Leyendo a Mario

Escrito Por: Hugo Neira 2.568 veces - May• 23•13

La muerte es uno de nuestros objetos de terror por el lado indígena y la herencia cristiana. Es también uno de esos raros momentos de meditación. El instante en que lamentamos ante el amigo o el personaje que perdemos, no haberlo tomado un poco más en cuenta. Es cierto que nunca esperamos que venga, ni para nosotros ni para uno mismo. En los juegos entre los hombres y el azar, la muerte es la artera, disimulada y taimada, siempre nos derrota. Y las palabras de amistad que no solemos pronunciar a tiempo, ante el ausente, queman los labios. Esta nota es un óbito.

Ocurre, sin embargo, que los que conciben cada semana esta revista, Caretas, me acaban de escribir, un tanto extrañados: «en el contorno de Mario Brescia nos cuentan que se frecuentaban mucho»  y añaden, «no sabíamos eso». Sí, pues. Es cierto, pero de esa amistad hablé con muy pocos, acaso porque era un grande de este mundo, y de las finanzas, y acaso porque algo en su manera de vernos me inclinaba a la discreción. Era amistad, creo, motivada por una mutua y saludable curiosidad. Don Mario me recibía con frecuencia y no en el local del Continental —República de Panamá— sino en otro solar, en San Isidro. También oficina, ¡pero qué oficina!

Recuerdo la espaciosa sala, y lo que en ella había, con objetos de arte, serenidad y silencio, unos anaqueles poblados de libros que se levantaban hasta el cielo raso. Soy hombre de bibliotecas, incluyendo las privadas, me basta un vistazo para saber si son de decoración o fatigadas por la lectura (lo de fatigadas es de Borges). Don Mario, parte de una atareada familia de banqueros, leía. Y en esa biblioteca ¿de qué hablamos? Del Perú, de sus vecinos, de Europa, la situación mundial, del cielo y la tierra, del bien y del mal, de todo. ¿De la coyuntura política peruana? Lo diré en una línea: queríamos para el Perú una open society. Su modernidad. Y de muchas otras cosas que no vienen al caso.

Por lo demás, me atrevería a decir que le intrigaba mi estadía europea, una vida plagada de viajes de estudio y de libros. Sin duda el velasquismo me había hecho una fama de ogro y descubría un eterno estudiante. Por mi parte descubría un varón con  disposición excepcional a abrir su mente a la complejidad del mundo, al azar de la historia, a los enigmáticos cambios que habitan en las sociedades y que, por desgracia, unos cuantos perciben. Hablaba con don Mario como lo hice años con mis amigos sorbonianos o de Oxford, mientras me preguntaba de dónde venían estos Brescia. Es hora de decirlo. De la buena escuela de los jesuitas. Del rigor del capitalismo moderno que no permite ni ilusiones ni errores. Y de la actitud de una elite  financiera a la vez atenta a la marcha de las ideas y del  conocimiento. No es cierto, pues, que el dinero vuelve fatalmente disipado a los que llegan a tenerlo.

Sin mi pasaje por la Biblioteca Nacional como director, no hubiese podido conocer a don Mario Brescia. Las cosas como son. Fue una suerte. En la BNP hube de descubrir que no le daban presupuesto para libros, ni comprarlos, cuidarlos y menos editar nuevos. Fue entonces que conocí a Carlo Reyes, de la Fundación del Banco Continental. Hicimos muchas cosas, por ejemplo libros (Sueño y pasión, récord de ventas) y el lanzamiento del teatro Mario Vargas Llosa (antes del Nobel, ahí está la gracia). Y todo aquello daba «recursos internos». Ahora bien, don Mario me siguió frecuentando cuando yo dejé de ser funcionario. Una tarde de esas, le conté que pensaba retomar un libro de Jorge Basadre, Chile, Perú y Bolivia independientes. Pero el de Basadre, indispensable, estaba más que agotado. Semanas después, libreros amigos me chismearon que de parte de Mario Brescia estaban preguntando por un ejemplar. Eso fue don Mario, en el dédalo de las finanzas y con ánimos para indagaciones bibliográficas, aparte de su lucidez ante la realidad. Un hombre del mundo del esfuerzo y del ocio inteligente. Banca y Cultura. A veces, como en la era del Renacimiento, esas esferas separadas se reúnen. Es un honor haberlo conocido.

 

Publicado en Caretas n° 2284 del 23 de mayo de 2013

Para saber más:

http://www.bloghugoneira.com/que-soy/editor/libros-institucionales/sueno-y-pasion-por-el-peru

http://www.bloghugoneira.com/que-soy/conferencista

 

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