Perú. Sociedad Parte II

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Jupiterina, 11 de diciembre del 2003

Vicios privados y virtudes públicas

 

Hugo Neira

El actual sainete político irrita a todo el mundo. Dimes y diretes de gente de la clase dirigente —bueno, es un decir— como que cansan. En este diario ya se ha dicho, el ritmo es de un escándalo" cada cuatro días". Hay la penosa y generalizada impresión de que los problemas de fondo del Perú se postergan en discusiones de intendencia. Tomo en cuenta el fastidio del colega Juan Paredes, por lo general ecuánime. "La agenda no la pone el gobierno". “¿Quién carga con la suerte de Merino? ¿Luis Solari? ¿El cardenal Cipriani? ¿Willy Gonzales Arica?" (El Comercio, este 10).

Y no la pone (la agenda) tampoco la oposición. Otra cosa está ocurriendo. La producción social espontánea de sentido en tres direcciones. La necesidad de separar lo público de lo privado. La necesidad de separar —menos nítida que la anterior— gobierno de Estado. Y la tercera un reclamo de moral, medio cucufatón. Para este cronista, ahí hay problema. Se exhibe nuestra incompleta secularización. ¿Desde las chúcaras huelgas al reparto caprichoso de cargos públicos, todo concluye a los pies de un nuncio o en la espera del dictamen de algún monseñor? ¿Somos incapaces de pensar moral pública sin Inquisición? ¿Para cuándo la separación de la Iglesia y el Estado? Como van las cosas, mejor elijamos a obispos. Algo así como en el Irán de los Ayatolás. Una República Teocrática, al menos llamaremos la atención.

Por confundir privado/público, Freddy Ghilardi está perdiendo la presidencia de Ancash, y Raúl Diez Canseco, la carrera política por entero, si prospera que lo inhabiliten. Los diarios han querido, para este último, sentimentalizar el tema. Pero, ¿realmente la gente se ha apasionado sobre la vida sentimental del primer vicepresidente? Las fotos en Miami, el ampay periodístico sirvieron para comprobar que mentía, no si estaba enamorado o no. El tema ha sido seguido tanto como el dramón británico de Lady Di, un relato de Cenicienta al revés. Pero aquí, en un escenario de país pobre, y ya pasablemente irritado ante precedentes abusos de poder, el morbo limeniense va a otra cosa. ¿Hubo o no un DS 047 que favorecía a una sola persona? Y todo un país se despierta en plena modernidad jurídica, la norma impersonal, la ley sin nombre propio. Lo enseñan en todas las facultades de Derecho. Nunca se aplicó. Diablos, la victoria no de Marx sino de Rousseau.

Por otra parte, hace siglos que los anglosajones, maestros en montar democracias tolerantes en sociedades de substratum puritano, separaron con vigor, si los hubiera, "vicios privados y virtudes públicas". Se puede ser un gran pecador y, a la vez, un eficaz y honrado estadista. También lo contrario es posible, "sacolargo" y pésimo gestor. Son dos campos o dominio, no confundir. Yo creía el tema resuelto desde que Jaime Bayly se atrevió a preguntarle a Lourdes Flores Nano si era virgen. "Eso a ti no te importa", le respondió brillantemente la entonces candidata. Creo que el ataque a la muy respetable Premier tiene diversas procedencias, enumerarlas es vergonzante. En este país no se quieren normas, eso está claro. Por lo demás, lo de "los empleos de confianza", el gran pecado al parecer de la señora Merino, no se va a arreglar hasta no implantar carreras en el Estado, y todas por concurso. Ahí se acaban las suspicacias. Pero el tema merece más lento tratamiento. El tercer sentido es que la apasionante historieta política de estos días resulta escandalosa dado que circula la última de Sally Bowen y de Jane Holligan, el espeluznante estudio dedicado a Vladimiro Montesinos, El espía imperfecto (Peisa, 2003). El problema no reside en la "telaraña siniestra", sino en algo peor. El maestro está preso pero inesperados discípulos juegan a lo mismo. Hoy, en Lima, los rumores no salen de "la fábrica", como llamaban al SIN de los días del Doctor, sino del Legislativo, de Palacio, de todo lado. Llueven los sobres manilas con información reservada. Se despedazan con "trascendidos" políticos encumbrados. El tercer sentido es que esa clase política hay que mandarla a su casa.

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Sabatina, 20 de diciembre del 2003

Virtudes públicas. Persisto y firmo

 

Hugo Neira

César Hildebrandt se ha ocupado, en algo, de mis ideas, lo cual es por cierto legítimo, y hasta de agradecer, pero con inexplicable malhumor, de mi persona. Al comienzo no le di importancia, pero, según amigos, colegas y muchos de mis alumnos en maestrías universitarias, algo debería decir. No puede haber polémica, no porque César, a quien consideré toda mi vida un hombre inteligente, no lo merezca —y un luchador sin par contra el fujimorismo— sino por la manera bastante descosida con la que se refirió a lo que dije, con chascarrillos que se suponen propios del medio televisivo y la cultura criolla. ¿Qué hacer? Mi artículo se titulaba "vicios privados y virtudes públicas" (11 de diciembre, La República). Así que recordaré al lector, en primer lugar, qué es lo que sostuve.

Dije que los temas políticos van a parar últimamente al pie de un Nuncio o sometidos al dictamen de un Monseñor. Dije que por confundir lo privado y lo público, Freddy Ghilardi estaba perdiendo la presidencia de Ancash, y Raúl Diez Canseco, la carrera política por entero. Dije que por mi parte creía el tema resuelto desde que Lourdes Flores Nano ante Jaime Bayly y cuestionada sobre "si era virgen" respondiera brillantemente, "Eso a ti no te importa". Dije que los ataques a la Premier Merino tenían diversas procedencias, y que "era vergonzante enumerarlas”. Eso es lo que dije. Persisto y firmo. Pero en "En la boca del lobo" resulto defendiendo a "los curas pedófilos". Hildebrandt Dixit. ¿En qué artículo, en qué línea? Esa no es sino una generalización indebida, una falsa analogía, una inversión de la carga de la prueba, un envenenamiento de aguas que desacredita a quien la usa, y es una pena que un hombre de su inteligencia acuda a tal mala retórica, y además, conmigo. Me habla de moral. ¿A quién se lo dice? ¿A quien pasó por un gobierno en el que él también tuvo participación, sin enriquecerse?

