Indigenismo o indianismo, no es lo mismo

Escrito Por: Hugo Neira 313 veces - Sep• 06•22

Desde Colón, en el inmenso territorio de América descubierto en los primeros pasos de los españoles, surgió una corriente favorable a las poblaciones que habitaban el Nuevo Mundo. En Roma, el Vaticano otorga la conquista a los reyes católicos con la obligación de difundir la palabra de los Evangelios a quienes llamaban “indios” porque eran, sin duda alguna, dotados de un alma. España venía de una guerra de reconquista de los territorios ocupados por los moros. El Papa Alejandro VI, en 1493, da a los reyes católicos la posesión de esa América. Desde entonces se inicia el debate sobre la naturaleza de esos “indios”. Para extraer los recursos, los conquistadores explotaban a los indios, desde el Caribe hasta en las tierras americanas continentales. Como hubo excesos, aparecieron figuras del clero defendiendo a los indios. Primero fue el dominico Antonio de Montesinos, en Santo Domingo, fustigando a los encomenderos desde su púlpito en un sermón escuchado en todo el Caribe. Esa Orden favorable a los naturales del Nuevo Mundo se instalará en América en 1510 y se enfrentará al hijo de Colón. Luego le siguió los pasos Fray Bartolomé de Las Casas (1474-1566) que, de encomendero en 1502, había regresado, pero en tanto que sacerdote en 1508, a Santo Domingo. La defensa de los indios locales fue una vasta evangelización pacífica en lo que es hoy Venezuela (Cumaná) y Guatemala. En 1550, Carlos V reúne en Valladolid una comisión de teólogos y juristas para detener la opresión de los indios. Las Casas enfrenta al jurista Sepúlveda que busca remediar las “costumbres abominables” (sacrificios humanos, canibalismo) mediante la servidumbre. La polémica es conocida como la Controversia de Valladolid. El debate fue muy complejo. Cierto que no se admite la esclavitud de los indios, pero se discute su naturaleza. Las Casas ponía en cuestión la legitimidad de la Conquista. Los señores de las tierras americanas no conocían los Evangelios, no podían ser entonces “infieles”, y “si lo hubieran sido, no podían ser privados del derecho a la libertad y la propiedad” (Henri Favre). Los naturales eran “pobres, humildes, pacíficos, obedientes”, según Las Casas, en su libro Brevísima relación de la destrucción de las Indias cuya publicación estaba prohibida. “Era una denuncia violenta y apasionada, pero sólidamente documentada”, añade el investigador francés Favre (L’indigénisme, PUF, París, 1996) y fue el punto de partida de la “leyenda negra” de España por siglos. Les dio municiones a las potencias protestantes de Europa para su lucha contra el imperio español.

Muchos de esos debates y escrituras se encuentran en el Archivo General de Indias, en Sevilla, en un edificio concebido en 1583 por el arquitecto real Juan de Herrera que se terminó de construir en 1646. El Archivo es un centro de documentación sobre el Descubrimiento y la Conquista del Nuevo Mundo, las civilizaciones de México, el mundo de los aztecas y los mayas, el Tahuantisuyo y el Imperio de los Incas. Es el mayor archivo existente sobre la actividad de España en América con una vasta información (historia política, social, económica, historia de las mentalidades, de la Iglesia, historia del arte o la geografía de los nuevos territorios.)

La Iglesia en la colonia

El Real Patronato, confirmado por el Papa Julio II, en 1508, llamado el Papa Soldado, concede a España el patronato universal de las Indias. Desde entonces, los obispos católicos fueron nombrados por el Rey. Un caso único. ¿Por qué razón? La argumentación de los juristas españoles era que los naturales de las islas Antillas y más tarde de México y del Perú, los indígenas, pasan a ser una suerte de pupilos del Estado, lo cual merecía un régimen de tutela. La Corona, entonces, pretende que esos deberes de patronato propios a la colonización bien podían formularse y ponerse a la disposición de los reyes católicos. En general, el Real Patronato le da potestad a la Corona para intervenir en la vida misma de la Iglesia indiana. El Real Patronato robustece a la Corona y no a la misma Iglesia. (Esto está en mi libro El mundo mesoamericano y el mundo andino, 2016, páginas 245-246.)

Según el ABC de la Historia del Perú: “Habiendo acompañado a Francisco Pizarro y su fuerza durante la conquista, los frailes católicos romanos procedieron con celo a llevar a cabo su misión de convertir a los pueblos indígenas al cristianismo. En este esfuerzo, la iglesia llegó a jugar un papel importante en la aculturación de los nativos, atrayéndolos a la órbita cultural de los colonos españoles. También libró una guerra constante para extirpar las creencias religiosas nativas. Tales esfuerzos tuvieron sólo un éxito parcial, como lo atestigua hoy la naturaleza sincrética del catolicismo romano andino. Sin embargo, con el tiempo, la misión evangélica de la iglesia dio paso a sus esfuerzos eclesiásticos regulares de ministrar a la creciente población española y criolla.

