Nacional: Política/Educación

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Martes, 16 de junio de 2009 – Diario La República

Algo falta

 

Por: Hugo Neira

Las “amarguras de junio”, como dice Raúl Vargas. Cosas sensatas se han dicho en estos días: llamado al diálogo, a la paz, a la voluntad de concertar, pero algo falta. Y no pensaba escribir. Cuando se detenta un cargo, como es mi caso, escribir es invitar a la incredulidad. Pero la situación es muy grave para callarme. Firmo esto como analista político, como ciudadano. Y desde mi propio self y conciencia.

1) Esta crisis es política. Y no me refiero, por favor, a tal medida tomada en Bagua o a las trifulcas entre parlamentarios. Me refiero a algo más vasto, más considerable, y que no ha acabado. Quiero decir, y de entrada, que los conflictos, con ser muchos y variados en estos años, son como inevitables en una sociedad tradicional remecida por la paradójica modernidad y la globalización. Lo que me motiva a escribir es que esos conflictos son políticos y no reciben una respuesta adecuada, sino ministerial, administrativa. La política se responde con política. Y eso es lo que no hay. Los conflictos se han manejado, hasta este momento, enviando un ministro, y a veces, un primer ministro. Ahora bien, en cualquier otro país, un dignatario de ese rango anda ocupado en políticas de Estado y en su despacho, y no yendo a “apagar incendios”, como lo dijo la prensa, con certera ironía. En el pasado reciente, Jorge del Castillo. ¿Cuántos viajes emprendió? Hoy es el turno de Yehude Simon. No digo que esos desplazamientos no sean necesarios. Pero son visitas presurosas. Seamos realistas. Un ministro, por competente que sea, termina por subirse a un avión y regresar a la capital. Y entonces, en el vacío de poder ,se instalan los que escuchan las demandas populares y que luego transforman en movilizaciones. Ellos sí hacen política.

2) No se maneja políticamente este inmenso país, su desafiante heterogeneidad, tampoco sumando mesas de diálogo, por mucha capacidad de negociación y de escucha que ellas pongan. Ni solo con el Acuerdo Nacional. Todo eso es bueno pero algo falta. Una actividad más de proximidad, y permanente. ¿Quién ha convencido a los nativos que les iban a robar las aguas? No hay que contar con alcaldes, gobernadores ni presidentes de región. Faltan agentes democráticos para responder a esos cuadros partidarios que andan por todas partes, los que ya sabemos. No es la política la que lleva al totalitarismo dijo H. Arendt, explicando cómo los SA se ganaron las masas, sino su ausencia. En el Perú, el Estado –políticas de austeridad– le ata las manos al Gobierno. Con la mayor impresora del país en El Peruano, ¿por qué no se editó el DL 1090 por millares y se repartió en los departamentos amazónicos? Dialogar es una cosa, convencer, otra.

3) ¿Y quién arriba, a los que están decidiendo, a la clase política, les dice lo que está sintiéndose, abajo? ¿Lo que al imaginario social se le ocurre, con razón o sin ella? ¿Cómo se puede legislar, gobernar, preparar planes de desarrollo sin que nadie, abajo, en la plaza de pueblo, en la radio local, en el quehacer cotidiano, tenga una palabra distinta a quienes, entre la costumbre del escepticismo y la voluntad de violencia, anegan el campo político con medias verdades? No se sorprendan que los policías sean emboscados por pobladores que creen estar bien enterados. No se ha previsto para la crisis otra cosa que más mesas de diálogo, o llegar a los Apus, jefes tribales, y explicarles “al más alto nivel” cómo son las cosas, los DL 1090 y 1064. Y eso, permítaseme la sinceridad, estará muy bien que ocurra pero no va a alcanzar. Ya se hizo durante un año entero. Falta otra cosa. Esa Mesa de Diálogo y vinculante, muy bien. Pero, al día siguiente, ¿quién se queda en el sitio? Nadie. No hay red alguna de operadores que establezca una articulación permanente entre el Estado y la sociedad.

Ya van 19 años, desde Fujimori, que nos hemos acostumbrado a que se intente gobernar sin partido político, lo cual es un rasgo común en la presidencia de Toledo y en la actual situación. Es la política de la no-política. Ahora bien, no se maneja este país sólo con gabinetes, aunque fuesen de premios Nobel. Se gobierna, además de con ministros, con aparatos. A falta de partidos, con redes. De operadores democráticos, de pronto puede ser un voluntariado. O un personal ad hoc. Claro que costaría. Pero más nos va a costar el retroceso que se avecina. Señor ministro de Economía: el Perú no es un país como los otros. Necesitamos instituciones “sui generis”. La ejecución de políticas que surgen de la democracia representativa, sin activistas, no son entendidas. Hay que escuchar a los nativos, pero ellos, ciudadanos étnicos, deben tener la opción a su vez de escuchar otras voces. Entre ellas, la del Estado legítimo. Esta democracia se está muriendo por falta de información de vía doble, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Si este vacío continúa, la tentación autoritaria, entonces, triunfará. Y no habrá 2016. Me importa decirlo aunque clame en el desierto.

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Martes, 28 de julio de 2009 – Diario La República
 

Patria. Preocupación y gozo

 

Por: Hugo Neira

En estas fiestas julias observo viajes a provincias, disposición a festejar, muchas compras, alegría, y todo ello, pese a la amenaza de la gripe A y de los últimos y trágicos sucesos, como Bagua o los asesinatos de “estilistas”; esa suerte de violencia social espontánea, que si se junta a la ideológica, mismo Sarajevo. Ahora bien, no quiero ser ave de malagüero, pero confieso que mi ánimo está entre el gozo de estos días y la preocupación. Me preocupa, entre otras cosas, el mal ejemplo de Honduras. El doble mal ejemplo. Por un lado, los que sacan a presidentes. El señor Micheletti. Y por el otro, presidentes que llegan al poder legítimo con unas reglas, y desde el poder, quieren saltárselas. El señor Zelaya. Este último ha querido hacer lo que Evo Morales en Bolivia y Hugo Chávez en Venezuela (aunque a este, el pueblo le dijo no en plebiscito, e igual persiste).

Y elproblema no es qué pasa en Honduras, donde todos tienen un poco la razón y a la vez no la tienen, sino que Chávez no deja de sembrar, país tras país, un sistema de “presidencia vitalicia”. No, pues. Eso ya no es república, sino poder personal y de por vida. Llamarla “socialista” es despropósito: Mitterrand no se quedó para siempre, ni Felipe González. Pero “a la sudamericana”, nos hemos inventado una manera de sacarle la vuelta al pueblo, con apoyo del pueblo. Y me preocupa que un presidente “chavista”, la implante en el 2011 en el caserón de Palacio de la plaza mayor de Lima.

Me preocupa que la democracia incompleta, defectuosa, pero “el mejor de los regímenes posibles, los otros son todavía peores”. (Churchill), la vayan a destruir, en Perú, desde las mismas urnas. Con futuros plebiscitos que desde el poder no se pueden sino ganar. Y luego, adiós instituciones y toda capacidad de enmendar a los caudillos con masas y sin límites. Eso me preocupa, que de aquí a dos años el Perú se vuelva una provincia venezolana. Como ya lo son Ecuador y Bolivia. Con esa intuición, con ese pronóstico (que espero el futuro desmienta) ¿creen que me queda mucho ánimo para las vivanderas, y qué rico está el rocoto relleno y viva la Patria?

