Semiótica para un tiempo difícil

Escrito Por: Hugo Neira 2.653 veces - Sep• 22•13

Semiótica para un tiempo difícil

Por lo general, quien escribe, asume que es observador singular, sujeto cognitivo. Cognición proviene de gnarus, «el que conoce algo específico». Pero aquí hay error desde el punto de partida. Por saber, lo que se llama saber, yo no sé nada de lo que viene. ¿Quién conoce el futuro? Salvo intuir que lo inmediato parece sórdido, vasto, penumbroso. Por otra parte, no sé qué hago en una revista de jóvenes. Porque  se supone que ella porta, por ser de jóvenes, el futuro, los días venideros, en suma, el optimismo. No es mi caso. Tampoco porto el pesimismo. He sido y sigo siendo un probabilista. Puede que ciertas cosas ocurran, puede que no. Detrás de esa actitud se oculta una lectura personal de la historia y de la vida. Claro está, algo de esperanza debe haber en mi espíritu. La prueba: estas líneas, en esta revista. En esta aventura. Más allá de filosofías, el mundo es lo que es. Y lo real es lo real, aunque no nos guste. Ante las cosas que ocurren en estos días solo me queda decir que son signos malos, muy malos, de lo peor.

Mientras se preparaba la salida de esta revista, casi ocurre un golpe de Estado legal. Los preparativos de una toma del poder sin tanques. Me refiero, obviamente, a los preparativos para copar el Tribunal Constitucional. Era el camino legal pero ilegítimo para, un poco más tarde,  cambiar las reglas de juego. En particular la de quien pueda ser, o no, candidato presidencial.  Sin embargo, la maniobra fue hecha de la peor manera, y resultó una chambonada, de risa y de pena. Ahora bien, como decía mi abuelita que era dicharachera, «no hay mal que por bien no venga». Es cierto, «la repartija» ha tenido un lado positivo. Por una parte, ha despertado una ola de repudio en la sociedad civil. Una rara unanimidad, mezcla de temor e indignación. Y por la otra, una esfera del poder se ha sentido maltratada y agraviada. Hasta la propia bancada oficialista. Es la clase política en su integridad la que resulta amenazada si Palacio lo controla todo.

Pero los idus de marzo no han pasado. En estos días, en la proximidad de que saliera esta revista, les ha vuelto a fracasar otro manotazo. Se intentó adquirir el diario Correo de parte de otro diario que, en los noventa, fue ejemplar en su lucha contra la autocracia personalista de Fujimori y ahora es el Pravda del régimen, y menos mal que las acciones las adquiere el diario El Comercio. Alguien ha escrito que ese fue un día de duelo para la democracia peruana. No veo por qué, es todo lo contrario. Se salvó el pluralismo y los dineros que al parecer por Banco extranjero interpuesto venían de Correa, se quedaron con los crespos hechos. Y ya van dos. ¿Cuántos de otros siniestros intentos de romper la pluralidad política del país y sus instituciones se intentarán en los próximos años? Cualquier cosa menos querer medirse con otras fuerzas políticas en el espacio incierto de las urnas. Eso pasa cuando los que llegan no tienen el talante democrático que el país necesita, y con más razón, habitando en el Caserón de la Plaza de Armas. ¡Qué ganas de imitar el mal de algunos países vecinos, fuera del mapa del progreso y de la lógica de la democracia que consiste en aceptar que todo gobierno es «pro témpore», es decir, está limitado en el tiempo! Esa es la regla republicana. Y ay de quien la falte. La cólera del pobre, decía Vallejo, «tiene un aceite para dos vinagres».

