Retratos Parte III

Escrito Por: H. N. - 9.807 veces

 

 

Sabatina, 04 de octubre del 2003
 

Destinos intelectuales

 

Hugo Neira
 

A Edward W. Said lo sabíamos hombre mayor, no que estaba tan enfermo, una leucemia. Nacido en Jerusalén, palestino, crítico literario, musicólogo, profesor en la universidad de Columbia, gran figura de intelectual obligado a radicarse en los Estados Unidos desde 1961, no dejó de dar una incansable lección de compromiso y a la vez de honestidad intelectual. Defendió la causa palestina, denunció a Israel pero sin ningún servilismo.

Defender la causa palestina sin cerrar los ojos a las consecuencias de la deriva terrorista, vale decir, lo que alimenta la política de tierra arrasada de Sharon, es lo que hizo, para decirlo escuetamente. Lo vamos a echar de menos a Edward W. Said, una voz limpia en ese pantano de pasiones arcaicas del Medio Oriente. Cuando niño, sufrió el despojo de sus tierras, partió a Egipto, y luego a América. Se hizo alguien creíble. Un raro intelectual laico en un mundo devorado por el fanatismo antimodernista. Jim Cason y David Brooks, en New York, lo señalan hoy, en triste ocasión, como el pensador palestino paradigmático, no sin dejar de señalar que pese a sus 150 conferencias en universidades y una veintena de sus libros, no llegaba al gran público. Cosas de los Estados Unidos. A Said tendríamos que leerlo por dos razones adicionales. La primera, su texto sobre cultura e imperialismo, es decir, sobre el orientalismo que se han fabricado en Occidente no para entender a los árabes sino para consolidar prejuicios. El otro aporte es su reflexión sobre el intelectual, "exiliado del poder", y su capacidad de verdad. (1)

Encarnación del intelectual mundialmente conocido es Mario Vargas Llosa. Y pese a ello, el Nóbel literario ha vuelto a pasar de largo. Obviamente se lo merece. Y las letras castellanas (el español no existe, decirlo es una manía anglosajona). Lo del Nóbel es asunto enredado y en gran parte, extraliterario. Pareciera que los académicos suecos en Oslo aplauden todo inconformismo que discute a las derechas pero no los inconformismos que tengan como blanco las convicciones o prácticas de izquierda. El resultado es paradójico. Se impone, en nombre de nobles causas, un inconformismo conformista. Ya saben, los suecos.

Acaban de echar de la Biblioteca Nacional de Lima al joven intelectual Osmar Gonzales, que venía desempeñándose muy bien y de paso escribiendo estupendos libros. (2) Sórdidos conflictos de poder, deseos de poner la BN al pie del Ministerio, han cobrado su víctima. Y pensar que Osmar se había formado lujosamente en el Colegio de México. Venirse con un diploma de esa altísima casa del conocimiento para recibir maltratos. Para mí encarna el riesgo de los jóvenes de talento que retornan. Que ni los aprecien ni entiendan. ¿Es que ser intelectual es emigrar como Said el palestino, como Vargas Llosa cuyo éxito juvenil es inimaginable sin las editoras catalanas?

Volvamos a Osmar, atrapado entre mastodontes burocráticos. Cuentan que don Carlos Malpica tiene un lío de celos con el actual director de la BN, el sociólogo Sinesio López, quien habría cometido el error horrendo de lanzar la campaña esa de un sol para salvarla, quitándole protagonismo al Señor Ministro. Si es así, qué ridiculez. Y pobre educación peruana confiada a menestrales del oficio y el papel sellado y tan lejos del talento. Pero dentro de unos años, seguirá claro quién es Sinesio López y quién Osmar Gonzáles (donde se halle) y nadie recordará al burócrata Malpica. Como decía el filósofo, "que mande el creativo, obedezca el estéril". En el Perú es al revés. La sola región del mundo —me decía Manuel Scorza— donde las cucarachas vuelan más alto que las águilas.

(1) Edgard W. Said, Representations of the Intellectual, Vintage, Londres, 1994

(2) Osmar Gonzáles, Pensar América Latina. Hacia una sociología de los intelectuales latinoamericanos, siglo XX,   Editorial Mundo Nuevo, Lima, 2002

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Sabatina, 27 de setiembre del 2003
 

El joven Porras

 

Hugo Neira
 

¿Cómo era el limeño de época, que viera entrar a las tropas del ejército de San Martín, y sólo entonces, incrédulo de toda la vida, se convenciera de que la independencia estaba en las calles?, se pregunta Raúl Porras Barrenechea en uno de sus primeros ensayos. ¿Cómo es el limeño de siempre?, parece decirnos. En una semblanza de Joaquín de Larriva, cura politiquero, republicano e insigne decimista, halla el perfil representativo "… del ciudadano ingobernable que el año de la patria clamaría contra el Protector y luego por Bolívar y un año después contra Bolívar. Encarnación de ese espíritu nacional demasiado analista y destructor, incapaz de grandes obras, pero certero en críticas menudas, descontento, mordaz e irrespetuoso. Tipo de criollo hábil para la intriga e inútil para la acción, lleno de audacia moral y de irresistible cobardía física."

Conviene evocar otro de sus textos. Esta vez de la madurez. Es el momento en que asume el cargo de Senador en el Congreso de la República, en el momento de otra Transición, ¡hemos tenido tantas! Porras intenta tomar cuentas al régimen de Odría, y encuentra dificultades. Exclama entonces: "En el Perú hemos hecho un culto y una carrera de la impunidad. Somos el país más impunista de América. Ya lo dijo Piérola: "En el Perú nada quita ni da honra". Y añade: "No sabemos dónde queremos ir juntos y nos debatimos en una perfecta vacilación y discontinuidad de propósitos colectivos. El peruano, "el peruano oprimido", el de la "cruel servidumbre", el de la "indolencia de esclavo" —como dice la deprimente estrofa del Himno Nacional—, olvidándose de muchos ejemplos de varonía y de civismo, tiene la tendencia a buscar la moral de la tranquilidad y del acomodo, con un espíritu, sobre todo, de aquiescencia, de aceptación de los hechos"  (Porras parlamentario, Congreso de la República, 1919).

El texto que cité en primer lugar proviene de una temprana conferencia suya, corría el año 1919. Nacido en 1897, y en consecuencia, en el momento en que diserta sobre el cura Larriva, no era mayor de 22 años. Aquí caben hacerse dos preguntas. ¿De dónde salían esos muchachos del Conversatorio Universitario, como el juvenil Raúl Porras capaz de trazar tan justo retrato? Amanecía el siglo, ¿qué estudios, que secundaria, los preparaba hasta ese grado de claridad y anticipada maestría? ¿Al juvenil Vallejo? ¿Al juvenil Haya de la Torre? ¿Al juvenil Basadre? La segunda corresponde a la historia de las mentalidades. ¿Qué existe en la cultura política limeña para que los rasgos de Larriva, un hombre de 1821, permanezcan hasta nuestros días? En el primer texto puede observarse al ironista, en efecto. El arte alado de la prosa ligera y punzante. En el segundo texto, el del representante por el Frente Democrático, cuarenta años después, el verbo se ha hecho admonitorio. Hay desesperanza. ¿El incorregible Perú entristece hasta a sus mejores hijos? Quería por mi parte invocar ambos textos, precisamente en el aniversario. Porras ante el Estado o, mejor, ante su ausencia. El Estado corruptor. El Estado desertor. Porras dixit.

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Sabatina,13 de setiembre del 2003
 

La desamorada morada. César Moro

 

Hugo Neira
 

Moro se quedó como esa gente sin pasaporte, en la sala de espera de las aduanas literarias, gente de varias orillas como en el siglo pasado la franco-peruana utopista y feminista Flora Tristán. Una luz fugaz, Moro, en el propio surrealismo del cual se reclama, no le hicieron mucho caso dice Octavio Paz. Igual formó parte de una suerte de internacional del inconformismo. Con una existencia entre paria y señorito abúlico de una Lima de otrora, pero la bohemia en serio, "su gusto por la ociosidad y la contemplación, su consiguiente desprecio al trabajo y las exigencias mundanas" (1).  La reivindicación feroz de la libertad. Y de la homosexualidad. Además se reclamaba comunista. La bomba Moro. En cada gesto cotidiano y hasta en sus desidias, César Moro era un manifiesto viviente contra la racionalidad del mundo, y no sólo limeño.