Me alegra cuánta gente está yendo a la Feria del Libro. Y tanta que ha leído a Quino. Yo creía que Mafalda era chiste inteligente pero para gente de los años 60 y 70 del siglo pasado, cuando el Che Guevara, las revoluciones, los montoneros, los grandes sueños, pero no. Mafalda sigue viva. Y he visto en la Feria filas de jóvenes tirados en el suelo en desenfadada cola para que les firme, nada menos que Quino. Gozan de Mafalda, y un amigo, un joven amigo, en bronca con la Católica porque le han tapado no sé qué paneles murales, me dice, “pero, Hugo, los jóvenes se identifican con Mafalda, porque dice las cosas con ironía, de solapa, porque así nos gusta”. No ir directo al grano, añade el brillante y fastidiado contestatario. En otro orden de cosas, me alegró escuchar a Javier Valle Riestra, durante el homenaje que se le ha rendido. No, no fui al hemiciclo, soy un poco como Javier, reacio a mundanidades. Lo vi en la TV, como cualquier hijo de vecino. Pero qué bien, qué claro, qué tribuno. Le llamó al PJ “totalitario y antidemocrático”. Y vi en él, un presidenciable. Y escuché a Borea, magnífico expositor. Fueron un tanto mis fiestas patrias.

Me preocupa que no se entienda que se necesita Senado. Lo digo a sabiendas de que la opinión pública cree que está de más. Al contrario, sin Cámara Alta no funciona ninguna Cámara Baja. Me preocupa que se metan con Max Hernández. A mis alumnos les digo que el Perú tiene el Senado menos caro del mundo, un solo Senador, o sea, Max y el Acuerdo Nacional. Y se ríen. Pero ríen y se dan cuenta. El AN sirve para que haya desacuerdo entre los partidos: encarna el pluralismo político. Bravo, Max, qué paciencia. Me preocupa que en 59 meses el PJ, como lo ha dicho Hildebrandt, no se haya podido juzgar a quien mató a 4 policías en el “Andahuaylazo”. Me preocupa el TC, deberían ellos mismos llamarse a derecho, o abstenerse. Hay precedentes. Don Juan Carlos de Borbón abdicó en beneficio de su hijo. Lo mismo hicieron las Cortes franquistas para dejar paso a otras. Si lo hacéis, la nación agradecida, etc, etc.

Me preocupa que a Caracas la visite, a cada rato, Ahmadineyad, jefe de Estado de Irán. Ocurre que en los cautelosos lares limeños, no se habla gran cosa del eje Teherán-Venezuela. Me preocupa que no se quiera ver en Perú en qué baile nos van a meter del 2011 para adelante, al eje Chávez-Irán en guerra contra “el gran satán”, o sea, EEUU. Y que un malhadado día, Venezuela limite con Chile por Moquegua y Tacna. Me preocupa que los franceses esperen de pie firme la gripe porcina, que contagiaría a 20 millones de personas, o sea, un tercio de su población. No dicen muertos sino contagios, pero cuentan con una vacuna para muy pronto. Me preocupa que no nos pongamos mascarillas. Así la pararon en México. Me preocupa que se sigan muriendo niños de frío en Puno. Me preocupan tantas cosas, pero viva la Patria.

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Jueves, 05 de noviembre de 2009 – Diario La República


¿Ha dicho usted Ministerio?
 

 

Por: Hugo Neira

En México no tienen un Machu Picchu pero cuidan de Tula al norte, Teotihuacán al salir de la capital, y Palenque, Uxmal, las innumerables ciudades mayas de Yucatán. Las incontables capillas de origen colonial, país de viejas herencias parecidas a las nuestras. Alguien cuida los admirables murales de Diego Ribera en el Palacio Nacional. Alguien en Francia los châteaux de la Loire, los vestigios romanos en París, sus museos antiguos y modernos. Alguien lo hace en España, y nada mal. Tenerlo en el Perú cae por su propio peso. El peso de una herencia que ya cuando los Incas era milenaria. No se diga hoy. Pero hay otra razón para que exista. Preservar. Pero auspiciar, fomentar, ayudar. Ambas gestiones.

No me voy nunca por las ramas y menos ahora. Sí, subsidiar. La cultura necesita siempre del dinero. Desde que se pintara la Capilla Sixtina, y en la bóveda, los maravillosos frescos, ¿sin la paciencia del papa Sixto IV? Y claro está, del genio de Miguel Ángel. Ver el “Juicio Final” y morir. Todo esto ¿sin dinero? Tomo el más alto de los ejemplos, los hay por millares. La cultura cuando es creativa, es anticipación, sorpresa, no puede medirse con el plazo corto del mercado. Necesita mecenazgos. ¿No pasa acaso con la ciencia y la tecnología, siempre en búsqueda de recursos? Públicos o privados. Ahora bien, la invocación a la empresa privada, hecha por el presidente García, tiene dos antecedentes, en mi modesto entender. El mecenazgo, que es corriente en el primer mundo. Y en lo hecho durante los últimos tres años en esa pequeña institución sin recursos que es la BNP.

Perdón, pero, ¿cómo editamos ese libro llamado “Joyas”? Obra que luce los tesoros que contienen las bóvedas de la BNP. Pero obra cara, ¿sin el aporte del BCR? Gracias, Julio Velarde. No nos daba el Estado dinero para ediciones. El mismo mecanismo para “Sueño y pasión”, gracias al grupo Brescia. ¿Quién edita en el Perú 12 mil ejemplares? Pero ahí está ese librito, en los mejores establecimientos del ramo. Sí pues, el mercado después del subsidio. ¿Y cómo, puntualmente, a Garcilaso, con textos de su infancia? Con un apoyo de la Municipalidad de Lima. Gracias, Luis Castañeda. En este diario, Abelardo Oquendo escribe en su columna, “editar sin plata”. Sí pues, pasando el sombrero. Bibliotecario mendigo. Y para los eventos, igual, para el largo coloquio sobre lo Cholo, el PNUD. Gracias, J. Chediek. Y así, una media docena de “aliados estratégicos”. También la Derrama.

Bien, fuimos un miniministerio de cultura. La idea, acudir a las empresas privadas (que están conscientes de que el país se va al diablo si el ciudadano no se cultiva), es hacer en macro, lo que se emprendió en micro. Perfecto. ¿Cómo hacerlo? El espacio de esta columna se me agota. Diré por el momento: definiendo con claridad qué tipo de sociedad somos. Se ha dicho, de las varias culturas, de todas las sangres, etc. Seré más sumario. Somos un país tradicional y a la vez moderno. Luego, dos tipos de demandas. De uno, del mundo de lo vernacular, de danzas y fiestas, digamos. Del otro, de un taller de jóvenes barranquinos que quiere hacer art brut. Hay millares de peruanos que quieren hacer cine y/o arte contemporáneo. El Perú es un enjambre de creación literaria y artística, hoy desvalida. Veo tres esferas. Los grupos creadores modernos o tradicionales. Luego, las empresas dadoras de fondos. Y entre unos y otros, una mediación oportuna, el nuevo Ministerio. Pero, tarea difícil. ¿Cómo funciona en otros países? Por proyectos. De grupos o de individualidades. ¿Y quién decide? Unos expertos.

Deben ser idóneos, imparciales. No argolleros. ¿En el Perú? Habrá que reclutarlos, también por concurso. Y gente joven, sin bandería ni capillas artísticas o literarias. Los hay, se fueron al extranjero. Se me acaba el espacio. Ya vuelvo, dentro de 15 días. Y una cosa, no me lean con malicia. Dejo la BNP, la estoy dejando desde hace dos o tres meses. Escribo esto libremente. Y sin ambición personal de ser ministro u otra monserga por el estilo.

