Perú y el Pacífico. Serge Dunis, la visita de un sabio

Escrito Por: Hugo Neira 1.547 veces - May• 19•17

Este es el relato de una obra excepcional y de una serie de viajes. Alguien que conozco personalmente ha logrado, tras años de erudición y de expediciones científicas, una visión de la totalidad del Pacífico, el más vasto de los océanos y que vincula las tierras asiáticas y americanas. Estas líneas no son sino un sucinto relato que une el Antiguo Perú a los mares del Asia continental, las plantas y la gente andina con las islas melanesias y polinesias, con Hawái, la isla de Pascua o Rapa Nui, y la Nueva Zelandia y Taiwán. El lector se preguntará, en efecto, ¿qué liga la Amazonía y los Andes con las islas del Pacífico? ¿Nuestras humildes aldeas cusqueñas, puneñas y bolivianas con el inmenso océano («155,6 millones de km2, el 46% de las aguas del mundo, más vasto que todas las tierras reunidas»? dice el autor (p. 699). El amable lector ya se habrá dado cuenta de que hablamos de un hallazgo de alcance descomunal. Sin embargo, en las líneas que siguen, verá que la ciencia del hombre se hace desde comprobaciones sencillas, tanto como las iguanas que sorprendieron a Darwin cuando visita las islas Galápagos.

Este es un relato de amistad y de viajes. Todo comienza en Papeete. Centro administrativo de la isla Tahití, 176 mil habitantes. Cuando algún peruano llegaba a la isla —María Rostworowski o Enrique Carrión, a los que acogí—, en una tarde le hacíamos conocer la franja costera de un urbanismo californiano, distritos, iglesias, centros comerciales, y en el centro, altas montañas, isla volcánica. De clima tropical húmedo. La mayor de las islas, entre las 118 de los cinco archipiélagos, está a 4400 kms de Hawái, a 7900 de Santiago, y a 5700 de Australia. La población, chinos, franceses, ingleses y maoríes. Una universidad había nacido a pedido de los residentes. El Ministerio de Educación francés decidió el envío de profesores muy especiales. Así fue cómo Serge Dunis llega a Papeete, había sido profesor en el Caribe, en Nueva Zelandia. ¿Y saben una cosa? Nada es mejor para la vida universitaria que las ciudades pequeñas. Oxford, Stanford, el París del barrio latino. Los profesores de la Université de la Polynésie Française vivíamos a tiro de piedra. Y en ese lugar en medio del Pacífico, surgieron dos grandes pasiones. La interdisciplinaridad entre nosotros mismos. Y los viajes científicos por el resto del mundo. Dunis, el de mayor experiencia, dirigió un doctorado, ‘Imago Mundi’, proponiendo a nuestros doctorantes que venía de todas partes un comparatismo polinesio-europeo. Y entonces, como americanista, fui parte de ese equipo excepcional MAUI. Serge Dunis, egresado de la ENS, llega como profesor de literatura y civilización británicas y después de un doctorado con Lévi-Strauss, en antropología. Y yo había seguidos dos ciclos con aquel, parte de mi formación en la EHESS. Y entonces, lo animé a que conociera el Perú andino. Conocía medio mundo salvo a los amerindios.

En 1999, Dunis llega a Lima. Tuvo encuentros con especialistas, de ellos se acordará y no me dejará mentir Jorge Bruce, que fue el traductor. Luego, el Cusco. Luego, un viaje a Puno y a Bolivia. ¿Sabe el lector que el camote (patata dulce) se extendió por las islas lejanas, de Rapa Nui a Nueva Zelandia? ¿Y que hay 17 variantes del mito de patate douce? Ahora bien, prometí en las primeras líneas un hallazgo concreto. La antropología se hace, como la zoología, la botánica y la geología, en el terreno. Fuimos Dunis y yo al mercado de Puno y luego lo mismo en La Paz. Y nos pusimos de cuclillas ante las vendedoras quechuas de lo que llamamos camotes. Dunis pronunció la palabra mágica, umara (el nombre que le dan los polinesios). Y las señoras replicaron, kumar(a). Inflexiones, suelen ocurrir de una lengua a otra. Pero ya sabíamos algo real y decisivo. ¡La planta alimenticia era la misma! La misma que salva del hambre a los isleños de la Rapa Nui cuando pierden sus bosques. La misma que se instala en Nueva Zelandia. Viajaron en las piraguas dobles de los polinesios, los vikingos del Pacífico.