Al fin un libro sobre el hombre y no sólo sobre sus poemas. El libro de Pedro Favaron. La biografía en materia de economistas y sociólogos puede no importar, no con poetas. Viene a tiempo, se precipita un Conversatorio (2). No veo en la lista de invitados al joven Favaron (24 años según la solapa de su libro) de quien diré de paso que no lo conozco en lo personal pero que convendría escuchar. En su libro, entre relato biográfico y personalísimo ensayo, Favaron no se va por las ramas: "El presente no es un trabajo académico, lo he realizado desde mi condición de poeta, de creador". El texto va y viene, sobre el prófugo del mundo que se puso de nombre Moro, porque llamándose Alfredo Quíspez Asín quedaba como muy condicionado. Se fue de Lima a París por los años veinte, "para conseguir un trastocamiento de la personalidad". Acaso lo precisaba, tomaba el tranvía en Lima para ir a la casa de José María Egüren en Barranco, y al fin uno se entera "llevaba escarpines, cabello engominado y un bastón". Dieciséis años. Pero el final de su vida no fue precisamente el de un dandy, el texto al tiempo que describe su vida, sus amigos —Alina de Silva, los Tenaud, el grupo Pancho Fierro— no deja de ocuparse del infierno que fue dar clases de francés en el colegio militar Leoncio Prado. Mario Vargas Llosa ya lo había contado. La crónica de Favaron sobre la vida peruana del poeta —cosmopolita sin plata— se lee de un tirón, entre erudición y opinión, o sea un buen ensayo. Ojo con el joven poeta y escritor, algo del incendio surrealista anda en su desenfadada prosa.

Sigo pensando que Moro es un enigma. ¿Y el resto de su vida en el extranjero? ¿Por dónde rodó? ¿Qué amores tuvo? ¿Qué amigos? ¿En qué desastrosos hoteles de París la húmeda pasó la vida Alfredo Quíspez Asín, llamado Moro, el hijo de un país de sol y de inmensidades? ¿En las metáforas de sus poemas en lengua francesa no queda nada de sus orígenes? ¿Fue realmente la desmemoria? Lo dudo, porque se vino a Lima un poco a morir y otro poco para conversar con Emilio Adolfo Westphalen. "Amistad, conversaciones que excluían la confidencia" (Cf. Westphalen). Qué pocos sabemos de este poeta, tan grande. Y que todos, subrepticiamente o con gratitud, hemos recorrido: "En el agua dorada el sol quemante refleja la mano del zenit". Lo leyeron otros errantes, Emilio Adolfo Westphalen y Xavier Abril. Más tarde, Carlos Germán Belli, Javier Sologuren, Mirko Lauer. Maestro fantasmal, ronda la poesía peruana como en los viejos caserones limeños, los aparecidos. Fugitivo de dos literaturas. A veces, mora Moro en alguna fotografía, un hombre joven, de gran frente. Favaron ha aumentado en algo la iconografía, una foto un tanto "kitsch" con el poeta semienterrado en la arena y otra empinando el codo, siempre en la arena. Su poesía, lo poco que nos queda, resulta corporal y fantástica. El duelo de Moro nos ha dejado algunas líneas sonambúlicas que nos consuelan de otras incertidumbres. "Amo la rabia de perderte/ tu ausencia en el caballo de los días / El tiempo que amanece dejándome más solo".

(1) Pedro Favaron, Caminando sobre el abismo: vida y poesía en César Moro, Editorial Antares, Artes y Letras, Lima, agosto 2003

(2) “César Moro y la Vanguardia”, Universidad Ricardo Palma, 15-16 de setiembre del 2003

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Sabatina, 06 de setiembre del 2003
 

Schmitt para parlamentarios

 

Hugo Neira
 

Unas conferencias universitarias hacia 1932 le dan notoriedad al alemán Schmitt al permitirle proponer algo nuevo y chocante en la cuestión enigmática de la esencia de lo político. La separa, para reflexionar, del tema del Estado. Dice Schmitt en argumento que marcará el siglo, el Estado es un hecho histórico, vale decir contingente. En cambio lo político en los hombres aparece milenios antes, desde las primeras tribus. ¿Qué es lo que lo define entonces? No el orden estatal sino la confrontación amigo / enemigo. Lo político es saber quién es el enemigo. Carl Schmitt, teórico y admirador del fascismo y el nacional-socialismo, pese a lo cual, en nuestros días, todo curso avanzado de ciencias políticas en Yale o en Oxford, de Lisboa a Berlín, y varias de las nuestras, enfrenta su postulado: la relación amigo / enemigo. Personalmente prefiero a Raymond Aron que propuso sustituirla por "adversario", pero dado nuestro presente, tan arisco, conviene quedarse en Schmitt y su insistencia: en política conviene no equivocarse de enemigo.

En nuestros días, en nuestro Parlamento, se discute la pertinencia de extenderle un voto de confianza a la primera ministro Beatriz Merino acerca de su propuesta de reforma tributaria. O no. Los argumentos de ambos lados han sido copiosos. La oposición no ha sido convencida por lo que hasta el momento ha escuchado. Señalan recortes a ciegas en el proyecto de presupuesto, falta de claridad, ausencia de concertación y, además, de un lado específico, el que no se diga nada sobre concesiones y privatizaciones, ni nada de un tema tan álgido como la deuda. Sin duda, este listado es sumario. El debate ha sido muy intenso. Beatriz Merino, por su parte, advierte lo que ocurriría si no se aprueba la reforma tributaria. El Estado no podría cumplir compromisos con maestros, con agrarios, con regiones. Fernando Rospigliosi dibujó un panorama todavía más tétrico, un país con policías sin balas, patrulleros sin gasolina y soldados desguarnecidos en el frente interno, ante la subversión, de pronto bien artillada por los cocadólares.

Pero si he encabezado esta nota con el postulado de Schmitt no es por azar. En política, ajena o propia, nacional o internacional, no hay que equivocarse de enemigo. No, el enemigo de la oposición no es que aumente el prestigio de Beatriz Merino si le aprueban las facultades que pide, como se anda diciendo. Ni calcular cuánto de conseguirlas, le sube unos puntos más al presidente Toledo. Por las sutiles paradojas del juego político, un adelanto del calendario electoral (se vienen paros regionales y otras movidas) no prepara ni una herencia gubernamental, ni un sólido sillón presidencial, ni un porvenir radioso, sino todo lo contrario. No, el enemigo de la actual clase política peruana no es la otra fracción de la misma. Palacio como Gobierno ya son arrastrados en la misma vorágine de descrédito, y comparten en orden disperso como una flota al garate, el viento de las encuestas desaprobatorias. El verdadero enemigo es doble. No es la calle que tiene razón de reclamar. Es el innominado nombre y rostro que tomará un nuevo "outsider" que surgiría si hay de verdad quiebre. Hace años que en Perú las presidenciales se las llevan los "outsiders". ¿Por qué no otro? El enemigo son los propios demonios de la clase política, si se entretiene en juegos peligrosos. Pero el fin de semana permitirá reflexionar.

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Sabatina,23 de agosto del 2003
 

Góngora en Surquillo. Eloy Jáuregui

 

Hugo Neira
 

Salvador Dalí proclamó la estación del tren de Perpignan como el centro del universo, Jáuregui se las agarra con el barrio de Surquillo, "la eterna cicatriz que se divorcia de Miraflores", para volverlo eje, vórtice, yema y núcleo de su mundo. Centro excéntrico, donde se juntan en voluta y rizo el lenguaje vulgar y culto. Eloy, gongorista de barrio populoso, conde de Surquillo, como Valdelomar lo fuera de la aldea. Con él regresa a las letras peruanas la vejada cuestión del barroco.

