In Memoriam Alain Touraine*

Escrito Por: Hugo Neira 584 veces - Jun• 12•23

Alain Touraine que nos visita es uno de los máximos representantes de la sociología mundial. Su obra atraviesa el siglo XX en modulación con las pasiones científicas y políticas. En consecuencia, presentarlo no es fácil. Autor de más de una veintena de libros, algunos influyentes como La sociedad post-industrial, o de categorías, como «los movimientos sociales», «el retorno del actor», una teorización esta última, decisiva para el oficio de sociólogo. No proseguiré sin agradecer a las autoridades académicas de la universidad San Marcos el haberme confiado tal tarea que es un honor, y a la vez, un verdadero desafío intelectual y moral.

En Touraine sociólogo, sus propios colegas suelen apreciar tres momentos creativos. Arranca observando el trabajo obrero en las fábricas francesas de Renault por los años 50 y pasa luego a observar la «conciencia obrera» en dos empresas chilenas en los años 60. Esta primera etapa es la de su «sociología del trabajo». Citemos algunas de sus obras de ese periodo: L’évolution du travail ouvrier aux usines Renault (1955), «Sociologie de l’action» (1965). Esos primeros trabajos no son solamente meditación teórica sino trabajos prácticos bañados por la realidad obrera, y habiéndose casado con dama chilena, un compromiso con los obreros de ese país, con la Unidad Popular del Chile de Allende. Touraine llega a decir en los debates sobre el destino de América Latina esta frase que lo dice todo:  – Je suis chilien. Es una adhesión moral y sentimental a nuestro continente que pese a su interés por temas científicamente más globales, no lo ha abandonado nunca. Por eso, esta mañana sanmarquina, está con nosotros.

El segundo momento sociológico arranca del Mayo 68 francés. Pero es ya Touraine «hombre de dos mundos», como lo señala Fernando Sabsay, y así, atiende al problema de los golpes militares en la América Latina de esos años trágicos. Por las mismas fechas está atento a lo que comienza a amanecer en otros países avanzados, es decir, «la sociedad post-industrial». Es un tercer Touraine que estudia lo que él mismo llama «los movimientos sociales», y tras ellos, va a Polonia donde se instala un año entero para estudiar la emergencia de ese movimiento sindical obrero llamado Solidaridad que, por su revuelta ante el Partido Comunista Polaco, marcará el fin de la legitimidad del poder soviético. De ese periodo, un par de libros, entre muchos otros trabajos: El movimiento obrero y este último, una vez más vasto trabajo sobre nuestro continente: La palabra y la sangre.

Una obra en la que se combinan los títulos que dan cuenta de la progresión de una nueva versión de la sociología, la sociología como ciencia sin referencia necesaria a un lugar en especial, y a la vez, los libros dedicados a América Latina. Touraine vive la muerte de Allende con una intensidad poco corriente en otros observadores y sociólogos. En 1974 publica Vida y muerte del Chile popular. Pero no es lo que se llama un americanista, es decir, únicamente un especialista de nuestro vasto continente. Porque su trabajo siendo al mismo tiempo práctico no pierde de vista lo que pasa en el avanzado mundo industrial y en la misma sociología, su métier (oficio). Son muchos los trabajos en ese sentido: Cartas a una estudiante (1974), La sociedad invisible (1976), Un deseo de historia. Autobiografía intelectual (París, 1977). Y de nuevo nuestro continente, Las sociedades dependientes: ensayos sobre América Latina (1978). Es el momento en que él mismo se autoanaliza.

Una obra tan vasta podría contentar a cualquier otro investigador social y europeo que, por lo general, tiene vasta obra, pero no a Alain Touraine. Hay un cuarto o quinto Touraine. Un nuevo campo de exploración se abre a mediados de los años 80. Después de la preocupación por las clases sociales, por las masas y los movimientos sociales, Touraine plantea «el retorno del actor».  Hay que especificar qué entiende por acteur. «Llamo sujeto o actor —dice Touraine— a la construcción del individuo (o del grupo) como actor, por la asociación de su libertad afirmada y su experiencia vivida, asumida y reinterpretada. El sujeto es el esfuerzo de transformación de una situación vivida en acción libre; introduce libertad en lo que en principio se manifestaba como unos determinantes sociales y una herencia cultural. Entonces, se trata de algo más que del individuo. Ha sido antigua, organizativa de la historia misma de las ciencias sociales, la oposición entre individuo y sociedad, una suerte de antinomia fundadora, desde Tonnies». Pero los sociólogos recientemente hallan el término de «sociedad» demasiado polisémico: sociedad peruana, sociedad industrial, sociedad filarmónica. Por otra parte, existe la tentación de oponer el individuo a la sociedad. Y de esta manera, tener que optar entre el individuo como actor social y la sociedad como estructura o sistema. Ahora bien, la lógica del actor de Touraine rompe con esa falsa oposición. De alguna manera retoma el hilo de lo que desde Norbert Elías se entiende por una «sociedad de individuos», y constituye una propuesta a la vez audaz y paradójica. En vez de enfrentar estos dos conceptos los vincula. Touraine razona: el individuo y el grupo existen encerrados en la comunidad. Pero el problema no puede seguir planteándose «como una alternativa radical entre el individuo kantiano y el tejido social y cultural. En esto el movimiento obrero fue claro —señala—, la acción colectiva es imprescindible para conseguir derechos individuales (contratos laborales, protección social)«. «La dificultad —agrega—, consiste en saber definir un sujeto individual de derecho que sea simultáneamente social, político y cultural«. Su «lógica del actor» aparecida en 1984 es un ensayo ambicioso: busca comprender el nuevo tipo de organización emergente posindustrial, «el cual no se manifiesta en una esencia o ‘definición esencial'» —se señala en la presentación del libro— «sino en una constante invención, a través de los conflictos y las negociaciones, de otras reglas de la vida colectiva». Si le entiendo bien, el actor social lo produce el conflicto, y a la vez, la emergencia de una conciencia social. Pero no hablemos del profesor Touraine como si no estuviese presente. ¿Qué dice de él mismo? Touraine par  lui-même.

