Entrevista en el Cusco sobre un tema enorme. El agro peruano después de la reforma agraria

Escrito Por: Hugo Neira 683 veces - Jul• 10•19

Han pasado 50 años de la desaparición de los latifundios, de esas haciendas que eran la continuación en el Perú republicano de la encomienda colonial y de los repartimientos del siglo XVI, cuando los conquistadores tomaron tierras a su real gana. Pero hoy ya no existen gamonales y «enganchadores». Ese tipo de campesino que recibía un adelanto en dinero y mercancías, a veces en contra de su voluntad, y trabajaba en las haciendas con su salario retenido. Esto pasaba en las haciendas azucareras de la costa. Y muchos hoy todavía dicen que no deberían haberlas tocado. El «enganche» era parte de las modalidades de servidumbre de ese agro precapitalista, más bien feudal, antes que se aplicara la ley n°17716, y aparecieran otras modalidades de afectación y adjudicación que liberaron la fuerza de trabajo. Entonces aparecen otras formas de empresa rural o propiedad. Las Cooperativas Agrarias de Producción. La SAIS (Sociedad Agrícola de Interés Social). Además, siguieron creciendo las Comunidades Campesinas. Pero a todo eso se le llama, el «fracaso de Velasco». O sea, quieren ignorar lo que es real.

Abra usted el Compendio Estadístico del Perú, 2016, tomo II, p. 1035, y tiene el número de productores agropecuarios, en total, 2’260’973 familias peruanas en el 2016, y con una superficie agropecuaria en explotación, de 38’742’465 hectáreas. Vaya y dígales que deben volver a los latifundios, por ejemplo. Lo que pasa es que cubren con el «fracaso de Velasco y la Reforma Agraria» la ausencia de información y conocimiento de lo que ha continuado en la tenencia de la tierra en el Perú durante cinco décadas. No lo saben, ni quieren saberlo. El velasquismo no tiene herederos políticos. Ningún partido puede atribuirse esa gran transformación. Lo que intentamos en estas cortas líneas (el tema del campesino pobre es también el tema del indio, de la identidad, y otras muchas cosas) es acudir al sentido común, a la razón, y este artículo es apenas un sumario de cómo se transformó el mundo rural, mientras seguíamos repitiendo el «fracaso de Velasco». Cantaleta que solo un idiota puede creer que en los Andes no han cambiado de modos de trabajar. Y de vivir. Y por encima de todo, otra sociedad rural. De donde saldrá otra vida republicana, para asombro y sorpresa de los que repiten como loros lo que ni los exhacendados creen. Se acabó la colonia. ¡Y no lo entienden!

La reforma agraria removió las formas de la tenencia de la tierra. Surgieron diversas modalidades de producción y de propiedad. Los gamonales de horca y cuchillo desaparecieron. A la reforma agraria de Velasco le sigue una dinámica popular. La reforma de la reforma. Por ejemplo, las SAIS cusqueñas desaparecieron porque los campesinos optaron por la propiedad privada, aunque fuese pequeña. Pero una gran parte de peruanos no se han enterado de esos cambios decisivos en la tenencia de la tierra del Perú, de 1969 hasta nuestros días. Más fácil es creerse lo del «fracaso» que ponerse a estudiar qué diablos ha pasado en los años de este siglo XXI. Entre tanto, se consume en los supermercados y mercadillos, achote, ajo, arroz cáscara y arveja verde, café y camote, maíz amarillo o del otro, mango, manzanas, mashua, piña, plátano, soya, tomate, yuca, frijol, lenteja, haba, hortalizas, frutas, desde la chirimoya a la guanabana, pero, pese al tamarindo y la deliciosa lúcuma, igual, la cantaleta, «el fracaso de Velasco»… En la mesa peruana, aves, ovinos, vacunos, y la producción de leche, pero, «el fracaso de Velasco». Claro está, todo eso se importa del Japón o Nueva Zelandia. ¿Qué nos pasa? ¿Se han olvidado de algo que se llama razonar? La verdad de la historia la tienen delante de las narices, ¿y no vinculan la política con la realidad? ¿Hay 21 millones de gallinas ponedoras, y seguimos pensando que mejor era el latifundio?