Queja y desahogo, burla y artificio, las crónicas de Eloy Jáuregui, en donde las publique (1) reúnen lo inconciliable, la fealdad del achoramiento y el giro lingüístico. El estilo directo no es lo suyo. ¿El reciclaje de la nostalgia, los ídolos embarrados por el calor de la industria cultural? Mucho más que eso. Un trabajo escritural. Una inesperada intelectualización de lo pasajero y turbio, lo infame y lo vulgar del contorno nada bello de Lima y de lo limeño. Género donde el autor invita a la Sonora Matancera y Valdelomar. Donde se toma libertades con los géneros y categorías. Pobres los especialistas, encerrados en los "ghetos" del departamentalismo idiota, ante estos períodos de prosa alargados con hurtos victoriosos que pasan de esto a aquello, de así a asá, sin otra regla que la del ingenio y el capricho. Cuando escribe, es para juntar, Mariátegui y las maderas cajoneadas de la música criolla, bolero y globalización, Julio Ramón Ribeyro y Zambo Cavero. Maridaje de asuntos. Herejía de yuxtaposiciones. La materia no cuenta sino el trabajo. Como regla, el artificio. Cito, es decir, exhibo, una de sus crónicas, de ilustrada mezcolanza. "Jamancia, con Platón en Cerro Azul". "En el puerto… los hombres tienen arriba de los cincuenta años y trajinan en las riberas de las frutas verdes y las comisuras de las maduras. Las niñas son altas como el guarango". Manera barroca, sorpresa y teatralidad. O como diría el maestro Washington Delgado, efectos de estilística. En sus crónicas, todo se expone y es así como se impone. Eloy evoca y toca. Mundo urbano: modas, sarro, cucarachas, racismo, rock, boleros. Las frases comienzan en la sociología urbana, en la antropología, y acaban en los predios literarios. ¿Las ciencias sociales, una suerte de rama auxiliar de la literatura barroca?

Su juego retórico tiene ilustres antecedentes. El barroco ha sido siempre una respuesta al malestar de una época. El barroco es temática de la mudanza, teatro de sombras de vida y desgracia iluminada por la gracia, como en la gente que come gato en una de sus crónicas, o esos aquelarres de la jarana zamba, en "Tina, Tina, la señora Valentina". ¡Cómo quiere ese mundo Eloy! ¡Cómo lo entiende! "La cultura del callejón es la redención de la familia, sótano de la solidaridad, todos los ángeles al borde de sus infiernos, las inocencias en el filo del crematorio y el paraíso". El periodista ensayista, rey del birlibirloque, criollo hasta las cachas, eleva el retruécano a arte supremo. "Lima, Mala, Lima". Todo un programa. Mientras los congresistas borronean otra Carta, Eloy Jáuregui establece la constitución literaria de los nuevos sentidos. Veremos cuál de las dos tiene más larga vida.

(1) Una selección de sus artículos está por publicarse.

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Sabatina, 16 de agosto del 2003
 

Estafeta y Coloquio. Fujimori

 

Hugo Neira
 

Me escribe un lector a quien por discreción llamaré VG. El tono es amable, y me pide una opinión "sincera" sobre la década fujimorista, y me expresa sin ambages la suya: "… yo considero que a pesar de todo lo negativo que haya tenido el régimen fujimorista, aun así, el balance es positivo". No soy de ese parecer, pero obviamente respeto su opinión. El error de Usted, estimado amigo, es tomar como un gobierno lo que fue un tipo de conducción corruptora, un sistema. El segundo es pensarlo por separado de Sendero. El autoritarismo de Fujimori fue el antídoto al senderismo, pero a su vez se convirtió en un problema. Son inseparables. Ambos le declararon, aunque de modo diferente, la guerra al Perú. Nos han dejado un legado sombrío de asesinatos, jueces corrompidos o amenazados, de honras festinadas. El mal peruano tiene no una sino dos caras.

Pero concedo tratarlo por separado, y podría responderle por una avalancha de argumentos. En cambio me pregunto cuándo se formó en Usted esa buena opinión sobre Fujimori, sin entrar en el análisis de ese "pese a todo" suyo que me eriza los cabellos. Acaso en su primer gobierno. Cierto, el ajuste, las privatizaciones (aunque con despidos masivos) el control de la inflación, la reinserción del país en la economía internacional, en suma, el crecimiento de esos pocos años. No hago abstracción del autogolpe, que transforma su régimen en personal. Ni de la captura del jefe de Sendero, lograda por la policía tras un trabajo que se remonta al gobierno anterior. Para ir rápido, diré que 1995 es su momento culminante. Los partidos políticos, arrinconados. Un tiempo de "independientes". Mercado, técnicos al poder, tranquilidad. No duró mucho. ¿Por qué?

Perú no fue el único país latinoamericano donde se aplicó una política de desregulación económica, privatizaciones masivas, aumento de la masa de población desempleada, la receta clásica neoliberal. Y en todas partes, hubo reacciones populares. En Perú, demoraron pero llegaron. Pero a diferencia de otros mandatarios, Menem en la Argentina, Salinas de Gortari en México, los mismos que también habían abierto los mercados nacionales y estrechados al Estado, Alberto Fujimori no decidió jugar ni el juego democrático ni soportar a sus adversarios. Fujimori, por extraño que parezca, no amó nunca la política, no tuvo un partido sino aparatos de poder, correas de transmisión. Le fue suficiente establecer, por una parte, una relación personal con el pueblo. Por otra, corromper a los poderosos, y tuvo un hábil ayudante, habrá escuchado hablar del doctor Montesinos, hoy inculpado de muchos delitos. Ambas tácticas le dieron a ese régimen una singular y terrible eficacia. Mientras no se conocieran sus secretos.

El Estado fujimorista estableció una doble simbiosis. Hacia abajo, en vinculación singular, un sistema de clientelas en pueblos jóvenes, en pobladas provincianas, y tras servicios concretos. Diversos analistas, que le rogaría consulte (Martín Tanaka, Degregori) muestran cómo los atomizados actores sociales, debilitados por la creciente miseria y la desaparición de los sindicatos, llegaron a arreglos con ese Estado asistencialista. Se montó una maquinaria muy eficaz, hay que decirlo. Fue la corrupción hacia el pueblo, acompañada de una dirigida hacia arriba, hacia las élites. Habrá Usted oído hablar de los vladivideos, de cómo en la oficina del SIN desfilaba el grano fino del mundo de la política, hombres de negocios, directores de canales de televisión, de diarios. Millares de notables, todos filmados. El país evitó la dictadura prometida por Sendero, y cayó en otra de nuevo cuño.

Todo esto porque a partir de 1996 aquel régimen decide perpetuarse. Para ello dejó de ser neoliberal y enrumbó hacia el "gasto social". ¿Qué explica ese cambio? Muchos nos devanábamos los sesos, hasta la revelación brutal. Los videos. Se aferraba al poder porque nacido en las urnas, plebiscitado en 1993 y 1995, se había ido transformando en una maquinaria de poder delictivo. Fujimori desde el poder se dedicó a desvalijar al Estado y a la nación entera. Tuvimos corrupción en el pasado, nunca a esa escala. Para silenciar los turbios negocios, a personalidades incómodas se les calumnió, se fraguaron listas electorales, se hizo todo y de todo. ¿Cómo se llama ese tipo de régimen? La llamé, en su momento, "utopía mafiosa". Pero se comprende que estas líneas no son suficientes para describir sistema de corrupción tan vasto. Hay una veintena de libros publicados sobre esa anomalía, entre ellos el mío. La pus del fujimorismo invadió y comprometió a jefes militares, a jueces, a hombres públicos, son centenares hoy los procesados.

Hoy, en la reconstrucción del país —desmoralizado como después de la Guerra del Pacífico— la telebasura, los diarios chicha, el encanallamiento de la vida política, "el no importa que roben con tal que hagan" es letal herencia. Todos los días tenemos noticias de millones de dólares para los pobres que se evaporaron en los años del chinito, o declaraciones del general Hermoza, ex jefe del Ejército hoy en prisión, quien acaba de confesar que el grupo de asesinos de "Colina" era de pleno conocimiento de quien gobernaba. Casos y cosas que nos llenan de vergüenza ajena, lava negra de un volcán de alegre cohecho y de conchuda ilegalidad. Ahora bien, me dice Usted que se fue al extranjero. Dígame ¿el país en el que reside se desarrolló faltando a la ley? ¿Crece el bienestar de los ciudadanos y la paz social, cuando gobierna un tirano sonriente y ladrón? Eso es todo lo que hay que preguntarse. De 1980 al 2001, el Perú tuvo dos graves enfermedades. Sendero para dominar mataba. Fujimori compraba honras y personas. Dos formas de criminalizar la política, distintas, ambas letales. Este país que es el mío, que es también el suyo, está saliendo trabajosamente de esa doble tentación autoritaria. No crea que es fácil. Todavía hay quienes creen que todo se resuelve con asesinatos. Otros usando los dineros de la coca para comprar conciencias. Si Usted cree que uno y otros merecen llamarse gobierno, es su problema.

