Lobbies, coimas, ilícitos, mafias. Como si fuera
poco, ¿males peruanos en un mundo incierto? ¿Sabe el amable lector cuál es
el gran temor en los inicios de este siglo XXI en los países avanzados y
de estable democracia? Mientras crecen los temidos populismos, ocurre que
hay una realidad sencilla y a la vez incómoda. En dos palabras, a nivel
mundial, el inesperado éxito económico de los regímenes autoritarios. «Hay
Estados que se benefician de una renta petrolera, de gas o minera. Controlada
por élites políticas, esa renta es utilizada para conseguir que la población
acceda a bienes de consumo disponibles en el mercado mundial». La entidad que
edita esa idea llama ‘petromonarquías’ a la Rusia de Putin y los Emiratos
islámicos. A lo cual hay que sumar la China continental, exitosa, «mucho más
que las democracias liberales». No daré la fuente. No viene en inglés, es
europea, ni neoliberal ni marxista. Para nuestras universidades resultaría ininteligible.
Y
entonces, surge una cuestión, de orden universal. El capitalismo contemporáneo,
¿es el sepulturero de las democracias? Es en los Estados Unidos y en Europa, en
las viejas democracias, donde se tiene la impresión que «la democracia ha sido
capturada por los potentes intereses económicos, y en particular, por la
finanza mundializada». Así va el mundo.
En
el Perú hacemos lo posible para ponernos en esa línea de desconstrucción.
Aunque modestamente, intentamos nuestra propia entropía. Perdone el lector por
el uso de ese concepto. Ocurre cuando se juntan dos materias calientes a una
fría, se calienta la tercera, pero la pérdida de energía es inevitable. La
entropía viene a ser el irreparable desorden. Es métafora adecuada puesto que hace
veinte años que tenemos democracia. Y por otro lado, algo de éxito économico. El
ministro de Economía y Finanzas, Miguel Castilla (tiempos de Humala), hizo
saber que el PBI del Perú pasaría de US$ 53.000 millones en los 2000 a US$ 400
mil millones en el 2020, o sea, ocho veces más. Claro está, antes de PPK
presidente y sus bailecitos, y el semigobierno que ocupa Palacio en estos días.
El lector me dirá que eso será el crecimiento global, pero no llega al pueblo.
Error, el per cápita en los años 70 del siglo pasado era de US$ 557, luego en 1976
pasa a US$ 943, en el 2000 a US$ 2.023, y en el 2017 a US$ 6.571. No solo ha
crecido sino que han surgido nuevas clases medias.
El
Perú actual es paradójico. El malestar crece a medida que el país real progresa¡!
La aceleración económica la desacredita la corrupción. PPK judicializado,
Toledo refugiado en USA, Ollanta y Nadine y sus célebres agendas, investigados,
la exalcaldesa que es delatada por Odebrecht. Pasará a la historia como la gran
dama que le pide al empleado su pasaporte para abrirle (solapa) una cuenta
bancaria en Andorra. Vamos señora, me saco el sombrero. En pujos de poder ha
sobrepasado a la Perricholi y a la misma mariscala, la mujer de Gamarra.
En
vez de avanzar, retrocedemos. Hace 50 años, el planeta entero se preguntaba qué
era el subdesarrollo. Un país subdesarrollado (del Tercer Mundo) era
clasificado a partir de tres grandes atrasos. Primero, una masa mayoritaria de
analfabetos. En segundo lugar, que sufre de hambrunas. En tercer lugar, básicamente
rural. El joven que yo era se dijo quizá algún día el Perú habrá superado esos
obstáculos. Pues bien, como sabemos, ya no tenemos estadísticamente
analfabetos. Lo que tenemos son iletrados, es decir, millones de peruanos y de
estudiantes que no abren jamás un libro ni leen diarios. Luego, si bien hay
niños mal alimentados, es franca minoría. Nuestro mayor triunfo es la
gastronomía. Lo que ocurre es al revés, somos un país de gorditos. La más
extensa de las enfermedades es la diabetes. Y en cuanto a lo rural, resulta
que según el INEI, más del 80% de los peruanos vivimos en ciudades. Pero
seguimos siendo subdesarrollados. Con un poco más de plata en el bolsillo pero
cada vez menos comportamientos de gente civilizada y que respete al «otro». Ya
se sabe, el peor enemigo de un peruano es otro peruano.
¿En
qué fallamos? No hemos entrado a la economía moderna. Sí fue el caso de países
asiáticos como Corea del Sur, Singapur. La mayoría de los empleos son
informales, con poca formación del artesano, poca productividad, bajo ingresos,
precariedad (sin seguros de salud). Y por supuesto, la ruptura del tejido
social, el fin de los sindicatos, nada de solidaridades, cada uno baila con su
pañuelo. ¿Eso es progreso? Y lo que nos
ha dicho nada menos que el Banco Mundial: «Los datos revelan que el
graduado promedio que sale de la escuela pública secundaria carece de la
capacidad en pensamiento crítico y de aprendizaje y en consecuencia es
inempleable.» En las pruebas internacionales (llamadas PISA), los jóvenes peruanos
están peor que Indonesia y Bolivia. Y
100% de los niños «no leen nada». En secundaria, la velocidad de lectura para
jóvenes chilenos es de 60 palabras y la de los peruanos, 30. Y la conclusión, catastrófica:
«Un 70% de jóvenes peruanos no están preparados para la vida moderna, o sea, no
se les puede emplear». En otro capítulo, se ocupan de las pandillas. «Un 24% de
jóvenes ni estudia ni trabaja» Sin embargo, «un 80% de padres están contentos
que sus hijos vayan a las escuelas.» (Cap. 26, p. 633)
Y
este es el país nuestro: la política como sospecha, la fragmentación de la
sociedad, el costo de no tener Estado moderno. Y en esta situación, la prisa
por una reforma política. Sin debate, ¿proyecto de un puñado de personas? La
propuesta de las «primarias abiertas». Inaceptable. O sea, que cualquier
peruano vote por el candidato de un partido, que no es el suyo. Genial, doctor
Tuesta, romper los partidos por dentro.
Lo
peor nos espera en el 2021. Está en marcha la construcción de una megapresidencia.
Y una masa de peruanos que no tuvieron cursos de formación cívica en los
colegios estatales, vueltos hoy en una lumpenciudadanía manejada por
posverdades, no puede entender para qué sirve el parlamento, los partidos, las
libertades. En el Perú acataron siempre a dictaduras militares o civiles.
Leguía, Odría, Manuel Prado. Nuestro futuro es nuestro pasado. Progresamos como
el cangrejo, marchando hacia atrás.
Muchos me conocen como Neira
el mutante. En efecto, he cambiado varias veces de vida. Luego de mis estudios
en Francia, en ciencias políticas; y luego, después de Velasco, al retorno,
otros tantos años de profesor titular, después del concurso (todo profesor pasa pasa por un concurso público, antes de
ser catedrático), resulta que he pasado mas años de mi vida en Europa que en el
Perú.