Más allá de lo personal, lo cierto es que en la agenda política se ha estado discutiendo, sin decirse claramente, un tema inmenso, universal, el de la vida privada y vida pública, punto muy conocido en derecho, en ciencias políticas, en filosofía de la modernidad, de canónica mención y que en otras sociedades ha pasado al fondo del sentido común, sin requerir casi explicación. Pero aquí, en Perú, es lo que está en la práctica y en la teoría, tras el doble escándalo que lleva el nombre de Raúl Diez Canseco, y apenas semanas después, de la ex Premier Beatriz Merino, no resulta muy claro. Es decir, un proyecto laico y civil de democracia sin "tutelas" (la idea es de Nugent) castrenses o eclesiásticas. Todo aquello fue mi artículo. Acaso muy breve. Acaso me expliqué mal. La separación de lo privado y lo público, al parecer, es criterio que todos dicen compartir, y la opinión dominante es que se maltrató a Beatriz Merino. Por otra parte, todos sabemos que la democracia comienza por proteger a los individuos. De entrada nuestra Constitución lo establece. Es el primer bien la vida cotidiana. En esta materia hasta las Iglesias, en el mundo, se contienen. El individuo en lo moral, es el libre arbitrio. Cada uno salva su alma o se condena. Pero, la tesis de la democracia como cultura de responsabilidades individuales va más allá del "todos iguales", hoy debemos arriesgarnos a pensar que si los individuos son plurales, en consecuencia son "diferentes". El tema es complejo, nuevo, delicado, no lo vamos a agotar aquí. Otra es la cuestión peruana. El doble abuso del asunto de lo privado. De una parte de los agentes políticos. Me refiero tanto al ex Ministro como a la ex Premier. Si ellos querían que su privacidad individual fuese respetada, bien hubieran hecho en no transgredir la línea divisoria y moral que separa ese ámbito, en efecto, inatacable, del ámbito público. No lo hicieron. Ambos tienen que explicarse sobre un contrato de favor y ella, sobre nombramientos susceptibles de ser tomados subjetivos y parciales, por no decir más. Pero el otro crimen, y esta vez público, también lo hubo. Se ha juzgado con categorías de pecado (que es un asunto privado) lo que es público. Y los medios se han puesto a escarbar en las vidas privadas para deshacerse de ambos, tanto de RDC como de BM. Ocurre, sin embargo, que nuestros políticos tratan lo público como si fuese un bien privado. Sus críticos, al revés, la vida privada como si fuese un bien público. En realidad se trata de un doble abuso. De los actores como de sus inquisidores. Por lo demás, a la fábrica de infundios, más activa que nunca, Beatriz Merino le resultaba ingrata, como pronto ocurrirá con Carlos Ferrero. Pero no por razones de moralina sino porque la reforma tributaria y del Estado en cierne tocan sacrosantos intereses. La confabulación en torno a la Premier fue vasta. La que viene no será menor.

En la información a la que diste curso, César, estaban mezclados explosivos temas jurídicos (arbitrarios nombramientos) y, no puedes negarlo, intimidades. No se puede tirar la piedra y esconder la mano. Por lo demás pudiste invitarme como en otras ocasiones y hubiera sido provechoso para todos. Pero el Perú sigue siendo el país de las oportunidades perdidas. En vez de eso, el "No te pases, Hugo", lo de afrancesado, por poco no de extranjerizante. Muchas gracias, César, he ahí el premio a treinta años de carrera en las universidades francesas, y de volver a su país. Pero ni creas que te pido cámaras. No estoy en el vedettismo. Tengo otras ocupaciones, libros por escribir, cursos por dictar, viajes por hacer.

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Jupiterina, 06 de noviembre del 2003

Paloma de sangre

 

Hugo Neira

Es una película peruana, Paloma de papel, dicho sin ninguna amable condescendencia. Oportuna por su temática: la guerra interna. Emocionante dado el enfoque: la violencia senderista vista desde los ojos de un niño andino. Nada cerebral, al contrario. Me ha conmovido. Y al público. Al final hay aplausos. Vayan a verla. No lo van a lamentar.

Ante los críticos de cine ha salido bien librada. Aunque se acentúa que el realizador, Fabricio Aguilar, es un joven realizador. No, no voy tras esas cosas, que si el "casting" o el ritmo. Cine de emociones. Hay algo difícil de encontrar en el cine largo peruano dice Federico de Cárdenas, "una visión que apuesta por una comunicación situada en el plano de los sentimientos y afectos… en un plano más intuitivo que conceptualizado" (La República,"Domingo", 5 de octubre). El libreto, en efecto, se encamina a la agresión senderista y a las emociones que levantó. Acaso sorpresa y un primer momento admirativo. El niño Juan, transformado en Cirilo, parece plegarse al juego terrible de la guerra. Y luego, llanto, fuga, terror y resistencia. La mirada de los niños se metamorfosea y ven a los adultos como ogros. Es en el fondo fábula. Los visitantes se vuelven demonios.

Pero el pequeño Juan, vuelto a la fuerza camarada Cirilo, se niega a ser uno de ellos. El infierno tiene color de puna, y como fondo, las cumbres hermosísimas y nevadas de algún lugar del Perú. Qué contraste entre la paz de ese paisaje y la violencia de los hombres. Qué de emociones tan peruanas. ¿Qué quiero decir con esto? Es ilegítimo querer explicar el porqué de una cultura, dice el antropólogo Clifford Geertz, "porque cada una responde a un sistema de símbolos particulares y a un repertorio de sentimientos". Y a una gestualidad. Ni en el modo de llorar o reír nos parecemos a otros. Peruano ese silencio, ese callarse. El pequeño protagonista (Antonio Callirgos) no logra explicarles a los del pueblo lo que le ha ocurrido. Laconismo.

No todo es perfecto, claro. Ciertas ropas y giros, más bien costeños. Pero tampoco era cuestión de disfrazarlos de indios. Por lo demás, al inicio, una tranquila comunidad andina, las mujeres lavan ropa en el río y los niños trabajan o retozan entre bromas. Imagen cándida, acaso hecha a propósito, porque luego llega la peste de la violencia. Llega Carmen (Tatiana Astengo ) y Jenny (Melania Urbina), o sea, las dos muchachas senderistas, y el relato le da tiempo a que Fermín el padrastro (Aristóteles Picho) siembre la muerte en el pueblo, agente clandestino de los senderistas que acampan cerca. El mal viene de fuera del pueblo andino parece decirnos el realizador. Ese mal también son los militares, a punto de violar campesinas. Nada de realismo se escatima, pero tampoco se remueve el cuchillo en la llaga. En fin, ¿por qué la calificación de mayores de 14 años? El pequeño Juan se rebela, buen ejemplo de que no siempre debe seguirse a los adultos. Lección de libertad ¿y la evitan?

Sobre el senderismo, cuando apareció, se dijeron algunas patéticas tonterías. Pomposos doctores le atribuyeron una prosapia indianista que aquellos no reclamaban. Por el contrario, nadie masacró como ellos a tantos del pueblo campesino y quechua. Ese protagonista, el niño Juan, son los desplazados. Los huérfanos de la guerra. Hombres y mujeres que volvieron, cuando volvieron, a las devastadas aldeas. No diré al lector cómo acaba el relato. No seré el indiscreto amigo que cuente el final. Diré apenas que es como un bálsamo. No se lo pierda.

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Sabatina, 08 de noviembre del 2003

Buscando un Inca

 

Hugo Neira

Me convencí. Los Humala son la voz. Al menos Antauro al que vimos en la televisión ante Rosa María Palacios, que dicho sea de paso, la vimos flaquear cuando sostuvo que "la autarquía había fracasado". Antauro, que tiene reflejos rapidísimos, le repreguntó ¿en dónde, ah? La periodista no supo qué decir y bajó los ojos. La próxima vez, hija, le dices que en la China de Mao hasta que el modelo fue abandonado por los propios chinos por imposible, a ver si te entiende.

