Chile: entre el abismo y la OCDE

Escrito Por: Hugo Neira 570 veces - Ene• 20•20

¿Qué es el poder? El americano Dahl, sociólogo, decía en 1915 que poder es aquello que ejerce un individuo sobre otro. Tal vez en un tiempo en que los gobiernos gobernaban, los administradores administraban, en cambio actualmente las formas del poder local, regional o nacional, no tienen capacidades ante las acciones colectivas. Creo que es hora que nos hagamos la pregunta si el Estado es la raíz de toda autoridad. Hace un rato que lo vemos no en teoría sino en las calles de Santiago. Foucault decía que hay micropoderes.

Puede que sí. De ahí, el test de la PSU (Prueba de Selección Universitaria) del 2020, lo impidieron en 86 establecimientos o colegios, tuvieron que cerrar por las amenazas de los opositores. Unos 42 mil jóvenes castigados, el 14%. No fue un éxito. Más bien un escándalo, en Valparaíso los manifestantes quemaron las pruebas de los estudiantes. El grupo que se ha organizado para tumbarse esa prueba es el ACES, un puñado de adolescentes. Ahora bien, ocurrió un lunes y el jueves siguiente, fue peor. Docentes al parecer se sumaron a la insurrección —no hay otra manera de llamarla— y filtraron  pruebas, de modo que se suspendió la de Historia. En el momento que escribo estos hechos, nadie sabe qué se va a hacer con los escolares que no lograron ingresar a los locales. Para los días que vienen, si hay tests pendientes, se anuncia que Carabineros (policía chilena) resguardará el perímetro de los locales durante 48 horas. Entre tanto, se discute si los facsímiles de los tests, filtrados a los alumnos, es delito o es falta. Chile no pierde su gusto por lo jurídico, pero entre tanto, la calle es de los micropoderes. Es una revancha ante el fantasma de Pinochet, algunos nietos de sus víctimas. Pero el MIR chileno del pasado es sobrepasado por el estallido. Va más lejos.

Entonces, ¿ya no hay Estado? Sí lo hay. Resulta que el presidente Piñera lanza un mensaje en cadena nacional sobre un aumento de las pensiones para los actuales pensionarios. El aumento es «significativo», me jode ese vocablo (lo hicieron viral los del Banco Mundial, pero significativo también puede ser que Irán se baje un avión comercial). Pero vamos a lo de las pensiones en Chile. Piñera ha anunciado un «nuevo sistema que crea el Fondo de Ahorro Colectivo y Solidario». El Estado aportará algo «cercano a 1000 millones de dólares». «Ningún pensionado quedará por debajo de la línea de la pobreza». En números, la iniciativa del Gobierno propone una cotización adicional del 6%.  La mitad para reparto, la otra mitad para cuentas invididuales. ¿Quién paga? El empleador. Hay que recordar que Piñera se supone que es de derechas. Por lo visto, se atreve a exigir cambios en los estamentos de ricos en nombre de la paz social. No es ese tipo de mandatario que solo piensa en ser amado, y en consecuencia no hace nada. Lo digo por la lista de blandos que fueron a hacer la siesta en Palacio de Lima.

Ahora bien, ¿se acabó el estallido en Chile? Es cierto que el anuncio de Piñera —ya era hora— es una buena noticia para millones de chilenos ancianos y beneficiarios, unos 2 millones. No solo ellos, sociológicamente, la red familiar. En otros tiempos, se ocupaban los padres de dar educación a sus hijos, no solo por deber sino porque llegaría la hora de la vejez y con ellos contaban. Eso es el capitalismo sin grandes ahorros e impuestos del siglo XIX. Hoy, en una sociedad capitalista avanzada, los abuelos tienen su dinero y no necesitan de los hijos. Y estos, pueden disfrutar de sus recursos, sin la carga de los de la tercera edad. Hoy existe una cuarta edad, la vejez sigue siendo cruel, pero algo se gana cuando sesentones hasta nonagenarios viven modestamente pero libres. Pues bien, Chile no llega todavía a ser uno de esos países avanzados. Está en la OCDE, cierto, un club de países ya capitalistas, pero si las clases medias chilenas se resisten a los impuestos, conviene decir que sus asociados de la OCDE pagan impuestos hasta un 46%. Y en Chile, un 20%. ¿Cómo entonces gozar de servicios sociales como educación, salud, pensiones?

