Los restos del capitalismo de Estado de Carlos Andrés Pérez, quien en 1975 se dio el lujo de expropiar a 22 compañías petroleras, indemnizadas por favor, Venezuela ‘saudita’. Pero esos tiempos se acabaron. No, los problemas de Venezuela no arrancan de hoy. El "Caracazo", o sea, cuando la gente se puso a saquear tiendas y almacenes, y hubo centenares de muertitos, como dicen los mexicanos, no es de hoy, es de 1989. No nos contemos cuentos, el malestar venezolano viene de lejos. ¿O no es cierto que en 1993 echaron a Carlos A. Pérez por corrupto? Hace decenios que el precio del barril de petróleo se hunde y la economía entera. ¿No es acaso Venezuela el caso extremo de la artificialidad de una sociedad de consumo con clases urbanas y modernas sobre la base de una dramática especialización, la del petróleo? ¿Quién remueve esa "mística de la extracción"? como dice un inteligente comentarista de El Nacional, me gustarla saberlo.

Tampoco es santa la oposición, y no me refiero al complot fallido de abril. Toman a Chávez como el alfa y el omega de sus problemas, pero no es así. Déjenme hacer esta pregunta: ¿No es escandaloso que en Venezuela de la formidable renta del maná del oro negro, tras medio siglo, existan esos ranchitos, y, lo que es peor, la miseria no disminuya? ¿En la República petrolera? Si esa riqueza hubiera llegado a Canadá o Nueva Zelanda, otro gallo nos cantara. Algo se pudre en el reino de Dinamarca, no se necesita ser zahorí para comprender que al malestar venezolano lo exasperan las torpezas del ex militar Chávez, pero viene del descontento de una sociedad empobrecida, y el robo en escala por su propia clase política. Venezuela entre dos males, la democracia corrupta y la tentación totalitaria. ¿Qué nos pasa en América Latina? ¿No podemos hacer otra cosa que cambiar mocos por babas?

Así la cosa, un referéndum para agosto resulta lejano, entretanto se enfrentan dos legitimidades. A Chávez no se le puede negar la suya, tres veces electoral, pero la oposición tiene razón: se sale del Estado de Derecho. Se lanza contra la televisión privada, osan transmitir las gigantescas manifestaciones, como si se pudiera escamotearlas. De todos modos, la señal va fuera y vuelve con CNN. Pero hay peor: esos "círculos bolivarianos" que Chávez se ha inventado, verdaderas comisarías ideológicas de barrio, ojo y puño del chavismo. ¿Saben cuántos existen? Unos 125 mil. Su modelo, lo siento, no tiene nada de caribeño, son las agrupaciones del nacionalsocialismo alemán de los treinta, desocupados y violentos vueltos grupos de choque. Si alguien cree que eso es izquierda, es su problema. Es manejo totalitario de la miseria. Por otra parte, la oposición no es esa derecha “cavernícola" que dice el chavismo, hay de todo, y gente sensata que teme que Venezuela se vuelva, mediante un sistema de control de masas por comité, una suerte de dictadura plebiscitaria más abundancia de recursos, es decir, una combinación del fujimorismo, los ranchitos en el lugar de los conos, y algo que se parezca más bien a Libia o Irak que al modelo tradicional de nuestras peores experiencias sudamericanas de poder total. A Chávez lo auparon para otra cosa, para que corrigiera una democracia corrupta, pero se ha inventado esa "democracia directa", cuando toda la que se vuelva directa deja de serlo. No le gusta la palabra compromiso ni mediación, es decir, no sólo lo que a Venezuela le falta sino la esencia de toda política. Chávez es un político de la antipolítica, como lo fuera Fujimori. Lo llamaron para curar la peste y aportó el cólera. Pero, aun así, nadie lleva por completo razón, ni la oposición ni las bases chavistas, cada una con su ulcerada y parcial verdad venezolana. Esta  “sabatina" no es sino el preámbulo de otras.

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