Mi envidia de España, la Transición terminada¡!

Escrito Por: Hugo Neira 768 veces - Jun• 24•19

En España se preparan a decirle adiós al rey Juan Carlos I. No es que se encuentre enfermo sino que va a dejar todo tipo de vida pública. Hace ya cinco años que ha abdicado. Desde el 18 de junio de 2014, el rey se llama Felipe VI, su hijo. España no es la única monarquía parlamentaria, en Europa lo es desde Suecia, Noruega, Holanda y el Reino Unido, democráticas a carta cabal. En estos días, los mejores diarios de España se preguntan cómo pasará Juan Carlos I a la historia. Muy buena cuestión.

En el inicio lo llamaron «Juan Carlos el Breve». La broma, era que no iba a durar. Pero ocurrió lo contrario. Hoy hace bien un diario en recordar que «la izquierda desconfiaba, y los falangistas también». Y no les faltaba razón, Franco lo había prohijado, y entre otros actos, lo envió a las tres escuelas militares, la de Tierra, de Aire y la Marina, para que fuera oficial. Sabía Franco el histórico desdén de los militares ante la Corona española. De paso, como Príncipe, estudia derecho. Pese a todos esos preparativos, pudo haber un golpe de Estado militar. O la probabilidad de una república. Dividiendo de nuevo a los españoles.

¿Cómo Juan Carlos I llega a ser el Rey de la España de elecciones e instituciones democráticas? Creo que hay un acuerdo general que comienza a afianzar y robustecer su rol de Rey cuando prescinde de Arias Navarro, un ministro heredado del franquismo, y se atreve a llamar a Adolfo Suárez, secretario general del único partido, la Falange, pero partidario de reformas. Se necesitaba un gran coraje. Pero desde esa dupla, Juan Carlos I y el joven primer ministro (se le llama presidente), todo cambia. Ambos corrieron riesgos al llamar a un referéndum, en un país al que no se le había consultado jamás políticamente. Sin embargo, ambos abren la posibilidad de una constituyente, la inscripción de partidos entre ellos el comunista (el cuco, el gran temido, que resulta que solo obtuvo un 9% de votos), el retorno de los grandes exiliados como Santiago Carrillo y la Pasionaria. Y el fin de las llamadas Cortes, un parlamento de tipo corporativo. De junio de 1977 a 1978, en diciembre, la Transición española entierra 40 años de autoritarismo. Además, Juan Carlos I no cedió cuando el golpe del coronel Tejero. Por lo demás, es la España del PSOE, Felipe González y el ingreso a la Unión Europa y las autonomías.

La sorpresa de España. En esos días yo estaba en Madrid. Para completar mi tesis francesa necesitaba de archivos españoles y me nombraron miembro de la Casa Velázquez, institución que es una residencia para investigadores. Pero también fui parte de un diario opuesto al gobierno de Franco, el Madrid, cuya supervivencia fue un milagro. Cerca de los acontecimientos, me sorprendió el enorme error de la prensa europea. Recuerdo haber leído en un diario londinense las muy pesimistas predicciones del gran hispanista Raymond Carr y las no menos equivocadas de Guy Hermet, del Instituto de Estudios Políticos de París, por lo tanto, ambos, los mejores conocedores de la España de Francisco Franco. Quizá por eso erraron. No fue necesario ir «por montañas nevadas, con banderas al viento» —canción de los franquistas— para llegar a esa democracia de consenso, dejando a la España de la rabia y de la idea para otra ocasión. Más tarde, habría un rey que iría por América pero no por caminos imperiales, sino a explicar, en Buenos Aires o en Santiago, cómo se sale de regímenes de fuerza sin por ello volver a desenterrar «el hacha de la guerra». Nadie pensó que España sin Franco girara a un régimen a la vez monárquico y democrático. 

No solo la habilidad de los actores políticos —el Rey, los partidos políticos— explican la Transición española. Cierto, así se llama hoy el periodo que España dejó atrás, el régimen dictatorial del general Francisco Franco. Pero hay algo que la sostiene, y que no suele ser incorporado al examinar ese pasaje tan sorprendente. Lo siguiente: la posición económica de España en el mundo había cambiado. «Hasta 1950 se le consideraba como un país subdesarrollado. Y en 1987 un nuevo país industrial». Hoy día, asumimos que regímenes autoritarios pueden tener éxito, es el caso de China, Rusia. Pero se calla que eso ocurre cuando Franco. Visto la ineficacia de su modelo autárquico —copiado de la Alemania nazi de los años treinta, decide cambiar por completo de modelo, y bajo la sugerencia de tecnócratas, abre el espacio geopolítico de España a la inversión de empresas extranjeras. Fue un boom de crecimiento, con tasas altísimas, compitiendo con las de China. Entonces, es la sociedad la que cambia¡! Llega el consumo, la apertura al turismo, los progresos industriales, y los resultados de esa política, positivos para los asalariados. Dejaron de buscar empleo en Europa.

En otras palabras, precede a la modernización política de los españoles dos decenios de modernización económica y social. O sea, la democracia se asienta sobre una base sólida, una sociedad que con Franco, acaba la revolución industrial que España no había logrado hasta entonces. No niego el papel de sus políticos, pero conviene que pensemos por qué nuestra propia Transición es tan lenta, o acaso imposible. Las líneas que siguen no son un pensar improvisado. Tengo entre mis libros inacabados una historia de la Transición española.  Y de esa larga y difícil transición democrática en el Perú, a la que le ha dedicado César Arias Quincot un libro. No es el único que se ocupe de esa inestable transición peruana. Nicolás Lynch, con La transición conservadora, que es obra de 1992. Y hoy podemos decir que la transición post Alberto Fujimori, es interminable. ¿Podemos, sobre un país todavía subdesarrollado, montar instituciones que necesitan clases sociales ya integradas a la modernidad?

Algo más. La Transición española se produce porque hubo una conciencia colectiva de no volver a repetir el pasado. Escuché a la gente decir, «todo menos la guerra civil». Y decirse, a sí mismos, «somos los turcos de Europa». Lo peor. Y con ello, sentimientos contradictorios. A Franco lo lloraron, pero no quisieron que los franquistas gobernaran.  Cierto, hasta 1975, España fue un régimen autoritario y excluyente. Pero el régimen constitucional establecía un intenso debate y la búsqueda de consensos. Seamos claros. La Transición fue un pacto, con grandes silencios sobre el pasado franquista. Ese era el precio del retorno a la libertad. Todo aquello que los peruanos no pueden hoy día establecer. Por eso la envidia mía, ellos han salido de sus autoritarismos. A nosotros, la bipolarización, esa guerra civil e hipócrita sin balas, nos lleva a lo peor. El España, aparta de mí ese caliz, es hoy, por lo menos para mí, «Perú, aparta de mí ese caliz».

Publicado en El Montonero., 24 de junio de 2019

https://elmontonero.pe/columnas/mi-envidia-de-espana-la-transicion-terminada

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