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Sabatina,09 de agosto del 2003
 

Alfonso Reyes, resurrección

 

Hugo Neira
 

En Madrid anuncian los 26 volúmenes y los dos epistolarios de Alfonso Reyes, coeditados por el Fondo de Cultura Económico y fundaciones españolas. Con un detalle, al papel se suma el disco compacto. No saben cómo me alegro. Es un hecho capital y no sólo para mexicanos. Para los latinoamericanos que buscamos un lugar en este siglo, para parafrasear el titulo del excelente ensayo de Néstor García Canclini, la obra de Reyes, su apuesta por la cultura universal y a la vez por la condición de vida americana, es también nuestra propia apuesta, o debería serlo. Por eso celebro que sus textos, en gran parte agotados, vuelvan a la vida de los textos visitados.

Si les digo que Reyes fue un gran maestro mexicano, un polígrafo, por igual poeta, crítico, autor teatral, traductor, y como prosista un maestro del género, digo justo y digo poco. De haber nacido en el Perú, hubiera sido un Riva-Agüero que hubiese investigado tanto como Jorge Basadre, más un magisterio estilístico a la manera de Luis Jaime Cisneros y tan prolífico como Mario Vargas Llosa. Es decir, un monstruo. Ese monstruo fue un hombre afable, con una enorme biblioteca y una cultura sin riberas ni prejuicios. "Nuestro más cumplido ejemplo de hombre de letras", dice José Luis Martínez, autor de una memorable antología del ensayo. ¿Y que quiere decir hombre de letras? Reyes no hizo sino escribir, e investigar acerca de literatura mexicana y letras españolas, francesas e inglesas, y teatro griego clásico, el refranero español, Góngora e igual Mallarmé. Le interesó por cierto México, pero con igual entusiasmo y conocimiento, lo difícil y lejano. Sus abrumados paisanos no pudieron sino compararlo a Goethe. Ensayos suyos, elegantes, sencillos, discretos y serenos. ¡Qué fácil es leer a Alfonso Reyes! Pero no se crea, es oficio. El ensayo, como se sabe, es género alerta, precisa de la complicidad del lector. Qué bien nos haría esa estilística a lo Reyes, frases cortas, giros sencillos. Al redactar o al hablar, osaba romper y volver a recomenzar una frase. No tiene por qué hacerlo un estilista, es recurso abierto a todos, usar el "digo que", "estoy diciendo que". Formas lingüísticas conectivas, que vienen del latín. Esos usos se hayan en Reyes, y entre nosotros, en la prosa de L. A. Sánchez. Con frases breves nos entenderíamos mejor. El evitar párrafos devorados por esa prosa de notario que se ha puesto de moda en nuestros hombres públicos "por cuanto que", "a los efectos de". Dignos de una época, la nuestra, en la que el antiguo debate de ideas y programas lo reemplaza el amparo leguleyo. Ya no tenemos ideólogos sino tinterillos. En fin, volviendo a Reyes, si el lector quiere asomarse a uno de esos textos bien escritos y sentidos, abra esa vastísima obra por "Visión del Anahuac". Es México meditado. Anduvo, en suma, en la cultura universal como Pedro por su casa. Fue nuestro primer gran desplante latinoamericano de universalidad. Viajó y escribió sobre los mundos externos, España, Estados Unidos, Francia, pero vivió en México lo más de su existencia. Rodeado de afecto. Envidiable y rara nación a cuyos escritores ni los deportan ni tienen que irse por el mundo para ganarse el pan. Un gran latinoamericano. Fue el precursor de esa cultura híbrida latinoamericana que García Canclini, a quien ya comentaré, considera como el rasgo más llamativo de nuestra expresión cultural en estos días.

PD: Esperando el informe de la muy honorable Comisión. Mis preocupaciones humanistas, para llamarlas de alguna forma, no me ciegan ante la urgencia de la hora. El cielo está lleno de nubarrones. Dentro de dos semanas la CVR entregará su informe final. La expectativa que suscita en parte se justifica. Habrá abordado, para eso fue constituida, la "guerra popular" que Abimael Guzmán le declaró al Perú y la consiguiente respuesta antisubversiva. Grave tema, para qué mentirse, a la vez explosivo y enredado. Pero el cargamontón que sufre en estos días la CVR proviene más bien de inquietudes inmediatistas. Parece que no sabemos hacer política sino a partir de intrigas y golpes bajos. En consecuencia: paz y respeto a los miembros de la CVR y espera de sus resultados. Este comentarista no hace crónicas fundadas en "trascendidos" y rumores. Dos semanas. Y entonces habrá que debatir. En ello se juega la salud colectiva del Perú. El "nunca más", que todos anhelamos. 

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Martes 29 de julio del 2003
 

Se ganó la galería

 