Es por eso que insisto en esta serie de notas periodísticas que no lo son. Para vencer un gran silencio, hay sociología, historia y ética. De la reforma agraria hecha por las fuerzas armadas de los 60, se dice que era un paso dado «para establecer el comunismo». Es evidente que lo último que era la oficialidad de esos años, era ser comunista. En el mundo entero se reconoce esa reforma agraria peruana como una gran reforma que da paso a la retardada modernidad peruana. El eje central de ese gobierno militar era salir del subdesarrollo pero no por ello, dejar de ser parte de ese tercer mundo que no era capitalismo avanzado ni un país de las llamadas democracias populares, que no era sino el nombre de los países europeos dominados por el otro imperio, el de la URSS. También se dijo que la economía había colapsado por culpa de la política velasquista. En los hechos reales, el PBI del Perú sigue creciendo en los años velasquistas. Para eso, hemos puesto el cuadro de riqueza global del INEI en este artículo.


Contrariamente a lo que se sostiene, el crecimiento fue permanente desde Odría, 1950, hasta después de Velasco. En los años 80, lamentablemente con un gobierno democrático, el retorno de F. Belaunde, comienza a caer.

Ahora bien, en el tiempo del post Velasco, diversos actores y personalidades fueron parte de la mejoría y salud del mundo agrario. Por mi parte, volví al sur, ya no en el momento en que hubo tomas de tierras (lo cual, produjo un cambio en la mentalidad militar) sino en los años iniciales del milenio. Así, en uno de mis viajes al Cusco, me encuentro con Carlos Paredes. Hoy se le conoce por Sierra Productiva. Un programa, una apuesta por el actual agro andino. Paredes no es un hombre de la generación de Hugo Blanco o la mía, viene después. Economista de profesión, formado en la Facultad de Economía de la universidad San Antonio Abad del Cusco, militó en partidos de izquierda, no fue lo que se llama un velasquista. Pero pertenece a la generación que vio nacer las cooperativas y las SAIS, y trabajó por su cuenta en apoyo a las organizaciones campesinas de la Federación de Campesinos del Cusco. Corresponde a los que vieron desactivarse las empresas estatales, el Banco Agrario. Y que enfrentó otro reto. Ya no la dominación de los terratenientes y gamonales sino cómo hacer para producir sin la ayuda del Estado. Es un testigo de la aparición de algo que podemos llamar ahora, el cuidadano rural. Eso que no existía, cuando los campesinos no tenían tierras, puesto que los hacendados se apoderaban de tierras comunales, durante decenios y siglos.

Aquí está el resumen del encuentro que tuvimos en el Cusco, en San Agustín, 385, hace de eso unos años, me dijo de entrada que existía una oficina en Lima con un Proyecto de Titulación de Tierras, donde están los titulados, o sea, comunidades tituladas y las no constituidas, incluyendo el anexo de comunidades. Y luego se extendió sobre la situación post Velasco, con erudición y un ánimo de entender a fondo el nuevo tipo de tenencia de tierras en el Perú, rompiendo los estereotipos que se han impuesto en estos 50 años de silencio y desdén por ese Estado que todavía se ocupaba de la injusticia social. Hoy no. De Velasco a nuestros días, se ha ido estableciendo un tipo de Estado reducido, enano, un Estado que solo debe ocuparse de la Defensa nacional, las leyes y el orden público. En el fondo de las ideas dominantes de este medio siglo, se ha creído que solo el Mercado debe ocuparse de la Salud, la Educación. Pero no todo puede ser negocio. Ya no habría sociedades. La globalización en curso significa que los Estados no mandan en sus territorios. Esto es lo que se llama el neoliberalismo, que de liberal no tiene nada.

A partir de la teoría de un Estado precario —reducción de Ronald Reagan y Margaret Thatcher (otro Occidente, el anglosajón, con el cual discrepa la Unión Europea)— se quiere olvidar el progreso magnífico de los dos siglos en que el Estado moderno y el Mercado construyen las sociedades más ricas y libres del planeta. En la Europa socialdemócrata. Pero ese tema, lo dejaremos para más adelante. Por ahora, el encuentro con un testigo de vista de las transformaciones del agro peruano, ese que escapó de la Edad Media, de la oligarquía terrateniente, conversación a plena luz del día, en la plaza principal del Cusco. Gracias a Paredes, por sus explicaciones.

Hablando claro. Conversando en la plaza mayor del Cusco

Paredes sostiene que el mayor cambio de democratización sobre propiedad de la tierra se ha dado en el Perú. Considera que es el más importante de la América Latina —añade—, que es el único país que no tiene sistema de haciendas. Repito, es el único país que no tiene sistema de haciendas, otros países como Brasil, Chile y Argentina tienen haciendas más modernas, y están pensando aplicar reformas a aquellos fundos no explotados, no utilizados.

