La sorpresa del Mundial es doble. Se han lucido nuestros jugadores. Poco importa si el azar que juega un papel en los deportes, los nervios, la presión inmensa de la afición, los tengan pronto de retorno. Hoy, el mundo del deporte sabe que el Perú tiene un equipo de fútbol que juega de igual a igual con los grandes. Por lo demás, ese Mundial no ha terminado. Como sabemos, es uno de sorpresas. Arrancó con una derrota de nada menos que Alemania ante México. Le cuesta trabajo a los brasileños, al punto que Neymar se pone a llorar al final del partido, o sea, les ha costado ganar.
Pero he dicho sorpresa doble. Claro está, me refiero a los espectadores. La parte sensible de la prensa y medios, alaban y se sorprenden del afecto de la hinchada peruana que llena los estadios. La televisión francesa, TF1, entre todas las otras barras, dijo lo siguiente: «les Péruviens sont les supporters les plus chauds de ce Mondial». Los peruanos son la hinchada más cálida del Mundial. ¿Quieren que les diga lo que pienso? Es la mejor noticia que he tenido en los últimos meses.
Seamos sinceros. Hasta hace poco, éramos una pradera de desaliento. Y con toda razón. Fiscales anticorrupción, prisión preventiva para funcionarios regionales, balacera en el Jockey Plaza por asalto a joyería, sentencia al alcalde de Carabaya por colusión, líos de Exitosa y su exdirector, 2323 casos de violación en los últimos en 5 meses, 21 candidatos a Alcalde de Lima por que les da la gana, el violo de una terramoza por el piloto y el copiloto, expresidentes con investigación preliminar, seis militares heridos en el Vraem. Un país de dolores y desesperanza. Desde la clase política a gente de la clase popular, por ejemplo, ese hombre con oficio, cocinero, que bate todos récords de la maldad. Un tal Hualpa, 37 años, que quema a Eyva Agreda, de 22 años, en un bus de transporte público. No la mata solamente, le aplica fuego, la hace sufrir, la desfigura. Para mí eso es más que un crimen. Es el asomo de una suerte de barbarie. Y entre tanto, paradójicamente, «la economía ha crecido un 13% en el mes de abril». ¿Quién entiende este país?
Y de pronto, la nación peruana aparece en Rusia. No el monstruoso desorden que apenas se esboza en las líneas de arriba. Otra cosa. El afecto. Peruanos que llegan a Rusia para animar a esos 23 peruanos que han dado todo lo que podían dar. Que abren una época deportiva. Porque en rara unanimidad, todos pensamos que hay que continuar. Una actitud positiva¡! Caray. Hacía un buen tiempo que eso no ocurría.
El deporte es algo más que el deporte. Hay una sociología del deporte, con Norbert Elias. Nos explicó cómo la racionalidad lleva a la civilización. Y del deporte dice lo que sigue. «El deporte moderno ocupa un enorme espacio en nuestra vida cotidiana»; «El deporte es un laboratorio privilegiado para reflejar los lazos sociales». Es decir, exactamente lo que nos está pasando. «El deporte actual no tiene nada que ver con los enfrentamientos y rituales de la Antigüedad y de la Edad Media». No es un torneo señorial, donde era posible matar al adversario. El espectáculo deportivo tiende a evitar los riesgos de violencia. Eric Dunning, inglés, considera que no es casual que los grandes deportes —el box, el fútbol, el rugby— hayan nacido en Inglaterra y en los países del Commonwealth. Son códigos de comportamientos. La tesis de Elias y de Dunning, «Deporte y ocio en el proceso de la civilización» (1991), gira sobre una temática decisiva: la violencia contenida. Y eso es la civilización, el progreso de los seres humanos a partir del autocontrol (aunque algunas barras en Rusia, esos periodistas paraguayos, muestran que todavía no estamos civilizados del todo).
Hablando de fútbol, siempre hubo aprecio en Perú por los futbolistas pero esta vez no es por un club en particular sino por una representación nacional. Es un salto cualitativo en materia de amores colectivos. Curioso destino el nuestro: para llegar a la nación, el deporte. Poco importa, algo ocurre, algo que no nos separa sino que nos une. El grito del hincha, a todo pulmón, dice mucho más que la alegría por un gol. El mensaje es múltiple e intenso. Podemos ser grandes, podemos ganar. El fútbol nos devuelve la esperanza sobre nosotros mismos. No todo es Odebrecht.
Me permitiré una extensión (planetaria) de esa dicha. El fútbol es la prueba de que las cosas van mejor cuando hay reglas y todos son iguales. Observe, amigo lector, lo que es un partido de fútbol en cualquier estadio o país. Hablen o no la misma lengua, dos equipos se enfrentan. Pueden ser caucásicos o africanos, todos están sometidos a las mismas reglas. No hay privilegios. Ni para Messi ni para Cristiano. Y eso es la democracia, o debe serlo. Acaso se está iniciando una civilización mundial desde ese lugar de emociones, el estadio.
¿Sabe el amable lector, que por los años veinte, un poeta, Juan Parra del Riego, en la misma época que Valdelomar, Chocano, hace algo muy distinto, exalta la motocicleta, la velocidad, y el fútbol? Aquí un fragmento de un poema
—Polirrítmico a Gradín—
Yo te canto, ¡oh, jugador maravilloso! / (…)
Ágil, /
Fino /
Eléctrico / (…)
Yo te vi en la tarde olímpica jugar. / (…)
¡Palomares! ¡Palomares!/
de los clásicos aplausos populares… /
Lo conocemos poco, acaso porque se muere en Uruguay a los 31 años. Es un modernista, un adelantado, un precursor.
Civilización, deporte, poesía, van juntos.
Publicado en El Montonero., 25 de junio de 2018