Este sencillo hallazgo cambia la vida del sabio Serge Dunis. Lo dice nada menos que Maurice Godelier en el prefacio, donde me cita (p. 38). Había otras similitudes que Dunis quiso comprobar, a la manera de un Alexander von Humboldt, viajando. Lo que sigue el corto episodio peruano es el estudio de los indios de Norteamérica. Ya no perseguía solo la huella del pájaro albatros o las ballenas sino los mitos. De Amerindios, pasa a la Siberia y a Europa. En el libro que tengo a la mano, desfilan mitos, tubérculos, pájaros, tortugas, héroes y demonios, y 142 ilustraciones de su propia mano. Su obra es antropológica, histórica, marítima, naturalista. El momento mítico en que se separan hombres y mujeres: L’île aux Femmes. El libro ha sido publicado por el CNRS francés, solo publica investigaciones de enorme valor.

He contado este periplo como quien hubiese narrado cómo Raimondi llega al Perú. O Humboldt. Y así, una mañana al pie de la iglesia de Saint-Germain-des-Prés, yo le entrego mi libro Civilizaciones Comparadas, y Dunis el libro que apenas rozo con este primer comentario. Ha encontrado un mito único que se repite desde hace 8 mil años.

Publicado en El Montonero., 22 de mayo de 2017

 

Article en français

Le Pérou et le Pacifique. Serge Dunis ou la visite d’un savant

C’est le récit d’un travail exceptionnel et d’une série de voyages. Une personne que je connais a dressé, au terme d’années d’érudition et d’expéditions scientifiques, une vision de la totalité du Pacifique, le plus vaste des océans, qui relie les terres asiatiques et américaines. Ces lignes ne sont qu’un récit succinct qui relie le Pérou de l’antiquité et les mers d’Asie continentale, les plantes et la population andine avec les îles mélanésiennes et polynésiennes, Hawai’i, l’île de Pâques, la Nouvelle-Zélande et Taïwan. Le lecteur en effet se demandera ce qui peut bien relier l’Amazonie, les Andes et les îles du Pacifique. Nos humbles petits villages du Cusco, de la puna péruvienne et bolivienne, et cet immense océan, «155,6 millions de km2, 46% des eaux du monde, plus vaste que toutes les terres réunies», nous dit l’auteur en page 699. L’aimable lecteur se sera rendu compte que nous parlons ici d’une découverte énorme. Il verra, cependant, dans les lignes qui suivent, que la science de l’homme procède par des vérifications simples, tout comme les iguanes ont surpris Darwin lorsqu’il visitait les îles Galapagos.