 

Mientras se lanzaba la revista ha aparecido, curiosamente y a tiempo, un debate sobre las nuevas clases medias. Es muy interesante desde todo ángulo político como social. Pero, a falta de tiempo, anticiparé un par de cosas. Es cierto que más de 3 millones de peruanos han dejado de ser pobres. Y aparte que les duele a muchos reconocer que eso es la consecuencia del maldito sistema reimplantado desde los noventa —una economía abierta— no hay duda que hay que reconocer el mérito de esa economía de sensatez que acude a lo que acuden todas las del mundo sensato, es decir a las inversiones externas y sin duda, en el caso del Perú, a una clase de empresarios privados de origen popular, fenómeno que vaticinó el liberal Hernando de Soto. Y que es real. Pero eso no quiere decir que sean ni una clase (son muy distintos entre sí) y menos que sean ya ‘clase media’. La clasificación de las clases es el tema más arduo y delicado de toda sociedad contemporánea por su complejidad. En realidad, son no pobres. Y que sean ‘medios’ dependerá si adquieren dos cosas, una conciencia de sí (K. Marx) y un capital simbólico (Pierre Bourdieu), y eso depende de la educación. Que como sabemos, ha retrocedido.

Entre tanto, nos asombra y preocupa la ligereza con que se toma este tema. Porque esa capa reciente de no pobres está ahora francamente amenazada por el posible retroceso del ingreso, dado que se nos viene encima la crisis. Cuidado, las grandes revueltas se hacen en el mundo que vivimos por los que forman esas nuevas capas sociales, por ejemplo los «indignados», que son pelotones de gente culta o empoderada con el negocio propio, pero que igual unos no consiguen empleos propios a sus estudios y otros, progresan gracias a créditos, que pueden encarecerse. En otras palabras, vienen tiempos nublados. El actual gobierno puede pagar muy caro el inmovilismo económico de estos dos primeros años y lamentar no haberse inclinado por dejar que fluyera al país la enorme masa de inversiones, las cuales ya se han ido a otros países, con economías más ágiles y oportunistas que aquella que se ha instalado, después de veinte años, en el Caserón vetusto de Palacio de Gobierno. Esa era la gran transformación, pero les pasó por delante de las narices. No se deshicieron, a tiempo, de mitos y quimeras.

Cuando salga esta revista estaré de viaje. Voy para volver, cosas mías. Pero ¿qué puede decirles un viejo zorro sobre el problema presente? Un consejo hasta de un conejo. Los siguientes:

1. No examinen la situación presente recurriendo a ejemplos pasados. Es costumbre natural del ser humano pero pésima en ciencias sociales y políticas. Cada coyuntura es singular. Atrévanse ustedes a enfrentar lo real que siempre es distinto y difícil de comprender. No retrotraigan. Un buen análisis no funciona así. Miren de frente a lo que se viene. No le pongan las máscaras de carnavales anteriores. A cada tiempo, su trampa.

2. No se dejen llevar por ese  hábito tan peruano de confiar que siempre nos espera lo mejor. Eso ya no es optimismo sino ingenuidad. No sean crédulos.

 

3. Es hora que se abandone la mala costumbre de confundir la crítica a las cosas peruanas con traición a la patria. La crítica no es el desamor. ¿Quién les ha dicho eso? Todo esto pasa por confundir el amor a la patria con el amor a la familia y en particular a la madre. Pero en unas páginas de Cardoza y Aragón, escritor magnífico, poeta y revolucionario, hallé en una lectura de juventud una lección que no pude olvidar. Cuenta cómo entra con un fusil en la mano, regresa a su país, tan indio o más que el nuestro, y antes de ir a echar a tiros al tirano, en una rara revolución prodemocracia que triunfara, pide a sus compañeros de armas un permiso de una noche para ir a su aldea nativa. Ahí, Cardoza le da un abrazo a su madre y luego parte a la guerra. «Si no hubiese hecho esto», dice en su libro, «el fusil desde la frontera en las manos y el abrazo de adiós a mi madre, habría dejado de hacer lo más hermoso de mi vida» (Guatemala. Las líneas de su mano, FCE).  Se puede amar a los padres, a los amigos, y discrepar a fondo con el estado social de un país aunque sea aquel donde naciste.

Publicado en la revista Punto de Encuentro, n° 1, del  25 de setiembre de 2013

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