Anticipaciones

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Sabatina, 28 de setiembre del 2002
 

Avatares

 

Hugo Neira
 

Tenía varios temas en el tintero, pero la semana ha venido muy cargada de gestos y declaraciones, y me parece que merecen comentario las de Víctor Andrés García Belaunde en las que ve a Paniagua y García como candidatos naturales del 2006. A mí me pasan tres cosas con ese pronóstico. Primero, que naturales nada, proyección o deseo de la clase política, volitivas, nada de lo social es natural. En cuanto a que son los candidatos lógicos, está por verse porque nada lo es menos que la vida pública, y con más razón la peruana. La segunda cosa es que pronósticos de ese tipo, aun con su carga de razón, me parecen prematuros. El 2006 está como un poquito lejos. La tercera observación es que ese duelo, que es muy probable que sea el del 2006 (y mucho mejor que sea sin Fujimori), es como un avatar.

Un avatar es, en la religión hindú, una encarnación de Vishnú; hubo varias: Krisna la octava, Buda la novena, e incluso Jesús, la décima. El concepto ha pasado a nuestra lengua y formas de pensar como las modalidades carismáticas de lo mismo. El artículo de Víctor Andrés no lo dice, lo insinúa. Valentín Paniagua, el primero de los mencionados ¿avatar de Fernando Belaunde Terry? Y García ¿reencarnación de Haya de la Torre? Y por supuesto en ese duelo, como en el pasado, gana el menos radical. La idea es sugerente, pero como hipótesis es poco convincente porque en materia de avatares y reencarnaciones, García, que no es Haya, está más cerca de aquel, por mil razones, que Paniagua, el calmo y constructivo Paniagua, de lo que fuera el turbulento ingeniero Belaunde, líder de un Frente de Juventudes, el hombre del ultimátum a Odría, del "manguerazo", a quien los mejores libros de historia contemporánea recuerdan de la siguiente manera: "Belaunde se presentaba como un político nuevo, desligado de cualquier tipo de compromiso con el gobierno, proyectando una imagen de profesional respaldado por profesionales" (Ricardo Portocarrero, en Lexus, p. 1038). Ahora bien, si Paniagua es el próximo Belaunde, ¿quién es su ala de izquierda? Porque el Patricio la tuvo en la muy radical y olvidada DC. Y gobernó en 1963 con intelectuales izquierdistas socialprogresistas, y con el apoyo sindical del muy cauto y ponderado PCP de esos años. En fin, lo que estoy diciendo es que, en materia de avatares, Paniagua tendría ya que reequilibrarse por la izquierda, y de eso ni se habla, por la sencilla razón de lo que señalara Mirko Lauer en ediciones pasadas, en el Perú casi no hay izquierda, añadiría yo, fuera de Javier Diez Canseco, y de las entradas en materia de Eliane Karp.

Lo de "político nuevo", por lo demás, que fuera mérito del caudillo Fernando, descoloca a García y a Paniagua. En fin, García tendría que reequilibrarse, como lo hizo Haya en su momento, por la derecha. ¿Con cuál? Los tiempos de la sólida oligarquía han concluido, ya no hay un Julio de la Piedra ni un Odría para negociar como lo hizo Haya, para escándalo de mi generación. Pero este no es sino un comentario, sin animosidad para candidatos futuribles y menos con el autor; con los García Belaunde desde hace años tenemos una clara relación, viene de cuando leyeron unas notas mías sin desacato ante el ilustre ascendiente, al filósofo católico Víctor Andrés Belaunde. Me saben laico contumaz y se sorprendieron. Expliqué que leyéndolo, lápiz en mano, vi que citaba al místico y sabio Blaise Pascal, fui al texto original y comprobé que lo conocía, que su comentario era ajustado, y ganó mis respetos.

Volviendo a los avatares del 2006, creo que no lo son. Las situaciones históricas son radicalmente diferentes y hasta divergentes. Este es un país que se ha vuelto de contratiempos, pero también de virtualidades insospechables. De una ciudadanía endémicamente descontenta vienen saliendo, y más de una vez, gallos de tapada, Mario Vargas Llosa, Alberto Fujimori y Alejandro Toledo. En el volumen faltante de nuestra historia, hay mucho lugar para la sorpresa. Puedo equivocarme, pero este cronista se deja habitar por sus intuiciones. No decía Walter Benjamín: "Si fuera un objeto, sería objetivo; pero como soy sujeto, tengo el derecho a ser subjetivo".

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Sabatina, 14 de setiembre del 2001
 

Los de Abajo. El otro fujimorismo

Hugo Neira

Al fujimorismo se le ha tratado, salvo excepciones, con criterios maniqueos. Para unos, la absoluta abominación (y desde el salón de iniquidades de muebles de cuero de Montesinos, donde fue a poner el trasero la gente más selecta del país, lo es). Para otros, el bien supremo, la prueba de que el Perú sólo funciona con mano dura y poco importa si corrupta. Pero si he dicho excepciones, no es por azar. Ellas vienen del campo académico. Hace un buen rato que para analistas y universitarios el fujimorismo es un fenómeno complejo y enredado que merece el cuidado de necesarias distinciones, aunque el tema, por ideologizado, se presta a que te malinterpreten la vocación analítica como postura de complicidad. No ha sido tema fácil, se entiende. Nunca es fácil decir que en la aborrecida dictadura habita, soterrada, una lógica interna que la sostiene y no solo la punta de las bayonetas. Fujimori no cabe en la fiesta del chivo, ni lo suyo fue una simplona dictadura tropical, sino algo más perverso y sinuoso, un autoritarismo criollo y mafioso con plesbicitos constantes. Hasta que se cayera de la maroma.

Yo he visto una dificultad parecida en los años declinantes del franquismo, al que combatí. Por entonces, recuerdo, se abrieron difícilmente camino los elaborados análisis del franquismo de Amando de Miguel. El nombre no le dirá mucho al lector, ni siquiera a los universitarios, encerrados como estamos en los estudios de nuestra propia realidad. Pero el español de Miguel estableció, en sociología que incomodaba, que una cosa era el régimen franquista y otra, una cierta sociedad que había nacido bajo ese mismo régimen, con ganas de enterrarlo, y que llamó el "franquismo socialmente existente". Pero esa mínima distinción, más que por colegas, fue escuchada por los políticos de la Transición española, entre ellos, el Rey y don Adolfo Suárez, con notable provecho. Esa sociedad de capas medias y populares quería la continuidad del orden pero no la continuidad de la ilegalidad. Y eso fue la Transición, una victoria del sentido común. El socialismo de Felipe Gonzáles llegó después. Un alto momento de conciencia colectiva.

Hay muchos trabajos universitarios que han venido diciendo lo que ahora salta a la palestra con las declaraciones de Alan García. "El fujimorismo tuvo aspectos positivos" (La República, 10 de setiembre).  Me alegra que los políticos lleguen donde ya están los estudiosos. Eso mismo ha venido sosteniéndose en  cátedras y en escritos por académicos peruanos y  extranjeros, con riesgo de ser mal interpretados. Pienso en los trabajos recogidos en "El Perú de Fujimori". Sin hablar de otros doce trabajos, mucho de lo cual resumí en mi "Mal peruano", citando, entre otros,  a Tanaka, que me escribió, a Carlos Iván Degregori, que ni las gracias. Abreviaré, cabe distinguir dos fujimorismos. El de arriba, vladivideos, corrupción de las elites, mafia, robo a mansalva. Y el otro fujimorismo: Conos, clase C y D. Ese que dice "el Chino logró cosas buenas, la economía estaba mejor". Distinción de niveles, separación fundamental, desde el punto de vista político como ético. Por cierto, ni mis afirmaciones, ni las de Balbi, Cotler, Yusuke Murakami sobre el estado de conciencia en los sectores populares, implica un gramo de impunidad ni invitar a ceder en el tema pendiente de la sanción penal.

Por todo ello, no deja de parecerme oportunas las recientes palabras de Alan García, a una doble condición, introducir ese matiz entre el fujimorismo de arriba y los de abajo. Ya es hora, ¡por Dios! que comencemos a entender de donde provino el inmenso apoyo popular para el fujimorismo. Lo diré en una sola línea: una demanda de Estado. La otra cosa es el presente, el preguntarse adónde puede ir ese sentimiento redoblado de desamparo de los más pobres, ante la doble decepción, si es que no triple: del alanismo que desgobernó, del fujimorismo que robó, del toledismo que resulta siendo, entre chacanas y titubeos, otra cosa que lo que esperaban. No creo, por mi parte, en el retorno del Chino, pero si que hay un duelo profundo. En veinte años tres viudeces, es mucho.

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Sabatina, 22 de junio del 2002


Muy mal, muy grave y muy confuso

 

Hugo Neira


En el momento de escribir esta sabatina se ha llegado a un acuerdo en Arequipa, ¿cómo no alegrarse? Ya ha habido sangre, un muchacho muerto, destrozos, desmanes, la crisis amenazaba extenderse a otros puntos, y en Pucallpa, en Puno, o en el norte asomaba la tentación no de una revolución sino de la descomposición. Pero la no-guerra no es la paz. Aquí no hay victoria de nadie, aunque haya un ministro renunciante y un Alcalde victorioso.

Opinar es hacerse preguntas. Y pregunto. Vamos a ver, ¿es cierto o no que se está a puertas de una ley de regiones? Algo que equivale, lo digo para los lectores extranjeros, a la salida de Franco, a la adopción de gobiernos autónomos en España. Pues bien, ¿no era mejor que el acto privatizador, esperara?  En el postfujimorismo, aparte de volver a la limpieza del sufragio, hay dos ensayos decisivos pero distintos, y que a las claras, hoy se  estorban, a saber, relanzar la deprimida economía y a la vez una reforma de la estructura misma del Estado ya no centralista. Pero resulta evidente que pasar a un Estado cuasi-federal —no le tengamos miedo a las palabras—  no será fácil, lo ocurrido es la prueba. 

