Interesante enigma la lista de posibles candidatos a la presidencia. Hernando de Soto con una propuesta distinta a todas las otras. Apenas ha aparecido, Mario Ghibellini lo pone en un «paquete de brotes y rebrotes primaverales». Sí pues, la cachita de siempre. Discrepo de esa idea. Me parece que hay un giro enorme, para bien o para mal, entre estas elecciones y las anteriores. Me atrevo a decir que más que los partidos (pocos hay que tienen militancia, o sea fe) va a pesar el candidato. Pienso en George Forsyth, alcalde de la Victoria, favorito en las encuestas, aunque no falta quien dice «es un auténtico rompecabezas» para sus posibles rivales.
Qué curioso, qué ganas de seguir siendo barrocos en ciertos columnistas. Es evidente su popularidad, es joven, no ha hecho política (para el ciudadano de a pie, no ha robado) y se pone los pantalones en la gestión de ese dulce y suave distrito limeño. De eso se trata, que el que llegue a Palacio tenga huevos. Pero, perdón, hay candidatos y candidatas —Verónica Mendoza, Keiko, y acaso alguna otra— y recuerdo a César Calvo que decía, por el carácter de Martha Hildebrandt, «tener huevarios». Era broma y realidad, en nuestro país, las burocracias estatales son de una pachocha insoportable. Todos sabemos que casi no hay Estado, acaso porque se necesita un personal que mande sin ofender, algo que no abunda bajo la neblina de Lima.
Insisto, algo me tinca. Si el amable lector no ha tenido la suerte de crecer en un barrio popular y además lo pusieron en colegio privado de esos caros, quiere decir me late, la intuición que no se van a parecer a los que gobernaron. Por ejemplo, Toledo, se decía cholo y sin embargo se había formado en Stanford. Todavía me acuerdo cuando modulaba los labios para que el sonido saliera correcto. Se rodeó de gente competente, pero más que con sus ministros, pasaba el tiempo con los Gaitán Castro, unos músicos. Alguna vez nos invitó a un fin de semana en Punta Sal, y francamente… Inteligente pero juergero hasta quitarse. Los otros inquilinos de Palacio los hubo light, ideológicos, locuaces, pero muy pocos intentaron remover la estructura socioeconómica del sistema. ¿Lo que se avecina en el 2021, ¿es un presidente vitalicio? Las redes en todas partes demuelen las democracias.
Pienso entonces en lo que afirmaba Juan A. Linz, nacido en Alemania y de madre española, gran especialista, profesor en Columbia, Berkeley, Stanford, pero desconocido en estos lares. No era marxista. Linz, bilingüe perpetuo, recordaba en sus clases y libros la teoría de la democracia y por cierto, sus problemas. Uno de ellos era la dificultad —en particular en la América Latina— de cumplir con un principio básico y práctico: la democracia es pro tempore. La democracia es alternancia o no lo es. Linz lo dijo antes de Chávez, Evo Morales y Maduro.
Entre las dificultades, según Linz, estaba también el hecho que «a la presidencia llegan los políticos». Parece una broma, pero lo que quería decir es que son «amateurs sin una preparación específica para resolver los complejos problemas de nuestra sociedad y de la economía. La democracia puede utilizar a tecnócratas, pero los electorados no eligen a los políticos sobre la base de su competencia profesional, sus estudios, su prestigio o como expertos». Pero ya sabemos que es lo último que se les ocurre. La tendencia dominante ha sido reclutar ministros que sean amigotes, parentela, o el pata que te cae bien, y listo el pato. Y así vamos. Va a ser difícil con «contratos irregulares» que ahora se investigan. O casos como el de Swing. La gente está muy alerta, el ampay es casi seguro.
¿Será la hora de nuevos rostros? Es probable, pero en la carrera al 21, escuché a Muñoz, alcalde de Lima, en la televisión, contarnos que diversos partidos de derecha no se disponen a hacer un frente propio porque cada facción tiene su candidato presidencial. Asombroso. Me hicieron recordar El Paraíso perdido de John Milton. Vencidos por Jehová, se reúnen Satanás, Belial, Mammon, Belcebú en el exilio, la oscuridad, «en las tinieblas fraguando imperios vanos», los bellos ángeles transformados en demonios. No cito la Biblia, no soy evangélico. Leo los clásicos. Entre tanto sobre los candidatos hay que esperar el 30 de setiembre.
En la mente los seres humanos no tenemos solo una perspectiva. Acabo de llenar de hipótesis el escenario local. ¿Y el internacional? Más que nunca lo mundial es decisivo. No estamos solos. No es otro siglo sino otra época. Un tiempo de mundialización, de internacionalización (instituciones), de globalización (económica, las empresas trasnacionales) y los acontecimientos que ocurren nos tocan a todos. Ejemplo, la actual pandemia. Y la economía. Si la mundial no se echa a andar, perdemos. Vivimos de nuestras exportaciones. Ahora bien, como los conozco, sé qué tienen en su cabeza mis paisanos: una tendencia al entusiasmo. Les parece un pecado no ser optimista. No pienso así. La marcha del mundo no se entiende ni por el pesimismo ni por el excesivo amor a la novedad. Las cosas son complejas. Por eso en esta ocasión, voy a poner en la mesa las interpretaciones que tienden a criticar los riesgos de la mundialización. Ay del Estado que no sea fuerte.
Vivimos una economía absurda, el dinero no es para invertir y crear cosas y empleos, sino hacer dinero que acumula dinero. La gente de la finanza internacional considera que quien más acumula es un ser superior, por encima de sabios y de artistas. Entre tanto las desigualdades estallan por todas partes. La causa son las offshore y capitales expatriados que huyen del control de los gobiernos, y en consecuencia el gasto público se reduce. Y eso provoca empobrecimientos en las clases medias y populares hasta en las sociedades más avanzadas. Todo eso está en una bibliografía que no llega al Perú. De ella, elijo el libro de Natacha Polony, francesa. El intitulado de este artículo lleva esa preocupada idea. Bienvenus dans le pire des mondes. El peor de los tiempos. Solo nos llega «lo políticamente correcto», en inglés. Vivimos en un planeta en que cada día hay más multimillonarios y más neopobres, y así la política se vuelve autoritarismo del dinero desde arriba, y por abajo, debido a la desigualdad, protestas y populismos de diversos tipos, acaso el retorno a tiranías.
Lo que circula en Europa es, entre muchos estudios, La Guerra económica (Delbecque), El hombre que valía 5 mil millones o cómo las finanzas se han vuelto locas (Lévy), El Choque de los Imperios (Quatrepoint), es decir USA y China. En todo eso, un peruano. No vive aquí, profesor en Texas, Harvard, se llama Francisco Durand. Ha estudiado desde Los doce apostoles de la economía peruana a su último libro. Viene como anillo al dedo: La captura del Estado en la América Latina. Si no lo ha leído, amable lector, se pierde algo realmente claro. Hay que saber distinguir los intereses del neocapitalismo externo bajo el manto de la democracia, cuando existe una corriente crítica en los países del capitalismo. En suma, el tema del Estado es lo más importante. El Perú no es tan pobre como se dice. Hay que incluir. Nuestra crisis no es solo pendemia y economía. Somos campeones en excluir. En política, en negocios, en quien va o no va a estudios superiores, las murallas invisibles de la Lima actual.
Publicado en El Montonero., 28 de setiembre de 2020
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