Con los Humala todos al Tawantinsuyo. Pero conociendo a mis paisanos, y sabiendo que en materia de futurismo se ponen bacanes y esperan un porvenir por lo menos de incas, o tirando por lo bajo, de caciques, nobles o toparpas, quiero recordarles cómo vivían los indios del común, no vaya a ser que ese sea el masivo destino.

Tawantinsuyo: cada uno en su pueblito y cultivando su topo de tierra con mujer e hijos. Nada de viajes. Por si no se lo han explicado en la escuela, sepan que los maravillosos caminos del Inca eran para dignatarios y ejércitos. Nadie viajaba por iniciativa personal, los "indios forasteros" aparecen en la colonia. Tawantinsuyo: nada de casarse con quien sea. Apoyados por ilustres antropólogos de nuestras mejores universidades (que verán al fin realizado el sueño de la utopía andina) los Humala restablecerán las reglas de parentesco. A casarse con la hija primera de la hermana de la madre de uno, y esto, a rajatabla, y no importa si te salió bizca, coja, jorobada o puta. Y el tercer hijo, ya saben, lo dice Antauro, se dona al Estado. No explicó si se restablecerían los sacrificios de niños que estudió y reveló el historiador Carlos Araníbar. Puede. Tienen, los Humala, el aire de no hacer las cosas a medias.

Tawantinsuyo bonito. Nada de vacas, las trajeron los colonos españoles. Ni ovejitas, ni cerdos ni gallinas. Todo eso vino con la maldita colonización europea. Nada de burros, son asiáticos, y menos caballos, horrendo compañero del Conquistador. Nada de perros, salvo esos medio calatos que de paso se comen. Ni trigo por europeo, ni naranjas procedentes del Asia, ni azúcar y menos negros, vinieron ambos de África. Nada de cerveza, se hace con cebada que introdujeron los españoles, y es bebida alemana. Si los andinos se aburren, ni remedio, el domingo nada de fútbol, es inglés, y menos aun rezos, Jesús era judío, como Waisman que como dijo Antauro "no es peruano". Y nada de pisco. ¿De qué se hace? De uva, y la vid la trajeron en la colonia y más tarde a unos comerciantes italianos se les ocurrió un cognac en la ciudad de Pisco. Ni hablar. No lo hubo en el Tawantinsuyo. Ni toros, menos fiesta brava. Nada de campanas, invento de misioneros. Ni carnavales y menos procesiones, con lo cual salta medio calendario indígena. Producción, autarquía, mano dura. Obediencia carajo ¡Ah perdón, la expresión es castellana, viene de cara de ajo. El soldado cobarde.

Nada de libros, no los hubo con los Incas y la imprenta salió de la cabeza de un alemán llamado Gutenberg. Nada de catolicismo, la sede de esa religión está en Roma y los Papas suelen ser italianos o polacos. Tampoco echarse a contar usando el cero, es invento hindú y árabe. Nada de pólvora y nada de ruedas: a los Incas de la nueva dinastía Humala los van a cargar a lomo partidarios de la etnicidad, y tribalistas, multiculturalistas y nostálgicos de Túpac Amaru. Nada de acero, eso vino con Pizarro. Nada de cañones ni fusiles, son inventos ingleses, alemanes o norteamericanos, como el winchester. La honda Humala los reemplazará. Con ellas rescataremos Arica y Tarapacá. ¿Para qué el Huáscar? Con unos millares de balsas incaicas, asunto arreglado. ¡Viva lo nuestro!

Nada de astronomía, Galileo era italiano y Newton súbdito inglés. Cuando los jóvenes bajo el gobierno humalista reclamen ciencia, los enviamos a estudiar con chamanes. Y el cálculo y la ciencia experimental, hace siglos en manos de extranjeros, los reemplazamos por adivinaciones, magia e interpretación de la realidad peruana en entrañas de llama. Al diablo las computadoras. Un cuy y unos huesitos de muerto, y ya. Sabremos el porvenir. No vale la pena acudir a la ciencia extranjera, los Incas no la necesitaron. Incendiaremos la absurda Biblioteca extranjerizante y seudocientífica que quiere Sinesio López. La historia patria tendrá que volverse a escribir: nunca vencieron los españoles. Todo esto, desde el 2006, según las profecías de Antauro. Y con elecciones. Que serán las últimas. El tema de la ciudadanía desaparecerá, quimera de un francés del XVIII llamado Rousseau. ¿Por qué tenemos que creerle? No era ni reservista ni etnocacerista. Lo de la etnia resulta más sencillo, ahí naces y ahí te friegas. ¿Qué es eso de individuos libres? Invento de griegos, esos viciosos

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Jupiterina, 30 de octubre del 2003
 

¿A la boliviana?

 

Hugo Neira
 

Curiosa nuestra ciudad y maneras de razonar. Voy a una universidad invitado a dar una conferencia, me acogen amablemente y entre las cortesías del caso, antes de entrar al anfiteatro, uno de los profesores me dice como para darme ánimo, "el alumnado es bastante despolitizado pero con lo de Bolivia se están animando".  ¡Vaya!  Me han tomado como un emisario de Bakunín.

Cuando se hundió la Argentina, y se hundió de verdad, con gente agarrando a empellones las rejas de bancos cerrados, en la hora trágica de la no-convertibilidad, con "piqueteros" saqueos y estallidos, en la rica Argentina que fuera otrora faro de la inmigración mundial, muchos en esta cándida Lima dijeron, "igual que por aquí". El etnocentrismo cultural lo equipara todo a lo local, creyendo entender. Pero no se entiende de la misa la media. No, la crisis argentina no es la peruana. Nunca fuimos un país de vastísimas clases medias como ellos, ni recogimos europeos por millones. Ni tuvimos industria pesada. En Perú, la pobreza, cosa de siempre, se fue instalando como sorprendente pobreza activa, llamada informalidad. A ellos se le vino de golpe el techo encima, por ahí, por lo de Fernando de la Rúa, cuando el número de informales se les multiplicó por cuatro, cuando el sistema distributivo (que nunca tuvimos) se les fue al diablo. Los alcanzó también el pauperismo pero por otros caminos.

Gusto excesivo por la analogía. Hoy miramos a Bolivia. También a Ecuador. En ambos países, potentes organizaciones indígenas. La cuestión es de rigor. En efecto, ¿por qué no? La cuestión da para monografía, ensayo y libro, pero iré rápido.  Si aquí fallara a la corta el Estado (que debe dejar de ser monocultural) o los partidos políticos, entonces la política podría volverse étnica. Pero por el instante diría, por razones de fondo, de estructura social, que más bien no.

Ecuador es el Perú de los 50, antes de las reformas agrarias, de Fernando Belaunde a Velasco. Allá nadie expropió haciendas ni repartió tierras. Ni hubo gran migración hacia la urbe, ni Quito tiene 8 millones de neourbanos como Lima. Ecuador sigue siendo el país de la novela " Huasipungo", con señoriales latifundios. Ecuador no tiene lo que con acierto se ha llamado entre nosotros "la choledad" (de Matos Mar a Nugent).  En Bolivia se ponen de pie las naciones aimaras. En términos que usaban nuestros primeros indigenistas en los años veinte, cuando "Tempestad en los Andes". Lo suyo, de repente, no es avance sino retardo. ¿Qué nos separa? Un poco Gamarra, las polladas, los Conos, los Olivos, Dina Páucar. A buen entendedor, pocas palabras.

