“La ecuación peruana”. 2017

Escrito Por: Hugo Neira 2.001 veces - Nov• 11•14

La sociedad peruana no puede ser interpretada desde sucesos inmediatos. Nos preceden hechos demográficos y antropológicos. El entender una sociedad requiere de algo más que información económica y estadísticas sobre la orientación del voto. A la vida política la explica también el trasfondo antropológico, cultural. Lo que se llama “la metapolítica”. Pero algunos comentaristas leen el tejido de la vida peruana terso y sin abismos, como si fuésemos una de esas sociedades del capitalismo avanzado que la modernidad ha vuelto homogéneas. Se ahorran la historia. Y no ven los pliegues de lo real, donde el ayer se venga regresando.

Una de estas noches, en un autor que se ocupa de la cultura hispánica, encuentro este párrafo: (1) «Para franceses y para anglosajones, la democracia se confunde con la garantía de derechos del ciudadano e implica la ley y la limitación del poder». Pero en la cultura hispánica «es el ejercicio del poder quien genera su  propia legitimación». O sea, del Cid campeador a Conquistadores y hasta Franco, el hilo conductor es el mismo. Cuenta el capricho del Príncipe, «la real gana». Y me pregunté si solo ocurre en el caso español. De Pizarro a Fidel Castro y a Pinochet, ¿no cuenta «la conquista del poder y luego la capacidad de ejercerlo»? «El mundo hispano premia la hazaña. Las otras culturas occidentales, el orden de la ley.»  Está claro que el tema del poder como eje de toda política está en ambos lados del Atlántico.

Lafaye habla de una «ecuación hispana». Y me pregunto si no tenemos una «ecuación peruana». Diría que sí. Con este reparo, no es feliz en la praxis política. Nuestra ecuación es antropológica y cultural, literatura, música, arte y cocina. Pero esa ecuación no ha logrado en dos siglos ni república ni nación. Pesan tres siglos de dominación. ¿No vivimos el poder como algo relacional y no de leyes? El vínculo de poder personal genera el compadre, la argolla y los amigos. Algunos se refieren a esos fenómenos como colonialidad, en especial Anibal Quijano. Yo los veo virreinales y no republicanos.  No somos los únicos, pero somos los que más.

Mandar sí sabemos, pero como «patrón», «gerente», «líder mesiánico», aunque fuese solo Cajamarca o Puno. Siempre el capricho del Príncipe, «la real gana». Y esto no atañe solo a los poderosos. Al ciudadano que en nombre de sus derechos habla, decimos que «se manda». En fin, el motor de la vida social no es el consenso sino «la relación dialéctica entre el poder y la disidencia» (Lafaye). Es eso, precisamente, lo que me inquieta, el 2017. Ahora bien, una parte del país electoral quiere delegar su poder tras el voto. El otro no. Esto puede invitar a un ensanche de la democracia, más horizontal, o a algo piramidal, como lo que detestó Octavio Paz en México. Digo qué fino tendrá que ser quien se maneje entre partidarios de una democracia normal que delega el poder, y el otro país que ya no cree en nadie y quiere también intervenir. El poder será empoderar o no será obedecido.

(1) Lafaye, Jacques, «Abismos de conceptos», en Quetzalcóatl y Guadalupe, FCE, 1999

Publicado en El Montonero., 10 de noviembre de 2014

http://elmontonero.pe/columnas/2014/11/la-ecuacion-peruana-2017/

 

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