Se anticipó el golpe de Estado. A las democracias se las destruye, ahora, sin tanques, y en la mano, la legalidad. Pero no la legitimidad. Que es la confianza, o no, de la nación. Cuánto lo siento, pero es lo que está ahora ocurriendo, lo cual confirma, por desgracia, mis más negros vaticinios.
Hagamos un breve recuento. Al candidato Ollanta Humala lo elige una extraña combinación de fuerzas, la izquierda que lo cree de izquierda, y obviamente el antifujimorismo y el antiaprismo, más una serie de regiones y corrientes populares, tras suponer que “la gran transformación” que tienen ante los ojos con el crecimiento económico y la emergencia de sectores rurales hasta entonces retrasados (como lo comprobará tiempo después Richard Webb) está por hacerse y el indicado es el candidato Humala. En suma, un voto del antisistema y que gana. Lo que no ven es que a partir de entonces, todo está permitido. Puedo decir, pues, que no me sorprende para nada lo que está ocurriendo. Y ocurrirán cosas peores.
¿Quién tiene la culpa? Los ciudadanos que votan con el hígado y sin reflexionar. Ahora a llorar al río. Dudo que la calle, el fastidio público ante la repartija, logren una enmienda. El Perú marcha hacia su propio chavismo. Y sin pozos de petróleo y con una coyuntura internacional adversa. Pudimos salir del retraso estos años, pero ese voto de junio del 2011 nos devuelve al pasado, y a lo de siempre. Perú, país de las oportunidades perdidas. Que conste, que mientras tuve una tribuna, lo dije. Pero la lucidez la tienen unos pocos, en cambio la manada corre a lo que le parece mejor, y es su ruina. Las masas no piensan, actúan. Y actúan equívocamente: Hitler, Mussolini, Chávez.
Lo que es imperdonable es que en el despeñadero, que se remonta a dos años (el 10 de abril del 2011, a la primera vuelta electoral), también estuvo la gente más pensante del país, la intelligentsia, salvo algunos casos, como quien esto escribe. Y eso es histórico. Pero no se preocupen, también los generales incas de Atahualpa acogieron a Pizarro y su hueste, en su puerilidad creían que la extraña hueste intrusa les ayudaba a acabar con la elite cusqueña de Huáscar. Bajo otros escenarios, otros intereses, una que otra fecha o circunstancia distinta, la historia peruana se repite. Otra vez estamos ante un memorable suicidio colectivo.
(*) Ver artículo del 02/06/2011, Ni con una pistola en la sien: http://www.bloghugoneira.com/wp-content/uploads/2012/02/LR3.jpg