Lima y el desmadre

Escrito Por: Hugo Neira 684 veces - Nov• 17•20

Me llegan varios tuits. «Noche triste es la de hoy. El primer asesinado por este gobierno usurpador es un chico de 25 años». Otro dice: «la izquierda y Antauro querían la vacancia para hacer un follón. Es lo que queríamos evitar, por eso que continuara Vizcarra». Otro, «es bueno que la juventud, por lo general desempleada, se exprese». Eso fue la noche del sábado para el domingo. Hoy, por la mañana, tres muertos. Y en esta hora fúnebre escribo esta nota periodística. Una acción muy significativa, la renuncia de los ministros. Lástima, era un gabinete de técnicos, gente que por lo general tenía una experiencia en gestión en gobiernos anteriores, desde el Estado. Justo lo que el país necesita ante el coronavirus y la economía, pero un sujeto social ha intervenido. La calle. Y eso cambia todo. La indignación de una generación entera a la que el destino le está dando la espalda —la pandemia maldita, la ausencia de empleos, imposibilidad de seguir estudios—, y en medio de ese desmadre, ¿una clase política que solo piensa en sus negocios particulares? 

Son las 8 de la mañana de este domingo 15 de noviembre del 2020, sí pues, soy de esos que se levantan temprano, pero en este caso, con fiebre por saber qué pasaba. Un post que viene de un amigo en España. La cosa está dura en España y en una de sus cartas, mi amigo de toda la vida, Ramón Tamames, un sabio sin la jaula de hierro de las ideologías, me cuenta que quienes gobiernan son tan mezclados y contradictorios que le llaman «la coalición Frankenstein» y por eso mismo ineficientes. Pero la gobernanza difusa de los españoles no puede competir con nuestra narrativa política. El desplome de los partidos políticos que tenían militantes y no solo electores, y los escándalos de ilícitos con Odebrecht que tocan a expresidentes en estos últimos años. La distancia cada vez más grande entre ciudadanía y clase política, entre gobernantes y gobernados.

La última vez que la transferencia del poder legal ha ocurrido fue cuando el presidente Ollanta Humala, en el 2016, entrega la banda presidencial a Pedro Pablo Kuczynski. Han pasado cuatro años pero parecen como 50¡! Desde entonces, traspié y traspié. ¡Qué de Presidentes vacados y congresistas cada vez más lejos de la realidad peruana! Y la pregunta que tenemos que hacernos es cómo hemos llegado a esos niveles de inestabilidad, errores, yerros, desaciertos. Y así, la pregunta necesaria es ¿cómo hemos llegado al filo de tal abismo? ¿A este desmadre?

Hay una manera de repensar el Perú de estos años. La tomo de un historiador, amigo mío, gran investigador, que ha usado el sistema para comprender los fenómenos históricos y sociales abordando hacia atrás los pasos dados. Lo que importa es saber cuándo se rompe la línea de fractura peruana entre democracia y pueblo.

Comenzaré, pues, con Manuel Merino. Las marchas que ha habido en Lima principalmente pero también por las ciudades, y miles, saben que intentó dos veces la vacancia de Martín Vizcarra. No tenemos en este momento alguna información técnica sobre las razones por las cuales la enorme marcha quiere que no ocupe ese rango. Acaso sean muchos los que no lo admiten por esos 5021 votos que lo hicieron congresista. Lo ven como un oportunista. Alguien que ha llegado a ponerse la banda presidencial «por la puerta de atrás».  Hay una segunda multitud, aquellos que saben o están convencidos de que Martín Vizcarra «ha robado», los he escuchado cuando los periodistas los entrevistaban en la calle. «No estamos con Vizcarra, que pague sus delitos, pero no ahora, con la pandemia y la economía detenida». Bueno, me parece muy claro, muy lógico, muy sensato.

Y usted señor, Merino, ¿no pensó cómo piensa el pueblo? Piensan con sentido común, primero combatir la pandemia y luego volver a la normalidad, porque la gente se ha quedado, por millones, sin chamba. ¿Qué prisa había? Pero me pregunto, ¿era que vacara Manuel Merino o hubiese ocurrido lo mismo si era otro congresista? Entonces, me permito pensar que, formando parte de un partido como Acción Popular que es más bien de derecha —sin grandes proyecciones—, igual no les convenía (¿?) Hay una última hipótesis, no quisieron un presidente más bien sin nada especial. Para escribir esta nota, me he averiguado en Internet su vida. Y para mi asombro, me encuentro que ha estado, desde 1979, en el partido Acción Popular, militante activo, congresista del 2001-2006 por Tumbes, y de nuevo del 2011 al 2016.