Violencia tenemos. No a la boliviana. Hace muy poco, el remezón del Sutep, el paro agrario que rompió en 91 puntos las comunicaciones. Y cocaleros. Y violencia cotidiana. Escolares secuestrados. Informales que se baten con la policía por su derecho al contrabando. Suicidios de muchachas con raticidas. Piquetes, no argentinos, sino de 300 bandas organizadas que en el momento menos pensado te ponen el revólver en la sien. Todo eso es protesta diaria, entre delictiva y social. La tenemos delante, y no la entendemos. Peor aun, como si fuésemos un aburrido Mónaco o Andorra, en este Perú en que las discotecas se incendian solas, los  chóferes se desbarrancan por borrachos, donde no hay institución sin conflicto interno, y no se obedece a nadie, ni alcalde, ni presidente de región, gobierno o partido, todavía hay quienes sueñan, además, como modelo de descomposición el de la vecina Bolivia. Sobre llovido, mojado.

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Jupiterina, 02 de octubre del 2003
 

Condones magisteriales

 

Hugo Neira

Como en aldea colonial, los condones ministeriales armaron revuelo. Resulta que un ministro ha dicho, o parece que ha dicho, lo de la distribución de condones, y luego dicen que no dijo. Descartes, el de la claridad, no es precisamente nuestro filósofo preferido. Más bien el alambicado Cantinflas. Digo que no digo.

En fin, se consulta a la población, a nuestra manera. Reportaje en el programa de César Hildebrandt. Sus periodistas fueron a la salida de colegios, como quien dice a boca de urna. Recogieron la opinión de una serie de despiertas colegialas. Para ser sinceros, la verdad que muy claras. Muchas aprueban lo de la supuesta distribución de preservativos, aunque el ministro diga que no dijo. Las que desaprueban, que son tantas como las otras, lo hacen matizando. Entregados así porque sí, los dichos condones, dicen, parecería que se incitara a tener sexo, pero no se oponen aun las más reacias a recibir cursos y cursillos, información, etc. No es la idea de precaución lo que las fastidia, sino el modo. Condones ministeriales.

Ahora bien, un suelto periodístico afirma que se pone en el tapete el tema de la Educación Sexual tras un cursillo para maestros organizado por la Facultad de Farmacia y Bioquímica de San Marcos. "Por las 258 vacantes para este cursillo, llenadas en poco tiempo, mostraron mayor interés las maestras, unas 186, sobre los varones, unos 72 maestros". La nota incluye una entrevista a la señora Martini de Estremadoyro. "Al instruir a mujeres de 15 a 40 años, tanto a casadas como solteras, hallo enormes problemas". "Con un mejor conocimiento ñdice la educadora de una vespertinañ se reduciría el número de madres solteras".

La nota en cuestión es de un Caretas del 31 de agosto de 1966. O sea, de hace 36 añitos. En ella, Mario Márquez Zorilla, educador, que a estas alturas ya debe ser finado, dijo "impartir de manera sistemática educación sexual entre los alumnos". ¿Saben desde cuándo? "Desde hacía 27 años". O sea, tírenle pluma, desde 1936. De cuando gobernaba el Perú si el Perú se dejó alguna vez gobernar don Oscar R. Benavides. Es decir, desde el jurásico inferior. El tema y el debate, y el hacer de la gente en la materia, con condones ministeriales o sin ellos, no es de hoy. Más claro, 60 años para admitir lo de la educación sexual. Y otros 60, supongo, para lo de los condones. Bravo, a esta velocidad en un par de siglos, llegamos a la vida civilizada.

Dos conclusiones. La educación sexual hace rato que se imparte, sin que por ello disminuyan las madres solteras. Al contrario. Pero si no es la escuela, tampoco voy a decir "el hogar, el hogar", como algunos. La cosa es más compleja. Lo segundo: no hemos aprendido a ser discretos. Esta vez se pudo colocar, a título de experimento, un par de distribuidores automáticos. Como los hay en otros países. Se pudo comenzar por uno que otro colegio, a ver qué pasaba. Pero fue más el ruido que las nueces. Como temática lo de sexo y escuela amarillea en viejas revistas. La tradición irónica tiene razón. En Lima en vez de decirnos por las mañanas qué hay de nuevo, deberíamos saludarnos con un ¿qué hay de viejo?

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Jupiterina, 18 de setiembre del 2003

Los  conchudos

 

Hugo Neira

A lo largo de siglos, desde los Antiguos a nuestros días, en el pensamiento político y moral, de Aristóteles a los modernos,  el gran tema ha sido quien manda o gobierna, o sea, la cuestión del poder, y consecuentemente, el tipo de régimen más adecuado. Ahora bien, los peruanos estamos innovando. Aquí el tema no es quien manda sino quien obedece. La paladina verdad es que nadie. 

Los ejemplos huelgan, pero igual los pondré. El señor Max Ramírez, Presidente de la Región San Martín, dice que no renunciará. En diálogo que mantuvo con este diario (La República, miércoles 17) razona de la siguiente manera. ¿Mantuvo contrato con sus hombres para compras personales que pagó la región? La respuesta es sí, "pero no hubo favoritismo" (sic). ¿Nombró a su esposa primera dama? "Sí, pero he pedido disculpas". ¿Como se siente ante el llamado de Alan García a que renuncie?  "Decepcionado". Pobres griegos. Hace 2500 años inventaron algo que se llama el silogismo: si las dos primeras premisas son verdaderas, la conclusión cae por su propio peso. Pero Max Ramírez debe suponer que la región de San Martín está felizmente lejos de Aristóteles inventor de la lógica.

Obviamente, al Apra se le va la vida en que las regiones donde fueron elegidos presidentes con votos suyos, caminen. Pero García no es el único en enfrentar el desmadre nacional. A la bancada toledista hay que tratarla con fórceps para que se dignen apoyar a Beatriz Merino. ¿A Quien le va bien en esto de hacerse obedecer?  Ni a Toledo ni García ni a Lourdes, que nos lo diga Risco. Ni en Inteligencia, donde nadie sabe donde están ni quien maneja los equipos de "chuponeo" perdidos en el ordenado repliegue de Montesinos.

¿Qué lleva a los hombres a obedecer? se preguntaron los clásicos.  El "instinto de conservación" dice Hobbes, la necesidad de salir de  "la guerra de todos contra todos", y como en su tiempo se entremataban se le ocurrió esa propuesta, "un dios mortal" el Estado, el Leviatán, el gigante que guarda y domina a la vez. Fundamento del Estado moderno (que dicho sea de paso, no conocimos, administrados por Virreyes a los que nos los llevábamos de encuentro). Weber habló más tarde de legitimidad racional y legal pero mejor ni la explico, es utopía.

¿El hecho que nadie obedezca puede considerarse el defecto de la clase política y de la debilidad del Estado? No lo creo tan así de sencillo. También viene de nuestras costumbres y tradiciones. En su lista de miserias, Jorge Basadre anotó tres categorías: los Podridos, los Congelados, los Incendiarios (Meditaciones, 1947). Una le faltó al maestro, los Conchudos. ¿No los había tantos en sus días? El Supremo de los actuales no es ni siquiera el Presidente no renunciante de la región San Martín en plena fronda feudal ante Alan, no. Es Fujimori.