C’est le récit d’une amitié et de voyages. Tout a commencé à Papeete. Le centre administratif de Tahiti, qui compte 176 mille habitants. Lorsqu’un péruvien venait visiter l’île —María Rostworowski ou encore Enrique Carrión que j’ai accueillis—, nous lui faisions parcourir le littoral, d’un urbanisme californien, avec ses quartiers, ses églises, ses centres commerciaux, puis le centre, avec ses hautes montagnes d’île volcanique. Un climat tropical humide. La plus grande des îles parmi les 118 que comptent les cinq archipels se situe à 4400 kilomètres de Hawai’i, à 7900 kms de Santiago et à 5700 kms de l’Australie. La population, des chinois, des français, des anglo-saxons et des maoris. Une université y a vu le jour à la demande des résidents. Le ministère français de l’Education lui a envoyé des enseignants peu ordinaires. C’est ainsi que Serge est arrivé à Papeete. Auparavant, il avait enseigné dans les Caraïbes, en Nouvelle-Zélande. Et vous savez quoi? Rien ne vaut les petites cités pour la vie universitaire: Oxford, Stanford, le Paris du quartier latin. Nous les professeurs de l’Université de la Polynésie Française, nous vivions tous proches les uns des autres. Et en cet endroit en plein cœur du Pacifique, deux grandes passions ont surgi. L’interdisciplinarité entre nous-mêmes et les voyages scientifiques de par le monde. Dunis, fort d’une plus grande expérience que la nôtre, dirigeait le DEA ‘Imago Mundi’ qui proposait à nos doctorants issus de tous horizons une approche civilisationniste comparatiste europeo-polynésienne. Alors, en tant qu’américaniste, j’ai intégré cette équipe exceptionnelle, MAUI. Serge Dunis, normalien, rejoint l’université en tant que professeur de littérature et civilisation britanniques, après un doctorat avec Lévi-Strauss en anthropologie. J’avais pour ma part suivi deux cycles avec lui lors de ma formation à l’EHESS. Je l’ai alors motivé pour qu’il découvre le Pérou andin. Il connaissait déjà la moitié du monde mais pas les amérindiens.

En 1999, Dunis arrive à Lima. Diverses rencontres avec des spécialistes, l’une d’entre elles avec Jorge Bruce comme traducteur, qui peut en témoigner. Ensuite, destination Cusco. Puis Puno, la Bolivie. Le lecteur sait-il que la patate douce (camote) s’est étendue aux îles lointaines, de Rapa Nui à la Nouvelle-Zélande? Qu’il y a 17 variétés de patate douce? Fort bien, mais j’avais annoncé dans les premières lignes une découverte concrète. L’anthropologie, tout comme la zoologie, la botanique ou la géologie, c’est du travail de terrain. Dunis et moi nous nous sommes donc rendus au marché de Puno, puis à celui de La Paz. Nous nous sommes accroupis devant les vendeuses de ce qu’on appelle le camote. Dunis a prononcé le mot magique, umara (nom de patate douce chez les polynésiens), et ces dames ont répliqué kumar(a). Les inflexions sont fréquentes d’une langue à une autre. Mais on venait d’apprendre quelque chose de réel et de décisif. La plante alimentaire était la même! Celle qui a sauvé les habitants de Rapa Nui de la famine lorsque la forêt a disparu. Celle qui prospère en Nouvelle-Zélande. Les patates douces ont voyagé sur les pirogues doubles des polynésiens, les vikings du Pacifique.

Cette simple découverte va changer la vie du savant Serge Dunis. Celui qui le dit n’est pas moins que Maurice Godelier dans la préface où je suis cité (p. 38). Il y avait d’autres similitudes que Dunis voulait vérifier pendant ses voyages, tel un émule d’Alexandre de Humboldt. Ce qui suivra ce court épisode péruvien, c’est l’étude des indiens de l’Amérique du Nord. Il n’était plus seulement sur les traces de l’albatros ou des baleines, mais sur celles des mythes. Des amérindiens, il passe en Sibérie et en Europe. Dans ce livre que j’ai entre mes mains, les mythes, les tubercules, les oiseaux, les tortues, les héros et les démons défilent, avec 142 planches de sa propre élaboration. Son œuvre est anthropologique, historique, maritime, naturaliste. Le moment mythique où se séparent les hommes et les femmes: L’île aux Femmes. Le livre a été publié par les éditions du CNRS qui n’éditent que les études de grande valeur.

J’ai raconté ce périple comme on l’aurait fait de Raimondi lorsqu’il arriva au Pérou. Ou de Humboldt. Et c’est au pied de l’église de Saint-Germain-des-Prés que je lui ai remis mon livre Civilizaciones Comparadas, après qu’il m’ait remis le sien dont je viens de faire un bref et tout premier commentaire. Il a découvert un seul et même mythe qui se répète depuis 8000 ans. (A suivre)

Publié en langue originale dans le journal virtuel péruvien El Montonero., le 22 mai 2017       http://elmontonero.pe/

 

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