¿Segunda reforma agraria?

Escrito Por: Hugo Neira 680 veces - Oct• 12•21

Cuando se ha hablado de una «segunda reforma agraria» ha servido para remover a Guido Bellido de la Presidencia del Consejo de Ministros, pero también, para asustar a buena parte de la clase política y los diarios que no perdonan a Juan Velasco por la primera reforma agraria. Está claro que no hay conciencia de lo que significa esa decisión. 1968 y 1969, no es solo un reparto de tierras sino un giro político cuyo sentido y consecuencias abarca al Perú completo, no fue solo un asunto agrario. Un diario confunde la de 1969 con lo actual. Su portada dice: CASTILLO RESUCITA A VELASCO, y yo no veo ninguna semejanza. Me ocuparé en las líneas que siguen de explicarles por qué ese golpe de Estado no fue uno que afirmaba el poder de la clase dominante. Antes de Velasco, hubo varios golpes de Estado como el del general Odría, que no modificó nada salvo impedir que el partido politico más extenso y popular, cuyo eterno candidato fue siempre Haya de la Torre, llegara al poder. Pero los diversos golpes del siglo XIX y XX son olvidados, y en muchos casos, agradecidos. La intromisión del militarismo en el año 1968, no fue solo el triunfo de un caudillo como en el siglo XIX (desde Piérola a Leguía) sino un hecho gigantesco. Fue el fin del pacto sagrado entre Fuerzas Armadas y los dueños del Perú.

Desde el final trágico de Leguía, desde las elecciones de 1931, había emergido del pueblo mismo una serie de movimientos populares. Hay que ser objetivo, no ocultar lo real. Lo popular dejó de lado los partidos tradicionales que aparecen en los años treinta, el aprismo y los herederos de Mariátegui —diversos socialismos—, por la atracción de un militar sublevado, Sánchez Cerro. Lo aplaudieron y votaron por él desplazando la clientela popular de Haya y el equipo que consigo traía el aprismo. Desde entonces, los candidatos a la presidencia no provenían del establishment. Personajes como López de Romaña, presidente en 1898, Manuel Candamo en 1903, Serapio Calderón, en 1904,  o don José Pardo en 1904. Y en 1908, Leguía por vez primera. Los militares aparecen en juntas transitorias en 1931 y de ahí en adelante, además de Sánchez Cerro, el general Oscar Benavides, mariscal, en 1933. Luego, en 1945, un civil llega a la presidencia, José Luis Bustamante y Rivero, con votos del aprismo, gobierno que fue interrumpido por el golpe de Estado de octubre de 1948. Fue muy difícil su gobierno. «El presidente Bustamante fue extraído de la residencia de Palacio en unión de su familia y conducido al aeropuerto de Limatambo para el embarque al exilio. Nuevamente los caudillos militares tomaban, al asalto, el poder», dice Jorge Basadre en la página 183 de su libro El Perú Republicano.

Lo que apresura el acto de la reforma agraria para Velasco son dos fenómenos sociales.

En primer lugar, desde los años 60 había aparecido en el Cusco unos movimientos campesinos organizados por ellos mismos y dirigidos por Saturnino Huillca. En cualquier momento miles de campesinos, hombres y mujeres, peones, arrendires, campesinos sin tierras propias, invadían las haciendas, sin matar a nadie, pero las invadían. La pérdida de sus tierras se había iniciado en el siglo XIX. Ese siglo, después de la emancipación, fue el peor para los campesinos indígenas. Mientras se producía un enriquecimiento ilícito y la formación de un «sólido grupo plutocrático nacional» —señala el gran historiador Jorge Basadre— «un pequeño número de antiguos y nuevos propietarios de tierras, que antes pertenecieran a las comunidades indígenas, al Estado, a la Iglesia, las municipalidades y a las beneficiencias, se apropió la región serrana del país». Basadre no lo dice desde el marxismo o para favorecer a la izquierda  sino que cuenta un hecho real, la apropiación de tierras tuvo continuidad «a lo largo de toda la época republicana y se acentuó al finalizar el siglo XIX y al empezar el siglo XX. «Las masas rurales empobrecidas quedaron como mano de obra servil en los grandes dominios agrícolas u optaron por la emigración» (Sultanismo, corupción, y dependencia en el Perú republicano, páginas 12-13, su última obra de 1981, que trata de la evolución de las clases sociales durante la República.)   