Hay otra preguntita: ¿si el presidente Toledo prometió no hacerla, esa privatización sureña, y después cambió de opinión, por qué no lo dijo? Y no a las quinientas. Hay quienes en la doctoral Arequipa encuentran como impío que cambiara de opinión. No me parece. La política no es religión, tiene su moral, cierto, pero es la de la razón de Estado. Un ejemplo. Mitterrand cuando candidato prometió echar los misiles americanos, llegó al poder, no lo hizo, fue a la televisión y explicó que ignoraba secretos de defensa y que para el equilibrio del terror, no quedaba más remedio que esos misiles se quedaran. Así de sencillo. El presidente Fox acaba de disculparse con el tema de las grabaciones que le hizo tramposamente Castro, y los mexicanos lo aplauden. Un presidente no tiene que ser un dios infalible. ¿O eso queremos?

Lo que ha pasado en Arequipa es una crisis no sólo de un gabinete, "de la majestad del Estado" como se decía en otras épocas, sino de la política misma. Fujimori no sólo se llevó capital contante y sonante sino el psicológico y simbólico de la confianza institucional. Esa crisis es grave, además, porque deja la impresión de una gran confusión, en unos y otros. Así, repregunto. Los Alcaldes ¿aceptan que existe un Estado peruano? En el gobierno ¿se asume que nacen órganos de poder llamados regiones? ¿Y dónde acaba el poder central y arranca el descentralizado? Y ¿quién prioriza?  Ese es el fondo de la crisis, de arquitectura política, no si aquel prometió o si son buenas o malas las privatizaciones. Muchas manos en un mismo plato, decían las abuelas, hacen muchos garabatos. O mejor, ya, en la nueva Constitución eliminemos la función de presidente por la de un Monitor de regiones. 

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Sabatina, 01 de junio del 2002


Las encuestas: La decente impopularidad

 

Hugo Neira


El uso que le damos a las encuestas nos sitúa como uno de los sistemas políticos más avanzados de la tierra. Existen cerca de doscientas democracias en el planeta pero por lo general se contentan con ser representativas, o sea, los ciudadanos eligen sus representantes que luego se ocupan de lo que se les confía en municipios, regiones, y naciones enteras. Un tiempo después, otra consulta en urnas aprueba o desaprueba, premia o sanciona. Ese sistema, que se llama democracia representativa, implica delegación de poder y plazos, vigilancia y también paciencia, sin duda por lo último, nos está pareciendo lento y aburrido, no va con nuestra reciente costumbre de la prisa. Queremos todo, en la conversación o en negocios, rapidito, ¿por qué no en política? De modo que hemos inventado la democracia consultativa. Cada semana, un sufragio.

Una encuesta, lo sabemos, no son las urnas, ni siquiera un referéndum, son un indicio, no van más lejos. En otros lugares, encuestas y referéndum completan la democracia representativa, aquí la sustituyen. En el uso limeño adquieren carácter de veto popular, de outputs, que paraliza el poder decisional. Sirven para que no nos gobiernen. La idea, con todo, no deja de ser tentadora, una democracia fundada en la participación de los ciudadanos y no sólo en el quehacer de los ungidos por el sufragio. Algo como "las leyes por iniciativa ciudadana" en Estados Unidos. Pero no soñemos, por el momento alimentan la política criolla en su vertiente conspirativa. ¿O no es cierto acaso que las encuestas desfavorables para Toledo ya han provocado, en más de un eminente jurista, la propuesta de anticipada elección presidencial?

¿El futuro democrático es el referéndum perpetuo? Es curioso sin embargo que las viejas democracias lo usen poco, a excepción de Suiza. Los referéndums cuando no se dan en sistemas estables, son patología, accidente. Los usó España para salir a la Transición pero también Hitler, que los ganó todos, y los dictadores africanos, y Hugo Chávez, y anteriormente, Pinochet en 1988 y Fujimori en 1993. Por lo demás ¿qué obligación es esta de ser popular? La obligación del político ya legitimado no es gustar ni caer bien, para eso están las animadoras de televisión, es llegar a la gran política, es gobernar, vale decir, tomar decisiones, o sea, correr el riesgo de la impopularidad. Dios y las generaciones venideras se lo reconocerán. Pensando que Fujimori fue popular, hay cierta decencia en no serlo. En fin, si el presidente Balta en el siglo XIX se hubiera sometido a encuestas, nunca se hubiera emprendido la construcción del Ferrocarril Central, para citar algo grande que se hizo en este país después de Machu Picchu. La opinión pública habría dicho que el guano no garantizaba ese gasto, que morían muchos chinos (lo cual es verdad) y que la obra estaba en manos de un extranjero, Enrique Meiggs. Menos mal, en 1871 no había encuestadoras.

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Sabatina, 27 de abril del 2002


Cuotas étnicas. 2010

 

Hugo Neira


(“The Monitor”, Harlem, 2010). La cosa comenzó en Brasil cuando el presidente Henrique Cardozo logró hacer votar la ley que reserva un 20 % de la función pública a los negros. En los países andinos la medida brasileña produjo conmoción, ahí el problema de la exclusión se centra, desde hace 500 años, en los indios. En Perú se dieron algunos pasos tímidamente a partir del 2003, pero la victoria aplastante en las elecciones del 2006 de los partidos regionalistas y de los movimientos neoindigenistas, en especial del virulento 
RSOA (Retorno al Sagrado Ombligo Andino) aceleraron la adopción de las cuotas étnicas. Algunos consideraron que esas cuotas no son distintas de las leyes nazis de Nuremberg. Otros en cambio las aprobaron con entusiasmo, como el grupo de intelectuales favorables a la aplicación de "la discriminación positiva", es decir, la intervención de las leyes para "corregir las desigualdades de una sociedad espontáneamente racista" (del Manifiesto “Sólo el cholismo salvará al Perú”). De paso señalaron que la abundancia de rubias en la televisión y en los concursos de belleza no corresponde estadísticamente a la población, menos del 1%. Pero, ¿cómo determinar  quién es quechua, chanca o pukina, y si no hubo mezclas en el correr de siglos? Se han puesto de moda, por ello, los certificados de "ancestralidad", indispensables para obtener un empleo, los estudios genealógicos y de medicina genética, mientras los abogados no reposan: los juicios por "imprecisión científica" son numerosos. Como corresponsal del "The Monitor" y negro  de Harlem, he asistido a una deliberación de una comisión de empleo. Un lío.

Abre la sesión el presidente. Es un aymara según sus certificados étnicos, y debe ser muy competente, porque la cuota para aymaras juristas es escasa. 

– Señores, después de evaluación, nos quedan veinte candidatos al puesto. Voy a enunciar la regla de nuestras  deliberaciones: hay que hacer compatible los derechos individuales de cada candidato, según nuestro Estado de Derecho, y las normas étnicas vigentes.
– Hay murmullos en la sala.
– Prosigamos, dice el presidente de sala sin hacer mayor caso. ¿Señor relator?
-Sí claro, miren, dice el doctor Jiménez (zambo: negro con indio, es decir, con beneficio de cuota). El candidato con mejores notas, o sea, títulos, concurso escrito y oral, presenta problemas étnicos. Se presenta como "mestizo" pero las pruebas de
ADN lo clasifican como "mestizo real".
– ¿Qué quiere decir eso? pregunta un despistado.
– El presidente: ¿cómo que quiere decir? Un mestizo real o "cuatralbo" es mestizo hereditario pero blanco por alguno de sus progenitores, o sea, casi blanco, es decir, poca cuota. Ruego a los señores de la comisión saquen sus tablas de cuotas según etnicidad y dejen de hacer preguntas idiotas.
Todo el mundo saca sus tablas. La reunión prosigue.
– Otro caso problemático —dice el relator— es el del ingeniero Quevedo. Se presentó como "no te entiendo" o sea, indio, negro y zambo, pero el análisis
ADN lo  determina "cuarterón", es decir, con poquísima cuota.
  Conozco a Quevedo, dice una voz. Es un genio, se lo quieren llevar a Harvard, pero la verdad es que es bien clarito.
– El presidente: déjense de juzgar por la apariencia, y poco importa la pinta que tenga Quevedo, el Instituto Oficial de Medicina Genética, y nadie va a dudar de sus dictámenes, dice, paseando una mirada feroz, lo clasifica "cuarterón" y asunto terminado. ¿Señor relator, qué arroja el índice?
– Bueno, si se aplica, o sea, P igual q/n, da, esperen un momento, un índice de 0,95 %.
– O sea, dice el Presidente, no se le da el puesto. Se necesita al menos el 1 %.
– Pero es el mejor en las calificaciones profesionales, de lejos  —afirma alguien—.
El presidente se irrita: – Pero no tiene cuota, los cuarterones van detrás de indio, negro, zambo, mulato, tresalbo, cabro o gifro. Casi son albarrazos, coyotes, octavones y quinterones, ni hablar, blancazos con índices demográficos muy bajos.

– Pobre Quevedo  —dice uno de la comisión— es un buen muchacho, y encima, el mejor de su promoción. Acaso pueda clasificar alguno de sus hijos, cuando crezcan.
– Sí, claro  —añade el Presidente que encima tiene buen oído—. Dentro de unos veinte años, y agrega, en voz baja, casi inaudible: – Cuando estas malditas leyes, por inaplicables, hayan sido derogadas.

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Sabatina, 01 de diciembre del 2001


Reinado y sanción

 

Hugo Neira


Habría que tener la paciencia, el sentido de la intriga, y hasta la maldad del duque de Saint-Simon, clásico memorialista de Versalles, en sus 2’752 páginas de crónica palaciega y de la que solíamos platicar con Julio Ramón Ribeyro, para dar exhaustiva cuenta de unas impresiones tras un par de meses en Lima. Falto por mi parte de esos dones versallescos, se contentará el lector de una abrupta entrada en materia. Suerte de prólogo a otras sabatinas sobre Lima política.

