En ocasión de su próximo cumpleaños
Por: Abner Lozano Camilo (Lima, 2000)
Historiador, humanista, doctor, palabras que apenas encuadran la figura del maestro Neira. Para mí un sabio, benefactor cultural con elegancia literaria y amante de la libertad. Hijo predilecto de la Ilustración. Arropado por ilustres intelectuales, en especial Raúl Porras, que le enseñó el amor por el Perú y el arte de pensar. Arte que con mucho esmero se esfuerza por transmitir a las futuras generaciones.
Recuerdo como le encontré, como los jóvenes universitarios de la Edad Media, recorriendo, generalmente a pie, en busca del encuentro con un gran maestro. Mi camino fue el de la red. Un mensaje respondido a altas horas de la noche. ¡Tuve suerte! Fue premeditado. Lo confieso. Tenía toda la intención, al contactar con usted, de acabar con mi incipiente formación escolar. Y como no, con la deshonestidad intelectual, con la lectura fácil y simple, con la primera idea vaga y sin fuerza. En suma, los atajos de la pereza criolla. Buscaba también que me ayudara a dilucidar mis dudas, en ese febril mensaje, pero también un guía, un orientador. Sabía que, en el fondo, no quería caer en tales males encarnados en la actual sociedad peruana y que se hace de muy fácil implantación en la mente de mis compatriotas. De no haberle encontrado, hoy sería un recalcitrante repetidor de algún ideólogo frustrado.
Debo, pues, contar algo de lo que acontecía en mi vida. Soy de barrio medio popular, si es que así se le puede llamar. Trabajaba como auxiliar en un almacén, me encargaba de repartir rodajes, chumaceras, todo lo pesado para la industria automotriz, y con eso también ayudaba a mi madre en los gastos del hogar, situación difícil que pasábamos en ese momento. Me sobraba poco, pero lo suficiente para invertirlo en mi pasión: los libros. Uno aprende a valorar lo que con mucho esfuerzo consigue. Es verdad que en internet se puede encontrar mucho material valioso y puedes ahorrarte unos soles, pero nada reemplaza la emoción de leer un libro en físico. Simplemente no es lo mismo. Ingenuo estudiante preuniversitario, atrapado por la política y los demonios de la historia peruana. En busca de respuestas para aclarar el panorama de nuestra frágil sociedad, comencé, de forma autodidacta, a leer a los grandes pensadores peruanos. Caótico y desordenado para leer. ¿Eso explica por qué el primer libro de Ciencias Sociales que compré fue Civilizaciones Comparadas (2015)? Quizás. Sabía que estaba ante un grande de la inteligencia. Sin embargo, en ese momento no pude entenderlo completamente. Sé que fue muy aventurado de mi parte leer la obra de un intelectual maduro y experimentado. Casi caigo en la desesperación, pero con esfuerzo y muchas relecturas, pude lograrlo. Un libro escrito no solo para los de ahora, sino para la posteridad. Quizás cuando ya no esté en este mundo. Rompe con la visión eurocéntrica y defiende algo maravilloso: se pensó filosóficamente en el Perú. Manojo de conceptos para explicar la adaptación a la economía mundial, tecnología y ciencia occidental por parte de China y la India. Incluso en su madurez intelectual, nunca dejó de poner al Perú en las grandes discusiones, siguiendo lo que el maestro Porras, en su Cátedra de San Marcos, decía siempre: «Que el Perú no tendría otro destino que el conocimiento de sí mismo».
