¿Quién libertó el Perú?

Escrito Por: Hugo Neira 3.945 veces - Abr• 15•14

A los 40 años de  Huillca: habla un campesino peruano (1974)

A los 50 años de Cuzco: tierra y muerte (1964)

            «Las grandes revoluciones sociales, muchas veces, no tienen ese nombre»

—Eric Hobsbawm—

 

 

En el Perú, ha habido dos grandes libertadores: José de San Martín que libertó a los criollos (1821). Y  Saturnino Huillca, indio cuzqueño de Paucartambo, dirigente de los sindicatos campesinos que ocuparon las tierras de las haciendas de 1963 a 1965 y que, en consecuencia, provocaron la fuga de los hacendados y en 1969, la Reforma Agraria. En realidad los militares de Velasco llegaron tarde. La tierra de facto ya no era de los propietarios latifundistas. La era de la gran propiedad  estaba vencida. Ahora bien, a San Martín, se le recuerda. A Huillca, no se le recuerda. No hay una calle ni una plaza que lleve su nombre ni en el Cuzco, ni el nombre de Hugo Blanco. San Martín, general criollo argentino que había luchado con los españoles contra Bonaparte, es natural que les diera el poder a los criollos de clase alta que desde entonces, con raras excepciones, mandan desde hace dos siglos.

¿Por qué este silencio con Saturnino Huillca? Una izquierda que cree tener el monopolio de la verdad calla el nombre de este campesino que hizo lo que ellos no pudieron o no quisieron hacer. Cuestión de clase. ¿Una revolución desde los «ojotas porfiadas» de las que habló, premonitoriamente, Jorge Basadre? El silencio sobre Huillca revela también la falta de conciencia de las clases populares y la complicidad de muchos historiadores e intelectuales. Entraron los indios al mercado, cierto, pero por irrupción. En un país entonces mayoritariamente de agricultores, al recuperar sus brazos y su vida, lo cambiaron todo. Solo entonces acaba el colonizador español¡!

A Huillca en cambio se le conoce en el mundo entero. Un libro que gana el Premio Casa de las Américas en La Habana en 1974, y es traducido a siete lenguas, estuvo dictado por Huillca en quechua. Y el premio, íntegro —3’000 dólares— lo entregó el ganador del concurso al propio Saturnino Huillca. Gesto que rara vez tienen los antropólogos con sus informantes. Hubo una película de Nora de Izcue (Runan Caycu*) que ganó un premio en Alemania. De modo que tarde o temprano, los peruanos atónitos van a descubrir el valor de este hombre que sin disparar una bala removió el Perú desde abajo. Su movimiento que no fue una guerilla, a la vez insurrecto y pacífico, es solo comparable a lo hecho por Gandhi en la India y Mandela en Sudáfrica. Huillca es nuestro Mandela. Y estuvo un tiempo en prisión por su acción e ideas en el presidio amazónico llamado El Sepa. No tantos años como Mandela. Pero igual pagó un precio muy alto. Años de una vida. Pero para la izquierda actual, eso no lo hace de izquierda, al contrario.

Las invasiones de tierras en el Sur del Perú son simultáneas a las tomas de tierras en Lima y otras zonas urbanas. Pero pocos lo reconocen. La rebelión en el valle de la Convención y la ocupación de Comas son los puntos de partida del Perú actual. Es asombroso que este hecho enorme no aparezca ni en las novelas de Vargas Llosa, ni en la estrategia de Sendero.  Y no fue el título legal a la manera de Hernando de Soto lo que cambió al Perú. Es Huillca. Hoy más de dos millones de exsiervos de hacienda propietarios de sus tierras y de su fuerza de trabajo, de Puno a Cajamarca, le deben a los sindicatos cuzqueños su liberación, sus bienes, el hecho de que tengan propiedad y comiencen a salir de la pobreza. Sendero llegó tarde. La revolución sin armas del pueblo andino ya no los necesitaba. La inteligentsia y la clase política tampoco han entendido esta victoria social, que se hizo sin ellos. Y en gran parte contra ellos. Hace dos siglos, Túpac Amaru fracasó. Hace medio siglo, Huillca no. De Puno a Cajamarca, pueblan el Perú los nietos de Huillca. Aunque las desigualdades continúen, este no es más un país de siervos indígenas. Mariátegui tenía razón: «la solución del problema del indio {…} deben ser los propios indios» (Los Siete ensayos, p. 74, edición del 2012). Sin embargo, no vino de un partido sino de un movimiento. ¿Y no es eso, precisamente, lo que prevenía Marx? Los revolucionarios, los de verdad, no son los que se proclaman tales. Como decía Jesús, no se entra al Reino de los Cielos diciendo Señor, Señor, y golpeándose el pecho.

* <http://www.bloghugoneira.com/que-soy/editor/libros-personales/cuzco-tierra-y-muerte>

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