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Jueves, 09 de septiembre de 2010 – Diario La República  

Alturas y llanezas  

Por: Hugo Neira

Existen en nuestro inmenso país poblados dispersos. Saberlo es una cosa. Verlo, otra. Anduve estos días por alguno de esos parajes perdidos. En Calca, muchas de sus comunidades andinas son parte también de selva, y la educación se complica, y me explican: «Muchos niños salen a las cinco de la mañana para bajar a la escuela». «Van a pie y llegan a las 9. Emprenden el retorno a la 1 de la tarde, siempre a pie, y a las 5, a las 6, ya en sus hogares, toman un fiambre ligero, yuca o papa nativa o algunas frutas, duermen y a la mañana siguiente salen de nuevo». Pero en Calca misma, abajo, se ve alumbrado público, y hay cooperativas, instituciones financieras, comercios, turismo. En general, en pueblos de valle andino se ha iniciado un hervor de progreso, pero no para los lugareños, condenados a trochas y sendas de escalones. A Quiquijana, por ejemplo, a una hora del Cusco, se accede por carretera asfaltada, pero no a todas sus comunidades de altura.

Habría unos 55 mil poblados dispersos en todo el Perú. Cada distrito se rodea de comunidades, a algunas se llega por vías carrozables, a otras a pie. Por mi parte seguiré visitando esos lugares –pese a mis años– sin luz eléctrica ni agua potable ni carreteras, pero vinculados por las ferias dominicales a una modernidad incipiente de valle bajo y templado.“Las ojotas porfiadas” (Basadre) van de un lado a otro. También irán a votar. ¿Qué imaginario social y de poder saldrá de todo esto? Es lo que me intriga.

Retorno a Lima. La sensación que entonces me invade es que vuelvo a una ciudad-Estado, a una suerte de Principado rodeado de provincias por todas partes. En este Mónaco limeño se avecinan elecciones. En esta gran ciudad que tiene la ventaja de estar tan cerca del Perú. Algo importante, sin embargo, ha ocurrido. Dos mujeres, ambas candidatas, han reintroducido, acaso sin desearlo, el debate político en algo que parecía estrechamente municipal. A muchos comentaristas este sesgo ideológico no les ha gustado. Por mi parte respeto el punto de vista de cada quien, pero me permito discrepar. El buen vecino, el buen alcalde es tema concreto para ciudades medianas y pequeñas, pero no lo es para México, Londres, Jerusalén o Pekín. En 1961, el geógrafo Jean Gottman acuñó el término de megalópolis (inicialmente para algunas urbes americanas) y desde entonces, los gigantes urbanos no han dejado de crecer.

Un amigo del Perú, el francés Olivier Dollfus sostuvo antes de morir que la red de polos urbanos, una treintena, es la economía-mundo. Y bien, Lima está a punto de volverse una megalópolis. ¿Cómo evitar, entonces, un debate político? ¿Y qué es política? ¿No es acaso, desde hace siglos, el debate sobre los fines últimos, los propósitos finales? La exposición sobre el destino de la gran Lima, por parte de los candidatos a las alcaldías, requiere “políticas” viales, municipales, asistenciales, pero sin ahorrarse el preguntarse qué tipo de capital se quiere y para qué tipo de sociedad. ¿Para qué proyecto de vida en común? Lima es proyecto urbano y a la vez de ciudad capital. Son como dos juegos de naipe, no uno solo. Para manejar ambos mazos, se necesitan dedos de organista.

En fin, la progresión de Susana Villarán ha sido interpretada como “una movilización unitaria de las izquierdas”. Sin embargo, no me parece que esa sea la raíz de su amanecida popularidad sino aquello que ella misma ha declarado: el hacer campaña “sin dinero, sin estrado”. Un estilo de corte republicano. De repente la gente está cansada de que se busquen votos echándose a comer y bailar con un estilo señorial muy de otros tiempos, cuando los notables provincianos iban a las ferias pueblerinas a fraternizar con sus allegados. Por último, una mala sorpresa. A estas elecciones, a la vez apasionadas y edilicias, las marca también la reaparición de viejos demonios: las exclusiones inquisitoriales de unos y de otros. Algo sigue faltando. Las “maneras democráticas” a las que aludió Mirko Lauer. El tema da para largo. Hasta dentro de l5 días.  

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Jueves, 23 de septiembre de 2010 – Diario La República
 

Los últimos de la clase

 

Por: Hugo Neira

Hubo un momento en que me alegré por el ascenso de Susana Villarán y en este mismo diario aplaudí su estilo de campaña al que llamé “republicano”. Pero, por desgracia, dos sombras se han sumado a su candidatura. Por una parte, la adherencia que lleva, sin necesitarla, con un grupo gremial que hizo y deshizo en la educación de los pobres, dejándolos peor que nunca. Veo difícil que en el poder municipal pueda sacar el cuerpo a esos aliados venidos del Pleistoceno. Son, señora mía, ellos, uno de los grandes males del país. Y no son de izquierda, sino otra argolla más. Por otra parte, y aunque no lo haya buscado, por el provecho publicitario que Ollanta Humala espera sacar de esa simpatía de última hora por la señora Villarán. No, no votaré por ella. No tiene, por ejemplo, la propuesta de un metro.

Y hay un asunto de fondo. ¿Van a municipalizar la educación que se vino por los suelos con esos mismos que la destruyeron? No hace mucho que Nicolás Lynch escribiera no uno sino tres libros de títulos elocuentes, uno se llama, justamente, Los últimos de la clase. Siempre me admiró el coraje intelectual de su autor, por entonces ministro de Educación. Ahora bien, señala a los del maoísmo magisterial como “aliados, adversarios y enemigos de la reforma educativa en el Perú”. Por si acaso, llevan el sello editorial de San Marcos. “Reacción conservadora con discurso revolucionario”. Eso y los trucos para perpetuarse en el sindicato están en El pensamiento arcaico en la educación peruana (2004). Pero, ingenuo de mí, creí que la responsabilidad del maoísmo criollo en el desastre educacional quedaba zanjada, pero no. La señora Villarán los resucita. Me pellizco y no me lo creo. Ya andaban medio quebrados por la habilidad del ministro Chang que los había derrotado con evaluaciones y concursos y ahora ¿se les abre las enjoyadas puertas de la educación masiva en la capital? Qué disparate. No se trata de ningunear a nadie, pero ¿una alianza con los que a millones de escolares vuelven “los últimos de la clase” en el ranking de la educación mundial? ¿Con quienes impidieron la modernización de las mentes que tanta falta nos hacen para la modernización de la política? Sin esos “educadores” tendríamos públicos masivamente cultos. Y otro gallo nos cantara.

No votaré por Villarán. No garantiza que la educación mejore sino empeore. Mis reparos son porque me importa la educación de mi país, la popular, por encima de toda otra consideración. No vengo de los grandes colegios privados. No tuve padres ricos. Pero recibí una excelente formación en aulas fiscales cuando los maestros eran normalistas y el Sutep no existía. Aprendí lo que los niños del Perú hoy no aprenden: el gusto por la lectura y la libertad en el pensar. Y la capacidad ética de decir no, que es lo que ahora hago. Y en nombre de ese mismo origen plebeyo es que no entiendo que ser de izquierda sea aliarse con enemigos de la cultura. Por lo demás, se entiende la simpatía de la clase A y B por Susana Villarán pese a que lleve en su lista a los últimos dogmáticos del planeta. Ellos, los pudientes, envían sus hijos a colegios de paga. Pero en aulas estatales se formó al pueblo, y se lo deformó. Y eso han hecho, acrecentar la ignorancia.

La señora Villarán ha presentado un equipo que no está mal, tecnócratas e independientes. A los del Sutep les da la mano, ya veremos. La ex ministra Helfer los conoce, cuando Fujimori se estuvieron quietitos. Villarán pudo trazar la línea sensata que en países vecinos separa socialdemócratas de totalitarios, pero no. En fin, emito esta opinión consciente de que a solo un 33% de ciudadanos le importa el tema; los otros llevan ya a sus hijos a escuelitas privadas que tampoco gozan de calidad. Así, la baraja del voto anda muy mezclada. Si Villarán triunfa, es ella. Nos estamos pareciendo a México, en donde nada es de derecha o de izquierda sino todo lo contrario. Los nuevos lideratos se parecen, como ese significativo tic suyo, de hablar de sí misma en tercera persona, igualito que el comandante Humala.