Hoy, solo me interesan mis
clases y los libros universitarios que escribo, dos por año. Cada uno, de 400 a
más de 500 páginas. Soy políticamente apartidario. La a en castellano, es distancia. Ateo. Anómico (sin norma, etc). Pero
no me entienden. Creen que soy ‘fujimorista’, o ‘aprista’ o lo que sea. Que un
profesor sea distante de las ideologías, no solo les sorprende. Ignoran que eso
es lo normal en otros países, por cierto, ajenos al deseo de desacreditar al
que no se deja manejar por las corrientes de opinión, que todas, no expresan
sino los intereses particulares.
Por lo demás, no es que me
sean ajenas las pasiones políticas. Pero mi último compromiso político data de
1970. Hace cerca de 50 años. Cuando Velasco. Luego, como no me quedaba más
remedio, volví a Francia, mi madre adoptiva, donde me abrieron los brazos. En
fin, si el canibalismo sectario sigue con la cantaleta de ponerme etiquetas, es
inútil. Aunque no lo crean, carezco de cálculo alguno y menos de ambición
política. Pero para comprenderme, creo que no tengo más remedio que explicar,
sin vanidad, de dónde provengo.
Soy un caso particular. Mi
padre, un rebelde, que por eso entra a la policía montada. Así conoce a mi
madre, en Abancay, señorita de gran familia, los Samanez. Se amaron, se
casaron, tuvieron dos hijos y se divorciaron. No estaban hechos para convivir.
Fueron mis abuelas paternas las que se ocuparon de mi infancia, las Damiani,
ella mismas, singulares. Arequipeñas de origen italiano, estudiaron en el norte
de Italia. Fueron para mí tutela y rigor. Luego, un segundo rigor, el barrio en
el cual crecí, Lince, barrio de broncas. Mi adolescencia fue un interminable
combate callejero. La tercera lección de rigor fue la escuela fiscal, recuerdo
el nombre: n°429 de Lince. Escuela estatal, o estudiabas o te ibas. Luego, secundaria
en el Melitón Carvajal. ¿Alguna sorpresa, que a los 18 años, y muertas mis
abuelas, entrara a San Marcos y trabajara como obrero para poder sobrevivir
y estudiar? No tuve una cultura ni
criolla ni andina. Quizá por eso, una mirada distinta a la de otros escritores.
Fuera de etnias y clanes familiares, navego a contracorriente. No es una
cuestión de ideología sino de modo de ser.
Luego el azar quiso que
Porras me llamase a trabajar en su casa, junto a Pablo Macera, Carlos Araníbar
y Mario Vargas Llosa. En fin, años después, en 1961, llegué a Expreso, cuando
lo dirigía José Antonio Encinas. Me enviaron al Cusco como corresponsal de
guerra, y mis crónicas conformaron Cusco:
tierra y muerte. Libro que me dio un premio nacional y un inesperado salto
a Francia. François Chevalier, profesor francés de paso por Lima, buscaba un
peruano para completar su equipo y me invitó a trabajar en París. Curiosa
historia. Difícil de repetirse.
Si algo echo de menos, es la
gente de mi generación. Los que entramos a un pequeño partido sin esperanza
alguna de tener poder. Era como una tarea ética, hacer algo por los otros.
Fernando Fuenzalida, Carlos Franco, Arias Schreiber. No eran hijos de
proletarios, más bien, venían de los mejores colegios. ¿Qué nos juntaba? La
idea de que el Perú debería pasar por una revolución. Al aprismo de entonces,
lo tomábamos como una forma de la socialdemocracia. Pero estábamos convencidos
—y no nos faltó razón— de que el país necesitaba algo más fuerte para liberar a
la sociedad de la oligarquía, a la que encontrábamos tanto disipada como
premoderna.
Dicto cursos, se editan mis
libros, pero el Perú no es el jardín del Edén. Me viene a la memoria una frase
de mi maestro Porras: «la recompensa falaz de las suplantaciones de mérito». Pese
al raje y las envidias, continúo con mis investigaciones. Y no hago vida social
ni tuiteo mucho. Mi programa para ustedes abarca las Ciencias Sociales y lo que
corresponde a un siglo de tecnociencias como el XXI. Transformaciones de
sociedades, nuevos modelos de gobernabilidad y el renacimiento en nuestros días
de una cultura ligada a diversos saberes, tanto científicos como humanistas.
Creo en el conocimiento. Y mis crónicas, espero que conduzcan el ciudadano
lector hacia su propia libertad.
Sin embargo, hay un obstáculo
que sobrepasar. Un malentendido sobre lo que es la modernidad. Piensan que son
los grandes negocios, la producción de maquinarias y el avance científico. Lo
cual en parte es cierto. Pero en ese último punto, solo piensan como sociedad
compradora. La idea de que podamos ser también una sociedad moderna como las
del mundo asiático —me refiero a Corea del Sur, Singapur, que han dado el salto
a la revolución industrial recientemente—, no figura ni en las universidades
peruanas ni en la mentalidad colectiva. La manera cómo esperan ingresar a las
hábitos de las naciones avanzadas parte del supuesto que eso vendría si
tuviéramos grandes ingresos y compráramos todo lo que parece moderno, desde los
utensilios domésticos a las grandes mansiones, y eso ya sería estar a nivel de
Canadá, Australia, Bélgica o cualquiera otro gran país con prosperidad. Pero el
gran error de mis paisanos es tomar todo eso como la causa del progreso cuando
en realidad es consecuencia de otros aspectos de la modernidad. El motor de lo
moderno, está en otro nivel de las sociedades enriquecidas. Es normal que nos
deslumbren. Pero algo, muy decisivo, es el andamiaje cognitivo con el cual esas
sociedades se transformaron. Derecho. Justicia. Igualdad. Lo ignoran. A lo cual
se añade la impresión favorable que les produce la vida de los norteamericanos.
Pero algunos, que no merecen ni los nombres propios, solo vieron las trampas
que se llama lobby. El resto, ni lo
vieron.
Acabo de ver una película
excepcional. Por el momento se la puede ver en Lima. Se llama La voz de la Igualdad. En inglés, On the Basis of Sex. La han distribuido
en México, Argentina, Colombia, etc. En pocas palabras es la vida de la joven
Ruth Bader Ginsburg, una abogada que se abre camino cuando llega a tener el
privilegio, en tanto que mujer, de ser admitida en Harvard, y más tarde, en su
vida de abogada. Ella es un referente del feminismo norteamericano. Su historia
personal es la de innumerables mujeres que
lucharon y siguen luchando contra la discriminación de género. Recomiendo
al amable lector que lee estas breves líneas que vaya a verla, no se la pierda.
Para mí, cae como anillo en el dedo a otro significado, aparte de la
importancia del tema de la mujer, sobre todo en nuestro país, en donde la
ministra de la Mujer declara tener 600 o 700 abogados, cada uno ocupándose de
35 casos de abusos (de todo orden) y llamadas por teléfono, 300 por día,
quejas de machismo tanto oral como golpes. Claro, eso importa. Pero voy
a otro ángulo de lectura de la sociedad norteamericana, que acaso sin desear,
nos libra ese film.
