Discurso del 11 de setiembre de 2001

Escrito Por: Hugo Neira 138 veces - Sep• 11•23

De casualidad, el día del ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, me encontraba de visita en el Perú y con una ponencia que dar en el salón Raúl Porras Barrenechea del Congreso de la República. Tenía como título «El tejido despótico». En esta columna, recordaré, 22 años después, mis reflexiones finales sobre lo que estaba ocurriendo en el mundo.

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Algo ha pasado. Algo comienza en Nueva York. Creo que es el fin de una cierta globalización. De un dejar correr los conflictos militares de menor alcance, hasta que uno de ellos se les ha colado en pleno centro financiero, en Manhattan. Es terrible, es una señal. Ciertos valores del mundo moderno nos pueden parecer fundamentales, son sin duda los mismos, los de ustedes y los míos, el valor de la tolerancia, es decir, el reconocimiento del otro, de su libertad. Del valor del individuo. Pero no todos reconocen esos elementos de organización social como valores. El islam, por ejemplo, no ha hecho la transición del saber tradicional a la verdad objetiva. No ha separado el poder temporal y el espiritual. Es así como lo que ocurre en Nueva York significa muchas cosas. Los particularismos existen, las creencias, las religiones, hay sociedades que no han conocido la secularización, que están lejos de la sociedad laica, donde nunca la razón religiosa se ha visto enfrentada por la crítica.

¿Qué hacer entonces? Yo no creo en sólo una solución militar, aunque de inmediato el pueblo americano tiene el derecho a defenderse y responder. Creo que se abre también una estrategia no mediata. Un prolongado periodo de diplomacia y política internacional. La solución no es sólo la guerra de los Estados Unidos contra un enemigo sin rostro. Es otro orden internacional. Es la extensión de una democracia planetaria. De nuevo acuerdos entre Norte y Sur sobre redistribución de riqueza. Sobre contaminación ambiental. Es tiempo que las potencias privilegiadas asuman su papel, y que aparezcan nuevos órganos reguladores. Creo que el impacto económico y moral de esos hechos nos llevará a profundas revisiones. La extensión del neoliberalismo a escala no ha creado sociedades pacíficas, al contrario. Pensábamos que todo estaba consumado, que los rusos y los chinos no eran sino americanos un poco pobres y en vías de enriquecimiento mafioso. Que la aparición de fenómenos religiosos regresivos no nos iban a afectar. Casi ha habido la tentación entre nosotros —recuerdo los discursos de alguno de los ministros de Fujimori— de refugiarnos en los valores sagrados de la tradición; ahí están los resultados, los talibanes. Tenemos todos que acostumbrarnos al que es distinto de uno. No asimilarlo, soportarlo. Caminar hacia una ciudadanía afianzada (nacional) pero también a una ciudadanía universal. A que individuos y culturas sean reconocidos en lo que son diferentes entre sí. Y a la adquisición de lo que John Rawls llamaba «los bienes básicos», como la libertad, pero también a morigerar la desigualdad inherente a la sociedad moderna por mecanismos de justicia y de equidad, sin que lo uno anule a lo otro.

Es posible la libertad y la equidad, aunque eso no lo haya obtenido del todo ningún sistema ni nación. No hay que desesperar. ¿No ha dicho Marx que la verdadera historia no ha comenzado, sino cuando los hombres sean libres de la necesidad? El tiempo que vivimos acaso no es sino la prehistoria de otro que será el verdaderamente humano. Eso es sin duda una utopía, pero será mejor pensar en ello, aunque no lleguemos a verla en lo personal, que el retorno a una Edad Media de guerras tribales con armas totales o de hegemonías prepotentes. El tema de la tolerancia y la mundialidad, como admisión de un politeísmo de valores, es el gran tema de estos días, dentro de casa y por el convulso mundo. Y no contamos para resolver tales retos sino con nuestra endeble razón humana, pero al menos con ella podemos enmendar nuestros múltiples errores. La sabiduría comienza por la conciencia de la magnitud de nuestra propia ignorancia. Y con la colosal tarea por delante, materia no de una sino de varias generaciones. (Del pensar mestizo, pp. 445-446)

Publicado en El montonero., 11 de setiembre de 2023

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