Hugo Neira
 

Lo más importante. La reforma de la justicia. Una nueva tributación. La ley del libro y del artista. Y un estilo más sobrio. No hubo promesas, lo que le pidió este diario y la opinión. Al fin se dice que no se puede resolver todos los problemas. Un detalle, las malas transmisiones. Ni el 7 ni el 11, solamente Canal 5 evitó los ruiditos. Otra cosa, durante la exposición no faltaron empellones acústicos y gritazos. Pero Toledo siguió exponiendo, y al final se ganó la galería. Todo un signo preventivo para una oposición recalcitrante y por momentos bastante malcriada. Para comenzar, no fue la hora Cabana. Se vio al Presidente salir de Palacio a las 11 y 5 minutos, luego, la lenta procesión, húsares, guardaespaldas, veredas repletas y una nube de rosas que descendían sobre el automóvil presidencial desde los balcones. Ya en el Congreso, en el estrado, Toledo después de saludar a su señor padre (padre, sólo los niños tienen ‘papá’) arrancó muy serio y propuso un discurso en tres partes. Un informe sobre el Estado de la nación, las acciones de los próximos meses y el punto de quiebre, que dejó para el final. Esa mañana del 28 de julio, los grandes diarios habían sacado todas sus baterías, basta de falsos optimismos, "aterrizar en temas específicos" decía Perú.21. "Mensaje coherente y medidas concretas" titulaba El Comercio. "Autocrítica y menos promesas", La República. Cuando se haga la historia de estas horas habrá que tomar en cuenta la situación paradojal de pesimismo en la gente, mezclada a una indisimulable expectativa. Toledo en su introducción alzó la voz para decir "no haremos promesas que no podremos cumplir". Dice escuchar "la voz de los que piensan de modo distinto, y pese a su mordacidad, son bien recibidos". Lo de quejarse del costo político que paga al tener una economía sin populismo no lo entretuvo esta vez. Fue, en cambio, "una urgencia sin triunfalismo" el eje del discurso. El mensaje arrancó por su punto fuerte, la economía. A grandes rasgos un poco lo sabido, la economía prudente, el control del fisco, la mejora del riesgo país, "uno de los mejores de América Latina". Señaló Toledo a continuación el aumento de la inversión privada y pública, aunque "no se refleje en el bolsillo de los peruanos", frase que puede tomarse como una nota de humildad. Luego siguió una lista de proyectos en marcha, Alto Chicama, Bayóvar, Majes, y otros, bajo atronadores aplausos. Se entiende, congresistas y presidentes de región involucrados en esos temas. Toledo insistió en haber logrado la reducción de la dependencia de importación de alimentos, como en arroz, en frutas, "estamos protegiendo la producción nacional de los subsidios extranjeros". Habló de cadenas de producción, capacitación agraria y de compras del Estado a productores nacionales (al parecer obligatorias). En este punto hubo una exhortación del Presidente para que los alcaldes la cumplan. Se habló también de Cayaltí, un proyecto grande compartido con el gobierno regional de Lambayeque. Muy aplaudido por mencionar, en el tema de Pesca, la cabaya para consumo humano y a sol cincuenta el kilo. Fue largo en hablar del incremento del comercio exterior, en el ATDEA, el de las exportaciones de prendas de vestir, un 25% de alzas, las 58 ferias de exhibición, las 800 empresas involucradas. Y una Mega Reunión de Perú Export para el mes de agosto. En fin, trató de los progresos en transporte, la ejecución de obras en Cajamarca, en La Libertad. En programas sociales, la atención a los grupos más desvalidos, es decir, niños menores de cinco años y madres lactantes. Luego, puntos de Trabajo, Salud, Educación, en cada caso con ejemplos concretos. Así, el trabajo rural de 80 mil personas, en Salud, 7 millones de personas en el seguro integrado. Al tema de los trabajadores informales con acceso a la salud gratuita siguió la afirmación de una "planificación abierta en materia de natalidad, "según las normas de la OMS", lo cual resonó como una crítica a la política seguida por el ex ministro Carbone. En Educación, sorprende por no muy conocida, la capacitación de 63 mil docentes y esos 600 mil textos escolares editados "en 12 lenguas originales", es decir, en política de multiculturalidad. La parte siguiente tocó asuntos candentes, y fue menos fácil la exposición. Toledo, en efecto, abordó en la mitad de su mensaje el tema de la Seguridad: habría en marcha un plan de defensa, de tratamiento penitenciario, de otra Dincote. "La anterior quedó desactivada", y alzando el tono, "mientras se entregaba millones de dólares fruto de las privatizaciones". Todo el mundo entendió entonces que se refería a Montesinos y a Fujimori que el Presidente, con elegancia, ni mencionó por su nombre, más bien por sus delitos y abandonos: "se olvidaron las rondas campesinas". Quizá el caso de la relación narco y terrorismo fue tratado muy rápidamente, en opinión de este cronista, aunque indicó que ya no cabía dudas, mientras soltaba lo de un acuerdo de frontera amazónica "con vigilancia por satélite". En ese punto el tema enganchó con la pronta visita de Lula, el presidente brasileño, en agosto. En fin, lo del traslado de acciones a las regiones, "dentro de un marco institucional y un plan de desarrollo" ahí fue escuchado sin más aunque insistiera en los "3 mil millones de dólares" de transferencia, el más notable, el de Olmos en Lambayeque. La atmósfera del hemiciclo volvió a recalentarse con el asunto de la Comisión de la Verdad. "El Ejecutivo espera con serenidad y prudencia sus resultados". La frase de Toledo levantó a la vez aplausos y abucheos. Aquí hizo como un alto. Parecía el inicio de un "mea culpa" lo fue en cierto sentido, con mucho de "pero no saben lo mal que está el país", frase que no dijo, pero que en la cabeza de este cronista resonó como tal, por esa alquimia que puede haber entre quienes gobiernan para hacer el bien común y quienes comentan sin hiel en el alma. "Si el problema fuera sólo el Presidente, dijo Toledo, si sólo un problema de gestos, es más serio, más complejo". Aquí añadió algo que sin duda todos sabemos, pero que conviene no perder nunca de vista, a saber, "las deficiencias estructurales, conflictos antagónicos, contradicciones entre la expectativa y el manejo". "La brecha entre la sociedad y nuestros partidos", dijo Toledo mirando a las diversas bancadas. "Hay un punto de quiebre", y lo situó en dos niveles. Reconocer la sensibilidad popular, el estar dispuesto a escuchar a todas las voces —no habló de todas las sangres— y fortalecer compromisos, pactos. Aquí cabía pensar que el discurso se acababa, pero se sacó el Presidente como de la manga un paquete de reformas, las grandes "vigas" las llamó. Fueron 16. (Estoy seguro de que todos los diarios las reproducirán, insistiré en las más fuertes). La primera fue la del tema tributario. "No me gusta el IGV", dijo Toledo —alguien gritó: ¡entonces, derógala!—, se aplica y disminuyen las ventas y en consecuencia la recaudación. Pero sin dejarla o sacarla, lanzó que en 90 días un proyecto tributario sería enviado al Congreso. La segunda gran medida fue la educación, y ahí vino lo de la ley del libro y del artista. La galería parecía esperarlo y lo aplaudieron de pie. "Deseo promulgar ese proyecto", insistió, dirigiéndose a los congresistas. Otra de las 16 reformas trata de recuperar la presencia del Estado en las zonas de actividad terrorista, postas médicas, caminos vecinales y empleo, incrementar las bases militares, "ya hay unas 12, habrían pronto otras 4" y, claro, el apoyo a las rondas campesinas. En otras de esas reformas se anuncia la reducción de embajadas, la de Dinamarca, Filipina y Bulgaria (un guasón gritó ¡España!, alusión a Olivera). Pero donde las cosas subieron de tono fue en la reforma de la justicia. Hace un año, dijo con parsimonia Toledo, se habló de lo mismo. "Pero no se ha avanzado un paso". El cuadro que presentó en ese momento de su mensaje el Presidente es simplemente escalofriante. La policía, la pobre policía peruana hace su trabajo, detiene a 932 bandas, coge presos a cerca de 70 mil hampones, pero luego los jueces los dejan en libertad. "Así no podemos continuar". "La reforma de la justicia en el Perú no puede esperar ni un minuto más". Y luego, con acentos dramáticos, se dirige a Hugo Sivina, le llama "hombre íntegro", y al que entrega su apoyo. Toledo propone una reforma de la justicia en la que, además de convocar a las instancias concernidas, llama a otras categorías sociales. Fue uno de los pasajes más aplaudidos. ¿Qué decir? ¿En qué me hubiera gustado que insistiera más? Acaso hubiera sido bueno que comprometiera a los presidentes de regiones en la responsabilidad tributaria. Dicho esto, en líneas generales, fue un buen mensaje, predominaron los elementos concretos, y en lo político, estuvo atinado. Repetidas veces saludó y reconoció el trabajo de ese otro poder del Estado, el deliberante, el parlamentario, que lo acogía. Pero cuando fue necesario, marcó su urgencia frente a los legisladores, en el tema del proyecto de ley para los artistas y el libro y en el de reforma de la Justicia. Fue, además, un discurso conectado con su primera ministro Beatriz Merino. Fue también un Toledo atento a los temas acaso menudos, a los que no solía anteriormente prestar atención. ¿A qué vino, en efecto, insistir que no se tocaría ni un solo comedor popular y el vaso de leche? Pues nada menos que para salirle al paso al rumor, rey de este mundo limeño. No vi a Toledo en directo el año pasado, no estaba yo en Lima, así que he preguntado a amigos, y me han dicho que el tono es hoy menos ampuloso y el discurso más concreto y hasta más sobrio. Dios ilumine al Jefe del Estado y a sus descontentos ciudadanos.

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Sabatina, 26 de julio del 2003
 

El Monumento a las Casas

 

Hugo Neira
 

Pausadamente, los dos amigos caminan por el centro y se detienen ante los escombros del monumento a Pizarro, hoy plaza del Perú. Uno de ellos ha sostenido, en crónica sin ecos en el actual Alcalde, que en el mismo lugar podía levantarse un pedestal al padre las Casas, "Benefactor de los indígenas y pensador de los derechos humanos".
– Era un gran orador -exclama uno de los paseantes-.
– Pero se fue haciendo de a pocos -dice al amigo que le acompaña-. ¿Sabes quién era el dominico que se anticipó al padre las Casas?
– Ni idea
– Se llamaba fray Antonio de Montesinos.
-¡Otro Montesinos!
Se ríen. Siguen mirando las obras.
-¿Cuándo se rebela?
– Se conoce su "conversión", si así puede decirse, a la causa indígena. La fecha es precisa, la Semana Santa de 1514. "Todo lo que se le hace en Indias a los indios es injusto y tiránico". A los colonos españoles no les gustó el sermón del "padre". Tuvo que embarcarse para España, ir a explicarse con las autoridades. Presentó un plan al cardenal Cisneros y a otro personaje, Adrien de Utrech, me parece, que era un regente del reino. Lo escuchan. Quería cambiar la encomienda por una alianza entre labriegos castellanos e indígenas y de paso el reemplazo de los indios que morían como moscas en las plantaciones, por trabajadores africanos.
– O sea, inventó la esclavitud de los negros.
– No, hombre. La esclavitud negra y de blancos ya existía.
– Y volvió al Caribe?
– Volvió, con el título de Procurador de Indios, pero no consigue la condena de la encomienda. Otra vez se embarca a España, y luego retorna a Cumaná, Venezuela, aplica sus proyectos, le va mal, muy mal. Entra en crisis, hoy dirían que se deprimió; se encierra diez años para adquirir la formación teológica que no tenía; emprende sus grandes obras, su Apologética historia, y un libro, De unico vocationis modo, un tratado teórico sobre la evangelización pacífica.
– Oye, ¿y el Perú en todo esto?
– Justamente, la Conquista hacia el sur pone en la agenda el tema de la evangelización de las masas indias. ¡Era el primer imperio moderno de la historia! Hubo enormes debates, no te creas. Las Casas predica contra la conquista militar; en España lo escuchan en especial los tomistas. De ahí salen las leyes nuevas de 1542, la supresión paulatina de las encomiendas
– Lo cual provoca, perdóname, la revuelta de los colonos: ¡armaron un ejército de españoles contra el rey!
– Exacto. Las Casas recibe el cargo de obispo de Chiapas. De nuevo provoca una hostilidad sin límites entre los colonos; tiene que dejar su diócesis; se instala en México; igual problema. Otra vez España, esta vez definitivamente. Anda escribiendo sus tratados doctrinales, lejos de los indios, cuando lo llaman para la polémica en Valladolid contra el doctor Sepúlveda, contra la tesis de la guerra legítima, tesis que remonta a Aristóteles. ¿Sabes quiénes la evocan hoy día? Nada menos que los consejeros del presidente Bush.
– Cómo clasificas tú a las Casas?
– Un Precursor. Hace cuatro siglos, y antes que Rousseau, sostiene que todos los hombres son, por naturaleza, libres. Su "Apología" son los Derechos Humanos. La derecha española lo trata hasta 1963 de paranoico. Lo han defendido en cambio Lewis Hanke, Marcel Bataillon. Hoy es figura universal. Los lacasistas son legión. Vendrían a Lima, turismo intelectual, Lima, capital de las Casas…
Los dos amigos circulan en torno a los escombros del ex monumento a Pizarro en el centro de Lima.
– ¿No te parece que aquí debería estar su estatua, en vez de esa huachafería de siete colores del Tawantinsuyu ?
– Bandera que nunca existió. Las Casas, en cambio… pero ya sabes, los Alcaldes, la cultura, ni idea… Mira, allá hay una mesa libre, entremos que está comenzando a hacer frío.