El régimen de Alejandro Toledo no se juega sólo en las propuestas contra la extrema pobreza por urgentes y humanas que éstas sean, ni en la creación de trabajo masivo ni en las mismas labores de reorganización de las Fuerzas Armadas y de la policía nacional. Ciertamente, la lucha contra la pobreza fue eje de campaña  y parte de la promesa presidencial. Todo ello, es materia de preocupación, quien lo dudara, y también de medidas del gobierno actual que hay que reconocerle, y de natural preocupación ciudadana. Pero estoy hablando de otra cosa. De la fuente misma de la legitimidad. El desafío central de este gobierno es de si hay o no impunidad. Si logra ser un Estado y no sólo una administración.

¿Y qué es un Estado?  Es un propósito institucional, cuyo éxito se funda en su propio asentamiento (Hans Kelsen, 1962). Es una concepción de la autoridad, no del autoritarismo,  "porque fundado en la fuerza o en la resignación, no hay Estado". Sólo lo es, si es Estado y democrático, vale decir, Estado de derecho, lo que nunca tuvimos. Contrariamente a lo que piensan muchos, ese es el eje del cual depende todo el resto: economía, educación, regiones. Políticas sectoriales. Y para decirlo con toda franqueza, también pueden ser emprendidas por régimen mafiosos o populistas, con los brillantes resultados que conocemos. El Estado, por lo demás, puede ser eventualmente productor de servicios pero lo que debe generar es un orden jurídico. Y eso hay que repetirlo, machacarlo, en un país de informalidad arriba y abajo. En pocas palabras, el tema es: ¿Qué sigue a los trabajos de la Comisión de la Verdad y al aumento de remuneraciones a los jueces? ¿A las palabras, siempre felizmente severas del procurador José Ugaz? Dicho de otra manera, si la infamia queda una vez más impune. Si San Jorge es sólo un episodio.

A mí se me han puesto los pelos de punta escuchando en la tele unas declaraciones de quien preside esa Comisión de la Verdad, el filósofo Salomón Lerner. Qué suave señor, qué cortesía.  Aludía a su experiencia de filósofo, como la verdad puede ser esquiva, lo mal que se presta a averiguaciones tajantes. Lo que me alarma de esa apreciación es que es tomada como una encuesta metafísica sobre el "veritas in cognoscendo" de Aristóteles a Descartes, o una discusión epistemológica entre Leibniz, Berkeley y Hegel. Las cosas comienzan cojeando cuando en el Perú, por nuestra herencia virreinal, no le llamamos al pan, pan, y al vino, vino. Esa comisión debería llamarse de la sanción. Con lo cual quedaría bien claro su especificidad moral.  Al lado de esas suavidades, una vez más, la libertad de espíritu y el arrojo arequipeño de Mario Vargas Llosa, diga lo que diga el hijo suyo en Miami. Se puede y se debe retirar licencias a las empresas mafiosas que fueron parte del poder mafioso. Eso no agravia ninguna economía de mercado, al contrario. 

En definitiva, los grandes problemas del Perú pueden resolverse con políticas  atinadas de corto y mediano plazo, siempre y cuando exista la autoridad necesaria. Y que Montesinos deje de divertirse con un celular. Cuando el presidencialismo legítimo no sólo gobierne sino que reine. Lo cual ahora no depende sólo de Toledo sino de que los súbditos del japonés mafioso se decidan a ser ciudadanos. ¿En el Perú habrá un adiós a la impunidad? En este tema —crean los augurios del cronista— se juega el destino de todos, incluyendo las legítimas ambiciones de la entera clase política. Ante la cada vez más turbulenta sociedad peruana, todo gira sobre un aspecto acallado por la estridencia de la politiquería limeña. Shakespeare hace decir a uno de sus personajes que a veces la verdad la tenemos tan cerca de los ojos que resulta borrosa. Si la verdad es un comité, o será, ¡Vive Dios! un Tribunal.

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Sabatina, 06 de octubre del 2001


Los fanáticos del Apocalipsis 

 

Hugo Neira


No me puedo sacar de la cabeza a los talibanes. Y no vaya a creerse por las razones razonables, es decir, el horror del atentado, sus consecuencias, las diversas crisis mundiales que está desencadenando una guerra no comenzada, aunque es probable que mientras en Afganistán esperan una lluvia de fuego, ocurra que los comandos (en especial los ingleses) se les estén metiendo hasta en la cocina, buscando a Oussama Ben Laden. Yo escribo esto un jueves, lo publican el sábado, no quiero  pasarme de adivino, pero ya veremos.

No me saco, con todo, a los talibanes de la cabeza porque detrás está el tema del Islam. Y no porque le tenga en tanto que religión alguna animadversión, las respeto, o como decía el ironista, todas son verdaderas. La cosa es que andaba en la redacción de un grueso libro sobre los varios espacios mundiales, para no llamarlos civilizaciones, y como aquellos ingresan al siglo XXI. Obviamente, América Latina, USA, Europa,  Japón. Y me preguntaba ¿el mundo árabe, lo pongo o no lo pongo? Está claro, debo tomarlo en cuenta. Así, la primera hipótesis de ese libro en ciernes es que no hay un centro mundial, o que el mundo o realidad no sólo es la globalización sino el descentramiento. Nada es centro y todo lo es. Un acontecimiento da la vuelta al planeta pero con lecturas diferenciadas, apreciaciones distintas. Este es un tiempo de la razón local y no universal. Con hacer zaping, para los que tengan cable, se notará que ni  Buenos Aires, Sao Paulo o México DF, siendo de la misma familia de pueblos, tienen  lecturas concordantes. En el fondo cada quien jala la manta de su lado. Así es la cosa.

El amable lector no tiene por qué saber de mi interés por el mundo islámico. Esa curiosidad no tiene nada de extraordinaria. Es casi natural, al residir y estudiar y trabajar, muchos años, en París. Hacerse de amigos provenientes del África islámica resultaba entonces tan natural como conocer provincianos en San Marcos, y yo soy uno de ellos. Ahora bien, de muy entonces me pareció que en los países islámicos, la  idea de la revolución no sufriría con la desaparición de la URSS y el descrédito del marxismo. En efecto, nunca sus ideologías revolucionarias se alimentaron de un  producto finalmente racionalista-occidental, sino de sus propios recursos, vale decir, de sus religiones endógenas. Eso lo sentí hace mucho tiempo. Hay un texto mío   publicado en Lima, que habla de "las guerras de las identidades" (en Perú, identidad nacional, CEDEP, 1979, p. 489). Nada de profetismo: impregnación de mis años europeos y españoles, y de viajes, y de amigos estudiantes y profesores árabes e islámicos (no es lo mismo). No estoy hablando de alguna conversión. Sino que escuché, reflexioné, estudié. Y en los viajes, discontinuados, vi. la degradación social, el retroceso de los moderados, el avance de una ideología del terror, pero a diferencia  de las que segrega nuestra mentalidad (me refiero a Sendero) inspirada en un uso  político de una milenaria piedad religiosa. Y la cuestión que entonces me hice fue enorme y sencilla: ¿cuánto tiempo tarda en nacer una ideología del descontento? El  islamismo es esa feroz respuesta, dicho sin simpatía ni concesión. Al contrario, pienso que ese vasto mundo musulmán espera una inmensa revolución democrática. Y hay  una aventura acaso mayor, de civilización. La de un Islam que vuelva a su tradición  humanista, a conciliar piedad religiosa y saber intelectual. Eso ocurrió, fue su edad de oro, tiempos de Averroes y Avicena, como explico en un artículo en "Domingo" de La República, el día de mañana. Entonces el Islam no oprimía sino liberaba los espíritus: traducía a los antiguos filósofos, a los griegos, lo que nos les impedía levantar sus    admirables mezquitas y gobernar pueblos de culturas disímiles. Fueron los arquitectos y matemáticos primeros del mundo. Pietismo y conocimiento no eran excluyentes. Lo que pasa es que el poder cayó en manos de sus fundamentalistas. Que es lo peor que puede pasarle a un pueblo o a una cultura. En fin, "Los fanáticos del Apocalipsis" es una metáfora, recuerda la clásica obra de Norman Cohn, lo digo porque no faltará el lector avisado que me escriba que no cabe atribuirle lo del texto de San Juan a quienes  no son cristianos. Da igual, fundamentalistas, locos de Dios, los hay en todas las religiones. Y también por casa ¿o no?

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Sabatina, 29 de setiembre del 2001


Lima, año Cero

 

Hugo Neira


No soy partidario de usar siempre un tono asertivo, me gusta matizar, cuando puedo, ironizar. Pero la materia de esta crónica no da para ello. De los escombros de la doble torre de New York saldrá tal vez otro mundo, menos desordenado que el actual, pero por el momento algo se ha acabado.

La configuración internacional es otra. La administración americana está haciendo cosas heterodoxas, soltando millones de fondos federales para que no se derrumben las empresas de transporte aéreo, lo cual es notable para quienes no eran partidarios de la intervención del Estado. Los americanos van con pies de plomo, construyendo una alianza heterogénea para la operación militar en Agfanistán. No hay duda que si Bush es un hombre de cortos alcances, en cambio está bien rodeado y asesorado. La gran maniobra americana no consiste en aproximar únicamente millares de sus soldados al posible terreno de combate, sino el intentar dividir a los afganos. Los talibanes, como todo régimen despótico, tienen sus enemigos internos. Hay tres millones de descontentos que habían huido a Pakistán, sin contar los 2 millones de refugiados que dejan Kabul.

