Apenas me he levantado, de madrugada, corro a ver los diarios brasileños. “Depois da goleada”, dice el importante diario O Globo de Río, el fútbol es un juego que nadie quiere continuar. Ninguém, dice el diario. “No es la derrota de un equipo, es la derrota del Brasil”. Y las repercusiones son muchas. Para comenzar, “la derrota faz goberno mudar estratégia”. Los especialistas comienzan a ver cual va a ser el impacto en las elecciones. Sigo examinando otros diarios. Conviene saber que solo el Brasil tiene tantos diarios impresos como el resto de la América Latina que lee en español. El mundo lusitano en eso y en otras tantas cosas, calidad del Estado, la educación, nivel científico y técnico. Pero igual, el impacto es mayúsculo. “La vergonha no país do futebol”, alcanza todas las capas sociales, todos los diarios, todos los temas.
Claro está, comienzan con los primeros responsables, el técnico, que asume la derrota de la manera más profesional. Se ha equivocado y confiesa, “el peor día de toda mi vida”. Julio César, ‘el goleiro’, anuncia que este es su último Mundial. Dilma, la presidente, interviene: “no nos vamos a dejar quebrar”. Pero igual llama a lo que ha pasado en el estadio, un vexame. Una ofensa, deportiva sin duda. Pero algo más. Mucho más. Hora es, dice solemnemente otro diario, de recuperar la identidad del fútbol brasileño. Diablos!
El lector estará de acuerdo que eso, en Brasil, son palabras mayores. Es como si los ingleses decidieran pasar a revisar si la Monarquía les sirve o no. Si algún Emirato árabe decidiera dejar de ser musulmán. El lugar que ocupa el fútbol en Brasil no es fácil de explicar. Hoy están enfrentándose a la Fifa. Y a sus servidores. Un tal Raymond Whelan está con un proceso por un negocio de entradas. Acaba el hombre de apelar a un habeas corpus. En los diarios hay una protesta gigantesca. La Fifa es ahora el enemigo. Y un periodista inglés, Ray, especializado en los negocios de esa entidad, ha publicado un libro que revela sus manejos. Tampoco se libra Alemania de ironías. A la goleada le llaman “el alemanazo”. Y eso que en Brasil hay brasileños descendientes de inmigrantes alemanes. Incluso corre en la red un video, mentiroso pero bien realizado, de un Hitler dando órdenes para una goleada. No sé de donde se han sacado al actor, no solo por el bigotito, sino por la pronunciación. Como digo, la cosa es enorme. Todos los defectos que Brasil tiene salen ahora al aire. El fútbol es más que un deporte.
Pero es sobre todo una manera de vencer ante el mundo. Así, se abre una crítica de fondo sobre ese deporte. Algo así como si los italianos discutan la ópera o los norteamericanos el cine californiano. Todo. El fútbol brasileño ha sido grandes jugadores. ¿Por qué han mermado? Los jugadores brasileños juegan hoy en diversos equipos europeos, no se ven casi entre ellos. A eso se refería el diario sobre ‘la identidad’. Es probable. Hay que saber que la torcida brasileña cotiza para sus equipos. Son de ellos los clubs sociales. Digamos como si en Lima, el Club Regatas, además de ser más extenso, lo administrara el Alianza Lima. Ese es el tema. En esos colegios va todo tipo de muchachos, y ahí son reclutados. Y ese es el secreto del gran fútbol brasileño. Al poner en duda los clubs, ponen en duda todo. La derrota es un asunto colectivo. De negocios, jugadores, entrenadores, familiares, amigos, de una red inmensa e interactiva que ahora, el “alemanazo”, le ha abierto un agujero tan grande como el que produciría un meteorito sobre Copacabana. No me alegro. Describo.
Publicado en El Montonero., 09 de julio de 2014