El tema minero es importante pero hay una dificultad medular. Perú es el país con mayor potencial minero de la América Latina. Y a la vez, el país cuya tradición, desde la llegada de los conquistadores a Cajamarca con Pizarro, evoca un gigantesco riesgo. Desde entonces se vincula leyenda y mito del Perú, país de Jauja, abundancia de oro y plata, y fácil ganancia y desprecio para el mundo duro de los Andes. Sus sedentarios agricultores le temen a todo lo que pueda alterar el equilibrio entre la poca agua y la poca tierra fértil. Y no les falta razón. No somos un país de vastas llanuras húmedas como la pampa argentina, ni de tierra verde de bosques como Colombia.
Tampoco somos un país con entusiasmo científico. Basadre decía que «no hay destino más triste que el de un sabio en el Perú». Han pasado decenios de ese enjuiciamiento severo, y no ha perdido vigencia. Seamos sinceros, nuestros jóvenes prefieren carreras de aplicación, cortitas, prácticamente lo que en sociedades más sensatas que la nuestra se brinda en politécnicos. Por lo demás, más atraen todavía los estudios profesionales y seguimos produciendo abogados. Nada de eso resuelve el problema de fondo. Una cosa es entrar en la mundialización y otra en la occidentalización. Es el término que utiliza Serge Gruzinski. No quiere decir volverse europeo ni norteamericano. Quiere decir ingresar a la ciencia y a la técnica. Masivamente. Eso hizo Japón, y hoy, espectacularmente, China e India. Hoy ese transvase de conocimientos ocurre en todo el planeta. Pero algunos países se resisten. El Perú por ejemplo, tenaces en sospechar que la ciencia nació en Europa y es colonialista. Mientras que los hindúes y con turbante, progresan. ¡Y los chinos asimilan el saber occidental para competir con Occidente!
Hemos conocido momentos de enloquecida riqueza. El guano y el salitre, que acabó muy mal. Un periodo brillante y desperdiciado, llamado por Jorge Basadre la «falaz prosperidad». Y el fin es 1879 y la derrota ante Chile. De 1900 a 1930, el país conoce un auge sin par. Exportaciones al exterior, algodón y azúcar, oasis de la costa vueltos valles agrícolas. Se aprovecha un ciclo Kondratieff de demanda externa. En 1929 acaece la crisis mundial. En 1930 cae Leguía. De 1931 a 1956 los poderosos bloquean a un partido social democrático que aspiraba a reformas. Al aprismo. En ese lío, perdimos el siglo XX.
¿Qué impide hoy entender cuando la minería sostiene que no dañaría el medio ambiente?
Descarto la importancia de los radicales antimineros. Son un puñado de gente, y la impresionante serie de marchas y protestas proviene más bien de una convicción ya establecida. En los malentendidos está el poco o nulo conocimiento que tienen las empresas sobre la mentalidad del mundo campesino. Han creído en la comunicación, en técnicas de marketing o de publicidad. ¿Ante una tradición de sospecha? Que una aplicación científica pueda evitar daños ambientales no es creíble. ¿Por qué razón? En el Perú no hubo casi industria en el siglo XIX y XX. Y para colmo, millones de peruanos que pasaron por aulas (del Estado) no han tenido cursos de física, química, ciencias naturales. Les quitaron esos cursos. No se crearon escuelas agro-técnicas para hijos y nietos del pueblo campesino, hoy de propietarios. No se ha educado en ciencia a millones de origen popular (y de sus jóvenes en el paro surgen los sicarios). Y si no estuvimos en las revoluciones industriales, ¿cómo creer en la presente propuesta minera? Difícil. El peso de lo no hecho y de lo que se ignora es más alto que la más alta cumbre de los Andes. Salvo que … inviertan el 80% del canon en directa educación para jóvenes campesinos. Y en la aldea misma. Lo hizo Suecia, y se volvió lo que es. Pero claro, me van a decir, son luteranos. Y las nuevas burguesías ladronas que se forman en provincia estarán en contra.
Publicado en El Montonero., 20 de julio de 2015
http://elmontonero.pe/columnas/2015/07/mineria-de-espaldas-a-la-ciencia-y-la-tecnologia/