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Jueves, 07 de octubre de 2010 – Diario La República

El voto inteligente del “demos”  

 

Por: Hugo Neira

En el momento en que escribo esta nota, falta compulsar actas observadas en Lima, pero algo ya se sabe algo contundente. Contundente por la realidad de lo plural. Dos grandes fuerzas electorales se disputan voto a voto. Ambas son, a su manera, vencedoras. La una, por reconstituir su partido, el PPC. La otra, por marcar una tendencia, gane o no la candidata Villarán, como lo indiqué en artículo anterior, “es ella”. Ese voto viene de sensibilidades políticas muy distintas, no le faltan fujimoristas, apristas. Fenómeno interesante, complejo, como el voto en el inmenso archipiélago de regiones y municipalidades. Sumariamente, un par de observaciones.

Para comenzar, en Lima no fue lo que vocearon las encuestas. Señores míos, ¿qué pasó? ¿No quedamos en que arrasaba la candidata Villarán? ¿No le daba la PUC un 45%? ¿Y a Lourdes Flores apenas 28? ¡Qué vergüenza! Una gran universidad prestándose a esos “efectos de encuesta”. El electorado es volátil, dicen. ¿Ya no hay cuartelazos sino anforazos? Hay que prohibir por ley dichas encuestas unos 15 días antes de las elecciones, como en otros países. Para que no “produzcan” el voto. Si hay un perdedor son las encuestadoras. Y dicho sea de paso, cuenta, felizmente, el debate entre políticos. Cuenta la política. Nos guste o no, Lourdes ganó ese duelo. Y pesaron en el ánimo público los silencios de la candidata Villarán.

En segundo lugar, ha ocurrido lo que hemos visto. En una Lima rota por obras, se han movido unos 6 millones de seres humanos para ir a votar, en muchos casos, a pie. Miren, dentro de 4 años, habrá mejorado el transporte público, en consecuencia, la movilización de esa muchedumbre se volverá histórica, no volverá a ocurrir. Y eso es lo histórico, lo irrepetible. Y qué ecuanimidad en la conducta de la gente misma. ¡Y cómo han votado! Con qué cordura! Y no es ni demagógico ni sentimental decir que ha ganado el pueblo. A pesar de las encuestadoras. El “demos” que gustaba decir José Carlos Mariátegui. Es decir, la suma de individualidades que hacen las tendencias. Pero que no son masas. Lo que distingue masas de pueblo es la conciencia. Se confirma algo que filósofos y sociólogos gustan como hipótesis. Millones de personas forman un sujeto colectivo inteligente. Observemos esos resultados serenamente. En Lima, 13 o más distritos, seguros para el PPC. Y probable victoria de Fuerza Social.

Llamo sabio a ese voto ponderado, circunstanciado, hábil. Lo que les pide el pueblo de Lima a ambas lideresas es sencillo: concierten. Votos rivales llevan a lo que se llama una “cohabitación”. En TV con Jaime de Althaus, se ha dicho de Villarán que es “un estado de ánimo”. Martín Tanaka, Víctor Ponce y Carlos Meléndez. Es lo más fino y apropiado que he escuchado. Cuando se llega después de esos comentarios, y es mi caso, se comenta al que comenta. Añadiendo a mis riesgos y peligros: ese “estado de ánimo” capitalino existe en todo el país. Lo he percibido en mis viajes. Lo he dicho en este mismo diario. El malestar de fondo.

Habita mis cuadernos de trabajo en el terreno. Pese a los resultados macroeconómicos. No me culpen de las malas nuevas. Así está el imaginario social. Lo que quieren son otras caras. Otros políticos. ¿Entre el pragmatismo y las ganas de cambiar? Muchos quieren que el auge prosiga, otros no (en Cajamarca y en Junín parece que ganan los de la ideología antiinversión). Así es pues. Por lo demás, cuidado con las cuentas apresuradas sobre crisis de partidos e ideologías. No hay una columna de millones de fujimoristas, nacionalistas y apristas dejando el país por la marginal de la selva. Sus votos se hallan tras rostros y siglas emergentes. Para analizar ese mapa político se necesita buen ánimo y capacidad para el matiz. Y otro tipo de encuestas, sin aritméticas torcidas. A ver si también nos ponemos en la retaguardia, los comentaristas. El país político cambia. ¿Pero hacia dónde? No lo sé. El pueblo ha hablado, pero como en los antiguos oráculos, con signos enigmáticos.

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Jueves, 18 de noviembre de 2010 – Diario La República
 

¿Tecnología o Cultura?

 

Por: Hugo Neira

Algo dijo Ismael Benavides, ministro de Economía, que remeció a la opinión. La verdad, embebido en un trabajo personal, se me escaparon sus declaraciones pero me llovieron mails. Y como ante el rumor nada hay mejor que la verdad comenzaré por tal y cómo aparecieron. Dijo Benavides: “frente a los retos que enfrentará el Perú para sostener su crecimiento y desarrollo, hubiera sido preferible tener un ministerio de la innovación y tecnología antes que uno de Cultura, como el creado en julio pasado”. (El Comercio, Perú21). Estas líneas parten, pues, de lo dicho por el ministro Benavides, pero con la idea de ir un poco más lejos. Lo que está en juego, me parece, es la idea misma que nos hacemos del conocimiento y cómo adquirirlo.

Para comentar, haré lo que recomiendo a mis alumnos. Es decir, ir por partes. Los griegos, romper algo y verlo por dentro, lo llamaban análisis. Así, dos ideas claves en dichas declaraciones. La primera, “Innovación y tecnología para el crecimiento y desarrollo”. ¡Qué duda cabe! ¿ Quién discutiría el lugar que ocupa la ciencia en países industriales y ahora en los emergentes, China e India? La segunda idea, “es mejor que”. La idea me resulta irreal. Digo esto, desde mi experiencia personal con muchos años de vida en el extranjero. Y pregunto, ¿técnica y ciencia de un lado, y del otro, humanidades, artes? En los mundos del homo sapiens, un tanto más anchos que lo local, las cosas no ocurren así.

Como el tema es arduo y el espacio escaso, déjenme partir de un supuesto a la manera de los matemáticos. Supongamos, pues, que me encuentre residiendo en New York y que entonces, alguien de La República me pidiera que atienda a un grupo de peruanos de paso por Manhattan. ¿A dónde los llevaría? Sin duda a los inevitables lugares turísticos, Estatua de la Libertad, y tiendas, pero les haría conocer, entre otros sitios estupendos, el American Museum of Natural History, es decir, el más grande museo de historia natural del mundo, donde hay desde meteoritos a dinosaurios. O acaso, el New York Hall of Sciences, el mayor grande foro permanente de tecnología y ciencia. Y un día entero, en el Metropolitan, un lugar que ha educado a generaciones de norteamericanos desde 1880 en las artes. Ahí, los llevan de colegiales. Aunque más tarde estudien lo que estudien. Estoy diciendo, pues, técnica y cultura. Ambas son parte de la formación corriente para el conocimiento.

Y si la misma visita ocurriera en París, no los llevaría solamente al Louvre, sino a grandes exposiciones, que hay muchas, nada aburridas, donde se puede admirar las maravillas del mundo, es decir, animales, plantas, clima, física, constelaciones. Y eso no es todo, les propondría ir a las afueras, a la villa de Sciences et de l’Industrie, de pabellones desparramados en 50 hectáreas, todos Templos del Saber, así los llaman, parte del ocio inteligente. Ahora bien, en París hay diversos planetarios y acuarios. ¿Por qué no tenemos uno gigantesco, como el de Monterrey, USA, nosotros, que le debemos tanto al mar?