Seamos claros. Los Estados
Unidos (y no Ecuador ni Chile, aunque haya una comunidad peruana de 200 mil
residentes peruanos en tierras chilenas) son nuestro vecino más cercano. Es
innumerable la cantidad de familias peruanas que tienen un miembro en USA, sea
el hijo, sea el marido, y otros familiares. Además, raro es el peruano o
peruana que no haya visitado alguna vez Norteamérica. En mis viajes, observo por ejemplo la vida cotidiana
de México, país con una larga frontera con los Estados Unidos, y en diversos
sentidos, tocado por la norteamericanización de su sociedad en gustos y
consumo. Casi diríamos algo normal, dada la cercanía. Sin embargo, en lo que
concierne las costumbres peruanas, rituales de ocio y maneras, los peruanos
sobrepasan a los mexicanos. Somos el país más cercano por mímesis a los
americanos. Y cada vez más lejos de Europa. Pero ese tema lo dejo para otra
ocasión.
¿Que quiero decir con esa
hipótesis, el deseo de ser como ellos? La verdad, no es anormal que una gran
potencia se imponga, acaso sin desearlo, desde el nivel de una cultura
dominante. Es decir, no solo el dólar sino el cine, la televisión, internet,
las modas y bailes de la juventud, hasta la manera de vestirse o de vivir, el
supermercado, los muebles caseros, el
jean para varones y mujeres, la sencillez del vestuario, pero también sus
lujos, el tipo de auto, de reloj, etc. No, mi idea de lo que falta no va por
objetos o propiedades. Va a lo que se nos sale del esquema mental. Vuelvo,
pues, a la película, La voz de la
Igualdad. Mi placer de ver esa narrativa es porque, aparte del drama de la
heroína (y su victoria), está algo más. Es el culto al Derecho. El tipo de
jueces y profesores de Columbia o de Harvard que aparecen en el film. La
seriedad de esos tribunales. La importancia de las leyes en vista de una
sentencia moral y ética que hizo a los Estados Unidos desde los inicios del
siglo XIX. El «bien común», «el sistema que hiciera feliz a la mayor cantidad
de personas». En otras palabras, eso hizo moderno al país que se separaba del
imperio inglés. Y no conozco a ningún peruano, incluyendo a aquellos que han
estudiado por largos años en América, que ha pensado o dicho que eso es lo que
los ha hecho lo que son. La ética para una gran nación.
La modernidad no es, pues,
que comienza cuando el 15 de abril de 1830, en Inglaterra, y partiendo del
principio de la expansión de los gases por el vapor —gracias a la idea de
Watt—, un ferrocarril se echa a caminar, sin necesidad de bestias de tiro. Es al
revés: comienza cuando Watt establece su derecho de propiedad, y entonces,
puede solicitar a los bancos probar con hechos su descubrimiento. Hasta el día de
hoy, en Londres, se guarda la primera máquina de vapor. Le precede al inventor
un sistema jurídico. Un orden legal. Y una ética. Vuelvo a la película. Eso es
lo que hizo lo que llamamos modernidad. Traigo a colación un filosofo francés,
de nuestros días, Châtelet. Lo escuché en una de las grandes aulas de la
Sorbona. Literalmente, «la modernidad no es un concepto ni sociológico, ni
político. Es una forma de civilización, que se opone a la tradición. Es algo
que se cita como un mito y a la vez como realidad. Cubre diversos dominios. Es
la técnica moderna, la música moderna, la pintura moderna». «Una manera de
vivir», agrega. Y lo que sigue, acaso lo que no entendemos tras dos siglos de
independencia: el Estado moderno.
¿Y
cuál es la tradición que nos impide ser modernos? Nada menos que la corrupción.
Pero dejémonos de trampas. No me refiero a la que viene ocurriendo en la cumbre
de los gobiernos legítimos del 2000 al 2019, sino desde siempre. El amable
lector podría consultar el libro de Alfonso W. Quiroz, Historia de la corrupción en el Perú. Va desde la corrupción
colonial, la plata y el contrabando, a los saqueos de los caudillos (ya en la
República), el asalto del dinero producido por el auge guanero, los
consolidados, la infamia de los consignatarios, y luego del desastre de la
Guerra del Pacífico, el alquiler de militares, el contrato Grace y los
dictadores venales de 1932 a 1956.
Somos
poscoloniales cuando ocupamos un cargo importante sin haber sido nombrados a
dedo, sin apelar a familiares, amigotes y argollas. Pero eso es raro. No solo
el respeto a la ley nos haría modernos sino ciertos sacrificios. Los puestos
por meritocracia. Los cartones de maestría y doctorado, sudados y difíciles,
como esa película lo muestra. Seremos modernos cuando deje de ser tan
importante nuestra intensa vida social. Que no es solo una consecuencia de las
relaciones familiares y las amistades, sino la importancia del tener contactos,
sobre todo con jueces y fiscales, para salvarnos en un caso problemático. Toda
una cultura de nuestra ilegalidad está en el hablar de eso que conocemos: «el
hermanito». Versión criolla de Al Capone, con ternura de criollo. Al Contrato social de Rousseau le ponemos el
juego barroco de nuestra música, y entonces, ¿para qué entrar a esa modernidad
tan exigente cuando el ocio virreinal todavía nos acompaña?
¿Atrasados?
Eso sería estar detrás de otras sociedades. Acaso Chile, Uruguay. No es el
caso. No estamos en una sociedad postotalitaria. Eso es Rusia de hoy, aunque
Putin tiene políticas muy personales. Ni la Alemania, donde se conoce todos sus
errores y horrores cuando los campos de exterminio en los años treinta. No los
ocultan. Nosotros ocultamos nuestra historia. Como curso, ha desaparecido en
las escuelas. No sé qué somos, pero no modernos. No tenemos una cultura
secularizada, al contrario. Las doctrinas políticas, que son pocas, son tomadas
como religiones, es decir, con actos de intolerancia ante el «otro». En la modernidad es clave el reconocimiento
del otro. De sus valores, aunque no sean los míos. Hace de eso más de veinte
años, cuando vuelvo a Lima con Hacia la
tercera mitad bajo el brazo (siete años de escritura en Papeete, Polinesia
Francesa), hablo del «paradigma impertinente». En el fondo de las cosas, mis
paisanos quieren desarrollo, progreso, sin cambiar en nada sus costumbres. Ha
pasado el tiempo y yo no veo un siglo XXI con novedades. Veo que vuelven a
mandar los caudillos. Al menos los de los primeros años republicanos —Gamarra,
Santa Cruz, Orbegoso— eran sinceros. A caballo y corriendo riesgos. Hoy el
cinismo consiste en que los acusados por actos ilegales persiguen a acusados
por actos ilegales. Pero están sembrado tempestades. Me temo lo peor.
Fe de erratas: En la columna del
martes 21/05, se debe leer Andrés
Avelino Cáceres y no Alejandro Avelino Cáceres.oy sdeHoy
«Que la imagen de tu porvenir no te confunda jamás.
