Conciencia y falsa conciencia Parte II

Escrito Por: H. N. - 7.072 veces

 

Sabatina: 15 de noviembre del 2003


Pepe Carvalho

 

Hugo Neira


Manuel Vázquez Montalbán que escribió cuarenta libros, no todos geniales, acertó en algo inmenso. En la invención de Pepe Carvalho. El detective privado catalán, entrañable. Tan grande como el Philip Marlowe de Raymond Chandler. O Maigret o Miss Marple. Pero ni los "privados" de Agatha Christie, como el exquisito Poirot, ni los de Poe, Doyle, o Leroux, hablan castellano ni se comportan como mediterráneos. Cuando Carvalho no logra resolver un caso, lo que le ocurre incluso a todo gran detective, y ante el enigma irresuelto se deprime, para sanarse, no se pone a tocar el violín, o se droga, como el misógino británico Sherlock Holmes sino que va y se prepara tripas a la catalana. Una vez con mis alumnos en un curso sobre el género policial, llevamos sartenes a la universidad y nos hicimos, en medio de una lectura, unos sesos a la catalana, siguiendo al pie de la letra la receta de Pepe Carvalho. La intriga en Vázquez Montalbán era capaz de interrumpirse por una receta de cocina. Salieron estupendos. Y la lectura crítica continuó alentada esta vez por sustanciosos caldos.

La novela negra o policial, el humor nervioso, la poesía, el marxismo, las calles de Barcelona, las del mundo, el antifranquismo, las redacciones de periódicos. La libertad. Manuel Vázquez Montalbán. Si el lector quiere un placer de alta intensidad y de bajo costo, no se lo pierda. La soledad del manager (1977), Los mares del sur (1979) que es premio Planeta. La Rosa de Alejandría (1984). Y muchos otros más que no me da la realísima gana esta mañana de poner en fila, que no es nota bibliográfica. Bien haría el lector, terminada de leer esta deshilvanada crónica, de irse por alguna librería de Dasso o del óvalo Gutiérrez a preguntar por algo de Vázquez Montalbán, que también tiene libros de viajes y de entrevistas "Mis almuerzos con gente inquietante" (1984). ¿Y a qué viene todo esto? Acabo de enterarme. El País titula "Se rompe el corazón de Vásquez Montalbán". En la ciudad tailandesa de Bangkok.

¿Quién ha dicho que la modernidad es la pérdida del arraigo? Alguno que no sabe qué cosa es un escritor. Vázquez Montalbán: se iba por el mundo e igual estaba a tiempo para alentar al Barça, su equipo de fútbol barcelonés. A menudo sus negros relatos suelen transcurrir en las callejas olorosas a sal y mares del mundo de la vieja y nueva Barcelona, cuna y laberinto. Yo no sabía por dónde contar eso de que se ha muerto, infarto masivo, y de ahí que haya cruzado esta nota con novela policial y Pepe Carvalho.

Que no se necesita mucho mundo ni mucha lingüística —Carvalho— para entender que con esa sonoridad no puede ser, no español a secas, sino gallego. ¿Y qué puede hacer un gallego inteligente y emigrado en la industrial Cataluña? Pues reciclarse en detective "privado". No sólo por sagaz. Por la capacidad de ponerse en el pellejo del otro, de entrar en el alma del criminal, y sorprenderlo. La verdad que no es muy claro Pepe Carvalho, a veces los deja ir, no ha cobrado. Otras los entrega a la policía. Barcelona es como un Callao al que le fue bien en la vida. Y Carvalho, uno que se defiende. Tiene mujer, pero a ratos, es puta en el puerto, pero aquí no pasa nada. Carvalho, el mejor cronista de Barcelona, que para eso sirve la novela policial, para contar el alma de un lugar, de un pueblo, lo vengo diciendo a jóvenes escritores. A uno que conozco bien, que tiene varias y que no se decide a ponerlas en tintes. La novela negra, de pronto me animo.

Gracias, Manuel, qué pena que te tocó la tiznada, como la llaman a la muerte los mexicanos. Pero en tiempo de internet, redes, solidaridades transnacionales, culturales, religiosas, tenías que morirte al otro lado del mar. Pero en fin, el mar. Barcelona. La amaste y la serviste sin caer, en lo que llamaba Nietzsche, la tentación del establo.

PD. El tiempo no me deja explicar el comentario del Presidente Toledo a la CVR. Más adelante.

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Sabatina, 01 de noviembre del 2003

Fiesta de los muertos

 

Hugo Neira


Estos días son los de una celebración intensa, antigua, sincera. Más fuerte y colectiva acaso que las otras fiestas del calendario. Navidad es fiesta de vida. También cada veintiocho de julio. Y si bien podemos desesperar del cielo o de la patria, nadie deja de saber que va a morir y que otros, familiares o conocidos, ya se han ido. No es un sentimiento de trascendencia, es algo físico. Si la muerte es un enigma, los muertos no. Los difuntos, ausencia real, punzante y definitiva.

Como la teología o la filosofía, la antropología a su vez ha explorado el tema de la muerte, o mejor, la actitud ante los muertos. La manera como cada grupo social, cada cultura, aun la considerada primitiva, trata el tema. Los vivientes temen a su muertos, dicen los antropólogos. Y así, muchos rituales están hechos para que no vuelvan: se barre el camino del cementerio a la aldea en forma inversa. Los melanesios de las Nuevas Hébridas se reúnen en la fiesta de sus muertos pero sin rememorar los nombres, no vaya a ser que retornen. Incluso el cuerpo del muerto recibía sepulturas diversas antes de obtener la definitiva. Algunos en pleno aire, en la copa de un árbol. Como si se quisiera que perdieran las trazas. En otras, el ataúd es llevado a un asilo temporario. Todas las sociedades acuerdan a su difuntos ritos particulares. ¿Dónde queda el país de los muertos? Hay diversas especulaciones. El paraíso y el infierno búdicos son sólo una etapa en la vía de la transmigración, mientras la memoria desmemoria la vida precedente. También se suponía que el viaje del alma, como su alejamiento de los vivientes, reconoce finales provisorios. Las almas en el Tibet, mueren varias veces. Iraní o árabe, la inmensa comunidad islámica, sublima su propia muerte en el duelo de los hijos de Alá. Los mexicanos, en cambio, los recuerdan con fanfarrias.

No estoy hablando de una confrontación con la idea de la muerte, abstracta y genérica, sino con los muertos. La representación colectiva de la ausencia es tan variada, compleja y rica, que en alguna ocasión llenó salas en el antiguo Museo del Hombre en París, de donde tomé estos apuntes. Asiáticos que piensan que sus muertos vendrán todo el año a perturbar a los vivos, a causarles sustos y enfermedades, malos aires, "gaamao san gang" o vientos malos y espantos, aterrorizándoles, y cuanto mayor la aprehensión, más ostentosos los rituales. Todos los Santos en las comunidades de San Luis de Potosí, México, la firme creencia de que los muertos en el otro mundo tienen necesidades idénticas a la de los vivientes, comen, duermen, fuman; se comportan como a menudo lo han hecho en vida. Y por eso, en estos días, los cementerios mexicanos se llenan de ofrendas llevadas por los parientes, alimentos, bebidas, cigarrillos, ropa, y suenan las guitarras en los floridos camposantos. La modernidad no les ha hecho perder la costumbre de comer cada 2 de noviembre panes y dulces que "fingen huevos y calaveras". El mexicano para probar que no tiene miedo a la muerte, dice Octavio Paz, se la come. Es un cráneo que es un dulce que es un reto.

