Breve historia de la clase indígena peruana

Escrito Por: Hugo Neira 309 veces - Sep• 13•22

En su libro Entre Escila y Caribdis. Reflexiones sobre la vida peruana, Augusto Salazar Bondy así describía al indio:

“La alienación peruana

La condición miserable del campesino indígena, el hacinamiento degradante de las grandes masas en las ciudades, la subalimentación de la mayoría de la población peruana, los bajísimos niveles de salubridad, el analfabetismo, el régimen de trabajo servil son algunos de los inocultables signos de la alienación del hombre en el Perú. Y el cuadro de la miseria peruana se agrava por la existencia de una minoría privilegiada que vive en el lujo, está autorizada a acumular riqueza y poder sin medida y endereza todos sus esfuerzos no a alcanzar una prosperidad compartible por la comunidad peruana en su conjunto sino, por el desarrollo, a hacer perdurar la opresión y el atraso gracias a los cuales puede medrar indefinidamente del Estado mafioso en el que cae el país por tiempos. Hay así en el Perú, claramente distinguidas y opuestas, de un lado, una gran masa oprimida y excluida de los beneficios de la vida social moderna y, de otro, una minoría opresora, absorbida por los valores   del lucro.” […] (edición Casa de la Cultura del Perú, Lima, 1969).

El indigenismo como problema o esperanza

Esta ha sido la temática más intensa que hubo después de la Independencia. No solo en Perú sino en Bolivia, Ecuador, México. La existencia de pueblos de diversas culturas formando la mayoría de la población nacional hace que la historia de los indios acompaña la vida peruana y la de una gran parte de nuestras repúblicas. Tras el periodo colonial, con el indigenismo en el siglo XX, la cordillera andina siempre nos pareció la espina dorsal de los Andes, el punto central del Perú después de volverse una república. La propiedad de la tierra fue un asunto siempre conflictivo. Antes de Mariátegui, el peruano Hildebrando Castro Pozo, en 1924, en su libro Nuestra comunidad indígena, concebía las comunidades indígenas en Perú (ayllu) como “cooperativas socialistas” y eso, influye en Mariátegui inmediatamente. La posibilidad de una sociedad socialista antes que la economía capitalista fue un principio para los peruanos. Pero el mundo indígena era también visto como una posible guerra interna. Tenemos que recordar al peruano Luis Valcárcel (1891-1987) autor de Tempestad en los Andes. Yo recuerdo en el colegio que nos decían que “tempestad” se refería a una revolución en los Andes. Sin embargo, esa guerra entre indios nunca ocurrió. Las guerrillas, años después, no fueron de una etnia o raza determinada sino de gentes diversas. Otro profeta fallido fue José Uriel García (1889-1965) con el pronóstico de El nuevo indio (1930). En efecto, surgieron otras culturas, y otros escritores: Ciro Alegría, con su libro El mundo es ancho y ajeno, en 1941. Y José María Arguedas (1911-1969), muy popular a partir de Yawar fiesta, en 1941. Y también Manuel Scorza, Redoble por Rancas, un indigenismo renovado en la línea del realismo mágico de Gabriel García Márquez. Es un momento muy alto de la literatura latinoamericana. Sin embargo, esa corriente literaria se había iniciado antes, con Aves sin nido de la peruana Clorinda Matto de Turner, en 1889. Es el primer manifiesto del indigenismo literario, lo dice el investigador Henri Favre en Indigénisme, su libro editado en francés.

Migración interna. De las ojotas rebeldes a la choledad empresarial  *

Nos atrevemos a usar el concepto de cholo, no como insulto, sino como reconocimiento social. Las cifras nos permiten un punto de vista objetivo y racional. En 1940, el 70% de la población del Perú era rural. Hoy es todo lo contrario. En el 2017, la población urbana es mayoritaria en todos los departamentos del Perú. No solo en la costa sino en sierra y selva. Hoy, el 76% de los peruanos reside en localidades urbanas. La migración interna es un acontecimiento inmenso. Por la sencilla razón que ocurre cuando la población total alcanzó su mayor tasa de crecimiento. En cifras globales, en 1961 había 10’217’500. En el 2007, había aumentado a 28’220’700. Desde entonces, la tasa anual ha disminuido. El Perú ha hecho su transición demográfica. Es por eso erróneo creer que la migración del campo a la ciudad ha disminuido la población rural. «Entre 1961 y 2007 la población rural aumentó en poco más de 1,4 millones de personas.» ¿Qué significa esta migración interna de los últimos cincuenta años? Lo que sigue se apoya en los censos de población realizados en 1940, 1961, 1972, 1981, 2005, 2007 y 2017.