Incluso si te rodean diversos hechos deplorables, y
no pese en tu ánimo ni el pasado ni el futuro, piensa
en el presente. Es eso lo que te concierne».
Sí, pues, un pensador de una época muy confusa, Marco Aurelio, emperador y célebre filósofo estoico. Descubrí a los estoicos cuando intentaba entender a Karl Marx y me intrigaba que su tesis en la Universidad de Jena estuvo dedicada a Demócrito y a Epicuro. De ahí proviene su materialismo, es decir, buscar la causa de las cosas sin intervención de dioses. No estudié filosofía pero Epicteto me acompañó a lo largo de mi vida. En Lima, de ese filósofo griego solo hablaba con Fernando Fuenzalida. Está de más decir que lo echo de menos. Esos moralistas formaron la élite que permitió la victoria política del cristianismo.
Los
estoicos estaban convencidos de que la esperanza era un obstáculo a la
inteligencia. Por mi parte tomo esa idea por dos razones. La primera, me
enferma esa actitud en la vida peruana, ser, como se dice, positivo. En el
nivel personal o familiar, tiene sentido. ¿Pero para lo social? Me temo
que sea un pretexto para evitar ver la realidad. Un mecanismo extraño que
consiste en mentirnos a nosotros mismos. ¿Una manera de evitar el estrés? Puede
ser. Les voy a consultar a mis amigos psicoanalistas, Mati Caplansky, Moisés
Lemlij y Max Hernández.
Nunca
hemos vivido en el ayer, algo parecido en la vida peruana. Había élites y había
pueblo. Y si las élites fallaban, quedaba la sapiencia del pueblo que
enderazaba las cosas. De las élites en política pienso en la que acompañaba a
Víctor Raúl Haya de la Torre. O que, más tarde, escoltaba a Alfonso Barrantes, es
decir, Jorge del Prado, Genaro Ledesma, Ricardo Letts, Ricardo Napuri, Edmundo
Murrugara, Hugo Blanco, Javier Diez Canseco y Béjar, antes y después de la
guerilla. En fin, no me ocupo en estas líneas, de los avatares de la izquierda,
escribo calamo currente (rápidamente)
pero no olvidaremos a Luis de la Puente Uceda que fue a inmolarse en Mesa
Pelada. Había izquierda. Eran los días de los frentes obreros, campesinos y
juveniles. No de Amauta sino de Marka.
No una sino como 13 a 15 organizaciones que iban de 4 mil afiliados a
100 mil. Nada que ver con lo que hoy ocurre.
En una
reciente entrevista que me hicieron, dije que «lo que más me preocupaba era la
gran brecha actual entre el país político y el país real». En esa época no era
«izquierda» gente venida de La Inmaculada o algún colegio secundario de curas.
Lamentablemente, los de hoy tomaron de la Iglesia y el catolicismo lo que es
justamente lo menos útil para una vida democrática. La vanidad de ser dogmáticos.
Han trasladado conceptos absolutistas al mundo de pluralismos que son las ideas
políticas y sociales. Y cuando se acercan a algún mandatario, sus consejos apuntan
a una guerra civil, bien a la peruana, «estrategia solapa». Inconfesable. Su
resultado ha sido veinte años en que auparon al sillón presidencial a
improvisados que no entendieron ni el poder, ni las necesidades sociales, ni a los
peruanos. En cambio, no diré que la corrupción es su culpa. Eso es otro crimen
colectivo. Tiene que ver con la ambición del dinero. Y no solo del poder. Pero
dudo que el interés del poder para tener dinero desaparezca. No de
inmediato.
Si hoy
no existen las élites a la vez cultas y con doctrinas políticas (sean las que
sean, de ácratas, marxistas a liberales o conservadoras), ¿queda la posibilidad
de la inteligencia colectiva? Es decir, el pueblo. Temo que eso también ya no
cuenta. Por una razón: el colapso de la educación estatal peruana. Lo he dicho
anteriormente.
Un periodista
me pregunta: ¿Cuáles
son esos yerros que nos ponen hoy al borde del abismo? Respondo:
«Estamos ya en el abismo. Hubo una buena educación para hijos del pueblo.
Estudié en el Melitón Carvajal y era una estupenda secundaria. ¿Qué pasó? Hace
30 años que dejamos de tener un esquema normal de aprendizaje. Eliminaron los
cursos de química, física, lógica, historia del Perú, historia universal,
literatura. Nadie ha hecho eso en otro país. Ni gramatica ni lógica. Esos
cursos, servían para cultura general y para aprender a razonar. Hoy, en los
tests internacionales de PISA, somos «los últimos de la clase» (Nicolás Lynch).
Aquí todos han fallado. Los 3.700.000 jóvenes que llegan a las urnas, entre 18
y 24 años, han tenido la peor formación del planeta. En otras palabras, se
olvidaron de educar al soberano. Sartori decía: «la democracia es el mejor de
los regímenes, siempre y cuando tenga ciudadanos cultos».
Pero a ese vacío cognitivo —creen que
tienen secundaria y no la han tenido— se suma otra plaga. Mi argumentación toca
costumbres, modas, mentalidades. Se supone que la mayoría de peruanos son
cristianos. Estadísticamente lo son. Pero el cristianismo se afianza en la idea
de que el espíritu de Jesús resucita en cada uno de nosotros a través de la
persona singular que somos. Desde eso que llamamos ‘alma’, capaz de un progreso
infinito, a través de su propia educación. De una manera general, los seres
humanos nos alejábamos de la bestialidad tras la lectura y lo que se llama introspección.
La consciencia de sí mismo. Sin embargo, en la vasta ciudad, además de iglesias
vacías (salvo algunas fiestas), lo que veo es gente que camina con un aparato
en la mano, y siguen paso a paso, indicaciones y mensajes. Se diría una procesión.
Un dios llamado celular.
En un país de pésima formación, donde
no se lee, la tecnología nos dicta los juicios morales. Mezclados a las
noticias, también se decide quiénes son ‘decentes’ o ‘indecentes’, buenos o
malos. En todo eso, yo no veo progreso sino el fin del individuo y una forma light de conformismo, y la muerte de la
introspección. O sea ya no se piensa.
Otros, desde las emociones, te ponen
ideas y prejuicios.
Me dirán que eso ocurre en cualquier
país. Cierto, pero en otras sociedades, la cultura digital daña menos porque se
ha educado en la cultura de la lectura. Y saben dudar, criticar, separar lo
cierto de lo falso. No es nuestro caso. Las redes son el lugar de la protesta y
también de embarullar, entrampar, oscurecer, el chisme, el dime y el direte.
Del complot y la maquinación.
Me preocupa. La democracia está
amenazada por el intríngulis y el tejemaneje de cada día. Lo está el Perú, la
Patria, la República. Esa cita —colectiva— del 2021, no es cualquier cita. Vale
recordar que en el anterior Centenario, en 1919, aparece la Generación del
Centenario: Jorge Basadre, Porras Barrenechea, Moreyra y Paz Soldán, Luis
Alberto Sánchez, Ricardo Vega García, etc. Todos increíblemente jóvenes. Lo
siento, en ese terreno, en lo espiritual, hemos retrocedido. En 1919 se
aplaudía a los inconformes. Hoy lo que se luce son los incondicionales. No vamos
hacia una autocracia. Ya estamos en ella. Leguía II en el sombrío horizonte. Espero
equivocarme.