De retorno, pues, la sonrisa cachacienta, el fugado respondón que nunca responde y se dedica a desmontar a sus enemigos (argumentos ad hominem). El aire de full contentamiento del tirano sonriente. No me molesta, al contrario. Estoy por que permanezca en nuestras pantallas. Don Alberto es la admirable cristalización de los mejores jugos del cinismo made in Perú.  A la cabeza de la inmensa grey de conchudos, su más cabal expresión. Quieren ese Señor, caótico e inmoral, aunque el Perú descuajeringado se ponga peor que la más incivilizada región africana. Que más da, habrán hecho otra vez plata y largado a Miami.

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Jupiterina, 28 de agosto del 2003
 

¿Con qué ciudadanos?

 

Hugo Neira

Mal que bien, andamos en democracia, aunque a trompicones, con mínimos de aceptación para Congreso y congresistas, ministros y clase política y devaluado Presidente, pero en fin, ahí vamos. Reforma de la Justicia, Comisión de la Verdad, a trancas y barrancas. Incluso hasta recibimos Jefes de Estado como Lula. Hay prensa libre, mass media, universidades. Todo muy bonito, precioso, rodando hacia el 2006. Solamente este cronista hace esta pregunta: ¿con qué ciudadanos? No hablo de militancia ni de partidos políticos, sino de otra cosa.

Desde que he vuelto al Perú, pese a una agenda cargada de trámites propios al retorno, he logrado salir varias veces a provincias, un poco menos de lo que me gustaría. Si el lector cree que voy a tratar del sempiterno problema socio-económico (no dudo que exista) va por muy mal camino. En Tumbes como en la selva alta vi un mundo urbano saludable, activo, de agitado comercio. Vi motos-taxis, chifas y pimpantes locales de bancos y cabinas de Internet. Vi escolares y juventud. Lo que no vi fueron librerías comerciales. Ni bibliotecas públicas. Ni cines. Lo que encontré —además del océano de problemas regionales— con las excepciones del caso, tal o cual institución y grupo que no se rinde, es una general desculturización. Lo siento, pero no lleva otro nombre. Alegremente, los ciudadanos se han despojado de los sanos hábitos que hasta sólo unos años atrás les permitía informarse y pensar por su cuenta. Seamos claros, los soportes corrientes de una cultura popular han desaparecido. En Tumbes hallé una abandonada biblioteca municipal, no llega un solo libro de Lima desde hace treinta años. Además me contaron que no sé que embajada, si Italia o España, les había regalado una computadora, pero una "autoridad" se la llevó a su oficina para otros menesteres, y luego a su casa. Tal como. "No vienen alumnos" me explican.  ¿Para que van a leer? Multiple choice. Contestan con una aspita, y aprueban.

Hace poco un informe de la UNESCO reveló que en materia de lectura andamos a la cola del mundo, en el 43 puesto sobre 44 países. Normal, ¡si no hay librerías! En provincias las confunden con papelerías. Creen tener en cambio escuelas  y  universidades.  ¿Cómo, sin lecturas? Por lo demás, ha desaparecido el cine en provincias. “Es el progreso" me dicen, "los videos". Me asombro y me preguntan, "¿Pero no es así en el primer mundo? Creíamos que con Internet…"

Desculturización, pues, a toda máquina, y no me vengan con que "la cuestión económica". Se gasta más en chelas. El hábito de informarse ha desaparecido de las costumbres. ¿Democracia sin ciudadanos? Pobre Rousseau, en un país voluntariamente ágrafo. "Hay mucho periódico" me argumenta alguno, en plan de queja. Claro, en la educación que un peruano recibe (salvo en las universidades de copete) no se le entrena en el cotejo de fuentes contradictorias, a sopesar argumentos, a formarse una opinión propia. No, millones de futuros votantes han sido deformados por el multiple choice. La aspita y ya está. Bacán, light, moderno. Pobre Sartori, con su idea de "la democracia régimen difícil que necesita de la inteligencia y la mentalidad lógica de los ciudadanos". El caso es que todos en el Perú "saben". En efecto en provincias me decían, enteradísimos, "Qué si Toledo, que si García, que si Lourdes o Paniagua, que si la CVR". Socráticamente, y armado de paciencia, me dediqué a preguntar: ¿cómo lo sabe? Ni una sola vez alguien me mencionó diario, revista, informe o fuente alguna.  Simplemente "saben". Así, del aire. Cuando volví a Lima, el taxista que me recogió era también de lo que ya "sabían".Y votará.
Por Fujimori.

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Sabatina, 02 de agosto del 2003
 

Yerro y mentira. Política y gramática

 

Hugo Neira

Entre las características más deplorables que expertos y observadores de la América Latina retienen como causa de nuestro entrampamiento suele destacarse estas tres:   turbulencia política y económica, corrupción y descrédito del Estado. A tan bíblicos males, este cronista añade, modestamente, el del maltrato a la gramática. No me refiero a la pobreza de vocabulario de nuestros estudiantes, no por Dios, los pobres, que se quedan dormidos sobre los bancos de la escuela por desnutrición o tienen docentes mal pagados y con prisa. Ni a nuestra empobrecida clase media, que según estadísticas, no llega a comprar más allá de un libro por año. No, me refiero al angostamiento del decir en nuestras  elites del servicio público, jueces y políticos.

Yerro —el vocablo que encabeza la presente nota— quiere decir falta o equivocación cometida por ignorancia pero sin intención, y distinto de mentira.  Apostaría a que rara vez lo escuchará el lector. Su uso, sin embargo, es corriente en otros países del orbe ibérico. El mundo hispanoparlante lo escucha, por ejemplo, para los yerros de la juventud, "para los pecadillos propios a la edad" dice el mamotreto del Barcia. Ahora bien, lo que en cambio usamos, en la clase política y en el habla corriente, arriba y abajo, a izquierda y derecha, a troche y moche,  es mentira. Aquí parece que mentiroso es todo el mundo, los presos y los fugados, ladrones y celadores, los de antes y los actuales, los que tienen ministerio y los que lo han perdido, los asesores y los asistidos, los del gobierno y los del desgobierno, todos. Tanta unanimidad me desconcierta. Cómo sociólogo no puedo pensar que toda una sociedad tenga tan extraña homogeneidad. Ni todos los alemanes eran nazis, ni todos los nazis, alemanes. Como escritor tiendo a sospechar que tras un vocabulario que se reduce, se reduce también el pensar. No hay concepto más fuerte que mentira, porque es moral. Por algo está acompañado de sinónimos. Engañar, mistificar, falsificar, disfrazar, esconder. Mentir es faltar a la verdad y de manera deliberada. Miente el que le dice a la esposa que se pasó el día en el taller o en la oficina, cuando la verdad es que se fue de juerga, por la tardecita, con una amiguita a un hostal de la avenida de la Marina. Su mujer puede decirle, si se entera o lo ampaya tal como en un programa de la Magaly, "mientes desgraciado", y la buena señora tendría toda la razón. El otro día, en uno de mis cursos, di como cierta la población de México capital en 21 millones, en la clase siguiente, uno de los alumnos me corrigió, están en 23 millones. Yo estaba en el error, en el equívoco, en la inexactitud, que es otra cosa. Los sinónimos de mentira expresan matices decisivos. Un embuste, por ejemplo, es una mentira con fines divertidos. En España se usa mucho, y si digo a un grupo de amigos que me he sacado la lotería y por eso invito, me dirán "embustero" y no mentiroso. Es casi un elogio. No siempre se miente, a veces se incurre en error. Y si implica una responsabilidad sin maldad, es yerro. "Yerra el señor ministro en afirmar…" ¿Lo ha escuchado usted alguna vez? Aquí, para que se use, tenemos que esperar que San Juan baje el dedo.