Luego le hago, a quemarropa, una pregunta. ¿Cuántas haciendas había en el Perú, en el periodo de Reforma Agraria? Y me responde tomando como ejemplo Huancarán, «donde habían 100 haciendas, hay hoy día 2 mil unidades de producción», tras  parcelaciones, pequeña propiedad y entonces calcula grosso modo, tal vez de 10 a 15 mil haciendas en el Perú pre Velasco.

Luego, Paredes habla de lo que llama la «nueva situación». Esto sabemos desde 1994, cuando se hizo un censo agropecuario. La información se encuentra en el INEI, Instituto Nacional de Estadística. Sabemos, entonces, que hubo en ese momento, 1’750’000 unidades de producción, unidades productivas de pequeña propiedad, o sea, que el 90% de la ocupación de la tierra es pequeña propiedad. Le pregunto desde qué medida, la respuesta es que es de 13 hectáreas para abajo.

Paredes continúa. «Somos un país de pequeños propietarios». Además, señala que han crecido las comunidades campesinas. En esos días había habido un coloquio en la Agraria, organizado por la señora Inga Arauco, en donde una señora Bobbio establecía los crecimientos masivos de las comunidades campesinas:

            1ra. Etapa:  la tradicional, unas 500 ha., Leguía hacia los años 40.

            2da. Etapa:  Odría, 1’500 ha.

            3ra. Etapa:  en el Censo, 5’000. En el momento del encuentro con Paredes, había ya  6’000 comunidades campesinas. Hoy, según el INADI son 7’000.

Paredes: «En Puno, más de un millón de pequeños propietarios, y antes en la primera etapa, Puno debió haber tenido 350 comunidades campesinas y hoy tiene 1’300 comunidades campesinas, es decir, más que el Cusco». La segunda observación es que este proceso significó una democratización, en otros aspectos no solamente en la propiedad de la tierra. Por ejemplo, se democratizó la educación, que quiere decir, tal vez por eso, que antes de la reforma agraria, «no era pensable la educación rural».  Cuenta la historia de Márquez o Caramba, que la escuela que habían construido, los del sector ¿no es cierto?, la destruyó con sus tractores.

Y, cuenta la historia de un campesino, de Jacinto Sacya, que vive en Joyos, que se dedicó a la educación, que había tenido la idea de estudiar porque el patrón, en un momento determinado de su infancia, le escuchó decir a la esposa, a la esposa del patrón, que por qué le daba leche, jamón y carne a los campesinos. ¿No te das cuenta, carajo, que si les das esto se van a volver inteligentes? Y si se vuelven inteligentes, nosotros vamos a desaparecer. Por eso, Jacinto, este campesino, iba a la escuela, aunque le costaba 7 horas diarias el caminar. Paredes: «hay una vinculación pues entre alimentación, inteligencia y cambios económicos y sociales».

En otras palabras —repito a Paredes— la comunidad campesina se convirtió en el primer factor de expansión rural de la educación. Otro tercer elemento es la democratización del voto, sin embargo señala que hubo un problema no comprendido en su tiempo por la izquierda ni tampoco por la academia.

Señala que las SAIS fueron importantes, pues significaron que podía reunirse la administración de muchas haciendas en una sola. Por ejemplo en el Valle de Anta había 25 haciendas en una sola SAIS, es decir, al mando de una administración de técnicos. Pero no se modificó la relación con los campesinos —señala— «que seguían trabajando gratis, lo que explica la ola campesina, que en la matriz de la Confederación Campesina del Perú-PCP, se movilizó en los años 80», la idea o reclamo era que esas tierras deberían pasar a ser comunidades. Pero, cuenta Paredes, «eso no ha ocurrido, se han parcelado, salvo en algunos sitios, donde todos los pastos naturales como propiedad común».

¿Qué nos está narrando Paredes, en esa tarde en la plaza mayor del Cusco? Nada menos que un proceso de re-apropiación post Reforma Agraria, de los campesinos. La idea dominante era volverlos comunidades, pero lo que se volvieron fue bajo la forma también de la  propiedad privada. Todo eso, en el Cusco en 1979. Al final, la tierra está desde ese momento en manos de comunidades, y también de propiedades privadas de campesinos locales. «Todo esto acabó en los años 80».

Paredes: «Después se dio el salto a la producción. La lucha por la producción estuvo asociada a políticas de nivel nacional, en consecuencia, a precios, tierras, sismos y el Estado aparecía como el gran comprador. Todo esto NO resolvió el tema de cómo producir. Hubo una brecha tecnológica y yo también añadiría, que una brecha psicológica, porque para mí, parte de la teoría de la reforma agraria, no fue eficaz.»

