En noviembre del 2017, acudo al Congreso de la República. Invitado a una mesa de trabajo. Se trataba del examen de contenidos educativos sobre el terrorismo para textos de educación básica regular. Quien me invita es la congresista Paloma Noceda, a la que agradezco. Ahora bien, se acaba de publicar el contenido de ese debate en una edición del Congreso. No comenté lo dicho, hasta el día de hoy. Lo hice por discreción. Hoy son palabras hechas públicas, y me voy a ocupar del contenido de esos materiales de lectura. Como el tema es denso, haré algo que rara vez uso. Enumerar los párrafos. Y poner comillas, como siempre. Y luego mi enjuiciamiento, inmediatamente. El intitulado, «la tenaz vocación por el disparate», es de Umberto Jara (p. 46), en su estupendo estudio sobre Abimael Guzmán.
1. El texto escolar que comento se inicia con una pregunta. «Qué es la violencia terrorista y cómo nos afecta?» Y sigue: «El Perú pasó hace pocas décadas por una crisis de violencia que produjo la muerte de miles de personas y afectó, de diversos modos, a muchos miles de peruanos más». Recuerdo mi primera impresión, la vaguedad del texto. «El Perú pasó por una crisis de violencia» (¿?!) La temática del terrorismo pasaba a ser algo como el fenómeno del Niño en nuestras costas¡! Un hecho natural.
Sin embargo, en vez de generalizar (poniéndose a hablar del terrorismo planetario), se podría hacer algo más sencillo. Tanto que se puede encontrar en internet. «El 17 de mayo de 1980, en el pueblo de Chuschi, por la noche, hace 38 años, una columna de Sendero Luminoso había perpetrado el primer atentado de su larga trayectoria criminal, robando las ánforas de votación que serían utilizadas al día siguiente en las elecciones. Las robaron y las quemaron. La era del terrorismo senderista se inauguró entre cenizas, llantos (…) » (R. León). Eso es relatar. Pero ese ánimo de decir la verdad no está en el proyecto del libro para escolares.
2. Amable lector, mire la trampa. En la página 193 de ese machote, dicen lo que sigue. “Entre 1968 y la actualidad se han logrado identificar a más de 648 agrupaciones terroristas activas en el mundo”. Es de reír o llorar. Podemos imaginar que un adolescente, de los 14 a los 19 años, puede decir lo siguiente, «ah, bueno, ¿tantos grupos subversivos? Por algo será». La trampa de esos textos es tocar lo menos posible al senderismo. Al diablo los asesinatos, particularmente de campesinos. Los asaltos a los puestos policiales. Nada del asalto a un pueblo aislado, Vilcashuamán. Los cartuchos de dinamita utilizados en un colegio en Cerro de Pasco. ¿De dónde he sacado esos datos? De dónde va a ser. De uno de los tomos de la Comisión de la Verdad. Ahí están minuciosamente, los crímenes de SL. Apagones en Lima, actos terroristas con nombre propio. Nada de eso en los papeles que la Comisión de Educación nos hizo llegar.
3. Mi tercera sorpresa es la peor. Hubo otra reunión, en un local anexo al Ministerio de Educación. Esta vez, algunos invitados y una veintena de maestros. Nunca en los años que corren me he sentido más acongojado y a la vez furioso de la crisis mental y moral de los que se creen maestros. Descubrí lo peor. ¿Recuerda el lector a los que se bautizaron los “senderólogos”? Hoy los maestros manejan los millones de escolares. Pero al cuerpo de profesores de la secundaria, no les importa los senderólogos. Ellos no tienen nada que aprender. Ya saben. Y callan. No quieren conocer a Iván Degregori, su Qué difícil es ser Dios, es un acierto gigantesco. Pienso en el coraje de Manuel Jesús Granados con su El PCP Sendero Luminoso y su ideología. El de Gorriti. El de Antonio Zapata, La guerra senderista: hablan los enemigos. El libro de Umberto Jara, Abimael. El Sendero del terror. Y lo mejor de Jara, la mirada de Guzmán, “Mao Tse-tung había muerto, y la revolución proletaria mundial necesitaba de un sucesor”. Después de Lenin, Stalin y Mao, el doctor Guzmán, la cuarta espada. Y para reemplazar a China, el poderoso Ayacucho. Lo dijo y le creyeron (¡!) En un campeonato de egos, el «presidente Gonzalo» supera a todos los políticos peruanos. ¡Qué diablos de revolución en el Perú! Un semidios. Pero los senderólogos, podrían decir lo que dijo Arguedas. “Hemos vivido en vano”. Los maestros no creen en los libros. No nos sorprenderá cómo anda de erudita y muy leída la masa de peruanos que pasaron por sus aulas. Gracias a los maestros que no leen y detestan todo lo que no sea su ideología.
4. Lo que proponen son una joya de perversidad. ¿Saben qué preparan? Explicar a los niños qué es Al Qaeda y sus afiliados (p. 186). Genial. No existen más cursos de Historia universal pero les piden trabajos de investigación (lo que correspondería a estudiantes para un máster). La pedagogía peruana es digna de los residentes en Larco Herrera. Lo que hacen es una criollada, palabrean sobre lo que pasa en otros lugares, y cuatro líneas sobre Sendero. ¡Tarea cumplida, presidente Guzmán!
Los peruanos, tanto de derecha o de izquierda, no están en condiciones mentales y sentimentales para producir textos imparciales. El tema ensombrece a la izquierda, nadie les ha hecho más daño que SL, pero todavía no pueden hacerle ningún reproche. Cuando las papas quemaban, miraron pero no tomaron las armas. Tampoco la derecha. La nueva tendencia confunde al guerrillero con el terrorista. Héctor Béjar no puso bombas como sí el de la calle Tarata. Ni Hugo Blanco fue guerrillero: movía sindicatos campesinos de arrendires en el valle de la Convención.
Lo que hay que hacer es una antología de los senderólogos. Y no aspirar, por el momento, a más.
Publicado en El Montonero., 2 de julio de 2018