¿Qué une a gente tan diversa como los príncipes de Arabia Saudita, los ayatolas de Irán y el presidente de Egipto? ¿Qué los separa de los terroristas internacionales de Oussama Ben Laden? La respuesta es que la versión islámica de los talibanes desestabiliza el mundo musulmán. Y amenaza diversas legitimidades. La tradicional, como la de dinastía saudiana que guarda no solo los pozos petroleros sino el sitio sagrado de la Meca. La carismática de Irán y la de Arafat en Palestina. La semidemocrática de Argelia y en Egipto. ¿Y quién es Ben Laden? La sorpresa que recorre el mundo es que el enemigo número uno de USA es un producto de la CIA, más el dinero del padre, una herencia de 12 mil millones de dólares, el poderoso clan familiar que lo apoya, unos 58 hermanos, y la complicidad ilimitada de una nebulosa de bancos y empresas ficticias. Poner en claro ese tejido despótico mundial financiero y terrorista es parte de esta guerra, y va a tardar. Resulta también claro que los americanos reciben la tempestad que sembraron en los días de la guerra fría, cuando apoyaron a los moudajines contra los soviéticos, una brillante iniciativa del concejero Brzezinski, cercano al presidente Carter.

Los aviones suicidas no han acabado ni con América ni con la civilización capitalista. Pero sí han enterrado una época, un tipo de globalización. En lo que nos concierne, debemos tomarlo en cuenta. Con la doble explosión en Manhattan, de dos, una. O este asunto se resuelve en poco tiempo, y eso, nadie lo cree. O entramos a una etapa de guerra lenta por meses y años. Entonces, parte de la economía mundial es posible que adopte un estilo keynesiano, es decir, Estados fuertes (por razones de seguridad) y economías centradas en el mercado interno. Me atreveré pues a sugerir que el Presidente Toledo nombre un comité de estudio, capaz de determinar que es lo que hay que hacer como alternativa, lo que no quita que el gabinete actual siga donde está. Así, de aquí a unos meses, según como vayan las cosas, se podrán tomar las decisiones adecuadas, si la hipótesis, que me temo, de un vuelco profundo en la economía y en las relaciones internacionales se confirma. En ese caso, anticipo, es probable que los países petroleros de la América Latina ocupen automáticamente el primer rango de importancia para USA, nadie sabe hasta cuando los americanos podrán contar con el petróleo árabe. Es probable también que sea  la hora para  desarrollos sostenidos, pero dentro de una lógica distinta al proyecto de inserción extravertida. Un hombre que puede conducir ese equipo de estudio se me ocurre, es Francisco Sagasti. Si de aquí a unos meses, todo vuelve al estado de cosas anterior al 11 de setiembre, pues aquí paz y en el cielo gloria. Pero seguir pensando que nos van a llover capitales y ayuda externa en plena recesión y guerra, es cerrarse al mundo real. Lo real cambia. Y ese es el caso. Otro tiempo se ha abierto. Otro escenario geopolítico.

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Sabatina, 25 de agosto del  2001


Claudio Guiliani

 

Hugo Neira


Claudio Guiliani es el nombre de
l joven italiano de  23 años, asesinado de dos tiros en la cabeza, en Génova, en medio de una trifulca gigantesca entre la policía y los manifestantes anti-G7.  Guiliani, antimundialista. El neoliberalismo postula que el flujo de los capitales transnacionales produce mayor riqueza. Los datos empíricos dicen que también se expande la pobreza y no sólo en el tercer mundo sino en el propio occidente. El antimundialismo son multitudes ruidosas y pacíficas, pero en la noche del 20 al 21 de julio, también estaban los militantes de "acción directa", enamorados de la matraca, apóstoles del saqueo urbano. Cayó Guiliani. Un policía, joven como la víctima, perdió el control, dijeron las autoridades italianas. Es el mayor escándalo del verano europeo. El  "pueblo de Seattle" —otro nombre para esa suerte de proletariado mundial sin obreros— no precisa de ningún "brazo armado"  dice la revista  II Sole de Milán. Las asociaciones del Génova Social Forum, en efecto, unos 750 centros, buscan una legitimidad democrática a la "alternativa".  Guiliani estaba por eso, pero lo mataron.

Los antimundialistas militan contra la arrogancia de los países ricos, el envenenamiento del planeta y la espiral infernal de la deuda. La reciente reunión en la cima de los G7,  Bush, Blair, Schröder, Chirac, secuestrados en el lujo de sus hoteles, ha sido la peor de los últimos años ; no han acordado nada, se han tenido que separar con la mala conciencia de ese asesinato y ante las difíciles explicaciones que deben dar —democracia obliga— a sus respectivos electores. No es cuestión de encogerse de hombros y decirse,  cosas de jóvenes en sociedades ahitas. El antimundialismo,  aparte de ser una movilización espectacular de un lugar a otro (Birmingham 1998,  Colonia 1999,  Seattle 1999), como tiene multitudes tiene sus institutos, sabios, y propuestas muy elaboradas, la tasa Tobin (Nóbel de economía), "contra la dictadura del mercado" (attac@attac.org). El "pueblo de Seattle" es muy variado, ciudadanos, consumidores,  agrupaciones religiosas como  Jubileo 2000 que milita por la anulación total de la deuda del Tercer Mundo, aunque el diario Expreso de Lima no lo crea. En Génova había parados, excluidos, violentos, y tranquilos estudiantes de Princeton y campesinos de la amazonía brasileña, "Los sin tierra". Ya en 1962, McLuhan forjó el término de "aldea global". Hoy es una realidad esa nueva sociedad civil mundial movilizada contra el Imperio. Marx reiría. Bakunin también, por el lado ácrata de la cosa. De pronto, Jesús.

Ecologistas, alternativos, trotskistas, cristianos. Entre ellos, ni partido, ni comando, ni guía, gracias al cielo. Tras un siglo de despotismos e intolerancia, son todas las rebeldías  en la hibridización ilimitada de la imaginación sociológica. Internacionalistas sin internacional, son hijos de esa misma mundialización que combaten. La economía abierta ha abaratado el transporte, y saltan de un continente a otro. ¿Es bueno entonces el mundo global? En parte sí, puesto que se sirven de Internet para enfrentar el lado siniestro de la misma mundialización, despidos intempestivos, deuda.  Han cambiado la lucha de clases por otra clase de lucha. No buscan un Lenin (menos un Inca).  Son ya la sociedad del conocimiento, y consiguen hacer hablar de ellos con sus propios videos. Se mueven bien en las megalópolis. Inventan un espacio político que trasciende los límites del Estado-nación. Su combate no hace sino comenzar. Un detalle. No usan el término de globalización, creado por  Theodor Levitt en 1983 para señalar, únicamente, la convergencia de mercados (globalisation). Mundialización, en cambio, es denominar un fenómeno mayor que sobrepasa el simple intercambio financiero o tecnológico. Al preferir globalización, nos enfeudamos semánticamente al Imperio. Hay que saberlo en homenaje a Claudio Guiliani, 23 años, víctima de esa cuarta guerra mundial.

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Sabatina, 11 de agosto del 2001

 

Aprismo, riesgo y leyenda

 

Hugo Neira


El aprismo transformado a partir de su propia iniciativa, es, en estos tiempos, más que anuncio, reiterada promesa. Si la cosa va en serio, el tema sería capital, y no sólo por las sosas razones que se han invocado, como que el aprismo es la fuerza mayor de la oposición. La cuestión va más lejos. Por el momento, los anuncios vienen envueltos en el papel de caramelo de la refundación del aprismo, la fórmula es  oscura, y lo que se les escucha no añade mucho, "recomposición", "reingeniería", "nuevas formas de hacer política". Algo ocurre, sin embargo, en Alfonso Ugarte, han estado muy cerca de la victoria, han escuchado las calles. Renovarse, pero, ¿por dónde, hacia dentro, hacia afuera?  El asunto merece limpio y racional comentario.

Del aprismo me he ocupado. En libros, en ensayos, en parte de mi tesis francesa, aunque como ciudadano haya estado en la otra orilla, y varias veces, en San Marcos, con Velasco, al optar por Toledo. Sin embargo, cada vez que me he acercado al aprismo con la toga puesta, creo haberlo hecho con ecuanimidad, inclusive con admiración en páginas dedicadas a Haya de la Torre, en ensayo que ellos mismos, los apristas, premiaron. ¿Puede admirarse aquel punto de vista que no se comparte?  Sí, es posible y a eso se llama humanismo. Lo que no quita que en Hacia la tercera mitad, haya páginas muy críticas sobre la administración García. Ellos saben que así entiendo mi libertad, al socaire de sus actos.  ¿Cómo podría ser de otra manera? Por otra parte, ¿cómo pensar el Perú sin el APRA? Pensar el aprismo es pensarnos. Era preciso que lo dijera, por lo que a continuación sigue. 