Me alarma que al día siguiente del mensaje presidencial en que se propone una reforma del poder judicial, la más alta investidura de ese poder del Estado, el doctor Hugo Sivina, salga diciendo "lo del Ejecutivo son mentiras". Aunque el diario El Comercio dice que dijo "no son verdades", otros han transcrito, "el Gobierno miente", vaya uno a saber. Pero, a lo que vamos, ¿qué es mentira, qué la  Justicia peruana está hasta las patas? ¿Que no se ha hecho gran cosa? Si bien es cierto que la iniciativa de Toledo no mencionó la autorreforma que prepara el poder judicial, ni el anteproyecto del poder legislativo, ello, en puridad de verdad, bien pudo ser error, inexactitud, negligencia. Incluso un yerro. ¿Pero cómo va a usar ese concepto una judicatura a la defensiva, cuando en el uso ya no existe?

La acusación de mentir, en cambio, la usamos a troche y moche, y de tan vasta y perversa reducción, se deducen dos cosas. La primera, nunca la clase política se ha combatido más a sí misma. Costumbre del insulto, y por favor, en las altas esferas. Se ha perdido la compostura. Es grave porque las Transiciones por ser pactadas, resultan imposibles cuando las partes se insultan. La segunda es que el presente proceso de democratización de la sociedad se  acompaña de peruanos aspectos regresivos. En los usos corrientes, matamos al adversario simbólicamente, "mientes". Cuando a veces bastaría un "oye, te equivocas". ¿Por qué se frustran las democracias? No sólo por las tres razones invocadas al inicio, también por subterráneas variables culturales. La Comisión de la Mentira es extensa, diluida, y más popular y frecuentada que la de la Verdad.

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Sabatina, 31 de julio del 2003
 

Patria, tras indicios leves

 

Hugo Neira
 

Esta crónica viene tras los días que la preceden, fiesta o puente, fiestas patrias. Sirven como antecedente, pretexto o interrogación. Está permitido a este cronista notas como la presente, subjetivas, como de cuita o conversación entre peruanos. El caso es que me he quedado en Lima, un primer veintiocho después de muchísimos años, pero voluntario, y sin pagar peaje a la nostalgia, al contrario, me he dejado vivir con curiosidad por la impalpable atmósfera de estos días, las calles, los diarios, la televisión, la parada militar, amigos y reencuentros, y por mucho de eso que los fineseculares llamaban "flanear" —un galicismo— es decir, abandonarse al azar, pasear sería lo más próximo pero no resulta lo mismo, indicaría una orientación. Un paseo es también un lugar determinado. Más cercano sería callejear, ir errando por las calles, a la libre y a la vez mirándolo todo. ¿Cómo se puede decir eso? En castellano hay un excelente vocablo, al desgairre.

Hubo en el aire estos días una impaciencia de patria. En la gente que desde la 1 a 3 de la madrugada se apretujó en el frío para hallarse en las primeras filas de espectadores del desfile militar del Campo de Marte, trinchera del afecto popular que cubrió como una densa serpertina el torrente de uniformados. Lo de un estar en el aire se refiere a las banderitas, uno que otro saludo, y cierto vacío urbano, muchos se fueron. Pero también al alma impaciente que asomó en los diarios al no indagar únicamente sobre lo que haría o no el gobierno, sino cómo vivía el feriado la gran mayoría de peruanos. La atmósfera a la que me refiero estuvo en el ocio pero lo desbordó, y al largo puente, los Te Deum y fiestas palaciegas. Hablo de signos imprecisos no por ello menos reales, no podría reducirlo a unas cuantas palabras, desfile, mensaje, viajes y festejos, tras cada uno de ellos ha resonado, como empecinada, la palabra patria. La Patria. Siendo reverberación, vislumbre, poco o nada tiene que ver con el "Contigo Perú" de los mediodías criollos, por adocenado y convencional. En suma, hay como un pespunte de inconfesada ilusión, después de años de reiteradas vergüenzas y desilusiones colectivas. Y si esto es así, entonces lo que viene es contraste. La gente está como cansada de sólo malas nuevas. Quiere que su país sea no sólo de extremaunción sino de esperanza. Y esto, sin por ello ocultarse males ni disimularlos con mentiras. Quieren volver a estar limpios. Por eso nuestros veintiochos son intensos, son compensación, son renovado acto bautismal, de uno no tan lejano, el de la Independencia. Son algo a lo que volvemos, agua lustral. Son regreso y promisión.

Unos días atrás, me había llamado Juan Álvarez para una nota suya, por cierto excelente, publicada en “Domingo” (‘La peruanidad, ja, ja’, 27 de julio). A la patria no se la define, recuerdo que le dije, es un sentimiento. Te exalta y te embroca, te alegra o te duele. Y a los peruanos de estos años aciagos, sobre todo nos duele. ¿Y los que se van?, me pregunta. Entonces se adelgaza, pero es como para peor, quiere decir con más fuerza el lugar de la infancia, los primeros recuerdos y los padres. Si se ahonda y abisma, se presenta en apenas un simple aroma, o el recuerdo de una antigua tonada, un rasgueo de guitarra, decía Borges, es la Argentina. Todo y nada. Dicen los historiadores que la nuestra es una vieja patria, pero acaso la confundan con un asunto de culturas. Patria viene del latín, quiere decir el país natal. Cuando a César Vallejo lo despierta bruscamente un policía al dormir el poeta en un banco público parisino, tiempo de desdichas, ante la pregunta de dónde era, aún con somnolencia y acaso con mayor sinceridad, cuentan que Vallejo respondió "de Santiago de Chuco, señor". No trujillano, ni norteño, ni peruano. Ni siquiera hispanorrepublicano por lo de "la madre España con su vientre a cuestas". Era, con esa confesión que le salía de las entrañas, del lugarejo aislado y entrañable donde lo esperaban en el poyo de la casa los padres y hermanos hasta la consumación de los siglos, amén.

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Sabatina, 12 de julio del 2003
 

La casona posmoderna

 

Hugo Neira
 

Hay nociones, conceptos que se ponen de moda, que circulan incesantemente. Es el caso de la idea de modernidad y de su par contrario o posmodernidad, acaso su complementario como se verá. A ambas se les halla en obras de pensamiento en forma tan desperdigada que calificaría laxamente de "cultura de la crítica". Pero si me ocupo de ellas aquí es porque no son únicamente conceptos académicos sino que habitan el lenguaje de los "medios", con ellos se aborda cine, música, arte y hasta actitudes, mentalidades. Son parte del aire del tiempo.