Una transformación sin precedentes. Se urbaniza la sociedad. La capital, Lima, en 1940 —cuando se inicia el éxodo rural hacia la capital— contaba con 645’172 habitantes. En 1961, veinte años más tarde, la población es de l’845’910. En 1993, llega a los seis millones. Hoy, en el 2018, alberga nueve millones. Respecto al resto del país, Lima metropolitana ha pasado de 9,4% en 1940 a 28,4%. Pero sería un error pensar que despuebla la capital a las ciudades costeñas o serranas. La distribución (voluntaria) de los migrantes, el pasaje o invasión del campo a la ciudad hace crecer también a otras urbes. Y el INEI (Instituto Nacional de Estadística e Información) señala que en los días que corren, las ciudades del interior crecen a una tasa superior a la de Lima. Estamos hablando de un proceso de modificaciones, tanto económico y social como cultural. Además, hay que decir que lo urbano se acompaña de otro cambio significativo. Los peruanos de hoy viven más bien en la costa que en la sierra o la selva. En la costa, reside el 55%, en la sierra el 29,6%. La selva sigue siendo poco poblada. Hay que decir que es la primera vez que en tres mil años, la sierra peruana deja de ser el centro nuclear del Perú histórico. Estas mutaciones no nos impiden decir que todavía la peruana es una sociedad muy fragmentada. Por ejemplo, la pobreza monetaria afecta a un 21,7% de la población. Sin embargo, entre 2007 y 2017, cerca de seis millones de personas dejaron de ser pobres. 

Otro cambio gigantesco. Alfabetismo y menos analfabetos. En 1940, un 57,6%. Que pasó en 1961 a 38,9%, y en 1981 se reduce a 18,1%. En el 2017, habría solo un 6%. Por lo general, población de adultos mayores y que viven en lugares alejados. Hay debate sobre lo actual: según diversos estudios, consideran que queda un 13% de analfabetos, en departamentos como Huánuco, Ayacucho, Huancavelica, oscilan entre 14% a 11%. Y siempre hay más mujeres analfabetas que varones. Pero se puede decir grosso modo que la población peruana es ahora urbana, costeña y analfabeta. Es innecesario insistir en el impacto de esas modificaciones que llamamos la dinámica de las capas tectónicas. Es decir, la población misma, entrando silenciosamente a los primeros pasos de la modernidad.

En el nivel rural —talón de Aquiles de la sociedad peruana— las viviendas con disponibilidad de áreas de saneamiento han pasado de un 43% en 1993, a un 60% en el 2008. Pero el malestar ha continuado, pues, las brechas con las capas medias y ricas son enormes. Conviene, pues, examinar, paso a paso, diversos índices sobre pobreza, ingresos familiares, gasto social por parte del Estado, empleo, y signos de calidad de desarrollo humano como mortalidad de los niños.

Una hipótesis razonable ante el descontento es que el menudo pueblo habría sentido ese crecimiento en sus bolsillos. Pero no es así. Una vez más las cifras son aplastantes y desconcertantes. En lo que concierne al ingreso per cápita, en 1980, era de 890 dólares. En 1995 alcanza los 1’530 $. Y en el 2009, es de 4’200 $. En el 2017, es de 6’541. El cálculo es del Banco Mundial y de Images Économiques du Monde, edición del 2017. Puede surgir inmediatamente otra duda. ¿Hubo acaso un proceso inflacionario que anula ese crecimiento por persona? La sospecha en principio es razonable. A fines de los años ochenta, el Perú tuvo una inflación solo comparable a la Alemania de la República de Weimar. Pero en los últimos veinte años —incluyendo el segundo gobierno de Alan García—, el Perú ha sido en lo que concierne a la política monetaria, cambiaria y fiscal, una seriedad inconmovible. El entorno económico y financiero no ha hecho sino elogios.

Entre tanto, los migrantes andinos se convertían en la clase más baja pero dispuesta a los trabajos improvisados. De abajo vino el vendedor ambulante, luego los mercaditos callejeros, el negocio propio, la tiendecita, en suma, los emprendedores populares. Sin la migración, nada de eso existiría. Si esto no es una revolución social, ¿qué es?                     