«Yo no elegí hacer sociología del trabajo, ni siquiera estudiar sociología. Simplemente salí del liceo y decidí conocer lo que me rodeaba. Y lo que descubrí fue el mundo del trabajo, el movimiento obrero y la descolonización. ¿Cómo no dar importancia central a este problema en 1946? Pero hoy las categorías socioeconómicas han dado paso a las categorías culturales» —dice Touraine—. Aunque el trabajo ha perdido su centralidad,no quiere escuchar hablar del fin del trabajo. «La mitad de las familias francesas tienen al menos un obrero entre sus miembros«. Pero hay un cambio de perspectiva. Hoy la tendencia es a centrarse en el significado que se atribuye el actor en la acción social. En Mayo del 68 Touraine había anunciado la transición del puro economismo a la dominación cultural. Por su amor por América Latina, Touraine ya no es del todo europeo, se halla en los «intersticios», para retomar el término del profesor hindú Homi K. Bhabha. Entiende la hibridización de la cultura. Touraine, como Morin, ¿cosmopolita marginal? No es posible resumir a tan gran y fecundo profesor.  

¿Para qué sirve la sociología? «La sociología debe reconocerse una finalidad y una función: contribuir a que los miembros de una sociedad se comporten lo mejor posible como actores en una sociedad ella misma libre de su orden (o dominación), de sus ideologías y de sus retóricas«. ¿Qué es lo que nos está diciendo? Touraine aspira a que el «conjunto social actúe sobre sí mismo». «El fin de la sociología es activar a la sociedad, hacer visibles sus propios movimientos«. ¿Y el sociólogo en todo esto? Y nos responde: «no puede tener otra finalidad que de ayudar al buen funcionamiento de los sistemas de acción que él estudia. Esta fórmula asombrará al lector. Que reflexione un instante. Adoptar otra posición es identificarse a un actor social, lo que es la definición misma de la ideología» (Pour la sociologie, 1974). Si le entiendo bien, lo que trata es de prevenirnos de ocupar un rol de usurpación, el de reemplazar a los dirigentes salidos del propio magma de lo social y repetir la dominación tradicional que reemplaza las viejas por nuevas dominaciones. Así, la propuesta de Touraine: ni tecnicismo indiferente ni entrega ciega. La suya, lúcida, honesta, es un ejemplo de cómo actuar ante el doble aparato de lo universitario y el poder, de manera a la vez creativa y libre y autónoma. La sociedad se piensa a sí misma y el sociólogo no la dirige, en cambio la ayuda a entenderse.

No hay tiempo aquí y ahora para desenvolver la serpentina interminable de su pensamiento que abraza el mundo actual.  Me permito añadir que el homenaje podría prolongarse en profundizar y estudiar sus textos y sus ideas, en aulas. Cuando opina sobre las democracias, y en especial las latinoamericanas, puede sorprendernos.

Y por último, un vislumbre. Una ráfaga de optimismo en un tiempo nublado. Sobre el actual momento de la globalidad dominante, al que ve acabarse. «Pronto vamos a salir de este periodo de capitalismo puro y entonces, será necesario inventar una nueva socialdemocracia que en lugar de ser redistributiva, deberá apoyarse en un sistema educativo«. Querido profesor Touraine, precisamente el sistema educativo, ¡una de nuestras llagas! Bienvenido maestro a esta su casa. A este país de rebeldes culturales. (HN)

* Extraído del Discurso de orden en el doctorado Honoris Causa del sociólogo Alain Touraine pronunciado el 05/05/2008.

El discurso completo se encuentra en la página «Conferencista» de este blog.

Publicado en El Montonero., 12 de junio de 2023

https://elmontonero.pe/columnas/in-memoriam-alain-touraine

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