Antes, el luto en negro se llevaba más tiempo, poblamos la familia y el contorno de mujeres graves, vestidas de negro por meses y años. Cuando alguien moría, había velorio, condolencias y en especial, colación. No crean que la costumbre ha desaparecido. En la Europa católica de hoy, se reúnen el día del entierro en torno a una mesa, es una reunión pequeña, para familiares y acaso un amigo muy íntimo. Me ha ocurrido. Uno de los colegas de la universidad de Saint-Etienne se nos fue bruscamente. La familia, luego del cementerio, me invitó a la colación. No pude impedirme pensar en "el hermano ausente" de Valdelomar, en algunos versos de Vallejo. El mismo fondo humano de gravedad y esperanza. Fiesta y muerte, acaso sincretismo pagano-cristiano, pero sabiduría.

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Jupiterina, 09 de octubre del 2003

Los viajes de Gulliver

 

Hugo Neira


Dicen que Swift (1667-1745) tenía tanto temor que envió el manuscrito de "Gulliver's Travels" a la puerta de su editor por el cómodo procedimiento de echarlo desde un coche público. Pero los "Viajes de Gulliver", publicados como obra anónima, lo cubrieron de gloria. ¿Quién no los recuerda? Ha merecido en nuestro tiempo tan dado a lo visual otra consagración que la lectura, la del cine.

Es cautivante, atraviesa los siglos, esa historia del doctor Gulliver, médico a bordo de una nave de la marina mercante inglesa y que naufraga en la isla de Liliput, cuyos habitantes no tienen más de una pulgada y están enredados en intensas como vanas guerras civiles. Los liliputienses no sólo lo eran de tamaño sino de alcances, se disputaban por quien debería llevar tacones altos o tacones bajos, por el grado de sombra que le estaba permitido echar a su controvertido Soberano y, en fin, por una terrible guerra con los de Blefuscu, dado que estos tenían la abominable costumbre de cascar los huevos por el lado más agudo. Generaciones de lectores de Swift lo hemos sentido nuestro, a desmedro de que su cruel fábula zahiera a reinos del pasado. Se supone que eso es un clásico, alguien que toca la raíz de la naturaleza humana. Swift quiso prevenirnos sobre cierto lado intrascendente de las querellas políticas. Al parecer, en vano.

El presidente Toledo se apresta a partir. Ya ha ido, hace poco, a Brobdingnag, en otros tiempos el médico Lemuel Gulliver naufragó en su orilla, para encontrarse, al revés que Liliput, en una región donde "la gente era alta como campanarios", y donde una niña giganta, como cuenta Swift, le tomó cariño, metiéndolo en una caja de zapatos, con grave riesgo para su persona porque casi se lo comen los ratones.  El reino de Brobdingnag de nuestros días anda bastante alterado, pareciera que han elegido, en la próspera California, como gobernador al actor Arnold Schwarzenegger. Se teme por lo que hará, hay una importante comunidad de "hispanos" en tierras californianas, y no por nada ayer el diario Jornada de México city da la noticia con este titular: "Terminator Gobernador. Dios nos coja persignados".

Gulliver tuvo también otras aventuras, fue también a Laputa. Los especialistas en Swift, que son legión y que este cronista no hace sino humildemente seguir, dicen que Laputa, la isla volante y sus estrambóticos sabios, es un juego semántico, bastante claro por cierto, la puta. El irónico Swift escarnecía a inventores y filósofos, entretenidos en sus especulaciones.  Metáfora, pues, del saber egoísta, del conocimiento aislado. Bien puede aludir a la Europa de hoy, encerrada en su propia construcción. Comunidad de naciones, isla volante, autónoma hasta un grado exasperante, dejando el dominio del mundo a los toscos gigantes de Brobdingnag.

¿Podrá el soberano de Liliput dejar su isla? Vencer los recelos de su Congreso que le mide hasta el centímetro la sombra que proyecta, el secretario, el séquito y el precio de la nave que aborda. ¿Se interesarán los gigantes de Brobdingnag en llegar a acuerdos comerciales con la quisquillosa Liliput, grande en su estrechez? ¿Acabaremos como los asquerosos Yahoo, los hombres degenerados, en el reino en que los caballos son los sabios?  Todo lo que este fiel lector de Swift puede decirle al Soberano (momentáneo) de Liliput, si logra eludir los alfilerazos de su Congreso, es Buen viaje, Presidente, y paciencia. Puede que algún día en este Reino se den cuenta de que el problema no es que los huevos se casquen por el lado redondo u obtuso, sino que los haya, y en abundancia, y se puedan equitativamente repartir.Esta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla

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Jupiterina, 25 de setiembre del 2003


Mahabharata

 

Hugo Neira


¿Qué es la cultura? ¿Para qué sirven las universidades? ¿Cuál es el equilibrio entre carreras profesionales y cultura general? ¿Cuál el punto de quiebre entre especialización y cultura universal? ¿Entre conocerse y reconocerse en el mundo de los otros? No lo sé con certeza, pero déjenme recurrir a una anécdota personal que desemboca en gratitud por un gran profesor.

Corrían los primeros años del decenio de los ochenta, era yo modesto docente en una universidad francesa y provinciana, y una tarde, en los pasillos repletos de avisos de actividades culturales como es frecuente en todas las universidades del mundo, me doy de narices que el TNP (el Teatro Nacional Popular), la popular compañía de teatro creada por Jean Vilar, una idea comunista de los años franceses de posguerra de sembrar la más exigente cultura en los barrios obreros, llegaba hasta nosotros, a la Francia profunda, a Ville Urbaine, al cinturón rojo urbano de hogares proletarios sin tiempo ni ganas de ir hasta los teatros en teoría abiertos para todos. Pero lo más asombroso no era que vinieran sino que se dispusieran a presentar el Mahabharata de los hindúes.

Es el Mahabharata la Iliada de la India pero más vasta, inacabable, un largo poema de 100 mil estrofas, y en su interminable extensión, casi todas las leyendas sagradas y profanas de la India antigua. A la vez relato, canto, escena prodigiosa y quebrada, repetitiva. ¿Cómo diablos la iban a poner en escena? La gente del TNP invitaba al público a una representación "non stop", es decir, doce horas completas de espectáculo. Oralidad y danzas y actos de gimnastas, el teatro total. Me apresuré a obtener las entradas. Doce horas. Con entreactos, cada tres horas, para que el público estirara las piernas o corriera a los aseos. Nos autorizaban a llevar comida como para un pic-nic. La que era entonces mi esposa, Marlène, preparó una vasta canasta. Y fuimos a ver el Mahabharata, todo un sábado.

Fue algo bellísimo. Bajo un inmenso palio de blancos lienzos, en un local que había pertenecido a un establecimiento fabril, los del TNP habían montado una escena circular que por un lado confundía espectadores y actores, y del otro, dioses y humanos, animales y personas (actuaba una tropa de caballos). Los actores, europeos e hindúes, cantaban y salmodiaban en medio del público, mientras otros se encargaban de traducir o explicar los pasajes oscuros. Cirios encendidos, aroma de sándalo y música. Estábamos en la India clásica y milenaria, en su prodigiosa diversidad. En el laberinto de sus leyendas y de su historia.

Y en esto que, en medio de ese milagro cultural, me ocurre el recordar misteriosamente el contenido de aquella obra clásica, la historia de la antigua estirpe real de los Baratas y del poema que contaba la guerra entre dos ramas de la misma estirpe, los kuravas y los pandavas. Se me vino a la memoria las proezas del noble guerrero Arjuna, de los cinco hermanos descendientes de Pandú, victoriosos de un torneo que merecen a Draupudí, la hija del rey como obsequio, es decir, una misma mujer para cinco hermanos, la poliandría que practicaron los antiguos hindúes. Vi las guerras y los juegos de dados donde se pierden reinos, vi los demonios danzantes, vi los guerreros en sus lechos de muerte, los volví a ver recitando sus larguísimos discursos de despedida. Confusión y maravilla de un relato inacabable, bello en su incongruencia. Nada de esto lo había aprendido en algún erudito curso sorboniano sino en el general de San Marcos y en clases que distraídamente había seguido y que dictaba Estuardo Núñez. Esto es lo que quiero contar en esta nota, ahora que él cumple uno de sus años, más allá de los noventa, longevo y didáctico maestro. Cuando en nuestras universidades no nos preparaban para carreritas mediocres que anula el propio progreso tecnológico. Cuando no había punto de quiebre entre el nosotros y los demás. Cuando Estuardo Núñez y algunos otros en el San Marcos clásico, sólido, humanista, sin complejos y abierto al mundo, preparaban a sus hijos espirituales a todo encuentro, azar y eventualidad.