Entonces, las Fuerzas Armadas, el general Juan Velasco y una serie de militares que lo  rodeaban, tomaron en serio esa división de la población del Perú —un grupo que despoja a los andinos—, y deciden romper los lazos que había entre la clase dominante y las Fuerzas Armadas. Las razones para apurar una reforma no solo eran de índole agraria sino de orden laboral: la mano de obra campesina no recibía salario sino un lote de tierra prestado para trabajarlo y alimentar a sus familias, además de tener que trabajar en la hacienda. Eso era un tipo de feudalismo servil, precapitalista y un maligno acuerdo entre los descendientes de los que se apropiaron de las tierras indígenas y la desesperada necesidad de los indios de hallar tierras para trabajar en algo que sabían. Un sistema perverso, sin salario y sin propiedad, millones de peruanos estaban condenados a no salir de la pobreza.

En segundo lugar, la mayoría de los militares había cambiado de mentalidad. Sobre la reforma agraria, se olvidan periodistas y políticos el papel que tuvo el Centro de Altos Estudios Militares (CAEM, hoy CAEN). Una institución académica, encargada de capacitar a los oficiales de las Fuerzas Armadas, incluyendo las Fuerzas Armadas y la Policía. Esta universidad para los ejércitos fue creada durante el ochenio de Manuel A. Odría, en 1950. O sea, en ya había varias generaciones de egresados de esa escuela de posgrado. Su primer director fue el general José del Carmen Marín. Se formaron tanto en temas militares en el campo de la Defensa Nacional como en materia de Desarrollo y Seguridad. Sería muy largo citar los doctorados y maestrías de esos altos estudios. Diremos sencillamente que escogieron los mejores profesores: para filosofía, Miró Quesada; para antropología, Matos Mar, y en otras asignaturas, trajeron los mejores. Lo que intentamos explicar es que el nivel de quien pasaba por el CAEM sobrepasaba el de los civiles de las universidades locales. Los militares no niegan que esa idea proviene de un modelo creado en Francia por el mariscal Joseph Joffre, en 1911, y que funcionó hasta 1939, y fue reabierto en 1951. Al haber trabajado esas áreas del conocimiento científico, tecnológico y humanista, al obtener sus grados académicos, podían ser personas adecuadas para el Estado y la resolución de los problemas del sector público. Esto lo he escrito en el prólogo a un libro de Héctor Béjar, por salir estos días.

Durante los años de Velasco, sabemos que hubo muchos militares en los diversos niveles jerárquicos de la administracion estatal. El que escribe esto hoy, ha sido testigo de esa incorporación. Hay que decirlo, los oficiales de las Fuerzas Armadas peruanas, vivían de sus remuneraciones como militares. Y eran formales, con una disciplina que evidentemente provenía de su formación. Si hay quienes sirven la patria y el Estado, son los militares, que no trabajan para una clase sino para la comunidad de peruanos.

Con un desdén impresionante, periodistas, políticos y gente de la televisión creen que hubo una reforma «comunista». Por mi parte, digo dos cosas: no conocen ningún país comunista. Ni saben qué es. Pero en fin, no todo el mundo tiene curiosidad para viajar, sobre todo entre nosotros, peruanos, el conocimiento del mundo es raro, somos por lo general sedentarios. Viajar es caro y nuestras actividades no necesitan de conocer otras sociedades. Pero decir que Velasco era comunista, es una demencia. Velasco era un soldado. Un nacionalista. Un patriota. Alguien trata de definir el velasquismo como un régimen nasserista. Me dicen que es Tudela, espero que no sea él. Porque me parecía más culto y prudente. Porque el que diga eso se confunde. En esa ideología, está la fe en Mahoma. ¿O sea, habría que ser Velasco un musulmán? Por favor, no digan tonterías.

