Lombardi. ¿Solo fue una bofetada?

Escrito Por: Hugo Neira 1.764 veces - Abr• 23•18

Lo que voy a comentar es algo que ocurrió al final de los días temibles en que los peruanos no sabíamos qué hacer con PPK. Fueron días en que, entre otras cosas, por mi parte trataba de entender lo que pasaba, y no solo hablaba con amigos sino veía televisión, en particular, las noticias o las entrevistas. Así, una buena tarde, veo en la pantalla que un periodista se aproxima al congresista Guido Lombardi, que salía de una reunión de congresistas con el nuevo presidente Martín Vizcarra. Pero esta historia sobre la que estoy escribiendo no tiene nada que ver con la sucesión presidencial. Trata de un incidente. Uno de esos sucesos callejeros, en gran parte incomprensible. Y tal vez, la sórdida presencia de lo que piensan y sienten los más pobres y los desesperados.

¿Qué incidente? De pronto, cuando la cámara del periodista apuntaba a Guido Lombardi, aparece de golpe una señora, una señora mayor, y se le acerca al congresista y le pregunta:

-¿Cuánta plata tienes?

Y Guido, tan sorprendido como el periodista, le responde con aire burlón, como quien juega: “mucha, mucha”.

Y la señora le da una cachetada. O sea, una bofetada, un sopapo, algo que no llegaba a ser una trompada. Y que además, Guido Lombardi esquivó con sorprendente gesto de boxeador, a lo que se suma el hecho de que la señora era bien bajita, de modo que el acto iracundo quedó un poco truncado. Pero no del todo. Da que pensar.

Lombardi, muy en gentleman, no acudió a un policía. Por mi parte, ¡cómo hubiese querido conversar con la señora de marras! A Lombardi lo conozco desde mis lejanos días en que yo dirigía un diario en Lima. Cuando me lo confiaron —perdona Aldo, pero lo hice muy popular y tiraba más ejemplares que El Comercio o La Prensa de entonces— había buscado gente que tuviera fervor y talento. Llevé a la sección de editoriales a Manuel Rodríguez Cuadros, que hizo luego una carrera de diplomático, a Julio Ortega —luego gran catedrático en Estados Unidos— que condujo un suplemento cultural. Y necesitábamos de un periodista que conociera el mundo laboral. Y Guido Lombardi fue quien se ocupó de ese tema, entonces muy caliente. Era un Perú con obreros y sindicatos. La señora del cachetadón fallado, no sabe quiénes estuvieron siempre al lado de los pobres y desvalidos.

Vuelvo sobre la señora del cachetadón frustrado. El incidente parece vano, irreal, pero no lo es. Ella, sabe dios qué le ha pasado, la vejez en la pobreza, algún hijo ingrato, o la han estafado, que sé yo. Pero tiene sus ideas. En Lombardi puede haber visto un blancazo. Y entonces, bajita y mestiza, el enemigo. Caray, eso tiene callar nuestra historia contemporánea. La señora ni sabe que hubo un Luis de la Puente Uceda, blanco, con grandes apellidos y en Mesa Pelada muere por los pobres como guerrillero. Y en el viejo partido comunista, Fernando Fuenzalida, Arias Schreiber, blancos y de buenos colegios. Oiga, señora, hemos tenido tiranos que no eran precisamente blancos, Sánchez Cerro, Odría, qué se ha creído. El deseo de dominar lo tenemos bien distribuido.

Digamos las cosas cómo son. Hay una inmensa herida en nuestra sociedad, un dolor histórico, callado, casi secreto. Viene de tiempo atrás. Y no desaparece. Los peruanos de hoy, no saben cómo se explotaron a los indios. No, no lo saben. Fue tan intenso que las mismas autoridades españolas se indignaban. Miren lo que dicen: “Tienen por enemigo esos pobres indios la codicia de los corregidores”. ¿Quién dice eso? Seguro que Mariátegui. No, el Marqués de Mancera, en 1648. “El Corregidor toma el pedazo de tierra, ocupa la hacienda del indio, y vienen esos pobres a ser esclavos y maltratados”. Seguro que es un senderista. No, Alonso de Mejía, sacerdote jesuita. 1604. Un virrey que además era Arzobispo, Liñán y Cisneros, en 1681: “son tan miserables los indios, que apenas tienen lengua para quejarse”. Me detengo. Sí pues, también los curas. Unos, los defendían. Otros, los aprovechaban.

Hay una herida ancestral. Acaso no inspiró el cachetadón de la anónima señora. Vivimos en tiempos de consumismo. Entonces, la cacica en plan Clorinda Matto de Turner versión chicha, da por sentado que Lombardi es multimillonario. Me pregunto, ¿cuántos ciudadanos piensan lo mismo? ¿Cuántos los que creen que todo cargo público es el paraíso terrenal? ¿Que ser político en Perú es ser feliz? Por mi parte, cada vez que veía a PPK con una felicidad incontenible, bailoteando o haciendo chistes, me corría un escalofrío en la espalda. Este es un país de quejas y abandono social. El Mandatario debe ser sobrio. Y evitar esa ideología de las capas medias del país, que viven en la luna. Se inventan mundos, en los cuales se encapsulan. Además, como la mayoría de la clase intelectual ha hecho su PhD en USA, se creen, como Zavala, que cuatro algoritmos económicos resuelven los problemas. ¿Y las pasiones, los malentendidos? Con esa pobre cultura de los pobres, las elecciones se las lleva cualquiera. Las urnas, adonde van a parar el tóxico de rumores y prejuicios, es una vasta cloaca. Es así como mueren las democracias.

La señora del injustificado bofetón es parte de esa parte del pueblo al que hemos abandonado. Tenemos un ministerio de Deseducación. Hace decenios que se deseduca. Y, abajo, en las capas sociales más pobres, tienen sus ideas. Son pobres porque otros son ricos. (Me lo han dicho.) Toda persona medianamente acomodada es un enemigo. Alguien tiene la culpa. Situaciones como esta, no produce reformas ni revoluciones sino regresiones.

Publicado en El Montonero., 23 de abril de 2018

http://elmontonero.pe/columnas/lombardi-solo-fue-una-bofetada

 

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