Una revista limeña provocó un reencuentro, de lo más grato por cierto, entre este cronista y Fernando Fuenzalida, filósofo y antropólogo (Caretas, 10 de julio, nota de Teresina Muñoz-Nájar). No fue un debate sino un recorrido por los patios de la vieja Casona de San Marcos. El nudo del encuentro fue sin duda anecdótico, una riña juvenil por una muchacha, pero vencida la anécdota nos interrogaron sobre otras cuestiones, la militancia juvenil de entonces, lo que hicimos con nuestras vidas, el diario de ruta de cada cual por el territorio en transformación de nuestro tiempo. Sobre el concepto de modernidad, que se rozó, hubiéramos hablando como cuando jóvenes, interminablemente. ¿Qué es lo que su uso evoca? Sin pretender agotar el asunto en esta brevísima nota, puedo imaginar otro diálogo al que se sumarán convocados por la voluntad del cronista algunos grandes ausentes. Se me ocurre el filósofo francés Chatelet, cuyas últimas lecciones en la Sorbona fueron dedicadas al tema y que nos hubiera dicho, es probable, lo siguiente.

– Chatelet: Creo que se está en un error si se trata la modernidad como un cuerpo de doctrina, a mismo título que el marxismo, o como el existencialismo en una época un efecto de la moda intelectual. La modernidad, queridos amigos, no es un concepto sociológico, ni político ni propiamente histórico, es más bien un modo característico de civilización, algo que se opone a la tradición. No sé si usted sabe que en un momento se planteó la disputa entre "antiguos" y "modernos" en nuestra historia intelectual. No sabría situar dónde existe esa ruptura en la tradición vuestra. Se los digo con alguna prevención, no hay un programa para la modernidad, no hay ningún tratado… a lo sumo una serie de cambios en lo mental y en los utensilios variados del progreso, fíjense, a la vez el Estado moderno, las ciencias físicas y naturales, la técnica, la secularización total del saber, y subrayaré, la racionalización y el complejo proceso que lleva a valorar al individuo.
-¿Con la revolución industrial, en el XIX?
-No, no, mucho antes, con la ciencia aplicada, o sea desde el Renacimiento, la Enciclopedia, el XVIII, las Luces. Añadiría Hobbes, el Leviatán. Pero como yo soy filósofo como Ustedes saben, tengo tendencia a considerar que la modernidad arranca de ciertos textos de E. Kant, del postulado de un saber independiente de la metafísica, "conocer es someter lo real a las leyes del entendimiento".

En eso que paseamos, se suma al grupo y a la conversación un célebre arquitecto, el español Bofill. Un rato después dice estar de acuerdo con lo descrito, salvo en un punto, repetir hoy lo que sostenía Rosenberg "la obligación de lo nuevo". Pues no. "Se ha dicho, en lo que me concierne, que los edificios que concibo recuperan estilos difuntos y líneas clásicas a las que mezclo con las actuales, y es cierto. Acabamos de levantar una ciudad universitaria en la costa Oeste, USA. ¿Y saben qué reintroducimos? El viejo patio conventual de los franciscanos muy parecido al de esta Casona. Posmoderno es eso. No todo lo nuevo es bueno". Creo que es hora de hablar de las desilusiones del siglo XX, de la crisis del racionalismo, agrega Fernando. Sin olvidar a Ulrich Beck que prefiere hoy hablar de una segunda modernidad, añado por mi cuenta. Ese autor recuerda los excesos del desarrollo y la técnica, los riesgos de los alimentos transgénicos, las centrales atómicas.

Los visitantes se despiden y le comento a Fernando. Muy interesante pero no es del todo nuestro problema. Nuestro problema es el Estado corruptor. Es la ciencia a medias, el retardo espiritual y cultural. ¿Cómo diablos vamos a dar por concluida la primera modernidad, si no hemos vencido ni la ignorancia ni la inmensa pobreza? No, la tarea de la modernidad, de Rousseau, los enciclopedistas y los Libertadores, está pendiente. ¿Y si la modernidad fuera ese mundo felizmente perdido?, dice Fernando, relanzando la inacabable temática. Pienso, mientras le escucho, lo que dicen los filósofos, "no importa si las preguntas que nos hacemos tengan respuestas, ellas abren camino a la razón".

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Sabatina, 10 de mayo del 2003

Fondear al Fondo

 

Hugo Neira

"Memoria y destino del Perú" resulta ser el último libro de Jorge Basadre. Es libro singular. Concebido de una manera especial, en eso que llaman los franceses "par lui-même", es decir, no es una antología como otras sino una serie de textos en la que el autor se explica, habla de sí mismo, de su aventura intelectual y humana. Este libro es el último del gran escritor y pensador pero en varia escritura recopilada por quien no lo usurpa, un antologista que lo deja hablar. Esa labor de mediación y de riesgo que nos devuelve un Basadre íntimo es obra de Ernesto Yépez del Castillo. Tras recopilación inmensa y memorable, habla Basadre de sus deudas con Tacna, San Marcos, la Biblioteca Nacional, y de la casa familiar, sus raíces, la Patria invisible, de su formación cuando reformista universitario, sus viajes. De su teoría del Perú, bueno será visitarla en esta hora de tan vastas desilusiones. Del sentido de nuestra historia, ahora que pareciera que no tiene ninguna. Podría detenerme más en el entramado de cuestiones no concluidas pero otra urgencia y cierto fastidio, lo confieso, viene a imponerse a la sola celebración de Memoria y destino del Perú. Valiosa por su contenido, noblemente editada, con fervoroso cuidado tipográfico, la obra de la que hablamos si bien nace arropada por el amor y la estética de todas las lanzadas por la colección del Fondo, es parte de una empresa del espíritu amenazada. Es posible que deje pronto de existir la máquina del saber que desde las entrañas del Congreso, desde ese milagroso fondo editorial viene operando desde hace unos años. Este Basadre sería una de sus ediciones finales. En todo caso, sin el acompañamiento de los Eventos, aquellos que han permitido que cada obra editada por el Fondo pueda conocerse y así circular y venderse. Cuando algo camina bien en el Perú no falta quien, no siempre un malvado sino por lo general un imbécil provisto de buenas razones, que entraba y clausura. Es nuestra tradición tanática. Si algo marcha, se hace lo imposible para que se malogre.