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Jupiterina, 09 de agosto del 2003


Polvo enamorado

 

Hugo Neira


Esta película peruana afirma lo que en apariencia parece negar, el poder de las creencias. La escena final es reveladora, la protagonista consigue lo que deseaba, ser beata. Sin embargo, como filme es piedra de escándalo, atraviesa el calcinado territorio de un relato sobre el amor y sexo entre un cura y una feligresa. Sostengo, sin embargo, que Polvo enamorado es todo lo contrario de una película antirreligiosa. Maltratada por la crítica, alejada de los festivales, el mal entendido en torno suyo es patético. Y como se apreciará, monumental.

Polvo enamorado sufre de su semejanza con el filme mexicano El crimen del padre Amaro. Como este, es una historia pueblerina. Y la historia, no muy original, de los amores entre un cura y una joven beata. Para que la similitud fuese mayor, a los amores se suma el crimen y el ocultamiento. Pero a partir de ese punto, todo difiere. Explorar estas diferencias, lo que de modo alguno se ha hecho, me parece importante. Coinciden en ello motivos cinematográficos y de contenido diverso, antropológico, culturales, muchos sentidos que no alcanzaré a desbrozar. Ambas son historias de un "amor prohibido". En ambas hay una virgen de pueblo, una muchacha muy dada a tareas de sacristía, un ser en espera de una iluminación y de un personaje de salvación que resulta ser, en ambos relatos, un joven sacerdote. Pero en la historia mexicana el nuevo cura es un perfecto conformista y en el peruano un cura cargado de ideas sociales y que no tarda en involucrarse en los problemas de un pueblo costero del norte peruano. En el relato mexicano la virgen del pueblo está de novia con un periodista afincado en México DF y que sirve de testigo del drama, elemento que no aparece en el libreto peruano de Giovanna Pollarolo, más cerrado, más hermético, más terrible. En el relato mexicano el curita tiene alegres amores con una muchacha pero en el peruano el tema se complica porque se trata de una mujer casada. En el filme mexicano el crimen es un aborto fallado, muere la cándida muchacha, y en el peruano es un pistoletazo al marido, el sufrido anciano interpretado por Gustavo Bueno. Este ha soportado la exigencia de su joven esposa, no tener relaciones carnales. Ella aspira a la castidad. Este elemento no existe en el guión mexicano. La muchacha mexicana, pese a lo que podemos creer sobre el país de la Virgen de Guadalupe, no sueña ni por asomo en la castidad como horizonte de vida. Lo que hace es cambiar un hombre por otro hombre y que sea un cura es casi irrelevante, bien podría ser un ingeniero capitalino. En otras palabras, el filme mexicano se mueve de punta a cabo en una sociedad ya secularizada. El cura de ese relato cinematográfico abusa de una situación de dominación y consigue que el sistema de poder cubra su crimen. Al final no pasa nada, hay impunidad. No en el peruano, el sacerdote confiesa su crimen. Va preso. Se redime por la doble sanción legal y, suponemos, divina. No examinaré la mezcla de mística y voluptuosidad del personaje femenino de Polvo enamorado. En cambio, cómo la pecadora de pueblo, que arranca como santa, acaba de manera sensacional. Acaba, nada menos, por ser santa. Insisto, la clave está en la última escena. Gianella Neyra, mejor dicho su personaje, entra en la capilla familiar que desde el inicio del relato se le tenía preparada. Se supone que va a vivir en un cenobio, será una devota, una milagrera, acaso una nueva Sarita Colonia, digo yo. Ese es el tema. La secularización en retardo en la sociedad peruana. La creencia popular capaz de recrear sus propios santos, incluso por caminos tan sorprendentes como el sexo. Los designios del Señor son impenetrables. Cuando recibí, en tanto que espectador, el impacto del súbito desenlace, me eché a aplaudir. En los días siguientes, busqué en la crítica local algo de ese brillante final, sin hallarlo.

En resumidas cuentas, este filme, que es un buen filme, coloca como tema central de un relato en apariencia pueblerino, el tema de lo sacro y el misterio de la vocación. No se ha entendido así. El filme de Luis Barrios con libreto de Pollarollo merecía otra acogida. Situaciones como esta, innovadoras de sentido, abundan en la historia del cine. La cuestión de Dios, encarnado en un monolito negro en medio de una luna secundaria de Júpiter, reaparece en un filme de ciencia ficción, 2001, odisea del espacio. La visita de la trascendencia, tras devastadoras aventuras sexuales, en Teorema de Pasolini. En ambos casos, la Iglesia Católica y sus teólogos supieron comprender y hasta agradecer. Acaso porque el Dios de Spinoza está por todas partes. En Lima la respuesta ha sido o el escándalo o la exclusión, y salir con que la fonética de Gianella Neyra es la de una ex alumna del colegio Belén. En cine, como en política, nos pierden los detalles.

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Sabatina, 30 de agosto del 2003


La gente está llorando

 

Hugo Neira


La gente está llorando. Llorando. Son lágrimas buenas, pese a todo, "para que no vuelva a suceder". Para que nadie nunca más vuelva a decir, ni en calles, plazas públicas y universidades, que la lucha armada es el camino. Para que los soldados que combaten o vuelvan a combatir del lado de la ley, no lo hagan infringiéndola. La Comisión de la dolorosa verdad. El coraje moral de decirla, aunque desencadene ira y pataleta en conocidos politicastros.

Desde la entrega del informe se abre un tiempo. Un tiempo nuevo, extraño en el Perú. De introspección. Debió llamarse así, no equívocas palabras. Mejor, meditación, introspección. No siempre nos ocurre. No siempre es necesaria. No en tiempos normales. No son éstos. Tras una gran tragedia, después de la derrota en la guerra del Pacífico es cuando aparece Manuel González Prada. No menos denostado en sus días que los comisionados de la Verdad. De González Prada provienen, en su solitaria lección crítica y moral, Javier Prado, Joaquín Capelo, los García Calderón, el católico Víctor Andrés Belaunde, Riva-Agüero en su juventud, y desde los años veinte, Mariátegui, Haya de la Torre, Porras, Sánchez. César Vallejo. Bueno es recordarlo en el año de Basadre. Sin el dolor de la guerra no era posible el examen de conciencia. El Perú contemporáneo se hizo entonces tras la denuncia de los causantes internos de la derrota ante Chile: condena de la frivolidad del poder limeño, olvido del indio, gamonalismo, sistema hacienda. Hoy, ese "González Prada colectivo" es la Comisión, duela a quien duela. Con otra agenda: la comodidad del poder y del prestigio y otros vicios nacionales, más la invariante del desprecio a la población indígena. Por lo que se sabe, cuatro responsables. De lejos, aquel que desencadena la guerra y agrede al Perú, Sendero Luminoso. A quien no solo se le trata de "terrorista" (contrariamente al rumor que corría) sino de algo más sustancial, de "criminal y totalitario", al describirse sin concesiones el tipo de régimen que ejerció sobre poblaciones cautivas. Se menciona, por primera vez, a la clase política por esa suerte de delegación o abdicación de facultades ante las fuerzas armadas, ambos tendrían que explicarse. Hasta el momento partidos y militares han permanecido ecuánimes. Hay un cuarto señalado: todo el mundo. A todos nos concierne "la indolencia, la ineptitud y la indiferencia de quienes pudieron impedir esa catástrofe humanitaria" para citar un extracto del doctor Lerner publicado al día siguiente en este mismo diario. Pienso, esa cultura criolla del desprecio del indio ¿no favoreció en alguna forma los mismos excesos?