El partido de Haya de la Torre se confunde con el Perú contemporáneo, son inseparables por las elecciones (que les robaron) por las dictaduras a las que combatieron, por la emoción que suscitaron. Desde que aparecieron, llenaron las plazas, las urnas, la historia, negarlo sería mentirnos a nosotros mismos.  Cuando insurreccionales, el país lo era, entre 1930 y 1956. Cuando decidieron por entero el camino electoral, el país tuvo un sistema de partidos políticos, hasta 1985. Cuando fracasó García, se hundieron y de paso todo el resto. ¿De dónde viene esta centralidad?  Seré reductor: de tres admirables aciertos que se deben a Haya de la Torre.  El primero, la importancia que dio no sólo a las relaciones entre EEUU y América Latina sino a lo que llamó imperialismo y que lo "correcto" vuelve hoy globalización, no es lo mismo. El segundo, el voluntarismo del fundador "cinco rusos han removido el mundo" (1926, Londres).  El tercer acierto fue el multiclasismo aprista que todos en Perú le plagian, incluyendo comunistas. Entonces, si el aprismo se modificase (el subjuntivo es de rigor), será el conjunto de las fuerzas representativas lo que se altera. A cada enroque aprista, el tablero fue otro. No sostengo que deban, es asunto de ellos. Conviene en cambio que señale que refundarse, como vocean, no es sencillo. Tendrían que encarar dos inmensos retos. De un lado, la mundialización, tener una idea clara de a dónde va el mundo contemporáneo, y eso, ni los filósofos alemanes. La segunda no menos titánica, es darle una forma democrática a la impresionante variedad de protestas activas en el Perú actual. Un conjunto disímil de "sociedad civil" ha comenzado a tener voz propia y acaso no se implique en  ningún partidarismo. El país es más complejo, y la brillante pléyade de los fundadores, como decía el hermoso himno de la campaña de Armando Villanueva en la presidencial del 80,  están con Haya "en la gloria". Pero, ¿la victoria? Al votante de estos tiempos, montado en la "combi" impaciente de la cholificación pragmática sin bandera, fundadores y teorías quizá le parezcan a años luz de distancia. ¿Una razón para convencerlos o una para adaptarse? ¿Partido-escuela o partido otra cosa? Las variantes organizativas son enormes, y sus consecuencias. Así, entre la leyenda y el riesgo que enfrentan, lo que hagan concierne a todos, simpatizantes y rivales.

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Sabatina, 28 de julio del 2001


Un 28 de concordia

 

Hugo Neira


Salazar Bondy, el entrañable Sebastián que se nos fue tan temprano, decía que los limeños y Lima viven saturados del pasado. Si viviera en nuestros tiempos diría lo contrario. Lo que satura es el presente. Tan cierto es esto que una amiga mía, cuando deja la capital, tan sólo por unos días, me previene, "no estaré en el Perú" y luego, se va a Máncora. Sí, pues, de algún modo, en cuanto saturación (atmosférica y delictiva) Lima es el Perú, pero en el sentido adverso al que lo quería el estetismo finesecular de Valdelomar. No como el resumen de los bienes del país sino de sus males. Así, ante una crónica sobre el 28 de julio, el lector puede preguntarse, y legítimamente, por un artículo de costumbres en manos de un comentarista que además, no vive en el Perú. Acaso, se dirá —agudo lector—, una concesión a la nostalgia. No le faltará razón. Los seres humanos somos así de descontentadizos. Muchos cambiarían mi suerte por la suya, el lagón turquesa de las islas paradisiacas por el ruido, las vivanderas y los cohetes de esa fiesta estentórea y populachera que igual se te mete en el alma. La patria de repente es eso.

Pero he dicho concordia. Y ya de vuelta al siglo XXI, han de preguntarse con quién. Concordia quiere decir armonía, inteligencia, unión. Pero, ¿entre quiénes? Si se responde que entre todos los peruanos, la respuesta es tan ideal que resulta floja y laxa y finalmente no quiere decir nada. ¿Será con la democracia? No necesariamente, ya comenzó a existir desde noviembre del 2000, cuando se fue el dictador y la resucita Valentín Paniagua. ¿Será concordia entre partidos políticos? Algo de eso contiene, pero no exactamente, y aunque se pueda aplaudir el pluralismo reciente de la mesa multipartidaria del Congreso, lo cierto es que los partidos políticos tienen por delante un juego muy delicado: el de enfrentarse, y en ciertos casos, coincidir. Entonces, ¿entre quiénes la concordia de esta hora? Pues nada menos que entre el país y su clase política. Entre el ciudadano de a pie y sus representantes.

Sí, los políticos. O se les tiene o se tiene dictadores. Los dictadores no lo son. Son lo contrario, los que persiguen u hostigan a sus adversarios. Hay en el hombre público autoritario impaciencia e intolerancia. Hay antipolítica. Mis abuelas, sin ser muy letradas, ante el que era cortés y lucía buena crianza, decían: "es muy político". La concordia a la que aludo no es que hayan vuelto únicamente las instituciones democráticas, sino que con ellas retorna un personal específico, de congresistas a ministros. Vuelven, pues, los "profesionales de la política", y me parece bien. Max Weber, en El científico y el político, explicó ese ascenso al poder de los profesionales de la representación cuyo talento reposa desde entonces en una competencia en la organización de maquinarias electorales y también en la habilidad para suscitar entusiasmo en sus electores e, incluso, devoción. Pero cierto recelo ante los políticos, lo sé, está en el orden de los prejuicios nuestros. Pues bien, es un error. La política es una carrera. Shumpeter, el de la admirable visión del capitalismo como un sistema de constante renovación/ destrucción, decía que la democracia es el reino de la político. Me dirán, roban. La respuesta es que los dictadores roban, e incluso más, y que para unos y otros, están los tribunales. Otros me dirán, mienten. Lo admito. La democracia, en ningún lugar de la tierra, incluye automáticamente un seguro de virtudes. ¿Además, quién les ha dicho que un político tiene que decir la entera verdad? La verdad (si esta existe) hay que buscarla en el saber, el conocimiento y la ciencia. La política era, para los griegos, un "agon", una lucha y no ha dejado de serlo, un combate con sus medias verdades y el uso de celadas, tácticas y astucias. Estas existen, saberlo es necesario. O de lo contrario caemos en el embeleco del carisma o del fanatismo. Si no se quiere repetir lo de Abimael y Fujimori, pues hay que concebirla como deporte (Ortega y Gasset) acaso superior, pero con público en las graderías, en un país alerta y desconfiado, capaz de abuchear y sancionar, para eso están las urnas.

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Sabatina, 30 de junio del 2001


Un tercer Toledo posible

 

Hugo Neira


Hace unas semanas, este mismo diario publicó un artículo del profesor Martín Tanaka. Proponía  “Dos Toledos posibles”.  "Uno podría ser un extraordinario Presidente. El otro corre peligro de ahondar el desorden, el caos y la desmoralización" (La República, domingo l0 de junio). Me propongo comentar ese punto de vista. Sin embargo, quisiera disipar un par de posibles malentendidos. Ni  el título de esta sabatina apunta  a alguna futura reelección, (¡por favor!), ni escribo para  desaprobar o impugnar la contribución de Tanaka. Digo esto porque casi hemos olvidado  las posibilidades de una reseña. Se suele creer que toda alusión o es elogio, es "sobe", o es su contrario, un personal ataque. Nuestra cultura de panel, en lo oral y en lo escrito (todos juntitos, rapidito, y sin tiempo) impide referirse a otros. Cada uno se dirige al público. Comentar, sin embargo, permite explicar, interpretar. Pensar.

Por explicar, explicaré al profesor Tanaka, es lo decente,  antes de proponer otra lectura. De sus dos Toledos posibles,  uno es bueno y el otro malo. El primero —gloso su texto— reconciliaría al Perú con sus raíces, con la modernidad, con el mundo globalizado;  acabaría con la tradición de corrupción e impunidad, y con las prerrogativas militares excesivas. Pero "hay otro Toledo agazapado". "Ese Toledo fracasa no tanto porque enfrentó obstáculos insuperables, sino sobre todo por su soberbia, inmadurez, frivolidad. Un Toledo que no da la talla". Ese Toledo es también posible, y concluye: "está en manos del nuevo presidente elegir ser el Toledo bueno".

¿Qué decir de un punto de vista semejante?  ¿Cómo negar, que un mandatario pueda salir, en efecto, democrático o tirano, honesto o mafioso? Y derecho o torcido, como cualquier ser humano. Pero ¿qué es esto de "salir"? ¿Una presidencia es un hecho natural, como el mal tiempo o los terremotos?  Quien lo lea, ante nuestro listín de históricos desengaños, de Leguía a Odría y a Fujimori, se hundirá en una peruana melancolía. A Tanaka yo le he leído cosas estupendas, recuerdo una, “El baile del chino”, "un ritmo auténtico y enfermizo". Pero esta vez  discrepo.

"Está en manos del nuevo presidente…".  Pregunto, ¿sólo en sus manos? Una presidencia, me parece, no es únicamente un asunto de perfil psicológico. Ello cuenta pero no tanto.   En el análisis social es una función, un campo de encontradas fuerzas.  La explicación binaria —presidente bueno o malo—  aparte que expresa cierto pavor atávico ante el que gobierne, tiene un grave defecto: prescinde de lo que harán los otros. Prescinde de la interacción entre poder y sociedad. O sea, de lo que hagan o dejen de hacer partidos políticos, oposición, agentes económicos y sociedad civil, esto es, la integridad de los peruanos. Una presidencia es una triple relación: actor, rol, escenario. Por lo demás, los presidentes, querido profesor Tanaka, nunca están solos, y menos en Lima. No desestimemos los hábitos de cortesanía: ir a "rodearlo", se la hicieron a los virreyes y al último Tirano. Una crónica del muy reciente besamanos en el Museo de la Nación, cuenta que eran tantos que se empujaban en las escaleras, y que el suelo estaba tapizado de tarjetas de visita. Si Toledo nos sale "malo" ¿sólo será su culpa? ¿No hay quienes buscan el poder, ya, para adular o  corromper?  Hay, pues, un tercer Toledo posible. Y es el que queramos tener: la suma de nuestros errores o aciertos colectivos en el curso de los próximos años. Y poco importa si se milite en la mayoría o en la minoría. La tesis binaria, "salió bueno o salió malo", tiende anticipadamente a exonerarnos, por eso no me gusta. El poder como trascendencia. ¿Sólo nos queda mirar hacia arriba y rezar?  He escrito El mal peruano  contra esa tendencia "pastoral" (Michel Foucault). Es tiempo que entendamos que el poder es una responsabilidad de los gobernantes y de los gobernados. Y que abandonando la excusa de la neutralidad académica —los que opinamos—  crucemos nuestros análisis puntuales con el pensamiento contemporáneo que vincula ética y política.

