Cataluña. Eugenio D’Ors. Mediterráneo y el Islam

Escrito Por: Hugo Neira 1.179 veces - Oct• 30•17

Estoy un tanto desvelado por un doble tema, las fallas del censo y Cataluña. Lo primero, como a Aníbal Sánchez ya lo han expectorado del INEI, mi atención ha girado a ese salto al vacío de los catalanes. ¿Tan lejos de la razón y en las orillas del Mediterráneo? ¿El mar en que se batieron, por siglos, cristianos y musulmanes? En esas estaba cuando siento un ruido en la sala de mi casa. A veces y por las noches se cuelan en mi casa, bajando una misteriosa escalera, grandes espíritus. Nunca sé si eso es real o imaginario.

En la sala y en efecto, Eugenio D’Ors. Catalán. Se fue de este mundo hace rato.

Zalamero como buen peruano, le extiendo la mano con un sonoro «don Eugenio, el autor de La Ben Plantada, en mi casa¡! ¿A qué debo ese honor?». El escritor catalán me saluda con cordialidad y me responde:

– ¡Cómo no voy a venir a verlo, si usted se pasea por el mundo con mis libros!

Cierto, he llevado libros suyos de París a Papeete y de ahí a Lima, de Ortega, de Unamuno, y varios de Eugenio D’Ors. Saco del estante uno que tengo desde siempre, La filosofía del hombre que trabaja y juega. Que me ha inspirado enormemente. Don Eugenio se acerca y lo hojea.

– No es la edición original, que es de 1914.

– Claro que no, pero sí una, mexicana, de 1921. La encontré en libreros de Lima.

Y tiene usted, también, «Tres horas en el Museo del Prado», dice, con cara de contento.

Eugenio D’Ors, nacido en Barcelona, una de las figuras más destacadas de la cultura catalana. Después de La Ben Plantada, se le ocurrió escribir en castellano. Doctor en filosofía y letras. Por irritar a los separatistas, escribe una «Historia de los Reyes Católicos», en francés. Esos reyes que unieron el reino de Castilla y de Aragón. De este último, Cataluña era apenas un condado. Firmaba sus artículos, Xenius. Como a Ortega, es imposible resumirlo.

– Vamos a ver Hugo, ¿nos podemos tutear, no? ¿Le preocupa Cataluña? Piense entonces en términos de geopolítica, propios a su tiempo. D’ors continúa.

– ¿Sabe qué es España? Un confín occidental de Europa. Y después de romanos y luego de visigodos. O sea, desde la parte norte, germanizada, siempre se ha abandonado esa orilla del Mediterráneo. Y al frente, siempre ha estado y está el Islam. Se calla, y no sé adónde va.

– Hubo una España árabe —ha vuelto a hablar—, Toledo, Zaragoza, Valencia, se han olvidado de Abderramán, yo no. Era un genio de la guerra. Los pueblos islámicos tenían ejércitos que invadían constantemente. Y el Mediterráneo es un lago islámico en los días que corren .¿Y dónde está Barcelona? En el Mediterráneo. ¿Y qué hay al frente? Egipto, Argelia, Marruecos, y los Emiratos árabes. Y luego me pregunta:

– ¿Conoce usted Hong Kong?

– La verdad, no he estado en ese puerto.

– ¿Pero sabe qué es? Y sin esperar respuesta: – Hong Kong, la ciudad más rica de China, 42 mil dólares per cápita, un 45% superior al de España. El tercer centro financiero del mundo. Esencialmente terciario. Nos conviene, ¿no? Bueno, habría que mejorar el actual puerto de Barcelona.

– Me asombra. ¿Pero está diciendo que Barcelona puede convertirse en una suerte de un metrópoli mediterránea gigantesca?

– Naturalmente, replica el visitante. En la Unión Europa no va a poder quedarse, puesto que sale de España. Mire el mapa, ¿quiénes están cerca? Los pueblos del Islam. Lo que intuimos, con otros espíritus, es que se van a instalar capitales musulmanes, lo cual salvaría de inmediato la economía catalana, ahora en los suelos por la fuga de centenas de empresas.

– ¿No va a haber solución con España, ni con Europa?

– Cataluña no la necesita. ¿Sabe cuál es el lema de Hong Kong? «Un país, dos sistemas». Las islas progresan si están en lugares estratégicos. Hong Kong tiene un producto bruto superior a Portugal, con solo 7 millones de personas. Por lo demás, Cataluña será un destino tanto comercial como turístico. Como Nueva York, como Los Ángeles. Pero me dice todo esto con un aire ligeramente melancólico. Le pregunto qué ve de siniestro en ese destino.

– Mire, Hugo, es sencillo. Primero llegan los capitales islámicos. Luego la población. En Hong Kong son los chinos, un millón se preparan a ser residentes. Igual en Barcelona, al comienzo se llevarán bien, pero luego, los catalanes tendrán que partir.

– ¿Adónde?

– Adonde va a ser, pues. D’Ors, con la muerte en el alma: – De nuevo a España.

Antes de irse, me escribe una nota. «No se olvide de lo que dijo Tito Livio. ‘Hispania nom quam Italia terra’. El suelo íbero no se ha hecho para un solo pueblo, su particularismo es que nunca ha sido ni puede ser única Hispania sino múltiple. La dominación sarracena volverá con alarifes banqueros. Irresistible.»

Y si acaso Cataluña fuera el primer paso para que aparezcan cantones independientes por todas partes, ¿a quién beneficiaría, geopolíticamente, un mosaico mundial de pueblos desconectados? (Seguiremos en la próxima columna)

 

Publicado en El Montonero., 30 de octubre de 2017

http://elmontonero.pe/columnas/cataluna-eugenio-dors-mediterraneo-y-el-islam

 

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