François Mujica, la aristocracia del antiguo aprismo

Escrito Por: Hugo Neira 677 veces - Ago• 16•19

Es difícil trazar los rasgos de un amigo que se ha ido. Como se nota nuestro temor al ángel de la guadaña, eludimos decir su muerte. ¿Cómo era Francisco Mujica Serelle? O François como lo llamábamos, por amistad. La madre, en efecto, era francesa. Y el padre, un personaje inmenso, aprista desde su adolescencia, un joven del Club Regatas, deportista, de una vieja y respetada familia republicana, por ambos lados notables, Mujica y los Álvarez Calderón. Conocí a ambos, al padre y al hijo. En cuanto al padre, nadie que lo conociera podía imaginar que ese gran señor amable era un empecinado militante del aprismo insurreccional de esos años. En cuanto a François, alto, rubio, serio y ajeno al cotorreo criollo, no había manera de ubicarlo en alguna de esas clasificaciones etnopolíticas que nos es corriente. Cuando lo veía, me parecía un joven sueco, acaso porque Haya había escrito Mensaje de la Europa nórdica, país en que veía que no era una utopía su promesa, una sociedad peruana a la vez democrática y con justicia social. El destino no lo quiso. Y los peruanos, que prefirieron votar por el que no tuviese tantos enemigos. Tengo la impresión, sin embargo, que culturalmente lo marcaba la madre, puesto que francesa, y como yo he vivido mucho tiempo en Francia, acaso los mejores años de mi vida, sé cómo son. El orden mental, la lógica y el culto a la razón en los franceses, no es un mito. Como muchas cosas en el comportamiento humano no es un asunto de genes sino de la semántica de la lengua con la que se vive. La lengua francesa es parca y directa, «lo que no es claro, no es francés». Y François lo era. Me llamaba la atención su llaneza, su franqueza. En algunos otros, muy pocos, volví a apreciar esa misma virtud: en Carlos Delgado, el hombre que nos reunió a Béjar, Francisco Guerra García, Carlos Franco, Julio Ortega, en los años en que estuvimos en el Estado de Velasco Alvarado. Hubo un tiempo en que la hipocresía no estaba tan instalada como en los días de hoy en la vida peruana. No faltaba entre nosotros disensiones, discordias, desavenencias, pero no tras la espalda del amigo o camarada.

¿Cómo se pueden reunir diversas calidades en una misma persona? Es el caso de François. Entre aristócrata y sincero partidario de la igualdad republicana. Diáfano, cristalino, las trompetas de los ángeles lo recibirán como lo que era, batallador y limpio como un arcángel. Así hubo gente en mi generación. No pensábamos en la política para enriquecernos. Acaso como un deporte riesgoso. Hubo sacrificios. Heraud y su muerte. De la Puente Uceda en Mesa Pelada. Béjar y Hugo Blanco, encarcelados. Y de pronto se nos vino encima la mugre. La política como cochinada. El Estado como coche en manos no de aurigas sino de cocheros mañosos. Ya te contaré François, uno de estos días, en el otro mundo, cómo le fue a nuestro país, qué coartada se estaba preparando para dejar en el espacio de la opinión pública, solo la lisonja al poder. Y nada más.

Publicado en Caretas digital, 14 de agosto de 2019

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