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Sabatina, 05 de mayo del 2001


Genios no

 

Hugo Neira


L
os resultados de unos comicios, aun en primera vuelta e incompletos como los actuales, no dicen sólo lo que los peruanos esperan y aspiran, ni sólo el posicionamiento de partidos, candidatos y tendencias. Dejan hablar, sin proponérselo, a mitos de fondo, a lo que Ortega y Gasset llamaba las creencias, es decir, esas ideas profundamente inscritas en la conducta. Pues bien, una de las más entrañables es suponer que necesitamos de genios en política. De mesías, amautas y jefes. Me permitiré contradecir tan peruana superstición.

Decir genio es decir Mozart, Einstein, Picasso, Cervantes y Edison (1033 inventos). Cada uno de ellos cambió al mundo. Ni la música, ni las matemáticas, ni la pintura, ni la lengua castellana volvió a ser lo mismo. Pero ninguno dirigió un Estado, y a excepción de Picasso, que manejó bien su fortuna, ninguno tuvo talento administrativo. Mozart murió en la miseria, al punto que uno de los mayores benefactores de la humanidad (la vida sin música, ha dicho Nietzsche, otro genio, es un error) no tiene tumba y su vida fue un desorden permanente. En cuanto a Einstein, no le confiaron ni el rectorado de Princeton, aunque fuera respetadísimo profesor. Y no por ninguna inquina. Países más viejos y más sabios que el nuestro saben que genialidad, entendida como inventiva, excepcionalidad, no rima con política ni democracia, al contrario. Cada año, los Estados Unidos acumulan premios Nóbel. No encontrarán a ninguno de ellos al frente de una gobernación, menos los envían al Congreso o a la presidencia. Lo mismo en Europa. ¿Dónde están sus genios? Donde tienen que estar, al frente de laboratorios, en las universidades, en la invención. Nosotros, en cambio, aspiramos no a tener un buen presidente sino un Guía Supremo. ¿De dónde nos viene esta propensión a tanto? No sé si del fondo católico o indígena, la esperanza de un inca o un libertador o de un caudillo. Naturalmente estoy pensando, y en particular, en el caso de Alan García. Yo sé que ha recibido los mayores elogios, lo encuentran encantador, versátil, culto, con un discurso hilvanado y brillante. Yo diré más. En García hay los elementos para una vida de genio. Cuidado, el lector se estará diciendo, Alan va a ganar y el comentarista se acomoda. Pues mire Usted, digo que por esos mismos talentos que le permitirían llegar muy lejos en cualquiera otra actividad, es que no hizo ni podrá hacer una presidencia modesta y constructiva, aunque se lo proponga, como la que hace su par contrario, Valentín Paniagua. Va contra su natural.

Cualquier actividad humana necesita de genios, salvo la política. Cada vez que aparece uno, el resultado es catastrófico. Genios fueron Hitler, Stalin y Kengis Khan, sus nombres se asocian a sangrientas guerras y a estados totalitarios. Genial es Castro, y miren el pozo de dicha que es Cuba. Y genial es Alan García, para desgracia nuestra. En su gobierno pasado, si así puede llamarse a aquel desbarajuste, en mitad de la noche se despertaba y tenía una revelación: "no hay limones en Lima". Llamaba a un ministro a las cuatro de la mañana, y el pobre dejaba todo lo que tenía que hacer, y el gabinete entero, y el Estado se paralizaba: ¡"los limones"! La idea era genial, sin cebiche, descontento general. Sus adversarios recuerdan la hiperinflación, el desplome. Pero nadie habla de las causas. Y no es que fuera joven. Es una pena por Alan. Es un hombre imaginativo, brillante, hubiera sido un excepcional arquitecto, músico, publicista, qué lástima que nadie le dio a los veinte años un buen consejo. Pero se propuso emular a Haya de la Torre, marcar la historia. Ser Presidente del Perú y salvarnos. Ya es un poco tarde, a los 51 años. Todo lo que puede hacer ahora es ser Alan García. De repente los peruanos se dan cuenta que no necesitan sino un presidente normal. Le queda un gran papel. Presidir el aprismo, presidir la oposición democrática y mostrar que es un hombre de experiencia. A este escéptico le gustaría equivocarse.

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Sabatina, 31 de marzo del 2001


Redobles  por Toledo

 

Hugo Neira

Dos palabras previas. Una vida de docente en el extranjero me proporciona autonomía económica e intelectual. Soy un peruano en cátedra francesa, cargo que Francia sólo otorga por concurso. Entre "los privilegios melancólicos de la ausencia" está mi disponibilidad para ver el Perú tal como es, sin las ideologías de la propia sociedad,  y una escritura (un razonar) descondicionado.  Algo más, sé perfectamente lo que dirán las encuestas este sábado. Igual, he aquí lo que pienso y siento. 

Las tres opciones a que me refiero son de demócratas y de personas respetables; lo que no lo es, es el clima de estas elecciones. Se vive hoy bajo los pantallazos de  una consentida frivolidad. Dulces fariseos en la tele.  ¿Lima la horrible contra el Perú? ¿Volverá otra vez una gran opción histórica a perderse en Bizancio, como ocurrió en 1962?

Alan García. Ni en primera ni en segunda vuelta  votaría por él. He tenido y creo tener amigos apristas que espero soporten esta sinceridad. He defendido en mis libros, como quizá pocos, a Víctor Raúl Haya de la Torre, y me he acercado, cuando no tenían muchos amigos, y sin interés, ellos lo saben. Del gobierno de AG dije cosas duras pero sin hostilidad  en mi "Tercera Mitad". Luego, esperé. Nada hay en su retorno que me haga pensar que no volverá a lo mismo.  Creo, por lo demás,  que son cosas muy distintas aprismo, socialdemocracia y lo  suyo, que es "alanismo". ¿Cómo puede ser que vuelva tan contento de sí, tan autosatisfecho, cuando su nombre se asocia al declinar de una vasta esperanza que fundó Haya de la Torre?  ¿Quién arruinó al Estado benefactor, y al que debemos el retorno, y por muchos años, de una altanera derecha neoliberal?  Mundanidad, desparpajo, que a mis ojos no promete Estado, y si encanta a algunos, a mí me enfría. Mi objeción es al estilo. A esa política criolla no diferente al compadreo de un Boloña. Dicho  sea de paso, sus aciertos  (los "services", las tarifas) no son un programa, menos afirmar que los europeos vayan a darnos dinero. Algo más, si el viejo aprismo se levantó como un reclamo de moral, esta vez el dolor y la cólera del pueblo no están con los apristas. Lo siento. Están en las calles pero con  Toledo. 

Lourdes Flores. En ningún caso, y menos en segunda vuelta.  Género o no, es excelente expositora. Reúne gente muy variada, de exapristas a socialcristianos y  fujimoristas, esto último no me espanta, siempre y cuando sean fujimoristas  sin video. Una Transición, si lo es, es para todos. Pero ese  conglomerado de fuerzas distintas, que saben más bien lo que no quieren que otra cosa, no asegura mucho la gobernabilidad. Tampoco luce un programa, recoger aquí y allá necesidades a la hora undécima es campaña con listas de lavandería.  Reflejo de profesor: revise la copia. ¿Para el 2006?  Todavía no es la estadista que el Perú (del lado conservador)  precisa. La política es plazos. Puede esperar.  Algo más, queda pendiente la garantía de que no hará un gobierno clerical. Algo de reina tiene, espero no anglicana, con Cipriani en el papel del Primado de Canterbury.

Alejandro, Usted y yo no nos conocemos. Usted es conservador en economía, dicho con mis respetos, yo no. Pero para mí, su opción está bajo otro signo. Tenía algún escrúpulo en apoyarle, lo confieso, resultaba fácil. Visto los últimos ataques que recibe, regresa mi viejo reflejo de inconformismo. Harán lo imposible para que no llegue, los que viven en la servidumbre voluntaria. Mayor razón para ponerse ahora a su lado. En el Perú  nunca un hombre del pueblo llegó al poder legítimo.  Usted será el primero por las urnas, con suerte, y si el voto no es suicida. Que mi opción que va más allá de la politiquería quede clara: Toledo  es la ocasión para que el Perú se encuentre con su Otredad. Tardan en adherir una parte de mis paisanos a esa posibilidad trascendente. Sin embargo esta vez pueden votar a favor y no en contra de sí mismos. No están Arguedas ni Scorza, pero estoy seguro que habrían dicho lo mismo. Lo popular lo admitimos en el arte y la cultura, pero hasta ahora, no en el mando legal de una nación compuesta de humillados de diversos orígenes —y no sólo de cholos—  pero que igual esperan un camino honesto al progreso. Con alguien como ellos. Que venga de abajo. De donde yo también vengo. Ahora.

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Sabatina, 23 de diciembre del 2000
 

La democracia Wari

 

Hugo Neira


La Transición está en buenas manos, de eso no cabe la menor duda. Restablecido el principio de autoridad democrático, la reinstitucionalización ha proseguido. Sin embargo, más allá de la justa electoral que se avecina, hay aspectos de la realidad, muy profundos, al nivel de las creencias, que francamente me inquietan. Existe un apriori desfavorable,  y no de hoy, sino de ayer y de mañana y que concierne a la convicción democrática. Muchísimos peruanos —más de lo que se cree—  están íntimamente persuadidos que el Perú no está hecho para ese tipo de régimen. Lo sé porque algunos me escriben. No soy yo quien va a cambiar con una "sabatina" tan ancestrales prejuicios. Pero intentaré un comentario, glosando a una de mis corresponsales, a quien  no conozco, pero cuya opinión encuentro significativa. 

