Los poetas o sea, la inteligencia colectiva

Escrito Por: Hugo Neira 788 veces - Jun• 22•20

hasta las cachas de cansado ya/

—Carlos Germán Belli

Como van las cosas en el país, en el continente y en el mundo entero, más vale saber qué pasa en el terreno de lo irracional que en lo racional. En las revistas científicas europeas cada vez más la idea de «clase» es menos utilizada. No es que ha dejado de tener sentido —ricos y pobres hay—, pero ¿cómo aplicar criterios entendibles a los gilets jaunes, ese movimiento popular que apareció en noviembre del 2018 en Francia, y se pasean furiosa y silenciosamente con una cólera feroz a todo lo que sea Estado, fisco, orden y gobierno? Los gilets o chalecos amarillos, no dicen que quieren. Solo desfilan. ¿Ácratas mudos? Ni partido ni sindicato. ¿Una forma de descontento a la vez visible e ilegible? Si es así, la economía y la sociología, no es suficiente. Hay que completarlas con nuevas herramientas intelectuales. El español José Antonio Marina define lo que llama las ‘culturas fracasadas’. Sin duda, pero ¿quién tiene la razón? ¿Dónde está la verdad?

Para un libro que preparo, he revisado diversas disciplinas, historia, economía, sociedades, e ideologías, pero creo que todo eso no explica el ser social actual en el Perú. Así, pues, uno de esos días, en pleno confinamiento, en casa, luego de poner en orden mis papeles para las clases que dicto, se me ocurre leer a nuestros poetas, minuciosamente. Soy de los que consideran el verso y el texto filosófico en el nivel más alto del saber humano (tan importante como el arte o la ciencia). Y comienzo por casa, con César Vallejo. Quise saber en sus versos cómo veía la vida y su propio país.

De entrada, dejo de lado el ‘Hay golpes en la vida tan fuerte…¡Yo no sé!/’, y voy a las páginas de Trilce, cuando piensa en el imposible retorno, la madre difunta, y está solo, ‘En los bastidores donde nos vestimos/, no hay, no Hay nadie: hojas tan solo/». James Higgins, escocés, gran conocedor de nuestra literatura: «el poema XLIX destaca la crisis existencial del hombre moderno». Y Vallejo lo confirma, versos como ‘ésta es mi inmensidad en bruto, a cántaros/.

Luego, dejo de lado a César Moro, Lima fue solo un ínterin en su vida, nos vamos de visita a Martín Adán, después de La Casa de Carton (1929) deslumbrante, continúa con Travesía de extramares (1929-1946) y se le considera más que un vanguardista, la encarnación de «la poesía pura». Eso dicen los académicos. Pero me sorprende que se pierda, que dude de la palabra misma: ‘No soy ninguno que sabe. / Soy el uno que ya no cree/ ni en el hombre, / ni en la mujer, / ni en la casa de un solo piso, / … no me preguntes más, / que ya no sé…/’

Ha perdido la confianza en la palabra, cosa que un poeta es lo último que pierde, y su poema sobre Machu Picchu es posterior. Pero las piedras de esa ciudad no es el mundo corriente. Dejando el Reino que Martín Adán se ha construido imaginativamente, vamos a los años 50. Y en esos años, poetas que creen en la poesía, Sologuren, Bendezú, Leopoldo Chariarse. Nos detenemos en Sebastián Salazar Bondy y Blanca Varela. Lo de Salazar es en El tacto de la araña, cuando es sincero, directo: ‘Pertenezco a una raza sentimental, / a una patria fatigada por sus penas /’. Son los años de Odría, de exilios de apristas y socialistas, del poder del diario La Prensa de Pedro Beltrán, y Salazar Bondy era un «progresista», sin embargo, en la tímida izquierda de esos años, y volviendo a Higgins, «Salazar veía la vida como trágica pero bella». Pero Blanca Varela, no es una rebelde políticamente hablando pero sí una inconforme. Va al Puerto Supe, al balneario donde pasó los veranos de juventud, la costa peruana son sus raíces, «pero se rebela y añora otro tipo de existencia». Y le habla a Lima: ‘No sé si te amo o te aborresco / porque vuelvo/ sólo para nombrarte desde adentro /’. Conflicto entre la limeñidad y lo provinciano, sin solución.