Aquí comienza Paredes a desarrollar el tema de pobreza y extrema pobreza. Recuerda que están reconocidos como pobreza quienes no pueden, los que no tienen suficiente, y en extrema pobreza, los que tienen que ser asistidos, ¿no es cierto? «Los que no pueden, la izquierda misma ha alentado esta mirada —dice— gente desvalida, gente que no se puede valer, de ahí los programas de asistencia alimentaria, etc.»

Pero ha observado en qué medida este propietario rural, pequeño o no, es productor de riqueza. ¿Por qué? Primero señala porque tiene unos elementos concretos, tiene el agua, tiene la tierra. En segundo lugar, tiene animales, diferentes animales, tiene semillas. En tercer lugar pertenece a una cultura de 10’000 años, con una experiencia. Eso le parece muy importante. «Transforma plantas silvestres en comestibles». Entonces, sostiene Paredes «que la principal riqueza del país está conectada con estos pequeños productores y lo que él está intentando en su instituto, la alternativa, es hacer desarrollo a través de la capacitación».

Y en ese instante de la conversación, ingresa a explicar que tiene 40 tecnologías en marcha y las separa en tres grupos: tecnologías productivas, tecnologías conservacionistas y tecnologías de transformación.

De aquí en adelante, es más difícil seguirlo, pero en fin, voy a intentarlo. Dice que hay una situación pre, que es actual, en la que la familia campesina vende de 20 a 30 soles diarios, sacando elementos de sus cosechas, y vendiendo elementos de su cosecha, y esto le da entre 80 soles a 120 a la semana.  Luego, da un salto, pasa a tener venta de 500 soles por mes y luego aumenta más. Si se toma en cuenta lo que dice el Banco Mundial —que extremo pobre es el que tiene un dólar para alimentarse por día, y un dólar es extrema pobreza—, dos dólares sigue siendo pobreza, pero ese aumento señala la posibilidad de transformarse muy rápidamente.

Esta transformación se debe a varias nuevas formas de ingreso. Primero, la venta directa de animales, de plantas. Luego la transformación. Por ejemplo, transforman hortalizas, zanahorias, en tortas, en compotas de diversos colores, en néctar. Otra fuente es el engorde de ganado, que es una venta no frecuente, pero en fin, cuatro veces al año. Como posibilidad, tres niveles, venta primaria, venta de transformación y venta de ganado. Me dice «están construyendo un mercado».

Al parecer, las experiencias que hace en su instituto se reproducen ya en 60 distritos del Cusco. Esto está ligado al presupuesto participativo. Están innovando, por ejemplo, en la posibilidad de tener forrajes hidropónicos. Es decir, una técnica de origen israelita que pueden tener forrajes sin necesidad de praderas. Textual, «esto está ligado al grupo de apoyo al sector rural de la Facultad de Mecánica de la Universidad Católica, la enseñanza para que saquen provecho, aplicando formas de transformación, si venden por ejemplo, solamente, la arroba de semilla dulce, esto le da, S/. 2.50, pero el kilo de ese mismo dulce,  se vende a 14 soles. Entonces la idea es la transformación.»

Uno de los sectores más importantes de exportación del Perú es el café y está en manos de pequeños productores.

Emplea el siguiente cálculo: dice que existen en el Cusco unidades productivas, en la ciudad, unas 16’000. Llama unidades productivas a todo tipo de comercio, talleres; y en el campo rural del Cusco, 144’000. La pequeña producción campesina pues, entonces, se la ve de otra manera.

Entonces, llega al siguiente cálculo: si 100’000 unidades de este campo rural (no 144’000, sino 100’000, dos tercios)  llegan a vender 3’000 soles al mes, significa eso 300 millones de soles por mes, multiplicado por 12, esto significa 3’600 millones de soles al año; y señala que Repsol produce 1’000 millones de dólares al año, o sea, 3’500 millones de soles al año, o sea, menos de lo que podría ser las 100’000 unidades a 3’000 soles; ya los primeros pasos de su iniciativa ponen a los productores, que son centenares, en los 500 a 1’000 soles (de todo esto, unos 10 años atrás).

Otras cosas que él explica es lo que llama la «escalera del progreso». Para vencer la pobreza, avanzando hacia el progreso, y entonces señala que el primer punto, el punto de partida, «es una capacitación básica, orientada al desarrollo, al mercado interno, en base al progreso de la pequeña producción campesina, con democracia participativa».

