«Ningún médico que estudiara minuciosamente el cerebro de Mozart estaría en condiciones de predecir La Sinfonía en sol menor de una manera detallada» (El universo abierto, 1982). Frase de Popper el gran epistemólogo que recomendaba alejarse de las seudociencias, o sea, mitos, magia, ideologías y metafísicas. Y cuando no se sabe algo concreto, ¿qué hacer entonces? Se plantean conjeturas. Unas de las posibilidades que Popper recomienda. En todas las ciencias existen y son parte del plan de trabajo. Y en política y en economía, las conjeturas son parte del método de saber pensar lo que por el momento resulta confuso.
Hablando de opiniones, discrepo del editorial del diario El Comercio del 06.04.18 —que a veces me invita a sus páginas—. Por ejemplo, el reparto de carteras. Señalan que es significativo el «nombramiento de Liliana La Rosa, del Frente Amplio. El de Salvador Heresi, secretario general de Peruanos por el Kambio. Y el del propio Villanueva, legislador por Alianza por el Progreso». Y a partir de ahí, atribuyen todo eso a un «un intento del gobierno por tender una mano al Congreso». Me parece una explicación tirada de los pelos. Si fuera así, ¿por qué no se nombró a Elmer Cuba, en Economía? La cosa es sencilla, si lo incorporaba al gabinete, se hubiera confirmado vinculaciones con el fujimorismo. Y provocaría un carnaval de posverdades.
Creo que hay otro ángulo para apreciar o no el actual gabinete. El presidente Vizcarra, si no me equivoco, había dicho que los cambios en el gabinete iban a ser totales. Y eso es lo que ha hecho. Y el Primer ministro quiere una renovación de cuadros. Por una vez sendos hombres de Estado hacen lo que habían prometido¡! No está mal. Debe haber sido difícil perder a ministros como Basombrío, Jorge Nieto, la señora Aljovín. Acaso después en otra coyuntura. Una cosa me sorprende aún más. Casi nadie ha celebrado un gabinete con gente de derecha y de izquierda. Por mi parte, digo, a contracorriente, que nunca ha ocurrido un gabinete presidencial con gente de derechas y de izquierda.
Acaso es tiempo de reemplazar esos dos vocablos por otras definiciones. Así, a las izquierdas las llamaría con una sigla: PEES, o sea, Partidarios de Políticas de Estado en Economía para apoyar a capas sociales sin recursos. Y a la derecha la llamaría PEMA, es decir, los que prefieren una Política de Estado con Mercado Abierto. Entonces, nos encontramos con dos tipos de mentalidad, como decía Mariátegui, cuando en su célebre viaje por Italia de la década del veinte, los comunistas y fascistas se enfrentaban por sus convicciones, y sin embargo, venían de las mismas capas sociales. Los separaba una cultura, y así el sagaz José Carlos: «dos concepciones de vida». Quiero decir que hay una inevitable diferencia de qué es lo prioritario, o el mercado o el Estado.
En fin, casi siempre comparto el punto de vista de Jaime de Althaus. Esta vez no. Me refiero al artículo del día 6 de abril en El Comercio. Titulado, «Un poco de ambición, presidente Vizcarra». No pues. Otra vuelta las grandes promesas, blablablá. ¿No te parece, querido Jaime, que ya es ambicioso su esquema de trabajo, sin antis y llamando a un personal que son poco conocidos. La promesa de utopías irrealizables, eso es muy fácil, Jaime. «El Estado soy yo». Eso ha sido Hugo Chávez, Maduro, Correa y lo es Evo Morales. ¿Te acuerdas cuando don Fernando Belaunde soñaba con la epopeya de la carretera marginal? No había otra cosa en su cabeza. O como decía mi abuelita, que era arequipeña (pero con un padre, mi bisabuelo, que estudiara en Milán), Chi va piano va sano y lontano, algo me queda de esa lengua. Quien va despacio, va lejos.
En fin, ¿por qué en El Comercio llaman «populista» lo que hizo José Arista comprándoles a los productores agrícolas su excedente de papas? Es algo que ocurre, incluso en las economías liberales, proteccionismo en algunas zonas. ¿Qué pasa, paisanos? Ningún gobierno de la tierra es hoy únicamente liberal. Ningún gobierno socialista deja de lado el mercado. Todos son combinaciones entre una cosa y la otra. Lo que puede pasar en los meses próximos, es un experimento social y político. Ni las izquierdas ni las derechas, a nivel planetario, son absolutamente de una sola política. El problema va a estar que en el Perú, de culturas políticas antagónicas, se pongan de acuerdo un puñado de ministros en unos cuantos puntos precisos. Por el bien de la nación y de la patria.
Ni en política ni en ciencias existe la verdad absoluta. Para eso, las iglesias y las universidades dogmáticas del pensamiento único. En el tiempo que vivimos, pasan cosas extrañas e inéditas. Hay revoluciones que algunos de mis colegas europeos llaman «revoluciones pasivas». Vienen de la migración, Rolando Arellano, que ha estudiado los estilos de vida en Perú, dice: «al medio hay sitio». Y lo dice Gianfranco Brero, «todo se puede combinar». Habla de gastronomía. Por qué no, en la gobernabilidad? A ver si llegamos a ser el país de todas las sangres, y no como ahora, el país de todas las bilis. Mucho hígado y poco seso.
Entre tanto, buena navegación y cuídense de las sirenas y monstros del mar. Hay que protegerse como el célebre Ulises, tapándose los oídos. Y por favor, despachen en Palacio. Eso de hacerlo en casa, es confesar que lo público se maneja desde lo privado. Lo cual es fatal. Ni Trump hace eso.
Publicado en El Montonero, 9 de abril de 2018
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