Anticipaciones

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16/10/2007 – Diario La República

Por: Hugo Neira

Un frente de sombras

 
Un frente de sombras, el intitulado, es perífrasis, circunloquio, figura de estilo. Lo inspira una película peruana Una sombra al frente, largo de Augusto Tamayo y que por mi parte, como espectador (no soy crítico de cine, y lo agradezco) aprecié enormemente. Me interesó su trama, la vida de un ingeniero de inicios del siglo XX, Enrique Aet, sobre el fondo histórico de República Peruana entusiasmada por la conquista de la Amazonía. Aquel fue un gran momento de crecimiento material, como el de ahora. Por eso me interesa. Hay cegueras peruanas que se repiten.
 
De ese filme se han dicho cosas muy buenas y también horrores. No entraré en detalles. Solamente digo que el personaje central ni es literario ni quimérico. Enfrenta una naturaleza peruana que es obstáculo, dificultad. Hubo muchos Enrique Aet entre la gente peruana de esos años. Fue época de levantamiento de Atlas. De ferrocarriles y caminos. De estudios botánicos y estadísticos. De Escuela de Ingenieros. De medicina de altura andina. De gente activa que incursionaba por los parajes peruanos no para inspirarse en un seudobudismo sino cargados de teodolitos, barómetros y brújulas. No para admirar los picachos andinos o los grandes ríos sino para trazar caminos y vencerlos. En busca de El Dorado, tras el puente sobre el fango amazónico. Pioneros y exploradores que encarna, con acierto, el ingeniero afiebrado de progreso del filme de Tamayo. ¿Ficción? Pienso en los estudios geográficos de Mariano Felipe Paz Soldán, con sus 30,233 nombres de lugares, medidos e inventariados. ¿Cómo creen que se levantó esa clasificación? ¿Desde Lima?
 
Ese período febril de nuestra vida (en filosofía, positivista, es decir, fanáticos de la ciencia) es mal conocido. La opacidad de su vida política, encerrada por egoísmos de clase, ha hecho olvidar ese enjambre de técnicos, marinos (como Germán Stiglich ) que extendieron la geografía de la alimentación con nuevos cultivos; una época donde se exportaba azúcar, viña, olivo, café, tabaco. Y mientras Lima se modernizaba, se abrían nuevas manufacturas e industrias. En esos años los inmigrantes italianos ascendieron socialmente. Y españoles y vascos. Gran parte de los grandes apellidos, "las grandes familias", provienen de ese auge. En fin, después de la guerra con Chile viene una etapa que historiadores como Basadre y también Porras llaman de la "reconstrucción". No se equivocan. Lo que pasa es que nos ha llegado una imagen marcada y denigrada, "república aristocrática". No digo que no fuera cerrada. Pero como no me gustan los eufemismos diré que de aristocrática tuvo muy poco, acaso un culto desmedido por el lujo. Fue en realidad un mundo de nuevos ricos. Más conviene el membrete que le colgó Víctor A. Belaunde en 1914, "plutocracias". Elites abiertas a las fortunas pero cerradas en lo político: sus clubes departamentales eran para pudientes. Las nuevas fuerzas sociales, capas medias, demos urbano, estudiantes descontentos, los capitaliza Leguía primero, luego el aprismo y el comunismo. Y bueno, la guerra civil.
 
