Pasaba por una librería como es mi costumbre, y encontré la última obra de Nicolás Lynch. Libro opinable, tanto que me lo llevé de viaje para comentarlo. Es una summa —no teológica— de críticas. Cholificación, república y democracia (Otra Mirada, Lima, 2014). Dice mucho. La he leído lápiz en mano, hoja a hoja. Y me pareció como que Nicolás Lynch jugaba al bowling al agrupar como palitroques, temas y sujetos. Luego les echa encima la bola de su argumentación, y ¡paf! tumba medias verdades. Deshace mitos. ¿Pero no es esa la tarea del sociólogo, desde Weber?
Primera bola. Se ocupa de la “república vacía” (:69) menos que un régimen, apenas una “formalidad”. Lynch revisa Basadre, de la Puente Candamo, pero ante Mc Evoy, sostiene que la historiadora se ha ocupado de “personajes diversos”, interesantes sus reflexiones, pero “otra era la realidad institucional del país” (:74). Palo a la doctora Mc Evoy. A Alberto Vergara, le da la razón, Ciudadanos sin república. Y concluye, “república de las palabras”. Al abordar el tema del proyecto colectivo y territorio, tiene un palo para Alan García (:85). Luego, ante el “Estado criollo”, dice “que se ha desarrollado como un orden ajeno al país” (:87). Entre los palitroques coloca a los que creen que “ya tenemos Estado”. Lynch discrepa: «El resultado de este choque entre Estado y democracia hace que el Estado peruano sea visto como un ‘aparato extraño’ al que se le demanda, desde distintos intereses, pero sin identificarse con él.» (:95) Recurre a varios autores, lo cual es normal. A los estudios de Manuel Dammert y Henry Pease, sobre “el Estado mafioso”. Lynch cita, pone comillas. Junta pasión crítica y tino académico.
Segunda bola. «La farsa de la ‘clase media’». Los palitroques, entonces, son los que han señalado alborozados que ya se tiene clase media, ¡un 72,2%! El BID, Gastañudí, Rolando Arellano, este último encarna una “consideración subjetiva de segmentos de la población” (:126). Para Lynch «la clase media es un sector social gravemente empobrecido» (:128). En la tercera bola, entre otros, estoy yo. «Si la república es en una de sus acepciones clásicas ‘el arte de vivir juntos’ (Neira 2012) (…) entre nosotros ha sido, la mayor parte del tiempo, el vivir a patadas, o peor, a balazos.» (:143) Lynch es hombre de izquierda. ¿Se salvan las izquierdas del bowling? No. La Izquierda Unida “atravesada por profundas contradicciones que finalmente la llevarían a su destrucción” (:172). Sendero Luminoso es “los atajos letales” (:174). Luego, “la guerra sucia”. “La dictadura mafiosa”. “La democracia sin democratización”. Y sobre Humala, “quizá el fraude mayor” (:203). En resumen, “una institucionalidad sin alma”. Con todo, tengo un par de reparos. Separa “gobierno representativo” de “democracia” (:72). Perdón, hasta ahora, la ‘directa’ no funciona en país alguno. Y un error, le atribuye a Tanaka los “autoritarismos competitivos”. No, el concepto es de Levitsky, dicho sea de paso, no me gusta, lo use quien lo use. Lynch concluye con un programa político.
A Lynch le conocemos ensayos anteriores. Uno en especial que aprecio, Los últimos de la clase, sobre la pésima educación y la responsabilidad del SUTEP. Pero todo el mundo se hizo, entonces, los desentendidos. Hoy ¿volverán los calculados silencios? Son páginas a contracorriente, remueven esa ñoñería de creernos ya en la otra orilla del desarrollo. ¿Con solo 12% de trabajo decente? ¿Con solo 2 millones de personas con derechos propios sobre 16 de la PEA (:42)? Denuncia que si alguien dice algo progresista, le caen con todo (:249). Nos hemos olvidado que ante una proposición, hay que pensar si contiene algo cierto o falso, no quien lo dice. Eso es la falacia ad hominem. Y su uso tan frecuente en la limeñidad, no es pensar. Es hígado.
Publicado en El Montonero., 01 de setiembre de 2014