No le parece posible que nuestra sociedad se amolde a la fórmula democrática. Su desconfianza es profunda.  Argumenta de la manera siguiente. "Nuestra sociedad tiene un origen multicultural". Tras de nosotros están "los desarrollos históricos dentro de formas de estados avanzados propios". Se refiere "a los imperios Wari, Tiahuanaco, Inca" (respeto su ortografía). Del presente, señala, "el Estado actual tiene fuertes dosis de externalidad, sin desmerecer sus aportes".  Y concluye con clara franqueza, "vivimos una contradicción permanente entre nuestro inconsciente histórico y lo que debemos hacer como miembros de una sociedad moderna. Una permanente contradicción neurótica".

¿Qué puedo decirle? Sólo tengo un contrargumento, fundado en una reflexión, "absurdo". En efecto, si cada nación contemporánea invocara su pasado histórico, no habría democracia en ningún lugar de la tierra. Italia podría prescindir de partidos y elecciones pues en sus antecedentes está Roma, la mayor formación esclavista de todos los tiempos. Los franceses podrían invocar sus  guerras de religión,  se despedazaban. Inglaterra no siempre fue la serena nación de estos días, su historia es paradojal, inventaron el parlamentarismo a través de sangrientos conflictos. ¿Quién no proviene de un pasado bárbaro? ¿Japón? Hasta 1868 era país de feudales violento. ¿España? Hasta la Transición, no conoció la paz civil. ¿Suiza? Tan pacifista en estos tiempos, antaño proveedora de mercenarios —la guardia suiza en el Vaticano— empujados por el hambre. 

La argumentación historicista es equívoca. En el mundo de hoy, los regímenes que se resisten a la revolución planetaria de los derechos humanos, invocan algún particularismo: identidad del Islam, "valores" asiáticos. La impostura culturalista incuba la prolongación del despotismo. Ahora bien, cada nación y pueblo enfrentan su propia forma autóctona de arbitrariedad. Cada construcción democrática es una ruptura. Es decir, algo que duele y cuesta.

La democracia es un desmentido a nuestra historia, lo concedo. Nada en nuestro pasado la garantiza. Ni el Virrey, ni el Caudillo, ni el Presidencialismo ladrón. Lo que siempre funcionó es su contrario, la sociedad jerárquica. Hasta nos gusta, cada uno en su lugar. Pero, ¿no será de ese poder sin límites de lo arcaico, de donde provienen nuestros males? ¿Y qué deben hacer los mexicanos, que también tuvieron "estados avanzados propios"? Toltecas, Mayas, Aztecas. Puesto que practicaron los sacrificios humanos en lo alto de sus sanguinarias pirámides, ¿deben hoy abandonar la democracia? Nuestra  tradición y sus aportes (la biodiversidad, por ejemplo) ¿se oponen a la posibilidad de un Perú de individuos libres y con leyes? ¿No es eso un falso dilema? En suma, ni hay democracia Wari, ni le podemos pedir al admirable pueblo que estudió Luis Lumbreras lo que no estaba en su horizonte histórico. No la hay como no hubo "habeas corpus" tiahuanaquense ni minorías políticas con los Incas. Dejemos de usar los formidables imperios andinos como excusa.

Toda democracia es una "externalidad" como dice. También lo fue para los europeos. La adoptaron de la antigüedad griega. No hay sociedad destinada al despotismo para siempre. En cuanto a la tensión que percibe, es real. Pero lo que llama  "neurosis" es ética de la  responsabilidad que recae sobre los ciudadanos. La modernidad democrática es una posibilidad, no un castigo. ¿Sigue Usted escéptica? En ese caso, la indiferencia democrática de parte de las elites y parte del pueblo, será la garantía de los tiranos necesarios a lo largo del siglo XXI. Espero equivocarme.

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Sabatina, 09 de diciembre del 2000                                    


Camarón que se duerme

 

Hugo Neira


Las noticias del Perú son estupendas, pero el lado agorero de  mi  alma mira a lo venidero. De inmediato el cambio es portentoso, Presidencia de Valentín Paniagua, Javier Pérez de Cuellar de organizador del nuevo Gabinete y en la Cancillería; el retorno de Ketín Vidal; el nuevo equipo ministerial calificado por la opinión pública como "un gabinete de lujo" ; nadie se asombra que ahora las fuerzas armadas recuperan su perdida institucionalidad; la palabra confianza vuelva pronunciarse; por lo demás, diré que en ese gabinete hay por lo menos tres amigos míos de toda la vida, Javier Silva Ruete, Marcial Rubio y Carlos Amat y León. Todo eso no es sólo bueno sino que es lo mejor que le pasa al país después de muchísimos años. Pero no deja de ser verdad que la confluencia de esas personalidades es el resultado de una situación de emergencia. Para decir las cosas con claridad, son un gobierno legítimo pero provienen indirectamente de una consulta electoral.  No critico, Dios santo, puntualizo.

A lo que iba: el país electoral será convocado en abril. Un país golpeado por la crisis. Y es ahí que me invaden razonables aprehensiones. No creo que el legado del fujimorismo social y político se haya completamente desvanecido. El pueblo ha escuchado durante diez años la ideología corruptura del poder mafioso. Diez años majando sobre la culpa de la "partidocracia". Diez años de asimilar democracia a incapacidad, inflación y terrorismo. Diez años de prensa chicha y telebasura. El terror estaba colgado en los kioscos y asomaba en  el cinismo de los noticieros. Diez años  "de lograr que el pueblo aplaudiera su hambre, su no-empleo, su desamparo" (César Hildebrandt, en magnífico artículo, Liberación, 20 de noviembre). Si somos tan cándidos de pensar que esa obra perversa y a la vez eficaz no ha calado en la conciencia de millones de peruanos, indefensos ante la maquinaria publicitaria del tirano, entonces, puede que tengamos  un despertar amargo y paradojal.

Siempre me ha inquietado algo del Perú,  el que se duerma. Nos dormimos en el siglo XIX en la riqueza del guano y el salitre, hasta que una nación vecina, más pequeña, más guerrera, atravesó con sus ejércitos el arenal costeño y vino a ocupar Lima la dorada por cuatro años. Nos dormimos en los años veinte, hasta la caída de Leguía y la crisis de 1929.  Nos volvimos a dormir al final del gobierno de Velasco, y después de tan fatídicas siestas, tuvimos Sendero. ¿Ahora, la respetabilidad del actual gabinete, el desmontaje del montesinismo, va a invitarnos a bajar los brazos? ¿Qué permitió, en el modo de vida peruano, la  red de criminalidad en el poder? Volver a dormirse es concebir al fujimorismo superviviente como un asunto de partidos y candidaturas. Fue una vasta lección de incredulidad en la ley y en la democracia, abarcó parcelas no mensurables de nuestra sociedad. Si no fuera así, no se prestarían a candidaturas ni Boloña, ni Tudela, y los que vendrán. Saben que el fujimorismo es un movimientismo y un reclutamiento de minorías antipolíticas y un asistencialismo a los sectores más pobres de la población más algo de hampa: el partido del "¿cuánto hay?".  La cosa es complicada, la abordaré aquí, varias veces.

Dejemos trabajar al gobierno Paniagua. Que esté ahí es casi un milagro. Pero no  se ganan votos con Ave Marías ajenas. Lo que estoy diciendo es que hay tareas que no son asunto gubernamental. Sin duda, son los partidos (denigrados, necesarios) los que tienen que volver a reeducar al soberano, es decir, al votante. Y los candidatos democráticos, la calle. Pienso, sin embargo, en otro poder público, inmenso e irresponsable. Periódicos y revistas ya hacen lo que pueden, hablo de la televisión. No se trata de adoctrinar. Se trata de alcanzarles a los peruanos criterios a través de la deliberación franca y pública de nuestros acumulados problemas. Hace años, había un excelente programa de debate dirigido por Alfredo Barnechea. Puede que él esté en otras cosas, pero igual recuerdo el papel jugado por Panamericana. ¿Para cuándo César Hildebrandt en la televisión?  Por lo demás, el país está confundido. Fujimori, además de declararle la guerra a la gramática, desacreditó a las elites diplomáticas, judiciales, a todas. La barra popular rugía de contenta. Hubo un voto rencoroso, de oscuro signo. ¿Eso, ya no existe? Un observador exterior y que nos conoce bien, M.A. Bastenier, afirma que Alberto Fujimori ha cambiado políticamente el Perú, dice esto sin sombra de simpatía por el tirano (Fujimorituri, El País, España, 22 de novimbre).  Me barrunto que existe un país proautoritario de abajo, al medio y arriba, unidos en el reparto. Inclinarlo a la libertad y a la autorresponsabilidad no va a ser fácil, el ajuste neoliberal ha quebrado lealtades de clase y sindicales. Eso no es tarea de un gabinete por muy distinguido y competente que sea, sino de toda una nación. Entre otros, los dueños de Canales; no se puede mirar únicamente el "rating" en un país que tres veces en este decenio, ha sacado la chaveta en materia de votación. Un poco de debate y de vergüenza ajena, tal vez contrarreste la tranquila inmoralidad de los partidarios de la sumisión voluntaria. Que esperan inventar otro caudillo achorado, ni lo duden.

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Sabatina, 02 de diciembre del 2000


Académicas

 

Hugo Neira


Me llegan unos estudiantes de Papúa Nueva Guinea, un asunto de intercambios entre mundos insulares de por aquí; vienen por la "french touch" y  van a estar unas semanas; tendrán conmigo, entre otros cursos, 8 lecciones de dos y media de clase, o sea, veinte horas de ciencias humanas. Se les nota muy preparados. De entrada me hacen saber, "nada de estructuralismo a lo Lévi-Strauss, está superado". Merde. Busco entre lo más actualizado, y en la siguiente clase les expongo, saltándome a la torera cuarenta años de antropología, los trabajos de Cliford Geertz, la estrella fulgurante de una antropología norteamericana con una nueva concepción del trabajo de campo que da importancia al "saber local", al sentido común, todos los pueblos lo tienen, "las culturas no son el reflejo de las sociedades sino de visiones del mundo". 