Pero ¿qué va a pasar con los papeles y los datos que reunió la Comisión? ¿Cuándo tendremos acceso los ciudadanos de a pie al informe entero? Sin buscar privilegio alguno, confieso que ardo por revisarlo. Pero, por mucho que tenga un "apriori" favorable, me es imposible atenerme sólo a las conclusiones de una investigación cuyo detalle se ignora, y a pesar de la confianza que inspiren los comisionados y lo mucho que sean los 10 tomos en total, alrededor de 8000 páginas. En fin, a modo de final provisorio, digo que se pone fin a 20 años de silencio, pero es probable, me parece, que se inician otros tantos de debate, y, acaso, otra aprehensión de la realidad, otro "logos" democrático. El primer gesto sería devolverle al pueblo la huella de 19 986 testimonios de su desamparo y dolor que han sido recogidos. El mayor recojo de crímenes de Sendero, contados por las víctimas directas. Si después de eso hay quien siga acusando a la Comisión de sesgada, digo esto a horas de que se disuelva, es que está fuera de toda lógica. En Ayacucho, a la hora en que escribo esta nota, en el lugar donde hay más huérfanos de la guerra, canta con énfasis conmovedor un coro de niños. Qué momento el que vivimos todos los peruanos, tan magnífico y a la vez terrible.

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Sabatina, 19 de julio del 2003


Clonación de Jesús

 

Hugo Neira


Hay muchísima gente en nuevas religiones e iglesias que han decidido acudir a la ciencia, y en este caso, la más avanzada, para poner de una vez por todas orden en este bajo mundo donde las cosas van cada vez peor. En otras palabras, han decidido llamar al Salvador. Para acelerar el retorno de Jesús tan prometido en las sagradas escrituras, se proponen clonarlo. No estoy bromeando, ¿cómo me lo permitiría? El alucinante proyecto viene de gentes que confían ciegamente en la genética y el ADN y en una interpretación simplista de las escrituras. El proyecto ha sido expuesto, con la mayor seriedad, por una religión californiana de Berkeley que tiene un defensor y difusor en el científico de origen español Lorenzo Garza Valdez, microbiologista de la Universidad de Texas, admirador de Franco, la ciencia, la "mano dura", y el juicio final.

La idea, contenida en una propuesta llamada "Second Coming Project", es de una simplicidad desconcertante. En efecto, para el clonaje humano basta una célula, ya que todas reproducen el genoma. El tema es ¿cómo procurarse una de Jesús? La respuesta brillará en los anales por su sencillez. ¿Sus células no estarían acaso desparramadas en el Santo Sudario? Al parecer, el Santo Sudario, preservado en la ciudad de Turín, en realidad viene siendo pasto de un abominable tráfico, y no una sino innumerables nuevas religiones y grupos de iluminados se han venido librando desde hace rato a una recolección salvaje del supuesto potencial genético, como ha señalado hace poco, bastante irritado por cierto, el propio Vaticano. No abundan las reliquias del Redentor. Y en materia de clonaje del dulce Jesús, hay una carrera para ver quién lo hace primero, un poco como cuando los soviéticos competían por llegar también a la luna. Esta vez se trata de traer el cielo a la tierra. No sin algunos modestos inconvenientes. El primero es que años atrás, la comunidad científica llegó a la conclusión de que el sudario de Turín era un falso, unos astutos monjes lo habrían fraguado en la anónima Edad Media. ¿Pero quién convence a los fanáticos del "Second Coming" de que el actual Sudario no es el Sudario? El otro inconveniente es que nada es seguro con la clonación, como lo prueba la cantidad de liebres y ovejas Dolly que envejecen rápidamente y revelan fallas orgánicas. Imaginemos tan sólo un instante el lío que nos preparan las sectas norteamericanas con los clonajes de Jesús, porque, para comenzar, darían diversos resultados. Nadie se atreve a decir que si consiguen una célula original -lo cual, repito, es improbable- habría que producir un embrión e implantarlo en una madre portadora. Sí, pues, se necesita siempre de una mujer. Aquí comienzan los problemas que no sólo serían de orden genético, sino sociales. ¿No es verdad acaso que tendría que ser judía? Ahora bien, muchas cosas han pasado en estos dos milenios entre seguidores de Jesús y el pueblo del libro, no todas muy cordiales que digamos, de modo que la designada bien puede ser alguna fundamentalista israelí que por nada del mundo quisiera llevar a cabo ese parto. Por otra parte, varios científicos que han recibido un Nóbel advierten que un ser humano no sólo son sus genes sino su época, un contexto, el "yo y la circunstancia" que decía Ortega y Gasset. Para recrear "la circunstancia" de Jesús habría que reconstruir una aldea galilea como hace dos mil años. Pero eso no es todo. Según el estado actual de la biología microcelular nada garantiza que una copia o clonaje resulte perfecta, y en ese caso tendríamos redentores distintos. Uno que podría sanar a leprosos pero no a ciegos. Otro, más bien solitario, y un tercero tan amiguero que en vez de tener doce apóstoles sume centenares y claro, a su muerte, se dividan en sectas diversas, y la Iglesia no nazca nunca. Tiemblo en pensar en una versión peor, Nuestro Señor en el desierto y frente al enemigo del género humano, o sea ante el demonio, al recibir la propuesta de compartir el dominio del mundo, en vez de rechazarlo como hace dos mil años, esta vez deje pedregales y fatigas y le diga OK. La clonación entonces no nos daría una alianza infernal del bien y del mal, o sea el Anticristo. Pero a los californianos de la nueva clonación ¿quién los convence de tal riesgo?

PD. Ante la suspensión de licencia de Pantel, opino a favor, aun lamentando la suerte de sus trabajadores. Pero el bochornoso espectáculo de empresarios actuando como en una película de gángsters no tiene excusa alguna. La opinión pública arde de indignación, lo sé por recibir torrentadas de e-mail. Me sumo a aquellos que aplauden la medida a condición de que sea provisoria. Ha intervenido el Estado, y ya estaba bien de lavarse las manos. A un país sin normas, autoridades en exceso prudentes y gerentes feudales que se atrincheran o atacan, se lo lleva realmente el diablo.

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Jupiterina, 27 de junio del 2003

Ritual yanomami y premeriato

                       

Hugo Neira

¿Se acuerdan de Teihotaatamaraetefau, uno de mis estudiantes de la Papúa Nueva Guinea de nombre tan longilíneo como su persona ? Yo le llamaba Vaiteia, un juego de palabras intraducible que igual puede significar horizonte, comida copiosa, bostezo,  y para ser sinceros, y en buen castellano, lo que se llama un plomazo. Me ocupé de sus elucubraciones en una sabatina anterior, de su teoría llamada "el síndrome maya" . A Vaiteia se le había ocurrido, después de sesudas reflexiones y reiteradas visitas a nuestro país, que el misterio de las elecciones peruanas, aun más insondable que el " misterio del capital", consiste en que los peruanos votan mal adrede, dejando el mejor en el puesto de  segundo, a sabiendas que al aparente vencedor de todas maneras le cortarán más tarde el cuello. Es una " estructura perversa "dice Teihotaatamaraetefau con ese gesto insufrible que tiene cuando enuncia cosas grandiosas mientras se mira las acicaladas uñas.

El supuesto ganador, explica, va a habitar el tenebroso local de Palacio sin darse cuenta de que no hace sino cumplir un rito propiciatorio de sacrificio. El que gana pierde. Teihotaatamaraetefau es fracamente un chiflado. Pero es mi exalumno, se da maña en su puesto de consultante de la ONU de pasar por Lima y visitarme.

– Muy interesante su casa profesor. Mucho gato, muchas flores, pocos libros. No entiendo.