A fines del siglo, la iglesia comenzaba a adquirir importantes activos financieros, particularmente legados de tierras y otras riquezas, que consolidarían su posición como la potencia económica más importante durante el período colonial. Al mismo tiempo, asumió el papel principal de educador, proveedor de bienestar y a través de la institución de la Inquisición, guardián de la ortodoxia en todo el virreinato. Juntos, la asociación Iglesia-Estado sirvió para consolidar y solidificar la autoridad de la corona en Perú que, a pesar de los terribles problemas de distancia, terreno accidentado y comunicaciones lentas, soportó casi tres siglos de gobierno continuo y relativamente estable.”

Testimonios

Sobre la mentalidad del Nuevo Mundo, he aquí extractos del estudio de un grupo de jesuitas del final del siglo XVI a inicios del XVII.

Capítulo 1. En que se trata de la mita de Potosí y de los daños y agravios que los antecedentes indios reciben en ella.

Cosa notoria es a todo el mundo la gran riqueza de plata que ha salido desde el Reino del Pirú, la cual principalmente ha salido del cerro y minas de Potosí. Este cerro está apartado de lo poblado de los indios que van a él, lo más cerca, como cuarenta leguas, y lo más lejos, como ciento y tantas leguas. Y la disposición de la tierra es de manera que la habitación de los indios se extiende a lo largo y no al un lado y otro de Potosí. De los pueblos o provincias van cada año a la labor de las minas cierto número de indios que son como trece mil. Y, aunque de algunos pueblos enteran los indios el número que están obligados a dar, los más no cumplen la parte que les toca, porque no pueden. Y para que mejor se entienda lo que se pretende pornáse aquí lo que en la Provincia de Chucuito se hace cada año y los indios van y vuelven y lo que en ella pasa. (…) Esta Provincia está repartida en siete pueblos y en toda ella en la última se revisita que se hizo agora 16 años se hallaron unos 17 mil indios de tasa de 18 a 50 años, contando los presentes y ausentes de todos éstos que, aunque algunos años atrás no iban sino mil y cien indios, mandó D. Francisco de Toledo, virrey que era entonces destos Reinos, que cada año fuesen 2000 y 200 y añadió 200 a los dos mil. Todos estos ordinariamente iban con sus mujeres y hijos y el número de todos ellos siempre pasa de siete mil almas. Cada indio destos lleva por lo menos ocho o diez carneros de la tierra y algunos pacos o alpacas para comer. Otros de más caudal llevan treinta y cuarenta carneros. En ellos llevan su comidas y ollas y los chuses en que duermen, que son sus frazadas, y sus esteras para defenderse del frío, porque duermen siempre en el campo (…) Toda esta gente con toda esta riqueza y carruaje va caminando a Potosí por sus jornadas y tárdanse de ordinario en llegar allá en dos meses y será la distancia como cien leguas. (pp. 244-245)

Capítulo II. En que se trata lo que es el trajín y los agravios y daños que dél resultan a los indios.

El trajín es en esta manera: el corregidor de una provincia (un funcionario) manda a los caciques de su distrito manda le den unos cien indios para que vayan con su ganado del corregidor a Paucartambo por coca, a los valles de Arequipa por vino. (…) La paga que dan a cada indio por un mes, son cinco pesos de a ocho reales. Sacados ya los indios, reciben el ganado por cuenta y van con él hasta el pueblo donde han de cargar de coca o vino y después vuelven hasta sus pueblos de donde salieron y allí truecan y van otros hasta Potosí. Y con todo este viaje de ordinario y a veces más se tardan seis y siete meses. (p. 252)

-Capítulo V. De los agravios que muchos corregidores hacen a los indios de sus repartimientos vendiéndoles algunas cosas a mucho más de lo que valen forzándolos

a que las compren.

-Capítulo VII (tenemos 12 y más textos). De cómo muchas veces se cobra la tasa doblada más de lo que los indios están obligados a pagar.

Capítulo XI. En que se trata cómo se han huído y huyen muchos indios a diferentes partes por los trabajos sobredichos.

Capítulo XII. En que se trata la razón que hay para temer no se pierda este Reino del Perú o alguna parte de él.

Es necesario hablar del autor de este libro, El indio peruano y la defensa de sus derechos, Quintín Aldea Vaquero, que retoma lo publicado por el jesuita Rubén Vargas Ugarte en 1951 (Pareceres jurídicos en asuntos de Indias). Vargas Ugarte lo tomó del Archivo de Indias. Al final del libro, nos enteramos de que los testimonios corresponden a los jesuitas Juan Sebastián de la Parra, nacido en Aragón y que había entrado en la Compañía en 1567. Ya sacerdote, en 1580 marcha al Perú en la sexta expedición de jesuitas que llegó al Callao el 20 de mayo de 1581. Estaba acompañado de Juan de Atienza y Diego de Torres, el fundador de las Reducciones de Paraguay. De la Parra que era Rector del Colegio de Lima, sucedió a Atienza, que era Provincial. El autor Aldea Vaquero, investigador español, fue publicado en 1993 por la PUCP y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid.