Economía y política en Perú. O cuando Dios y el diablo se dan un apoyo  *

Perú, pobreza. 2001: 54,8% – 2017: 21 %

¿Por qué la situación peruana presenta un marco de sociedad frágil, pese al crecimiento de su PBI en los últimos veinte años? ¿Un rumbo incierto y en general un esquema de sociedad que no ha tomado el camino a la modernidad sino parcialmente, y se retarda la implantación del Estado de derecho? ¿Es posible una economía abierta y de mercado cohabitando con una sociedad cada vez más fragmentada? Entre tanto, el índice en Perú de aceptación de las instituciones es uno de los más bajos del continente. La cuestión de fondo es, pues, la acumulación de diversos índices de progreso claramente positivos y, a la vez, la inestabilidad política. De 1990 al 2016.

No es fácil entender ese prolongado siglo XX. ¿Prosperidad por un lado, llantas quemadas en carreteras y marcha de protesta por el otro? En las estadísticas que recogemos, el ingreso personal se ha doblado, y la cifra de hogares que han accedido a servicios públicos como el agua, la luz eléctrica, incluso en sectores rurales. Dejemos de lado cualquier hipótesis malsana e improbable de una disposición cultural al desagradecimiento, atribuida en general a la herencia colonial. La hipótesis más realista y pragmática sería la de que esos años de bonanza no se hizo gasto social de parte de municipalidades, obras del Estado Pero las estadísticas prueban lo contrario, como lo veremos más adelante. En suma, en el Perú crece a la vez el ingreso per cápita, los gastos sociales y el permanente malestar social. Y si esto no es una paradoja…

Y no estamos hablando de un ciclo breve —cinco años— sino de varios regímenes que se han sucedido por la vía normal de las urnas. Pero fuera quién fuese los candidatos que compiten en la vida política, la sociedad peruana ha enviado a algún outsider al poder legal, personajes sin partido alguno, sin experiencia de las funciones de Estado. Y por razones muy complejas, el elegido para el sistema se comporta en contra del sistema mismo y termina por no realizar el programa de sustitución, para exasperación y desilusión de clientelas y votantes que esperaban lo prometido en las campañas. La paradoja es que cuanto más procesos electorales se dan, más se deteriora en Perú la confianza del ciudadano en sus representantes, en el Congreso o en los ministerios. En el Perú gobernar es traicionar, visto desde abajo, o desde las elites, tanto financieras como políticas, es seguir el camino de la alternativa del mercado y la economía abierta. No decimos quién tiene razón, decimos que en economía y política, se abren cada vez más grandes brechas. Y eso no es saludable, ni para unos ni para otros. 

Un enigma peruano. Crecimiento económico y desafecto político (2001-2018)

Como se sabe, en los inicios de los años noventa, el Perú se vuelve económicamente un leal seguidor del Consenso de Washington, y retorna a una economía de mercado y de apertura al exterior. Digo esto sin ningún a priori favorable o desfavorable, es evidente que el producto bruto interno no dejó de crecer desde 1991. En las administraciones o gobiernos sucesivos a Alberto Fujimori, los mecanismos que llevan al crecimiento no sufren grandes modificaciones, y para abreviar, el crecimiento anual del 2001-2005, con una media de 4,2%, pasa entre 2006-2010, a 7,2% (Banco Mundial). Hay que decirlo sin ninguna jactancia, es el más alto de la América Latina. Ahora bien, en otro indicador social, esta vez sobre la cultura política de la democracia, en la publicación más conocida como el Barómetro de las Américas, el Perú, en aprobación del sistema, aparece como uno de los más bajos, junto a Panamá y Guatemala. La cifra es de 12.2%. Por comparación, Ecuador es de 19.2%, México de 22%, Chile de 29% y Uruguay de 38%. No son muy altas, pero la respuesta peruana es ostensiblemente mínima.

