De Caudillos y clientelas

Escrito Por: Hugo Neira 2.313 veces - Jul• 08•14

Todos sabemos que la sociedad peruana ha cambiado enormemente en los últimos dos decenios. Ahora bien, ¿por qué creemos que ese inmenso fenómeno “societal” no va a repercutir en el sistema de preferencias políticas?

Hace 30 años, estando en Francia, me pidieron un estudio sobre la izquierda peruana. No solo hice una descripción técnica de los veinte partidos políticos que entonces la componían, desde «Unidad» a los trotskistas, pasando por todas sus organizaciones, sino que me animé a una hipótesis. En un tableau o cuadro general de mi propia concepción establecía el nexo entre la aparición de clientelas y partidos políticos. Vale decir, el nexo de lo social y lo político (Revue Problèmes d’Amérique latine n° 74, 1984. Hoy en mi blog).

Este pronóstico en parte se cumplió y en parte no. Los 80 fueron los años del crecimiento de las izquierdas electorales (Barrantes). Pero el proceso de adecuación de masas y partidos se rompe. El terror a Sendero lleva, en un clima de guerra, al afianzamiento del poder personal. Es decir a Fujimori. Y luego, de nuevo caudillismos, esta vez civiles: Toledo, Alan. Pero tengo el palpito de que estamos al final de un ciclo. Puesto que somos un país convulso, puede que se vuelvan a conectar clientelas y lideratos con motivo del 2016.

Por el momento es evidente que los caudillismos son nuestra actual manera de hacer política. Daniel Parodi acaba de decirlo: «En el Perú ya no se vota por AP, PPC o Izquierda Unida, ni son ya tantos los que votan militantemente por el APRA». Y señala: «En el Perú se vota por Ollanta, por Lourdes, por Alan o por PPK». A Daniel, historiador, docente en la UPC y en la PUCP, no le falta razón. Por mi parte, en uno de mis libros, admito la tendencia secular al caudillismo republicano. Pero aun en el XIX eso cesó cuando un caudillo se trascendió a sí mismo. Fue el caso de Piérola. En 1931 se cambiaron las reglas de juego y, precisamente, nacieron nuevas clientelas. Como hoy.

No estoy diciendo que para el 2016 desaparezca el ‘factor personal’, sino que van a ser necesarias unas propuestas mucho más anchas y serias que el marketing o la publicidad. Me anima a decirlo algo que todos conocemos, los movimientos sociales. No ha habido gobierno que haya escapado de ellos. De Fujimori a Toledo y a Alan como ante el Presidente Ollanta, estuvieron activos, crecieron. Los movilizados van desde médicos a mineros informales. Tanto es esto verdad que hay ONGs, talleres y think tanks de análisis. ¿Y cómo se llama en ciencias políticas a esas masas peticionarias? Clientelas en estado de disponibilidad.

Y por si acaso, no estoy hablando de las elecciones municipales, y menos la de Lima, donde “los vientres de alquiler” sirven para una sola campaña y a intereses locales. Trato de lo decisivo, de las presidenciales, del tramado entre vastas clientelas y líderes y partidos. Quien quiera ganarlas tendrá necesidad de operadores. Y como la sociedad se ha vuelto exigente y respondona, de ganar, dudo que se pueda gobernar sin correas de transmisión. ¿Y a eso cómo se le llama? Partidos. El problema es de todos los políticos. La conexión de demandas variadísimas en nuestro país y candidato presidenciable toca a todos, desde la izquierda a la derecha. A Toledo con sus posibilistas. Al nacionalismo, al fujimorismo, al aprismo. A todo lo que se proclame “nacional”. Los Caudillos van a necesitar volverse líderes. Conducir equipos. El elector se vuelve con el mercado exigente. Interesado. Y ese sano egoísmo es pues, modernidad.

 

Publicado en El Montonero., 07 de julio de 2014

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