Hugo Neira analiza
comportamiento de Martín Vizcarra
Por: Juan C. Ángeles Moreno
– El presidente Martín Vizcarra fue criticado
por ir al Congreso para protestar por la no aprobación de sus proyectos de
reformas políticas. ¿Qué opina al respecto?
Estoy asombrado de ese comportamiento. ¿Por
qué resulta chocante que el Presidente entre a un Parlamento de esa manera para
rezongarlos? Porque en todos los países civilizados, el mandatario o la reina
no pueden ir a la cámara de diputados o senadores sin pedir permiso. Las
cámaras deciden. Ahí está el respeto (…). El Presidente no puede ir al
Congreso, como si fuera un ministerio, para ver si funciona. Esto refleja que
no sabe cuáles son las maneras democráticas. Debe entender que el Legislativo
no es un poder por debajo de él, sino igual.
–Diversos
legisladores dijeron que el Ejecutivo pretende cerrar el Congreso. ¿Cree lo
mismo?
Si cierra el Congreso, queda un Comité
Permanente que convoca elecciones. ¿Qué seguridad tiene de que va a ganar él u
otro, o que regresen los mismos congresistas? Le hicieron creer que si se ponía
fuerte y se enfrentaba a Keiko [Fujimori] se volvería popular, fue cierto
porque subió a un 70% en las encuestas cuando la metieron presa. Sin embargo,
los pueblos son muy inestables, no porque una vez pase, va a ocurrir siempre.
El Presidente está asustando a la población. Yo le recomendaría que no haga
eso. A las personas les gusta alguien fuerte, pero si se asustan, termina
siendo impopular.
–¿Lo hace
por no perder popularidad en las encuestas?
Las encuestas son mínimas, cualquiera que se
haga, son pequeñas porque solo responden 500 personas en Lima y lo hacen pasar
como si fuera todo el país. Me preocupa que los últimos presidentes estén
pendientes de la popularidad. El buen presidente y buen estadista es quien hace
cosas impopulares por un bien.
–Quieren que
el Legislativo apruebe la reforma política. ¿Cuál es su análisis?
La reforma necesita diálogo, tiempo y voces
de expertos, en especial psicólogos (risas). No entiendo por qué hay tanto
apuro. Se tiene que ver detalladamente porque quedará para el futuro. Me parece
que su meta es una pluralidad de pequeños partidos, con lo cual se justificaría
un magnopresidencialismo. Y pensar que los politólogos de otros países de
América Latina están llegando a la conclusión de que el presidencialismo ha
retrasado el desarrollo, puesto que inevitablemente desemboca en un leadership
(liderazgo) autoritario. ¿Vamos a repetir los años veinte de [Augusto B.]
Leguía como celebración del Bicentenario?
–¿Vizcarra
quiere quedarse en el poder?
Pareciera ¿no?, o está
trabajando para un magno poder, para alguien más.
–¿Salvador
del Solar podría ser su sucesor?
Podría ser. Tengo una buena opinión de
Salvador del Solar. Sabe contenerse, pero le pueden dar una maquinaria que lo
lleve inevitablemente al autocratismo (…). El sistema te vuelve tirano.
–¿Cree que su salida como columnista de El Comercio fue por presión política?
Usted estaba en contra del enfoque de género.
Nunca me hicieron una observación a mi
columna. No sé si fue por presión, supongo que podría serlo. Es curioso porque
cuando escribía en La República con
libertad, hice un artículo donde puse: “con Humala, ni con una pistola en la
sien”, la publicaron y luego me dijeron: “Señor Neira, estamos haciendo una
reestructuración –igualito que en El
Comercio–, vamos a tener que prescindir de sus servicios”. Mis columnas son
imprevisibles, pero quieren lo correcto, o sea lo que ellos decidan, pero no me
da la gana. Prefiero no escribir.
Publicado en el diario Expreso, 29 de mayo de 2019
Hace una semana, habíamos prometido al amable lector
una segunda parte. Y aquí la tienen. Resulta impresionante la extensa clase de
un Alan profesor, pero es lo que publicamos, línea tras línea, abreviada sin
embargo, un hecho real. Una magnífica clase en que se combina sabiamente dos
fuentes de conocimiento. Por una parte, lo mucho que sabía de la historia
republicana, y no solo la de su circunstancia histórica sino del pasado
reciente, el siglo XIX. Por otra parte, su experiencia de ser primer mandatario
por dos veces, y su formación personal en Europa, lo armaban con recursos
excepcionales para explicar qué es la política misma, en la pugna permanente de
individuos, personas y tendencias sociales por alcanzar las riendas del poder.
Por lo demás, AG es el producto afortunado de una doble enseñanza. Haya de la
Torre, a su regreso de Europa, y ya hombre con años a cuestas, le dedica algo
de su tiempo a un puñado de militantes apristas, para que aprendan a pensar y a
actuar en ese mundo difícil de la política, sobre todo en el Perú, tan
imprevisible como la tempestad de los océanos o los inesperados movimientos de
las placas tectónicas peruanas. Entre esos jóvenes, Carlos Roca, Alan García,
Alva Castro.
Pero eso no es todo. Alan reside varias veces
en Francia, fue alumno y luego amigo de un francés excepcional, que venciendo
la lógica y los parametros mentales del cartesianismo, logra lo que difícilmente
logra un europeo, entendernos. Estoy recordando a François Bourricaud. Autor de
un diccionario de sociología. Lo conocemos los peruanos por una obra, hasta
entonces no superada. Pouvoir et société dans le Pérou contemporain (Poder y
sociedad en el Perú contemporáneo). Fue a la vez un peruanista (nombre que se
da a los académicos que se dedican a estudiar nuestro Perú) y no por eso, un
amplio pensador. Se ocupó de entender las raíces de la oligarquía peruana de
esos años, comprende el aprismo como pocos, se interesa por los cambios en la
sociología misma. Se ocupó desde Tocqueville a la cultura mestiza de la América
Latina. Y de una teoría de la autoridad. Bourricaud era una enciclopedia
andante. Alan lo apreciaba porque, para comprendernos, se necesita una serie de
virtudes, la paciencia, la lucidez del que no es siervo de dogmas. Y estoy
seguro que, de vivir, aprobaría estas líneas sobre tan querido amigo y maestro.