Durante veinte años ¿descontento social y crecimiento económico a la vez? Si esto fuera cierto, se derrumbaría el esquema del desarrollo por vía de aumento de la riqueza. Como signo de descontento tomamos el visible hecho que ningún presidente haya conseguido que un sucesor sea elegido por la ciudadanía. Ni Fujimori, ni Toledo, García o Humala. Puede pensarse, pues, que el descontento proviene del olvido de las necesidades. Los datos estadísticos muestran lo contrario. La pobreza ha disminuido, de un 54,3% del 2001 a un 31,3% en 2010. Y  Cierto que con diferencias entre costa, sierra y selva, y de Lima misma. Sigue siendo la sierra andina el lugar de pobreza. Pero a solo un tercio es un cambio social que no se puede despreciar. Quizá en esta área conviene señalar otros datos. La vida de una familia popular habría cambiado sustancialmente, del 67% que tenía un hogar con alumbrado eléctrico en 1996, en el 2009 sube a un 86,4 %.

Los peruanos conocen estos cambios o creen conocerlos. Los han percibido como la aparición en la capital de migrantes andinos o provincianos. Y con ellos, varios eventos inesperados, toma de tierras eriazas, aparición de las barriadas (transformadas, con la ayuda del tiempo, en distritos). Gente que construye sus propios hogares, al inicio choza en los arenales costeños, luego casa propia. Matos Mar llamó la atención de esa mutación. Y Hernando de Soto explicó, muy tempranamente, ese comportamiento social de los recién llegados (El otro Sendero: la revolución informal, 1987). No por azar la subtitula, «la revolución informal». Los «cholos» bajados de las alturas andinas ocupaban terrenos, organizaban sus calles y plazas, se inventaban sus propios oficios. Nace con ellos el autoempleo, la autoconstrucción y el autogobierno. Son a la vez el éxito, por ejemplo, Villa el Salvador, y la informalidad, con todo lo de positivo y negativo que la habita. De Soto encuentra en ellos el inicio de un capitalismo venido desde abajo. Aníbal Quijano anuncia el nacimiento de una sociedad cholificada. En efecto, Norma Adams y Jürgen Golte, en Los caballos de Troya de los invasores, encuentran la clave de ese asombroso éxito popular. Los excampesinos llegan a la gran ciudad con el «poder simbólico» (Cf. Bourdieu). Es decir, sus costumbres. Provienen de un patrón de comportamiento andino, cauto en los gastos, prudente porque la tierra como las lluvias son precarias, y con una moral del trabajo y la austeridad (que era milenaria). Al punto que la antropóloga Adams les encuentra un parecido a los pioneros americanos, y lo dice: «no saben que lo son, pero son protestantes». La migración confirma una de las tesis de Max Weber. El capitalismo había aparecido con la Reforma y desde abajo. Los calvinistas alemanes eran sobrios y ahorrativos. Los invasores andinos también lo fueron, en las dos primeras generaciones. Lo suficiente para prosperar por cuenta propia. Hoy sus nietos o tataranietos son parte del país consumista que es el Perú actual. Su cultura ha cambiado, es chicha, es achorada, es otra cosa. Y es otro tema. Aquí explicamos el génesis y no el apocalipsis.

El desprecio al conocimiento y los mejores se van del país **

Ha sido el gran Basadre quien se preocupó por el destino de las elites. En Perú, así como hay un deseo de reformar y progresar, hay también un apego a que todo siga como está. Ahora bien, vista esta anomalía, uno puede entonces preguntarse por qué lo mejor de la creación peruana se ha escrito en el extranjero. ¿O no es verdad acaso que César Vallejo escribe su más alta poesía muriéndose en París? ¿Y por qué un Vargas Llosa juvenil encuentra sus editores y lectores en Barcelona? ¿Por qué Víctor Raúl Haya de la Torre, no solo gran orador y tambien excepcional conversador, viajaba tanto, acaso porque lo entendían mejor que sus paisanos peruanos y si lo entendian los socialistas del norte de Europa? ¿No es cierto que José Carlos Mariátegui estaba a punto de irse a Buenos Aires, puesto que Leguía le cerraba todos los caminos, y la muerte lo sorprende? ¿Vivió mucho tiempo entre nosotros, César Moro? ¿Y Julio Ramón Ribeyro, cuya narrativa era la vida de las clases medias y sus quintas, cargada de distancia y nostalgia? ¿Y acaso Ventura García Calderón no se muere en París? Y Manuel Nicolás Corpancho, tuvo que irse a México, y al regresar, el barco en que volvía se incendia. ¿Y no muere de un accidente aéreo Manuel Scorza, que ya vivía en Europa? Y nuestro primer clásico, Garcilaso de la Vega, ¿no se va para siempre «llevándose consigo las conversaciones de su niñez», como él mismo lo dice? Y el padre Gutiérrez, ¿no realiza su teología en la Universidad de Lyon? ¿No es cierto que el poeta Alberto Hidalgo, por muy arequipeño que fuera, gran parte de su producción la publican en Buenos Aires? ¿Y no es verdad que Aves sin nido de Clorinda Mattos de Turner, aparece en 1889 en Buenos Aires? Aunque Federico More nace en Puno y se muere en Puno. Y a Teodoro Núñez Ureta, pintor y muralista, le reconocieron su talento en vida. Y Lucho Loayza no volvió nunca más. Ciro Alegría sufre exilios pero igual logra escribir libros con los cuales ganaba concursos, hasta hacerse famoso. Muere en Lima, con los reconocimientos del presidente Fernando Belaunde, y con el título póstumo de «amauta». Pero desde entonces, las cosas han empeorado. José María Arguedas se muere preguntándose si «había vivido en vano». Un grupo de intelectuales lo hirieron simbólicamente. Raúl Porras se muere de soledad después de su discurso en San José de Costa Rica. Algo había dicho en otra ocasión, sobre «la ausencia de los mejores».