Sigo sosteniendo que hay una terrible semejanza entre ese período de auge finesecular que se extiende hasta los años 20 y nuestros días. Se parecen en la generación rápida y hasta espectacular de riquezas. Pero se parecen en que el auge levanta, como ayer, demandas sociales y nuevos protagonismos populares que no se incluyen, sea porque no saben incluirlos, crisis de liderazgo, o porque ellos no quieren ser incluidos, crisis mayor. Propongo, cierto es, un paralelismo. Los clubes políticos de otrora, civil, pierolista, cacerista, se murieron por no saber integrar la protesta social. Ni a los nuevos intelectuales, los de la Reforma Universitaria, Luis A. Sánchez, Haya joven, Basadre joven, Porras joven. ¿Los de hoy, del aprismo a Unidad Nacional y las diversas izquierdas, están integrando el magma social? ¿A los nuevos actores, regionales, étnicos, o del éxito económico, la burguesía emergente de los felices Conos? He señalado en este mismo diario, en mi lectura del excelente libro de Jaime de Althaus La Revolución capitalista, que para los ricos emergentes de Los Olivos sí hay sitio, pero económico y no en el proyecto político porque eso no existe. Juan Sheput, un hombre inteligente, a quien considero un amigo –las discrepancias políticas son otra historia– acaba de sostener que hay tiempo, que nada hasta el 2010. No, Juan, las grandes maniobras son para el ahora. Pero el presente no es sino un frente de sombras, elusivo, sinuoso, cortesano. Mientras, la calle se vuelve tumulto, cuando podría ser movimientismo, previsión, anticipación, futuro. Otra vez, la clase política y empresarial se está durmiendo. ¿2011, igual a 1931? ¿Después del esplendor de la quimera económica, el abismo?
 
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07/10/2006 – Diario La República
 
Por: Hugo Neira
 

Vargas Llosa. Su respuesta a Flaubert
(A los amigos psicoanalistas que nos visitan)

 

“En esos días afiebrados, el teléfono me despertó una madrugada.
–Todavía estás enamorado de mí?
Su misma voz, el mismo tonito burlón y risueño de antaño y, en el fondo, aquel dejo del habla limeña que nunca había perdido del todo”.
(Travesuras de la niña mala, Ediciones Alfaguara)
 
 
Sí pues, vamos por la página 167, y a Ricardito Somocurcio, limeño de Miraflores, en el momento de la acción, traductor para la Unesco y de paso por Tokio, con tantos años de idas y venidas, no se ha podido sacar de encima a la "niña mala". Una larga historia: persistencia del corazón desde que se le cruza a Ricardo en el barrio de su adolescencia ese par de chilenitas que resultaron ser unas impostoras de campeonato, en especial Lily –por supuesto que ni es rubia ni chilena– trepadora y astuta, tras sus cambiantes disfraces, "una peruanita aventurera" la llama en un pasaje, de la cual no se deshará a lo largo de su vida, aunque se largue a vivir a París, o resida en Madrid, lo misma da, ahí estará la "niña mala", de quejidos de gata a la hora del sexo, encantadora farsante, a ratos guerrillera del MIR en Cuba, a ratos francesa. «No había cambiado mucho, siempre la fachita esbelta, bien formada, de cintura estrecha, las piernas delgaditas y bien torneadas y los tobillos tan finos y quebradizos como las muñecas». Mil máscaras y mil mentiras y siempre el retorno al buenazo de Ricardo. ¿Da eso argumento para una gran novela? Si escribo esta nota es porque la encuentro magnífica.
 
La crítica, en algunos, se ha detenido en el telón errático de esa historia por diversas ciudades, Lima, París, Londres, Madrid. Otro lado de la crítica, y hablo de lo que sale en los diarios del mundo, prefiere algunos aspectos del personaje masculino, ciertamente miraflorino, “Aquel fue un verano fabuloso”. Se refiere a los años 50. “Vino Pérez Prado con su orquesta de doce profesores a animar los bailes de Carnavales del Club Terrazas de Miraflores y del Lawn Tenis”. Pero el autor ha desmentido, “no es una autobiografía ni mucho menos”. Ricardo, el personaje, es traductor, no escritor. No es Mario aunque vuelque, como él mismo explica, “su experiencia”. En fin, el grueso de la crítica coincide en que Travesuras de la niña mala es una historia de amor. Por lo demás, una nota en el diario español El País dice que trata de “la relación tormentosa y enfermiza de dos amantes durante cuatro décadas”. Pregunto, ¿por qué enfermiza? Ciertamente, se encuentran y desencuentran. Sin duda, no son una pareja convencional, pero el amor para realizarse en nuestro mundo dice Breton, “necesita quebrantar la ley del mundo”. Es entonces el amor loco, el “amour fou”. Todo amor es escándalo y desorden, añade Octavio Paz. Para ser feliz, la pareja precisa aislarse. Como sabemos, a los recién casados solo se les permite unas semanas, la luna de miel, luego deben volver al calor del rebaño. En fin, para Javier Ágreda, Travesuras de la niña mala (Alfaguara, 2006) “es básicamente una historia de amor que abarca casi toda la vida, aunque de amor eventual”.
 