Nota. El programa " Rompecabezas" de radio 1160 ha sido cancelado. Un buen programa entre las 5 y 6 de la tarde, con ránking y anunciadores. A Pedro Salinas y a Iván García les han dicho "porque se temía presiones de Delgado Parker". A ambos los conozco, son periodistas profesionales, ecuánimes y no un par de energúmenos. Lo que pasa es que los empresarios que quieren Señal suelen ser despóticos en tratos internos. Intolerancia de los que se quejan de la intolerancia. Esperamos enmienda.

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Sabatina, 21 de junio del 2003
 

Libre diálogo con Alan García

 

Hugo Neira

 

Buenas noches a todos. He leído este libro y mucho reflexionado
para el presente comentario. Tres puntos y
una cuita final de ciudadano. (1)


Primero la estructura del libro. El primer acierto es la perspectiva global. En efecto, no se puede tratar el problema de ninguna nación, incluso a nivel de civilizaciones, si no se acude a una perspectiva llamada globalización, aldea global, "sistema mundo" como prefiere el profesor Wallerstein (del XVI a nuestro días). ¿Por qué? A don José Ortega y Gasset, el filósofo Miguel Unamuno, su gran rival, le reprochaba juzgar a España y sus problemas desde la perspectiva europea. Ortega le respondió que él necesitaba un promontorio, y eso era Europa. Una perspectiva. En el libro que comento la unidad de análisis es la globalización, es decir, el nacimiento, la evolución y las modalidades de esta civilización industrial capitalista en la que estamos inmersos aún de mala o incompleta manera. La vocación del libro es sinóptica, la prosa del doctor García es clara, el estilo elegante, hay don de fórmulas, a saber, "modo de producción global", "la economía de las ideas". Un reparo de simple lector, falta un índice temático, y falta incluso un índice más convencional. Con el tema de la globalización, el autor, sobre todo en la primera parte (p. 26-130), explica en qué consiste, y también su ambivalencia. Permítanme, con todo, una acotación. La globalización finalmente no es nueva, comenzó hace seis siglos. Por eso la comunidad científica europea prefiere usar el concepto de mundialización del profesor Fernand Braudel. ¿Qué es la mundialización? Nada menos que el otro nombre del capitalismo, comercial en el XVI, industrial y financiero en el XIX y XX, y la globalización no es sino un concepto puesto a circular por las grandes firmas norteamericanas desde los setenta, y no entra en contradicción con la mundialización, en realidad añade, complementa. Es el capitalismo actual, no digo final, nadie tiene hoy la vanidad de hablar de "capitalismo tardío", no sabemos hacia dónde va ese modo de producción que es también una civilización, crea como destruye.

El segundo punto es la matriz de interpretación. El libro que comento no es uno sino varios. La construcción del andamiaje argumental es poco común. Su lectura sobre lo global, primera parte. Los ciclos económicos y sociales, y la ideología aprista en el siglo XX, la segunda parte (p 131- 214). El autor ha querido tratar los textos fundadores de Haya de la Torre y a la vez sus propios puntos de vista, en especial para el período presente. Acerca de la centralidad y la importancia de Haya pensador, predica a un convencido. Dediqué un ensayo a Haya, a la caída del Muro de Berlín, que mereció un premio internacional. Yo me decía, ¿cómo va a hacer AG? Puesto que el capitalismo no ha cesado de mutar y transformarse en ese increíble y feroz siglo que ha sido el XX, y a la vez, Haya de la Torre no fue hombre de un único libro, siguió indagando, reflexionando, de la cuna a la tumba. El doctor García encara ese problema, que es arduo, mediante una matriz que es de su invención. Una matriz es un cuadro sinóptico, es visual. Su matriz es sencilla. Corta el siglo veinte en cuatro ciclos, a saber, 1895, 1930, 1970, 1990-2003. Pues bien, resulta que a cada etapa del capitalismo Haya de la Torre tuvo respuesta inteligente, reflexiva. La misma matriz le sirve al autor para explicar cambios de población, educación y política, el uso por ejemplo energético: vapor, petróleo caro y barato, e información, lo último (tercera parte). En suma, una sólida carpintería, una matriz útil, instrumento de historia económica y social que hubiera aprobado en tanto método don Jorge Basadre (las usó para las constituciones del XIX). Pero en ella noto que falta algo. García señala partidos de notables desde 1895, de masas por el 30, la delicuescencia hacia 1970, pero deja en blanco la casilla del 2003 en adelante. ¿Por qué? Esa es una de mis preguntas. ¿Qué es esa "Nueva organización partidaria para la nueva realidad" (página 129)? (risas) ¿Va a cambiar a su propio partido?

En fin, el tercer punto, los propósitos mayores. Vienen del título, la modernidad asociada a la política. La frase abre la nota previa, "la modernidad debe ser la bandera de la Política y de la juventud". ¿Dónde está la dificultad? El fundamentalismo neoliberal ha perdido la batalla de los hechos pero sigue fuerte en los espíritus, en el sentido común dominante. Ocurre que entre jóvenes la modernidad se entiende como objetos, cosas y no como un proceso histórico. Como Internet, computadoras, tarjeta de crédito, un trabajo bien remunerado, en Lima o en Hong Kong. Gonzalo Portocarrero llama a eso la mentalidad "exitista". Pero la modernidad es otra cosa que sus consecuencias, un esfuerzo, una moral secular de transformaciones, lo que llamó el vienés Harold Rosenberg, "la tradición de lo nuevo". Estado moderno, laicidad, era científica, revolución industrial. No me extenderé en la materia. En fin, la cuita personal. Cuando Jorge del Castillo me llamó fue para hacerme dos preguntas, si había leído el último trabajo de AG y si aceptaba comentarlo. La invitación me halagó y a la vez me intrigó. En Hacia la tercera mitad, tengo páginas muy críticas acerca de su gobierno. En La República, en mis sabatinas, durante la campaña electoral de mayo del 2001, tuve crónicas duras, muy duras. Sin embargo estoy aquí. Está claro que no es Usted hombre de rencores. Lo felicito por su disposición o talante democrático. Por mi parte, creo que esto es hacer política, dialogar, discutir. En el uso de mi libertad e independencia.

 

(1) Modernidad y política en el siglo XXI, del doctor Alan García, fue presentado en la Asamblea Nacional de Rectores la noche del martes 17 de junio. Entre los comentaristas estuvieron Richard Webb y María del Pilar Tello. Hernando de Soto, quien había sido anunciado, no pudo llegar de viaje. Este es el apretado resumen de mi intervención oral. Luego Alan García dio respuesta a las diversas preguntas que le habíamos formulado. Fue un acto impresionante, nutrido y selectísima la platea de invitados.

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Sabatina, 26 de abril del 2003
 

Bonaparte. Pro y Contra

 

Hugo Neira
 

La última vez que pasé por París, aunque eran mis últimas tareas académicas no dejé de observar un fenómeno singular, una serie de televisión que obtenía una enorme audiencia. Se trataba de un serial sobre la vida de Bonaparte. Pero lo más importante acaso radique que ese serial desató, de nuevo, la controversia sobre el hombre que sigue apasionando a los franceses. Bueno es saber dos cosas. De un lado, los filmes sobre Napoleón, no franceses sino en la historia del cine, lo ponen por encima de Jesús. ¿Cuál es el primero? Es increíble pero es nada menos que Drácula, el mal es siempre más atractivo que el bien o que la heroicidad. Pero, a lo que iba, Francia discute uno de sus mitos fundadores, al propio Bonaparte, creador de tantas instituciones francesas e igual juzgado acremente por unos, aplaudido como el origen de una forma ejemplar de héroe y estadista. Pero, difícil de reducirse a un solo rostro. El Emperador ¿un patriota o un aventurero? Esbozo de un inacabable debate.