Acaso he trabajado este gigantesco jardín de ideas [Dos siglos de pensamiento de peruanos, editorial universitaria Ricardo Palma, de 666 páginas, 2021] porque escuché a Porras en un homenaje a su persona, cuando era Presidente del Senado. Nos dice que «ciertas virtudes externas de la democracia —libertad de pensamiento, independencia de espíritu, libertad y autenticidad electoral— han desaparecido por completo las normas íntimas e indeclinables de una democracia». ¿Qué normas? «El aprovechamiento del mérito y la aptitud, el sentido de la responsabilidad y el necesario e imprescindible uso de la alternabilidad y de la renovación».

Porras, nuestro Sócrates liberal. «Vosotros sabéis o debéis saber que la regla primera de una orientación democrática sincera es la selección de los mejores». Y luego: «Esta es la tragedia del Perú, durante casi toda su vida republicana y particularmente en los últimos lustros: la exclusión de la vida directiva del Estado de todos aquellos que ostentan una aptitud superior o una probidad notoria, o una vida rectilínea y el predominio únicamente de los que siguen una conocida curva de servilismo y lisonja».

Ha pasado de ese discurso más de cincuenta años. Pero la norma continúa a ser y con más ganas, «el predominio de los incompetentes y, la exclusión del poder de quienes podían orientar y enseñar». Y termina: «es deber vuestro contribuir con vuestra acción cívica, al restablecimiento de un Perú más digno y mejor». Lamento decir que no hemos hecho gran cosa.

El Perú —estoy convencido— será grande cuando los mejores no tengan que partir. Pero acaso eso será para un tercer centenario. No por el momento. Hay universidades que se han hecho para tener un partido polîtico. Así apareció Sendero Luminoso en una universidad de Ayacucho, y en otra supuesta casa de estudio, el negociode plata como cancha. En cuanto las clases sociales, los ricos colocan sus hijos en los lugares del planeta en que las mejores universidades son las más caras, pero producen profesionales que podrían hacer entrar al Perú al mundo de la ciencia. El conocimiento y el saber es algo que en el Perú no interesa. Y para los peruanos que tuvieron formación en Estados Unidos o en Europa, en su retorno fugaz al país, son una incomodidad. Traen temas, métodos y saberes que molestan a los académicos que siguen con los conocimientos de 50 o 70 años atrás. Me atrevo a decir, por mi parte, que el Perú es una nación extemporánea. No está en este siglo. Situación muy peligrosa. Las grandes empresas apatridas pueden comprar países enteros dado el poder mundial de unas finanzas que no les importa ni los pueblos ni las naciones. Vendepatrias abundan. Menos mal, no estaré para ver el apocalipsis de un país que amé, pese a sus maldades.

Como el mundo andino se salva tras unos pasos inesperados que ellos mismos dan

Esos pasos son tres: 1- La migración de los andinos dentro del Perú mismo. 2- Luego la aparición de una clase de trabajadores informales en las ciudades.  3- El ingreso a la empresa moderna y de capitales al igual que las capas sociales de blancos y limeños.