Novela de amor y de algo más. Es también la historia de dos peruanos, ella y él, que se desplazan por el mundo como Pedro por su casa. En efecto, el marco de la intriga son geografías diversas. Ricardo tiene una profesión que le permite viajar, la de traductor, ella tiene otra, no menos cosmopolita. Porque Lily, madame Arnoux, como se llame, encarna el arte supremo de saber mentir a los hombres. A Ricardo, el antihéroe de esta historia, le hace mil maldades y lo abandona, pero un día de esos, años después de la última trastada, “la niña mala” sabe retornar. Y recomienzan coitos y quejidos y mutuas recriminaciones, es decir, el amor. Y cabe resaltar la condición mudable, cambiante, proteica, de la veleidosa Lily. Ella es la aventurera limeña en todo su esplendor y en el ancho marco del ajeno mundo globalizado. Engaña con sus artes y mimos a un viril comandante cubano para no ir a dar a Mesa Pelada, a un hombre de negocios francés, monsieur Arnoux, al que le vacía las cuentas en Suiza; y con David Richardson, el inglés, se casa con falsos papeles en Gibraltar, y luego se enreda con Fukuda, un jefe Yakusa, y el japonés la usa para contrabandear diamantes, drogas, “que sé yo” se dice el propio Ricardo. Mujer con más vericuetos que callejón limeño, con más rompeolas que la Costa Verde. ¿Por qué se siguen encontrando esos dos peruanos en la marejada del mundo?
 
Si se lee con atención esta última novela de Mario Vargas Llosa se hallarán pasajes eróticos, descripciones muy explícitas, ‘ella es estrechita, cerradita’, dice Ricardito, pero no es eso, no únicamente. Esos dos se hablan todo el tiempo. Lo que también los une es aquello con lo cual comencé esta crónica. El habla de Lima. Él y ella, emperdenidos cosmopolitas, no pueden dejar el castellano de Lima. ¿Novela de amor? A cada rato Ricardo le sale con una de esas frases solemnes, dignas de “caballero miraflorino” que es, y ella, lo corta. –¿Ay, Ricardo, con tantos años no se te han quitado esas huachaferías? Ella es la madame Bovary chola, como dice Olga Rodríguez Ulloa. Sí y no. La peruana se construye, es una insubordinada. Pero algo tienen en común. Si la Bovary era una burguesa de provincia con locas ilusiones, de ahí el drama, la respuesta literaria de Mario a Flaubert, también está llena de trampas y de enredos. Pero la Lily, a diferencia de la francesa, finalmente es una triunfadora.
 
Al final del relato, muriéndose ella le dice: «Ahora que te vas a quedar solito (obsérvese el diminutivo) puedes aprovechar, así no me extrañarás tanto. Por lo menos, confiesa que te he dado tema para una novela ¿no, niño bueno?» No, no se trata del lecho de muerte y de miseria de la Dama de las Camelias, la aventurera limeña –en realidad “Otilita” crecida en barriadas– le lega bienes inmobiliarios, se la lleva un cáncer y no el hambre. Sí pues, los tiempos son duros, no dan para romanticismos, una historia humana y a la vez erótica, cínica y libre, como el aire de este tiempo. La escurridiza huachafa se vuelve universal (no se dice deviene), Bovary surgida de la cultura combi y que se muere, con su plata, en un París sin aguacero y tantas vainas. Una gran novela, obra de admirable relojería. Ya es hora del Nobel.
 