¿Qué les parece? Dos grandes, Haya de la Torre y el sabio francés abierto a la
novedad. Esa modernidad política que aparece en el Perú en los años treinta,
ese líder que era a la vez pensador y sagaz político como lo fue Haya de la
Torre. Y que se repite en uno de sus hijos espirituales, en Alan. Y el drama
consiste en que no entendieron ni a uno ni al otro. El resultado, lo que dijo
Haya en los años treinta: «a Palacio llega cualquiera». Y eso es lo que nos
está pasando. Buenalectura. Vean la bonhomía del profesor García. Cómo entiende
a Piérola. Cómo nuestro sistema político es una caja negra. Cómo hay
regulaciones culturales, embotellamientos del sistema. Y entre teoría y teoría,
anecdotas de su propia vida. Y un adiós que hemos puesto en negrita. (HN)
————
Habla Alan
García: «Piérola tuvo la oportunidad a los 30 años de ser ministro del
Presidente Balta. (…) Echó a los consignatarios, (…) les quitó el guano, e
hizo un contrato con una sola empresa internacional, que iba a darle más
recursos al Estado. Por eso fue escarnecido, enjuiciado (…) Salió de eso y
desde 1870 en adelante se dedicó a dar golpes de Estado. Era un golpista
permanente. (…) Hasta que se metió en Palacio, vacío (…) Salió de ahí el 17
de enero de 1881. Un año y un mes de Jefe Supremo de la Guerra. Fue su primer
gobierno. Y luego tuvo que irse del Perú (…), se convirtió en un diablo.
(…) El Gl Cáceres, el héroe del momento (…) ocupó el poder. Pero después se
le ocurrió poner a sus compadres, Justiniano Borgoño y después a Remigio Morales
Bermudes, y después volver él. Y ya la gente comenzó a cansarse (..). Esa
situación la aprovechó Piérola, con gran habilidad. Porque si a Piérola le
inventaron el contrato Dreyfus (…), Cáceres, que encontró el país deshecho
(…), tuvo que hacer una especie de empréstito, entregando los ferrocarriles
(…) Eso fue el contrato de la Peruvian Corporation, unos ingleses que dijeron
ya, te doy una cantidad y administro 99 años y me pago con la ganancia de los
ferrocarriles. Gran escándalo (…) Cáceres estaba en su segundo gobierno,
oportunidad que aprovechó don Nicolás para meterse otra vez a caballo, ocupar
Lima con las montoneras y sustituir en el gobierno a Cáceres. Pero fue el
militarismo reeleccionista el que le abrió un espacio. Y Piérola que era un
demonio político, con un carismo extraordinario, superior al mío, en mi mejor
momento de joven, (…) Piérola, en un país más elemental (…), dijo: tú me
inventaste lo de Dreyfus hace muchos años, ahora yo te invento la Peruvian
Corporation. (…) Y ocupó Lima, 2000
muertos en las calles de Lima, y se quedó de presidente. Hizo un buen gobierno.Puso orden. (…) Comenzó una etapa de crecimiento económico después de la
guerra, cualquiera crece después de una guerra. (…)
Intentó ser por 3a vez candidato pero el Perú
nunca quiere 3a vez, el Perú da dos. Pero él no
había sido candidato la primera, no contaba, él había sido un golpista (…) Su
primera elección fue el 95, elección entre 5 mil personas. (…) En los años
siguientes, la derecha civilista no lo toleró. (…) Murió en 1913. (…) He
conocido piérolistas. Cuando niño he conocido octogenarios que se decían
piérolistas. Porque era un hombre eléctrico, hombre que ha tenido al final del
siglo XIX y principio del XX el carisma más grande. Porque, ustedes recuerdan:
en dos palabras, ¿cómo se construye el carisma? Con actos heroicos, (…) vivía
dando golpes de Estado, (…) se sentía con el derecho de sublevar lo que sea. Y se tomó el Huáscar. (…) Y el gobierno de
Prado lo declaró ‘pirata’. (…) Dio una
ley (…) para capturar al pirata. (…) Los ingleses decidieron capturar al
pirata, seguramente cobrar una recompensa. Y lo ubicaron (…) en Moquegua
(…) y Piérola tuvo un gesto de estos que a la población la enamoran: le puso
la bandera nacional al Huáscar y comenzó a cañonearse con los ingleses. Porque
dijo que era un buque peruano y que no iba a entregar el buque peruano. Los ingleses
dijeron este debe ser un loco, y se fueron. Y fue la victoria de Piérola. La
victoria de Pacocha. Así construyó este carisma eléctrico (…) El militarismo
reeleccionista lo trajo de nuevo, convertido en el héroe del momento. (…) Ustedes
han visto un cuadro clásico que hay, Piérola entrando por la puerta de
Cocharcas en un caballo blanco. (…) Entra en medio de los disparos, muy
erguido, (…) se sentía un napoleoncito. Bueno, pero no fue mal presidente en
su segunda ocasión.
Volvamos
al profesor Easton y su estructura de cómo es el sistema político en el
contorno. Dice que el sistema político está compuesto por una caja negra: puede
ser Palacio de Gobierno, el parlamento, los partidos políticos, no sabemos. No nos
interesa lo que hay dentro (…) El sistema político recibe inputs (demandas) (…) Son los grupos de presión, los partidos
políticos, las demandas sociales se expresan a través de ellos (…) Ahora
bien, él dice que esas demandas son reguladas, que hay filtros en el sistema político
que ordenan las demandas. (…) Uno es por ejemplo el parlamento, otro son los
sindicatos, que a los derechistas les dan mucho miedo (…) pero un sindicato
es un filtro de las exigencias (…) Y cuando no hay, hay que inventar
sindicatos, desde el gobierno. (…) Yo inventé sindicatos, solo que no de la
fábrica. Inventé APAFAs, (…) había el SUTEP, ¿ y los padres de familia? Entonces,
en cada colegio, APAFA. Para el maestro ocioso que no quiere
capacitarse, le pongo al frente su gallo. (…)
Hay dos
tipos de regulaciones (…) estructurales —parlamentos, sindicatos— y culturales. (…) Y a veces el sistema político
hace winding puts, (…) o sea se
adelanta. Eso es lo mas difícil del mundo, hay que tener gente muy inteligente
dentro de la caja, para adelantarse a los inputs
que van a venir. (…)
Pero hay
regulaciones culturales, es decir aparece un loco (…) y ¡Viva Sendero Luminoso! Y lo
hacen callar todos los demás. Porque ya internalizamos el valor de la paz. ¡Violencia, no! gritan. Esa es una inhibición,
una regulación cultural. (…)
Regulación cultural es la interiorización de valores, actitudes, que
inhiben las demandas. (…)
Bien
simple y lo ven todos los días: hace usted unas encuestas y dice lo que usted
quiera. «El 90% dice esto», todos los que están aquí [expresando demandas] no quieren
estar en contra de lo que dice el 90%, se sienten mal, desarmados, no quiero
estar en el 10%. Y comienzan a compartir este tipo de filtros culturales. Una
encuesta es una regulación cultural. Lo hace actuar de una manera que usted no
actuaría. Mi amigo Kuczynski, pobrecito, fue producto de un concepto y de una
encuesta que se llama el «voto útil». Claro, ¿quién lo decía? Canal 4, Canal N, El Comercio, Correo, todo el grupo Miró Quesada. El voto útil... Se le mete a la gente en
la cabeza el voto útil. Y le inhiben… ¡No!