El estadillo, no en mi solitario punto de vista. Sino de parte de la intelligentsia chilena. Alguien opina: «¿Qué pudo ocurrir para que el país con el más alto desarrollo humano de la región, y hasta hace poco el más próspero, el lugar donde la banda presidencial pasaba de un torso a otro con cortesía y donde la derecha acababa de ser reelecta, se convirtiera de pronto en algo parecido a un campo de batalla, en un lugar de atmósfera encendida?» Carlos Peña, modestamente, el Rector de la universidad Diego Portales. «Por qué lo que hasta ayer eran símbolos de orden, desde el semáforo a la policía, parecen ahora remedos de sí mismos, fantasías que de pronto se disiparon?» (El Mercurio, 15.01.2020, p. C3)

Le doy la razón a Carlos Peña. «Hay que eludir el simplismo». Cierto, los buenos resultados microeconómicos. Danilo Martuccelli: «la pobreza se redujo a 8%, el PIB se multiplicó casi diez veces en tres décadas, año tras año, Chile mejoraba su ranking mundial a nivel de los indicadores del riesgo-país». Y «están en 15 mil dólares per cápita, cerca a Uruguay (16 mil), un tercio mejor que Brasil o México (entre 9 y 10 mil dólares), y más del doble de Colombia y Perú (entre 6 y 7 mil dólares)». Y entonces ya no es un país de mayoría en la miseria y la pobreza.  ¿Cuáles son las causas?

Las expongo, pero no me convencen del todo. En primer lugar, Chile sigue siendo una economía primario-exportadora. No llegó a una de las olas de la revolución industrial, como algunos países asiáticos. En segundo lugar, en Chile, el famoso 1% de los más ricos representa el 35% del PBI. (En Francia, solo el 9%). Entonces hay sociedades como las europeas que tratan de ser igualitarias y otras que no pueden dejar de ser desigualitarias. Es el caso del Chile próspero de estos días. En tercer lugar, la crisis puede que se reduzca en estos meses. Incluso las reformas —faltan decisiones sobre educación, salud— se pueden hacer sin una nueva Constitución. No sabemos si ganará en abril el ‘no’ o el ‘sí’.

El estallido es algo más. Para Carlos Peña, lo provocan «las contradicciones culturales de la modernización”. Mientras Martuccelli piensa que  «se busca un nuevo tipo de lazo entre el ‘yo’ y la ‘sociedad’. Hay una sensibilidad eco-existencial». Lo que se pregunta hoy un joven  es menos el desarrollo sino qué tipo de vida va a tener. Hay deseos que no se manifiestan. Entre tanto veo macropoderes y micropoderes, «subjetividades» en conflicto. Los inicios del estallido fueron unos cuantos escolares que tomaron el metro sin pagar. Y Sendero en el Perú, estalla cuando en Ayacucho el rector Morote, padre espiritual de Abimael Guzmán, lanza su primera ola de repudio a raíz de una idea tonta del velasquismo, reducir los gastos en la educación popular. Así comienzas las cosas. Con los jóvenes.

Hay una crisis más honda. No quieren esta sociedad industrial. No digo que es lo que quiero. Ni que no quiero. Soy un Colón que de nuevo llega a un archipiélago sin saber que  era un continente. Puede que me equivoque. Pero esto necesita más que sociología. Metamorfosis de la política, ¿sin partidos, ni líderes? La insurrección que viene (idea que traje en página 420 de ¿Qué es Política en el siglo XXI?, 2017), era un manifiesto anónimo cuando de paso por París (2007). «Bajo cualquier ángulo, el presente no tiene salida. La esfera de la representación política se cierra. De izquierda a derecha, es la misma nada que adopta las poses perrunas o los aires de virgen. Incluso en su silencio, la propia población parece infinitivamente más adulta que todos los títeres que se pelean por gobernarla». Si es así, el «váyanse todos» reemplaza a «arriba los pobres del mundo». «De pie los esclavos sin pan». Pero nada de militancias, te haces un selfie para saber quién eres.

Viene una edad caótica en sus fases fundacionales, y acaso filosófico-ecológico. Ya no es el hambre, es preguntarse para qué estamos en esta tierra. La verdad es que como toda mi vida he sido austero, sobrio, sin interés por el poder o el dinero sino el saber, no me molesta lo que venga. Aunque no creo estar entre los bobalicones optimistas. Las nuevas formas del poder pueden compartirse, o bien iremos hacia un mundo deshumanizado y la Inteligencia Artificial al servicio de poderes aun mayores que los peores sueños futuristas, peor que 1984. Una Roma de romanos mundial con tecnología. 

Publicado en El Montonero.,  20 de enero de 2020

https://elmontonero.pe/columnas/chile-entre-el-abismo-y-la-ocde

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