Lo siento, pero yo conozco bien qué es un país nasserista. En mi vida académica me ocurrió un accidente. Preparaba mi tesis en Francia y de pronto una ley es impuesta. Se tenía que hacer, antes de la gran tesis (realmente grande por el tiempo de preparación), una previa, una tesina. Nunca supe por qué se establecía esa regla. Posiblemente para detener la ola de doctores que no eran franceses. Por mi parte no me preocupé mucho. Había ido varias veces a México, invitado por sus universidades. Y tenía amigos. La pequeña tesis tenía un jurado antes de que el investigador eligiera un tema. Presenté mi proyecto sobre México, y el jurado me dijo No. Uno de los tres miembros me recuerda:

– Usted es quien nos da lecciones sobre la América Latina, demasiado fácil. Entendí que debía ir a un lugar que no me fuera conocido. Y me dijeron claramente algo que no he olvidado nunca:  – ¿Qué quiere ser usted, sociólogo peruano o sociólogo que puede comprender otra sociedad, otro país? Me quedé frío. No quería ocuparme de un país del África. Ni tampoco de alguno de los países satélites entonces de la Rusia soviética. Quien me salvó fue un colega, profesor y ciudadano de Egipto, Anouar Abdel-Malek.  Me dijo, soy copto, mi familia es poderosa, habla con tu rector, si invitan a uno de los profesores egipcios, puedes vivir un tiempo en El Cairo. Y así fue, la Universidad de Saint-Etienne tuvo al oriental.

Y yo viví en El Cairo. Conocí la era nasserista. En efecto, en 1952 el ejército egipcio pierde una guerra ante un Estado israelita, y entonces un coronel Nasser pone fin a la monarquía egipcia y con muchos oficiales jóvenes, tras el problema de la construcció nde la represa de Asuán, se dirige a las potencias occidentales para financiar esa obra gigantesca. Por otra parte, Nasser nacionaliza el pasaje del Mar Rojo al Mediterráneo. Un gesto nacionalista, y desiste de los soviéticos que proponían pagar la obra de Asuán. Ese gesto en el momento de la Guerra Fría, lo sitúa en la posición de no estar a favor de los rusos ni de las otras potencias. Eso fue lo que luego se llamó el Tercer Mundo. Vi también los primeros Hermanos Musulmanes, aquellos que se convirtieron en radicales del movimiento islámico. Ya no estaba cuando una figura del movimiento laico en Egipto, Farag Foda, fue asesinado, en junio de 1992.

Mi estudio sobre el rol de Egipto fue escrito y aceptado. Por ahí circula en las universidades de los Emiratos. Pero lo que entendí es que la construcción de una nación necesita un centro que produzca una entidad central. Es el caso de los otros grandes del Tercer Mundo, China e India. En otras sociedades, si no se llega a un país unido y al Estado social, no solo ese país se quedará siempre pobre sino que será dependiente.

En fin, si hay una ‘reforma agraria’ parece que tiene otras metas. Probablemente será un esfuerzo técnico para tener más terrenos agrarios. Es hora de decirlo, el Perú no tiene mucho territorio fertil. La costa son oasis y el resto, desiertos y arena. No tenemos, como en la Argentina, la pampa, que a la salida de Buenos Aires es un espacio enorme, verde y goza de agua no por los ríos sino las lluvias. No somos los Estados Unidos, con la pradera del oeste donde se establecieron los emigrantes europeos. Cuando nuestros radicales dicen «incendiar la pradera», se equivocan al cien por ciento: no tenemos praderas para quemarlas.