Luego vinieron los poetas sociales. Gustavo Valcárcel, Manuel Scorza. Sin duda, la obra de Alejandro Romualdo. Es el poeta de los 50, batallador como un arcángel, habría dicho la poeta chilena Gabriela  Mistral. Es el poeta de ‘Aquí estamos, hermano de la sierra. / Aquí estamos sin tierras ni ganados. / Aquí estamos, sin fábricas ni máquinas, explotados /. Es un giro porque ‘Aquí estamos, peruanos de esta hora /, desesperados / ‘. Y claro está, la esperanza o la utopía de un retorno de Túpac Amaru II, ‘Lo harán volar / con dinamita. En masa, / lo cargarán, lo arrastrarán. A golpes /… ¡y no podrán matarlo! /. Me olvidaba, los poemas de Mario Florián, la sangre del pueblo magisterial, sobre los sufrimientos de los campesinos, cuando había una oligarquía terrateniente. Y hay los poetas urbanos, Leoncio Bueno,  ‘podría tal vez, hacerme vendedor ambulante/’. Ya no es el afecto por los proletarios sino uno de ellos.

Pero hay voces más desencantadas que los mismos revolucionarios. Son voces libres, personales. Washington Delgado, profesor talentoso, podía estar contento pero no. ‘En mi país estoy, / en mi casa, en mi cuarto, / en mi destierro /’. ¿Qué pasa en el Perú, entonces? Vivo para mañana y eso es todo. Pero quien estalla dulcemente se llama Carlos Germán Belli, el que dice que tiene «el pie en el cuello». Se hace famoso al decirnos como vivimos, ‘ya descuajeringándome, ya hipando /’. Para los profesores de literatura es como Washington Delgado, «una crítica social que viene de una clase media cuya vida es restringida y empobrecida». Sí, pero, es una queja sin nombre alguno. ¡Todo lo aplasta! ‘hoy me avasallan todos y amos tengo / mayores, coetáneos y menores /, y hasta los nuevos fetos por llegar /’. Y algo muy duro, muy sincero, «su pesimismo» (César Toro).  ‘Yo, mamá, mis dos hermanos / y muchos peruanitos / abrimos un hueco hondo, hondo, / donde nos guardecemos, / porque arriba todo tiene dueño, / toda está cerrado con llave /’. Ni el político más radical dice algo parecido. 

Son tiempos de Javier Heraud —‘yo no me río nunca de la muerte /—, Corcuera, César Calvo ‘venid a ver el cuarto del poeta’, o sea, la madre y la  pobreza. Cisneros en Canto ceremonial se niega al ritual al libertador en la plaza San Martín. Pero, me atrevo a decir que el gigantesco mensaje de los poetas de los 70 a los 90, se reduce a una línea, la de Manuel Scorza: ‘¡Ay, Perú, patria tristísima!’. Y se pregunta de dónde sacaron los poetas sus «pájaros transparentes»,  ‘Yo sólo veo dolor /’ . Y en fin, es una poeta mujer que dice claralmente, ‘se crece entre cólera‘, Carmen Ollé en Noches de adrenalina. En fin, desde Hora Zero, hubo una pasión desoladora por decirnos la verdad. Nadie es feliz.

Poetas. Nos han estado enviando mensajes, augurios, pronósticos. Se esperaba en los 70 la revolución. No la hubo. Pero acaso vino algo peor, el vandalismo de arriba y de abajo. Y acaso nos espera el caos. En suma, los cálculos sobre el PBI y el per cápita de los expertos no profundizan en esa sucesión de desengaños de cada generación. Los poemas, en cambio, nos ponen en las narices el malestar y el declive de la sociedad, la nación y el Estado. De una poesía todavía esperanzada en los años 30 al 50, a una decepción paulatina. Y hoy, poemas, o más bien, ceremonias del adiós.                                                                                                                       

Publicado en El Montonero., 22 de junio de 2020

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