El primer Cónsul ¿general golpista o salvador de la Revolución? Aquí el tema es el 18 Brumario, 1799, la joven República está acosada, Bonaparte es la espada gloriosa de la campaña de Italia. Así, con soldados que lo idolatran, y Lucien, el más inteligente de sus hermanos, intenta desalojar a los Quinientos, los diputados que sesionan en Saint-Cloud. Error, estos se resisten, lo silban e incluso uno le descarga un tiro. Dos versiones. El 18 Brumario es un golpe de Estado fallido, urdido por Sieyes que manipula la gloria del joven general. O es un acierto porque aun fallido, Bonaparte deja ver una salida entre la izquierda de los burgueses revolucionarios y el retorno de los monárquicos, es decir, un régimen de centro opuesto a los Borbones pero con orden, finanzas y paz civil, gracias a un "Cónsul-Gerente" (T. Lenz) O sea, ¡el mismo!

¿Gran estratega o feroz carnicero? Aquí entra en liza si fue o no un gran militar. No lo fue, sostiene Guglielmo Ferrero, pasó de las guerras limitadas del XVIII a la de masas de nuestro tiempo. Todo lo que aplicó, ya lo habían hecho otros, la formación en divisiones (un invento de Federico el Grande) la ofensiva a ultranza. ¿Cómo negar, pese a ello, su talento? El pequeño Caporal, entre Madrid y Moscú, Egipto y Alemania, los batió a todos. Los Estados Mayores fueron sorprendidos por esa guerra de movimiento inventada por el corso, estudiada con fervor en la II guerra mundial por Patton y el ruso Joukov que llegó el primero a Berlín. Lo que no quita lo de carnicero, el Ogro decía la tropa. Cargas masivas y ataques frontales, la constante sangría. Bonaparte levantaba de la noche a la mañana ejércitos inmensos. En 1814, Waterloo fue la última hemorragia. Estratega o carnicero, acaso ambas cosas.

¿Dictador a la vez que jurista? Atropelló la ley (la consagración como Emperador) y a la vez, fue fuente de nueva legitimidad: dictó el Código civil, la libertad de cultos, la inclusión de los judíos. Reaccionario: cerró diarios, gobernó con la policía secreta y el prestigio de su propia leyenda, y a la vez, Ilustrado: llevó 100 sabios a Egipto para que salvaran los monumentos e iniciaran la egiptología, como Champollion. El autoritario Bonaparte, detestaba a los intelectuales pero crea la Comedia Francesa, la Legión de Honor y los puestos públicos por concurso. No vamos, ni por asomo, a agotar el tema, por lo demás, sobre Napoleón se han publicado 80 mil libros en el mundo.

La verdad debe de hallarse entre "El Emperador de Occidente" como lo aclamaban sus soldados y el "Abominable monstruo" de los despechados aristócratas. La presente crónica no intenta, repito, sumarse a la "napoleonitis" de los franceses, sino señalar que en ciertos temas, jamás se puede ignorar, sea cual fuese la postura que se asuma, el envés de la trama.

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Sabatina,22 de marzo del 2003
 

Paul Wolfowitz, el cerebro de Bush

 

Hugo Neira
 

Comenzó la guerra.  Mucho se dice y habla, en especial en la televisión.  Por mi parte no coincido con las interpretaciones en boga, a mi gusto, en exceso reductoras. Sin duda el petróleo, pero no es el único motivo.  Nos olvidamos de que no han hallado a Ben Laden en Afganistán, lo cual es un semifracaso.  La actual es una guerra política, Bush hijo no hace la guerra del padre sino otra, las tropas americanas irán tras Sadam y hasta Bagdad.  Mueven a los estados mayores motivos económicos pero también geoestratégicos: el Oriente Medio.  Y motivos ideológicos, hay gente del contorno del presidente Bush que se siente investida de una misión: imponer el sistema representativo incluso por medidas de fuerza.  Paradojal Imperio aunque democrático que igual me intriga y escandaliza.  Conocer, en consecuencia, lo que se cranea en Washington resulta decisivo. Y por eso cedo este espacio, con la venia de los directivos de La República, a un observador americano que conoce la cocina interna e intelectual tras el poder de Bush.  Ojo con Wolfowitz, cuyo perfil es trazado por Romesh Ratnesar, del Time de New York.  (H.N.)

“El 15 de setiembre del 2001, el presidente Bush convoca a sus principales asesores en materia de seguridad nacional a Camp David para discutir acerca de las represalias a raíz de los atentados sufridos en New York y en Washington.  Mientras el resto del equipo comenzaba a reflexionar sobre una estrategia ante los talibanes, Paul Wolfowitz, con sus 57 años, ocupando las funciones de Secretario adjunto en Defensa, adopta otro punto de vista.  La mayor amenaza que pesa sobre los Estados Unidos no se esconde en las cavernas de las montañas afganas sino en algún cuartel de Bagdad.  Así, a sólo cuatro días después del 11 de setiembre del 2001, Wolfowitz invocó a Bush para  que partiera en guerra contra Irak.  La presentación de su proyecto no llegó a convencer a sus colegas, pero impresionó a Bush, que no la olvidó.  Después de declarar a sus asesores que la primera fase de la guerra se limitaría a la eliminación de talibanes, el Presidente, en privado, le daba ánimo a Wolfowitz.  Llamado por él, “Wolfie”, siguió preparando su proyecto.  Y pasó los meses siguientes en tanteos en torno a una eventual guerra en tierras de Irak.  De ahí su reputación de ser uno de los estrategas con mayor influencia en la Casa Blanca.  Desde 1973 en que deja sus labores docentes en Yale para unirse a las filas de la administración Nixon, ha servido a todos los presidentes con la sola excepción de Clinton.  La consideración de la que ahora goza la debe a un cierto don para las predicciones. En los años 70, preconizaba un refuerzo de la presencia militar en el Golfo árabe-pérsico para disuadir a Irak de invadir el día menos pensado a Kuwait o a Arabia Saudita.  Con Reagan, fue uno de los partidarios de una línea dura ante la Unión Soviética que, según los conservadores, acabó con la guerra fría.  En 1990 recomendó llevar a cabo bombardeos preventivos contra los Estados enemigos que buscaran conseguir armas de destrucción masiva.  Ahora bien, ésta es precisamente la nueva estrategia adoptada por el gobierno en el curso del último año.  Pero ciertas de sus ideas, consideradas peligrosas, han sido rechazadas.  Por ejemplo, en los días de Bush padre, sugirió el envío de tropas americanas a Lituania en el caso que Moscú intentara oponerse a la secesión de esa república báltica.

Hablando claro, solamente con el 11 de setiembre —nos ha dicho personalmente— es que Wolfowitz toma conciencia de la necesidad de eliminar al dictador irakí antes que pueda entregarles armas de destrucción masiva a los terroristas.  Según uno de sus colaboradores, Bush “delante suyo no se sentía cómodo”.  Pero, tanto como el mismo Bush, Wolfowitz está animado por la convicción de que los Estados Unidos deberían usar de su potencia para defender la libertad y luchar contra los tiranos.  El está persuadido de que la progresión “de los gobiernos representativos” es inexorable y que esa evolución no puede sino favorecer a la larga a los Estados Unidos.  La desaparición de Sadam Huseín es la llegada de la democracia en Irak, lo cual puede tener un efecto como en el juego del dominó, piensa Paul Wolfowitz.  Todo esto provocaría una democratización del mundo árabe y disolvería el resentimiento actual contra Washington” (Febrero del 2003, Time).

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Sabatina, 01 de marzo del 2003
 

En España: Huaylupo

 

Hugo Neira
 

No hay quien, entre los muchos peruanos que residen en España con papeles o sin ellos, que no sepa quién es y qué hace, insigne gestor.  Resultan innumerables aquellos a quienes sacó de apuros.  Hace poco, Juan Carlos I lo condecoró.  Pero si esta crónica se escribe es porque su caso sobrepasa la anécdota privada.  También a él le hizo un gran daño el fujimorismo.