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18/03/2006 – Diario La República

Por: Hugo Neira
 

Del outsider, en Internet

 
 
“La fortuita aparición y triunfo de un outsider político se ha convertido en tradición en el Perú durante los últimos trece años y esta situación, que se agrava con el generalizado descrédito de los partidos, amenaza con repetirse en el próximo proceso electoral.”  El párrafo que acaba de leer el lector, no es mío sino nota de prensa que circula en Internet. Se la encuentra en la  página web “Amigos de la Villa”, <venus.univ.it/sattin/2003-39htm>. Se apreciará que la fecha de esa declaración mía (o conferencia, o artículo) es de esa fecha, 2003. Los autores de esa página web, me parecen extranjeros, diría venezolanos. En fin, circula en Internet, nadie es profeta en su tierra. A continuación se reproduce partes de ese extenso texto.
 
«Tome nota, porque a casi dos años y medio de las elecciones presidenciales, el profesor y analista político Hugo Neira afirma que ve venir el fantasma, y que el 2006 podría ser nuevamente un outsider político quien se coloque la banda presidencial. En la política, un outsider es el que está fuera del juego –que vendría a ser el sistema de partidos– o el que entra a este proponiendo reglas distintas, dice Neira. Si se toma en cuenta esa explicación, el ahora prófugo ex presidente Alberto Fujimori vendría a ser doblemente outsider. El ex rector de la Universidad Agraria llegó al poder sin ninguna formación ni trayectoria política, y le ganó a otro outsider (el novelista Mario Vargas Llosa) en una elección democrática, pero a menos de dos años de gobierno cambió las reglas del juego». «Alejandro Toledo, continuó con la tradición del outsider. Pese a que provenía del mundo académico y a que no tenía militancia conocida en partido político tradicional alguno, el 2000 el catedrático de Harvard y su entonces desconocido partido de la chakana remontaron las inicialmente desalentadoras cifras y obtuvo un número de votos que, sin fraude de por medio, podrían haberle dado el triunfo. Toledo postuló el 2001 nuevamente con condición de outsider político, pues su figura representaba el cambio (de la “dictadura” a la democracia), además de que sus contrincantes eran líderes políticos de amplia trayectoria, como Alan García Pérez (APRA) o Lourdes Flores Nano (Unidad Nacional).  Aunque no es una regla, explica Hugo Neira, uno de los problemas es que, al ser el voto por un outsider un voto pasional de rechazo a alguien o a una situación, muchas veces el elector puede arrepentirse de su decisión. Pero puede ser demasiado tarde».
 
«Según Neira, es inevitable que el 2006 aparezca uno o varios outsiders y que alguno de ellos cuente con un respaldo inusitado de la población, como expresión de la fatiga y decepción que siente el país respecto de las agrupaciones políticas que integran el sistema de partidos tradicionales. Esta situación se presentó también en Venezuela, donde los partidos que gobernaron democráticamente durante 40 años se cayeron tras el triunfo del outsider Hugo Chávez. -“Estoy muy preocupado por lo que llamaría las fuerzas políticas innominadas. Las veo como una especie de borrasca que se aproxima al país, y que está integrada por ese más de 50 por ciento de gente incrédula que hay en el país, que no cree ni en los partidos ni en el Congreso ni en nadie. Ahí está el 30 por ciento de Fujimori y lo que puede ser el apoyo a Humala. Entonces, creo que hay que prepararse para un outsider”, dice el profesor Neira.
 
«La principal preocupación respecto del eventual triunfo de un outsider político es que este pueda tener la intención de cambiar o modificar las reglas del juego (democrático), como ocurrió con Fujimori. Respecto de esta idea, Neira comenta que en una posible participación electoral de Ollanta Humala en las próximas elecciones, mucha gente podría correr a votar por Alan García, ya que “Humala aparecería como un peligro y García como la continuidad del orden”. En todo caso, dice Neira, el fantasma del outsider seguirá presente mientras no se fortalezca el sistema de partidos y mientras este no sea flexible a la integración de gente nueva. Una cosa más. El politólogo señala que para que en 2006 no triunfe un outsider político es necesario que el gobierno de Toledo termine, sino en óptimas, en condiciones pasables. Como se ha informado ya, se ha comenzado a trabajar la conformación de dos grandes frentes, uno que estaría liderado por el líder aprista Alan García Pérez y el otro por el acciopopulista Valentín Paniagua. En relación a esos centros, dice Hugo Neira, habrá que ver dónde van a estar las derechas y las izquierdas».
 
