Javier Diez Canseco. Sanmarquino y Jacobino

Escrito Por: Hugo Neira 2.233 veces - May• 10•13

Cuando la muerte cruza el camino de un hombre público, todo un país se estremece. Es el caso. Se ha dicho en estos días,  «la política peruana está de duelo».Y se ha dicho también que lo que caracteriza a Javier Diez Canseco fue  su militancia de izquierda, el estar al lado de las luchas populares. ¿Pero eso explicaría por qué centenares de personas fueron a los coloniales patios del viejo San Marcos a rendirle un adiós emocionado? ¿Cuál es el signo de una vida? Que fue dirigente socialista desde sus días de estudiante hasta estos últimos años, de la Izquierda Unida de los años setenta al reciente Partido socialista, es algo que todos sabemos. Pero hay otro hecho, el de una actividad precisa, regular, a la que fue fiel tanto como a sus ideas.

1980, 1985, 1990, 1995, 2001, 2011. Javier Diez Canseco fue elegido 6 veces legislador. Resulta sorprendente, la función de parlamentario ha ido cambiando en la vorágine de la vida pública peruana. Pero diputado, constituyente, senador, y por último congresista, Diez Canseco estuvo ahí. Los últimos treinta años, presente en el Poder Legislativo.

Hay un tipo de político —y hablo en extenso y no solo para el Perú— que cree en el principio de representación y en la opinión y la voz de la calle. Esta raza de políticos  amanecen en la modernidad  tras los clubes políticos del XVIII y en 1789, cambian la historia cuando sus asambleas inventan las repúblicas sin reyes, fuentes de la nuestra. La ciencia política y la historia los llama «jacobinos». Es una familia histórica de grandes oradores. Son radicales que creen a la vez en la ley y en la legitimidad popular. Eso quiere decir el jacobinismo.

Eso fue Diez Canseco. Un tribuno republicano, lo digo sin mengua de su ideología, al contrario. Y no es la primera vez que sostengo esa idea. Hace muchos años, una prestigiosa revista académica en Francia, me pidió un trabajo sobre la izquierda peruana, entonces en auge. Años ochenta, los de Barrantes Lingán. Hice el trabajo, una minuciosa descripción de los 30 partidos de izquierda peruana. Y cuando llegué a Diez Canseco lo describí como «un jacobino». En la simbología francesa es un elogio. Quiere decir, por paradójico que parezca, revolucionario y hombre de leyes. Diez Canseco vivió para la Revolución y el Parlamento.

En lo personal, nunca coincidimos. Cuestión de edad. Cuando el que esto escribe era comunista, Javier tenía diez años. Cuando en los setenta aparecen las izquierdas, y Javier como uno de sus líderes, por mi parte yo era, como Héctor Béjar y Carlos Franco, un velasquista. Ahora bien ¿se puede admirar a un político, con el que no se está de acuerdo? Por mi parte sí. Coincido que en muchos terrenos resulta en nuestros días ejemplar. Incluso el semblante grave, que otros han tratado de «duro». Adusto es la palabra correcta. Qué mal se está usando el castellano. ¿Pero qué semblante se puede tener ante los males actuales del Perú que no sea el de la severidad? Bien podría el Congreso actual hacer enmienda honorable por el mal trato que le impuso, recogiendo sus ensayos, sus libros, y ojalá, sus intervenciones de congresista. ¡Si es que las han guardado como grabaciones! Se apreciará la lógica del discurso de Javier Diez Canseco, su elocuencia a la vez jurídica y pasional. Un hombre con la toga de un antiguo romano en Lima, Perú. Lo vamos a echar de menos, cuando la República vuelva a ser pronto amenazada por algún otro intento de poder autocrático.

Publicado en Caretas n° 2282, del 9 de mayo de 2013

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