– Mira Teihotaata (uso adrede la mitad del apellido, eso lo jode). Mis libros están todavía en una aduana. Esta es varias casas juntas, un condominio. Y los gatos aquí no se comen.

– O sea, ¿espacio tribal? ¿Exogamia o endogamia?

– Teihotaata, no se pase. Que manía de etnologizarlo todo. 

Se pone a anotar lo que le digo, con cara de filósofo escéptico e irónico que adopta desde que tuve la malhadada idea de mostrarle una fotografía de Malinovski cuando andaba entre melanesios tras su teoría del "kula".

– Interesante ritual de muerte, me dice.

 – ¿Cuál ritual? Y pienso sucesivamente en Sendero, la cédula viva, o en alguna nueva huelga del Sutep.

– Búsqueda de Primer Ministro. Ritual de muerte, rito Yanomami, me responde.

Francamente, es exasperante. Pero en honor a la claridad de estas notas, resumiré el tema Yanomami. Se trata de indios amazónicos, habitantes de la foresta tropical, unas 19 mil personas, entre el Brasil y Venezuela, con una propiedad colectiva de la tierra y un inmenso parque natural, pese a lo cual tienen problemas de supervivencia. Los yanomamis han intrigado no sólo a los etnólogos sino a los politicólogos. Muy disgregados, se pensaba, debido a sus chamanes y al uso exagerado de productos alucinógenos, hasta que se descubrió que la causa de  su decadencia es que nadie quiere aceptar el cargo de jefe tribal. Los yanomanis, en efecto, imponen a uno de los suyos el papel de Jefe. El elegido lo vive como una desgracia. Como son nómades cazadores y tienen que emigran en un momento preciso del año, es el Jefe quien tomará esa arriesgada decisión, y en solitario, guiándose por las señales del aire, el espesor del agua y el graznido de ciertas aves. Pobre de él como se equivoque.  Entonces los yanumanis lo llevan a lo más tupido de la foresta y lo ultiman a flechazos. Es el castigo a quien no acierta en la fecha exacta para la gran migración haciendo con ello peligrar la vida de la tribu entera.

– Limeños igual a Yanomamis, dice implacable mi exalumno. Nadie quiere ser Primer Ministro. Acaso ni ministro.

– Teihotaatamaraetefau, replico exasperado. Hechos.

– ¿Hechos profesor? Su Presidente invita a exAlcalde Andrade. No quiere. Ofrece a señor Olivera, no quiere. Señor Paniagua, conversaciones nomás. Llama a señor Tucán.


– No sea irrespetuoso

– Yo creer que Tucán fuerte guerrero pájaro, bueno. Señor Luis Bedoya Reyes, no quiere. Seguro así muchos. ¿Qué raro no? Igualito que tribu Yanomami. Para compensar —prosigue mi exalumno— Jefe Yanomami tenía nuevas esposas, pero no es como Usted se imagina. Era porque además de responsabilidades peligrosas, tenía que ofrecer banquetes. O sea, más esposas, igual más cocineras.

– Ni modo, le digo, así no hay quien acepte. Dígame Vaiteia, usted que lo sabe todo, ¿qué pasa hoy con los yanomamis?

– Bueno, rara vez tienen quien los manden, ellos dicen que se manejan con "poder consensual" en realidad son un desastre, viven en sociedades acéfalas, de enorme desorden interior, son cada vez más pobres, más conflictivos, y sus vecinos, las tribus colindantes, los evitan.

– O sea, o Premier, el que fuera, o interminable guerra tribal, añado con desgana. 

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Sabatina, 28 de junio del 2003


¿Clases medias o medias clases?

 

Hugo Neira

Han llegado todos a la hora. Les he tenido que convocar porque el tema es enredado, complejo y de alguna manera me obliga a volver a los clásicos.

-Señores, buenas noches y gracias por acudir en mi auxilio. El tema del actor social se ha presentado desde los días de ustedes, chusma, canalla, pueblo, más tarde clases, y en el siglo veinte, ciudadanía, públicos e individuos. Pero vuelven las clases sociales. En nuestro país, el de las clases medias…

-Es ridículo. Una vez más me convocan para hacerme perder el tiempo. Para comenzar yo no inventé el concepto de clases, fui el que le dio importancia en el desarrollo histórico, lo que no es lo mismo. El que habla es hombre de fuerte cabeza y cabellera gris, golpea un bastón y no deja de fumar. Karl Marx.

-Naturalmente, maestro, dice una voz educada. Todos sabemos hoy que reconoció usted que le precedía el concepto en carta a Weidemeyer, 5 de marzo de 1852. Pero es verdad que no lo usa siempre con coherencia. ¿Si me permite? En sus obras de juventud las clases tienen un contenido histórico, luego económico y político. Nunca dijo usted que tuvieran que ver únicamente con el bolsillo, pero no deja de ser verdad que en el tomo III del Capital, usted habla de tres clases, a saber, obreros, capitalistas y terratenientes. Pero en "La Lucha de clases en Francia", eran con tenderos, banqueros y lumpen, como siete. En "La revolución en la revolución en Alemania" suben a ocho, añadiendo la nobleza. O sea…

-O sea, Gurvitch, que es usted un burgués catedrático de La Sorbona que no ha entendido nada. Un maldito positivista, estalla Marx. Lo que he dicho es que la determinación de las clases varía dado el sistema de producción dominante. Ni son fijas ni tienen que ver únicamente con el salario y la renta. Se olvida que hablé de conciencia social, y eso usted, maldito positivista, no lo puede pesar ni medir.

-Hum, perdón, pero creo que es posible una mediación. El que habla es otro alemán, alto, algo pálido, Max Weber. Lo que Marx acaso quiera decir es que entran en materia de clases sociales criterios de diferenciación. ¿Cuales? Por mi parte he añadido profesión, instrucción, prestigio y status. No confundamos sin embargo un criterio metodológico con una realidad afectiva.

-Precisamente, me permito, intervenir. ¿Qué hacemos cuando la gente se reclama de una clase social? ¿Cuando dice, por ejemplo, yo soy de clase media?

Los tres clásicos se me quedan mirando y luego me caen encima con todo. Marx el primero: ¿Quién le ha dicho a usted que toda sociedad está ligada a un conflicto abierto de clases? Es verdad que en "El Manifiesto" hablé de patricios y plebeyos, hombres libres y esclavos, pero ¿los peruanos no pertenecen a una sociedad en gran parte preindustrial? Gurvitch insiste que debería prestar un poco más de atención a la "clase ociosa", leisure class. Weber que a las escalas de prestigio, decisivas…

-¿Quién se casa con quién? ¿Qué gente consume qué cosas? El que pregunta es un anglosajón, hasta el momento en silencio, Shumpeter. Y prosigue con tono irónico, lo que pasa es que muchos de mis compatriotas, en los Estados Unidos, por los años 50 del siglo veinte, declararon solemnemente que el crecimiento de las clases medias engendraría procesos políticos reformistas. Estaban mirando a Argentina, Chile y Brasil. Pero ocurrió todo lo contrario! exclama. La tendencia fue a ponerse al lado de los golpistas militares en las crisis. Fueron ambivalentes ante la democracia, tanto como los industriales. Nunca hubo esa burguesía progresista sino un estrato heterogéneo de profesionales, maestros, industriales, comerciantes. Y además, de ahí surgieron los grupos más críticos y radicales, los intelectuales revolucionarios!

Alguien insiste que en los países de capitalismo avanzado son "sectores intermediarios", es mejor llamarlos así. Poco importa, dice otra voz, lo que cuenta es que rompan la dualidad de los de arriba y los de abajo.

-Pero, ¿cuál es su problema?, me preguntan.