Sostiene Clifford Geertz, profesor en Princeton, que venimos incompletos al mundo, “la cultura termina por hacernos humanos”. Ningún gran creador científico está divorciado de las artes o el saber humanista. ¿No era Einstein concertista de violín a ratos? ¿Isaac Newton, conocido también por escritos sobre la alquimia? Hay que salir de ese realismo ingenuo de que podemos ahorrarnos la “cultura”. Hace siglos, el hombre moderno, libre de la teología y educado por las humanidades, comenzó la transformación del mundo. El filósofo Kant contó tanto como Galileo. El hombre es “faber”, “homo” simbólico y mono gramático (Octavio Paz). Es tiempo, pues, de dejar la porfía de “si esto, entonces aquello no”. En suma, resulta disyuntiva superada el elegir entre “Cultura o Ciencia”. Van atadas, siento decirlo. Pero nos encantan los falsos dilemas, “¿Estado o mercado?”. César Vallejo se fue por eso. “Ahora en que me asfixia Bizancio”. Lima era esa Bizancio. A ratos, sigue siéndolo.

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Jueves, 13 de enero de 2011 – Diario La República
 

Un municipio laico. Gracias al cielo

 

Por: Hugo Neira

Machu Picchu, cuna de la humanidad. ¡Qué bien! Pero ese reconocimiento que se supone planetario no se condice con la realidad. Los peruanos, que son parte también de la humanidad “homo sapiens”, no pueden visitar “la alta ciudad de piedras escalares” que cantara Pablo Neruda, faltos de recursos. Debería haber facilidades para una peregrinación masiva, pero, por favor, no religiosa. La he visitado tantas veces y en el alma, llevado en mis viajes al Egipto faraónico, a las ciudades mayas de Yucatán, otros altos lugares de victoria de civilizaciones contra el hambre, gracias a una conceptualización de espiritualidad y saber práctico, lo que suele olvidarse. Neruda habla de labradores, tejedores, “del andamio desafiado”. La ceremonia del pago a la tierra no me la trago, tenían sabios, arquitectos y no magos. Se olvida, además, la tesis doctoral de Carlos Araníbar sobre los sacrificios humanos de niños.

¿Por qué lo peruano no pudo serlo sin un sustento eclesiástico? Hace dos siglos a la República la funda una asamblea de clérigos. Todos saben y olvidan que en las filas del Congreso Constituyente de 1822, aquel que define la fórmula de gobierno, había más hombres de sotana que civiles. Venían del Convictorio de San Carlos. Los guiaba, en el sentido clerical del término, Javier de Luna Pizarro, entre otros apóstoles del separatismo, clérigos menores. Se había optado por la República civil lo que no impide que esa primera asamblea de representantes dejara un tufo de sacristía, costumbre de misa cantada y Te Deum en la Catedral, que no se ha disipado. Y monseñores hasta en la sopa.

La cosa viene de lejos. A los invasores no les fue difícil importar creencias. El Perú de las antiguas civilizaciones andinas y costeras, era ya religioso. La catolicidad ibérica no inventó nada, no hizo sino adaptarse. La antecede una religión autóctona, eje de una organización productiva y de una sociedad jerarquizada. La incorporación, desde Baudin, del apellido “socialista” a los incas, no es sino una exageración de los años treinta, y nos ha hecho olvidar la unión, desde entonces, de Estado y religión. El Inca, punto de encuentro de cielo y tierra, como el Emperador en China. Todo el resto, ingeniería hidráulica y aldeas autosuficientes (Karl Wittofel), complementaridad de pisos ecológicos y ayllus (John Murra) fue consecuencia de un poder sacro que pensaba. Los siglos volvieron hechizo, encantamientos, lo que era conocimiento.

La colonia tuvo Virrey, minas de plata, piratas, terremotos, y sobre todo procesiones. Fiestas religiosas, ellas marcan el vivir colonial. Decirlo no es prejuicio. Es memoria. La colonia es un convento antes que un cuartel, un obraje o una mina. Y en el XIX, ¿es acaso laica la vida republicana? ¿Deja Bolívar, ilustrado y libertino, de ir a misa? Y en el siglo XX, ¿dejan de tener capellanes los guerrilleros de Mesa Pelada? ¿No fue De la Puente Uceda un trujillano muy católico? La conquista fue lo que fue. Un fin del mundo. Por eso, acaso, el poblador andino se volvió más católico que el gamonal que lo explotó, o el estudiante revolucionario que le propuso liberaciones sociales. Tenían razón los indigenistas: al indio lo dominaron con el cañazo los hacendados, y con el hisopo los curas. Teología de la dominación fueron y siguen siendo, los rituales. Viejos o nuevos. Papales o antropológicos.

No es bueno seguir mezclando religión y política. Razonable es separarlas. Acaban la Alcaldesa y regidores de Fuerza Social de juramentar “sin el crucifijo en la mesa”, lo he leído en este diario (4 de enero). Rousseau sostuvo que ninguna república puede serlo sin una “religión cívica”. Era el nombre que le daba al traslado de fe a cosas de este mundo, a las instituciones. El Estado peruano no se habrá separado de la Iglesia pero la Alcaldía sí. Algo es algo. En Machu Picchu pueden encenderse los rituales, nunca inocentes, pero en la plaza mayor de Lima, el poder se está asumiendo como laico. Lo cual no quiere decir antirreligioso. Sino neutral. La primera vez en cuatro siglos.

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Jueves, 27 de enero de 2011 – Diario La República
 

Fujimori y sus fujimorismos

 

Por: Hugo Neira

El peor enemigo del fujimorismo es Alberto Fujimori. Poco importa que Gina Pacheco, entre otras perlas, sea o no su enfermera. Seamos claros: lo que cuenta es dónde ocurre la cosa. ¿En Ate, en el centro de reclusión de la Diroes? Claro que hay que tener consideraciones con quien ha perdido 14 kilos, tiene un cáncer en la boca y necesita cuidados, enfermera y médico. Pero de ahí a darle facilidades obispales es otro cantar. El peor enemigo de la candidata Keiko es su señor padre. ¡Qué dificultad la de los Patriarcas para dejar la escena del poder! Fidel Castro, el peor enemigo del castrismo. Con él, en Cuba no hay Transición. En España tuvieron la suerte que el Caudillo las palmara en 1975. De lo contrario no hay ni Rey Juan Carlos, ni Adolfo Suárez para reciclar a franquistas, entonces numerosos. Pinochet tampoco se fue de golpe. Los autócratas cuando suben, se quedan por un buen rato. Miren a Chávez. Y fíjense bien por quién votan en abril.

Fujimori( padre) y sus fujimorismos. El primero, 1990, un chinito simpaticón que hizo campaña subido a un tractor, con apoyo de evangelistas y lemas nuevos y sonantes, “ tecnología, honradez, trabajo”. Ingeniero, rector, nadie en política. Y ganó. El segundo es el de shock económico, errático hasta que cierra el Congreso, 1992, y la fortuna lo favorece cuando la policía coge preso a Abimael Guzmán. Luego, en 1993, el país lo plebiscita. Pero el tercer y cuarto Fujimori son políticamente desastrosos. En el 2000 quiere la reelección, renuncia, fuga. El cuarto es el episodio chileno. Yo escribí, aquí, “El error de Fujimori” y medio Lima me dijo “lo calculaba”. Pero no. Se equivocó.

¿No hay nadie entre los visitantes de Ate, capaz de decirle en cuánto el país ha cambiado?  ¿No hay una voz caritativa, y sin sangre en el ojo, para decir lo más sencillo? Este país no es el mismo, señor Fujimori. “La concupiscencia del vale todo”, que marcó los años noventa, compite con otro sentimiento, el de la honradez necesaria. Lo de “roba pero hace obra”, hoy ni a Usted se lo aceptarían, ya sin prensa chicha ni un operador como Montesinos para los psicosociales. Por lo demás, los que votaron por Keiko, medio millón de peruanos, no son seres sedientos de sangre, dispuestos a nuevos grupos Colina. En cambio Usted persiste en imponer delincuentes en sus listas. Como Cronos, devora a sus hijos.