Ha sido un error del Estado y del Congreso intentar parecerse a la reforma de Velasco. En aquella vez, hace más de 50 años atrás, era un hecho político. Devolver tierras a la clase social de los campesinos andinos. Y borrar otra, los hacendados, con un sistema de feudalismo con servidumbre, volviendo entonces a millones de peruanos una suerte de esclavos sin tierra ni salario. Y por lo demás, una capa social de dominadores que no eran sino rentistas, y el lado más duro de la oligarquía. La idea de un cambio en el agro no lo quisieron nunca, incluso cuando Pedro Beltrán, político moderno, propuso una reforma agraria no lo siguieron. Los hacendados no eran solo propietarios: tener un feudo con indios y cholos era una forma de vida, la hacienda también era un lugar para festejar familiares y conocidos. Ese estamento social era un pedazo del mundo colonial que flotaba sobre el Perú y retardaba su ingreso a la modernidad. Cómo un peruano de estos días puede negar aquella situación, algo que nos impedía ser una nación moderna, algo imposible porque éramos una nación rota en dos estamentos: los criollos y el mundo andino. Las derechas nunca perdonaron que desapareciera ese sistema de culturas, formas de vida, en el que algunos serían pobres para siempre. No hemos sido iguales los peruanos sino después de 1969. Ahí se acabó la colonia.

Parte de la izquierda tampoco apreció el cambio en el agro de la forma laboral. Ellos querían que hubiera un estallido de dolor y venganza, eso hubiese sido una guerra interna y que hubiera durado decenas de años. Lo hecho por Velasco fue algo que evitó ese choque terrible. Cierto es que luego Sendero Luminoso lo intentó, pero ya los campesinos o tenían tierra o no los seguían. Guste o no, Velasco no fue un tirano sino un giro. El Perú es un antes y un después de la Reforma del detestado Velasco.

Si el proyecto del que se habla camina, sería un salto técnico y científico, habilitar tierras, ampliar el espacio productivo. El Perú tiene cuatro grandes cuencas: la de Cusco y Puno, otra en el centro del país y el norte, en la sierra y en la costa. Además nuestro sistema vertical produce diversos tipos de plantas y de cría de ganado. Si el presidente Castillo comienza esa transformación del contorno natural, sería un progreso sin duda. Sin embargo no estamos por lo visto preparados para ver cambiar la vida peruana. Todavía no se ha explicado cómo se inicia ese proyecto y lo llenamos de dudas y en contra. Nuestro país no entró a la revolución industrial. Pero a partir del espacio agrario puede tener laboratorios para producir alimentos y medicina, que es lo que ocurre en los países que producen alimentos y no destruyen la naturaleza sino que la potencian. No estamos acostumbrados al progreso científico y técnico. Algo me inquieta. No he escuchado una palabra sobre lo que serían los campesinos. Pareciera que se les daría sueldos. Eso es para los trabajadores obreros de fábricas. Los campesinos trabajan bien cuando son propietarios. La palabra no la he oído. Como si la palabra propiedad fuera una palabra mala eso solo puede venir de un marxismo que repele todo lo que sea individual. Marxismo primitivo. No han leído a Marx. Los campesinos en general tienen un lazo de afecto con lo que siembran o con los animales que cuidan. El gran error de Mao fue el Gran Salto Adelante. Reunió a los campesinos colectivamente, y ese error le costó muy caro. Lo retiraron del poder. El nivel de producción fue menor, murieron 40 millones de personas. China es ese país de 1400 millones de habitantes. Den Xiaoping y otros que tomaron el mando volvieron al sistema tradicional que llamaban «economía familiar». Y así siguen. Si usted, amable lector, no me entiende o cree que invento, pregunte a los chinos que están en la embajada de China en Lima. En fin, que las tierras nuevas sean de la manera como los campesinos son, no anónimos trabajadores. Gente que ama lo que está sembrando o criando. China enmendó el error y Mao está siempre en el corazón del pueblo, es el creador de la China moderna.

Publicado en El Montonero., 11 de octubre de 2021

https://elmontonero.pe/columnas/segunda-reforma-agraria

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