Saber racional y magia. Henrique Urbano   

Escrito Por: Hugo Neira 315 veces - Jul• 17•23

En un artículo publicado originalmente en la Revista digital del Instituto de Gobierno y Gestión Pública de la San Martín de Porres, en diciembre del 2019 —“Perú Mágico. El giro lingüístico y los sentidos de pertenencia y socialización”—, me preguntaba qué pasa, en efecto, si adoptamos la magia. Pues existe una tendencia secular a reemplazar el conocimiento de lo real por lo sobrenatural, y que se hunde en nuestra doble raíz, india y española, de las edades barrocas y crédulas. ¿Qué pasa si eso ocurre en una sociedad como la nuestra, anómica, dispersa en materia de valores y pautas racionales de vida? No hemos pasado por la maquinaria social demoledora de una sociedad industrial. Ni nos hemos desarrollado bajo la dominación racional y legal de una burguesía moderna, y puesto que invocamos a Max Weber, no tuvimos ninguna clase dominante austera y puritana como la Alemania industrial del siglo XIX. Lo nuestro fue una combinación de explotación de castas y juerga. La magia tiene algo que nos atrae enormemente. La irresponsabilidad del mal. Propio al curandero o al hechicero. Me explico. ¿Qué separa, en su aplicación, la cura de un médico y la de un curandero? No nos mintamos a nosotros mismos. A veces, el curandero cura. Y el médico no lo logra, o remite a otro tratamiento, y hasta a otro especialista. El problema está —y es lo que separa ciencia de magia— en que la medicina sí sabe lo que está pasando en el cuerpo del enfermo y la magia no lo sabe, porque los poderes ocultos obran y no obran, y el propio curandero no sabe por qué acierta, cuando acierta. Lo dicen con sinceridad, “los espíritus son caprichosos”. La religión también establece sus fronteras ante la magia. Ella establece el vínculo con lo sacro, con lo innominado. Las religiones no se fundan en las adivinaciones, en las entidades misteriosas. En el fondo, detestan lo inesperado, y cuando hay milagros, y la posibilidad de reconocer lo insólito, se toman su tiempo, son prudentes, las canonizaciones esperan decenios. La magia es más inmediata, casi diría civil, laica, comercial. Pero la cura mágica es obra del destino, ni el enfermo o poseído tiene culpa alguna, ni el intermediario que tampoco puede salvarlo. No hay mal. Nadie es responsable, no hay sanción ni culpa, esta exoneración de la magia está en Durkheim, el carácter amoral de la magia. Y como peruano, me digo a mí mismo, ¡qué terapia más peruana! Lo mismo da Chana que Juana.

En su momento, Henrique Urbano (1938-2014), un reconocido estudioso de la cultura andina, fundador del Centro Bartolomé de las Casas y de la revista Allpanchis, científico social también sacerdote dominico, fue crítico de esta tendencia. Urbano, en la introducción de uno de sus libros, hace un serio reproche a José Carlos Mariátegui y a Víctor Raúl Haya de la Torre. Les critica la dimensión “mítica y religiosa”, e incluso, “mágica” que asumen. 

            “Ahora bien, lo que más me llama la atención es la incapacidad de pensar el presente y diseñar el futuro sin una dimensión mítica y religiosa. Es propósito de Mariátegui de introducirla en la conducta política. Haya era distinto, pero el peso de la fe religiosa era tan grande en él, las metáforas cristianas le caían de los labios como expresiones naturales”.  

            Y luego, refiriéndose a “los que frecuentan las páginas de Mariátegui”, prosigue:

            “No pueden reflexionar en forma crítica, liberarse de las formas políticas irracionales y superar los obstáculos que la tradición levantó para protegerlas y defenderlas. Cierto, a muchos Mariátegui abrió los ojos para las realidades políticas, pero les cerró la inteligencia a la comprensión crítica. Con Haya de la Torre la ceguera de la irracionalidad y del sectarismo no fue menor y hasta cierto punto aún más perjudicial; lo extraño de todo esto es que los dos percibieron que algo estaba cambiando en las sociedades andinas, pero se alejaron del camino al optar por soluciones míticas, mágicas y mesiánicas, en lugar de llevar hasta las últimas consecuencias la opción por un pensamiento crítico y moderno en el sentido ilustrado y filosófico de los términos” (Urbano, Tradición y modernidad en los Andes, Centro Bartolomé de las Casas, Cusco, 1992, p. XLII.).

Urbano nace en Portugal y muere en Lima. Su teología la adquiere en Montreal, Canadá. Su obra es extensa, sus estudios de la sociedad andina recorren la antropología, la sociología y la historia, sus contribuciones son conocidas sobre el Taki Onkoy, los quipus, los ceques, la organización social y ritual de los incas, las idolatrías. En la apreciación del mundo andino y el tema de la modernidad, discrepó severamente ante la actitud frecuente entre estudiosos peruanos de caer en la exaltación de la magia. Su crítica es un dato para la historia de la cultura peruana. El sacerdote Urbano es un inesperado testigo del repliegue sectario del mundo universitario a fines del siglo XX. Hombre de religión, luce paradójicamente una gran libertad de criterio. Un dominico misionero, más abierto y tolerante que más de un catedrático de estos lares. 

Publicado en El Montonero., 17 de julio de 2023

https://www.elmontonero.pe/columnas/saber-racional-y-magia-henrique-urbano

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