¡Cuidado! ¡Abajo la dictadura! ¡Fujimori no! Entonces, ya lo reguló
culturalmente. ¿Y quién manejaba eso? Quienes estaban en la caja negra en el
momento que eligieron: Cateriano, Humala, etc, con todas sus encuestadoras,
pues es obvio, no. (…)
¿Por qué
es importante la regulación estructural y cultural? Porque si no existieran, se
producirían embotellamientos (…), sobrecarga del sistema. (…) Hay
sobrecarga cuantitativa (…) y cualitativa (…). Cuando tenía 35 años, ya era
presidente electo, se supone que yo había dejado mis cosas, mi máquina de
escribir en mi cuartito de París, pero lo tenía un amigo. Entonces dije me voy
allí (…) y estaba en el hotel (…) y de pronto apareció una señora (…) Clorinda Málaga de Prado, eran
23 años después de la muerte del presidente que murió en París. Me buscaba, y
esta señora formaba parte de mis íconos
de infancia. (…) Y me dijo algo importante: «Usted es muy joven (…), a
usted la pasión y la emoción lo van a ganar. (…) Usted tiene que hacer como
el presidente Prado (no dijo Manuel), ver las cosas con gran lejanía y con
mucha serenidad. Porque en el Perú todos, los ricos y los pobres, piden todo al
mismo tiempo. (…) Y usted debe tener su objetivo, escoger qué es lo que
quiere hacer porque si se pone a escuchar a todos (…), ya no va a hacer
nada.» Y se fue la señora. De hecho en mi primer gobierno, no la escuché, yo
quería hacer todo, todo, 70 hospitales
al mismo tiempo… Todo. Y en el segundo gobierno (…) yo quiero bajar la
anemia, construir tales cosas, bajar la pobreza, hacer crecer el país. (…) Y
ese pedido, no voy a hacerlo, entonces uno escucha nomás, pero lee en los ojos
de los demás ‘este no me está haciendo caso’ y dice ‘es muy presumido, soberbio’.
No, no es eso, es que no puedo hacerte caso, hacerle caso a los 10 mil con que
uno se encuentra. (…)
Esto, la
sobrecarga, puede llevar a una crisis del sistema (…), el goulot
d’étranglement, un embotellamiento. El sistema puede crear sus filtros, por
ejemplo la mesa de diálogo. (…) Y que venga la Iglesia, y los curas, con tal
de figuretear ahí… (…) Han arreglado (…), le ha creado usted un filtro.
Que no dude que la mitad de esos campesinos de Cochabamba, Chahuahuacho,
Fuerabamba…, todavía ven con temor a los curas. Ahí está el recuerdo de
Valverde, plaza de Cajamarca de 1532 «salid cristianos que yo os absuelvo».
Entonces, aunque los tiempos cambien (…) se parece mucho a Pizarro esto. Por
eso que el presidente Rojas de Fuerabamba salió y dijo: «yo he firmado porque me
dijeron si no firmas te metemos a la cárcel». Se reprodujo exactamente el 15 de
noviembre de 1532 en Cajamarca, soldados con armas más cura¡! Bueno, pero esto
es una regulación. (…) Allí se les disuelve, los campesinos salen medio
emborrachados de tanto argumento y ya! firmo,
firmo… Bien, pero van a incumplir después! Porque eso es lo que tiene
que prever el sistema. Pero el sistema ganó 15 días, y puede salir el presidente
esa misma noche diciendo «ya, los logros de Fuerabamba…». […]
No hay cosa
peor que leer en el teleprompter. (…) Pida
la palabra es un buen texto de Alan García para aprender oratoria. (Risas) ¿Ustedes
no lo conocen? (…) Es bastante buen manual que al final, es lo que yo sé
hacer, comunicar. El Sr Presidente no sabe comunicar, no digo que no hable pero
que hable con un papel, es más auténtico. (…) Lo que está diciendo a la
población es [con
gestos descoordinados] no estoy diciendo lo que pienso. La gestual,
los ojos, el cuerpo están hablando por uno. (…) ¡Eso es fatal para el orador!
A mí me han puesto unas diez veces teleprompter, y jamás acepté, prefiero
titubear en algún momento (…) es más auténtico (…) [sino] intenta hacer unos gestos
que no van con la paporeta. (…) Conclusión: sale el mensaje y ha bajado tres
puntos, ¡por el mensaje! Si lo ve más gente, baja más. No hagas lo que no
naciste para hacer. Yo no puedo bailar ballet, aquí. (Risas) No nací para eso.
Bueno, tú no hables, deja que hable otro —¿no has puesto a un actor?— que
seguramente habla mejor. Bueno que salga el actor … Uy, uy no, yo soy el
presidente, y ahí viene el problema. Ya está en competencia con el actor. (…)
Yo me
acuerdo que mi vecino era el Sr Hurtado Miller en Chacarilla, era un populista,
pero una gentil persona a la cual le debo la vida. Porque la noche del golpe
aterricé en su casa. Después de muchas peripecias. Pero Hurtado Miller era digamos
un peso pesado, sólido, fuerte, grande, que había sido Ministro de Belaunde.
Después fue nombrado 1° ministro por Fujimori, porque él había estudiado en la universidad
Agraria con Fujimori. (…) Frente a Fujimori, él era mucho lote. Yo me acuerdo
que después vino a mi casa, después de dar su primer mensaje en televisión. Y
me dijo ¿qué te pareció? Bien, le dije, pero ya perdiste el puesto. No, ¿por
qué dices eso? Ay, hijito, le dije, tú no te puedes mostrar más inteligente,
más hábil, más solvente que el dueño de la pelota que está en Palacio de
Gobierno. Seis meses duró… Seis meses. Bueno, el actor, se fue a Fuerabamba,
pero el dueño del circo dijo, no, no ¿por qué se va él, y yo? ¡Yo hablo esta
noche! Y a la carrera hizo su mensaje. Es más o menos la historia del mensaje
tal y como conozco actúan los personajes políticos, ¿no? (…)
El
sistema necesita no solo inputs, sino
sostén. Back-up, respaldo, apoyo. Y
esos se lo inventa otra vez con las encuestas. «70% de apoyo al gobierno». La
gente no quiere estar con el 30%, eso se llama homeostasis (…) Nuestro
cerebro está hecho para equilibrar y apoyar nuestras decisiones. Está hecho
para seguir la corriente. (…) La gente nunca quiere estar en contra de la
mayoría. (…) Hay que ser cristiano primitivo para estar en contra de la
mayoría. (…) Cuando cayó Kuczynski, una persona cerquísima a mí se iba a una
reunión de empresarios, en el Country. El pobre Kuczynski ya estaba fuera y a
los tres días hubo una reunión como de 200 empresarios y le dije, mira, lo
único que te pido es que me hagas este favor, es para mi curso, y le vas preguntando a la gente (…) si han votado
por Kuczynski. Resultó que solo el 20%
de los empresarios había votado por Kuczynski, o casi nadie. Nadie quiere
estar con el que perdió, nadie quiere estar contra la mayoría. Entonces invéntense
una encuesta y tendrá apoyo. Inclusive hay una encuestadora que se llama Apoyo.