¿Qué quiere decir «democracia participativa»? Si le he entendido bien, «las municipalidades que consultan a las comunidades de base». Paredes señala que «en la capacitación básica hay lo que llamamos la pasantía». La pasantía acabó en mayo, cuando los campesinos aprenden a hacer un diseño predial. ¿Y qué es un diseño predial? le pregunto. «Es un diseño que tiene dos partes. Una primera parte es lo que los campesinos tienen ahora, y una segunda parte, su ideal, a lo que podrían llegar, con las tecnologías necesarias.»

«Por ejemplo, el riego por aspersión. Lo aplican en huertos y pastos, con costo cero, de acuerdo a nuevas técnicas. Y cuando esto está ya admitido, solo después obtienen ganado, ganado mejorado. De lo contrario, ocurre lo que siempre ha ocurrido, que el ganado que se ha traído de fuera se muere, solo el ganado criollo sobrevive.»

Luego Paredes se extiende en la semilla de papa por lotes. En vez de plantar una papa para producir otra papa, coge una papa, la desarrolla y después cuando tiene el tamaño de un lápiz, los brotes, los cortan, en 12 ó 20 pedazos y estos los plantan; eso significa un ahorro de papas dedicadas a la semilla, es una técnica ancestral que ha sido recuperada hace poco.

En las labores de capacitación tiene un sistema muy especial. Las hace un campesino que ha sido formado previamente, ese campesino se llama yachachiq, es un capacitador. Visita familias, las capacita primero en diseño predial, luego les enseña cursos prácticos por distrito. Había comenzado con 26 y ya tiene 500 yachachiq.

Le pregunto qué es un yachachiq. «Es un campesino como los otros, pero dedicado a la enseñanza. Un yachachiq es un instructor, monitor, por cada 10 familias. Su ventaja es que está ahí cerca, en el campo. Después se seleccionan unas pocas familias, lideradas por mujeres». El yachachiq es el que capacita de campesino a campesino y «estas familias influyen en los Club de Madres, en los Comedores Populares Infantiles de 18 comunidades de un distrito». Capacitación de campesino a campesino, «a esto lo llaman sistema de réplica, en Huancarani, Huancabamba, en Ninamarca, en Piscohuata» y siguen así una gran cantidad de puntos comunitarios, se produce la réplica. Es decir, «los campesinos ven el éxito en los huertos de los otros campesinos y entonces piden, solicitan, la misma capacitación, innovación». (Esta técnica, se ha aplicado en aldeas de la India, solo convence a un campesino de modificar sus formas de trabajar cuando ve la prueba y el éxito de otro campesino. El mundo rural es así. En cualquier cultura o país. Es una relación muy particular, tanto con la naturaleza y su relación con otros campesinos.)

Corre el reloj, pero Paredes continúa. «En Huancarani, por ejemplo, acogen las nuevas tecnologías unas 65 familias; en Chancabamba, 84 familias; en Ninamarca 10 familias; etc, y entonces ¿qué se está produciendo? Se está produciendo un tipo nuevo de economía rural en la que los campesinos pueden tener diversos ingresos y convertirse en agricultores exitosos y en campesinos ricos. Y en el Perú, la aparición de un sector rural completamente distinto. Obviamente, si esto se hubiese llevado a cabo y a escala nacional, significa que el desarrollo agropecuario en base a este país de pequeños propietarios que sobrepasan hoy los 2 millones, sería el eje de transformación por tres razones:

– en primer lugar, seguridad alimentaria.

– en segundo lugar, ingresos, diversos tipos de ingresos.

– y en tercer lugar, se fija a la población en el sitio, con potenciamiento económico.»

Paredes: «Hay un continuo ciudad y campo. Los jóvenes ya no están pensando en migrar a la ciudad sino en quedarse y hacer estudios vinculados a esta evolución. ¿Qué estudios?  Estudios sobre industria alimentaria, tecnología, biotecnología.

El Plan Predial aporta —dice Paredes— un gran cambio en la cultura del campesino andino, dominado por el temor al riesgo. Y como despedida, pues se está haciendo tarde, me dice que las Municipalidades están comprando yogur de grupos capacitados para el Vaso de Leche en ciudades. «En Espinar, la provincia de Espinar, 1’000 litros diarios de leche pasteurizada son así repartidos.» En fin, la idea es que se produzca una transformación industrial vinculada al mundo agrícola. De Velasco al yogur, adiós amigo.

Publicado en Café Viena, 9 de julio de 2019

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