Basadre y Macera sobre los militarismos

Escrito Por: Hugo Neira 391 veces - Feb• 13•23

Para ocuparse de la historia del Perú, los historiadores tienen métodos distintos a los de sociólogos y antropólogos que recogen la tradición oral. Así es raro un libro en el que dos grandes historiadores conversan. Es lo que hicieron Pablo Macera y Jorge Basadre, una conversación editada en 1979 en Lima por Mosca Azul, y que salió en dos mil ejemplares. Macera, en su presentación, dice entrevistar a Basadre como lo hiciera anteriormente José Miguel Oviedo con Luis Alberto Sánchez, en Conversaciones, que publicado en 1973. Conversaciones con Basadre explora, nos dice Macera, nuevas técnicas de información en el campo de la historia (“una ciencia en crisis”), que en realidad no lo son del todo si se recuerda que “toda la historia precolonial andina fue una historia hablada”. Macera señala que esa rehabilitación de nuevas fuentes históricas, con el precedente de Luis Alberto Sánchez y Oviedo “inicia un género confidencial a mitad de camino entre el reportaje y los libros de memoria”. Frente a una grabadora, Basadre respondía las preguntas en dos o tres sesiones sobre el misma tema. No todo está en la publicación, la editorial las clasificó y redujo en seis secciones: – El oficio del historiador – Marxismo e historia – La acción política – Los intelectuales y su función social – El proceso histórico peruano. Si Macera eligió a Basadre no fue una arbitrariedad, fue porque “era el primero de los historiadores peruanos, estaba en plena producción y apartado de toda actividad política”. Formaba parte de los grandes intelectuales de ese momento como Luis E. Valcárcel, Raúl Porras, José Carlos Mariátegui y Sánchez. Macera resalta una originalidad de Basadre: “siempre reactualizaba su información y sus criterios de estudio”.

Nos interesa saber del oficio del historiador, que es la primera sección del libro, y del cómo llegó a serlo. En página 31, Basadre habla de Tacna, su familia, y su infancia. Nació en Tacna en 1903 durante la ocupación chilena. En una zona de minifundios y escasez de agua, precisa. Fue el menor de siete hermanos. Por el lado paterno, viene “de una familia enraizada allí desde hace muchos siglos”. Y por el lado de la madre, tiene antecedentes europeos. Su madre era “hija de un comerciante alemán y de una tacneña con orígenes locales desde el comienzo del siglo XIX y con ascendientes irlandeses y españoles”,  Olga Grohmann. En su casa, había una buena biblioteca, libros de literatura y de historia que fueron un refugio para el joven Basadre. “El goce de leer en cualquier momento lo que pertenece a uno, de abrir o cerrar libremente las páginas preferidas, de hallar compañía en lo que otros pensaron o dijeron es una voluptuosidad incomparable tanto en la primera juventud como en la vejez”. Su abuelo paterno había iniciado los estudios histórico-geográficos de Tacna y otro pariente, Modesto Basadre, había escrito mucho en los periódicos sobre la primera etapa del siglo XIX. Esta sería la raíz familiar de su vocación por la historia.

A los seis años, se muere su padre y la madre se hace cargo de todo. Pero ante las dificultades, se desarraigan y se van en 1912 a Lima. Su madre lo hace ingresar al Colegio Alemán “y no al de la Inmaculada o al de la Recoleta”. Y el último año de secundaria, en el Guadalupe. Ingresa a San Marcos en 1919, sustenta su tesis en 1927 y empieza a dictar un curso de “Historia del Perú, curso monográfico”. Al percatarse de que sus alumnos no tenían base de historia política, fue llevado a publicar parte de su tesis y sus nuevas investigaciones, en un libro titulado Iniciación de la República, en 1929 y 1930 (son dos volúmenes). Y en 1931 sale Perú: problema y posibilidad, un año antes de irse a Europa. En 1932, antes de la Alemania de Hitler, se va como estudiante libre del Instituto de Estudios Ibero-Americanos de Berlín y siguió un curso de Historia del Derecho. De Alemania, se va luego a España, muy disgustado por los acontecimientos en el Perú (el golpe de Sánchez Cerro), donde encuentra un trabajo en el Centro de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, cuyo jefe era José María Ots y que lo lleva a investigar en varios Archivos. Luego le dieron un cargo en el Instituto de Estudios Históricos de Madrid. En 1935 regresó al Perú y recuperó su cátedra, una vez reabierta la universidad que Sánchez Cerro había clausurado.

Nos importa mucho la formación de Basadre, gran patriota. Es muy saludable para un joven peruano irse a Europa para formarse, aprender la seriedad, la claridad, el rigor. No por ello perdió su amor al Perú. Basadre es un ejemplo entre otros. Sus escritos son llenos de verdades que resultan del sentido crítico del historiador. Aquí les traemos un extracto de la conversación grabada en 1973.