La gran misa de la cultura que ha tenido oficio durante cuatro años en ese Hemiciclo ha rendido sus frutos. Los afiches y la publicidad de cada evento han conseguido lo inusitado, que los libros se vendan. Si mis notas de información no son erradas, tres de cuatro libros del Fondo comienzan ahora a autofinanciarse. Naturalmente, en cualquier país normal, esa sería una razón para no interrumpir tan exitosa empresa, pero llega escobita nueva y como dicen que pasa con los lobos, tiene que marcar su territorio. Hay que hacer algo distinto, aunque fuera una barbaridad. Matando presupuestivamente a los eventos, adiós ventas y en consecuencia adiós colección. El actual Fondo editorial tiene tres virtudes. Reúne a la clase política con intelectuales e investigadores. La segunda es que constituye el único Foro —entiéndase bien— el solo que debate nuestros grandes problemas. Que personalidades como Luis Lumbreras, José Miguel Oviedo, Matos Mar, Millones, Manrique, Nugent —entre otros muchos que perdonen no cite— diserten no es novedad, pueden hacerlo en ámbitos universitarios. Que lo hagan con los auspicios del Congreso de la República y ante un auditorio de decidores, vale decir de legisladores, es harina de otro costal. Nunca elites intelectuales y políticas se han codeado e interactuado como en estos años en el Hemiciclo Porras Barrenechea. La tercera virtud se llama continuidad, una virtud muy rara en Perú. El jubileo de cultura peruana del Fondo persiste pese a los cambios de poder. Lo inicia Marta Hildebrandt. ¿Sí y qué? A tal doctora, tal honor. Lo continúa el gobierno de Valentín Paniagua. La acredita la presidencia parlamentaria de mi amigo el doctor Carlos Ferrero. Hasta ahí, todo normal. Pero ha aparecido gente que en nombre de no sé que cálculo de costes e interés intenta separar la edición de libros y los eventos que la acompañan. El tema parece irrelevante pero lamentablemente no lo es. Los dichos eventos, alma de esas ediciones, flor de talante liberal, han sido numerosísimos, sobre la inmigración china, la inmigración judía, los Andes, la biodiversidad, la educación musical, los informales de Gamarra, las plantas medicinales, el deporte, la literatura hispanoamericana, la lista es para llenar páginas de este diario. Como la de científicos, poetas, músicos, folkloristas y conocedores de cocina o de fútbol. Excepcional vastedad y eclecticismo de esas convocatorias sin rencores ideológicos, por igual ha habido esfuerzo de memoria por Luis A. Sánchez como por García Calderón. ¡Qué equilibrio en elegir temas y comentaristas! Felicitaciones, pero también es cierto que es viva en nuestra gente la tentación de cambiar por cambiar. El Fondo habrá publicado millares de afiches, provocado una televisión de calidad, nutrido vastos públicos, pero ya saben, estamos en Perú. Aumentar la burocracia es mejor para algunos que editar libros y congregar intelectuales, ciudadanía y Padres de la Patria. Que producir sentido. Así vamos.

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Sabatina, 03 de mayo del 2003

De los terremotos y alcaldes, líbranos Señor

 

Hugo Neira

Parece que no era suficiente que el filósofo Jorge Mufarech nos intentara convencer, ni que aliste nuevas denuncias, que a Keiko Fujimori le llegue altamente la citación de un juez del 27° juzgado penal de Lima, y que no sepamos si vamos a tener Constituyente o Constitución, y en esto que al Alcalde de Lima se le ocurre movernos el monumento a Pizarro con rumbo desconocido. Cuando escribo esta crónica lo están reclamando en Piura, lo mejor es que le pongan unas ruedas y lo vayan bajando de pueblo en pueblo, recibiendo en cada plaza o un desagravio o un vituperio. Es una idea. Antes de proseguir, conviene que me explique por qué encuentro filosófico el accionar de don Jorge Mufarech. Mire Don Jorge, en estos días la prensa le ha dicho de todo, tiene que perdonar Don Jorge, pura envidia, no sé si por lo del auto Jaguar, pero el caso es que la prensa no agarra, no entiende la esencia de su mensaje. Usted es lo que se llama un pensador. Tiene su propia teoría del hombre, su cosmovisión, una suerte de metafísica pesimista. Lo que pasa es que no ha tenido tiempo para ponerla en blanco y negro, para lo cual, Servidor, hará por Usted el intento. Yo veo así su contribución a la historia de las ideas, en un silogismo, el siguiente:

Todos los hombres son delincuenciales
Ugaz es hombre (luego)
Ugaz es delincuencial.

Si nuestro querido paisano el padre Gustavo Gutiérrez es el teórico del bien, Usted modestamente es el teórico del mal peruano. Se comprenderá los alcances de su revelación. "Todos corruptos, todos infames", y lo mismo da Chana que Juana. Gracias don Jorge por librarnos de tanta vaina de ética y proética, moralina y candideces por no decir otra cosa.

Volvamos a lo del "tour" de la estatua de Pizarro. Que lo saquen del pedestal poco me importa, y en consecuencia, no me voy a sumar a la turbamulta de historiadores y arquitectos que han salido lanza en ristre a defender sea la tradición, el ornato, las costumbres, entre otras angustias que despierta el descaballamiento del fundador de Lima española. La verdad que ese tema de la identidad, que si indios o españoles, hace rato que personalmente lo tengo resuelto, y en mi libro Hacia la Tercera Mitad propuse una identidad todavía innominada puesto que los caldos étnicos y culturales apenas se están combinando y es prematuro decir lo que somos cuando estamos en proceso, más o menos eso. No, lo que me interesa no es Pizarro, ni como lío y simbología, sino Castañeda. No el que se cambie de lugar un monumento sino la forma. Esa falta de autolimitación, esa soberbia (hybris decían los griegos) que pierde a nuestros hombres públicos.

Castañeda Alcalde desilusiona. Sin embargo, desde que volví del extranjero no he escuchado sino maravillas sobre su persona. Me decían es un gerentazo, que lo del Seguro Social, entre otras cosas. Lo que es desalentador es la manera como ha procedido, de la noche a la mañana, con grúa, arbitrariamente, sin consultar ni a su propio Concejo, que para eso lo tiene, ni a nada. Me decían, Castañeda es el hombre para el 2006. No es un iluminado sino un administrador sensato. En estos meses lo hemos visto todos con su palito y ayudas visuales dando explicaciones a troche y moche sobre planos y planes, que si interconectar las avenidas, que si el futuro puente Locumba en San Juan de Lurigancho. Pero en algún momento me pareció que era mucha "comunicativitis". (1) Es una enfermedad que hemos contraído debido a la imitación bobalicona de los usos políticos norteamericanos en donde, en efecto, hay una selva de medios y es preciso expertos. No es el caso. Todo lo que Castañeda debió hacer es ponerse a trabajar y tranquilo el 2006, cuando la opinión diga "Castañeda resolvió (o alivió) los problemas de la gran Lima". Pero no ha dado ni dos pasos en el cronograma de trabajos del 2003, y ya se cayó en ese paso a desnivel en donde el Conquistador lo esperaba. El incidente nos ha mostrado un Alcalde en poco diferente de los otros políticos. Igual gusto por los gestos efectistas, igual confusión entre ser actor político y actor de tablas, igual falta de respeto por las instituciones. En una de sus más célebres conferencias, el maestro Porras recordaba los estragos en Lima tradicional de los caprichosos alcaldes y sugería otro ruego al lado del clásico sobre los terremotos: "de los Alcaldes líbranos Señor". No los elegimos para que se crean dueños de esta ciudad.

(1) Mientras se publicaba esta nota, Castañeda ha dado como explicación que "le falta comunicación" (Perú.21, 2 de mayo). Dos cosas. Lo del monumento no es cosa de comunicación sino de abuso. La segunda, haga, resuelva problemas, la gente no es tonta y solita se formará un criterio. Cuídese del cuento de la imagen y las comunicaciones. Hay mucho gitano suelto en la materia.

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