Fútbol y vacilantes Coronas

Escrito Por: Hugo Neira 1.641 veces - Jun• 17•14

Los delanteros holandeses arrollaron al equipo de  Iniesta y Pedro. Fue de espanto. Las consecuencias son incalculables. «España sufre un descalabro mundial». No lo digo yo, lo proclama El País en primera plana. En el momento del Mundial, en la escena internacional pasan siniestras cosas. Se dispara desde Centroamérica una migración masiva de niños que llega a pie a los Estados Unidos. La policía de frontera no sabe qué hacer, ni papeles tienen. Se viene una guerra religiosa entre chiitas y yihadistas en Irak. Y en la Copa del 2014, apenas iniciada, el delantero holandés Robben, treintón, medio calvo, pero que corre como una locomotora, ha acabado con una ilusión deportiva ibérica, y acaso con algo más.

El fútbol es un deporte paradójico puesto que es un enfrentamiento con reglas. Paradójico: a diferencia del boxeo, al rival se le evita. Se le driblea, se le gambetea. Cuenta el balón y el gol. ¿Qué voy a decir que no haya dicho Norbert Elias? «Los deportes subliman la violencia» (Sport et civilisation). En el fútbol NO todo está permitido. Por eso mismo, el símil con la política es muy fuerte. Desde los griegos, si alguien se salta las reglas entonces es tiranía. Es decir, es no política. El buen fútbol es imaginación dentro de unas pautas. Por eso fascina. Por eso es el deporte-espectáculo mayor del planeta. Un gran jugador de fútbol consigue actos extraordinarios sin romper las normas. Y eso son los grandes políticos. Lincoln, Churchill, Mandela.

¿Se puede tener buen fútbol y mala política?  Sí. Pele y los jugadores brasileños siempre fueron mejores que su clase política, más inteligentes, hasta que llegara Lula, gran centrocampista. Maradona, que hizo maravillas sin hacer trampas, es mejor que Perón y sus sucesores. La Presidente Fernández se salta las reglas de juego. Los ingleses inventaron este deporte como inventaron el parlamento, los trajes de tweed y varias clases de perros. Norteamérica tiene un fútbol que solo juegan ellos. Y en consecuencia, tienen unos partidos políticos que solo existen en USA. Demócratas y republicanos, inexportables. Por eso no logran ser un Imperio universal. En deporte y en política, son provincianos.

En cuanto a nosotros, somos coherentes. Nos va mal en fútbol y en política. Mal en el Estadio y en el Estado. O bien los dirigentes de club deportivos se eternizan en sus cargos, a lo Burga. Y lo hace mejor que Leguía, Odría, Velasco o Fujimori, dura más. O bien, en nuestro país, se le saca tarjeta roja a jugadores antes que entren a meter goles. A Lourdes Flores la hundieron con audio clandestino. ¡Qué buen gobierno municipal hubiera hecho! Pero preferimos para Lima la atrevida incompetencia.  Los mejores, al banquillo.  Los peores, con el balón.

Volviendo a España y sus dos coronas vacilantes, pareciera que lo del fútbol a lo Iniesta —virtuosidad personal y pases cortitos— puede que ya fue. No sé, no sé, los españoles admitieron una Monarquía parlamentaria, pero en un tiempo de vacas gordas que se ha esfumado. Hoy, ¿qué saldría de un referéndum? ¿Acaso la República? ¿O el fin de las Autonomías, por manirrotas? Los efectos de esa debacle en fútbol, no diría que equivalen al naufragio de la Armada Invencible en la época de Felipe II, pero por ahí van. Cuando los pueblos se desilusionan hacen cosas raras. Populismos, sanciones en urnas, esas cosas.

 

Publicado en El Montonero., 16 de junio de 2014

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