Eduardo Huaylupo, como tantos, un día partió a España a estudiar, luego se fue quedando, fundó familia, pero aquí el relato de su vida se aparta de lo corriente.  Acaso el haber conocido la estrechez del estudiante y las pellejerías de toda migración, llevó a que Eduardo se las arreglase para una progresión profesional sin por ello dejar de ocuparse de los apuros de otros peruanos.  Vivir en el extranjero es como la química del revelado fotográfico, se cataliza lo peor o lo mejor.  En Huaylupo es virtud hacer cosas para otros, y es arte, como aquí se explica.  Corrían los inicios de los setenta, y un día se apareció en la Casa Velásquez, la madrileña institución de los hispanistas franceses, donde yo por entonces residía.  Gobernaba las Españas el general Franco, bajo su puño de hierro transcurría el tránsito español a la sociedad industrial con diversos progresos pero sin libertades.  El país temblaba y callaba, salvo Comisiones Obreras por aquí, unas cuantas revistas al filo de la navaja por allá, y grupos minoritarios de intelectuales y de estudiantes.  Nuestra actividad sudamericana en esa calma chicha de la España satisfecha politizaba el ambiente tan solo hablando de nuestros propios problemas ante auditorios de españoles, lo que enfadaba en extremo a los duros del régimen, y a su policía.  En realidad, había comenzado a descascararse el caserón del franquismo a partir del aire fresco de ideas en “campus” y contados recintos.  Huaylupo vino a pedirme una conferencia, lo que por esos días traía riesgos.  Presidía no sé qué asociación de peruanos.  Pronto me percaté de que cumplía además otro singular papel.

Paño de lágrimas de emigrados, recurso de salvación cuando todo se agotaba, el milagrero Huaylupo estaba para el estudiante al que se le acababa la beca o el que andaba tras alguna, o ayudando a quien esperaba un giro de la lejana familia para pagar sábanas y yantar del Colegio Mayor.  Huaylupo cogía el teléfono, abogado de causas perdidas, y asombrosamente encontraba salidas.  Siempre me pregunté de dónde venía tan espontáneo crédito en las autoridades españolas, incluidas las del franquismo.  El hecho es que Huaylupo les caía bien, sus causas justas, su amable firmeza, un peruano salido de los barros humanos del norte costeño.  En el fondo insondable del alma española acaso hubo potencia colonial, y así, ante este hombre, muchos en puestos decisivos abrieron la mano y dejaron caer tal o cual ayuda o bolsa de estudios porque si los indios del Perú y hoy los peruanos eran como él, formales y simpáticos, honestos y honrados, entonces España podía enorgullecerse de sus legatarios sudamericanos y apoyarlos.

No solicitaba sino lo que fuese meritorio, a veces nada fácil, una sala de exposición para pintor sin apoyos, arenas para algún torero todavía sin cartel.  Años después, lo hallé en la Embajada del Perú, en las oficinas de Príncipe de Vergara, y me pareció lógico.  ¿Qué embajador nuestro en apuros de eficacia decidió incorporarlo al servicio exterior? Huaylupo con el tiempo resultó indispensable.  Pero en el año 2000, ciertos funcionarios en pleno fujimorismo decidieron echarlo.  Tal vez de tan eficaz, despertó envidias.  A Eduardo hoy no le faltan sus reales, trabaja en un gran diario español, es la comunidad peruana la que ha salido perdiendo.  Hay inmensos problemas que no serán atendidos como solía ocurrir cuando estaba Eduardo Huaylupo.  Madrid es Corte y mucho cuenta la confianza.  Escribo para que se sepa de sus méritos en su patria y que generaciones de peruanos son testigos de su desempeño en la difícil gestión de contactos hechos con sencillez de gran señor norteño, hombre de parco hablar y de voz profunda, preciso como un arquitecto de patios chimús, querendón y lúcido, metido hasta las entretelas en la vida madrileña, pero siempre nuestro.  En definitiva, el Perú le debe reparación y reposición.

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Sabatina, 15 de febrero del 2003
 

Mujeres

 

Hugo Neira
 

Estoy a la espera del último libro de Mario Vargas Llosa, el de Flora Tristán y, de paso, sobre Gauguin. Escuché, obviamente, sus conferencias en Tahití sin dejar de preguntarme cómo iba a resolver algunos problemas no sólo literarios sino de interpretación ante ese personaje tan singular, tan original y fuerte. Se puede tener legítimamente interrogaciones sobre una materia antes de visitar un texto, es el caso. Otra razón es el feminismo mismo. El continente negro del que habló Bretón. De Flora me ocupé, rápidamente, en Hacia la tercera mitad (p. 319, Un testimonio). Pero esas páginas apenas se detuvieron en las impresiones de la Paria, su crónica de época, de 1835, para celebrar una de las mejores descripciones de ese mundo postcolonial de caudillos del XIX y viejas familias como los Tristán de Arequipa. Mi acercamiento es el de un ensayista. Como se sabe, privilegiamos la reflexión.

La primera pregunta que tendré como lector es en torno a cómo Mario haya resituado a F. Tristán en el cuadro de diversas utopías del XIX, tan rico en ellas. Ya Luis A. Sánchez decía que para los peruanos Flora es la viajera, en Europa es otra cosa, la obra de Vargas Llosa, a priori, dará ese salto, a la mujer de acción que cinco años antes que Marx juvenil y Engels, concibe la idea de un partido internacional. La que describe la miseria de Londres, los burdeles donde las mujeres eran explotadas, doblemente, por miserables y por ser mujeres. Mientras me espero a mí mismo leyendo al último Vargas Llosa, me referiré a otro amigo, el profesor francés Stéphane Michaud, mi colega en Saint-Etienne, gran conocedor de Flora. Pues bien, los libros e investigaciones de Michaud me dieron un información complementaria de Flora Tristán, la verdad, desconcertante. Así, tengo una segunda pregunta sobre Flora como persona. Su sacrificio, pero también sus omisiones y recovecos. Cuando llega a Arequipa esconde su edad y que tenía ya una niña. Michaud encontró en archivos que la apóstol de la clase obrera llegó a poseer alguna fortuna, lo que calló a su hija Alina a la que puso a trabajar de obrera. ¿A qué equivalía eso? Las obreras se tuberculizaban a prisa en ese espantoso siglo XIX. Difícil personaje, aristócrata, paria, generosa, evasiva. Pero un utopista que la conoció, afirma, "la más revolucionaria que jamás haya visto".

Flora lleva a otras mujeres extraordinarias. A Lou Andreas-Salomé, otra pasión que comparto con Michaud, su mejor biógrafo. Más feliz que Flora, más longeva, no se prodigó en lo social ¡pero qué vida! La amiga íntima del poeta Rée y a la vez de Nietzsche, hay la foto con los dos varones tirando de una carreta en la que está Lou con un látigo en la mano. Cuando la hermana del mostachudo Nietzsche, la cucufata Elisabeth le dice que el filósofo es un santo, Lou se echa a reír y le replica que su hermano no sólo es partidario del amor libre sino de una vida a tres. A Elizabeth le dio chucaque, y se desvaneció entre vómitos. ¡Qué escena! Lou, nacida en San Petersburgo, de cultura alemana, se dedica a viajar, estudiar y deslumbrar. Con Flora tiene un punto común: la búsqueda de independencia. Era como una zarza ardiente, dice Rilke. Fascinó a Freud, a cuyos cursos acude, en cuya cohorte de primeros discípulos se cuenta. Lou atraviesa Europa de capital en capital con la misma avidez que Livingstone el África, en su tablero de caza se acumulan amores fugaces, nadie le impone la maternidad, nos ha dejado textos espléndidos, sobre el narcisismo, sobre Nietzsche (sobre quien escribió mucho) innumerables novelas y relatos. Vivía y pensaba como un volcán. Encima guapa a rabiar. Hay fotos. Una rusa con rostro de romana. Mi tercer amor fatalmente platónico es Hannah Arendt. Apátrida genial, que acertó donde todo el mundo se equivocaba: el mal contemporáneo es el totalitarismo. Filósofa que se queja que ni Platón y menos Heidegger, su profesor y amante (otro misterio, él medio nazi, ella judía) la ayudaron para pensar lo político, por eso de que "los filósofos aman la contemplación y no la acción". Ella en cambio conoce persecuciones, exilios, y la piedad tardía de la escritura. Julia Kristeva dice de ella algo que acaso sea también válido para sus ilustres hermanas: el genio femenino consiste en pensar, pero no desde la religión o la ideología sino desde la vida.

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