Con el paso del tiempo, adquirí otras obras suyas, como El Mundo mesoamericano y El Águila y el Cóndor. En estos libros, realiza un análisis comparativo e interdisciplinario entre México y Perú. Quedé maravillado por la singularidad de México y su historia, al mismo tiempo que me preocupaba por el Perú, que aún no lograba desprenderse de la pesada herencia colonial. Todo esto me llevó a reflexionar sobre cómo los peruanos somos a menudo ajenos a lo que sucede en el mundo, viviendo en una especie de isla apartada de los acontecimientos tanto a nivel global como en la historia de nuestros vecinos. Desde entonces, el método de comparación me ha acompañado, permitiéndome comprender las particularidades de América Latina. Como buen seguidor, también disfruté enormemente de su exquisita trilogía sobre las grandes preguntas de filosofía política, una revisión absoluta de las disciplinas que se gestaron, para este nuevo y confuso siglo. Qué es República (2012), Qué es Nación (2013) y Qué es Política (2018) fue un bálsamo para mí. Aunque debo admitir que, dada mi inexperiencia, me tambaleé frente a tan vasta producción holística y totalizadora, pero mi ansia de saber me mantuvo firme. Con su obra Hacia la tercera mitad (2005), me pasa algo especial. El libro que me obsequiaste y que lleva una dedicatoria que hasta el día de hoy me hace emocionar. Es un ensayo de ensayos, una obra máxima que te convierte en uno de los mejores ensayistas que ha parido el Perú. Ahora bien, no es ser solemne decir eso, puesto que, finalista en un concurso convocado por la revista Lettre Internacional y la ciudad de Weimar, lo nombran entre los cinco mejores ensayistas vivos. No quiero extenderme demasiado, pero quiero enfatizar lo importante que fuiste para muchos y que tu huella en la historia del Perú es indeleble. Con Cuzco: Tierra y Muerte (1964) y Huillca: Habla un Campesino (1974) son, en tus propias palabras, «lo mejor que hice en mi vida: contribuir a la liberación del indígena». Bajo tu papel de «cronista de indios», recopilaste el testimonio de Huillca, alguien de quien apenas se habla y que incluso es pasado por alto por las izquierdas. Estas obras se han convertido en lecturas obligatorias en universidades de Europa. Sé que hay más por mencionar, y me disculpo por las omisiones, pero resumir tu aporte y vida no es tarea simple. Y no es el tema de esta carta. Sino el de extender mi agradecimiento. Ya habrá oportunidad, si el destino y el tiempo no nos abaten, de escribir un libro sobre su vida, como un día me lo pidió. ¡Un tremendo honor para aquel joven de dieciocho años!
Ya se imaginará el enorme privilegio que sentí al poder compartir horas con usted, incluso por teléfono, enseñándome y clarificándome conceptos complejos de manera sencilla. Lo hacías ver tan fácil, razón suficiente para que sus alumnos le dieran las mejores notas. Usted que tuvo a Lévi-Strauss en antropología, Filosofía con Lucien Goldmann, Sociología con Alain Touraine y Política con Raymond Aron. En Perú mucho antes en la Casa Colina en Miraflores junto al gran Raúl Porras y el último grupo de discípulos conformado por Mario Vargas Llosa, Carlos Araníbar y Pablo Macera. No hemos vuelto a ver un recambio como ese. Toda esa experiencia para el humilde adolescente que se preguntaba cómo un hombre de tal envergadura podía dedicarle algo de su tiempo. (No me minimizo solo me sorprendo y agradezco.) Ilustrado y humilde como pocos.
Brillante carrera como profesor titular en Francia. Pudo haberse quedado en la comodidad de alguna ciudad de Europa. Pero tu amor por el Perú y la deuda con tus maestros te hizo volver. Sufriendo el autoexilio interior y otras peripecias propias de nuestro país que espanta a quienes abogan por el pensamiento libre. Volviste para que no te entendieran. Espíritu inquebrantable de quien seguiré su ejemplo, no importa si me convierto en un peregrino en mi propia patria. Qué más da. Sería un honor pertenecer a ese selecto grupo que tienen a la curiosidad como única religión. Decía Sarmiento que los discípulos son la mejor biografía del maestro. Espero algún día poder cumplir esa máxima. Gracias, maestro.
Con mucho afecto y cariño,
Abner Lozano Camilo
Junio del 2023