Hablemos ahora del fujimorismo, que es la sorpresa del posfujimorismo. Curiosa corriente, ni aprista ni de izquierda pero popular, difícil de catalogar, respondona, los he tenido entre mis alumnos. Un hueso duro de roer y de entender, sociológicamente. Pero he reeleído a Carlos Iván Degregori y Martín Tanaka, que practicaron lo que Max Weber llama verstehen, o sea, comprender “lo que los grupos hacen y por qué”. Que no es simpatizar. Universitarios de pura raza, explicaron en su hora la política de la no-política, el estilo autocrático y el manejo de clientelas que querían obras, carreteras, techos de calamina, aquí y ahora, no promesas, demanda predominante hasta nuestros días. Pero las cosas no son simples. Con don Alberto también el fujimorismo fue manejo mafioso, pudridero de elites, corrompió y pervirtió. ¿Cómo olvidarlo? La entrada en escena de Keiko, buena expositora, estudios modernos, era para decirnos, pese a los orígenes, (tampoco son muy limpios los de pinochetistas reciclados) que ellos serían una suerte de corriente social más bien utilitarista, preocupada por la eficacia, la urgencia. Keiko andaba en eso, pero no, ahí está el señor de Ate para recordarnos que el poder patriarcal es eterno. Alguien ha dicho, las ciencias políticas son el estudio de “las instituciones impuras”. En efecto, la situación es paradojal. Criticarán a Keiko a la vez que codiciarán su capital electoral, los demócratas, también los autoritarios que esperan la liquidación de la Mansión Fujimori para asaltar el país por arriba. Un asunto de vasos comunicantes entre pobladas que no creen en democracias. Y eso sería el sexto fujimorismo, con otros nombres.

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Jueves, 10 de marzo de 2011 – Diario La República
 

La sospecha. En tres mundos

 

Por: Hugo Neira

De una quincena a otra, en que escribo, como que no pasan muchas cosas. Pero no es el caso. En el ámbito peruano, para unas elecciones más que decisivas, hasta hace muy poco se lucía como única eficacia simbólica la importancia de ingerir comida popular en el curso de una campaña, lo que sustituía, al parecer, inútiles exposiciones de ideas y programas. Pero esa hipótesis se ha desbarrancado en los últimos días. Dos puntos más para el candidato Humala, el alza de PPK en diversos lugares, y una confrontación –¡al fin!– de los once candidatos presidenciales organizada por el diario El Comercio, ha cambiado en algo el estilo de esa justa electoral, entre las más vacías y autosatisfechas de nuestra historia contemporánea. Nunca se trató tan ligeramente temas de política. ¿Una lista de lavandería de promesas sirve para estructurar las expectativas? Muchas de ellas, rabiosas, impacientes. La mitología criolla es que gana el más simpático. Entendido como el que más se identifica con los excluidos. Entonces, ser colérico, ser doctrinario, no es aconsejable. Por lo demás, uno no puede menos que sonreír ante esos rituales de campañas democráticas donde los pretendientes al poder se ven obligados a mendigar el voto ante electores corrientes. El bailecito del afortunado, que provoca la mirada burlona o crítica del público, es condescendencia de poderoso que desciende al pueblo, además con millones para gastarlos en paneles con su foto, y compensación de la frustración cotidiana de los más pobres. Pero la realidad –el antagonismo de fondo que ninguna democracia de masas puede esconder– vuelve de inmediato. Y entonces, gobernar pasará a ser “la gestión de los resentimientos”. Y para este 2011-12, dada la fragmentación del Congreso entrante y la ausencia de una coalición que vaya más allá de la coyuntural codicia electoral, es sencillo anticipar que gobernar el Perú va a ser difícil, muy difícil. El paraíso del triunfo se tornará purgatorio ya en el servicio público. Ha pasado y volverá a pasar. Contrariamente a una de nuestras más arraigadas supersticiones, Palacio no otorga la felicidad a sus inquilinos.

El profesor Pierre Rosanvallon sostiene que por todas partes vamos a democracias de la sospecha (La défiance, dice). No pregunten quién es Rosanvallon, no tiene los méritos para que se ocupen las pocas escuelas de ciencias políticas que tenemos: no es ni norteamericano mi marxista. Modestamente, profesor en el Collège de France, Rosanvallon recuerda que la primera Constitución moderna, la americana de Pennsilvania de 1776, ponía en el poder una élite de elegidos y al lado, una asamblea de representantes, es decir, una élite de censores. Si esa dualidad falla, aparece lo que llama “un militantismo de terreno”. Hay dos ámbitos en donde esto es visible. En Francia, donde un sondeo ha arrojado la preferencia por la hija de Le Pen en las presidenciales del 2012, luego, doble crisis, de la V República, del sólido Estado creado por De Gaulle, y “el malestar social”, temas graves, los trataré más adelante. El otro ámbito de revuelta es la naciente “democracia árabe” (Cf. La República, 24 de febrero). El Islam está desbordado por demandas modernas. Y la rebelión ante Gadhafi, que no se va, es notable: los libios ostentan l6 mil dólares de renta, es decir, cuatro veces los ingresos de un peruano, ¡y quieren salir de ese régimen! En los diarios árabes dicen batirse por la libertad, derechos humanos y contra la corrupción, “a riesgo de sus vidas”. El español Gil Calvo en El País, exclama, “los licenciados árabes sin empleo se baten por lo que nosotros tenemos y no apreciamos”. Por aquí, amigo Calvo, la democracia tampoco goza de cotas muy altas, según el barómetro latinoamericano. Pero no se preocupe, las “democracias de desconfianza” a quienes osan querer gobernarlas, les ofrecen lealtades efímeras, mudables. ¿Pero acaso no fue así desde Atenas? Como régimen, el democrático, incierto y a ratos ineficaz, es preferible a todos los otros. Pregúnteselo a los árabes.

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Jueves, 07 de abril de 2011 – Diario La República
 

La noche del 3 de abril  

 

Por: Hugo Neira  

Voy a comentar el debate entre presidenciables del domingo 3 de abril. De la manera más sencilla. Vi un debate bien organizado, que arrancó a la hora en punto, casi. Vi expositores que se desenvolvían con solvencia. Vi gente preparada, que se ajustó a un formato muy difícil: dos minutos, réplicas brevísimas. Pero lo hicieron, con una sola salvedad, Ollanta Humala. Ahora bien, no estoy diciendo que los cuatro –Toledo, Keiko, Castañeda, Kuczynski– no tuviesen posturas encontradas. Fue un debate político y no un cónclave de cardenales. Y no me pareció un “plomazo” como dice Aldo, al contrario.

Pero iré al bulto. He visto cuatro candidatos de talla. Pero aun ellos confiesan lo que falta hacer, lo decisivo. Para llegar a la modernidad, el Perú que crece tuvo que volcar masivamente su inversión en el lugar donde radica lo que Hernando de Soto ha llamado, “la deuda interna”, es decir, las cuencas andinas. A las que por mi parte he recorrido detenidamente. Si Humala avanza es porque parece encarnarlas; digo, parece. Él lleva consigo, sobre las mismas espaldas, no uno sino dos modelos que se contradicen. Uno es el de un poder absoluto y personal, está en su plan de gobierno; qué Chávez ni Velasco, pensado para la Rumania de Ceaucescu o algo por el estilo, creación heroica de sus economistas utópicos. El otro, más modesto, es un manejo de la renta del canon distinto de Toledo y el segundo García. Los dos modelos humalistas se dan de patadas.