Hace treinta años, los informales eran un grupo amorfo, desclasado. Pero hoy, del sector urbano-popular brotan no sólo negocios sino comportamientos. Les hablo largo sobre Cono Norte, hipermercados, cadenas de comida rápida, cines, centros de entretenimiento, del Megaplaza, la explosión de los negocios. ¿Qué son? No son la antigua clase media, la del señor con corbata y casita en San Isidro y colegio particular de los cincuenta. ¿Estamos ante una clase media nueva? ¿No será más bien una burguesía chola emergente? Y con "otros signos exteriores" añaden pensativos Gurvitch y Max Weber. Hemos quedado todos en ir a los Conos. El barbudo Marx quiere ver cómo nace una clase que combinará los comportamientos activos de la burguesía y la revancha social de los excluidos. Algo dialéctico, a la vez moderno y tradicional.

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Sabatina, 05 de abril del 2003


La cólera del Papa

 

Hugo Neira


Juan Pablo II ha empleado duras palabras, las más duras que le son posibles a un Soberano Pontífice, para condenar la actual guerra en Irak.  No estamos ante un convencional discurso contra las guerras.  ¿Por qué esta vez es más intenso, más radical en su pacifismo que de costumbre?  Decir que viene de un hombre de religión  y por lo tanto de paz no es convincente si se recuerdan las posturas de ciertos curas en el país vasco y de los obispos protestantes en Irlanda.  La explicación por los orígenes personales de Karol Wojtyla, hijo de un pueblo centroeuropeo que conoció como pocos la humillación de seculares ocupaciones nos aproxima a la verdad, pero no a toda. ¿Qué atisba de inquietante en el porvenir el actual Papa? ¿Qué vislumbra?

Dirige Juan Pablo II una institución singular que lleva dos mil años de existencia.  La conocemos como Iglesia Católica, pero las religiones monoteístas son tres, como todo el mundo sabe: el judaísmo (la más antigua), el cristianismo y el islamismo.  Arrancando de la creencia en un dios invisible y único, la menos extensa es el judaísmo, sólo hay 18 millones de practicantes en el planeta, y aparte de que carece de voluntad proselitista, se confunde con una sola historia.  No es el caso del Islam, que abraza pueblos muy distintos y que se extiende por continentes enteros.  Ahora bien, la guerra de Bush se libra en tierras del Islam, en otras palabras, en las tierras del gran rival.

Es conocido cómo se reparten a través del mundo las grandes religiones.  Según el “Global Misión”, los cristianos (contando todas las confesiones)  llegan a mil ochocientos millones de seres humanos, pero los musulmanes, sunitas y chiítas, que no sumaban más de 400 millones al fin de la segunda guerra mundial, hoy sobrepasan los mil millones.  La progresión contemporánea del mundo musulmán es sencillamente espectacular.  No son sólo una religión de pueblos pobres, lo que de sí inquietaría al Vaticano, sino que están en pleno ascenso en la ex URSS, en Europa, e inclusive en los Estados Unidos.  Simple crecimiento demográfico piensan algunos.  Error, los que se reconocen en Mahoma como profeta y en la sociedad tan específica que sus leyes engendra, son cada vez más numerosos por otras sutiles razones.  Es el Islam una religión dotada de una teología sencilla y al alcance de las grandes masas.  Es muy fácil reconvertirse.  Claridad de su monoteísmo, notable simplicidad, no hay dios Padre e Hijo, sino un Dios invisible y terrible, pero adorarlo (en realidad, someterse) no es complicado, basta pronunciar una suerte de credo, “Dios es Alá y Mahoma su  profeta”, y asunto terminado.  El Padre Nuestro, que nos viene del Concilio de Nicea (en el 325), es más extenso y con matices filosóficos al reunir raíces griegas y judías.  En los días que corren, ser musulmán es integrarse a una comunidad de hermanos, a la más grande de las Internacionales, extinto el comunismo.  Por lo demás, el Islam es religión sin clero.  Hay especialistas del culto, los “imam”, pero no es lo mismo.  Añadamos su ritual sencillo, no hay misas en las cómodas Mezquitas, pero hay obligación de plegaria cinco veces al día orientándose hacia la Meca, y ayunar el mes de Ramadán y pagar el “zakaat” o limosna, e ir en peregrinaje a la Meca en el otoño de la existencia.  Hay otro Islam, refinado y místico.  Hablo del popular.

Si en el pasado el Islam se impuso por violencia, hoy avanza como un contagio entre la población del tercer mundo que lo percibe como una fraternidad y en las del primer mundo, entre gente sencilla acaso chocada por una modernidad cínica y sin valores esenciales. ¿Saben cuántos musulmanes hay en la Comunidad Europea? Sobre 400 millones, nada menos que 35 millones.  Mientras en Europa  tratan de acoger a millones de un Islam moderado para que un día lleven los valores de la tolerancia y la democracia a sus países, Washington prefiere los tanques.  Como se comprenderá, para el Papa, un hombre que conduce una institución que debe perdurar hasta el fin de los tiempos, la estúpida guerra del señor Bush es la peor de las guerras de Conquista, sobre todo si en Washington se invoca al dios (metodista) de los cristianos como excusa.  Wojtyla, fino estratega, puede temer, y con razón, el impacto negativo en los innumerables pueblos de confesión musulmana.  No olvidarlo, un millar de almas. La ocupación de los cruzados americanos en Irak recuerda los malos pasos de otrora del Occidente cristiano, las guerras colonialistas, los Pizarro de todos los tiempos.  Y el Papa se indigna porque tiene que velar por la Iglesia hasta que el Ángel suene la trompeta del Juicio Final, pero puede que entonces no hayan sino minaretes.

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Sabatina, 22 de febrero del 2003


Humboldt, el retorno

 

Hugo Neira

Los mejores trabajos sobre Humboldt son los de Estuardo Nuñez. Pero, ¿qué pasaría si el gran viajero nos revisitara? Imaginamos aquí una carta suya a su hermano Guillermo, fundador de la filología moderna. Se dice que entre ambos, Alexander( con las ciencias de la naturaleza y Guillermo con las del lenguaje, más el amigo común, Goethe, reunían el saber de su tiempo. El presente texto es un juego sobre el tiempo, pero la referencia a la encuesta internacional sobre el índice de confianza de los peruanos puede que sea real. El lector juzgará. HN

Querido Guillermo: Aquí me tienes, de retorno a la América Equinoccial a la que no llaman en este siglo así sino South America, o el Sud, que es el nombre impreciso de los países que fallaron la revolución industrial, la que preparamos, en el XVIII, ingenuamente, con nuestras expediciones científicas y la creencia en una razón universal para todo el género humano. Te escribo al desembarcar de Panamá en Lima, el viaje es menos arriesgado del que emprendí al borde del Orinoco y por los llanos venezolanos, por lo demás, espero a Bonpland que, sordo a mis consejos, buscando un Alto-Perú que ya no existe, tomó billete para Cochabamba. Te escribo para que sepas que ningún viaje en ninguna dimensión está libre de contratiempos. Insisto en que no pienso elaborar esta vez observaciones sobre el cielo, la geología y las montañas, como lo hice durante mi periplo de Loja a Cajamarca y por la costa de Trujillo hasta Lima, ni sobre el guano ni la corriente marítima que lleva mi nombre ni sobre flora y fauna o la antigua cultura incásica. Sobre esto último, los peruanos han tomado conciencia, hay excelentes museos y arqueólogos, de modo que me orientaré hacia otros asuntos. La América española que visité casi ha desaparecido, la que encuentro me llena de perplejidad. Por el momento te confío mis notas de viajero arrancadas a mi libreta de cuero, de la que tanto te burlas.