Pero la información que rueda mundialmente en Internet, lo describe productor y comerciante agrícola, presidente de asociaciones de comerciantes de plátanos… Y si había ganado el cargo de Presidente del Congreso con 93 votos, entonces, señor Merino, ¿cómo no se le ocurrió tener un técnico en comunicaciones y que lo diera a conocer al mundo entero? Francamente, se pasa usted de modesto. La presidencia es un lugar no solo alto sino altísimo. Le falló la «inteligencia emocional». Mientras escribo este texto, me dicen que usted ha renunciado. Pensándolo bien, aun si lo conocieran bien, era usted la encarnación de lo que no quieren, justamente políticos de carrera. Ellos quieren gobernar. Y cuando aparece una tendencia de ese tipo —los jóvenes del Centenario anti-Leguía, los apristas del 31, los jóvenes de Mayo del 68—, eso es algo más que una marcha. No es el «¡Qué se vayan todos!» sino «¡Ya llegamos!».

Martín Vizcarra, presidente tras la dimisión de Pedro Pablo Kuczynski, asume el cargo el 23 de marzo del 2018. Pero el Congreso, por segunda vez, intenta su vacancia el 9 de noviembre del 2020 (por «incapacidad moral permanente»). Es cierto que tuvo al frente el obstruccionismo del fujimorismo y de su lideresa Keiko, que no aceptaba su derrota en las elecciones generales. Cierto que durante su gobierno le dio cuerda al Ministerio Público sobre el caso Lava Jato. Pero como sabiendo que usted mismo había hecho uno y otro negociado ilegal, y contando con un increíble apoyo por el cierre de ese Congreso (un 84%, según el Instituto de Estudios Peruanos), ¿cómo es posible que no tenga ni un partido propio o al menos una bancada, y gobierne en solitario? ¿Quién fue el insensato que le aconsejó esa suerte de presidente Batman?

Pedro Pablo Kuczynski. Nos conocemos de cuando yo era director de la BNP. Es usted un hombre culto, una deslumbrante carrera profesional en bancos en Nueva York, etc, y lobbista. Pero ¿cómo se le ocurre ser candidato presidencial? ¿Y llegar a Palacio? Ya en el 2016, en diciembre, la Fiscalía del Perú ordena investigarlo. Al parecer, en el 2006, como Primer ministro de Toledo, habría favorecido a la firma Odebrecht. Además, Moisés Mamani reúne una serie de vídeos. Luego la renuncia. Pero, una pregunta: ¿cómo pudo escuchar a aquellos que le convencieron de hacer la guerra política a los fujimoristas congresistas? ¿No pensó nunca que eran también, como usted, de derechas? Solo que gente de emergencia y de clase media. Absurdo, usted y Keiko.

Lo de Keiko es sencillo. PPK, en la segunda vuelta de las elecciones del 2016, obtuvo 8,596,939 votos. Keiko: 8,555,880 sufragios. Una diferencia de 41 mil votos. Ahora bien, la ayudita a PPK del presidente Ollanta Humala fue la orden de inamovilidad de las Fuerzas Armadas y en especial, de la policía, en donde había votos inclinados al fujimorismo. Sí, pues, le robaron las elecciones. Pero lo que siguió fue una venganza torpe. Querer —según Keiko— gobernar desde el Parlamento. Pésimos asesores. Y ambos se hundieron políticamente.

Conclusión. Ni PPK, ni Keiko, ni Martín Vizcarra, ni Manuel Merino tienen el talante de un político. Maquiavelo —lo explico a mis alumnos— le dice al Príncipe que tiene que ser a la vez león y zorro. Lo primero por el coraje. Lo segundo por astuto. Y en todo caso, de no ser un estratega, al menos pensar qué piensa el rival. Y qué hace. Esos cuatro personajes rompen la línea de progreso de la vida democrática peruana. Necesitamos por cierto de gente honesta, pero también capaz de darse cuenta de quién no lo es. Ser bueno es una cosa. Otra ser un cándido, por no decir otra cosa más criolla.

Espero que salgamos de este desmadre. Cierto, es una palabra coloquial de los españoles. No vivimos una revolución sino algo caótico. Según la Academia, quiere decir «exceso desmesurado, en palabras y acciones». Desmadre cuando hay juerga desenfrenada. Y todo lo que sea desordenado o irregular. Ejemplo: «eran las cinco de la mañana y aún seguía el desmadre». Lo que nos pasa es eso, algo como el río que se sale de su cauce. El desborde es lo que dijo Matos Mar años atrás. Desmadrarse es pegar tiros a gente que tiene el derecho a la protesta. Pero tengo mis dudas. En Chile he visto cómo, en las marchas pacíficas, se infiltraba gente que iba a «encender la pradera».  Unos y otros hacen el desmadre. Pero del desorden nace el orden (imprevisible).

Publicado en El Montonero., 16 de noviembre de 2020

https://elmontonero.pe/columnas/lima-y-el-desmadre

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