Buscando nuestros universales

Escrito Por: Hugo Neira 807 veces - Mar• 18•19

Todavía estoy fuera y bajo otros cielos. Pero Google ha achicado el planeta y me entero de que «Moisés Mamani no descarta un encuentro con el presidente Vizcarra», y que «los incendios los provocan malas instalaciones eléctricas». Después de tan trascendentes anuncios, se quedan cortos el cambio climático, la geopolítica y la economía global. A propósito, Mario Draghi, presidente del BCE, el Banco Central Europeo, ha reducido a 1,1% la probabilidad de crecimiento para este 2019. La noticia no sorprende, el crecimiento de la eurozona es lento. Ahora bien, el sostenerlo ya es prodigioso, dada la masa global de riqueza, mejor distribuida en Europa que en Norteamérica. Hay diversos capitalismos, el día que lo entendamos, aleluya.

Alguien me preguntó cuándo tendríamos pensadores universales. ¿Un Kant mexicano? Me molestó tanto que le he respondido: «¿qué han hecho con el pueblo europeo?». Según Michel Wieviorka, gran investigador y profesor, lo nacional-popular de las izquierdas, lo está recuperando el Frente Nacional de Marine Le Pen. Pero el reproche de que no teníamos filósofos, me trota en la cabeza. En el Diccionario Oxford de los británicos, los peruanos aparecen al menos con Francisco Miró Quesada, padre. Augusto Salazar Bondy. Y José Carlos Mariátegui, pese a que fuera autodidacto. En el campo de la literatura, sin duda alguna, Mario Vargas Llosa. Y claro está, César Vallejo. Neruda. Borges y Octavio Paz.

Hay muchos otros, pero ¿cómo van a ser universales si no hemos terminado de reconocerlos? Es el caso de Julio Ramón Ribeyro. Se conocen sus obras, desde Los gallinazos sin pluma hasta La palabra del mudo. Pero no nos hemos detenido suficientemente sobre un relato excepcional, «Silvio en el Rosedal». El cuento es sencillo, o eso parece. Ha habido algunos asedios, literarios por cierto, de Ismael Márquez y César Ferrero. En síntesis, Silvio, hijo de inmigrantes italianos, es empleado en la ferretería del padre. Es un frustrado, ama la música y el violín. La madre le consigue un maestro que le enseña a tocar el violín. Años después, Silvio recibe una herencia y deja Lima. Se enamora de la vida campesina y de su hacienda El Rosedal. José Miguel Oviedo dice que lo ve como «un jardin del Edén» y «el acceso a una dimensión trascendente». Rosas organizadas con las letras S, E, y R. Silvio busca la clave. Y en ella, acaso el sentido de la vida. Esfuerzos inútiles. Una noche se ilumina. SER quiere decir que sea lo que es, un violinista. Y toca «para nadie», palabras finales. El cuento es la respuesta a una interrogación fundamental de la naturaleza humana. ¿Para qué vivimos? Como Borges, sus cuentos son temáticas filosóficas. Julio Ramón fue siempre —dice Oviedo— un escritor «sin estridencias y casi con resignación». Cierto, pero algo más. Un senequista. Seneca, filósofo en el primer siglo de nuestra era. Ribeyro y su rosedal, cuento universal, porque todos los hombres viven, hacen cosas y mueren. Un elogio del trabajo por el trabajo mismo.

Publicado en Café Viena, 12 de marzo de 2019
https://www.cafeviena.pe/index.php/2019/03/12/buscando-nuestros-universales/

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