Por convicción, y hasta este fatídico momento, he estado siempre en contra de la vacancia presidencial. Me parecía una forma de incivilidad. Aun en los años del gobierno de Ollanta Humala —perdón—, en los del gobierno de Nadine Heredia, no se me ocurrió la vacancia. Hasta hace poco pensaba que las dos cosas son malas. Si se queda el actual presidente, resulta temerario tras las revelaciones de Barata y Lava Jato. ¿Con qué cara se procesa a los 23 mil funcionarios con expediente? Son cifras de Susana Castañeda en RPP. Si lo vacan, puede venir algo todavía peor. ¿Elecciones? Ninguna de las fuerzas políticas del país, de las que quedan, casi todas en sillas de rueda, podría sobrevivir. Estaba en esas cuando se sabe lo del chofer. Tiro la toalla. Me rindo.
Hay una posibilidad que es racional. Una posibilidad democrática, legal, republicana, en los 192 Estados en el mundo, existe lo que se llama vicepresidentes. Pero puede que ni eso ocurra. Demasiado claro, somos barrocos hasta en política. Entre tanto, “la cólera del pobre tiene dos ríos para muchos mares”. El poema es de César Vallejo, ¿quién otro? Y no sigan diciendo que sería un golpe de Estado. ¿Dónde están los tanques?
La situación es grave. La Unidad de Investigación Financiera afirma que el presidente ha recibido US$ 3 millones de Odebrecht vía First Capital y Westfield. Y el corazón peruano se me rompe. Estoy todavía en Santiago y me pregunto: el mandatario peruano, ¿no pudo hacer lo que ha hecho el actual presidente en Chile? Sebastián Piñera ha dejado su fortuna en manos de un fideicomiso ciego. Lo de ciego viene que mientras sea mandatario, las empresas ni las ve ni se ocupa. Cuatro empresarios chilenos manejarán la fortuna de Piñera. En el mundo entero la cosa es clara. O se hace una fortuna. O se gobierna. Pero en Perú hay la perversidad de las dos cosas a la vez. PPK no es el único.
Cuando dice que no se va, es alucinante. Toda la armazón jurídica, moral y política del Perú, al diablo. Estas cosas pasaban en el XIX en la época de caudillos o “señores de la guerra”, con Gamarra, Salaverry. ¿Pero hoy? Y pensar que Ollanta Humala mientras marchaba a una prisión decía: “me van a echar de menos”. Vaya, conoce el tablero de la política peruana. Ahora bien, yo soy quien escribe el 02.06.2011, en el diario La República, “No votaré por Ollanta Humala ni con una pistola etnocacerista en la sien”. Pero hoy, guardando mis discrepancias, me saco el sombrero ante el comandante en prisión. Se fue, y también Nadine, derechitos a la preventiva. Y ahí están. Caray, la moral cívica del militar.
Como decía mi abuelita, “no hay mal que por bien no venga”. Creo que nuestra historiografía peruana no ha estudiado a los presidentes como debe ser. La verdad, lo de transferir 600 mil dólares al chofer, me mata. En adelante, habrá que analizar de paso al jardinero, al cocinero y al gasfitero, a la ama de llaves y al conserje. Un jefe de Estado en Perú no puede ser entendido solo por sus políticas económicas. Tiene lacayos. Dime qué chofer tienes y te diré quién eres.
Basta de bromas. He leído las columnas de Eduardo Dargent y de Carlos Meléndez. Completamente de acuerdo y el desasosiego por la patria, al tope. Estoy más que preocupado. Hasta ahora en escena, la clase política, medios, redes, pero puede sumarse un actor mayor, el pueblo. Están que arden. El Cardenal Cipriani acaba de decir que “el país está herido”. Lo que dice va más allá de vacancia sí o no. Puede haber un paro nacional. Pueden haber una serie de maniobras que mejor ni las digo. ¿Quién respeta a un Estado que no se respeta a sí mismo? Esto debe acabar, sea chicha o limonada, este 22 de marzo. “La cólera del pobre tiene un fuego central para dos cráteres”.
Incluso no importa que se quede. Sería un presidente que habría aprendido en estos días lo que no supo nunca admitir. Llegó a Palacio sin bancada mayoritaria, sin partido, con votos prestaditos nomás. Y el enfrentamiento electoral continuó como si nada. Lo he llamado “una guerra civil sin balas”. Seguimos en una crisis que es la peor que he visto en mi larga vida. Y como conozco la historia de nuestra patria, la más estúpida. En el 2016, gana la presidencia un liberal de derechas. Y en el Congreso, una mayoría que es de derecha popular. Tenían que haberse entendido. Y convocar el presidente a gabinetes amplios. Pero cómo iba a hacerlo si tomaba como consejera a Rosa María Palacios (¿?) ¿Cómo si se rodeó no solo con tecnócratas —eso es admisible— sino con los que llaman “caviares”? O sea, parte de la inteligencia desangelada y sin bases populares, vueltos una camarilla que solo piensa en el 2021. ¿El pueblo, el bien público? Les importa un carajo. Y mueven sus alfiles. Y PPK cayó en la trampa. Han triunfado los prejuicios, los odios, la antipolítica. La presente crisis es artificial, pueril. Como los niños le tienen miedo a la oscuridad, se han fabricado cucos, dictaduras posibles, conjeturas. Y el país se hunde.
Hoy, hay tres posibilidades. El presidente vaca o no vaca. O se queda o gobierna Vizcarra, es provinciano y no tiene empresas, le ayudaremos para que no sufra la venganza del gobernante que acaso se va y que le pide feudalmente lealtad como si esto fuera la corte del Rey Arturo. Y sí, hay una tercera, nos vamos a la misma…
Publicado en El Montonero., 19 de marzo de 2018