Vacunas. ¿Otra vez la expedición de La Condamine?

Escrito Por: Hugo Neira 601 veces - Feb• 08•21

La aventura de las vacunas llegando a unos países más pronto que otros, es una agria polémica de estos días. Y para algunos que conocemos nuestra historia, nos sorprende la semejanza, al punto que podemos tomarla como una analogía. Lo que ahora ocurre —las idas y venidas de que sí y no las vacunas— recuerdan las exploraciones geográficas del pasado. Por ejemplo, cuando vinieron al Perú para medir el meridiano terrestre y comprobar la esferidad del planeta.

Charles Marie de La Condamine, hombre de ciencia francés, naturalista, geógrafo y matemático, de alguna manera, ha resucitado. Se le recuerda por participar en la expedición científica que llegó al Perú todavía virreinal, en 1735. En su caso, no era asunto de vacunas, aunque hubiera plagas, por la sencilla razón que Pasteur no había descubierto la primera vacuna contra la rabia (mucho más tarde, en 1885). Los apuros de La Condamine eran porque buena parte de la gente de su tiempo no admitía que la tierra no fuese chata. Se necesitaba mediciones astrogeodésicas, mapas de mares y continentes tomando en cuenta la esferidad del planeta. Urgente tema, se viajaba todavía con barcos de vela. Y entonces la Academia de las Ciencias de París, decide enviar un comité de sabios para numeralizar la longitud del arco del meridiano terrestre. Así, Charles Marie de La Condamine, miembro de la Academia de las Ciencias desde 1730, viajó con otros tres personajes. Pierre Bouguer, matemático y astrónomo, de 37 años. Louis Godin, matemático, de 30 años. Y Joseph de Jussieu, médico y naturalista, también de 30 años. Salieron de Francia, pero sus trabajos de medidas les tomaron diez años.

Ahora bien, como estamos acostumbrados a los viajes veloces de nuestro tiempo, no podemos imaginar lo difícil que era esa misión en esa época. Partieron del puerto de La Rochelle en mayo de 1735 y primero estuvieron en España. Para circular por los dominios españoles necesitaban una autorización. Por fortuna de la misión, era el tiempo de la España Ilustrada de Feijóo, y el apoyo de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, que conocían ese mundo al otro lado del Atlántico. Lo consiguieron y enrumbaron a Martinica, luego Cartagena, Panamá, para llegar a Ecuador y Lima y Callao.

Lo que se les pedía era un arco de meridiano, medición muy precisa. Tuvieron que hacer medidas de distancias en lugares distintos. Se les pedía un elipsoide, o sea, una superficie curva. Hay que ponerse por un momento en el caso de los cuatro científicos: estaban determinando el tamaño de la tierra esférica y para eso, triangulaciones. Y en consecuencia, se separaron. La Academia francesa había enviado al norte del planeta otra misión, cercana al Círculo Polar. En cambio, Godin, Bouguer y La Condamine tenían como misión la medida de un arco que pasara por la línea ecuatorial. Y lo hicieron, y las longitudes fueron después revisadas por Jorge Juan y Antonio de Ulloa que luego las publican como Observaciones astronómicas y físicas hechas de orden de S.M. en los Reinos del Perú (nos llamaban Reino, lo de Virreinato viene de tristes historiadores). Los cálculos fueron posteriormente corregidos por matemáticos, el francés Joseph Delambre en 1799, y por el alemán Helmert, en 1880. Casi un siglo después.

La misión solo fue el inicio de un concepto estricto. Ellos trabajaron a partir de triángulos con dos bases, la una al norte y la otra al sur. Pero el sitio mismo donde se hacían las medidas no tenían las mismas alturas sobre el nivel del mar. La Condamine y Bouguer inventaron un aparato especial para los ángulos. Pero las montañas sobre las que subían —más en el Perú que en Ecuador— producían resultados distintos. Además, todavía no se había establecido el metro. Eso que nos parece sencillo y práctico.

Es al revés, la implantación legal del sistema métrico se produce en 1799. Durante la Revolución Francesa, y hasta la mitad del siglo XIX, no lo adopta la comunidad científica de otras naciones. La misión y sus mediciones de un arco de meridiano, fue el nacimiento de las unidades básicas del mundo natural. Habían enfrentado la complejidad de las distancias y solo posteriormente, con el alemán Robert Helmer en 1880 y un algoritmo logra entender las variables. Lo que encontraron fue algo inestable, aquello que luego en el siglo XX se encuentra en la física y que se llama el indeterminismo (Heisenberg, 1927). Le dieron el Nobel en 1932. Como se sabe,  el mundo de Newton y  los sistemas planetarios, no tienen nada que ver en la escala de las partículas subatómicas. Y a menudo los hechos sociales, políticos y medicinales que nos rodean son imprevisibles. ¿Qué pasó con el muro de Berlín? ¿Cómo China sobrepasa a los Estados Unidos? ¿Qué va a pasar en el Perú el 11 de abril?