Hasta aquí el resumen de esos periodistas de la red. ¿En qué me equivoqué? En el contenido de la última línea. No pensé que se pudiera llevar a Valentín Paniagua tan desguarnecido a una justa electoral. Esperé mayor sagacidad de su plancha. En alguna ocasión, en privado, ad honorem, sugerí que llevasen gente decente de la izquierda, como Yehude Simon, Javier Diez  Canseco o a Susana Villarán. Pero la vanidad y el prejuicio discriminatorio cegó, no a él, pero sí a  sus asesores. Ahí tienen los resultados. Otra derecha, la de Lourdes Flores, la más dura, tomó el relevo. En cuanto al aprismo, no voy a cometer la indiscreción de contar cuál  ha sido mi punto de vista, no ahora. ¿Qué me ligaba a unos y otros? Ninguna ambición personal. Simplemente el fenómeno Humala lo sentí venir. Y hoy, a pocos días del 9 de abril, insisto, el país no necesita aventuras, pero a eso se encamina. Lo vine diciendo, hace tres años atrás. Pero Dios como dicen las escrituras, ciega a los poderosos. Para mejor perderlos. Estaba cantado, no hicieron nada por evitarlo. El 10 de abril, este país entra en picada. Estas elecciones no apuntan a un cambio de gobierno, no. Sino a un cambio de régimen. La distinción es inmensa. Que los peruanos sepan en que se embarcan, a mi juicio, temerariamente.
 
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11/02/ 2006 – Diario La República
 
Por: Hugo Neira
 

Zarabanda electoral

 
 
La  parte de la nación constituida por ciudadanos de segunda –el concepto es de Sinesio López–  vuelve a ceder a la tentación de la antipolítica. Como en los inicios de los noventa, en los días del ‘Chinito’, los más pobres y desamparados se han sacado de la manga a un nuevo outsider. A un nuevo César que viene de la plebe. Y como se les pide el mandato representativo de los votos, encima obligatorios, se preparan mediante las urnas, lo cual no deja de ser irónico, a enviarnos a la persona menos indicada para que ocupe el codiciado rango de inquilino del vetusto caserón de Palacio de Gobierno por otros cinco años que pueden ser cincuenta de retardo. Si el futuro se llama Ollanta, es un futuro en by pass. Tiembla la Bolsa, se suspende sine die la ayuda internacional. Zarabanda es eso, un baile que comienza en ruido y puede acabar en tragedia.
 
 
¿Pero qué se habían creído? ¿Que se puede construir democracia flotando sobre la inmóvil pobreza? Qué tranquilos los ministros tecnócratas (los otros, los políticos, Solari, Villarán, Rospigliosi, Lynch, hace rato que se fueron) con sus cifras de exportación, un TLC que nadie conoce y que sigue siendo un misterio mayor que el rosario de la abuela, sus encuentros con expertos de la nada, tan optimistas en medio de sus rascacielos de vidrio y estadísticas, como si la política no fuese, en todas partes y con más razón en el Perú, una agresividad latente, un ritual simbólico, un asunto de fe y de creencia. Desconcertante situación la nuestra, las cifras del éxito económico han crecido a la par que la ansiedad popular. No hay que contar dinero ante pobres pero es lo que se ha hecho. El regodeo del poder tecnócrata nos deja el presente griego del malhumor electoral. Le debemos las pompas de jabón macroeconómicas que pueden ser desbaratadas con un solo manotazo del que triunfe en las urnas de abril, un sucesor que el poder saliente no ha tenido ni siquiera el tino de preparar.
 
