La política entre otras artes
El final de este mes diciembre nos lleva a usos corrientes. Estando lejos de Lima, muy lejos, pero siempre del lado del Océano Pacífico, en otros países, otras ciudades, algunos ciudadanos en casa, con la familia. La música no está ausente. El repertorio es accidental, puede ser de los vecinos pero composiciones más breves, melodías conocidas listas para cantar a toda voz, y bailar lo que ya conocen. Festejan el nuevo año, algunos han ido a escuchar música religiosa —hay una capilla a tres cientos metros de la casa en que vivimos—, otros han ido a un concierto. En materia de música así se dice, concierto. También se dice igual en Perú. Y en todas partes del planeta.
Concierto se dice cuando se trata de composiciones musicales para diversos instrumentos. Y aunque haya también los coros, siguen los bemoles. Imagínense dos conjuntos de músicos tocando algo distinto a la vez. Escucharíamos solo ruido. Pero en el concierto del que hablo, el resultado es la armonía. Porque los instrumentos diversos intervienen cuando un maestro, que dirige la sinfónica, con una varita en mano que se llama la batuta —palabra que viene del italiano «battuta»— marca el compás a la orquesta, tanto silenciando a un grupo de instrumentos como invitando a otros a tocar. Detener los violines o hacer ingresar las arpas al lado de grupos de vientos o maderas, o flautas o clarinetes, y luego, un poco al fondo, los instrumentos de metales, o de percusión, timbales, platillos, o el gong, el xilófono. Esa batuta la tiene la persona que dirige el conjunto, al punto que esa palabra se la usa ya no solo para la música clásica sino para las grandes orquestas, para grandes empresas, un rectorado o un Estado de nuestros días. Aquí la palabra clave es concertar. Con la batuta. A la administración del Estado y las fuerzas políticas dentro del Estado.
Concertar es una palabra que viene del latín. CERTARE, es luchar y también arcordarse, armonizar, concordar, que quiere decir estar de acuerdo. Concertar es poner, colocar o relacionar a un número de personas que en negocios han concertado para emprender juntos con otros. En política es estar de acuerdo, o cooperar, para un resultado que implica grupos y personas numerosas, debido a una concordia, una fraternidad. Y se puede decir entonces que se ha concertado. En la gramática corriente, concordar no puede dejar de lado dos palabras decisivas: «con», es una de ellas, y «entre». Sí, pues, entre personas, clases sociales, y regiones. La sustancia real y moral de esta palabra la hemos extraído del más serio diccionario de la lengua castellana, nos hemos apoyado en DICCIONARIO DE USO DEL ESPAÑOL de María Moliner. Y la armonía de los conciertos musicales.
CONCERTAR es el verbo que se puede encontrar en negocios, política y música en sus más altos niveles.
En el arte de la música no hay nada mayor y mejor que la existencia de los conciertos. Y en ellos los directores de orquestas sinfónicas. Lo que tendría de parecido, con sus dificultades, es un Jefe de Estado, sea un Rey sea un ciudadano elegido por los votos, alguien que tiene el poder legal de una presidencia. En ningún caso va a ocuparse de todas las diversas entidades e instituciones. Ningún Estado o toda otra nación moderna deja de tener una multiplicidad de instituciones, a diferencia de las empresas privadas. Y un Estado es más extenso que una orquesta.
Y dejemos de lado lo que un pueblo espera de los Estados nuestros en esta América Latina con tantos retrasos, por ser sociedades muy fragmentadas: hacer llegar los recursos, llegar a la modernidad y a un país sin hambre, de dignidad humana y atención pública, igualdad ante la ley. Es algo que podemos alcanzar pero no es para el día de mañana. Y es cuando alguien mueve la batuta.
Sé lo que piensan muchos de mis paisanos y contemporáneos, no creen que el Estado es algo importante. Por lo menos, yo debo lo que soy a los estudios que tuve en un colegio del Estado y en universidades estatales. No era la educación de hoy que creen que es suficiente. Pero, para decirles algo sobre la importancia del Estado, aparece en Europa desde el siglo XVI, y los Estados Unidos, y no olvido como Rusia y China son lo que son por tenerlo desde el origen. Y otros países asiáticos y las potencias que están apareciendo.
En uno de mis viajes, encontré un libro sobre Egipto. Yo estuve un tiempo en El Cairo, para hacer una tesis corta que me pedían en París. Me mantuve gracias a una disposición de la universidad en que estaba, me cambiaron por un profesor egipcio y así yo dicté unos cursos e hice una tesis breve sobre el Egipto de hoy.
Y es por eso que, por curiosidad, me acerqué a una librería gigantesca en la que encontré un libro titulado Instituciones de Egipto, en tiempos de faraones. Casi me caigo al suelo cuando descubro que los faraones tenían instituciones, antes de JC. Tenían lugares para los extranjeros, los reyes (con menos poder que el faraón), residencias faraónicas, residencias para la corte, diversas sepulturas, y dominios de la corona. Y palacios para la función legislativa y el poder ejecutivo, en otro lugar; los grandes cuerpos del Estado —seis grandes tribunales, archivos y bibliotecas— y luego, unos «nomarcas» (de nomo, unidad territorial económica, fiscal y religiosa) que controlaban otros funcionarios en ciudades, como nuestros alcaldes; distritos y ejércitos para la dominación de los países del desierto oriental y de Sinai. Todo estaba organizado. El desierto, los oasis y lugares fronterizos.
No lo sabía. Sabían ellos dónde estaban las tierras cultivadas, qué pagaban en impuestos. Tenían catastros, yo creía que eso era de los primeros griegos. Se sabía todo lo del Nilo, cuando bajaba o subía el agua. Y de los rebaños y la fauna. Y los recursos minerales.
Y la gente calificada por profesión, educación y cultura. Había una educación egipcia y una economía. Y el monopolio del Estado. Tenían un Ejército y una Marina. No sigo, hay una época en que aparecen otras ciudades en el Mediterráneo.
Y ahora usted, estimado lector, coja su silla para lo que sigue. ¿Sabe quiénes copiaron el Estado de Egipto? Los romanos. El Egipto faraónico y sus instituciones anticipan el modelo romano de los Césares que luego se volvió Reyes, Emperadores. Y demócratas o totalitarios, pero siempre hubo Estados. Hasta nuestros días. El orden de la política no viene de los Césares sino del orden de los Faraones.
Debería cada semana una orquesta tocar públicamente. ¿O es que no tenemos ni una entidad musical capaz de un concierto con director con batuta en mano? Quizá entenderíamos qué es la gran música y cómo los Estados cumplen sus deberes. Sería un paso enorme porque el ser humano comprende ciertos símbolos que nos hacen vivir mejor mediante concertaciones y no por la violencia y las guerras internas.
Publicado en El Montonero., 3 de enero de 2022
https://elmontonero.pe/columnas/para-la-presidencia-y-el-estado-se-necesita-una-batuta