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Los militarismos  (pp. 153-156)

-Jorge Basadre: A mí me parece que el militarismo nace en el Perú por varias causas. En primer lugar, la guerra de la Independencia, como decía antes, es muy larga. Se necesita crear la fuerza armada que va a destruir a quienes representaban al Rey de España. En segundo lugar, dadas las características especiales del Perú, el proceso de la Emancipación termina cuando en nuestro país hay tropas colombianas. Así que, inmediatamente después de la lucha con los españoles, se produce un fenómeno nacionalista anticolombiano que da lugar al derrumbe del régimen llamado vitalicio y de la Constitución vitalicia, y que, al mismo tiempo, obliga al retiro de las tropas colombianas, no solamente del Perú sino de Bolivia. El problema con este país sigue vivo durante muchos años, no obstante el hecho de que en 1873 se firma el tratado secreto de alianza. También me parece que el militarismo surge porque hay un gran vacío social. La aristocracia peruana no ha dirigido la última etapa de la revolución de la Independencia. La última etapa de la revolución de la Independencia ha estado en manos de Bolívar, de los colombianos; naturalmente con algunos auxiliares peruanos muy importantes: Sánchez Carrión, Unanue y otros; pero fundamentalmente, Bolívar y los colombianos. A la aristocracia colonial se le ha escapado el comando de la revolución. Las grandes figuras aristocráticas de la independencia terminaron en una posición inverosímil: Riva-Agüero buscando en vano una solución intermedia de acuerdo peruano-español que no era viable en ese momento, como no lo había sido cuando San Martín lo pretendió. Y Torre Tagle asilándose en Lima  según la tesis que él plantea– ante el peligro que presentaba la orden de fusilamiento dada por Bolívar, y amparándose así al lado de los españoles. El problema de Torre Tagle habría que discutirlo. Tanto Riva-Agüero como Torre Tagle están ausentes de las batallas de Ayacucho y de Junín o en los días que inmediatamente siguen a Ayacucho. A la aristocracia peruana se le ha escapado la revolución de la Independencia. La aristocracia peruana no ha comandado la revolución de la Independencia. Bolívar es el primero que comienza la tarea de deshacer a esa clase social. La ejecución de Juan de Berindoaga en la Plaza de Armas, no obstante todos los esfuerzos que hubo para salvar su vida, expresa claramente el deseo de Bolívar de humillar y dejar de lado a estos grandes señores limeños. Entonces, en ese vacío que no podía ser llenado por los ideólogos que pronunciaban discursos en las Asambleas Constituyentes, aparecen los militares vigorizados, repito, la duración larga de la guerra, por la actitud nacionalista frente a los colombianos y por el problema con Bolivia que ansía salir al mar por Arica. Al amparo de una serie de actitudes de orden personal, surge el caudillaje, que es como una especie de respuesta brutal, una especie de respuesta de hecho que la realidad ofrece a la teoría de las Constituciones formalmente copiadas de otros países. Este es el primer militarismo. Quienes lo conforman son todos combatientes de Ayacucho. El crepúsculo de este periodo aparece con la figura de Prado en el 65.

-Pablo Macera:  Ese es un militarismo después de la victoria.

Jorge Basadre: Sí y luego tenemos el militarismo después de la derrota, cuando ya el país está deshecho por los años que ha durado la guerra con Chile. Tras la destrucción del Estado, la única fuerza organizada es la fuerza militar, que en guerra civil prolonga la dolorosa etapa que implicó el conflicto con los chilenos.

Pablo Macera: Podríamos hablar entonces, por lo pronto, de dos militarismos; uno que llamaríamos el militarismo ayacuchano y otro que, si no fuera por Cáceres, podríamos llamar de Ancón. Pero quizás dentro de estos dos primeros militarismos cabría distinguir a su vez otros grupos. En el militarismo ayacuchano hubo diferencias entre hombres como, de un lado, Gamarra y Santa Cruz, que pienso coincidían en lo fundamental porque ambos querían la Confederación Perú-boliviana, solamente que cada uno de ellos pretendía comandarla, como usted ha dicho en su Historia de la República.

Jorge Basadre: La diferencia también existía en el hecho de que, para Gamarra, esta unión entre el Perú y Bolivia o, por lo menos, entre el Departamento de La Paz y el Perú, debería darse bajo el mando del Perú; y Santa cruz, que quiso ser Presidente del Perú en 1827 y no lo dejaron (por desgracia lo arrinconaron y no tuvo más remedio que aceptar la presidencia de Bolivia, donde dijo que él iba a hacer una Macedonia, del mismo modo como de Macedonia parte la unificación de Grecia clásica), Santa Cruz cree que de Bolivia puede partir la unificación natural entre el Alto y el Bajo Perú. Son esas dos las diferencias: primero la ambición personal y luego digamos el punto de partida para esta unión entre los dos Perúes.

Pablo Macera: Entonces podríamos incluso añadir otros grupos más. Siguiendo la metáfora de Santa Cruz, habría también un militarismo ateniense, representado por el mariscal napoleónico Vivanco, y dos hombres que necesitan un examen especial, que serían Salaverry, que en algún momento entusiasma a las juventudes liberales peruanas, y Castilla, el gran mito, a quien pienso yo que, como a otros mitos, cabe destruir o, por lo menos, reducir a su verdadera estatura.   […]

Publicado en El Montonero., 13 de febrero 2023

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