Lima, como sospecharás, no es la villa criolla que visité en el crepúsculo de esa civilización ibero-americana antes que mi amigo el señor de Bolívar y sus generales llaneros se pusieran a desparramar repúblicas. Pero en ciertos aspectos es la misma. En mi visita anterior, noté que el comercio callejero, que le daba el aire de una ciudadela morisca, lo ejercían artesanos mulatos y negros libertos, hoy son americanos originarios, hartos de una agricultura de miseria en los despoblados Andes. No es más esa ciudad de holgazanería, juego y vicio que describí, pero, por otra parte, sigue siendo Bizancio, al punto que podría volver a decir, como en 1802, "en pocos lugares del mundo se habla tanto y se hace tan poco". En el curso de estas cartas te revelo mis impresiones, las que de ninguna manera deben caer en manos de mortales, se alteraría el curso de la historia. Intentaré comprender por qué no se formó, en dos siglos, un Estado-nación y como, pese a declaraciones apasionadas de liberalismo, constituyen una sociedad muy jerarquizada y los grupos altos mediante la educación en colegios particulares o según el lugar en que se vive establecen distancias sociales. Pese a ello, se habla de una burguesía "chola" en ascenso. Ojalá, sería un progreso. En fin, en tu último correo me haces llegar del siglo XXI una información utilísima. Me refiero a la encuesta del Pew Global Attitude Project sobre el ánimo en el mundo después del 11 de setiembre. Las tres preguntas genéricas me parecen atinadas, uno, cómo se siente el encuestado ante su vida. Dos, qué piensa de su patria. Tres: qué de la marcha del mundo. No me sorprenden las altas tasas de optimismo personal y grupal en Estados Unidos, Canadá y Europa. Por el contrario, los campeones mundiales del desengaño son argentinos y peruanos, apenas un 3% confía en su país, pero ni unos ni otros han perdido confianza en sí mismos, la tiene 37% de peruanos y 45% de argentinos. La conclusión es clarísima, no confían en su clase política pero sí en el esfuerzo propio. Pero ese esfuerzo ¿es para quedarse o para partir? Termino esta carta abruptamente, para que llegue a tiempo. Tu hermano Alexander.

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Sabatina, 25 de enero del 2003


El dedo en la llaga

 

Hugo Neira


Al bueno de Sancho Panza, que se creía gobernador de la isla Barataria (Quijote, Chap.
XLVII) le preparan un banquete que es una farsa, y cuando intenta coger manjares, sale un médico con una varita que se lo impide, "no ha lugar". Es víctima Sancho de un humor fúnebre y barroco. Así los peruanos, el gobierno y todo el mundo es hoy Sancho, cuando cada juez con prontuario, cada fallo de Sala exime, libera y por poco no felicita a mafiosos. Como en la farsa cervantina, aparece algún jurisconsulto para decir "no ha lugar". La cosa es clara, nos están tomando el pelo.

¿Los desmanes jurídicos proseguirán? ¿La dictadura legal de los supremos provisionales? Entretanto, la ambigüedad espectacular de una porción de la clase política me cortó la respiración. Pero, una y otra información, este o aquel editorial de este diario, la indignación de Toledo —alguno se ha permitido invitarlo a tomar clases de derecho constitucional cuando de lo que se trata es de ser honrado— me animaban a pensar que no. Y en esto que interviene Mario Vargas Llosa. Menos mal. Con un estilo de franqueza e indignación raro en nuestro medio ha puesto el dedo en la llaga. Ha expresado una preocupación que es la de muchos, la mía, y espero, la del lector.

En toda sociedad existe alguien que proclama la verdad, eso son los intelectuales. Es el caso de Mario Vargas Llosa. No es la primera vez que viene a decirnos algo que no está en el blando consenso. Ocurrió cuando Montesinos. Mario es la recta voluntad de decir las cosas. Sabe que nuestro drama no es solamente la pobreza sino la mentira. Reintroduce en la acción política el poder espiritual. Este le viene de su prestigio, del tener tribunas, que no usa para beneficio personal. ¿Qué puede obtener de actos públicos como los suyos? Hasta el más reticente, si no quiere ir contra la razón, tendrá que convenir conmigo que ninguno. No necesita llegar a ninguna cumbre, vive en ella. Lo bueno de Mario es que no ha cambiado, es el estudiante sanmarquino que desde el fondo del paraninfo de madera de entonces alza la voz para decir "no estoy de acuerdo".

El mal que señala, sin embargo, es más difícil de corregir que el anterior. Salir de un despotismo mediante las urnas es una cosa, el remover instituciones para admitir la trascendente abstracción de la ley, es otra. La inmoralidad es una de nuestras más entrañables tradiciones. Y la convicción de que el desarrollo histórico depende de tener limpia justicia o no, no es una inquietud que nos desvele precisamente. No tenemos tradición de juridicidad, al contrario. A los pudientes, toda combinación les ha parecido legítima si daba ganancias. Con Fujimori juntaron liberalismo y dictadura. Tuvieron su Chinochet, estaban encantados, no se hagan. En otros estratos sociales, muchos consideran la reforma del poder judicial como importante pero menos que el tema de la pobreza o la injusticia social, me parece al revés. En fin, mirando los comportamientos el alma se va a los talones, todo lo que es desvío nutre el aplaudido estereotipo del peruano criollo o "vivo". Ninguna sorpresa, entonces, que uno de los axiomas inconfesados de la vida peruana es que la política es un pacto entre mafias y si el financiamiento externo llega, nada tiene que ver con nuestras malas costumbres. Grosero error. En el asunto del Estado de derecho se juega el tener o no desarrollo. El criterio de qué es lo que resulta anacrónico y qué es moderno en el mundo global es justamente que un país sea honesto o no. Eso algunos lo hemos estado diciendo hace rato. La modernidad en otras latitudes comienza con jueces dignos, vean Inglaterra, y antes que la misma revolución industrial. Al progreso material lo preceden las leyes. Ese es el secreto del desarrollo de las que ahora son grandes naciones (Hacia la tercera mitad, p. 707). No es lujo una judicatura sana, es requisito. Pero hoy añadimos a la injusticia social, la santificación de los inmorales.

Reformar la judicatura no es imposible. Se puede enviar un buen número a la jubilación, ha pasado en otras transiciones, y llamar por millares a jóvenes (por concurso público) y financiar la reforma moral e institucional con dinero exterior, afuera apoyarían esa revolución pacífica. Una Transición no es sino el esfuerzo por tener un país normal. En fin, el episodio del festín de burla a Sancho acaba cuando llama al falso médico y lo despide con cajas destempladas, "porque si ser gobernador no sirve para mandar, entonces el cargo no vale lo que dos habas". Que el Escritor y el Presidente mantengan encendido el fuego moral de la indignación. Y que se contagie.

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Sabatina, 18 de enero del 2003


Teleficción. El clonaje humano

 

 

Hugo Neira


El animador. En 1996 se crea Dolly, una oveja que es copia de otra oveja. Hoy el movimiento raeliano sostiene que ha nacido el primer bebé clónico. ¿Debemos temer al clonaje humano? Para debatir hemos invitado a personalidades del mundo de la ciencia y el conocimiento (sigue la presentación de panelistas, una veintena). Estamos en teleconferencia, y comencemos por darle la palabra al representante raeliano. Adelante estudios. En la pantalla aparece un hombre vestido de blanco, se presenta como "obispo" y profesor Pahlavan.

-En efecto, nos hemos negado al test, tememos que los expertos revelen la identidad de la niña. Pero un segundo bebé clónico nacerá en Holanda, otros seguirán. Se abre un campo inmenso, la victoria sobre la muerte. El hombre podrá ir a las estrellas, poblar otros mundos.
Las cámaras han barrido el rostro de los panelistas, la expresión es de disgusto. Bernard Kouchner (ex ministro de salud):
– Lo que acabamos de escuchar es escandaloso. Y si no fuese por respeto a quienes nos han invitado, creo que deberíamos irnos para no caucionar esa grotesca superchería, esa estafa, se busca engañar a gente crédula o físicamente sufriente. No, lo que siento, la verdad, es horror y un gran temor, lo que nos promete ese "obispo" es un mundo totalitario.
-De acuerdo con la indignación de Kouchner (una médico). Además, el argumento de no presentar pruebas no se sostiene. Es bueno que sepamos que para ciertos Nóbel hay descubrimientos analizados por contadas personas que guardan el secreto. Creo que lo del clonaje humano manipulado por esa secta presenta varios niveles. El primero es el del dinero, ya se ha dicho; el segundo es la condición de la mujer, porque un embrión clonado necesita de una madre portadora, y se necesitaría un ejército de ellas; el tercero es la ideología que es la del eugenismo, y todos sabemos que provocó en la historia delirios de exterminación. Elegir humanos deseables, ¿con qué criterios? Sólo una sociedad totalitaria podría hacerlo. En fin, el cuarto, la clonización no es la búsqueda de un hijo, sino lo mismo reproduciendo lo mismo. ¡Qué vanidad!