1-La migración de los andinos dentro del Perú mismo

Perú país de los Andes que el sabio Murra califica de “pisos ecológicos”, pero regiones sin medios de comunicación. Entonces, es más lógico mover a los nativos que las tierras fertiles, y eso fue lo que pasó. No los dirigió un partido ni tampoco un gobierno. En la mitad del siglo XX, se inició la migración voluntaria del pueblo rural. Nada ha modificado tanto el Perú como la marcha de millones de peruanos pasando de una región a otra. Este éxodo, esta revolución oculta, lo he llamado movimiento de placas tectónicas en mis últimos libros. Cuanto ha cambiado el Perú, ni un golpe de Estado lo sobrepasa. Se modificó  la manera de vivir, los oficios, la vida urbana, y las mentalidades. Hoy día, según el Instituto del Perú, la mayoría de las familias viven en ciudades (no solo en la capital). El Perú hoy es urbano. Y rural, solo en un 10% . Y además, la mayoría de la población vive en la costa, algo impresionante. Hace tres mil años, incluyendo el Perú antiguo, era la sierra. No por eso podemos dejar de pensar las consecuencias. Pero quiero insistir en que la sociedad civil ya no es la que fue, es otra. Difícil de entender a menudo.

Vayamos a las cifras, que es un modo de entender desde lo objetivo y racional. En 1940, el 70% de los peruanos eran rurales. Hoy es todo lo contrario. En el 2017, la población urbana es mayoritaria y en todos los departamentos del Perú. No solo en la costa sino en la sierra y la selva. Hoy el 76% reside en localidades urbanas, en casas construidas por las familias mismas. Y la población nacional total alcanzó su mayor tasa de crecimiento. En cifras globales, en 1961, había 10’217’500 habitantes. En el 2007, había aumentado a 28’220’ 700. Desde entonces, la tasa anual ha disminuido. El Perú ha hecho su transición demográfica. Pero si la economía no logra crear puestos de trabajo, continuará la antipolítica, y la decepción de los peruanos ante los partidos políticos así como la desconfianza ante el Estado.

Una transformación sin precedentes. Se urbaniza la sociedad de un país del Tercer Mundo. La capital, Lima, en 1940 (cuando se inicia el exodo rural) contaba con 645’172 habitantes. En 1961, veinte años más tarde, la población es de 1’845’172 habitantes. En 1993, Lima conta con 6 millones de habitantes. Confieso que estas cifras vienen de uno de mis libros. Y con las ciudades, desde el fondo de la historia de la evolución de nuestra especie, se inician las civilizaciones. En Egipto, Grecia, Roma, etc. Las únicas civilizaciones que encontraron en la América recién descubierta fueron México y Perú. (Vienen de El águila y el cóndor, libro comparativo de México y Perú editado por la Universidad Ricardo Palma. Ese libro,  con la ayuda de Claire, mi esposa, lo trabajamos fuera del país, en Santiago. Cuando escribo, me concentro y necesito algo que es la distancia y la soledad, consejo del mexicano Octavio Paz.)

2- Luego la aparición de una clase de trabajadores informales en las ciudades

Una clase de proletarios sin fábricas, excampesinos, una nueva clase popular. “Lima es una ciudad de inmigrantes ensimismados, de conquistadores de barrio, de pioneros que siembran el cemento sobre las áreas verdes. De gente pobre que invade los arenales, de gente rica que invade cerros vírgenes y acantilados. Los limeños somos invasores de nuestro propio espacio común. Forasteros permanentes. Estamos los que llegamos de los Andes huyendo de la guerra y la pobreza, en busca de educación o porque se nos dio la gana. Están los extranjeros que llegan todos los días. Están los peruanos que se fueron ayer y que vuelven hoy. Están tambien los que, anclados en Lima, migran de un barrio a otro, de un distrito pobre a otro ‘mejor’. De los Olivos a Miraflores, de Miraflores a Surco, de Surco a La Molina. Todos somos migrantes. Nuestras raíces son jóvenes. No terminamos de conocer al vecino. No saludamos a nadie.”  Este párrafo lo hemos extraído del libro de Marco Avilés, No soy tu cholo, página 30. En ciertos casos, la literatura sobrepasa a la sociología y la antropología. Un libro de protesta y reflexión sobre la choledad. El racismo, el orden y el desorden, la pluralidad y lo naciente. Nuevos aires por todas partes.