Indigenismo

Por multiforme el indigenismo tuvo diversas manifestaciones, fue una tendencia, una corriente difícil de explicar en este corto ensayo. Incluye migraciones de provincias a las ciudades y de preferencia a la capital. Una cultura que cubre la música, el arte, y la literatura. Comenzaremos con sus escritores y creadores del Perú andino. Por orden de publicación, Aves sin nido de Clorinda Matto de Turner (1852-1909),manifiesto del indigenismo literario. En Bolivia, Raza de bronce, en 1919, de Alcides Arguedas(no confundirse con el Arguedas peruano). Más tarde, en esa misma corriente cultural, el peruano Ciro Alegría (1909-1967) con El mundo es ancho y ajeno. Curiosamente, en el Ecuador, país con numerosa población indígena, en 1934, la novela de Jorge Icaza, Huasipungo.En el Perú, José María Arguedas (1911-1969) con Yawar fiesta, en 1941. Fue todo un personaje. Profesor universitario en el mundo criollo, líder intelectual, con su amor nostálgico por los indios y su conocimiento en tanto que antropólogo, Arguedas fue un padre tutelar de la cultura de la gente de los Andes. Él mismo tenía la doble cultura, la moderna y la mente tradicional de esos pueblos con diversas mentalidades, por su crianza. Su par más cercano tal vez sea el mexicano José Vasconcelos, autor del ensayo La raza cósmica. Una filosofía que cambió de nombre: indología.

Millones de peruanos cansados de que no llegara la modernidad (salud, educación y buenos empleos a sus aldeas y pueblos) se echaron a andar y cambiaron de nombre en el siglo XX. Fue una enorme migración. Ya no hay “indios” sino “cholos”, al menos esta palabra tiene algo de amable. Por mi parte, cuando era director de la Biblioteca Nacional del Perú, organizamos un coloquio, con un equipo estupendo que nunca he olvidado, sobre Lo cholo en el Perú. Durante dos años, cada mes, dejamos que tomaran la palabra no los doctores ni los sabios sino, en la lógica de Néstor García, las “culturas híbridas”. Aquello fue una “sonata polifónica”, título que lleva un texto mío de balance. Cholo, mestizo y mestizaje. Ellos nos contaron sus éxitos.

“¿Qué es lo cholo? ¿Un espacio urbano? ¿Un lenguaje, en esta ciudad en donde las cosas se pueden decir de diversas maneras? ¿Una clase, individuos, un híbrido estratificado, un puesto de comercio, una combi, una fiesta? En un país donde hay tanto cinismo y mentira, nos preguntamos por ese proyecto, o proyectos, que luchan por su supervivencia. Por los derrotados que resulta que no lo son. Empresarios populares con éxito. La moda de Gamarra. Oralidad. Humor y obscenidad. Los cómicos ambulantes (…)” que hacen reír porque estos también son ellos. Con esas preguntas abrimos el coloquio. Con los afiches chicha, o sea, arte popular. “El calificativo cholo fue por mucho tiempo palabra de injuria. Luego, terminó ambiguo, igual hoy acerca como aleja. ¿Qué es lo cholo? Por eso, para debatir, convocamos a esta serie de coloquios, para reflexionar. Y escuchar diversas voces. Testimonios. La choledad, la vemos, sentimos. Es multiplicidad que valida lenguajes distintos, en el cine, el teatro, la  pintura. En la televisión. Con estos temas, y por varios meses, vamos hacia el centro de nuestra propia sangre.”

El coloquio Lo cholo en el Perú, en la BNP duró un par de años y acogió al público en el cómodo teatro de la Biblioteca de San Borja. Las actas constan de dos volúmenes, la cita anterior viene del segundo, Migraciones y mixtura. Participaron 300 expositores, 300 nuevos actores culturales que departieron con casi 25 mil asistentes. Así, la migración fue abordada desde la experiencia propia. Como lo recordaba entonces (p. 18), lo cholo, en el estado actual de la cuestión, es por igual un grupo social en ascenso, en los llamados cholos ya hay una nueva burguesía venida del esfuerzo, al tiempo que sigue habiendo pequeños y frágiles empresarios y pueblo dador de fuerza de trabajo. En el Perú, como lo dijo Tzvetan Todorov en La conquista de América, el problema es el otro (Siglo XXI ediciones, Buenos Aires, 1982). Que veremos en otro momento.

Publicado en El Montonero., 5 de setiembre de 2022

https://www.elmontonero.pe/columnas/indigenismo-o-indianismo-no-es-lo-mismo

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