El mal mayor *

Escrito Por: Hugo Neira 784 veces - Sep• 30•19

Hay algunos grandes enigmas que ocupan a los seres humanos. En astrofísica y cosmología, lo que se llama la materia oscura, que no es energía o materia ordinaria, algo que no emite ningún tipo de radiación o luz, pero que existe, y que ocuparía un 25% de la materia del universo. Lo deducen con telescopios por sus efectos gravitacionales. El segundo gran enigma es qué nos espera en el futuro inmediato, si la temperatura sube de dos grados a cuatro o cinco. Países enteros inhabitables, poblaciones enteras aniquiladas.  ¿Tierras áridas y a la vez inundaciones? Esto lo dice Mark Lynas, en libro que le ha ganado el premio de la Royal Society por su divulgación científica. Pero la extinción de nuestra especie, no es precisamente nuestra preocupación. Nuestro problema mayor consiste en preguntarse qué pieza de ajedrez moverá de la noche a la mañana, el presidente Vizcarra.

El país está paralizado pero en Palacio se divierten. Hasta hace poco, en la vida política peruana, era constante la sorpresa. «Con la política en el Perú nadie se aburre.» Pero en estos dos últimos años, ha perdido su encanto.

Esto ya cansa. Hace veinte años que vivimos de brazo con lo inesperado. ¿A quién se le iba a ocurrir que el ilustre candidato rey de la novela y la literatura y halagado por todos los diarios del mundo, iba a ser derrotado por un casi desconocido rector, y además, descendiente de emigrados japoneses? Y sin embargo, el «chinito», subido a un tractor, regalando lápices, derrota a Mario Vargas Llosa. Y el vencedor instala un sistema personalista y autoritario. Pero aquel presidente que había estabilizado la economía y ganado la guerra al terrorismo, se fuga al Japón, y el intento de entrar al país por Chile fracasa, y acaba  extraditado y con 25 años de sentencia. ¿A quién se le iba a ocurrir que el siguiente presidente, Alejandro Toledo, que según Juan Paredes, «mantuvo a velocidad crucero la economía y la democracia», ese mandatario que supo rodearse de ministros cabales —Luis Solari, Carlos Ferrero, Beatriz Merino—, el «cholo sagrado» como decía Eliane, acabase con esta frase que pasará a la historia: «Barata, paga, carajo»?

¿Debo seguir? ¿Cómo podíamos imaginar que ese señor, que tenía experiencia desde 1980 en que apoya a Fernando Belaunde, quien lo nombra ministro de Economía, y si no me equivoco, Director del Banco Central, exilado por el velasquismo, que hace su fortuna en los Estados Unidos, que había trabajado en el Banco Mundial, y que preside el gabinete cuando Alejandro Toledo, ese hombre, candidato de Peruanos Por el Kambio —«representante de la gente blanca y el sector privado» según los diarios norteamericanos—, resulta que se hunde con los destapes de Odebrecht. Al parecer, entre el 2004 y el 2014, se había vertido unos 4,8 millones de dólares a Westfield Capital y First Capital, «dos sociedades ligadas a Kuczynski» (Wikipedia). Un hombre de Estado que dimite en marzo del 2018. Hoy detenido. Con problemas cardiácos.

Un hombre de Estado, pero si razonamos un poco, por encima de todo, un hombre de negocios. Nunca entendió que la empresa es una cosa y otra el Estado. En Chile, cuando llega al poder legítimo el presidente Piñera —muy parecido a PPK, empresario, inversor y político—, lo primero que hizo el chileno es montar un fideicomiso. ¿Tan difícil es separar —al menos por un tiempo—, el inversor y el político? Le debemos su herencia, el vicepresidente. Estamos encantados de ese reemplazo. Es prudente, trabajador, ha reconstruido el norte después del cataclismo del Niño, la economía va a toda velocidad, no propone cambios constitucionales. Nos hace recordar a Paniagua, gobierna un interregno y luego deja el mando. Estoy bromeando.