Sigue un debate animado. Uno señala que el eugenismo nunca pudo aplicarse: de padres inteligentes suelen nacer hijos mediocres. Otro se sorprende que los primeros pedidos vengan de parejas homosexuales varones, ¿el deseo de eliminar la madre? Otra voz: es lo contrario, lo que se elimina es el padre. Un bromista: copulación o clonación, that is the question. Alguien reclama un mayor control internacional: ¿qué pasa si un dictador se pone a fabricar soldados clónicos? El hombre está saliendo dulcemente de lo humano dice un filósofo escéptico.
-Entran llamadas del público, piden información sobre el clonaje animal. Ese, al menos, que se verifica.
-Tenemos doce vacas clonadas, dice el profesor Marius, del Instituto. El animal fuente es una Holstein de muchas virtudes. Alguien del público: ¿cuáles son las virtudes de una vaca que merezca ser clonada? (risas) Bueno, pelaje, estatura, fuerza, y además es muy simpática y paciente, prosigue Marius. Iré a lo concreto, con la clonación de la "madre" obtuvimos 80 embriones y 30 implantaciones, pero los fracasos son del orden del 99 por ciento. Por eso observamos, los resultados son inciertos (rumor).

-Alguien pregunta si tenemos derecho a corregir a la naturaleza. Si la naturaleza no mereciera ser corregida, no habría medicina, responde uno de los médicos.
-Un Premio Nóbel. El reciente escándalo nos distrae de lo esencial: los conocimientos genéticos van a mejorar la salud del ser humano. La contribución de la biología molecular va a permitir nuevos medicamentos, y combatir mejor el envejecimiento, las enfermedades hereditarias. El uso medical de células madres, es decir no especializadas, nos promete la regeneración de órganos. En fin, todos conocemos la terapéutica aplicada a parejas estériles, fecundación en vítreo, implante de óvulos, hoy muchos niños no son genéticamente de sus padres. Ahora bien, los mismos avances de la ciencia hacen crecer la impaciencia por hijos sanos y el deseo de no morir. De acuerdo, pues, con una legislación prohibitiva del clonaje reproductivo pero sin confundirlo con la investigación sobre el embrión, fundamental si queremos vencer enfermedades hasta ahora incurables. El paleontólogo: el clonaje fijaría la humanidad en lo que actualmente es. Pero si en 5 millones de años los simios no cambiaron, la especie humana conoció una historia de formidables diversificaciones. La reproducción sexual, la lotería de la herencia, eso que justamente quieren evitar los raelianos, condujo del Homo Eructus al Homo Sapiens.

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Sabatina, 11 de enero del 2003


Los hombres no salen encinta

 

Hugo Neira


No hay peor discusión que aquella sobre la vida y la muerte. Sociedades enteras, qué digo, civilizaciones, se separan. Es el caso de la pena de muerte, corriente en casi todos los Estados Unidos, abolida en Europa. O el de la eutanasia, cuya sola evocación despierta vivas polémicas. O como en estos días, la posibilidad del clonaje humano. Son asuntos trascendentes, de fondo, y me refiero obviamente al tema del aborto. Sobre la materia, en Perú, las posturas son tajantes. Sería temerario mofarse de ellas, son creencias, es decir, opiniones que responde a criterios profundos. Aunque sobre religión es mejor no discutir, a cada quien sus valores, me animo, pese a todo, a observar que en otros países, no menos católicos que el nuestro, una legislación sobre ese tema fue adoptada.

Se ha dicho que el aborto como gesto médico fue el resultado de la lucha de las mujeres europeas en los años sesenta y setenta. La información es cierta, pero incompleta. El peso de la tradición es tan fuerte en esas sociedades como en las nuestras, acaso más. Practican un catolicismo severo y recóndito que viene de siglos, sin embargo dieron el paso. ¿Por qué? El debate limeño ha abierto un lugar de mi propia memoria, vuelvo a ver las calles de París, las manifestaciones de la época, antes o después del mayo parisino. Si mal no me acuerdo, no fue un combate por o contra la religión. El aborto, o mejor, la interrupción voluntaria de embarazo (IVG) vino como un hito en un largo y laborioso proceso de adquisición de derechos. Votaron en Francia por primera vez las mujeres en 1945. En 1965 alcanzaron a que el marido no se opusiera a una actividad profesional. Y 1972 fue el año de la igualdad en remuneraciones, lo que suele incumplirse. La lucha no acabó ahí, en l980 quedó prohibido despedirlas por causa de embarazo. Algo no andaría bien, cuando en 1981, con Mitterrand, se crea el Ministerio de Derechos de la Mujer. De 1992 es la ley de subsidios de ayuda familiar, por menor a cargo, cada año, que por lo general recibe la madre. En suma, una lucha concreta y no teológica.

No hay que pensar que se toma el asunto a la ligera. Para cada madre siempre es acto dramático. Los médicos tratan cada caso con severidad, y aunque hoy es un derecho, sugieren a las pacientes recapacitar. E imponen etapas. A los diez días de retardo, sigue un tiempo de reflexión mínimo de 11 días, sólo entonces son admitidas en un centro hospitalario. La interrupción hoy resulta corriente, pero sería mentir decir que todo el mundo está de acuerdo, por ejemplo, un médico puede negarse por razones de conciencia, y existen movimientos opuestos —no lo oculto— como la Unión de médicos por el respeto de la vida humana. La opinión general la aprueba porque recuerda como una era de tinieblas cuando se recurría al aborto clandestino, 256 mil al año antes de la ley. Las mujeres con mayores recursos iban a Inglaterra. La legislación británica, más liberal, permitía la interrupción pasadas las 23 semanas, lo que no puede hacerse en Francia. En fin, la posición de la Iglesia Católica es de condena, como ante el divorcio. Así, millones de europeas viven sus derechos acompañadas de un dilema moral. De la incompatibilidad desgarradora entre una fe que las cohíbe y una modernidad que las trata como seres responsables que pueden determinarse por un número racional de hijos. Pero acabemos con un fantasma, esas reformas no han dado paso al derrumbe de la civilización occidental, italianas, españolas y francesas se divorcian o acuden al IVG, sin que se despueblen las iglesias o cese el culto a María madre de Dios en Lourdes. En Perú la discusión toma un sesgo errado. Sugiero, modestamente, que se encare como tema de derechos. Son las mujeres las que quedan encinta y no los varones. Y todo lo que hay que responderse es lo siguiente: ¿Los ciudadanos de género femenino tienen derechos propios a su condición o no? Ese es el punto. Supongo que los talibanes en Afganistán dirán que no. Pero la capital del Perú no se llama Kabul.

PD. César Hildebrandt es periodista brillante y honrado ciudadano. Pero en estos días quieren escribir a su costa una página de literatura fantástica, me refiero al proceso absurdo, planteado por un fugado, para alejarlo y callarlo. En fin, penden todavía decisiones de juzgado, esperemos que la sensatez se imponga, y no prospere esa suerte de venganza delincuencial contra el Cuarto Poder, contra la libre opinión que hace dos años, con César, este diario y unos pocos más, permitió resucitar un Poder Judicial liquidado por el fujimorismo.

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