Error, me escuchan con paciencia y en eso caigo que Geertz anduvo por Marruecos pero también por Bali, en efecto, lo conocen personalmente. El isleño soy yo. Me dicen, casi compasitivamente, que quieren algo "realmente" nuevo. Lo del estudio de Geertz, finalmente es de 1983.  Dudé entre Marc Augé, Por una antropología de los mundos contemporáneos que es de 1994  u  otro, más enredado, de una griega, sobre el doble incesto. Menos mal que llegó el fin de semana.

La clase siguiente fue un éxito total.  Había que estudiar  -sostuve con la mayor seriedad— una sociología de los efectos perversos, e insistir en el papel de los actores sociales por aberrantes que sean sus conductas, y comprender como construyen, desde sus propios mitos y creencias, sus realidades sociales. Es decir, sus propias desgracias. Comenzaron a interesarse. El más alto y más contestón me soltó: "…un caso práctico, profesor". Tengo uno, les dije, un país muy raro, muy lejano, de manera que les garantiza a Ustedes el  "distanciamiento crítico". Dijeron que de acuerdo y sacaron, ¡por fin!, sus lapiceros para tomar notas. Les expliqué entonces que había un país en la América Latina que había decidido de golpe ser postmoderno pero guardando las viejas recetas acomodaticias que le habían impedido prosperar en el curso de los últimos dos siglos. 

Hacía diez años, habían elegido como Presidente a un cuasi-extranjero y este, había aplicado un shock económico ultraliberal. Los aranceles se derrumbaron, entraron los capitales y productos extranjeros arrasando con la poca industria nacional y clase obrera, y claro, aumentó el crecimiento global de la economía aunque disminuyó el número de personas con trabajo. El mismo régimen que había producido parados por millones se dedicó a asistirlos, a condición que las dádivas del clientelismo dieran frutos electorales. Ese país vio desaparecer su burguesía industrial, sus clases medias, sus obreros sindicalizados, y como el Parlamento estorbaba se le cerró, el mismo poder controló los jueces y los canales de televisión e envió interventores a las universidades. -"Hubo una Revolución" me dijo entonces uno de los papúas. No, le dije, el Presidente tuvo una aprobación mayoritaria a su política. -"¿Antes que se volviera un Dictador?", preguntó otro. No, le dije, curiosamente, después que tomó las medidas más concentracionarias de la historia de esa nación.

 

Comenzaron a sonreír. – "¿Una broma no, profesor?” Uno entre ellos, que lee mucho literatura, interviene: – "Ya sé, es una variante de un relato de García Márquez". Conocía la obra del gran colombiano en traducción inglesa. No, les dije, no es tampoco eso. Fruncieron el ceño. Entonces saqué un "dossier" que traía preparado en inglés, francés y castellano sobre los diez años del fujimorismo y se los di. Antes de partir, uno de ellos insiste en que si bien no lee castellano, tiene una amiga que sí,  y lo revisaría con ella. Eso es lo que hizo. Me llamó a casa para decirme algo acerca del surrealismo y conocer el Perú, y que está buscándose una bolsa de estudios de Inglaterra (su país tiene democracia parlamentaria desde hace décadas, un primer ministro y  el jefe nominal es Isabel II)  y si lo podía ayudar, dentro de un tiempo, a instalarse. Lo mejor sería, le dije, una ONG. No sé si presentarlo con una carta al IEP, o acaso DESCO. Reflexiono.  "Tengo que estudiar las representaciones", me dijo muy convencido. "Explorar esa lógica tan singular que transforma al que castiga en Príncipe bien amado, y lleva a venerar al que te deja sin trabajo, sin derechos y  sin país". 

Le dije entonces que acaso había leído demasiado al filósofo Michel Foucault, por eso de "las liturgias del suplicio"  y  "el control de las almas". Claro, respondió, pero Foucault nunca tuvo la oportunidad de estudiar todo una nación moderna sino archivos de prisiones, nunca el caso de una gran masa de gente que se pone, ella misma y a comienzos del siglo XXI, sus propias cadenas. -"¿Y en las proximas elecciones?" termina de preguntarme. "Me temo que voten de nuevo por quien intente heredar y  prolongar al tirano que salió huyendo, le digo, un tanto apesadumbrado". – ¿A pesar de todo?,  interroga.  Sí, respondo, cada vez más aterrado, "necesitan de un padre castrador. Si es blanco y de buen apellido, mejor". Y ambos nos quedamos mudos.

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Sabatina, 28 de octubre del 2000


La utopía mafiosa

 

Hugo Neira


Creíamos conocer todas las utopías posibles, reales o imaginarias, la de un imperio socialista de los incas y la utopía comunista, anarquista, aprista, conservadora, senderista, andina, y la utopía arcaica. En lo universal, desde las clásicas como la Atlántida de Platón a la renacentista de Campanella, la de Thomas More. Creíamos el registro  agotado. Pero la verdad, ni en sueños, ni en el delirio de la más desatada ciencia ficción contemporánea se propuso el progreso de una nación mediante el gobierno ejercido por una asociación secreta de delincuentes. Es decir, una utopía mafiosa.  En la que se ha embarcado al Perú, por lo menos desde 1993. La verdad, nos hemos lucido. Y a nivel planetario. Una brillante contribución del doctor Montesinos a la sociología criminal. Van a venir a estudiarnos.  Si es que —de durar— no tienden un cordón sanitario para que el invento no se propague.

El Men volvió. El Boss. El que entra y sale de Panamá. El que vuela con operativos de protección. Que se desplaza con escolta y toma los cuarteles como hospedaje. La situación se vuelve intolerable, y en el momento en que escribo este artículo, Fujimori se dedica a perseguirlo personalmente, su caudillismo  acaba en riña de guapos, en sainete. Pensar que estos dos hombres han tenido en sus manos el Perú y, captura o no captura, nada cambia lo esencial: cogobernaron.

Algunos, pese a todo y en nombre de nuestro peruano gusto por los eufemismos, dirán que exagero.  ¿El Perú, régimen mafioso? Escucho desde ahora los argumentos contrarios. ¿No hay mafia en otros países? ¿No ocurre lo mismo aun en las más viejas naciones democráticas? Responderé que sí y no. Sí, en efecto, en muchas sociedades existe "asociación de criminales" que es la descomposición del concepto de Mafia desde que apareciera en Trepani, Italia, en 1838. Las hay en todas partes, y en algún momento se pensó que una confederación de sindicatos del crimen organizado intentaba tomar el poder en USA. La Mafia es poderosa en Norteamérica. Pero recuerdo que en ningún lugar pasan a ser el poder. No, lo siento, un mafioso no es el jefe del Congreso y del  Presidente en ningún país conocido. En ningún sitio han ido tan lejos. En México, tuvieron que pegarle un balazo a Colosio, el candidato fuerte del PRI, precisamente porque no se plegaba. Ni en Colombia, nuestro fantasma, donde los carteles le hacen la guerra al Estado, a falta de capturarlo. Así estamos. Me olvidaba, existe un país donde poder, mafia y militares ya son una sola cosa (el destino que nos deparan si la Transición se frustra) y ese país es Birmania. No se preocupen por buscarlo en los índices económicos. Ha desaparecido: no se invierte un dólar, la población ha vuelto a la agricultura, pero eso si, se trafica en opio y armas. Buen programa: Birmania, país con futuro.

Qué suaves parecen ahora las calificaciones para este régimen.  Fujimori pasó de Dictador, como lo llama  Vargas Llosa desde 1992, a otra cosa peor, si cabe. El "chinito" que encantó tanto a los peruanos. Sí que les encantó. No se hagan ahora. Con los acontecimientos de esta semana negra me llegan unos mails feroces. Una suerte de caza de brujas. Que si Lúcar en la televisión, que si Valle Riestra por haber sido primer ministro. Hay algo que no me gusta: el mecanismo de exculpación. ¿Estos diez años son responsabilidad únicamente de una parte de la clase política, de las Marthas, ¡aj!, como dice la China Tudela? ¿Y eso es todo? Dejemos de buscar chivos expiatorios, qué fácil. Miremos al país. Mirémonos. ¿No era Fujimori el campeón de las encuestas públicas? ¿No tuvo records impresionantes  de aprobación? Y eso, ¿después de cerrar el Parlamento en 1992  y festinar cuanta institución pudo? Tal vez esté en las agonías el fujimorismo-poder. No el otro, que me inquieta, el electoral y social, el vasto partido del acomodo y la superstición del poder fuerte, ese fujimorismo que ha explotado mejor que las dictaduras anteriores una arqueología de deseos que es el fondo (inconfeso) de muchos peruanos: tener un Caudillo que les resuelva a unos el problema del orden y a otros el asistencialismo. Excuso a los más pobres, a los del vaso de leche.

Pero, ¿cómo se sienten Ustedes ahora, empresarios y clases medias a quienes les pareció bien y gracioso el "chinito" durante una década de infamias? Diez años de irresponsabilidad colectiva. No se hagan. Viejo sueño peruano del progreso facilón, sin partidos, sin reformas profundas y sin tocar privilegio alguno. Suave nomás. Entretanto, ahora lo saben, se montó un poderoso aparato policial-militar para ganar la guerra interna, y luego, visto los opíparos negocios de la coca y las armas, para quedarse con el control de todo. Como dirían los cómicos ambulantes, enyucamiento general. Hoy, en este duro despertar, que no nos pase lo de los alemanes. Nadie había votado por Hitler. Nadie conocía lo de los hornos crematorios. Pero el mal olor entraba por todo lado, como el del festín de la mafia, en la República encanallada de estos días. 

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