Si PPK no entendió nunca que el Estado no es una Empresa, muchos hoy, no entienden para qué sirve el Estado con tres poderes. Pésima secundaria. Me hago, pues, pedágogo y explico que es un viejo truco para que las democracias caminen. Lo inventó no un norteamericano ni un marxista, nada de eso, un filósofo de la Ilustración francesa del siglo XVIII, un tipo que lucía estos apellidos: Charles Louis de Secondat, noble, barón, más conocido como Montesquieu. Un loquito de esos que intentaba un tipo de leyes que salvaguardara a la vez la libertad y el orden. Resulta que en Del Espíritu de las Leyes  (el amable lector puede adquirirlo en las mejores librerías del ramo) se vuelve la herramienta inevitable de todas las democracias contemporáneas. «La democracia debe evitar el gobierno de uno solo»  (p. 162). Y entonces, «para que no se pueda abusar del poder, es preciso que, por las disposiciones de las cosas, ‘el poder frene al poder’».  Debería enseñarse en las aulas de escolares. Pero esos cursos dejaron de dictarse por los noventa. Los resultados son evidentes.  

Acaso tengamos que modificar el ritual republicano. Jurar diciendo, «acepto la existencia de los tres poderes autónomos, y sometidos a normas y leyes».

Lo que ocurre hoy, comienza a aburrirme. No veo sorpresas sino repeticiones. Hoy volvemos a viejas tradiciones, caudillistas. Don Augusto B. Leguía gana las elecciones en 1919, y por si acaso, da un golpe de Estado. Necesita eso para una constitución nueva a su medida. Hoy, el combate de los clanes —no hay otra manera de definirlos— es algo descontectado del país real. Un ejemplo: mientras ocurre la guerra civil entre los poderes, los peajes pagados en Lima en la Vía Evitamiento —que no forma parte de las obras construidas por la brasileña OAS—, igual los recauda la empresa brasileña (¡!). Y eso  debía durar unos 30 años, pero en la gestión de la señora Villarán, se amplió a 10 años más. Algo así como «US$ 1000 millones más de ganancia». Menos mal que tenemos una prensa libre que nos informa de todos los ilícitos cometidos. No solo la ponzoñosa vía expresa Línea Amarilla sino los movimientos bancarios de consorcios entre empresas brasileñas y peruanas. Bromeo, nada de esto está en los diarios, sino en un libro convincente. Estado Corrupto. Los megaproyectos del caso Lava Jato en Perú, de Juan Pari (Planeta, 2017). Solo explica cuatro megaproyectos. ¿Qué pasaría si conociéramos los otros?

El mal mayor, querido amigo Carlos Meléndez. Siglo XXI, crece la riqueza peruana, y con ello, ¿la necesidad de capturar el Estado? La avidez de hacerse rico es corriente en cualquier país, pero en nuestro acelerado Perú, no solo se ha corrompido al Estado, sino una parte de la sociedad. La buena pro, a como dé lugar, es la voz. Lo peor está por venir. «Cómo ser déspota sin que se note». Habrá numerosos candidatos presidenciales. Desde ahora lo digo, votaré en blanco. Si es que voto. Hace 30 años que la educación, para los hijos del pueblo en escuelas estatales, la hicieron pedazos. Eso y las tecnologías, no producen conocimiento sino ignorancia. Y un alegre caos. Que será corto. Se viene una sanción popular en las urnas para todos los que hoy creen ser amados. De repente, una revolución. Las revoluciones no las hacen los revolucionarios. Ocurren. El que vive, verá.

* Lo digo jugando con el título del libro de Carlos Meléndez, El Mal Menor. Realmente, un buen trabajo.

Publicado en El Montonero, 30 de setiembre de 2019

https://elmontonero.pe/columnas/el-mal-mayor-2

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