¿O no? (Risas) (…)
A propósito mañana tengo que ir a un juicio que
me armó Datum hace tres años …(…)Lo que pasa es que por perseguir
después al Sr Fujimori, a Vladimiro, se olvidaron de las encuestadoras. (…) Pero
están los juicios abiertos todavía.
[…]
En la
próxima clase, veremos, rápidamente, las funciones políticas más desarrolladas,
más aún que esto. (..) Yo sigo la politología americana porque es superior a la
francesa. Yo he sido muy francés en mi formación, pero los norteamericanos, en
ciencias políticas, se llevan de encuentro a todo el mundo. Son unas máquinas
para modelizar. Veremos funciones políticas, y después (…) quién está en la
caja negra y por qué. (…) Y podremos
ver al medio, si es que no me dan preliminar como quiere un loco que hay por
ahí (risas), al medio me gustaría adelantar un concepto y un autor, que se
llama Maquiavelo. Podría haber comenzado con él o terminar con él, pero (…)
podemos hacer un parentesis sobre el más grande científico político de la
historia que se llama Maquiavelo. Repito por favor y díganlo a todo el mundo:
jamás dijo ‘el fin justifica los medios’. (…) Un tipo demasiado inteligente
para pasar a la historia con una frase tan cínica. Pero que todos hacen, porque lo terrible del ser humano es que rechaza
en la teoría lo que en la práctica normalmente hace. (…) Entonces, vamos
organizando nuestro sistema para después interpretar quién es el que manda,
quién ejerce el poder y por qué razón y como sabemos, por un tiempo. Porque
nadie lo ejerce vitaliciamente. No hay caso (…) [Luego les encarga trabajos].
Espero estar con ustedes en la próxima clase y
si nooo, déjenme decir algo: me harán el más grande favor de mi vida, me harán
presidente por 3a vez. Acuérdense. No se rían. De eso sé algo. Mi país —no solo
nací aquí sino lo escogí para vivir— es un país que tiene a veces envidias
chiquitas, no, ¿Por qué tiene tanta suerte este? ¿Por qué lo eligen dos veces?
¿Por qué subsiste tanto tiempo? ¿Por qué habla tan bien? ¿Por qué cuando era
joven era guapachoso? ¿Por qué dicen que las mujeres se enamoraban de él y que
domina a los hombres mentalmente?… ¿Por qué? Entonces hay un resabio que dice
¡maldición, maldición, ¿y por qué yo no?! Y lo que quieren es ver al héroe
encadenado. Pero dejen pasar un mes y verá cómo lo reconvierte. La historia
está llena de ejemplos así. Yo que Vizcarra haría lo que hizo Fujimori: anda
vete. Fujimori fue más inteligente, anda vete. El que lo deja adentro, lo deja
a uno con cólera y yo te tumbo. Es más fácil, y te tumbo desde dentro.
Les voy
a contar un tema para que vean la fuerza de la política. Ustedes son muy
jóvenes (…) pero durante Velasco, años 1975, apareció una revista Kausachum, del señor Augusto Zimmerman
Zavala, periodista, que a la postre terminó siendo mi amigo. No sé por qué. Un
arequipeño que había sido, cómo no, el hombre de El Comercio. (…) Pero, llegado Velasco, traicionó, (…) y además
fue entre los que tomaron le diario El
Comercio después, y toda la prensa. (…) Pero pasó Velasco, y se quedó
solo. (…) Muy inteligente… La revista solo hablaba de temas militares.
Había hecho una red de coroneles, capitanes, qué sé yo, que le daban datos de
corral, del comando del Ejército, le daban datos (…) y siempre entre los militares
hay algo que huele mal, una compra de aviones, de fusiles, el rancho militar,
quién ocupa la Villa militar…, siempre hay un problema. Entonces, Kausachum solo se dedicaba a vender
noticias de los militares y para los militares. No se vendía en el
quiosco en la esquina, no le interesa. (…) Los oficiales de los cuarteles, de
la escuela militar, era lo que le interesaba. (…) Época del gobierno militar,
en segunda fase, estaba Morales Bermudes, con el General Cisneros, con Pedro
Richter. Yo ya era secretario de
organización del Apra y supongamos, me hacía notar en el país (…) Ya me conocía el país. Y los militares
metieron a la cárcel Zimmerman por todas las barbaridades que decía contra
nuestras sagradas FF.AA. (…) En Lurigancho.
Cuando
un día recibo una llamada extrañísima: lo llama el Gl Pedro Richter, Ministro
del Interior. Yo me asusté pues. Tenía 28 años. ¿Qué pasa? – Sí, general…
-Quisiéramos hablar con usted en la casa de un amigo común, un abogado que yo
conocía también. Cómo no. Y yo fui, y
aparecieron el ministro de Guerra y el ministro del Interior, dos generales
ahí. Pero qué pasará acá… Y me dijeron lo siguiente, para que vean el poder
de las cosas… -Sabemos que usted es amigo de Zimmerman -Sí, bueno sí, es muy
simpático conmigo, es muy mayor pero sí, es mi amigo. -Queríamos pedirle un
favor. Él continúa publicando Kausachum,
y cosa feroz, «han comprado paracaídas usados; los soldados se mueren», no sé,
lo que sea. Seguía publicando otro, su n°2. ¿Qué me pedían los todopoderosos
militares, ministros de Guerra y del Interior? -Lo vamos a poner en un
automóvil y va a entrar sin que nadie se dé cuenta a Lurigancho y usted le
habla a su amigo Augusto Zimmerman, por favor que no siga publicando Kausachum. Yo salía riéndome a
carcajadas. El gobierno militar, todopoderoso, ¿y le tiene terror a un un señor
que tiene encerrado en la cárcel porque publica Kausachum?
Y claro,
podían incautar Kausachum, pero eso
se hace en un mimeógrafo y sale de nuevo
Kausachum en todas partes. Y los primeros que compran siguen siendo los
militares, para saber las barbaridades que hacen sus jefes. Yo me reí mucho y
bueno, acepté el pedido de los jerarcas y fui a ver a Zimmerman. -Tú no vas a
creer por qué vengo a verte, vengo como un favor a los militares, a toda la
Fuerza Armada del Perú, con todos sus tanques, sus aviones, que te pide por
favor que no sigas publicando Kausachum.
Llegamos a un saludable entendimiento. Le dije, mira, oye tú no te puedes
quedar 5/8 meses aquí en Lurigancho. Me dijo: -Eso lo ha organizado este
general porque ha negociado las balas y no sé qué. Entonces, le dije, bueno ya,
sigue hablando de otros pero no de ese
general que es el que te ha traído a la cárcel. Y salió, y siguió publicando Kausachum. Pero para que vean el poder que tiene un hombrecito desde dentro.Porque el poder, como dijo Parsons, es circulante, no está en una sola mano. Va y viene. Todos participamos del poder.Y
hay que ver las debilidades de la caja negra para hacerle un gol… Muy
bien, nos veremos el próximo martes (…) Muchas gracias.
——
Se
incorpora, son las 21:57. A 8 horas y media de que le toquen la puerta para
darle la «preliminar».