Odebrecht y los siete pecados capitales, a la peruana

Escrito Por: Hugo Neira 1.498 veces - Jun• 30•17

1 La crisis política, moral y ética que produce Odebrecht es mayor que cuando se descubrieron los vídeos tomados achoradamente a una serie de personalidades y personajes de la vida pública recibiendo dinero en la célebre oficina de Vladimiro Montesinos. Entonces, cae un gobierno. Hoy una capa social de funcionarios públicos y políticos. El daño es incalculable.

2- En la portada del n° 352 del semanario de César Hildebrandt se señala que «el Ministerio Público abre investigación preliminar por entregas de dinero de Odebrecht a empresas del presidente». No me alegro de esa noticia. Desde una convicción ética y republicana, no he sido nunca partidario de la vacancia presidencial, incluso cuando Ollanta Humala, que nunca fue santo de mi devoción. Siempre estuve a favor de que cada presidente cumpliera sus cinco años de poder legal. Me pregunto ahora si tuve razón.

3- El caso Odebrecht ocupa un lugar en nuestra historia contemporánea solo comparable al «affaire Dreyfus» del siglo XIX. Léase, pues, a Alberto Flores Galindo y Heraclio Bonilla.

4- Otro mito se derrumba con Odebrecht. Si no tenemos gente competente y honesta en la esfera política, acaso el personal técnico puede reemplazarla en los cargos públicos, los más altos. Estamos viendo que tampoco eso es posible. Venidos del mundo de los negocios, no entienden qué es un Estado. El presidente maneja su gabinete –donde, con algunas notables excepciones, solo hay técnicos– como si fuera una capa social de managers. La prensa no para de pedirle a PPK que «haga política». Eso le es imposible. Nunca la ha hecho. Eso se aprende de joven y en las universidades, o jamás. Digo, pues, que nuestros gobernantes no entienden que el Estado y el mercado, ambos necesarios, tienen lógicas distintas.

5- Hace dos siglos, Hegel separó conceptualmente la sociedad política, o Estado, del mundo de la sociedad civil. El Estado es el bien público. La sociedad civil representa los intereses particulares. No es lo mismo. Es hora, pues, de decir, que eso es la modernidad y que parte de nuestra élite económica confunde lo privado con lo público. Por eso el ministro Thorne no entiende por qué le reprochan su conversación con un contralor que lo graba (!) Conversación que le puede parecer habitual, normal, con presiones y juegos propios de negociantes. Desde eso que Bourdieu llama el «habitus». Desde los hábitos de clase.

6- En la sociedad peruana —alta, media y baja— la confusión de lo privado y de lo público es corriente. Por ejemplo, cuando Techito, congresista, pide el apoyo de la policía (pública) para un evento de su empresa (privada). Como sociólogo ese comportamiento revela la permanente matriz colonial en los comportamientos.

7- En el pasado virreinal, corregidores criollos y caciques trabajaban sin salarios y sus ganancias las extraían, con permiso del poder imperial, de sus dominados.

No somos republicanos sino apenas poscoloniales.

Publicado en Brújula Noticias, n°40 del 28 de junio de 2017

https://issuu.com/aeg-pucp/docs/br__jula_40

You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. Both comments and pings are currently closed.