¿Pero qué se habían creído: que el magma de la protesta de estos cinco años se iba a permutar en resignadas urnas pasivas? ¿No hubo, y hasta el hartazgo, tomas de carreteras, marchas de cocaleros, cercos a mineras, llanta quemada, una realidad encrespada que no dejaba lugar a autoengaños? Cuántas veces, a la vuelta de un viaje, me he estremecido, la tranquila Lima, mientras en  lo que llamamos la provincia, una zarabanda infernal de mesas de Concertación, de Comités de Desarrollo, de Consejos de autoridades y moradores y comuneros tras las rentas de FONCODES o del canon minero. Feroz experiencia de participación directa, pero en Lima la ingenua apuesta: la mano invisible del mercado iba a resolver por sí sola la impaciencia de millones de peruanos sin servicios públicos elementales. Hasta que San Juan bajase el dedo. Evitaron la distribución socialdemócrata llamándola populista, ningunearon a los apristas, soslayaron a la pequeña izquierda, y acabaron por descubrir la agenda social únicamente porque hablarán las urnas.
 
Una emigración de votos al descontento es un diagnóstico de psicología de masas.  Ya habrá tiempo para discutir sobre las raíces de la inclinación por Ollanta Humala. De ese movimientismo en el que está el hermano Antauro, de ese placer del poder local que encarnan los reservistas, tan uniformados y de botas como en la Alemania de los años treinta, merodeando estos cinco años por cuantos mitines y plazas públicas agitadas de la alzada ruralidad. Por discutir, discutiremos, como cuando apareció Sendero, cuando emergió el fujimorismo, doctores no faltarán, maestros en definir oblicuamente lo que en la sociedad resulta erupción. Por ahora, atengámonos a lo evidente. Lo que ocurre es grave.
 
Ciertamente, es un electorado dispar el de Ollanta, pero me llamó la atención tempranamente. Recuerdo algunas conversaciones, ese escepticismo tan limeño, ¿te parece? ¿Tú crees? Maestría señera la capitalina, la de negar de modo esquizofrénico la realidad. No, no creí nunca que lo de Ollanta Humala fuese flor de un día, sino todo lo contrario. Y hoy me afirmo, pese a los escándalos, a las revelaciones de la prima Liliana o las víctimas de Madre Mía, nada de eso va a disminuir el caudal de fastidio que lo acompaña. Sus posibles electores ni leen diarios porque no les da la gana, ni escuchan nuestros sapientes debates en televisión. Creo, por el contrario, que cuanto más violento se le presente (o se le excluya, que sería una estupidez), más lo favorecen. Si los señores son cínicos, los siervos alzados también. Sendero fracasó con las armas, puede que las urnas sirvan para algo. Para un voto que derrumbe. Después de todo, esa economía hoy amenazada por la perspectiva de un salto en el vacío en abril no es la de los excluidos.
 
El voto por Humala es una religión popular sin sueños. La democracia también sirve para eso, para que los de arriba también lloren, que conozcan el ser gobernados por mandones, y nos envían al Comandante. Que los emergentes urbanos, ricos de los Conos y acomodados, sufran, es una nada despreciable compensación para los que saben que no van a tener escuela, ni seguro de enfermedad ni trabajo. Pero al menos, la igualdad compartida del susto. Cuando Juan de la Puente en La mitad más uno o Jorge Minaya en Política al día me preguntan si es irracional ese voto, he dicho que no. Es más bien perverso. El personaje, su ideología difusa, el oportunismo de su candidatura, es discutible. Pero la  áspera democracia que se viene no lo es. El naciente sentido de otra política se sirve de Ollanta, luego lo abandonarán, buscarán su Barrantes, su Evo Morales. A eso llamó Hegel “la astucia de la historia”: los hombres son instrumentos de fuerzas que ellos ignoran (Principios de la Filosofía del Derecho). Sí, pues, los clásicos; solo la totalidad libra un significado y estamos en los inicios. Pero hacia abril galopan otros sentidos que los que nos han adormecido los cinco últimos años.
 
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