3-El ingreso a la empresa moderna y de capitales, al igual que las capas sociales de blancos y limeños, de los emprendedores provincianos. Es decir que en esta categoría de la actividad nacional, no hay solo grupos pertenecientes a las grandes familias de Lima sino también los que llamábamos “indios”. Hoy el peruano de ascendencia andina, ya no como obrero o empleado en el rubro de los servicios, emerge de la sociedad chola para ingresar a una capa social antes solo de criollos y gente blanca.    

Para llegar a esta novedad, hemos acudido al libro Los doce apóstoles de la economía peruana, de Francisco Durand. Se trata de una mirada social a los grupos de poder limeños, dice  Durand. Pero hay algo decisivo y novedoso. Este estudio analiza los grupos de poder,  no solo los conocidos grupos limeños sino los grupos empresariales provincianos que han emergido. Y en efecto, en la lista de los doce, aparecen seis grupos limeños y a la vez, otros seis que son provinciales y que ya cité en columna anterior.

Ya es anticuado hablar de “los dueños del Perú”, ya no son solo los grupos limeños sino otros y provincianos. Y si esto es un hecho real, ya no es cierto decir que los blancos son los empresarios en el Perú. Entonces, estaríamos en esa situación que la historia sorprende. Esas empresas crecerán en función del capitalismo globalizado. 

Este hecho —emprendedores ni blancos ni limeños—, es un ágape, el festín de la producción en manos de los no blancos, los cholos, los informales, y otro tipo de acaudalados acaso más cercanos a las clases medias y a los grupos étnicos. Si esto es así, hay otro  aspecto. Esas empresas emergentes trabajan por encima de las fronteras del país, en el mercado exterior. Los nuevos post indígenas no estarán en contra de la producción capitalista. Acaso como la China post Mao, y entonces, tendremos una suerte de “burguesía chola” además de las burguesías criollas del Perú post virreinal. Es una sorpresa y algo lógico. Con el dinero y el respeto ganado, los pueblos peruanos dejarían de ser los pobres y siervos del mundo criollo. Lo  peor sería que la oligarquía cambie de dominio, al punto que el renco.r acumulado por siglos se dé la vuelta.

Uno de estos días podría aparecer una oferta de trabajo:  SE NECESITA MUCHACHA CAMA ADENTRO PARA ASEO DE LA CASA Y RIEGO DE LOS JARDINES, DE PREFERENCIA BLANCA Y LIMPIA. Espero que no ocurra, que nos comportemos como republicanos. Pero el ‘mágico Perú’ nos ha dado tantas sorpresas… que no me llamaría la atención esa capacidad surrealista de nuestro sufrido país. Nada ya nos sorprende. Hay que entender que los nuevos empresarios ven en la economía mundializada el medio de ponerse al mismo nivel que las empresas de los blancos limeños, y eso sería entonces una nueva etapa de la economía y la sociedad actual, siguiendo el ejemplo de la China post Mao, sin por eso perder su soberanía. Reunir dinero, los que ayer fueron una clase pobre, en otros siglos, no lo podían hacer. Ni Sendero Luminoso, ni el experimento de repetir un sistema ruso-comunista en los Andes, dado que ha sido el más impresionante desplome de nuestros tiempos el sistema de la Rusia comunista. China es más hábil, su sistema cuenta con un Estado fuerte que no le impide volverse la mayor fábrica del planeta y ser una potencia que alcanza a los Estados Unidos. No es eso lo que debemos pensar sino entrar al mundo de la revolución industrial. La población indígena tiene la capacidad, sin dejar lo rural. Tiene la habilidad manual de los peruanos de color ‘marrón’ —como dicen ahora— pero le faltaba su necesaria burguesía para dar un gran salto en el trabajo, los estudios y la posibilidad de reunir dinero. No es, pues, ni la guerra interna ni los salarios lo que puede modificar la vida de cada día, sino las empresas, ya no solo de limeños, que aparecen en otras regiones del inmenso Perú. Lo han hecho en países del Asia, y en el continente, mucho en Chile y un tanto en el Brasil. Y seguirán…

*, **: Extraído de mis libros El águila y el cóndor y Dos siglos de pensamiento de peruanos.

Publicado en El Montonero., 12 de setiembre de 2022

https://elmontonero.pe/columnas/breve-historia-de-la-clase-indigena-peruana

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