Más tarde, reflexionando, me llené de otros asombros. ¿De modo que esa era la espantosa clase política? ¿A la que hay que eliminar con la “refundación de la República”? Hasta esa noche, la campaña se perdió en rituales, los de siempre, ir a saludar al pueblo, comer o bailar en público. Hasta esa noche, la TV brilló por ausencia de reflexiones, salvo con Cecilia Valenzuela. En el 2006 hubo, “palabras cruzadas” de Hugo Garavito (te echamos de menos). ¿Qué le pasó a TVPerú? La TV de la democracia ha sido mezquina con quienes podían defenderla. Bien pudo haberse mostrado, con anterioridad, a Castañeda de la manera con que lo vimos el 3 de abril. Qué lástima que callara tanto. Qué lástima que Toledo esperase hasta esa noche para ponerse en el rol de hombre con experiencia de Estado, y entonces estuvo, dicho sin adulación, muy bien. Y sin duda Kuczynski. Pero no me da la gana decir quién ganó el debate. Sí, quién lo perdió.

Al día siguiente, otro de mis asombros fue la prensa escrita: la portada de los diarios. ¿Qué pasa, señores? ¿Aunque lo viesen por lo menos 10 millones de peruanos, al debate le quitaron importancia? ¿No cuenta en la formación de opinión? Puede que sí. Había que examinarlo con más detenimiento. Por lo demás, conozco pocos que escribiendo en diarios, quieran ser candidatos de nada. Martín Tanaka, por ejemplo, no es que publica sus puntos de vista para llegar a congresista. Ni Víctor Andrés Ponce, comentarista, y en el fondo, novelista. Falta gente como ellos. Yo trato de convencer al lector que mi religión es el sentido común y no un cargo, pero claro, no me creen quienes se han quedado en lo de “fuera del poder, todo es ilusión”.

En fin, lo siento, Humala estuvo decepcionante. Su campaña estuvo destinada a convencer que se ha vuelto un “moderado”, pero no solo leyó todo el tiempo, no respondió a las preguntas ni atinó a formularlas, en realidad no escuchaba y es difícil pensarlo como mandatario democrático. El vivir democrático requiere de un cierto talante. Tres de los expositores son demócratas liberales, y van separados. Ahí sobran dos. Humala, como desbordó el debate, a ver lector, ¿desbordará la democracia cuya regla es ser “pro tempora”: limitada en el tiempo? Otra era la pregunta clave: ¿Cómo luchar contra la pobreza, en democracia? Lo que está en juego este abril es el modelo político. Es decir, todo. A estas líneas sinceras las llamarán “guerra sucia”. La verdad siempre incomoda. Esperaré, sin embargo, la primera vuelta para examinar los diversos escenarios que se abran.

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Jueves, 16 de junio de 2011 – Diario La República


Tiempo Nublado

 

Por: Hugo Neira

Hace unos años andaba por México en un coloquio, vivía entonces en Francia, y en esto que, lo dicho por mí a la hora de exponer, se lo comentan a don Octavio Paz, nada menos. Paz quiso entonces conocerme. La invitación a verlo en su casa me llegó de parte de un asombrado Rector, quien me facilitó su chofer y auto, rogándome que lo saludara. Paz ya era Nobel, residía en México, y la verdad, no frecuentaba a mucha gente, dedicado a sus obras. De esa conversación, de la larga tarde en su hermosa y serena casa, en Paseo de la Reforma, acaso hable en otra ocasión más extensamente.

Ahora traigo a colación solo las últimas palabras que cruzamos. –Mire usted, me dice Paz ya en el umbral, están por editar un libro con mis últimos escritos sobre este tiempo nuestro, el contemporáneo, y que usted, por lo visto, ha seguido. Pues bien, me pregunta a quemarropa, –¿qué título me sugiere? Me quedé callado, y luego atiné a decirle –pues no lo sé a ciencia cierta, pero diría “guerra de religiones”, ¿no? Paz sonrió. Sí, también he pensado lo mismo, las europeas del XVI, entre protestantes y católicos, como las actuales ideologías, rivales en atrocidades por su intolerancia. Pero añadió, seguiré buscando. Y nos despedimos. Poco después me llegó su libro, Tiempo nublado.

Sirve, en sencilla fórmula, para indicar un clima inestable, y la promesa tras lo encapotado, de posibles tormentas. Para Paz el tiempo nublado era el fin de siglo, lo que hoy llamamos la mundialización. Atinada metáfora, encierra en un signo, un tiempo. Pero a diferencia de sus propósitos, mi uso es más modesto, me sirve para reflexionar sobre mi atribulada patria, el Perú. Y evitar el entusiasmo de los vencedores o la depresión de los vencidos. Ambos sentimientos, a mi juicio, excesivos. Estoy de viaje, pero igual recojo algunas voces. Una amiga, “Lima se tranquiliza”. Un amigo, desde París, “ lo peor no es siempre inevitable”. ¿Qué sería lo peor? La deriva autoritaria, sin duda. La he presentido, pero si no se concreta seré el primero en alegrarme. Como decía Churchill, “solo Dios y los imbéciles no se equivocan”. Y alegrarme no por mí, por mi país, por las libertades que hasta ahora tuvimos. Leyendo los diarios –ya no hay distancia pues existe Internet– surge un clamor de voces que no puedo menos que tomar en cuenta. Paciencia, serenidad, la espera cauta, la alerta. Hay sentido común en tal actitud. ¿Cómo juzgar, en efecto, a un régimen que aún no ha asumido el poder? Pero, por otra parte, hay quienes señalan las ambivalencias. ¿Gobernará el futuro presidente desde su Hoja de ruta, o desde su inicial y temible plan de gobierno? Como en todo tiempo nuboso, unos esperan las lluvias, otros, mejores tiempos.

El tiempo seguirá nublado. Un amigo joven me escribe para decirme que no votó por Humala pero que todos sus amigos sí, “y esperan el cambio”. El cambio no me asusta, de muy joven fui comunista y luego de adulto, velasquista. Mi interrogación es sencilla: ¿qué tipo de cambio? ¿Para ir hacia dónde? ¿Quedarán en pie las libertades? Hoy eso me parece tan importante como los cambios mismos. Y también temo lo contrario, que no los haya, y el desengaño de quienes los esperan. No sé cuál es peor. A diferencia de muchos, tengo otra lectura de lo ocurrido, en especial del 10 de abril. Se hundió un sistema de representaciones.

Creo que ha aparecido en el tándem nacionalistas-fujimoristas, como una suerte de estrato geológico gigantesco, un continente sumergido, lo popular airado, lo descontento. Lo vine diciendo. Las demandas eran claras, querían las poblaciones algo que no fuera el laxismo de estos años. Querían orden y, no se asusten, que el Estado exista, quieren comisarías, es un ejemplo contundente. Las elites democráticas no lo entendieron, sus campañas fueron farra, fiesta. Las urnas las han llenado votos, no tanto clasistas o étnicos, como algunos creen, sino plebeyos. Pensar que las elecciones han sido paréntesis, ritual de consulta, es versión cobarde y ciega de lo que en el Perú ha ocurrido.

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Jueves, 30 de junio de 2011 – Diario La República  

El ego de los políticos

 

Por: Hugo Neira

Noto al volver que la escultura de un Cristo del Corcovado protegiendo la bahía de Lima es iniciativa ferozmente comentada. Lo que yo sé es que se viene una crisis mundial, Obama no encuentra la salida, la economía americana sigue sin crear empleos, la zona del euro entra en crisis, la China se repliega, pero en Lima se discute sobre el regalo brasileño. ¿Y dónde quieren que la ponga, Alan García? ¿En algún punto perdido de la Interoceánica, como se ha dicho? Recuerdo que cuando visité la ciudad de Concepción, cerca de Huancayo, por un trámite que tenía que ver con la Biblioteca, me asombró el mirador con la Virgen de la Inmaculada a 3375 metros de altitud, coronando el valle del Mantaro, preciosa. No sé quién la puso, qué alcalde, pero ahí está, y a la Concepción la visitan por sus truchas, sus nísperos, su buen clima y el buen pan de don Juan, famosos. Y por la gigantesca escultura. El asunto va más lejos. En Lima se recibe a los presidentes con ramos y se les despide con vía crucis. Y entonces me pongo a pensar y me pregunto si los políticos tienen que tener ego o no para la locura de hacer política en el Perú. O sea, mover voluntades e inercias mil. Lo tuvo Nicolás de Piérola. Al ego del “Califa”, cuando tomó Lima con sus montoneras, y al sistema que montó, debemos el período de progreso material más prolongado del Perú, o sea, 1895-1930. Con estabilidad que ya quisiéramos hoy.