Todo lo dicho anteriormente es un ejemplo de que no siempre nos encontramos con problemas simples sino complejos. Porque existe en algunas problemáticas, fuerzas que se contradicen. Por mi parte, el largo viaje de los sabios franceses tras el meridiano terrestre, me lo explicó una maestra cuando era un colegial de quinto de primaria, en el colegio fiscal n°429, en la avenida Militar de Lince. Lo hacían para inspirarnos curiosidad a esa edad. Y por lo visto, buena pedagogía. Su recuerdo y algo de la bibliografía en torno a la aventura de esos sabios, nos lleva inexorablemente a la pandemia actual, movediza, mudable. Variables en el coronavirus, en laboratorios, en la transformación de la ciencia misma, y las diferencias de los Estados, ricos y pobres.

Amable lector, voy a usar el concepto de «arenas». Hay un excelente libro de Danilo Martuccelli, Lima y sus arenas. Y como subtítulo, «poderes sociales y jerarquías culturales» (2015). Obra de un profesor de sociología, en París, capaz de percibir «el agotamiento de un ciclo político y la impresión que tienen los limeños de vivir en una sociedad muy compleja». La arena es fragmentos de tamaño pequeño, pero como metáfora, se usa en otras lenguas, quiere decir algo movedizo y precario. Y por eso propongo esta hipótesis, las diversas «arenas», o sea, los problemas para llegar a tener vacunas en Perú que se fabrican al otro lado del planeta.  

La primera arena es que el coronavirus de esta pandemia ha aparecido de golpe y se ha expandido sin dar tiempo a médicos y gobernantes para una política de salud. Luego, laboratorios competidores entre sí, y el tema de la distancia, en particular para países como el Perú, dada la fragmentación de nuestro territorio.

Segunda arena, diversas vacunas. Los laboratorios con diversos procesos y primeros resultados: la Oxford-Astra Zeneca es inglesa. La de Moderna y la de Pfizer-BioNTech son americanas. La rusa es la Sputnik V. Y la China, tiene su Sinovac. Esta heterogeneidad se extiende a las diversas vacunas. El tipo de cada una es diferente: la inglesa ataca con un vector viral, lo que se llama ‘adenovirus’, o sea, un virus  genéticamente modificado. En cambio en la de Moderna y Pfizer, interviene el ARN del virus, es pura biotecnología (nanobiología). La rusa es un vector viral, como la inglesa. Donde se establecen diferencias más hondas es en la eficiencia. Segundo campo de las «arenas». La eficacia de la Oxford-Astra Zeneca es de un 70%. Las americanas, del 95%. Y se dice que la rusa todavía más segura (92%), por su protección completa contra la hospitalización y la muerte.

La tercera arena es cómo conservarlas. La inglesa, la Oxford, no presenta ninguna dificultad, se mantiene con temperaturas positivas (2°-8°), digamos las de un refrigerador. La Moderna de los americanos, tiene que estar a 20° bajo cero durante 6 meses pero puede mantenerse estable en un refrigerador corriente no más de 30 días. La más complicada es la de Pfizer, de los americanos, que tienen que estar a 70° bajo cero más allá de 15 días. ¡Vaya usted a conseguir refrigeradores de ese tipo! Pero los Estados Unidos no sufren por ello, no tienen que importar vacunas como es nuestro caso. Las fabrican en su territorio. La rusa es la más manejable. No hay diferencias en las dosis. Todas tienen doble pinchazo.

La cuarta diferencia es el costo de las vacunas. Son secreto de Estado y de las empresas productoras.  

La quinta, hay países en Latinoamérica más cerca mentalmente al mundo moderno que otros. ¿Saben cuándo encargaron sus vacunas en Chile? En el 2020, cuando los laboratorios se pusieron en marcha, solicitando gastos adelantados para ir a producir millones de vacunas. Entonces, los Estados Unidos, el Reino Unido, la Unión Europea y Australia se precipitaron a comprar las vacunas, y de pronto, Chile. Era agosto y el presidente Sebastián Piñera con el subsecretario Rodrigo Yañez acordaron la compra de nada menos que 10 millones de vacunas chinas de las cuales han recibido 4 millones. Y ya empezaron la vacunación de masas. También han pedido 10 millones de la vacuna americana Pfizer.

¿Por qué no ocurrió eso en Lima? Dos hipótesis: parte de la clase política estaba entretenida en tumbarse presidentes. Además la globalización es un hecho pero no pensamos más allá de nuestras fronteras. Lo siento, hay que decirlo, una buena parte de la sociedad peruana no está en el siglo XXI. Otras naciones se conectan con la realidad de este siglo. Se necesita para mandatarios gente que ame el país, que sea honrada pero también algo de cosmopolita. Estamos en otro siglo. Otro mundo. Y en cuanto a Sagasti presidente, que por momentos ha vivido fuera del país, acaso es quien ha entendido esa nerviosa red de laboratorios y Estados, tan flexible como las Bolsas y las finanzas internacionales. Entre tanto le han dicho de todo y se mofaron en las caricaturas. Bueno, eso es el mundo de los medios. Pero ahora, ¿qué van a decir? Y digo esto sin ningún interés personal, no aspiro a puesto alguno en el Estado. Soy quien insiste en que no hay Estado sino gobierno. Hoy llegarán las primeras vacunas, acaso esta noche, mientras el amable lector lee esta nota. Hasta el próximo lunes.

Publicado en El Montonero., 7 de febrero de 2021

https://elmontonero.pe/columnas/vacunas-otra-vez-la-expedicion-de-la-condamine

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