En nuestro siglo veinte, los pocos grandes políticos obraron gracias a un ego gigantesco. Cuando surge Haya de la Torre, ¿qué otra cosa podía hacer sino reunir acólitos, escribir libros y congregar multitudes? ¿Pero qué creen que es un político? Yo les voy a decir, por ejemplo Alfonso Barrantes. Hace años, decenios, andaba yo metido hasta las narices en el velasquismo, trabajaba en el día como un forzado, pero joven y soltero, también juergueaba. Así, una de esas noches, saliendo de una boite, un carro frena, una cabeza se asoma, Alfonso Barrantes. “¿Qué haces Hugo? Tenemos que hablar”. Le dije de inmediato que sí. Fuera del aprismo, era él lo más fuerte de la oposición, y nos fuimos todos, sus acompañantes, varios de ellos armados, y mi amiga que abría enorme los ojos ante el giro que tomaba la noche, a un cuchitril de Barranco, “a hablar”. Nos dieron las 5 de la madrugada. Para esa política no había hora ni agenda. Barrantes por lo demás, había aprendido del mismo Haya el valor de la nocturnidad. Estaba dedicado, día y noche, a ser Alfonso Barrantes.

Otro gran insomne era Carlos Delgado. El asesor de Velasco, el civil más ocupado, mil comisiones; pero igual, Delgado se plantaba en cualquier momento en casa, cuidando de ese grupo que él había reclutado personalmente, a Béjar que salía de prisión, a Carlos Franco que dejó el PC, a Pancho Guerra que dejó la DC, a mí que dejé Europa. Reunió a muchos. Para lo cual, se comprenderá, se necesitaba de un ego tan grande como el Cristo del Corcovado. Y Delgado a la menor señal de fastidio de uno de nosotros, se aparecía y “ tenemos que hablar”. Y eran entonces conversaciones con aclares y granputeadas, que acababan en abrazos. La política era vivida como fervor y misión. No era “ light”.

Por eso quizá no haya hoy partidos, fuera de elecciones. Porque la acción política no es algo que se hace de 9.30 am a 1.30 pm, y después del almuercito, de 4 pm a 6 pm. No es asunto de oficina. Son las 24 horas. Como Piérola, Haya, Barrantes y Delgado. Como no creo que sea el caso de Yehude Simon, pese a que. Ni el de Lucho Castañeda, hombre de obras pero no de ese tipo de desvelos. Lo que se llama un político, es eje central de una red de voluntades sin límites de familia ni de tiempo. Y para eso no alcanzan del todo los twitters ni mensajes en mail. Se necesita lo que se llama entrega. Y una sana locura. Hay que entender que ni la democracia ni la historia son el resultado de tendencias espontáneas de la sociedad. Algo la hace bifurcar, para bien o mal.  

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Jueves, 28 de julio de 2011
 

Fiestas julias y el “Enterprise”

 

Por: Hugo Neira

No escribo esta nota desde Lima y acaso es mejor. Conozco mi país, sus rituales, en particular los de fiestas patrias. Recuerdo, cuando escolar, el desfile en el Campo de Marte curiosamente bajo un sol radiante, suerte de veranillo que nos acompañaba aunque en agosto volvieran el frío y la garúa. Hoy, por estas fechas unos celebran, dejan la gran Lima, y muchos no, y como el lector y el que esto escribe, se interrogan. ¿Qué se dirá en el discurso presidencial? Lo ignoro. En cambio, estoy en el extranjero trabajando alguno de mis libros, y las fuentes a las que acudo me dan un panorama del continente y una mirada global sobre el Perú.

Y en efecto, ¿de dónde venimos? De la economía agrícola anterior a la Reforma Agraria, a la economía comercial, minera y financiera de estos días. De la sociedad oligárquica a la irrupción de lo popular. Del campo a la ciudad. No de una sino de varias transiciones. Se movieron las placas tectónicas de la sociedad, los basamentos demográficos, mentales. Ahora bien, el signo de un tiempo es opaco. Nadie en la Edad Media o en los Tiempos Modernos los llamó así. Algo inmenso viene ocurriendo, a trompicones. Y que es de variada, difícil dialéctica.

Tenemos democracia, pero no hay de qué ufanarse: el índice de aceptación de las instituciones representativas, según el Latinobarómetro, es en el Perú fluctuante y de los menos seguros del continente. Tener libertades públicas es una cosa, pero las acompaña la cultura de la sospecha, para “los de arriba”. Pero tampoco la gente corriente tiene una relación entusiasta con lo lícito, se transgrede hasta para pasar la calle. Por lo demás, la política es informal, sin partidos. Lo popular se expresa con toma de carretera y llanta quemada. Tras estallidos de violencia, de eficacia simbólica. Hoy, 28 de julio, celebramos la lógica de la representación republicana. Pero hay otra lógica sin urnas, de operadores fragmentarios, gente de la intermediación, los brokers (Carlos Meléndez). Así, los grandes eventos políticos ocurren en lugares alejados. En Bagua, en Quislish, la mina de oro cuya perforación, según las comunidades vecinas, pone en peligro el agua cajamarquina. Hay una tradición que heredamos, la omnipresencia del conflicto.

En pocas horas entrará un nuevo gobierno. Van a asumir lo que los ironistas llaman “los beneficios dudosos del éxito”. Enfrentarán lo que los mexicanos llaman “la sociedad peticionaria” (Aguilar Camín). Un tipo de sociedad que no paga impuestos pero exige. En la modernidad, el pacto entre ciudadanos y Estado es la tributación. Pero en el Perú es bajísima y no hay con qué pagar ni la policía que cuide al extenso Perú de 95 mil pueblos. Así vamos. Y si gobernar es actuar sobre las expectativas, acaso la más fuerte no sea la pobreza o el empleo sino el temor a la delincuencia. Ha aumentado el número de tarjetas de crédito por millones, pero también la inseguridad. En fin, la gobernabilidad del Perú es una de las más difíciles. Y la ilusión de alternancia flor de un día. Si no, miren los blogs.

Bajo un doble signo ¿precariedad y oportunidad? Déjenme, pues, acudir a una metáfora, licencia literaria que permite comprender por comparación. En la TV acabo de volver a ver una serie de los años 60, la aventura espacial de la nave Enterprise, y saltó a mi mente una cierta similitud. La mítica nave se aleja dramáticamente de su punto inicial, la Tierra, y los riesgos del “viaje a las estrellas” se acrecientan. Ahora bien, lo prodigioso del Enterprise no es solo la química entre el capitán Kirk y el señor Spock de puntiagudas orejas, o la acechanza de los extraterrestres, sino que el viaje se abre a lugares ignorados. No funciona entonces ni ciencia ni percepción clara de los hechos. Me interesó volver a escuchar la frase del capitán, “Don’t get logical with me”. “No se pongan lógicos conmigo”. El Enterprise era un avión-usina, se autorreparaba a medida que viajaba. ¿No es esa una metáfora del Estado moderno? Y nuestra nave del Estado, ¿se renovará? ¿La forma misma de hacer política? Feliz 28.

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